Disclaimer: Como todos sabrán, Stephenie Meyer es la dueña de los personajes, yo sólo escribo por entretención. Listo.


1

Aún falta

Bella

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Querer leer un libro tranquilamente; ponerse los audífonos y escuchar música cerrando los ojos y dejándose llevar por la imaginación; estar en casa relajada en vez de ir a una fiesta, ¿es anormal cuando eres una adolescente? ¿Significa que eres una nerd, sin una vena de diversión ni espíritu de aventurera? ¿Es ser una mojigata, creerte santa a la vista de los demás y puta a sus espaldas? Bueno, según lo anterior, soy todo eso y más.

Desde los ocho años aprendí a ignorar los comentarios hirientes; a los once descubrí que llorar no solucionaba absolutamente nada; a los quince dejé de sentir lástima por los demás; a los dieciocho ya no me importaba nada más que salir de este pueblo. Finalmente.

Charlie, mi padre, era el Jefe de policía en Forks, mi madre, Renée, profesora en Seattle. Ella trabaja desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, el resto de día lo pasamos juntas, como amigas, madre-hija, no nos faltaba qué hacer en casa o fuera de ella. ¿Llevarte bien con tu madre es traición? Lástima, soy la peor traidora del universo, el infierno me espera. Qué hay de llevarte también bien con tu padre, jugar juegos de mesa, ver televisión en la sala después de cenar, ir al centro comercial con ellos. ¿Más traición? ¿Te convierte eso en mamona, en una hijita de papis?

Según lo anterior, soy eso y mucho más. Pero lo que no saben, es que soy Bella Swan, una chica que no le dará el gusto respondiendo provocaciones de ningún tipo, porque aprendió por las malas que aún existe gente que por su maldita inseguridad, necesita hacer caer a otros para sentirse superiores.

No me quejo de la vida, para nada, tengo una familia maravillosa y lo agradezco, sólo esperaba que después de tantos años las personas se cansaran de pasarme a llevar cada vez que tuvieran la oportunidad. Porque aunque no lo demuestre y no lo admita: hiere. Y duele demasiado no por las palabras, sino por no saber qué mierda hice para que me traten de ese modo.

Antes de las siete de la mañana comienza el movimiento; Renée es la primera en levantarse, la sigue Charlie y luego vengo yo. El Mercedes-Benz, la patrulla, el Mini Cooper. En ese mismo orden dejamos la casa hasta la tarde. De lunes a viernes la rutina es la misma.

Llego al instituto casi de las primeras, primero: para estacionar el auto; segundo: porque entre menos gente haya mejor para mí, me ahorraba una importante cuota de bromas pesadas. Les agradaba a la mayoría de los profesores sin siquiera hablar con ellos; mis notas eran buenas, no me metía con nadie, no causaba problemas y ayudaba a que el mismo instituto surgiera por mi esfuerzo en los estudios. Creo que a más de alguno de mis compañeros eso les molestaba, pero lamentablemente no iba a dejar de estudiar por agradarles a ellos.

—¡Bella! —gritó una voz femenina detrás de mí, no quise voltear—. ¡Espera, Bella, ni que fuera a morderte! —giré enseguida, sólo una persona siempre decía lo mismo—. ¿Me tienes miedo? —preguntó burlona moviendo sus cejas, rodé los ojos.

—Claro que sí Ángela, tus colmillos puntiagudos son de lo más temible a estas horas —le contesté sarcásticamente, enrolló su brazo con el mío y caminamos dentro del instituto—. ¿Dónde está Ben?

Su novio era uno de los tantos del montón, sin iniciativa ni ideas propias, de los que sólo reían ante cualquier broma sin ser partícipe en hacerlas. Muchas veces me preguntaba cómo es que Ángela, independiente, inteligente y con sentido común, podía ser novia de alguien como él.

—Tuvimos una conversación el viernes en la tarde —dijo cuando llegamos al salón que me correspondía, ella se iba antes del toque del timbre—. Decidí ponerle fin a ese error, no tolero ese tipo de actitud, Bella, infantil y caprichosa. Ben no quiso poner de su parte y yo no iba a seguir aguantando sus jueguitos, así que mejor cortar por lo sano —terminó dándome una sonrisa—. Además —agregó un poco más seria— eres mi mejor amiga, no me gusta que te hagan daño, menos alguien que me prometió cambiar y no lo cumplió —iba a replicar, pero me interrumpió—. Elegiría mil veces a una amiga como tú que a un hombre. Los novios van y vienen, no moriré por ser soltera otra vez.

Un sonoro ruido nos sobresaltó, miramos hacia la puerta abierta esperando ver a alguien corriendo por el pasillo con una mano en su nariz o en la boca, algo típico del primer día: sangre. Ángela volteó a verme confundida, yo sólo me encogí de hombros sin saber qué decir. En ese preciso instante entró aquella rubia, a quienes varios temían por su mirada intimidante y carácter de fiera. Rosalie Hale caminaba hacia nosotras.

—Odio los días lunes —dijo sentándose frente a nosotras, me hubiese gustado responderle que yo odiaba todos los días de la semana—. Bells, ¿estarás ocupada después de clases? —negué recelosa, se dio cuenta—. Dijiste que podrías ayudarme con ese maldito trabajo que nos dejó el «simpático» profesor Laine.

—Claro —respondí al recordarlo—. Ángela también irá, así hacemos todo de una vez.

Rose sonrió cariñosamente, para mí era algo normal verla sin esa careta fría que mostraba a los demás estudiantes, ella en realidad tenía la sensibilidad a flor de piel, más que Ángela e incluso más que yo. Fue la primera en defenderme en cuanto llegó al instituto hace dos años, su primer día en escuela nueva y tuvo que salvar a una niña de las burlas de los demás. Un poco vergonzoso ver a una adolescente hermosa, rubia con ropa de marca y con una mirada que congelaría a cualquier persona, defendiéndome.

—Qué se creen esos mal nacidos —había sido su primer comentario después de sutilmente echarlos, yo estaba en el piso recogiendo mis libros—. Soy Rosalie Hale, por cierto —se presentó dándome una sonrisa, ayudándome, intenté ignorarla—. ¿No te vas a presentar? No sería mala idea conocer alguien mi primer día.

Se hizo mi amiga, no se dio por vencida tras mis constantes desplantes, de hecho, a Ángela le pareció demasiado irreal que ella se sentara y hablara con nosotras. Rose era el tipo de chica que físicamente encajaba con ellas, el grupo «bien» del instituto. Y ellas se lo hicieron saber de inmediato, pero para nuestra sorpresa no se movió de su silla y las ignoró olímpicamente, hasta el día de hoy.

—Sabes que tu solidaridad es una de las razones del por qué te quiero, Isabella —comentó casualmente revisando su móvil, sonreí al escucharla—. Aunque fuiste difícil al principio, mujer, me exasperabas de verdad.

—¿Sólo a ti? —inquirió la chica morena a mi lado alzando una ceja—. Fue menos de un mes, yo demoré medio semestre, Rubia —Rose se hizo la ofendida ante lo último—. Eso quiere decir que Bells me quiere más a mí.

—Eso no es cierto, Weber —replicó ella acomodando su largo cabello sobre su hombro—. Si hay alguien a quien Bella quiera más, es a mí. Supéralo.

Rodé los ojos ante la familiar discusión. Me sacaban una sonrisa cada vez que podían, lo que no era difícil, estar con ellas era muy divertido, sentía que después de todo existía gente que se daba el tiempo de saber y conocer antes de hablar. Mis amigas me mantenían en pie durante clases y recesos, mi familia lo hacía en casa. Y los amaba cada día más por eso.

Había sólo una clase en toda la semana que estaba completamente sola rodeada de compañeros al acecho para atacar cuando quisieran. No me sentiría tan expuesta si un adulto, al que se debe respetar, ayudara poniendo orden en clase, pero lamentablemente para mí y graciosamente para el resto, al profesor Laine no le importaba. Ese día era hoy, lunes, a la primera hora.

—A ver señorita Swan —comenzó a decir el profesor desde su escritorio, sonriendo—, ya que usted es nuestra mejor alumna desde hace años —intenté ignorar las risitas burlonas—, quiere decirme cómo se puede resolver el problema que acabo de escribir. No se sienta presionada, si no quiere hablar no es necesario, sé que tiene pánico escénico la mayor parte del tiempo.

Sin darle importancia a su tono despectivo y burlón, le sostuve la mirada hasta que tuvo que retirarla. Quería dejarme en ridículo, nada nuevo, pero ser anormal tenía sus ventajas y eso era que para su mala suerte, iba avanzada en su clase. Por lo que su rostro después de explicar el ejercicio me decía que la próxima vez, la puritana Bella Swan iba a salir al baile nuevamente.

¿Era pedir demasiado un poco de tranquilidad el primer receso de la semana? La mayor parte del tiempo la música es mi compañía, entonces ellos creen que al tener los audífonos metidos en mis orejas no podía oír claramente sus burlas. Lo que causó que en vez de hablar, gritaran, y como si me chillaran por un megáfono los escuchaba perfectamente.

—Hey, espécimen, quítate de en medio, ¿quieres? —dijo amablemente un tipo pasando por mi lado y dándome un empujón—. Por qué estás estorbando, Swan. Desaparece de una buena vez.

Sí, sí, lo que digas. Llegué a mi casillero ilesa, fingiendo no prestar atención a las miradas de las chicas al pasar, de los murmullos tan conocidos ya por mí, de sentirme observada nuevamente por enésima vez. Me sentía desnuda.

—¿Desde cuándo el convento deja salir a sus puritanas niñitas? —no volteé a mirar, guardé mis libros y cuadernos y comencé a sacar los de mi siguiente clase—. Oye, Lauren, ¿crees que nuestra tímida Bella aún sea virgen?

Jessica Stanley formaba el grupo de ellas, aprovechaba cualquier oportunidad para hacer que las demás chicas se sintieran como un montón de mierda. Claro que yo era un caso especial, su favorita y me sentía de algún modo halagada, era la única a la que nunca ha provocado una lágrima o una palabra de regreso. Pasaba de ella, de sus súbditas, de sus comentarios tan pasados de moda que la hacía enfadar cada día un poco más.

Sabía secretos de la mayoría de los brabucones del instituto, de algunos profesores y hasta del mismo director, pero de qué servía. No soy vengativa, creo que cada quién pagará su cuota de alguna forma y mientras siguiera ignorándolas, estaría tranquila conmigo misma. De alguna manera.

—Quizás haga sus trabajitos de noche, Jess, ¿te la imaginas alrededor del tubo bailándole a cualquiera por algo de placer? —le contestó con una molesta risa Lauren Mallory. Cerré mi casillero de un golpe—. Aunque no creo que haya dado ni su primer beso… Hey, tranquila, sólo estamos conversando.

—Puedes ir con tu mierda a otra parte, Mallory —dijo mordazmente Rosalie tras ella, Lauren y Jessica voltearon un tanto asustadas—. ¿Qué dices? No te oigo. ¿Ya te vas? —sonrió maliciosamente cruzándose de brazos—. Eso es estupendo, llévate a la perra esa también, por favor. Esto es una escuela, no un albergue de animales.

Las personas que transitaban por el lugar miraban de reojo y seguían su camino. Me molestaba tener que ser defendida por ella, me molestaba no agradecérselo después, me molestaba que por mi culpa Rose se llevara mal con varios estudiantes y compañeros. Me molestaba ser una carga.

Al irse refunfuñando hacia la cafetería, caminamos en silencio hasta nuestra próxima clase. Ir a un lado de Rosalie Hale impedía cualquier tipo de burlas y miradas hostiles, ella era como mi ángel guardián, desde el primer encuentro supe que cambiaría un poco mi vida. Reía la mayor parte del tiempo junto a ellas, en el instituto había momentos en que realmente podía sentir la felicidad. En compañía.

La señora Wells era muy amable y agradable, sus clases de Literatura eran mis preferidas, además de que la conocía fuera de la escuela por ser amiga de Renée. Estaba al tanto de lo que me ocurría todos los días al venir a clases, nunca se ha inmiscuido ni le ha comentado algo al respecto a mi madre, lo que le agradecía, no quería ni siquiera imaginar lo que eso causaría, sobre todo las medidas que tomaría Charlie al respecto. A veces es necesario callar.

—Hoy cambiaremos un poco esta clase —comenzó a explicar afirmando su cuerpo en su escritorio—. Lo que haremos será lo siguiente: diré una palabra cualquiera e indicaré a uno de ustedes para que me diga lo primero que se les venga a la mente, ¿de acuerdo?

—¿Cualquier cosa? —preguntó la voz de Mike Newton asientos más atrás—. ¿Tenemos su consentimiento de decirlo?

—Nada de obscenidades ni palabrotas, Newton —señaló la profesora sonriendo ligeramente—. Comencemos con algo fácil —paseó su mirada por el salón y apuntó hacia el final—. Tyler; alcohol.

—Diversión —contestó de inmediato causando asentimientos de exclamación de la mayoría.

—Bien. Newton.

—Anestesia cuando se tiene algún problema.

—Interesante. Lauren; aborto.

—Felicidad.

Rose se acercó más para susurrarme.

—Seguro que es por experiencia propia —asentí sutilmente. No estaba lejos de la verdad.

—Jessica, antes de que contestes, la próxima hora volverás a tener clase conmigo, debes terminar tu ensayo y supe que tenías un espacio libre —Stanley hizo una mueca pero asintió sin refunfuñar, la profesora continuó—; burla.

—Decir la dura verdad adornada de palabras bonitas —respondió con tono de suficiencia, varios la alabaron con aplausos.

Negué sonriendo sin sorprenderme de su estúpida respuesta: «adornada de palabras bonitas». La maestra alzó ambas cejas esperando ese tipo de contestación. Se dirigió a la persona que sabía diría algo coherente.

—Rosalie.

—Sentirse superior para subirse la poca autoestima —miró hacia Jessica dando a entender a quién se refería—. Es hereditario, según los estudios.

La señora Wells le dio una sincera sonrisa evitando reír. La madre de Jessica era conocida por ser la mujer más chismosa del pueblo, inventar y rearmar historias para su beneficio era su trabajo, su marido hace meses se fue de Forks tras las constantes advertencias y malestares que tenía por su esposa. Estar sola, ese fue el castigo.

—Bella; Karma —pude ver que esa palabra estaba meticulosamente escogida para mí. Todos guardaron silencio.

—Todo el mal que hagas lo tendrás de vuelta una y otra vez.

—¿Qué es eso? —preguntó curioso Ben Cheney.

—Karma se podría decir que es como una ley de retribución o de causa y efecto. Siempre recibimos la repercusión de nuestras acciones, todo vuelve multiplicado, lo positivo y lo negativo —supuse que los rostros de algunas personas eran de total confusión, porque la maestra siguió hablando—. El karma es como una pelota que arrojada contra la pared, siempre rebota, la intensidad del golpe o el lugar donde impacte tienen que ver con la acción concreta que genera la devolución. No solo la acción física genera un karma, también los pensamientos. Por eso la única salida es siempre pensar bien y hacer el bien. Si en nuestra vida herimos, nos van a herir de alguna forma; si ayudamos, en algún momento nos ayudarán.

Tras terminar de explicarle a la clase, se mantuvo el silencio. La señora Wells nos observaba con un aire de satisfacción.

Cinco minutos antes de que tocara el timbre, la profesora se levantó de su asiento y con su plumón de pizarra en mano, escribió:

«Cada uno es responsable de lo que le sucede y tiene el poder de decidir lo que quiere ser. Lo que eres hoy es el resultado de tus decisiones y elecciones en el pasado. Lo que seas mañana será consecuencia de tus actos de hoy». Swami Vivekananda.

—La lección de hoy. Hasta la próxima clase.

Era totalmente cierto; yo soy yo y mis circunstancias.


Hola a la persona que esté leyendo esto, nueva historia, estaba guardada desde el año pasado, tiene diez capítulos y aún no decido si tendrá epílogo, ya veré. Está en primera persona: Bella y Edward, intercalados. No soy fan de los POV a cada rato, por eso cada capítulo será narrado por Bella y el siguiente por Edward. Debe ser así.

Si llegaste hasta aqui y quieres comentar cualquier cosa, será bienvenido. Actualizaré los domingos, la universidad me dificulta la vida.

Saludos enormes.