NOTA DE AUTORA: Esta historia es la cuarta parte de una saga. Así que si todavía no has leído la primera parte (Los Guardianes Negros), la segunda parte (El Templo de Hades) y la tercera (La Era del Reclutamiento) te recomiendo que no continues leyendo! Podrás encontrar dichas historias en mi Profile.

Saludos,

G.


DISCLAIMER: Esta historia está basada en el universo mágico creado por JKR, y varios de los personajes que se encuentran a lo largo de la misma le pertenecen a ella. Todos aquellos personajes que no reconozcan de la Saga Harry Potter, son míos :)


ALBUS POTTER

Y EL HEREDERO DE MERLÍN

Capítulo 1: El Visitante

Llovía.

Albus observaba las gotas caer y golpear contra el vidrio de la ventana ensimismado en sus pensamientos. Frente a él se encontraba una carta abierta que acababa de recibir de Scorpius. La carta había llegado esa misma tarde, pero debido a la terrible tormenta la lechuza no había sido capaz de emprender su vuelo de regreso con una respuesta por parte de Potter. En cambio, Venus, la hermosa lechuza parda de Scorpius Malfoy, se encontraba en ese instante compartiendo la jaula con Zeus, la lechuza de Albus.

Venus ululó desde la jaula. Albus giró a mirarla preocupado.

—Lo siento, pero no puedes irte con esta tormenta —intentó explicarle. Venus volvió a ulular, molesta. —Lo sé… Yo también quiero que vuelvas a tu casa, pero tendrás que esperar hasta que el clima cambie —se lamentó Potter.

Su mirada viajó una vez más hacia la carta que su mejor amigo le había enviado. Era breve, pero cargada de significado.

Potter,
No tengo mucho tiempo para escribirte esta carta, pues tengo el presentimiento de que estoy siendo vigilado en mi propia casa. Creo que mi padre sospecha que lo estoy persiguiendo y en respuesta le ha ordenado a los elfos que me vigilen.
Pero tengo novedades, aunque aún no logro descifrar su significado.
Mi padre ha recuperado la Mansión Malfoy, lo cual me resulta extraño ya que la misma había quedado en poder del Ministerio de Magia después del juicio a mi familia… Hasta ahora.
¿Qué piensas al respecto?

Malfoy

Aún no había escrito una respuesta. En parte porque sabía que la tormenta que tenía lugar fuera de su casa duraría toda la noche. Y en parte, porque no estaba convencido de qué responder.

Junto a la carta de Scorpius, se podía ver un pequeño pilón de sobres, dentro de los cuales se encontraban cartas pertenecientes a todos sus amigos. Todos ellos reportando las noticias que habían logrado juntar en esa primera semana de vacaciones.

Como era costumbre, Lysander se encontraba de viaje junto a su familia. Nuevamente, sus padres habían elegido como destino Alemania, aunque sus hijos sospechaban que aquello guardaba alguna relación con la Orden del Fénix y el Diario de Grindelwald. Scamander había prometido averiguar más al respecto.

Hedda tampoco tenía noticias muy alentadoras. Las sospechas de Albus sobre la posibilidad de que Jaques Le Blanc estuviera involucrado en la Orden parecían confirmarse lentamente. Hedda había notado que su tío estaba cambiado. Lucía más preocupado y silencioso, y pasaba más horas de lo acostumbrado en su oficina, hablando con personas que Hedda desconocía a través de las Redes Flú. Los Le Blanc no acostumbraban a recibir muchas visitas en su Mansión, por lo que Hedda se sorprendió cuando una mañana, dos días atrás, una mujer rubia y hermosa golpeó a la puerta de la casa pidiendo por el señor Jaques Le Blanc. Antes de que ambos se encerraran a conversar en la oficina de Jaques, Hedda llegó a ver que la mujer llevaba una carpeta con el sello del Ministerio de Francia.

Elektra permanecía horas enteras delante de la televisión escuchando las noticias. Así, se había enterado de una terrible explosión que había tenido lugar en la calle Sundown, en pleno Londres residencial. La policía muggle había atribuido el incidente a una posible fuga de gas, pero ella había encontrado todo el suceso muy extraño y había decidido reportarlo a Albus. Potter estaba de acuerdo con ella: aquella extraña explosión parecía guardar alguna relación con el mundo mágico.

Por su parte, él y Rose pasaban prácticamente todo el día juntos, conversando y debatiendo sobre las nuevas noticias que iban recibiendo. Weasley coincidía con Albus en que Jaques Le Blanc se encontraba involucrado en la Orden del Fénix, y se había mostrado sumamente interesada en la mujer rubia del Ministerio francés que había visitado la Mansión de St. Jean-Baptiste. Ella y Albus acostumbraban a encontrarse temprano en la mañana en la plaza del Valle de Godric y a leer juntos El Profeta en busca de novedades respecto al Mago de Oz y la Rebelión de los Magos. Poco decía el periódico sobre un posible riesgo nacional, pero los últimos días las portadas de todas las ediciones habían estado abarrotadas de noticias provenientes de Rusia y referentes al nuevo dictador Sergei Romanoff.

Para terror de la mayoría, Romanoff había logrado imponerse en su país a costa de terrorismo y violencia. El pueblo permanecía agazapado, temeroso de revelarse frente al nuevo líder. Se trataba de un miedo completamente justificado, pues Sergei se había asegurado de que todos supieran que la muerte esperaba a quien se atreviera a levantarse frente a él.

Inglaterra, al haberse declarado abiertamente en contra de la dictadura de Romanoff, se había convertido en un país de asilo para los exiliados de Rusia. Se trataba de magos y brujas de todas las edades, familias enteras, que escapaban del terror ruso y buscaban refugio en la isla inglesa.

Pero Albus sabía que su querido país no estaba exento de riesgo, sino todo lo contrario. La caída de Rusia había sido la confirmación que Potter necesitaba para saber que aquel peligro frente a ellos era real. El Mago de Oz era simplemente una pieza más en un gran tablero de ajedrez. Posiblemente, ocupaba un puesto importante dentro de toda aquella estrategia, pues se le había asignado uno de los países más poderosos de Europa. Pero él no era el único. Sergei Romanoff también formaba parte de aquel juego, y Albus tenía el presentimiento de que eran Los Guardianes Negros quienes estaban moviendo las fichas.

El haber regresado al hogar, lejos de tranquilizarlo, terminó por confirmarle de que él tenía razón. Sus padres lucían cada día más agobiados y preocupados. Harry prácticamente nunca estaba en el Valle, y Ginny se encargaba de recibir a las múltiples visitas que transitaban últimamente la casa de los Potter. Todos acudían allí con alguna excusa bien elaborada, y terminaban conversando en privado en el Despacho de su padre. Pero Albus conocía la verdadera razón que los llevaba a visitar la casa de los Potter. Se estaban organizando. La Orden del Fénix se estaba preparando para lo inevitable: la guerra.

Desde que había regresado al Valle de Godric, una semana atrás, Albus no había encontrado la oportunidad de conversar con su padre. Harry llegaba siempre tarde, y partía muy temprano en la mañana. Albus esperaba ansioso el momento indicado para abordarlo y exigirle la verdad sobre lo que estaba sucediendo, pero tampoco deseaba ser imprudente. Sabía que sólo tendría una oportunidad de conversar cara a cara con Harry, y no deseaba echarla a perder… Estaba esperando el momento exacto.

Jamás imaginó que ese momento llegaría esa misma noche.

Albus escuchó un ruido seco en la planta baja de su casa, y su mente volvió abruptamente a la realidad. Conocía ese ruido. Era el sonido provocado por su padre cuando la Red de Polvos Flú lo escupía sobre el suelo de la Sala de Estar. Harry Potter nunca había logrado aprender a salir de pie de la chimenea.

Rápidamente se puso de pie y se dispuso a abandonar su habitación. Apenas había cruzado el umbral de su dormitorio cuando la puerta de la habitación junto a la suya se abrió de sopetón. James Potter, el mayor de los tres hermanos, hizo su aparición.

—Tú también lo escuchaste, ¿eh? —rió James en voz baja, mientras que cerraba la puerta de su dormitorio y se dirigía hacia las escaleras junto a Albus.

—Ha llegado temprano —respondió éste, lanzándole una mirada significativa. James simplemente asintió con la cabeza. Ambos bajaron las escaleras en sumo silencio.

Desde la planta baja, escucharon las voces susurrantes de sus padres. Hubo un nuevo intercambio de miradas entre los hermanos. Ambos decían lo mismo: silencio.

—…y han logrado cruzar la frontera con Alemania, así que posiblemente estarán de regreso aquí para mañana —decía un Harry sumamente aliviado.

—¡Al fin tenemos buenas noticias! —festejó Ginny al escucharlo—. ¿Están todos a salvo? —preguntó luego.

—Sólo he hablado con Zaira, y ella me ha dicho que no han tenido bajas… Pero parecía preocupada por Scarlet —le respondió Harry. Hubo un breve silencio entre ambos. —Yo también estoy preocupado por ella —confesó finalmente.

—Raven es una mujer fuerte, Harry —trató de tranquilizarlo Ginny. Harry rió con amargura.

—No, Ginny, la vida la ha obligado a convertirse en una mujer fuerte… Pero temo estar pidiéndole más de lo que ella puede dar —la contradijo Potter.

—Nadie está aquí contra su voluntad, Harry —le aseguró su esposa.

Albus no pudo terminar de escuchar la charla entre sus padres, pues en ese momento alguien golpeó a la puerta la casa. James y Albus se miraron entre confundidos y atónitos, pues era difícil imaginar a alguien parado en al puerta de los Potter con la terrible tormenta que se alzaba fuera de aquellas paredes. Pero un nuevo golpeteo, débil pero insistente volvió a escucharse, y Albus se encaminó hacia la entrada de su hogar. Con la mano vacilante, abrió la puerta frente a él para recibir al inesperado visitante.

Un muchacho rubio se hallaba de pie frente a él. Se encontraba vestido con una túnica sucia y rota, que se encontraba visiblemente chamuscada en algunos sectores. El joven se encontraba completamente empapado, con el pelo pegado a la frente. Sus ojos castaños lucían agotados, y su cuerpo parecía mantenerse en pie a duras penas.

—Señor, ¿puedo ayudarlo en algo? —le preguntó Albus.

El muchacho lo observó unos instantes con expresión confusa, como si no fuera capaz de comprender lo que se le estaba diciendo. Abrió los labios como si deseara hablar, pero un simple gemido penoso fue todo lo que logró pronunciar.

Y entonces, sin previo aviso, se desplomó delante de Albus.

—¡Por Merlín! —exclamó repentinamente James al ver al hombre tirado en el suelo—. ¡Papá! —gritó el mayor de los hermanos, visiblemente preocupado.

—¡Ayúdame a entrarlo! —le pidió Albus reaccionando ante la exclamación de su hermano. Se había inclinado junto al muchacho y en ese momento intentaba levantarlo del suelo.

James se inclinó para ayudarlo, y entre ambos lograron arrastrar al muchacho inconciente hacia el interior de la casa, evitando así que continuara mojándose debajo de la fría lluvia.

Se escucharon los pasos acelerados de Harry Potter mientras que corría hacia el grito preocupado de su hijo, y rápidamente Albus se encontró con que su padre se hallaba acuclillado a su lado, colocando al joven inconciente boca arriba.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó Harry observando alternativamente a sus hijos.

—No lo sé… Simplemente tocó a la puerta de casa, y cuando le abrí, se desmayó frente a mí —le relató un confundido Albus.

—Ginny… —llamó Harry a su esposa. La mujer se encontraba de pie junto a ellos, aguardando instrucciones—. ¿Tenemos algo de poción revitalizadora? —preguntó.

—No, se nos ha acabado… Pero puedo ir hasta lo de Ron. De seguro que Hermione tiene algún frasco de reserva —le respondió ella.

—Hazlo. Este muchacho va a necesitarlo —le pidió Harry.

Ginny no esperó más instrucciones. Rápidamente tomó la capa que yacía colgada en el perchero junto a la puerta, y cubriéndose de la lluvia, abandonó su hogar en dirección a la casa de Ron y Hermione.

Mientras tanto, Harry sacudía su varita sobre el cuerpo inerte del muchacho pronunciando hechizos silenciosos. Albus observó cómo lentamente el muchacho y sus ropas se iban secando. Con sumo cuidado, su padre hizo levitar el cuerpo, y lo colocó sobre uno de los sillones de la sala. Con otro movimiento de varita, hizo aparecer varias mantas abrigadas, y las colocó sobre él.

Albus observaba en silencio, mientras que su padre seguía sacudiendo su varita sin que se pudiera evidenciar efecto alguno en el chico, quien continuaba inconciente. A su lado, James lucía una expresión preocupada. Finalmente, la puerta de la casa de los Potter se abrió una vez más, y Ginny entró apresuradamente con el cabello rojo empapado. Llevaba una botella con un líquido rojo en su interior.

Ella y Harry cruzaron una rápida mirada y parecieron comprenderse sin necesidad de hablar, pues Ginny avanzó decididamente mientras que él se hacía a un lado para dejarla trabajar.

La madre de Albus levantó gentilmente la cabeza del joven muchacho y volcó el líquido rojo por entre sus labios. Gran parte del mismo pareció escaparse fuera de su boca, mojando las mantas con que Harry lo había cubierto. Pero a pesar de ello, tras unos segundos, el muchacho comenzó a toser, y Ginny suspiró aliviada.

—Tranquilo… —le susurró mientras que volvía a apoyar su cabeza sobre el sillón. El muchacho balbuceó una serie de palabras incomprensibles, y Ginny le acarició el cabello de forma maternal—. Está bien… Todo estará bien. Sólo descansa —le habló con ternura. El joven pareció apaciguarse ante aquellas palabras.

Ginny esperó algunos minutos junto al muchacho para asegurarse que se encontraba dormido y en paz. Luego, volvió su atención hacia Harry nuevamente.

—Este chico está agotado… —le susurró ella. Harry frunció levemente el entrecejo, preocupado.

—¿Cuánto crees que tarde en recuperarse? —le preguntó él. Ginny se encogió levemente de hombros.

—No lo sé… Puede despertar en cinco minutos como en varias horas —supuso ella.

—¿No puedes darle más poción para que despierte antes? —sugirió su esposo. Ginny le lanzó una mirada dura.

—Claro que no. Le he dado la máxima dosis. Debes esperar, Harry —le recriminó ella. Harry asintió con la cabeza.

Ambos parecían haberse olvidado de que sus hijos se encontraban allí presentes. Toda su atención parecía centrada en aquel joven muchacho rubio a quien Albus desconocía completamente. Los minutos se hicieron eternos mientras que los cuatro esperaban.

Y entonces, quince minutos más tarde, el muchacho abrió completamente los ojos castaños y ahogó un grito, como si acabara de despertar de una pesadilla.

—Tranquilo, tranquilo… —comenzó a decirle Harry mientras que lo sujetaba por los hombros para evitar que se incorporara. El joven fijó entonces sus inmensos ojos en el padre de Albus, entre sorprendido y aliviado.

—Usted es Harry Potter —susurró en un inglés mal pronunciado, pero correcto.

—Sí, soy yo —le confirmó Harry, igual de sorprendido. El muchacho se aclaró la garganta y extendió una mano educada y temblorosa en dirección a su interlocutor.

—Mi nombre es Philipe Marcier… Y he viajado desde muy lejos para encontrarlo, señor —se presentó.


Y con este capítulo doy inicio a la cuarta parte de la Saga!

Espero que les haya gustado... Es un vistazo rápido y breve, pero creo que trae mucho contenido para entretenerse hasta la próxima entrega.

Ante todo, quiero agradecer todos los reviews que recibió el último capítulo de "La Era del Reclutamiento". ¡Gracias a todos por haberme acompañado hasta el final de aquella larga historia! Y espero seguir viéndolos en esta nueva entrega!

Sin más, me despido hasta el próximo capítulo feliz de estar de regreso,

Saludos,

G.