Claim: Roxas/Naminé.
Notas: Universo Alterno: Escolar.
Rating: T
Género: Romance
Tabla de retos: Adolescencia
Tema: 09. Vergüenza


Roxas dejó escapar un suspiro lleno de resignación mientras se levantaba de su asiento, tratando de no temblar demasiado. Se repetía mentalmente que no era el fin del mundo, que ya llevaban varios meses juntos, que sólo era una estúpida exposición, pero aún así su corazón le jugaba una mala pasada, bombeaba su sangre a una velocidad de vértigo, le llenaba de nervios.

Se puso de pie enfrente del salón de clases, las manos llenas de sudor que no conseguía limpiar por mucho que las restregara contra sus pantalones negros, busco con la mirada un punto de apoyo entre los rostros de sus compañeros pero sin encontrarlo, tragó pesadamente y comenzó con su exposición. No entendía porqué se ponía tan nervioso ante compañeros que llevaba dos años conociendo, con los cuales había asistido a excursiones escolares y hecho trabajos en equipo, pero así sucedía infaliblemente siempre que se tenía que presentar un tema ante todos, por mucho que tratara los clásicos consejos de Axel sobre imaginarlos en ropa interior o mirar hacia el techo, lo cual lo hacía parecer totalmente loco.

Sospechaba, aunque casi siempre con fingido desdén, que la razón de su súbita vergüenza nada más pisar un escenario se debía a algo más que su pánico escénico y esto era un par de ojos color azul cielo, profundo y lejano, que de vez en cuando encontraba mientras balbuceaba su tema, ojos que de vez en cuando se levantaban de su libreta, donde sabía ella —Naminé— se ponía a dibujar sueños bizarros.

Aunque seguramente no más bizarros que los suyos propios, películas a todo color que comenzaban a correr bajo sus párpados nada más se metía bajo las sábanas todas las noches. Películas que habían comenzado a crecer en complejidad y detalle, en las cuales había pasado del simple deseo de poder hablar con ella hasta cosas mucho más allá de lo que su pudor le permitía pensar. Pero eran sólo eso, sueños, deseos, elucubraciones de su mente adolescente, guiada más por las hormonas que por la lógica, si es que a esa edad tenía alguna. Después de todo, muy lejos estaba de poder cumplir dichas fantasías cuando ni siquiera le dirigía la palabra en el salón de clase y no había hecho ningún intento por acercarse durante los casi dos años que habían pasado juntos en la escuela preparatoria, tan llena de otras personas, tantas caras y personalidades diferentes, que nada le aseguraba que ella no suspiraba por alguien más.

Terminó su discurso con el rostro rojo como siempre, las manos sudorosas y la misma sensación de torpeza que siempre le invadía cuando los profesores anunciaban la flamante idea de hacerlos exponer los temas. Pero mientras regresaba a su asiento, en una esquina del salón junto con sus amigos de siempre —Axel y Demyx parecían perdidos en sus propios mundos, sin duda llenos de fiestas y cosas extrañas—, de pronto en su mente surgió la extraña angustia de los últimos meses de clases antes de vacaciones —le quedaban tres— y nada le aseguraba que para su último año quedasen en el mismo salón, un poco más lejos no ayudaría a sus propósitos de vencer su timidez.

Abrió la boca para pedir la opinión de Axel, mientras con la comisura de los ojos vigilaba a la aparentemente ausente figura que era Naminé, siempre inclinada sobre su cuaderno de dibujos, el regazo lleno de colores, lápices especiales y basura de borrador. Cuando la veía, un sentimiento agridulce se apoderaba de su cuerpo, una especie de dolor que le hacía gimotear, una especie de alegría que le hacía sonreír, un sentimiento tan contradictorio como la adolescencia misma. Axel, que seguía perdido en su mundo, garabateando distraído en los bordes de su libreta, no notó el intento de su amigo por sincerarse ante él, mucho menos se dio cuenta de que Roxas cerraba la boca, decidido al final a no decirle nada, por el bien de su salud mental. A veces Axel daba consejos tan extraños...

El profesor reanudó su clase tras haberlo humillado —según su opinión— y como era de esperarse, una vez el hombre comenzó a hablar, su cerebro se desconectó para elucubrar algún tipo de plan para lo que le parecía el fin del mundo y de sus esperanzas amorosas. Si Axel hubiese podido oír sus pensamientos, habría reído hasta llorar, pero no mucho más él mismo, que al final terminó sin ninguna buena estrategia en mente, un tic en la pierna derecha y la certeza de que era el bicho más extraño de toda su clase, pues no tenía novia, no le gustaban las fiestas y para su desgracia aquello era precisamente lo que el mundo entero llamaba ser un adolescente.

Pero, ¿cómo ser un adolescente si apenas y podía mirar a la chica que le gustaba sin delatarse? ¿Cuál era la fórmula secreta que el mundo entero había decidido no compartir con él? Nunca lo sabría, su única solución, cuando sonó el timbre que daba por finalizadas las clases, consistía en improvisar.