Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Masashi Kishimoto y la historia es de chancewriter, yo solo traduzco.

Capítulo uno


—Jo, Ermitaño Pervertido, ¿tenemos que hacerlo? —se quejó Naruto mientras caminaba arrastrando los pies detrás de su sensei.

—Naruto, ¿por qué tienes que ser tan aguafiestas, eh? Has estado entrenando todo el día, deberías relajarte y divertirte un poco —dijo Jiraiya mientras daba grandes zancadas con sus getas, incrementando el espacio entre él y su aprendiz.

—¡Entrenando! —gritó Naruto, indignado—. Si por entrenamiento te refieres a pasar el día espiando en cada balneario que había y luego salir corriendo de dichos balnearios, y a que, cuando al fin te alcancé, me pasé el resto de ese tiempo siendo perseguido por mujeres furiosas, maridos celosos y, muy misteriosamente, dos perros rabiosos, entonces sí, supongo que hoy he entrenado. ¡He entrenado el cómo no ser un sensei pervertido!

—No aprecio tu sarcasmo.

—¿Quién está usando el sarcasmo? —murmuró Naruto.

Era de noche en el País del Rayo, un país a unos cuantos kilómetros al noreste de Konohagakure, en el País del Fuego. Era una noche de octubre sorprendentemente cálida y había mucho movimiento en la vida nocturna de Kumogakure. Había gente vestida de forma elegante andando de un lado para el otro mientras pasaba de restaurantes a salones de té, a pequeños tenderetes o a cualquier otro lugar donde tuvieran algo que hacer. La noche bullía con tanta actividad que daba la apariencia de que todos estuvieran entusiasmados y animados si se observaba como un todo. Bueno, todos parecían animados excepto un ninja de aspecto abatido, vestido, irónicamente, con un chándal naranja fosforito que podría provocar convulsiones. Su color de pelo era de un amarillo limón brillante, un color que solo se podría encontrar en una caja de pinturas. Tenía tres marcas de bigotes en cada mejilla que, desafortunadamente, le hacían parecer mono en vez de temible debido a sus rasgos redondeados que aún no habían madurado. Naruto Uzumaki tenía trece años, a punto de cumplir catorce, y estaba en medio del entrenamiento de su vida. Si ese entrenamiento empezara sería muy feliz. En cambio, Naruto tenía un frunce fijado en su rostro y caminaba por Kumogakure irradiando ondas de enfado.

—Ermitaño Pervertido, ¡de verdad que no quiero ir a un estúpido salón de té para ver a una estúpida geisha! Quiero entrenar. ¡Quiero que me entrenes!

—En lo primero en lo que tengo que entrenarte es en cómo callarte —refunfuñó Jiraiya—. Mira, Naruto, te voy a llevar a una casa de geishas porque creo que hay algo que se puede aprender de ellas. Las geishas son mujeres serenas y tranquilas, cuya carrera entera se centra en el control, del cual, por cierto, careces.

Naruto abrió los ojos como platos mientras digería, sobrecogido, las palabras de su sensei como si se hubiera derramado maná del cielo en la boca de Jiraiya.

—Control, ¿eh? Tienes razón. Me falta control y si estas geishas pueden ayudarme, estoy completamente a favor. ¡Vamos allá!

Naruto alzó un puño al cielo, emocionado, mientras Jiraiya se maravillaba ante la habilidad de Naruto de creerse tonterías. El legendario Sannin se rio para sus adentros mientras conducía a Naruto dentro del salón de té.

—Jiraiya-sama, me alegro tanto de que nos vuelva a visitar. Ha pasado demasiado tiempo.

La dueña del salón de té hizo una profunda reverencia cuando Jiraiya y su pupilo entraron.

—Es bueno estar de vuelta. Traigo conmigo a un joven estudiante y pensé en presentarle una de las mejores atracciones que tiene que ofrecer Kumogakure. Bueno, ¿está ocupada?

La dueña soltó una risita y se sonrojó mientras Naruto se esforzaba por no tener arcadas.

—Ah, Jiraiya-sama, dice unas cosas tan atrevidas. Déjeme conducirle a usted y a su joven aprendiz al salón de banquetes principal. Esta noche tenemos una nueva maiko con nosotros. Hizo su debut hace poco. Puede que le interese conocerla.

—¿Maiko? Puede que sea un poco joven para mí. Tal vez sea más adecuada para mi aprendiz.

Naruto le dirigió a Jiraiya un frunce de soslayo y farfulló:

—¿Demasiado joven para ti? ¿El Manual Internacional para Pervertidos te lo prohíbe o algo así?

—Sí. Capítulo 7, Sección 95 D —le contestó Jiraiya a Naruto.

—¿95 D? Vaya, Jiraiya pensaba que ya conocías el tamaño correcto.

Naruto alzó la mirada y, de pie en la entrada al salón de banquetes estaba una alta y despampanante geisha vestida con un kimono azul manatí claro con rayas plateadas para representar el reflejo del sol en un arroyo. Era extraordinariamente guapa y, aunque era una geisha, había algo en ella que imponía mucho.

—¡Nayako! —exclamó Jiraiya y compuso la sonrisa más amplia y pervertida que tenía.

—¿Quién es el enano? —Nayako miró más allá de Jiraiya y vio a un silenciosamente furioso Naruto.

—¡No soy ningún enano! ¡Mido un metro y sesenta y un centímetros!

—Esto no es un campo de batalla, niño. No hay necesidad de gritar con esa gran voz. Pero supongo que algo tiene que haber de grande en ti —bromeó Jiraiya y Nayako se rio como si fuera la cosa más graciosa del mundo. Naruto gruñó y embistió contra Jiraiya, obviamente sin tener en cuenta que estaba a punto de enfrentarse a un legendario Sannin. Jiraiya, sin embargo, ni siquiera necesitó recurrir a alguno de sus jutsus de Sannin legendario. Simplemente se hizo a un lado y Naruto se lanzó directamente contra el salón de banquetes, donde chocó fuertemente contra una mesa.

—Au. Estúpido Ermitaño Pervertido que se piensa que sabe más que nadie. Bueno, le demostraré a él y a su pelo blanco, que parece como si alguien atara una navaja a papel higiénico…

—¿Se encuentra bien?

Las amargas murmuraciones de Naruto se vieron interrumpidas por una dulce y tímida voz. Alzó la mirada y vio los ojos más interesantes que había visto en toda su vida. Sus ojos parecían humo líquido. Eran de un color platino arremolinado, de un tinte metálico blanco grisáceo. Había visto ojos similares a los suyos en Konoha. Neji Hyuuga tenía ojos parecidos a estos, pero estos ojos eran diferentes y más hermosos. Estos ojos tenían un atisbo de color lavanda arremolinado en ellos. El lavanda cambiaba con la luz. Se levantó, acercándose inconscientemente a la chica hasta que, si se acercaba más, podría darle un cabezazo. Naruto se dio cuenta de que se debía de haber quedado mirando, porque empezó a ver un ligero sonrojo esparciéndose por la cara de la chica a pesar del maquillaje blanco que estaba esparcido por su rostro. De repente, la chica se tambaleó un poco, sus ojos se pusieron en blanco y, en un abrir y cerrar de ojos, se desmayó y cayó directamente sus brazos.

—¡Niño! ¿Qué has hecho? —gritó Jiraiya horrorizado.

—¡YO! ¡Yo no hice nada! ¡Lo juro! ¡Mira, ni siquiera la estoy tocando! —dijo Naruto mientras se levantaba con tanta rapidez que le entró un poco de vértigo, pero no pudo haber sido peor que para la joven geisha de ojos bonitos, que aterrizó en el suelo con un ruido sordo.

—¡Ay, madre! —gritó Nayako y se levantó rápidamente para ir hacia su aprendiza de geisha mientras llamaba a la dueña del salón de té para que trajera sales aromáticas. Jiraiya meneó la cabeza con exasperación en dirección a Naruto, que se acababa de dar cuenta de lo imbécil que había sido y estaba ahora deliberando sobre si era demasiado tarde para la acción heroica. La dueña volvió con las sales y Naruto decidió que lo menos que podía hacer era levantar a la joven aprendiz. La apoyó contra su hombro mientras la sostenía por los hombros. Poco a poco, los ojos de la chica empezaron a abrirse y Jiraiya carraspeó para que Naruto soltara ya a la chica. Naruto comprendió la señal y se hizo a un lado, la pobre aprendiz se tambaleó hacia atrás y casi se volvió a caer, pero esta vez Naruto la atrapó. Se giró hacia él y Naruto, una vez más, no pudo evitar notar sus ojos. Apenas podía mirar otra cosa. Estaba tan cerca de ella, que si se movía un poco hacia delante su nariz tocaría la de ella. Podía sentir su aliento en la cara. Oh, oh. Podía ver el sonrojo que empezaba a esparcirse por su rostro.

—Nos asustaste bastante, Hinata-chan —dijo Nayako, haciendo que Naruto saliera de su ensoñación. Esta vez fue Hinata la que se apartó con cuidado. Eso le recordó a Naruto que estaba tocando a la geisha de forma inapropiada. Ahora le tocaba a él sonrojarse. Podía oír la risa pícara de Jiraiya—. ¿Te sientes mejor, Hinata-chan? —preguntó Nayako, su "hermana" mayor.

—Estoy mucho mejor. Gracias por preguntar, Nayako-san. Siento haber causado inconvenientes en la fiesta.

Hizo una profunda reverencia en dirección a Jiraiya y a Naruto, con sus ojos fijos en el suelo. Naruto sonrió. Esta chica era tan adorable.

—Ah, no preocupes por eso, Hinata-chan. Hace mucho calor en la sala —dijo Naruto mientras le dirigía una amplia sonrisa a Hinata. Hinata sonrió débilmente, con cuidado de no enfocar sus ojos directamente en Naruto.

—Apuesto a que piensa que hay algo que hace subir la temperatura —murmuró Jiraiya y Nayako se rio con ganas, mientras que Hinata pareció hundirse en el suelo de la vergüenza, pero se contuvo con elegancia. Naruto parecía confundido, pero este era un estado al que estaba acostumbrado, así que lo entendió como un chiste de "adultos". Hinata notó que, aunque su "hermana" se estaba riendo, sabía que luego iba a tener problemas, así que después tendría que esforzarse por salvar la situación. Respiró hondo antes de girarse a hablar con Naruto.

—Hola. Mi nombre es Hinata. Soy aprendiza de geisha y espero satisfacerle.

Era oficial. A Naruto le gustaban las geishas. Nunca nadie le había conocido y le había mostrado tanto respeto. Sabía que era todo una actuación, pero no pudo evitar dejarse llevar por el hecho de que esta chica parecía realmente feliz de conocerlo y porque quisiera satisfacerle.

—Hola. ¡Soy Uzumaki Naruto! ¡Soy un Genin de la Villa Oculta de la Hoja y algún día seré Hokage!

Hinata estaba abrumada. No podía evitar sonreírle a este joven que irradiaba energía y confianza. Exudaba seguridad en sí mismo y tenacidad. Era exactamente lo opuesto a ella y, aun así, se sentía atraída hacia él.

—¿Es usted de Konoha del País del Fuego? Nunca he estado ahí. —Hinata nunca había estado en otra parte que no fuera Kumogakure, por lo que ella sabía, pero esta era la respuesta correcta. Además, deseaba que Naruto siguiera hablando. Había algo en él que le había gustado inmediatamente.

—¡Konoha es preciosa! No como toda esta lluvia, nubes y rayos… —Hinata sonrió y Naruto se dio cuenta de repente de que estaba siendo un maleducado—… digo, los rayos no están tan mal, si te gustan ese tipo de cosas. Digo, la lluvia y los rayos están bien para días sin brillo, pero los rayos no están tan mal. Digo, te matan rápido, a diferencia de la lluvia, que puede ahogarte… —Era como si no pudiera parar. En un momento le estaba hablando de Konoha y al siguiente se encontraba divagando por lo que parecían horas sobre la mejor forma de morir. Hubo un sonoro sonido chirriante y Naruto se dio cuenta de que era el sonido de su propia voz. Miró a Hinata desesperadamente pensando: "Por el amor de Kami, ¡haz algo!".

—Esa es una visión única de los rayos, Naruto-san. ¿Qué está haciendo aquí, en Kumogakure?

—Bueno, ese que está hablando con esa geisha, Nayako, es mi sensei. Es Jiraiya. Uno de los legendarios Sannin.

—Oh. —A Hinata se le salían los ojos de las órbitas de la sorpresa y la impresión, luego recordó que no podía hacer eso, no era femenino. No paraba de acumular puntos en su contra—. He oído hablar de él y de la señora Tsunade.

—Oh, sí. La abuela Tsunade es la actual Hokage. Le dije que no le daría tiempo ni de calentar su silla antes de que yo sea Hokage.

—¿La abuela Tsunade? Qué descortés por su parte, Naruto-san.

—No, en serio. Es muy, muy vieja. Estoy seguro de que su primera misión probablemente fue desenterrar huesos de dinosaurio que todavía estaban calientes.

Hinata soltó una risita, cubriendo su boca con su mano mientras lo hacía, sus ojos estaban cerrados fuertemente de la alegría. Naruto se dio cuenta de que Hinata le gustaba de verdad. Parecía… auténtica, a diferencia de Nayako-san, que se reía de los chistes de Jiraiya como si su vida dependiera de ellos. Solamente un silencio aplastante debería haber seguido al chiste de Jiraiya sobre el wasabi, pero Nayako se había reído como si él le hubiera hecho cosquillas en un lugar prohibido. En serio, no era tan gracioso.

Después de que Hinata recobrara la compostura, le ofreció té a Naruto y él aceptó. Le sirvió el té y Naruto no pudo evitar verse cautivado por ese sencillo gesto. Pudo atisbar la parte inferior de su antebrazo y le sorprendió que su piel no fuera muy distinta del maquillaje blanco de su cara. Su piel era pálida y suave como la porcelana. Naruto alzó la mirada y vio que Jiraiya le dirigía un guiño y se sobresaltó, forzándose a mirar a cualquier parte menos al brazo de Hinata. ¡Naruto no iba a convertirse en un pervertido! Pero no podía evitar notar que Hinata-chan era muy diferente de las chicas que conocía. Sakura era una fuerza de pelo rosa a tener en cuenta en términos de determinación. Su pelo rosa era igual de femenino que ella, pero a Naruto seguía pareciéndole guapa. Ino también era guapa, pero ella era un demonio rubio, loco por los chicos, dominante y chillón. Temari-san era otro demonio rubio, no estaba tan loca por los chicos, pero era similar a Ino en la mayoría de los sentidos. Tenten era una maestra de las armas, eso ya decía bastante de su feminidad y elegancia. Y, por supuesto, la abuela Tsunade era una vieja máquina rubia de demolición. Ah y Anko no llevaba ropa interior, así que la palabra dama no sería la palabra que usaría para describirla. Pero Hinata-chan. Hinata-chan era elegante y controlada. Controlaba la forma en que conducía la conversación, controlaba su determinación de seguir adelante, incluso después de haberse desmayado por culpa de la calurosa habitación, incluso controlaba la forma de servir el té. Jiraiya-sensei tenía razón, decidió Naruto. Podía aprender algo de una geisha. Necesitaba ser tranquilo, centrado y controlado para entrenar mejor e ir tras Sasuke. Claro que su aspecto era un incentivo a mayores para aprender de ella.

—¡Este té está delicioso! Aunque me tomaría ramen ahora mismo.

—¿Ramen? Bueno, la mejor tienda de ramen del mundo está a tres manzanas de aquí.

—¡Pss! El mejor ramen del mundo está en Konoha. El ramen Ichiraku. No puede haber nada mejor. Probablemente vendería mi alma por un ramen así.

—Parece como si extrañara mucho Konoha. ¿Por qué se fue, Naruto-san?

Naruto suspiró. No quería hablar de Sasuke, pero al alzar la mirada hacia Hinata sintió que podía hablar de ello. Sus ojos de color platino eran atrayentes y bondadosos.

—Bueno, me fui de Konoha porque no fui lo suficientemente fuerte para evitar que mi mejor amigo se marchara. Le hice la promesa a otra amiga mía de que haría todo lo que estuviera en mi poder para traer de vuelta a mi "hermano", pero no fui lo suficientemente fuerte. Me pateó el cu… eh, digo, me dio una buena paliza.

—¿De verdad es un amigo si le puede hacer eso?

—Está desencaminado, eso es todo.

—Mmm. ¿Y ahora lo está buscando?

—Sí y mientras tanto tengo que intentar ser mejor y más fuerte. No tengo elección. Hice una promesa. Aunque hay días en los que parece una tarea imposible. —La última parte la dijo en voz baja.

Hubo una pausa mientras Naruto reflexionaba sobre la batalla en el Valle del Fin, ignorando a Hinata, que hacía con cuidado sus ejercicios de respiración antes de conseguir la confianza para decir lo que tenía que decir.

—N-N-N-Naruto-san, acabo de conocerlo pero… creo en usted. Creo que puede conseguirlo.

Naruto fijó la mirada en Hinata, sorprendido por la sinceridad en su tono de voz. Su voz era baja y sus ojos estaban clavados en el suelo. Estaba haciendo algo raro con las manos. Sus pulgares estaban tocándose mientras sus dedos índices se toqueteaban constantemente. Parecía que le había costado muchísimo decir algo así. Esta chica era tímida. Naruto quería levantarle la barbilla, mirarla a los ojos y decirle algo profundo sobre que no fuera tímida y que tuviera más confianza, pero entonces oyó que alguien carraspeaba y Hinata levantó la cabeza rápidamente, el toqueteo de sus dedos se detuvo inmediatamente. La puerta del salón de banquetes se abrió y pronto entraron unos cuantos empresarios y más geishas. Al parecer, Hinata era la geisha popular debido a su aspecto. Todos querían mirarla a los ojos. Estuvo tan ocupada que Naruto no pudo volver a hablar con ella en lo que quedó de noche.

—Parece que te han picado —dijo Jiraiya mientras Naruto y él abandonaban el salón de té un par de horas más tarde.

—¡Qué! ¡No! No sé de qué me hablas. Ahora mismo no estoy concentrado en las chicas. Hinata-chan ni siquiera me gusta en ese sentido. No me ha picado ninguna mosca del amor. No, señor.

—¿Quién ha dicho nada de Hinata? No, creo que te ha picado un mosquito en la nuca —dijo Jiraiya con seriedad.

—¿En serio? —La mano de Naruto voló hacia su nuca para palpar la picadura.

—Nah, solo me estoy metiendo contigo. Estaba hablando de Hinata. Los niños de hoy en día sois muy crédulos.

—Oye, tú… —gruñó Naruto.

—¿Te gustaría volver a verla? —le preguntó seriamente Jiraiya, esta vez verdaderamente serio.

—Puede. Es amable. No estoy acostumbrado a la gente amable.

—Mmm. Lo malo es que ella no podrá verte.

—¿Por qué demonios no va a poder?

—Ah, claro que puede entretenerte, pero no podrá verte. ¿No lo has oído? Dicen que es ciega, enano.