Epílogo.

Era terriblemente sucio.

Insoportablemente ruidoso.

Caótico al punto de la insanidad.

Y aún así, no lo cambiaría por nada del mundo.

Con las botas llenas de arena, una gruesa hebra de helado derretido secándose sobre su hombro y un par de manitas pegajosas aferradas de su cabello, Severus Snape caminaba por el parque hacia su sonriente esposa de mejillas intensamente rosadas.

"Has estado mucho tiempo al sol." La reprendió. "Atticus, dile a mami que no debe cocinarse tanto o nos veremos tentados a comérnosla."

"Severus..." dijo ella haciéndose la enojada, apenas conteniendo la risa. "Eso es barbárico! No le enseñes esas cosas."

Su hijo se rió perversamente y le mostró los dientes mientras su padre lo abalanzaba hacia delante como un ave de presa.

Cada día con ella era un día de sol, pero días como estos eran particularmente bellos.

Atticus ya caminaba y hablaba, y Severus casi estallaba de orgullo cada vez que su hijo dejaba en ridículo a los hijos de Weasley o Potter.

Era de esperarse, teniendo en cuenta de quién era hijo. Y teniendo en cuenta quiénes eran los padres de los otros niños.

Y por eso, no podía evitar sonreír mientras Atticus arreglaba aquí y allá su castillo de arena y Hugo Weasley se comía otro poco de su 'pastel de fango.'

Qué zonza había sido la Srta. Brown al quedarse con la comadreja y al haber tenido a su hijo!

Tal vez Hermione lo encontraba romántico cuando escuchó como Ronald había destrozado los papeles de divorcio en miles de pedazos y como le había enviado a Lavender los pedazos con las palabras 'siempre', 'para siempre' y 'si' garabateadas en ellos. En opinión de Severus, Ronald Weasley todavía un niño de gran tamaño que ni siquiera había podido mejorar la vivienda o la situación financiera de su familia en los últimos tres años. Pero Severus sospechaba que tener a una Molly Weasley toda sumisa y casi tropezando con la necesidad de permanecer en la buena gracia de la madre de su nieto, era algo a lo que no se le podía poner precio.

A los Potter les había ido mejor. Mas allá de la seguridad que proporcionaba la gran herencia de Harry, finalmente había madurado hasta alcanzar la perspicacia de su madre y había logrado sobrepasar la impetuosidad de su padre. A menudo bromeaban sobre las aventuras de esquivar trozos de papel y deposiciones de lechuza como una burla a lo que había sido su posición como Auror Jefe, aunque no pasaba todo el tiempo que su esposa creía en la oficina.

Otro mago que no pasaba demasiado tiempo en su oficina era Kingsley Shackebolt. Después de su infame intento de poner fin a la ley de matrimonios, había sido certeramente degradado en el mundo mágico, aunque nunca, ni una vez, se mostró avergonzado ni admitió que algo hubiera salido mal. Algunos lo recordarían como un héroe de guerra y otros como un tirano, pero nadie podía negar que había puesto a la comunidad mágica en camino hacia un nuevo futuro, sin recriminaciones.

Severus no estaba del todo seguro sobre lo que debía sentir por Kingsley o la ley o el estado del mundo mágico. Ya era suficiente con el hecho de tener que dejar de sorprenderse al despertar cada día vivo, libre y con ser el objeto de adoración de la más hermosa mujer que haya visto jamás.

No le parecía correcto intentar equiparar el pasado con el futuro, los sufrimientos con las alegrías. Cada momento era único y terrible y hermoso por mérito propio. Había sufrido tremendamente antes y después de la guerra, antes y después de la ley. Y la ironía del asunto era que él solo había encontrado verdadera felicidad después de la revocación de la ley. De hecho, le debía su felicidad a la revocación misma de la ley.

Habían pasado los tiempos de hacer elecciones. Indisputables, satisfactorias, honestas decisiones.

Y ella había elegido esta vida, este futuro.

Ella lo había elegido a él.

El sonido distante de campanas avisaba el inminente cierre del parque mientras los Snape juntaban sus cosas y se encaminaban por el sendero que los llevaría hacia las puertas. El desordenado cabello negro de Atticus se balanceaba con cada pasito vacilante del niño mientras los dedos de Severus ardían de deseos de ordenar ese cabello pero sin lograrlo, y la piedra, suave y redonda, alrededor del cuello de Hermione brillaba en todo su esplendor con los últimos rayos del sol del ocaso.

Si, el futuro de verdad era brillante.

Fin.

N/T: Este el final chicas. La próxima historia todavía no está traducida…de hecho…todavía no decido cuál va a ser…por favor, ténganme paciencia!

Espero que esta historia les haya gustado tanto como a mí. Como ya saben, no recibí nunca respuesta de la autora, así que cabe la posibilidad de que alguna vez conteste y se niegue a darme autorización. En ese caso, tendré que retirar la historia de FF...sería una lástima pero lo justo es justo...

Paosan: esos dos definitivamente son uno zonzos...y Ginny...bueno...es que ella se la pasa molestando, pero al final se pone del lado de los güiners! jajajajajaa

Katherine: Y bueh...la verdad yo tampoco la entiendo...pero por lo menos dejó de hacerse la tonta y se puso contenta por ellos! Gracias por leer los fics! Me alegra saber que cada vez los lee mas gente!

Marie: Ginny es muy difícil de entender...tal vez si tuviera un traductor universal sería mas práctico...el epílogo te va a encantar...o ya te encantó si estás leyendo esto...

Bueno chicas. No estoy segura cuando voy a poder comenzar a publicar la próxima historia, sobre todo porque no sé que es lo que voy a traducir…no me maten!

De nuevo, gracias a todas ustedes que leen y comentan y hacen que todo el esfuerzo valga la pena. Muchos cariños y abrazos para ustedes!

Hasta la próxima historia!

Rocío