Capítulo 8! Dejadnos reviews o los Borg procederán a exterminar gatitos.
Reinadepicas
Abrió los ojos clavando la mirada en la luz de emergencia del techo durante unos segundos, mientras se enterraba ligeramente en el cojín tratando de enfocar, al tiempo que pasaba las manos por la cara con un suspiro; mareado y desubicado sintiéndose como si algo acabara de darle una buena paliza.
Se quedó quieto un momento, tratando de que todo volviese a su sitio lentamente y las ligeras arcadas que comenzaban a abrirse camino desde su pecho parasen, pero no funcionó; de modo que a los pocos segundos casi tiró de la cama al que dormía junto a él al salir a toda velocidad para encerrarse en el baño de un portazo.
Hikaru se encontraba francamente mal; pero se consolaba pensando que por suerte la noche anterior no había comido mucho, de manera que tampoco había demasiado que sacar.
Un suspiro, dejando que su espalda encontrase la pared para resbalar hasta quedar sentado, convencido en que tenía que quitarse lo que fuera que tuviese encima porque tal como estaban las cosas aparecer en aquel estado podía costarle la vida cuando unos golpes tímidos en la puerta del más joven le obligaron a apartar los ojos del suelo, respondiendo de malos modos como pudo porque bastantes problemas tenía ya para que el artillero se sumase a ellos.
Pero pese a todo al volver a mirar hacia la entrada allí estaba, nervioso y con gesto ligeramente preocupado.
-¿Bien?
No, no estaba bien, estaba muy lejos de estar bien...a dos mil millones de cuadrantes galácticos de estar bien.
El nuevo capitán sin mostrar intenciones ni sobre el alférez ni sobre él, los compañeros de los hombres que asesinó la noche anterior probablemente muy cabreados y el golpe dado en la nave le dejaban claro que, o todo aquello acababa pronto y recuperaba los reflejos antes de salir de la habitación o al final del día él y el alférez estarían muertos.
Una mano le agarró el antebrazo para tirar con fuerza, ayudándole a levantarse y no se resistió a ella porque estaba demasiado mareado, pero sí que maldijo entre dientes al más joven por haberlo metido en aquella situación.
-Son drogas- murmuró cuando Pavel lo hubo dejado sobre la cama- estoy seguro.
Y el colchón se movió cuando el russo tomó asiento a su lado, mirándole con los ojos muy abiertos.
-¿Como sabes...?-duda- ¿los hombres de Kirk?
-Esos imbéciles no creo que sean tan listos como para hacer algo que no sea calentar el phaser, además no les he permitido acercarse tanto- se frotó la cara con las manos de nuevo decidido a dejar los ojos cerrados porque así la habitación parecía girar más lentamente- a lo mejor fui yo ayer con alguna de las mías...o en el invernadero...o...no sé...
-No pienses más en ello- y los dedos huesudos se metieron entre su pelo en silencio calmándole lo suficiente como para dejar de darle vueltas a lo jodido de la situación- falta un buen rato para tu turno...piuedes ricuperarte.
Inclinó hacia atrás la cabeza temiendo que los dedos fuesen a alejarse, pero no.
Mierda. No tenía que hacer eso...no tenía que estar haciendo eso.
Algo le decía que tenía que parar o acabaría tan preso de aquel niñato como Pike, pero no quería confirmar la sospecha de que realmente ya no le salía la voz porque las manos del joven ruso se apoyaban en su rostro de forma suave.
No abrió los ojos porque necesitaba besarle; pero eso estaba prohibido.
-¿Ti sientes mijor?- asintió levemente, buscando de forma instintiva el contacto con una de las manos cuando esta se separó ligeramente de su mejilla y le oyó reír- sigues mareado.
Nunca le había oído reír antes; pero se le ocurrió que sería bonito haberlo visto.
Al momento siguiente tuvo claro que no; que, definitivamente eso no le hubiese convenido; porque estaba cayendo y no sabía cómo pararlo...porque su risa grave, suave y baja, y los dedos recorrían ahora su rostro, pasando tras las orejas y delineando el mentón le mantenían aletargado, tranquilo.
-Istás recuperando el color- "y algo más que eso" pensó frustrado.
Vaya forma de empezar el día...¿realmente había sido tan estúpido como para envenenarse con alguno de sus paralizantes? gran error...
Y las caricias bajaron hasta su pecho, casi como si estirasen la camiseta de dormir sobre el torso.
-Pavel- nunca antes le había llamado por el nombre pero lo hizo con toda la seguridad que pudo, para pedirle que apartase las manos que sentía cálidas a través de la tela; pero la orden se negó a salir de entre sus labios.
-No te preocupes- las manos se aferraron al cierre de su pantalón- tu relajate.
Nunca creyó que oír un pequeño enganche de tela ceder podía llegar a calentarle tanto.
Tenía que parar aquello; pero ahora los labios besaban la piel de su estomago con cuidado todo era más difícil.
No podía perder el control, no de aquel modo; no podía permitírse el lujo de que aquel maldito niñato llevase la voz cantante, porque le volvía loco y acabaría dándose cuenta de eso: y entonces el poder cambiaría de manos.
La lengua húmeda comenzó a alternarse con los labios, después los dientes que le arrancaban escalofríos al cosquillear sobre su piel junto a los rizos rubios.
El mareo comenzaba a disiparse y a cada momento el piloto veía con mas claridad que no podía perder ante el menor.
Apretó el cabello con la mano, asegurándose de hacerle daño para obligarlo a levantar la cabeza un instante.
-¿Que pretendes?
No respondió a la pregunta, solo se quedó mirándole fijamente unos segundos para entrecerrar los ojos después, con expresión avergonzada.
Oh, al infierno.
Él mismo se bajó el pantalón con la mano que le quedaba libre para empujar hacia abajo la cabeza del menor sin soltar el agarre. Mierda.
La boca ardía y jadeaba en tono grave y para Sulu todo resultaba familiar; apretó aún más la cabeza contra su cadera sintiéndo rabia; había soñado con aquello, con aquella boca, con los jadeos apagados que se convertían en suspiros...lo había soñado pero era tan real...
Tomó aire al sentirle bajar de nuevo de forma lenta; ¿porque?, maldita sea...¿porque tenía que volverle tan loco?
La otra mano bajó para agarrar también al artillero por la nuca, manteniéndolo sujeto aunque no pareciese hacer falta.
Él tenía la maldita culpa de todo.
Aquel niñato rubio, estúpido, le había convertido en su juguete, y ahora usaría aquella dependencia para hacer que acabasen matándolo en alguna pelea desesperada.
El asiático no era un mercenario; no mataba a cambio de nada, sino sólo por su propia diversión, en cambio ahora había comenzado a luchar por proteger al joven ruso; ¿y a cambio de que?
A cambio de nada.
La mano que se perdida en el cabello bajó lentamente hasta el cuello blanco y largo que se contraía a cada movimiento lento de la mandíbula o la cabeza y comenzó a apretar ligeramente.
Si mataba al crío todo se acabaría.
Un gesto instintivo de apartarse que la mano en la nuca frenó con fuerza, obligándole a quedarse donde estaba con un jadeo agudo de miedo.
-No te he dicho que pares- dejó caer la mano hasta el otro lado de su cuello para apretar también ligeramente, imaginando que si presionaba algo más el fino cuello se partiría en dos. Sería tan fácil acabar con su problema.
Apretó algo más, obligándole a tragar, haciendo caso omiso de sus quejidos y sólo aflojó tímidamente al verle con la cara enrojecida.
Le gustaba verle de aquel modo así que volvió a apretar, sintiéndolo revolverse de nuevo.
Había soñado con aquella boca, con tenerlo sentado encima jadeando su nombre y no le gustaba; no le gustaba ser suyo de aquel modo porque necesitaba el control, control absoluto de aquella boca que podía convertirle en esclavo de un crío rubio.
De aquellos labios que temblaban en torno a su piel y que perdían precisión a cada segundo que el aire no lograba llegar a sus pulmones.
Le apartó un instante para permitir que recuperase el aliento apretándo el cabello rubio entre sus dedos.
-No puedo...- su voz había quedado bastante perjudicada y se le ocurrió que tal vez había apretado muy fuerte. Pero en la mente de Sulu seguían los ecos lejanos que le convertían en su esclavo; extraños recuerdos en los que el más joven disponía de él.
-Claro que puedes. Ibas muy bien- el cuerpo del más joven temblaba, pero no trató de liberarse cuando le guió de nuevo hacia abajo, para volver a poseerle de aquel modo que estaba destrozándole el alma.
Las manos en torno al cuello y volvió a apretar, comenzándo a moverse con lentitud entre la calidez de sus labios mientras Pavel buscaba agarrarse a algo a ciegas entre jadeos agudos.
Aflojó un instante; el corazón del más joven latía tan fuerte que durante una fracción de segundo creyó que se le pararía. Pero no.
Volvió a apretar invadiéndole con más fuerza, entrando en él una y otra vez mientras los gemidos del más joven se hacían cada vez más fuertes en la habitación y decidió apretar un poco más para hacer que callase; pero solo logró que el cuerpo del artillero comenzase a contraerse tembloroso de forma violenta mientras su cadera empujaba contra algo invisible entre gemidos sordos que lograron que el piloto le siguiese casi al momento murmurando su nombre.
Y le dejó apartarse para verlo recuperar el aliento torpemente en medio de un fuerte ataque de tos que se le antojó doloroso, para después desplomarse bocabajo en la cama, cerca de la inconsciencia.
-Bebe algo de agua- se levantó recolocándose la ropa para ofrecerle un vaso que el menor miró con ojos enrojecidos- vamos.
Ahora era él el que parecía tener la gran resaca mientras el estado de Sulu había mejorado casi por completo.
Le pasó un paño húmedo por el rostro sintiéndose ligeramente culpable por su momentánea pérdida de control al ver que el joven ruso ya no lograba ni sostenerle la mirada y clavaba sus pupilas claras en el revuelto de sábanas que cubría el colchón..
¿Era lo que quería no?
Mierda.
-¿Tienes algún turno hoy?- el menor negó con la cabeza- quédate descansando, yo iré a la sala de mando. Mantén la puerta cerrada- otra afirmación con la cabeza rehuyendo mirarle le hizo apretar la boca dudoso.
Aquello tenía que acabar.
Aquella maldita dependencia de su presencia debía acabar en aquel mismo momento. Y las ganas de estrecharle fuerte.
Le vió tumbarse de nuevo en silencio y quedarse muy quieto. Tenía que irse.
Tenía que salir de allí.