Hola preciosas, antes que nada pediros disculpas por el retraso, pero esta vez no he podido remediarlo. El exceso de trabajo y estres en este último mes ha acabado pasándome factura y me ha provocado problemas con la tensión arterial impediéndome cumplir con mi día de actualización. Lo siento de verás.

Como éste es el último capi, os dejo sin más que disfrutéis de él. Nos leemos abajo.

¡Disfrutadlo!

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de S. Meyer, yo sólo sueño y me divierto con ellos. Tanto la trama como los personajes que no aparecen en la saga, son de mi entera invención.


"Si me olvidaras"

Epílogo

Tres años después…

Edward volvió a llenarse la mano derecha de magnesio mientras la izquierda lo mantenía sujeto de unos de los salientes de la pared rocosa. Todo su cuerpo estaba en tensión: sus brazos, su espalda, sus piernas… y aunque las puntas de los dedos le ardían, y sentía reseco los labios, mirar hacia su izquierda y verse, casi suspendido, en medio de la nada, era una sensación que no quería volverse a perder.

El canto de un águila imperial que surcaba el cielo le hizo llevar su vista hacia el horizonte, y se maravilló una vez más ante tanta belleza. Las vistas desde las montañas en la península de Olimpyc, era dignas de admirar, con ese manto verde a sus pies, abriéndose paso entre hermosas praderas, rodeadas de gigantescos árboles; sus lagos, sus valles, el mar, todo; poder contemplar aquello, sintiendo el viento acariciar su rostro, era algo que debía agradecerle a ella, pues le había devuelto esa parte de su vida.

- ¡Ey! ¿Necesitas un empujón? - escuchó la voz que venia tras él, lo que le hizo sonreír antes de mirarlo.

- Evans, ¿aún no has aprendido que lo verdaderamente importante de este deporte es poder disfrutar de este momento? - le reprendió él.

Evans miró hacia un lado e hizo un movimiento con

su cabeza para luego chasquear con la lengua.

- Te aseguro que disfrutaría más de la vista si un mariquita como tú no me estuviese obligando a estar sujeto, por mas tiempo del que mis piernas me permiten, de esta minúscula grieta - su voz sonó con esfuerzo y Edward no pudo reprimir la risotada.

- Ya te dije que esto era para chicos grandes - se burló.

- ¡Tira anda! - le apremió - O acabarás subiendo conmigo a cuestas.

De nuevo Edward rió y, terminando de empolvarse la mano, continuó con su ascensión, disfrutando de cada metro que avanzaba, de cada obstáculo que lograba salvar, hasta conseguir tocar con la punta de sus dedos el borde mismo de la pared.

Elevó su pierna derecha hasta alcanzar una grieta, casi imposible, para tomar impulso y subir; cuando su vista se fijó en unos zapatos que estaban demasiado cerca del borde.

Resistiendo la, casi dolorosa, abertura de piernas, viajó con sus ojos desde la punta de esos zapatos, por el largo de unas piernas hasta ver un pequeño abultamiento a la altura del abdomen; sonrió, no pudo evitarlo; siguió su viaje hasta ver los brazos cruzados bajo sus pecho, para acabar su escrutinio en su hermoso rostro; un rostro que lo miraba con cara de regaño.

- Llegas diez minutos tarde - la voz de Bella, aunque quería que sonara dura, le traicionó.

- Lo siento amor- le contestó con la sonrisa más adorable-, pero llevo a un medio lisiado atrás, no lo iba a dejar solo - se excusó dramáticamente.

-¡Eh, capullo! - se escuchó la voz de Evans por detrás. Edward trató de reprimir la risa mientras veía como Bella se asomaba para ver a su amigo.

- ¿Estás bien, Evans? - preguntó Bella con algo de preocupación. Aunque había conseguido recuperarse del grave accidente sin perder ni una de sus piernas, todavía se resentía a veces de ciertos dolores, y aunque nunca dejaría su pasión por escalar, era consciente que no podía extralimitarse.

- Perfectamente, muñeca, aunque no veo la hora de que vuelvas al equipo. Prefiero que sea tu lindo culo y no el de tu marido, el que vaya delante de mí - se burló.

- ¡Evans! - exclamó Bella mientras veía como Edward conseguía subir, sin darle mayor importancia.

Por más que habían conseguido recuperar la amistad que pudieron haber tenido de jóvenes, si las circunstancias no lo hubiesen impedido, eran las continuas bromas, de piques entre los dos, las que predominaban en su relación; ese tira y afloja con ella, por regla general, en el medio.

- No le hagas caso, cariño, creo que le gusta ir siempre detrás porque le encanta mi culo - se burló esta vez Edward tomando a su esposa por la cintura y trayéndola a él, para luego estampar un deseoso beso en sus labios.

- Lo que hay que oír - masculló Evans, mientras conseguía llegar a la cima y quedarse sentado al borde, recuperando un poco la respiración; tanto Edward como Bella rieron al escucharlo.

- Anda, déjame que te ayude con esto - se ofreció Bella, ayudándole a sacarse el arnés y recoger todo el material que traía.

Tanya llegó hasta ellos, después de haber regresado de ir a buscar leña con Alice, se acercó al borde, y se acuclilló al lado de su novio.

- ¿Todo bien? - preguntó a Evans, quien de inmediato se giró para verla y esa sonrisa radiante apareció en su rostro.

- De maravillas, mi amor - le contestó, y Tanya, con los ojos relucientes, acortó la distancia hasta besarlo.

- Vamos, deja que te ayude - se ofreció ella también.

Tanya y Evans se conocieron, precisamente, en la boda de Bella. Él iba en su silla de ruedas; las heridas causadas en el monte Rainier, le obligaron a estar en ella por unos meses, para luego pasar a rehabilitación y conseguir su total movilidad al año. Pero eso no había resultado obstáculo alguno para que entre ambos saltase la chispa. Y aunque Tanya regresó a Barcelona, desde donde dirigía una de las sucursales de la empresa de Bella, siguieron manteniendo el contacto por email, y se visitaban siempre que podían, lo que hizo que su relación se hiciese cada vez más estable hasta que, finalmente, Evans decidiera irse a vivir a Europa con ella. De eso hacia ya más de un año.

Aunque, a pesar de la distancia, y como hacían todos los años desde la boda de los chicos, nunca faltaban a la acampada que hacían en familia.

Edward y Bella, con él agarrándola de la cintura, como siempre, como si de esa manera se asegurara de que nunca se alejaría, y cargando con su propio equipo, caminaron por el florido prado hasta llegar al campamento.

Sí, campamento, así le llamaban al lugar que unos años atrás habían comprado entre todos y donde habían construido varias cabañas de maderas, todas formando una plaza, en el medio de la cual había una zona habilitada para una gran hoguera rodeada de los típicos troncos para sentarse. El lugar de reunión donde todos compartían las comidas, los juegos, las charlas y sobre todo, las risas.

- ¿Se ha portado bien? - preguntó Edward, nada más escuchar las risas contagiosas de niños jugando que procedían del límite del prado.

- Sí, acaban de regresar, Anthony y Marc fueron a pescar con lo abuelos y Emmett - le informó buscándolo con la mirada.

- ¿Dónde está? - preguntó Edward, mirando hacía el lugar de donde procedían las risas, hasta ver a dos hombrecitos, de aproximadamente dos años, tratando de trepar uno de los árboles, bajo la supervisión, eso sí, de sus protectores abuelos -. ¡Ey, campeón! - le gritó; y nada más oír la voz de su padre, el pequeño Anthony dejó el árbol y comenzó a correr hacia él, seguido del pequeño Marc, tres meses más pequeño que él, hijo de Emmett y Rose.

-¡Papá, Papá! - gritaba entre risas, tirándose a sus brazos en cuanto llegó a él.

- Hola campeón, ¿te has portado bien? - le preguntó su padre y el pequeño comenzó a mover frenéticamente la cabeza asintiendo.

- ¡Zsi, papi! - contestó el pequeño mirando a su padre con adoración, con esos ojos achocolatados al igual que su madre, y su cara llena de churretes, prueba irrefutable, de lo mucho que estaba disfrutando del lugar.

- Io ambien, io ambien - balbuceó de pronto el pequeño Marc llegando al fin a ellos. Edward no dudó en soltar el equipo de escalada, para con el otro brazo, coger también a su sobrino, al que también adoraba.

Bella no podía ocultar la emoción que le provocaba ver a Edward interactuar con su hijo y sobrino. Ese había sido otro gran descubrimiento, lo buen padrazo que estaba resultando, como no podía ser de otra forma. Sonrió al recordar lo neurótico que se volvió Edward al enterarse que iba a ser papá por primera vez. La que tuvo que batallar para que la dejase trabajar tranquila hasta dos meses antes de dar a luz. Y lo mucho que se aprovechó, como venganza, de sus supuestos antojos, los que Edward sació sin rechistar. Cómo no seguir suspirando cada día por él, si Edward conseguía hacerla sentir la mujer más amada, adorada y deseada del planeta.

- A ver, contadme, ¿qué habéis estado haciendo, granujillas? - les preguntó Edward, y Bella sonrió escuchando a su hijo y sobrino tratando de explicar, a su manera, claro, la gran aventura en el río con los abuelos.

Edward reía como un loco, le encantaba escuchar a hablar a esos dos renacuajos aunque apenas se les entendía la mitad de las cosas, y mucho menos, cuando lo hacían los dos a la vez.

Evans, junto a Tanya, los alcanzaron y tomando el equipo de Edward, siguieron caminando directos a las cabañas.

Bella se quedó unos pasos por detrás acompañada de Tanya. Su pequeña aprovechó ese momento para hacerse notar y Bella se llevó una de sus manos a su tripita, ya de cinco meses.

-Aun no puedo creer que ya tengas un hijo y otro en camino - musitó Tanya agarrándose de su brazo, como siempre hacían desde adolescentes, mientras miraba a Edward cargando con los dos pequeños y a Evans haciéndoles bromas.

- Aún no me lo creo ni yo - le contestó Bella emocionada viendo a su marido jugando con su pequeño.

- A veces sois, cochinamente envidiables, ¿lo sabías? - se burló Tanya, aunque se sentía inmensamente feliz porque su amiga al fin había encontrado su sitio -. En serio, ver el amor que os profesáis es realmente hermoso.

- Siento que fuimos destinados el uno al otro, Tany, no concibo mi vida sin él, no puedo llegar ni a imaginarlo- sus ojos se humedecieron ante tal declaración - Malditas hormonas -masculló conteniendo las ganas de llorar.

Tanya sonrió emocionada y apretó más su agarre - Estáis hechos el uno para el otro. ¡Dios! solo vosotros sois capaces de hacer el amor colgados - exclamó Tanya y Bella le reprendió:

- Calla, loca - dijo entredientes - no se te puede contar nada - le reprochó - Y no lo hicimos colgados… aunque casi - sonrió soñadoramente, sin duda, evocando ese recuerdo…

Aunque de recién casados decidieron vivir por un tiempo en el apartamento de Bella, la llegada inesperada del pequeño Anthony les apremió en la compra de una casa, una hermosa y gran casa, a las afueras de Seattle, donde ofrecerle un hogar más adecuado a su pequeño.

Pero Bella, después de tener a Anthony, sentía la necesidad de ejercitarse y le comentó a su marido su deseo de volver al gimnasio de Evans. En un principio, Edward se sorprendió, pensaba que después de la trágica experiencia que había vivido, le habría tomado miedo. Pero Bella, lejos de temerle, sentía verdadera necesidad de volver a subir esas paredes que tanto bien le hicieron en uno de los momentos más críticos de su vida.

Los primeros meses, Edward insistió en ir con ella, fue así que él volvió a entrenarse como antes. Y poder hacer las ascensiones juntos, siendo uno de ellos quien sujetaba y aseguraba al otro, no hacía más que fortalecer la ya, de por sí, irrompible relación.

Pero el trabajo de ambos les impedía acudir al centro con la regularidad que deseaban, así que Edward sorprendió a Bella, en su cumpleaños, con un rocódromo en su propia casa. Con el engaño de construir un estudio donde poder trabajar desde casa, Edward mandó levantar un pequeño pabellón en el jardín trasero de la casa. Y como por seguridad con el pequeño Anthony, la obra se mantuvo bien protegida con lonas de obras que tapaban la edificación, hizo que Bella no viera mucho más que eso, una pequeña nave.

Pero su sorpresa fue memorable cuando, una vez sopladas las velas de su vigésimo séptimo cumpleaños, Edward le hizo cerrar los ojos y la condujo hasta allí, haciéndola abrirlos una vez dentro y maravillándose de la cara de perplejidad de su Bells, que no daba crédito a lo que veía.

A partir de entonces ambos entrenaba, se divertían y disfrutaban de ese tiempo junto, haciendo algo que los dos habían acabado amando.

Y fue precisamente una noche, en la que Bella se sentía intranquila y para relajarse decidió ir a escalar un rato, que Edward la siguió tras sentir su ausencia.

Mientras ella se afanaba por subir, ajena a que él la observaba de la puerta, Edward se permitió disfrutar de sus movimientos premeditados, de los giros de caderas, de la tensión en sus brazos y sus piernas, excitándose irremediablemente.

Y aunque nunca fue su intención, sin que ella se diera cuenta, porque seguía concentrada en cada movimiento que requería, consiguió llegar hasta ella, sorprendiéndola hasta el punto que se soltó de una de las manos y quedó suspendida del arnés.

Él no dudó en tomarla por la cintura pegando su cuerpo completamente contra él, sintiendo como una parte de su cuerpo se iba despertando ante su proximidad.

- Edward - susurró Bella, entre sorprendía y a la vez jadeante.

Y esa imagen le fue suficiente a Edward para, sin soltar su cintura, llevar una de sus manos a su nuca y besarla hambrientamente.

Ese beso dio paso a otros besos y de estos, a las caricias, e imprudentemente, los dos suspendidos por sus arneses, comenzaron a desnudarse, provocando que el sistema que mantenía bloqueada la cuerda se abriera y ambos se deslizaran precipitosamente al suelo, quedando Bella, afortunadamente, sobre él.

- Ahhh…- gimió Edward al golpear con la espalda en la colchoneta que amortiguó buena parte del golpe.

- Dios…¿estás bien? - Bella lo miró con preocupación, pero entonces él clavó su mirada encendida en ella y, tirando de su nunca, la atrajo de nuevo a sus labios - Estás loco - musitó Bella sonriendo sobre sus labios.

- Estoy loco por ti - le contestó él y girándose quedó completamente sobre ella - Totalmente loco por ti - susurró de nuevo antes de volver a besarla, aunque esta vez deshaciéndose de toda la ropa que le impedía llegar a donde más deseaba; y con la pasión y el deseo que le caracterizaba, la tomó allí, sobre las colchonetas del rocódromo, haciéndola alcanzar, junto a él, ese cielo particular.

Esa experiencia jamás la olvidaría, como tampoco olvidaría el retraso que tuvo al mes siguiente y que les dio la noticia de la llegada de un nuevo miembro a la familia. La pequeña Emily, así es como habían decidido llamar a su hija en cuanto se enteraron que iban a ser padres de una princesita.

Bella volvió a acariciar su abultado vientre cuando su pequeña se removió, y sonrió feliz.

- ¿Y tú? - preguntó a su amiga mientras seguían a los chicos - ¿No te animas? - se burló aunque desde siempre las dos habían opinado de tener los hijos cuando encontraran al hombre con el que se casarían.

- No, cómo crees - suspiró Tanya mirando hacia su chico, el que justo en ese momento se giraba y la miraba, sonriéndole.

- Evans te ama, Tanya, de verdad te ama - Bella intercedió por su amigo.

- Lo sé - los ojos de su amiga relampaguearon - me ha pedido que nos casemos.

-¡Qué! ¿Cuándo pensabas contármelo? - le reprochó Bella.

- Lo estoy haciendo, ¿no?

- Le dirías que sí…¿no?

Tanya bajó la mirada al suelo mientras caminaba obligando a Bella a parar el paso.

- ¿Tanya? - la encaró.

- Yo…

-Tanya, no jodas, ¿acaso tienes dudas sobre lo que sientes por él? - Tanya levantó el rostro y la miró por unos segundo seria antes de comenzar a esbozar una sonrisa.

- ¿De verdad has creído que el amor de mi vida me iba a pedir matrimonio y no le iba a gritar que sí?

- ¡Eres una perra! - la insultó para luego abrazarse a ella - ¿quieres que me ponga de parto de la impresión? - le recriminó abrazándola con fuerza.

- No, tonta. Pero tenías que haber visto tu cara - se cachondeó.

- ¿Y cómo fue?

- Ainss, pues todo amoroso, ayer por la noche. ¿Recuerdas que me invitó a pasear? - Bella asintió - Me condujo hasta el lago, y allí, cuando la luna se reflejaba en el agua, me invitó a nadar.

- Oinsss…- Bella suspiraba.

- Me hizo el amor de la manera más deliciosa. Lo amo - declaró Tanya con los ojos emocionados.

- Oh, dios mío, me voy a desmayar. ¡Sigue! -le apremió, Tanya sonrió nerviosa ante el entusiamo de su mejor amiga.

- Y justo después, mientras aún nuestros cuerpos vibraban…

- Oh, dios mío, no….- Bella se llevó la mano a la boca conteniendo la emoción.

- Sí, me pidió que fuese su esposa - dijo acallando un grito.

- Me muero, adoro a Evans, es un amor - Bella realmente se sentía orgullosa de su amigo. Y muy feliz de que justo se enamorara de su mejor amiga, así siempre los tendría a los dos…¿se podía pedir más?

- Así que, pensando en ti, hemos pensado casarnos cuando nuestra pequeña Emily ya esté entre nosotros, y su hermosa madre recuperada para que disfrute del matrimonio de su hermana - le informó y a Bella, una vez más, se le saltaron las lágrimas.

- Oh, Tany, me siento tan feliz por ti, por los dos, te amo, lo sabes - le recordó abrazándola de nuevo.

- Yo también te amo, Bella - le contestó su amiga que, tomándola de nuevo del brazo, la incitó a caminar, ansiosa por estar de nuevo al lado de su futuro marido.

Cuando llegaron al campamento, ya Alice, junto a Esme, Rosalie y Sue, habían colocado la mesa mientras que Carlisle y Jasper se encargaban de preparar el pescado; Emmett entretenía a los pequeños y, Edward y Evans habían aprovechado para ir a asearse.

Buscó con la mirada al único integrante de la familia que no veía y su ceño se frunció al verlo parado junto a uno de los árboles que limitaban el prado.

- Ahora vuelvo - se disculpó con su amiga quien aprovechó la ocasión para ir donde su novio.

Bella caminó hasta donde estaba su padre y le sorprendió ver que titubeaba sin saber si dar un paso hacia un lugar u otro.

- ¿Papá? - preguntó con voz suave acercándose a él.

Charlie levantó la vista y por unos segundo se quedó mirando hacia ella, con una expresión de desconcierto, con su ceño fruncido, como si por un momento, no supiera quién era.

- Papá…- musitó de nuevo acercándose hasta tomar una de sus manos - ¿te encuentras bien? - Bella sintió que su corazón se estrujaba ante la cara de desconcierto de su padre, y aunque llevaba estos tres años preparándose y conociendo sobre la enfermedad, no dejaba de ser doloroso cuando las señales cada vez se iban haciendo más visible.

- Quién…- musitó Charlie entrecerrando los ojos, pero permaneció escrutándola unos segundo más hasta que de pronto, algo pareció haber conectado en su cerebro - Bells…hija - susurró y de inmediato sus ojos se humedecieron, siendo consciente que por unos minutos, había vuelto a olvidar quién era su hija.

- Ey, tranquilo papá - Bella se apresuró a engancharse a su brazo y se acurrucó a su lado. Sintiendo en el acto como su padre besaba, torpemente, el tope de su cabeza - No pasa nada, ¿de acuerdo? - le aseguró y subió su barbilla para sonreírle. Aunque por dentro trataba de tragar el nudo que se le formaba - Será mejor que no te adentres al bosque solo, ¿de acuerdo? - le pidió. Charlie asintió, consciente del peligro que eso conllevaba, aunque al mismo tiempo, sufriendo en silencio las consecuencias del avance imparable de su enfermedad - ¡Vamos!, nos esperan para comer - le indicó y tiró suavemente de él para llevarlo de regreso al campamento.

Sue los vio venir de lejos y no pudo evitar entristecerse. Esme se percató del semblante triste de la que se había convertido en una buena amiga, y no dudó en acariciar su brazo llamando su atención.

- ¿Estás bien? - preguntó preocupada. Sue apenas esbozó una triste sonrisa.

- Cada vez son más seguidos los episodios de no reconocernos, apenas dura varios minutos, pero cada vez son más seguidos - le confió y no pudo evitar que sus ojos se enrojeciesen - Míralos - le indicó que mirara hacia Bella y Charlie que venían abrazados pero en silencio hacia el campamento - Perdieron tanto tiempo - un sollozo brotó de su pecho - me hubiese gustado que hubiesen tenido más tiempo para que se demostrasen ese amor que se tienen.

- Lo sé - suspiró Esme - alegrémonos de que lo estén haciendo todo este tiempo, y lo último que recuerde Charlie, que sea que su hija lo perdonó y lo amó, hasta el último minuto.

- Tienes razón - se limpió sus lágrimas y esbozó una tierna sonrisa. A los pocos minutos hija y padre se acercaban a ellas y Charlie besando en la mejilla a su hija, la dejó ir para acortar la distancia que le separaba de su mujer - ¿Todo bien? - le preguntó ella en cuanto él se le acercó.

- Todo bien - le contestó y la besó castamente.

Al poco rato Edward salió de su cabaña ya duchado y cambiado. Y no tardó en buscar a su chica con la mirada, la que estaba sentada ya a la mesa tratando de dar de comer a su campeón.

- ¿Cómo va todo por aquí? -se interesó ocupando el lugar que quedaba libre a su lado. Aunque sólo le bastó con ver la cara de Anthony con resto de pescado por todas partes para saber que no iba del todo bien - ¿Ya estamos con lo mismo? - preguntó mirando con cierta severidad a su pequeño quien lo miró con titubeo.

- Lo de siempre, a éste lo sacas de los macarrones y no hay nada que hacer - se quejó Bella, un poco cansada.

- Ven conmigo, machote. Dejemos que mamá coma tranquila mientras te enseño el nuevo garaje que hemos comprado.

Al pequeño se le iluminó la cara y tiró los brazos corriendo hacia su padre. Bella rodó los ojos pero agradeció que Edward siguiera ocupándose del pequeño, consiguiendo, entre juegos, que acabara de comerse todo su plato.

El pequeño pidió que lo liberase cuando acabó de comer, y sin quitar entre todos un ojo de los pequeños, disfrutaron una vez más del resto del día juntos...

- ¿Ya se durmió?- Preguntó Bella a Edward mientras se terminaba de aplicar un poco de crema hidratante por sus brazos.

- ¡Al fin! - Exclamó Edward saltando a la cama y permaneciendo semi tumbado, observando, detalladamente, como ella se masajeaba los brazos. Sonrió cuando Bella se levantó, para dejar la crema sobre la cómoda, y el camisón de gasas dibujó su hermosa y curva silueta - Ven acá, hermosa - le pidió tirando una mano hacia ella, incitándola a subir a la cama.

Bella no lo dudo, y acabo sentada a horcajadas sobre él. Se soltó la pinza con la que había recogido su cabello al ducharse, cayendo éste como una cascada sobre su espalda.

Edward se acomodó y llevó una de sus manos a su nalga lo que la hizo esbozar una sonrisa pillina, luego llevó la otra mano a su vientre y comenzó a acariciarlo.

- Cómo están mis princesas hoy - musitó acariciando a Bella con las dos manos.

- Hummm…- gimió ella estremeciéndose para luego enfocar una mirada encendida hacía él - estamos deseosas - contestó provocando que Edward riese. Amaba la falta de pudor de su desvergonzada esposa. De hecho, lo amaba con locura. Bella tenia el punto intermedio entre la decencia y la indecencia, algo que a él, lo volvía loco.

- Entonces, tendré que remediar eso, ¿no cree, señora Cullen? - contestó juguetonamente él deslizando sus dos manos hasta pasar por encima de sus senos hasta llegar a sus hombros y, lentamente, comenzar a bajar los tirantes de ese endemoniado y enloquecedor camisón.

- Oh, sí… definitivamente tienes que remediarlo, Señor Cullen - gimió Bella, acortando la distancia y buscando hambrientamente sus labios.

Y una noche más los dos acabaron abrazados, temblorosos y entrelazando sus dedos, después de haber hecho el amor.

- Hoy ha vuelto a ocurrir - compartió Bella, jugueteando con los dedos de Edward mientras miraba el cielo que se veía a través de una de las ventanas - Cada vez son más seguidos.

- Tenemos que aprender a vivir con eso, mi amor - susurró Edward, a modo de consuelo, dejando un suave beso en su cabello y frotando suavemente su brazo mientras la atraía más a su cuerpo, acurrucándola.

- Lo sé - respondió ella - pero es muy triste - no pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas, aunque trató de que Edward no se diera cuenta.

- Al menos tenemos el consuelo de que tú no has heredado la enfermedad- Edward cerró los ojos, y mentalmente agradeció de nuevo a Dios que todas las pruebas dieran negativo.

- Y si nuestros…

- Shhhh…- llevó uno de sus dedos a sus labios y la calló - No suframos por algo que no podríamos evitar Bella, nuestros hijos no merecen que vivamos temiendo por ellos, lo que ha de ser será…

- Si, pero…

- Ey - llamó su atención de nuevo - No lo hagas Bells, prométeme que no albergarás ese temor, aceptemos lo que nos depare la vida mi amor, hemos sufrido mucho los dos, no desperdiciemos esta nueva oportunidad que nos ha brindado la vida pensando solo en lo malo que nos pueda ocurrir.

- Soy una tonta, tienes razón - contestó ella bajando su mirada.

- Espera, quiero que veas una cosa - Dijo Edward deshaciendo el abrazo y saliendo de la cama.

- ¿Edward, dónde vas? - susurró para no despertad al pequeño, que descansaba en la habitación de al lado.

Edward apareció unos minutos después cargando una caja.

- He estado trabajando en esto, aunque aún no está terminado y no pensaba entregártelo hasta que…

- ¿Qué es? - le interrumpió Bella sentándose en la cama.

Edward volvió a ocupar su lugar y le dio la caja para que la abriese.

- Oh…Edward…- musitó Bella emocionada, tragando el nudo que de pronto se le había formado en la garganta al ver el Álbum, con una foto de ella y su padre en la portada.

- ¿Te gusta? - Edward esperó un tanto ansioso la respuesta.

Bella comenzó a pasar hoja tras hoja y no pudo reprimir las lágrimas al ver que Edward había recopilado un sinfín de fotografías desde cuando ella era pequeña. Fotos donde se veía con sus padres siendo una bebé, o cuando era sus cumpleaños, fotos todas donde siempre estaba cerca de su padre. Incluso había conseguido fotos de su adolescencia y las había colocado de manera en la que pareciese que también hubiesen estado juntos su padre y ella; devolviéndole, en fotografías, una parte de su vida que le fue arrebatada; y como no, fotos más recientes, muchas fotos reciente que Edward se había encargado de recopilar a cada instante con su propio móvil, imágenes donde ella, ni siquiera era consciente de que se la tiraba.

- Este álbum será el encargado de almacenar su memoria. El será el encargado de contarle, cuando sea necesario, vuestra historia.

- Te amo Eddie, no sé que hubiese sido de mi vida sino te hubiese encontrado - musitó Bella tragándose las lágrimas.

- Yo si puedo decirte como hubiese sido la mía, Bells…vacía, completamente vacía.

- Tenemos nuestra propia historia - ella volvió a acurrucarse entre sus brazos.

- Y cada día seguiremos escribiendo en ella - contestó él dejando un tierno y sentido beso en su frente.

- Te amo - susurró ella.

- Te amo - susurró él.

- Siempre - susurraron los dos…


N/A: Ahora sí que sí, /(;_`)\ se acabó.

Sí ya sabía yo que esto iba a ser duro (Sarae/Noe, con lágrimas en los ojos) Ahora sí, justo ahora, es que siento ese triste vacío que deja una despedida. Despedida a estos personajes que he amado tanto y con los que llevo soñando, por decirlo de alguna manera, desde hace tanto tiempo.

Mi hermosa Bella, esa chica fuerte, luchadora, emprendedora; incapaz de dejar a un amigo tirado, aunque la vida le vaya en ello; una mujer capaz de tomar decisiones dictadas por el corazón, aunque esas decisiones la dañen; una mujer que sabe lo que quiere, y que sólo deja de luchar, cuando en verdad no ve otra salida. Pero sobre todo, una mujer capaz de perdonar y capaz de valorar una segunda oportunidad.

Y mi adorable Edward, ese chico atormentado incapaz de reponerse de un amor perdido; un hombre que es capaz de entregar su vida a cambio de otra vida; un hombre capaz de cargar con culpas que no son suyas porque es un hombre de palabra; un hombre con carácter aunque también un hombre perdido, que necesitaba a toda costa encontrar la brújula de su vida y cuando esta apareció, supo reconocerla con el corazón, aunque sus recuerdos le fallasen.

Una historia que, para mí, será tan inolvidable como la "La chica del rincón" Porque en ella viví, a través de Bella, el otro lado de la moneda; ese otro lado dónde, ser la otra, no significa, necesariamente, ser la culpable... sino la victima.

Y sobre vosotras, qué puedo decir de cada una de vosotras, mis queridas amigas, que no haya dicho ya; que haber podido compartir esta historia con ustedes ha sido un verdadero honor, y que, cada hora de sueño robada, cada día que, a favor de la historia, he renunciado un poquito a mi familia, os aseguro ha merecido la pena. No os imagináis cuánto es que conseguís enriquecer a una autora con cada una de vuestras palabras, enriquecéis su espíritu, enriquecéis su ingenio, enriquecéis su alma, y así de plena me habéis hecho sentir a mí.

Siento con todo mi corazón no haber podido responder con el mismo agradecimiento este último mes. En la confianza que me desprendéis os cuento que ha sido un mes bastante duro para mí, tanto emocionalmente, como físicamente. Y aunque hubiese querido poder hacerlo, ya no me quedaban fuerzas. Lo lamento muchísimo. Más cuando al capitulo siguiente, no sólo no me abandonabais, sino que aún se sumaban más y más, consiguiendo que, en momentos duros, tomara las fuerzas suficientes para seguir.

Sé que esta nota se está extendiendo. Pero, aunque me duele decirlo, en verdad es una despedida. Quiero ser completamente sincera con vosotras. En mi vida se han producido cambios que prácticamente han dejado a cero el tiempo que dedicaba a escribir. Y aunque os prometo que no dejaré de escribir siempre que pueda, no puedo prometeros que vaya a ver una historia próximamente, ni siquiera, que consiga escribir una historia completa más. Por eso, y creedme que ahora mismo me deshago en lágrimas, necesito que sepáis que nunca os olvidaré, pase lo que pase, seréis uno de los mejores recuerdos que atesoraré en mi vida.

Y si algún día consigo tener una historia con la que poder enamoraros de nuevo, con la que poder engancharos, y con la que poder compartir con ustedes, entraré con la misma humildad y con el mismo temblor de piernas con el que subí la primera vez. Y rogaré para que de nuevo me dejéis entrar en vuestros corazones.

Este último capitulo quisiera, si me lo permitís, dedicárselo a mis más grandes amigas y que, de alguna manera fueron culpable de mi aventura en FF.

Ali, Anita, Vale y Ana… mis reques, mis adoradas reques, mis compañeras, mis seudobetas, mis impulsadoras, mis amigas; las que han estado casi todas las noches ahí conmigo, compartiendo mis sueños, mis alegrías, pero también mis penas y sufrimientos. Os aseguro que esto no hubiese sido lo mismo sin vosotras chicas. Sois lo mejor que me llevo de esta etapa.

Y ahora sí, mis niñas, mis loquitas, mi amores, tened seguro que os voy a echar muchísimo de menos. Por ahora os dejo un pedazo de mi corazón, espero, algún día, poder entregaros otro. Os quiero.

PD: ¡Ah!..y antes de despedirme definitivamente (saraes se limpia sus lágrimas y esboza una sonrisa pillina, se acerca a vuestra pantalla y os pide que os acerquéis para deciros una cosa, susurrando)

-Psss, a todas las que leéis "Enredo en San Valentín" ¿queréis una pista sobre mi pista? (saraes frotándose las manos a modo de tramposa) ¡me encanta esto! Pues la pista es algo referente a este fic; sí, prestad atención, es más, en este epílogo sale (movimiento de ceja) Dios! Como se entere Betza me mata..ajajajjajajaja…así que… ¡chitún!

Ahora sí chicas, no os diré hasta siempre, os diré hasta pronto, que es lo que de verdad deseo. ¡ADIOS! Un fuerte beso y abrazo a todas.

/(*_*)\ saraes.