EPÍLOGO

Mi amada Hermione:

Jamás tuve la oportunidad de escribirte una carta antes de casarnos, una real, una de amor. No he tenido la oportunidad de escribirte nunca una carta, de todos modos. Sí, puede que sea cursi, pero una vez me dijiste que te gustaba cuando me ponía tierno contigo, ¿sigue siendo eso verdad? Espero que sí, porque si no, moriré de vergüenza cuando leas esto. Probablemente lo haga igual, y creo que en estos momentos tengo la cara más roja que el cabello de Weasley.

Te vez hermosa, ¿sabes? Te estoy observando mientras te escribo. Duermes plácidamente en nuestra cama, tras un ajetreado día. La noticia, no lo negaré, fue una sorpresa para mí, pero no creas ni por un segundo que me volveré a comportar como un imbécil inmaduro. No, aprendí la lección. Y esta vez todo irá bien, no dejaré que nada los dañe, ¿entiendes? Tú y el pequeño bebé que crece en tu vientre son lo más importante para mí, y los cuidaré con mi vida, amor. Lo prometo.

Pero esta carta no la recibirás de inmediato. Realmente no sé cuándo te la entregaré, o si algún día llegaré a hacerlo, puesto que es algo embarazoso, nunca antes había escrito una carta de amor, porque nadie me impulsó a hacerlo hasta ahora. Estoy ansioso, emocionado, excitado por lo que viene. Nuestro hijo, porque sé que será un niño, será hermoso, lo sé, porque tú lo eres, cariño. Eres la mujer más bella que ha tocado la tierra, y hay veces en que pienso en cómo fue que conseguí tenerte. Es decir, Merlín, ¿qué más podría pedir? Te amo, eres el mundo para mí, Hermione, debes de saberlo. Aquellas veces en las que casi te perdí fueron un infierno en mi vida, sentía que todo el oxígeno dentro de mi cuerpo se iba y la sangre era reemplazada por ácido. Repito, eres lo más importante en mi vida, y ahora, lo es también nuestro pequeño, porque es el producto de nuestro amor.

Ok, ahora sí me he puesto demasiado cursi. Seguro Theo se estaría burlando de mí por estas palabras, pero aunque tenga la cara roja, quiero que sepas que todo lo que dije es verdad. Que el cada "Te amo" que te digo al despertar, al desayunar, al despedirnos para ir a trabajar, al saludarnos cuando llegamos, al cenar, al hacer el amor, y antes de quedarnos dormidos, son todos dichos desde lo más profundo de mi alma, de mi corazón. Porque claro, tú tienes mi corazón, gatita.

No sé si esta carta de amor te guste, no tengo una guía para esto, no tengo libros que digan cómo uno debe escribir una, ni pociones que sean para cómo se tiene que sentir. Pero el calorcito que siento en el pecho cada vez que pienso en ti, y ahora en el niño, me indica que esto es lo más fuerte que una persona puede acoger en su ser.

Así que, amor, sólo espero que entiendas lo mucho que significan para mí. Sé que no todo va a ser perfecto, sé que me voy a equivocar muchas veces, que tendrás que perdonarme por lo idiota que puedo llegar a ser en ocasiones, espero y tengo toda la confianza en que superaremos cualquier cosa. Ahora, a seguir adelante con esta nueva aventura. No tiene acción con varitas, pero estoy seguro que ver crecer al pequeño Malfoy-Granger dentro de tu barriga será la mayor aventura de todas, mi amor. Y estaré encantado en participar en ella, durante y después, cuando lo sostenga en mis brazos, cuando le dé un beso de buenas noches, cuando le contemos un cuento, o cuando le enseñemos a caminar, a leer, a hacer pociones. En fin, dedicaré mi vida a intentar hacerlo feliz, lo prometo, y también a ti, cariño.

Te estas quejando de frío, gatita, quieres que vuelva a la cama. Así que me despido. Te amo, Hermione, siempre te he amado y siempre te amaré.

Tuyo, ahora y durante toda la eternidad,

Draco.

Hermione trataba de contener en sus ojos las lágrimas que acudían a ellos cada vez que leía esa carta. Eran lágrimas de felicidad, y de amor. Y eso que ya habían pasado tres años desde el nacimiento del pequeño Scorpius Malfoy, un clon miniatura de su padre, quien cada día se sentía más orgulloso de él.

Draco Malfoy, a sus veintisiete años de edad, era un hombre tremendamente exitoso. Y no por su apellido ni por la millonada de galeones de oro que eso conllevaba, sino que por su inteligencia y maestría en el arte de las pociones. A tan corta edad había logrado inventar decenas de pociones para todo tipo de cosas, desde el mejor quita manchas que haya existido, hasta la poción que volvía cuerdos a aquellos que habían perdido todo rastro de cordura por una maldición Cruciatus. Para esta última tuvo la colaboración de Neville Longbottom, quien había estado estudiando las propiedades de plantas prácticamente toda su vida, y quien, por supuesto, ansiaba la mejoría de sus padres. Era irónico que, luego de tantos años en los que Draco sólo se había dedicado a fastidiarlo, hayan trabajado juntos en tal poción y hayan construido una especie de amistad basada en el entendimiento y la confianza.

Tardaron cinco meses en lograr el éxito con su invento, pero valió la pena la espera. Los padres de Neville, así como todos los pacientes que habían estado en San Mungo con el mismo diagnóstico que tenían los Longbottom, volvieron totalmente en sí cuando bebieron la poción "Desloquedad", como la habían bautizado. Muchos recibieron terapia, por supuesto, ya que el trauma de despertar después de años de inconsciencia era algo que no podían soportar sin ayuda profesional. Frank y Alice estaban orgullosísimos de su hijo, por todo lo que había hecho. Y cuando Neville les contó que casi todo era obra de Draco, sorprendidos y agradecidos, lo abrazaron con tanto cariño que él por fin sintió que podía perdonarse el maltrato hacia Neville en el pasado.

Convirtió la Mansión Malfoy en una especie de fábrica, puesto que Hermione, y una parte de él mismo, no quería volver a pisar un lugar que le recordara aquellos tiempos oscuros en los que habían sufrido tanto. Por lo que la había remodelado, removido algunas paredes, se crearon invernaderos, cultivos al exterior, en la torre más alta se le quitó los pizarreños del techo, siendo reemplazados por crista para aquellas porciones o plantas que requería cierta cantidad de luz solar o resplandor lunar. También había dormitorios por si alguna poción requería ser revisada de noche, o si al probarla causaba tanto sueño que te impedía seguir trabajando. Además tenían una conexión directa con San Mungo, por si algo ocurría mal. El mismo Draco había terminado en el hospital unas cuantas veces. Hermione lo atendía, por supuesto, ya que por orden de su marido, con quien había discutido infinidad de veces por lo mismo, había dejado su puesto de Auror y dedicado a trabajar en San Mungo sanadora de forma permanente. Y como Draco tenía la manía de experimentar en sí mismo, por esas causas volvía al hospital al menos una vez al mes, aunque a veces lo hacía a propósito, para ver a Hermione en hora de trabajo. Se causaba cosas insignificantes, por supuesto, no se iba a envenenar solamente para verla.

Así que, debido a que la mansión era el nuevo lugar de trabajo, compraron, en el condado de Hampshire, a unos kilómetros de la playa, una pintoresca casa que no era excesivamente grande como para perderse en ella, ni muy pequeña para los tres integrantes de la familia.

-Gatita, ¿estás lista ya? – preguntó Draco desde otro lugar de la casa, sacando a Hermione de sus pensamientos -. Debemos irnos ya si no queremos que Theo me castre.

Hermione rio bajo, pero no le contestó, muy ocupada estaba leyendo nuevamente la carta que su esposo le había dado el día que su primogénito nació. Había sido uno de los mejores días de su vida, ver a su pequeño hijo en sus brazos, con un diminuto mechón rubio, su carita rosada por el llanto y sus pequeñas manitos. Merlín, ese día se había vuelto a enamorar, era el ser más bello que había visto en la Tierra, tan lindo como su esposo, quien veía al pequeño Scorpius con los ojos brillantes. Y cuando el bebé dejó de llorar, y abrió los ojos para mirar a sus padres, Hermione soltó una carcajada llena de alegría, al notar los hermosos ojos grises que el niño tenía. "Totalmente un Malfoy" había dicho ella, sonriéndole a Draco, quien le besó la frente, antes de hacer lo mismo con su hijo.

Minutos más tarde, cuando la sanadora de San Mungo se llevó al pequeño para examinarlo, Draco le entregó la carta, pidiéndole también que la leyera cuando no estuviera presente, porque le daba vergüenza solamente pensar que ella la leería. Y así fue, la leyó cuando Draco fue tras la sanadora y su hijo, mientras ella descansaba de tan trabajoso parto. Sabía que él tardaría en volver, puesto que después de que revisaran a Scorpius, lo llevaría a la sala de neonatología donde, a través de una ventana, lo mostraría a los familiares que estaban ansiosos por conocer al nuevo integrante. Los Weasley, Potter, Nott, los padres de ambos, Andrómeda Tonks, y Neville estaban ahí afuera, algunos sentados, otros caminando de un lado a otro – Harry y Ron, obviamente -, esperando para saber cómo había salido todo. Y por supuesto se alegraron al ver al pequeño Malfoy-Granger, aunque no faltaron las bromas de George o Ronald con respecto que era la miniatura de Draco, y que esperaban que hubiera heredado la personalidad de Hermione.

-Hermione, ¿me escuchaste? – preguntó Draco, desde la puerta de su habitación, sacándola de nuevo de sus cavilaciones. Recordar el pasado, esos buenos momentos, siempre le llenaba de calorcito el corazón. Era un sentimiento tan pleno que deseaba compartirlo con todos aquellos a los que quería. - ¿Qué lees?

El rubio se acercó a su esposa, abrazándola por detrás, para luego besarla en el cuello, bajo el lóbulo de la oreja.

-Hm… eso se siente rico – comentó Hermione, sintiendo que los vellos de su cuerpo se erizaban con el simple toque de él. Pero trató de controlarse, tenía un plan en mente y debía ponerlo en marcha antes de acobardarse, así que le mostró la carta que años atrás le había dado como regalo por su primer hijo -. ¿Recuerdas esto?

-¿Cómo no hacerlo? – dijo Draco, sonriendo hacia ella – De verdad estaba rojo de vergüenza, en algún momento me miré al espejo.

La heroína del mundo mágico se carcajeó, mientras se volteaba en los brazos de su marido para tenerlo frente a frente. Bueno no frente a frente, puesto que él era una cabeza más alto que ella. Se puso de puntillas para poder besarlo suavemente, a lo que Draco respondió gustoso. Nada le gustaba más que besarla, bueno, nada excepto hacerle el amor, eso sí que le encantaba.

-Es hermosa, ¿sabes?

-Estaba inspirado – comentó Draco con coquetería, sonriéndole con esa boca que la volvía loca desde el primer día que lo besó.

-¿Me escribirías otra?

Hermione sabía que si le hacía un puchero conseguía cualquier capricho que se le pasara por la mente. Él no era para nada inmune a ese gesto, era como si con él lograra que los efectos de un Imperius gobernaran el cuerpo de Draco. Y apenas lo hizo, el joven dejó de lado todo rastro coqueto de su rostro para sonreírle con ternura.

-Cariño, el romance shakesperiano sólo me viene en pocas ocasiones.

-¿Y dime, amor, qué podría inspirarte? – preguntó sugerente, frotándose contra él, sintiendo de inmediato como se ponía duro. Merlín, él jamás se cansaba de hacer el amor, aunque obviamente Hermione no se quejó nunca de eso.

-Si sigues haciendo eso no llegaremos nunca a la fiesta, y Scorpius se preguntará dónde se metieron mami y papi. - Draco bajó sus manos al trasero de Hermione, y la acercó más a él, estaban tan unidos que parecían uno solo.

-Pues solamente quiero saber qué puedo hacer para que me escribas otra carta.

-Si apareces en mi oficina en la mansión, vestida con tu uniforme de Hogwarts, estaré muy inspirado… - respondió con libido, tomándola en brazos, haciendo que sus sexos estuvieran en un mayor contacto – Aunque lo estaré después de las horas de sexo que tendríamos sobre el escritorio y el sofá.

-Eres un pervertido ¿lo sabías? – rio Hermione, a pesar de que la idea le apetecía mucho, tenía que concentrarse -. Pero y si te dijera que estoy embarazada ¿me la escribirías?

La última vez, cuando Hermione descubrió que estaba embarazada de Scorpius, el miedo la invadió, pensando en lo que le había ocurrido a su primer hijo, aquel que había perdido por culpa de Cassandra Lestrange. Después de aquel incidente tan doloroso, para ella y para Draco, nunca pensó que pudiera estar lista para tener un bebé. Y no sólo era por el recuerdo de la pérdida ni por los meses que pasó separada de su marido por lo mismo, sino que también por cómo había reaccionado él antes de que la capturaran. Se habían peleado ese día, discutido de forma horrible, y pedir perdón al volver Draco al departamento no fue una opción ya que Hermione había sido llevada a Little Hangleton. El sentimiento de culpa por parte de ambos perduró por meses, la discusión latiendo en su mente cada día, así como la tragedia de perder a su bebé.

No obstante, cuando Draco supo que ella estaba embarazada otra vez, sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría. La besó con frenesí y le prometió que sería el mejor padre del universo, que cuidaría al niño - porque estaba seguro que sería un varón – con su vida. Que arriesgaría todo lo que tuviera si alguna vez el pequeño estuviera en peligro. Y que lo amaría, por supuesto, tal como la amaba a ella. Pondría todo de él para que su familia fuera feliz y jamás necesitada de amor. Hermione se tranquilizó de inmediato con la entrega de Draco hacia su hijo, era lo que siempre había querido. Sabía que todo iba a salir bien.

Y ahora, tras asimilar lo que ella le decía, los ojos de Draco volvieron a brillar, asombrados por la noticia. Así que el pequeño Scorpius sería un hermano mayor, no sabía cómo tomaría la noticia de tener que compartir a sus padres con alguien más, pero sí sabía que con el tiempo cuidaría a su hermanita o hermanito.

-¿Estás embarazada? – cuestionó el rubio con un hilo de voz, viendo como ella asentía. - ¡Merlín!

La besó con tanta devoción que el corazón de Hermione se hinchó. Definitivamente iba a estar inspirado de nuevo con la noticia, para que le escribiera otra carta, la que sin duda sería tan hermosa como la anterior.

Draco la llevó hasta la cama, sin dejar de besarla en ningún momento, y la tumbó ahí antes de subirse encima. Recorrió su cuerpo con las manos, acariciándole suavemente el vientre de camino, como si de esa manera quisiera acariciar a la criatura que crecía dentro. Era increíble que de esa pancita plana fuera a salir, en unos meses más, un bebé hermoso y sano.

Dejó sus labios para besarle el cuello, mientras poco a poco le comenzaba a desabotonar la blusa naranja que llevaba y quitarle los pantalones y zapatos, para dejarla vestida solamente con la ropa interior. Quería besarla entera y demostrarle que la amaba con su alma y cuerpo, y que la noticia lo volvía loco de alegría.

-Ya no te importa que lleguemos tarde a la fiesta ¿eh? – coqueteó Hermione, quitándole la chaqueta, que fue a parar al suelo, junto con la ropa de ella.

-Para nada, cariño – sonrió.

Hermione le abrió la camisa y se la quitó, acariciándole el torso desnudo, delimitando con el dedo suavemente lo músculos que se marcaban en él. Draco se estremeció, pero consiguió quitarle el sostén a su esposa, tomando con sus manos los pechos de ella, masajeándolos de manera erótica, y luego acercando su boca a uno de los pezones, para chuparlo, lamerlo, y mordisquearlo dulcemente. Ella gritó ante el asalto, pero no se quedó atrás, pues metió la mano derecha entre sus cuerpos para tomar el miembro de él por sobre el pantalón, el que ya estaba duro como piedra. Sonrió ante esto.

Pero pronto fueron interrumpidos por un estridente sonido proveniente del pantalón del joven, quien gruño al reconocer el tono de su celular. Lo dejaron sonar, puesto que estaban bastante concentrados en ellos mismos como para agregar a una tercera persona en la situación. Pero una vez que dejó de sonar, comenzó a hacerlo de nuevo, y de nuevo.

Draco maldijo, y se puso de rodillas en la cama, mientras observaba a su esposa provocarlo con la mirada, mientras le desabrochaba el pantalón. Gatita traviesa.

-¿Qué? – exclamó Draco sin siquiera mirar la pantalla del aparato para ver quién lo llamaba. Muy pendiente estaba de su mujer haciendo travesuras.

-¿Se puede saber dónde estás? Tu madre y Scorpius acaban de llegar – dijo Theo desde el otro lado de la línea telefónica, con una voz irritantemente exigente.

-Llegaremos tarde, tengo asuntos importantes que atender con mi mujer.

Hermione sonrió, haciéndole un movimiento de cejas sugerente, antes de sacar el pene de Draco del pantalón y apretarlo suavemente con la mano, para luego comenzar a frotarlo de arriba abajo a una velocidad que aumentaba a cada segundo. Draco empezó a respirar entrecortado.

-¿Qué asuntos? Dijiste que estarías presente en el cumpleaños de mis hijos, Draco.

-Y ahí estaremos – contestó con esfuerzo -, pero esto no puede esperar… Merlín, Hermione – gimió, cuando ella se lo metió en la boca y comenzó a succionarlo de forma exquisita, mandándole placer a todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo.

-¿¡Estás teniendo sexo con ella?! – gritó en un susurro, para que los menores, ni nadie lo escuchara - ¡¿Ese es el asunto importante?!

-Dile a Scorps que nos retrasamos. Adiós, Theo.

Le colgó antes de volver a gemir por las maravillas que Hermione estaba haciendo.

Aun riéndose por las recientes travesuras, Hermione y Draco se aparecieron a las afueras de la hacienda de Theodore y Luna Nott, quienes habían organizado una espléndida fiesta de cumpleaños para sus pequeños hijos gemelos, Lorcan y Lysander Nott. Cogidos de la mano, la feliz pareja caminó por el sendero de manzanos hasta llegar a la glorieta de madera blanca donde estaban sentados los invitados más grandes, mientras que los niños corrían por alrededor, jugando a las traes.

Scorpius, al verlos llegar, corrió hacia ellos con los brazos abiertos y una sonrisa radiante, feliz de ver a sus padres, a quienes no veía del día anterior por haberse quedado en la casa de la abuela Narcisa y la tía Andrómeda a dormir porque quería estar con la abuelita. Draco lo alzó en brazos, levantándolo ágilmente y girando con él, mientras el pequeño abría los brazos cuan avión, para hacer como si volara. Y luego lo besó en la mejilla, notando de inmediato lo tibia que estaba por haber estado corriendo.

-Mami, besito – pidió luego, alzando los brazos hacia ella, quien lo miró con ternura, antes de tomarlo y darle muchos besos en la cara, mientras el pequeño se carcajeaba.

-Por fin han llegado los tórtolos – dijo Theo con sarcasmo, cuando se acercaron aún más a la glorieta - ¿resolvieron todos los asuntos?

Hermione enrojeció, pero rio ante el recuerdo de lo que había hecho con su esposo hacía un rato atrás. Y Draco, por otra parte, sonrió son suficiencia, ignorándolo por completo para saludar a su madre con un beso en la frente, y luego al resto, cosa que Hermione también hizo.

-¿Qué asuntos eran, Hermione? – preguntó Luna con su voz inocente, mirándola con sus grandes ojos soñadores de manera expectante, mientras la castaña se sentaba con su hijo en su regazo, al lado de Ginny Potter, quien sostenía al pequeño Albus Potter de un año de edad.

Miró a Draco, quien le guiñó un ojo y se sentó junto a Ronald y Lavender, con quien había estado saliendo los últimos cuatro años y con quien recientemente se había comprometido en matrimonio, cosa que alegró a todos, en especial a Hermione, quien deseaba con todas sus fuerzas que su querido amigo fuera feliz con alguien.

-Pues tenemos una noticia que darles, amigos – contestó Hermione radiante de alegría -, Draco y yo vamos a ser padres por segunda vez.

Los felicitaron, por supuesto, Harry le dio un gran abrazo a Hermione, diciéndole que contaba con él para cualquier cosa. Ronald, imitando a su mejor amigo, la levantó y la hizo girar por los aires. Cada uno fue en fila a abrazarla a ella, y darle un afectuoso apretón de manos a Draco, excepto Ginny y Luna, quienes también se abalanzaron sobre él para felicitarlo. Era un cuadro conmovedor, sin duda, Narcisa Malfoy, encantada por la noticia de que sería abuela de nuevo, se le llenaron los ojos de lágrimas. Estaba feliz de que ahora, libre de la condena que el ministerio le había otorgado años atrás, era libre de visitar a su embarazada nuera cuando se le diera la gana, puesto que en su embarazo anterior aún no podía salir de la casa de su hermana Andrómeda, donde cumplió los tres últimos años de castigo. Aunque fue un tiempo hermoso que le permitió re-conectarse con su hermana que hacía tanto tiempo no veía. Hermione y ella se llevaban muy bien, a pesar de todo por lo que los Malfoy le habían hecho pasar a la chica por los prejuicios a la sangre, cuando ella y Draco aún estudiaban en Hogwarts. Narcisa la quería como a una hija, puesto que notaba el amor que la castaña sentía por su adorado hijo. La quiso más cuando supo que tendría un bebé de Draco, y ahora sentía que el cariño aumentaba de nuevo. Sin duda Hermione traería al mundo a otro precioso Malfoy digno de admirar.

Entre tanto ajetreo, nadie notó que un pequeño rubio no estaba tan feliz con la noticia, ni un poquito. Scorpius se escabulló entre las piernas de los adultos y bajó corriendo de la glorieta, para alejarse de ahí. ¿Sus padres iban a ser padres de nuevo? ¿Qué pasaba con él? ¿Ya no lo querían y traerían a un reemplazo? Sus ojitos grises se llenaron de lágrimas mientras corría a esconderse. Papi y mami ya no lo querían, iban a tener otro niño para cuidar, él ya no viviría con ellos. Lorcan, Lynsander, James, y Teddy vieron al pequeño pasar por su lado corriendo, con la cara llena de lágrimas y expresión afligida. Pero nadie lo siguió, ¿qué más se iba a esperar de niños de entre cinco y diez años? Simplemente lo vieron irse por entre los árboles y desaparecer detrás de uno de ellos, el más alejado.

Se sentó tras el árbol, para que nadie lo viera. Se abrazó las rodillas al pecho y siguió llorando, soltando ríos de lágrimas saldas por sus orbes de plata, tan iguales a los ojos de su padre. No quería que él lo despechara, quería mucho a su papito, no quería no volver a verlo nunca. Y su mamita era todo para él. Vivir sin esa mujer tan maravillosa lo llenaría de tristeza. Sus padres eran lo máximo, sin ellos no sabría qué hacer. Sin ellos, ¿tendría que vivir solo en la calle? ¿Podría vivir con la abuelita Cissy? ¿O con la abuelita Mónica y el abuelito Wendell? ¿O ellos tampoco lo querrían más? Lloró por el pensamiento. Se quedaría solo para siempre.

Cuando el revuelo de abrazos se calmó, Hermione buscó a su hijo con la mirada, para preguntarle qué le parecía la noticia. Pero el niño no estaba parado donde lo había dejado ni en ninguna parte de la glorieta. Miró a Draco, quien tenía el mismo pensamiento de ella, buscando con desesperación a Scorpius con la mirada.

-¿Scorpius? – Lo llamó ella, y todos detuvieron su hablar al escuchar el tono preocupado de Hermione - ¡¿Scorpius?!

Draco, asustado, miró hacia donde estaban jugando los niños, pero no vio ninguna cabeza rubia entre ellos, Scorpius no estaba ahí.

-¿Dónde se metió? – preguntó para sí mismo, mientras todos los presentes miraban debajo de las sillas y mesas, buscando al pequeño Malfoy.

Con el corazón en la garganta, Draco bajó de la glorieta gritando el nombre de su hijo, temeroso de que algo le hubiese pasado en el corto lapsos en que no le prestaron atención. Scorpius no era de los chicos que no acuden cuando los llaman, y menos cuando él lo llamaba. Siempre estaba pendiente de su padre, era como su ídolo. Y acudía siempre a su madre si ella lo solicitaba. Algo andaba mal, y estaba desesperado por encontrarlo.

-¡Scorpius!

-Se fue corriendo hacia los manzanos, tío Draco – dijo Lorcan, con la voz soñadora, tal como la de su madre -, estaba llorando.

Draco y Hermione se miraron un momento antes de correr en dirección a los manzanos, por donde habían llegado hacía no más de cinco minutos. Ambos sabían que la noticia del embarazo no le había caído bien a su pequeño hijo, porque no había otra razón por la que haya salido corriendo y llorando, alejándose de todos, e ignorando los llamados. Estaban sumamente preocupados, porque Scorpius era pequeño y delgadito, un blanco fácil para cualquier animal salvaje, o para algún malvado que quisiera hacerle daño. O incluso, si llegaba a caerse o perderse entre la vegetación era peligroso para su escasa estatura. Tenía tres años no más, un bebé aún.

-¿Scorpius, cariño, dónde estás? – gritó Hermione, cada vez más nerviosa.

Sabía que no podía estar tan lejos, pero el sólo hecho de no tenerlo a su lado la ponía histérica. Escucharon un sollozo, al final del sendero, y ambos corrieron hacia allí, encontrándose con una imagen triste, donde su pequeño hijo estaba abrazándose a sí mismo, mientras lloraba desconsolado. Se arrodillaron frente a él, sin importarles ni un poco que el barro pudiera mancharles la ropa, porque lo único que deseaban era terminar con la tristeza de Scorpius, quien hundió aún más la cabeza entre sus brazos al notar que ellos estaban ahí.

-Scorps ¿qué ocurre? – preguntó Draco, alargando el brazo para acariciarle la cabeza al pequeño, pero él se alejó cuando sintió que su padre lo tocaba. Estaba destrozado.

-Bebé, háblanos – pidió Hermione, pero Scorpius negó con la cabeza, no queriendo hablar de nada con ellos.

-¿No te gustó la noticia?

Volvió a negar.

-¿No quieres tener un hermanito o hermanita?

-Van a abandonarme – dijo Scorpius con la voz entrecortada por el llanto -, me van a echar para tener un reemplazo de mí.

La pareja se miró frunciendo el ceño, preguntándose cómo es que se le había ocurrido tal cosa a un niño tan pequeño. Cómo era posible que pensara que ellos lo iban a abandonar por un nuevo hijo.

-Mi amor, no vamos a abandonarte – le dijo Hermione, provocando que él finalmente levantara la vista para mirarlo -, eres lo más preciado que tenemos, ¿cómo se te ocurre que te vamos a reemplazar?

-Exacto, campeón, tú eres un niño maravilloso e irremplazable – apoyó Draco -, jamás te dejaríamos.

-Scorpius va a llegar un nuevo integrante al clan Malfoy, pero no por eso te vamos a sacar de nuestra familia – Hermione sentía el corazón desolado por el sufrimiento de su bebé, al igual que Draco, quien había jurado que haría todo lo posible por hacerlo feliz, ahora se sentía como si un gigante hubiese arrancado su corazón, y dejado un vacío.

-¿No tendré que irme de casa?

-No, no, claro que no – declaró el rubio mayor -, tendrás un hermanito o hermanita con quien jugar, bebé, y a quien tendrás que proteger cuando sea necesario. Serás el hermano mayor.

-¿Eso es importante?

-Por supuesto, es el trabajo más importante – Draco le secó las lágrimas con la mano, tal como lo había hecho con Hermione siempre. No soportaba verlo llorar, era como si parte de él se quebrara cuando lo hacía. Ver a su bebé sufriendo lo ponía tan triste que era capaz de hacer cualquier cosa con tal de recuperar esa sonrisa hermosa que siempre tenía en su carita. – Ahora vamos, deja de lado la tristeza, estamos celebrando.

-Sí, papito.

-¿Nos das un abrazo? – preguntó Hermione extendiendo los brazos.

Scorpius se incorporó y se lanzó a abrazar a sus padres, quienes al fin y al cabo, no iban a abandonarlo. Se sentía aliviado, y feliz porque ellos le habían dicho lo amaban, y sabía que él tenía un trabajo importante. Iba a ser el mejor hermano mayor de la historia, sus padres se sentirían orgullosos de él por su excelente labor y todos serían felices, tal como lo eran hasta ahora.

Volvieron a la glorieta con el pequeño tomado de la mano entre ellos, Scorpius saltado para poder seguir el ritmo de la caminata de sus padres, quienes tenían infinitos metros de piernas, mientras que él era aún pequeñito. El corazón de Hermione se sentía feliz de que su bebé hubiera recuperado la energía vibrante que lo caracterizaba, aquella alegría que siempre llevaba con él y que contagiaba a los que lo rodeaban. Lo vio saltar hasta llegar cerca de la glorieta, donde se separó de ellos para ir a contarles a sus amiguitos que tenía un nuevo papel importante en la familia, que sería un hermano mayor, al igual que James Potter.

Rio, mas sintió las lágrimas acumularse en sus ojos producto de la emoción. Era tremendamente feliz, no podía pedir más, sentía tanto amor por todos los que la rodeaban que las marcas del pasado cruel por el que habían pasado se borraban cada día un poco más, dejando solamente un recuerdo nostálgico y una experiencia de la que aprender.

Draco la abrazó por detrás, tomándola por la cintura cuando notó lo emocionada que estaba. Los demás, viendo que Scorpius estaba bien decidieron darles un poco de espacio antes de volver a invitarlos a la mesa, para seguir compartiendo la velada. Y en ese íntimo espacio, él la besó, trasmitiéndole con ese gesto sus sentimientos, su amor y el orgullo que sentía por su familia y por su hijo. Sonrieron al separarse, y luego miraron a su pequeño, quien ahora corría tras Lynsander para pillarlo.

-Todo va a estar bien – dijo el rubio, acariciándole suavemente el vientre, el que guardaba bajo protección al próximo Malfoy.

-Te amo, Draco.

-Y yo te amo a ti, Hermione.


Holaaa! Ya sé que deben estar queriendo matarme, pero no saben cuánto me ha costado escribir este epílogo. Nunca me había demorado tanto en subir un capítulo de este fic, no puedo creer que hayan pasado dos meses desde que publiqué el último capítulo. Así que perdón!

Bueno, quiero ocupar esta última oportunidad para agradecerles todo el apoyo, porque sin ustedes quizás yo habría dejado la historia hasta la mitad. Todos sus comentarios, alertas, favoritos son importantes para mí y no saben lo feliz que estoy. Dos años con esta historia no es poco, me demoré bastante, pero ustedes siguieron ahí y eso me llena de dicha, de verdad. Así que MILES DE GRACIAS!

No sé cuándo volveré con otra historia, me he hecho un twitter solamente dedicado a esto, si quieren saber de mis próximas historias, estaré publicando ahí como MRS Taisho Potter :)

Bueno, me despido. Espero les guste este último adiós y mucha suerte en todo!

Besos y abrazos. Bye

MRS Taisho Potter