Cuanto ha transcurrido queridos lectores? Días, semanas, meses… años… En verdad lamento haber desaparecido tanto tiempo y abandonado mis historias. Pueden lanzarme piedras y apuntarme con el dedo mientras gritan: ¡Autora irresponsable! U.U

No tengo excusa… Bueno, quizás sí, pero sería demasiado para explicar y a nadie le interesa… Además, admito que una de las razones fue la falta de inspiración. Me siento fatal. No sé como pedir perdón, pero les prometo que haré mi mayor esfuerzo para que esto no vuelva ocurrir. Tenía pensado subir más actualizaciones, pero esta vez si tengo una excusa muy válida que lo ha imposibilitado (problemas personales, esos que nunca faltan). En fin, he aquí nuevo capítulo, una muyyyyyyyyyy grande disculpa por el tiempo y en verdad se me cae la cara de la vergüenza que siento con ustedes.

Quiero agradecer infinitamente a los lectores que han seguido esta historia y el apoyo que le han dado. Honestamente les pido un perdón desde el fondo de mi corazón.

DISCLAIMER: El mundo de Bleach y personajes pertenece a Tite Kubo.


Capitulo 10: Pactos (segunda parte)

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La neblina era densa y poco era lo que se podía apreciar en el panorama. Sin embargo, aquel hombre no se detendría por una "pequeñez" como esa. Aunque para algunos de los que lo acompañaban no compartieran el mismo punto de vista de su líder, aun así, eran incapaces de decírselo por el temor y respeto que le tenían a este.

— ¿Cómo va todo haya atrás? —la estridente voz de Zaraki Kenpachi, capto la atención de todos sus subordinados, quienes inmediatamente contestaron estar bien y que no había problema por el cual preocuparse, mientras miraban un bulto que llevaban con mucho cuidado.

El hombre comenzó a reír y miro a uno de sus subordinados que estaba a izquierda suya. — ¿Falta mucho para llegar? Me urge estar frente a ese zángano cuanto antes.

—No, capitán. Estamos cerca de llegar a las fronteras de Karakura —el tercer oficial, Ikkaku Madarame se encargaba de guiar al grupo, pues era bien sabido que el sentido de orientación de su capitán, era la peor que sus hombres pudieran conocer en alguien y ni que decir de la pequeña Yachiru, quien en esos momentos se encontraba disgustada por no haberle permitido que ella dirigiera al grupo.

—Y yo digo que el calvito nos está llevando por el camino equivocado —Ikkaku fulmino con la mirada a Yachiru. El solo escuchar aquel mote hacía su persona le enfadaba, más, viniendo de la niña que siempre buscaba molestarlo. Sin embargo, lejos de sentirse intimidada, la niña simplemente le sacó la lengua en respuesta.

Para Kenpachi era todo un problema volver a Karakura, y aunque frente a sus hombres supiera disimular, eso no significaba que en un momento estallaría y se arrepintiera para pedir volver, pero no, ya había tomado una decisión y además tenía que ver y hablar con el loco de Urahara, quien le había pedido hablar con él urgentemente. Pudiera ser que, estaba incitado por la curiosidad, aunque una idea vaga le rondaba en la cabeza.

—Estúpido Kisuke, más vale que no sea lo que estoy pensando porque te juro que recibirás una patada en el trasero como respuesta —murmuro con enfado mientras perdía su mirada en el horizonte.

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—Estoy aburrido… ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar a este tipo? —el ruido de las personas reír, el ambiente mísero y las constantes quejas de su compañero comenzaban a cansarlo. Ciertamente, él era un hombre que no se inmutaba con cualquier cosa; su seriedad y disciplina le impedían perder su compostura, además de qué, su lealtad incondicional estaba por encima de todo. Pero el llevar más de dos horas esperando lo estaban molestando.

—Fue culpa tuya por querer acompañarme, así que deja de quejarte —el hombre bufo en señal de protesta y se recargo en la barra mientras pedía otro trago al cantinero, el cual obedeció inmediatamente, pues ese par de hombres lo intimidaban bastante, ya que, aunque a su taberna siempre entraban personas de la peor calaña; esos dos frente a él le inspiraban un temor que lo hacía estremecer de pies a cabeza.

—Te lo digo en serio Ulquiorra, si este tipo no viene me iré y te quedaras aquí solo.

—Nada te detiene. Eres libre de irte cuando quieras, Yami —aquel hombre corpulento se bebió de un solo trago su bebida y se levanto de su asiento para irse. Dio una última mirada a su compañero, quien se mantenía estoico y salió de la taberna, molesto y hastiado de estar esperando.

Ulquiorra hecho una mirada de reojo a la entrada por donde había salido su compañero y a los pocos momentos, en está apareció un hombre que se encontraba totalmente cubierto, a excepción por sus ojos. Con cautela se aproximo hasta la barra y se sentó a un lado del hombre albino.

— ¿Es usted Ulquiorra Cifer?

—Así es —el desconocido pidió una bebida y el cantinero se la sirvió de inmediato.

— ¿Qué quiere saber?

—Todo.

—Me estoy jugando la vida con esto —Ulquiorra miro a su alrededor y luego al cantinero. Con un ademán le indico que se acercara y el hombre obedeció instantáneamente.

—Quiero un sitio más privado. ¿Tienes alguno? —el hombre asintió, nervioso y aun más temeroso por lo que la mirada de Ulquiorra le provocaba.

—Atrás nadie los molestara.

Tanto el encapuchado como Ulquiorra siguieron al sujeto, este los guiaba por un pasillo muy estrecho hasta que se detuvo frente a una puerta, y haciendo uso de una llave que saco de una de sus botas abrió la puerta e invito al par de hombres a entrar.

—Si los señores gustan, puedo traerles algo de beber para que su estancia sea más placentera —más valía ser precavido y mantener al par de hombres felices y satisfechos. Por nada del mundo quería inquietarlos o darles algún motivo que consideraran ofensivo… Podrán reaccionar mal con él.

—Nada para mí —indico Ulquiorra, mientras que él otro acepto sin pensarlo dos veces.

Cuando el hombre regreso con la botella y se la dio al encapuchado, el par de hombres volvieron a verse solos cuando el otro se retiro, asegurando que cualquier cosa que requirieran, él estaría allí para proporcionárselos, sin embargo, ambos sabían que eso no iba a pasar; no querían interrupciones y el mayor propósito era terminar con esa conversación lo antes posible.

—Espero que la paga sea buena. Un secreto como este vale más de lo que parece —dijo el encapuchado mientras se servía del vino que le habían llevado.

Ulquiorra saco un pequeño bolso de cuero de su saco y la abrió, para después hacer caer algunas monedas de oro y agito un poco el bolso para hacerle entender que dentro habían muchas más; lo cual provoco que los ojos del individuo destellaran llenos de ambición.

—Quiero imaginar que…

—Así es, tengo muchas más para darle, pero todo depende de usted —Ulquiorra recogió las monedas y el hombre encapuchado perdió el brillo para tomar un semblante de miedo y angustia. Le tembló la mano al tomar su vaso de vino y descubriendo una parte de su rostro se llevo su bebida a los labios, pensando en los 18 años de haber mantenido aquel secreto que lo atormentaba, para entonces ahora revelarlo y venderlo aquel desconocido; sin saber que después sería Ulquiorra a la primera y última persona que se lo contara.

La voz le tembló de igual forma al proseguir con la conversación. —El nombre de su madre era Natsuki, Natsuki Yosuke…

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Ulquiorra monto su caballo. Tenía que ir a la posada donde se albergaban Yami y él. Ya tenía toda la información que necesitaba para dársela a Aizen. Según el hombre, le iba a tomar mucho tiempo averiguar sobre Orihime, puesto que no sabían nada de ella, pero para suerte e inteligencia de este, no había sido así.

El caballo echo a correr por orden de su amo y ambos se perdieron por las calles. Una vez que llegó, el hombre de ojos verdes se adentro a la posada y encontró a su compañero en el umbral de la puerta. Al parecer lo estaba esperando.

—Lo hiciste a propósito, ¿no es cierto? Querías que me marchara para que yo no escuchara nada.

— ¿Y que ganaría yo con eso? Tu mismo decidiste marcharte, ¿recuerdas? Anda, ve por tu caballo. Nos marchamos ya —Yami refunfuño, aun así, obedeció a Ulquiorra y ambos se marcharon del lugar.

Mientras los hombres de Aizen ya se alejaban entre las calles, en un callejón, cerca de la taberna donde horas antes se encontraba Ulquiorra, un tumulto de personas se amontonaba para mirar la mórbida y espeluznante escena del cadáver de un hombre que encontró como destino la muerte. Por supuesto, su asesino no podía permitir que compartiera -o mejor dicho vendiera- a alguien más lo que a él le revelo.

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Orihime lucía radiante y feliz, puesto que Ichigo le había devuelto a su entrañable amigo. Se sintió tranquila y reanimada, aunque, si debía ser honesta, sentía pena por Senna… La joven se había enterado por Rinrin que la mucama había sido echada. La chica, por mucho daño que le había hecho intervino por ella, pidiéndole al heredero Kurosaki que le permitiera volver, pero Ichigo se mantuvo firme en su decisión y la cual aseguro era irrevocable.

—Ya no te sientas mal. Ella se lo busco e Ichigo ha hecho lo correcto —Tatsuki le acomodaba el vestido que la chica llevaría ese día para la reunión de Urahara. Orihime no terminaba de acostumbrarse a la buena vida y cuanto lujo le daba el heredero. Honestamente, ella prefería la sencillez y ser de nuevo parte de la servidumbre, a pesar de que su relación con Ichigo había mejorado, eso no evitaba su incomodidad.

—Lista. Te vez preciosa —Orihime se miró en el espejo de cuerpo completo. Ese día llevaría un vestido de seda color rojo con encaje blanco. Su cabello había sido peinado en una trenza con listones del mismo color al vestido y por último, su cuello era adornado con un sencillo dije que tenía una piedra de rubí.

—A veces me gustaría volver a esos días cuando mi padre y hermano vivían. Todo era tan hermoso. Recuerdo que me llevaban a la colina a cortar flores y a recorrer la ciudad mientras mi padre me contaba la historia de cada lugar —suspiro. Casi podía sentir que con tan solo echar una mirada al pasado revivía aquellos momentos. Cerró los ojos y sintió el aroma de la naturaleza inundarle las fosas nasales, el sentir la tierra y la hierba en sus pies descalzos mientras corría por los verdes campos. Escuchaba, lejana, la voz de su hermano, advirtiéndole en que se convertiría en un pez si no se salía pronto del rió mientras aquella niña que fuese antes, admiraba y envidiaba como los peces nadaban libremente; haciendo caso omiso de las palabras de Sora… Orihime abrió sus ojos y se encontró nuevamente con su nueva vida, decepcionada y entristecida, entonces, se sentó en la cama con los codos apoyados en las piernas y la cabeza sobre las palmas de sus manos.

—Vamos, Orihime, no te deprimas y ve el lado bueno y positivo de las cosas. Has conocido gente que te ha tomado afecto, ¿no? —Tatsuki dio unas suaves palmadas en su hombro y sonrió cálidamente.

—Sí. Y no saben cuánto agradezco lo que han hecho por mí. Gracias a ustedes no termine por derrumbarme cuando tenía infinidad de conflictos con Ichigo.

—Conflictos que se han transformado en otra cosa, ¿no? —Orihime pestañeo varias veces y un notable rubor coloreó sus mejillas.

—N-no sé de qué me hablas, Tatsuki.

—Oh, vamos. Estoy segura de que…

La repentina llamada a la puerta llamo la atención de ambas, logrando así, que el par de jóvenes se levantaran inmediatamente de la cama. Orihime autorizó la entrada y la puerta se abrió suavemente, para que en ella apareciera el cabeza de la familia Kurosaki. El heredero vestía con un traje color marino, su cabello permanecía como siempre lo tenía, con aquella revoltura indómita que, aunque Orihime no lo dijera en voz alta le encantaba. La elegancia misma de todo un caballero se hacía omnipotente en esos momentos, lo cual provoco el inevitable sonrojo de la dama que hasta hace algunos días lo odiaba por la arrogancia y soberbia que siempre mostraba. Sin embargo, la imagen del tirano se mostraba ahora más humana y noble.

—Es hora de partir, Orihime. El carruaje nos espera —definitivamente era otro… La sonrisa que mostraba en esos momentos no se parecía en nada a la de superioridad que por lo general le mostraba. Parecía que la joven estaba logrando su objetivo.

—Sí, ya estoy lista —Ichigo la miro de pies a cabeza, admirando lo radiante, hermosa, perfecta… Definitivamente era perfecta. Con cada día que pasaba junto a ella, Ichigo la necesitaba y la deseaba cada vez más, lo que lo llevaba a pensar que jamás permitiría que nadie se la quitara, así tuviera que mancharse las manos de sangre al pelear por ella… ¿Pensamientos posesivos? ¡Sí! Pero la culpa era solamente suya por hechizarlo de aquella manera.

—Bien, entonces vámonos —el heredero extendió una de sus manos para que ella la tomara y ella acepto aquel acto cordial.

Salieron de la habitación tomados de la mano y Orihime recordó que días atrás se suscitará algo similar, solo que ahora las cosas eran diferentes. Está vez, ella bajaba las escaleras con entusiasmo a diferencia de la vez que Ichigo la forzó a ir con él a la fiesta donde lo había pasado realmente mal.

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El cepillo se deslizaba una y otra vez con parsimonia en su cabello. Estaba listo, perfectamente peinado, pero ella seguía con aquel rictus como si no tuviera otro propósito en la vida. La mirada perdida en el reflejo de su espejo, mirando lo que ella hacía sin detenerse.

¿Cuántos días habían pasado ya?

Desde que se fue no tuvo noticias de él. Su paciencia estaba a punto de irse al carajo y la desesperación la consumía poco a poco. A pesar de que Byakuya mandará a buscarlo y esto logró tranquilizarla un poco, no dejaba de afectarle de sobremanera. Renji no daba señales y lo único que la salvaba de no volverse loca, era pensar que no tenía medios para comunicarse. Pero era demasiado… Su joven guardián era responsable ante su deber y buscaría, incansable cualquier medio para hacerle saber a su hermano que todo marchaba bien.

Se levanto con brusquedad y aventó el cepillo contra el suelo y maldiciendo. En esos momentos lo único que se le ocurría era ir a buscarlo ella misma. Treparse en un caballo y buscarlo hasta por debajo de las piedras de ser necesario, pero ella encontraría a Renji así fuera lo último que hiciera en su vida.

Rukia estaba a punto de hacer caso a sus instintos, pero el repentino llamado a su puerta la saco de sus pensamientos. Su mucama personal le anunció que su hermano la esperaba, pues ya era hora de partir rumbo al hogar de los Urahara. Por supuesto no tenía el ánimo para ir y, lo que estaba planeando hacer, la hacía no querer ir aun más. Sin embargo, sabía que sería inútil zafarse de ese compromiso, teniendo en consideración que Byakuya la forzaría a ir de cualquier manera.

Asintió con desgano y siguió a la muchacha hasta donde se hallaba el hombre de admirable y elegante porte. Lo miró con melancolía y su hermano no paso desapercibido esto. No podía ser otra cosa que Renji lo que tenía a la joven en ese estado de ánimo.

—Ayer por la noche mande al grupo de búsqueda. Rukia, estoy seguro que pronto sabremos de él y los demás —una débil sonrisa surco los labios de Rukia. Debía confiar en su hermano. Debía dejar de ser pesimista y confiar en Renji también. El se lo había prometido y no le fallaría, ¿verdad?

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Miró el reloj y volvió a caminar de un lado a otro. Su mujer negó con la cabeza para después centrar su atención en las flores que acomodaba en un jarrón.

— ¿Crees que venga? Si acepto, dudo que esté pensando cosas bonitas de mí —Urahara comenzó a reír y Yorouichi frunció el seño.

—Yo espero que cuando le cuentes tus planes a mí no me deje viuda.

—Oh, vamos Cariño. Kenpachi es… un hombre razonable al fin y al cabo —la mujer rodó los ojos y negó con la cabeza.

Desde un principio, cuando le contó a su esposa que planeaba contar con la ayuda de Zaraki Kenpachi, Yorouichi se negó rotundamente. No tenía nada en contra de él, muy por el contrario, pues era tan amigo y conocido de su marido como de ella, pero conocía de más el carácter de Kenpachi; el cual no era famoso precisamente porque fuera un ser razonable. Su esposo estaba llegando demasiado lejos, estaba exponiendo a todos que los tacharan de traidores por relacionarse con un desterrado. En otro momento no le hubiera importado, al contrario; pero la situación que vivían no se prestaba para ello. Si alguien se enteraba y lo usaba en su contra pondrían en riesgo a todos, y ella no podía permitir eso; sabiendo que, ella velaba por el bienestar de las niñas que desde ya hace tiempo convivían con ellos.

—Sé lo que estás pensando —inquirió el hombre al notar sus expresiones—, pero los tiempos se tornan oscuros e incluso ya veo venir una guerra.

Y lo peor es que ella también la veía…

—Maldita sea la hora que a su majestad se le ocurrió tan "brillante" idea. Dime porque, Kisuke… Dime porque tenemos que vivir y atravesar por esto,

No podía estar más de acuerdo. Él mismo maldecía lo que a Yamamoto se le ocurrió y por un lado todo le indicaba que era mera venganza porque el anciano ya no pudo dejar a su familia en el poder, escupiéndole a la vida su castigo hacía él y que sus remordimientos se hayan esfumado después de que a Ryuken y a él les confesara el camino tan sucio, corrupto y oscuro que había trazado para llegar al trono. La serie de cosas abominables que ellos habían escuchado, lo hacían sentir cómplice, solo por el hecho de haberse vuelto confidente y guardarse los turbios secretos.

De alguna manera, Kisuke quiso reconfortar a su esposa, pero Yorouichi no era el tipo de mujer que se le consolaba con palabras bonitas; a ella la reconfortaría con hechos, darle la seguridad con hechos de que todo estaría bien. Por eso, solo se limito a suspirar y dejar que ella misma hiciera sus propias reflexiones, después de todo, su mujer tenía una mente abierta y tan diplomática como la de él. Al final de cuentas, ella misma terminaría aceptando que el plan trazado por él y Shinji, era el más adecuado para el bien de todos.

La tensión se rompió cuando se escucho que bajaban las escaleras a toda prisa.

— ¿Ya están aquí? —Yuzu atravesaba corriendo el gran salón y mirando en todas direcciones, mientras su gemela se tomaba su tiempo para llegar hasta ellos.

— ¿Hablas de Ichigo y Orihime? —pregunto el hombre, a lo que la niña asintió vivaz. —No, pequeña, aún no llegan… Por cierto que todo el mundo anda un poco retrasado.

Urahara echo un vistazo a su reloj de bolsillo y suspiro. Por su parte, Yuzu ya resoplaba y se dejaba caer en un sillón.

—Calmen su ansiedad, estoy segura que no tardaran en llegar —Karin no pudo estar más de acuerdo con Yorouichi, mientras que el otro par se miraron mutuamente sin estar de acuerdo.

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Orihime trato de disimular que no se daba cuenta de las miradas fugaces de Ichigo, perdiendo su mirada en los lugares por los que pasaba el carruaje. El joven noble tanto miraba por la ventana de este, como volteaba a mirarla a ella. La muchacha termino al final de cuentas sonrojándose y encontrando su mirada con la de él.

— ¿Pasa algo? —se atrevió a preguntar.

— ¿Por qué? —Orihime se encogió de hombros y devolvió su mirada a la ventana.

—Es solo que… no dejas de mirarme.

— ¿Y eso te molesta? —el tono de voz del heredero sonó afable, pero Orihime percibió también un toque sutil de seducción. Aunque la joven comenzaba a conocer mejor a Ichigo, aun no se acostumbraba a su trato, así que, como era bien propio de ella, termino por colorarse más, apartando la mirada inmediatamente de él y jugueteando con sus dedos de manera nerviosa.

—N-No. Solo que yo… ¡Ay! —Orihime termino por estrellarse contra Ichigo y este la sostuvo fuerte a tiempo, siendo lo suficientemente capaz de reaccionar y evitar que ambos se hicieran daño.

El carruaje se había detenido tan abruptamente, que la muchacha pareció haber sido lanzada del asiento, yendo a parar a los brazos del chico. Ichigo la ayudo entonces a incorporarse y ella se sentó nuevamente en su asiento, mientras que él ya bajaba del transporte para saber lo que había pasado; pues afuera ya podía escucharse que alguien vociferaba, mera señal de que su cochero peleaba con alguien.

— ¡No por-favor, señor! —exclamaba, aterrado el cochero del carruaje, pues otro ya lo tenía amenazado con su puño contra su rostro.

Ichigo, contemplo que el pobre hombre yacía algunos centímetros lejos del suelo porque alguien más lo sostenía por las solapas de su saco y lo zarandeaba en el aire. Aquel hombre que maltrataba al otro, gritaba y maldecía. Se encontraba de espaldas, por eso no se percato de la presencia del heredero que miraba, irritado aquella escena.

¿Quién era aquél grandulón?

Porque si había algo que llamó mucho la atención de Ichigo, fue ver que el atacante de su cochero era inmensamente grande. No al grado de hacerlo algo ridículo y exagerado, pero era la primera vez que veía un tamaño como ese.

— ¡Basta! Suelta ya a ese hombre.

— ¿Eh? —el inmenso hombre se giro para mirar a quien lo había detenido, pero sin soltar aún al cochero. — ¿Quién diablos eres tú?

El desconocido miro de abajo hacia arriba a Ichigo y sonrió con sorna.

—Claro. Debes ser el señorito que transportaba este mediocre, ¿verdad? —más que una pregunta, aquella era una afirmación y el hombre se echo a reír. — ¿Y que si no lo suelto? Este idiota se atrevió a cruzarse en mi camino y poco falto para que mi caballo me tirara. Lo menos que se merece es que le enseñe una buena lección. No interfieras, niño.

—He dicho que lo sueltes. No volveré a repetirlo —Ichigo lo miro con la seriedad que solo él podía expresar y el desconocido, lejos de intimidarse lo miró amenazante.

—Y yo no volveré a repetir que no interfieras.

Ichigo desenvaino entonces su espada y lo amenazo con esta.

— ¡Ja, ja, ja! Guarda eso, niño. No querrás hacerte daño. Dudo que un señorito como tú sepa usarla. Los señoritos como tú solo ostentan una para darse aires de grandeza y estética.

—¿Por qué no compruebas si la se usar o no?. A menos claro que tengas miedo a averiguarlo.

El enorme hombre soltó al cochero y con la rapidez y agilidad con la que se sabía mover, desenvaino su espada y se fue en contra del muchacho, pero este supo bien detener el ataque a tiempo.

—Muy bien, mocoso , prometes ser un buen rival —dijo burlón el hombre, a la vez que una extraña fascinación le destellaba en las pupilas, —pero no te confíes y no me decepciones.

Orihime miraba ansiosa la puerta del carruaje, desde que Ichigo bajara del transporte, había escuchado gritos, una conversación poco entendible y por último, el sonido inconfundible del acero hacer impacto contra otro. La ansiedad y el temor la llenaban de incertidumbre. Algo no andaba bien haya afuera, porque entonces, Ichigo no se hubiera visto en la necesidad de desenvainar su espada. Era más que obvio que estaba peleando con alguien.

—Santo cielo —murmuro la hermosa joven, y sin más demora se bajo del carruaje. Y tal como lo hubiera imaginado, Ichigo se enfrentaba a ese hombre con aspecto de matón.

—Ichigo —pronuncio su nombre con preocupación y el aludido volteó, reprendiéndola por haberse bajado y ordenándole que subiera nuevamente. —Pero…

— ¡Te digo que subas!

—Hazle caso a tu novio, niña. No querrás ser testigo cuando lo parta a la mitad —aquello termino por horrorizar más a la joven y miró a su alrededor para buscar una forma de ayudar a Ichigo, pero antes de que pudiera actuar, que el chico volviera a exigirle que se pusiera a salvo en el carruaje y el rival del muchacho asestara otro ataque, alguien más intervino y con algo de esfuerzo y ayuda de otros más; terminaron separándolos.

— ¡Hey! Los aliados no pelean.

Tanto Orihime como los otros dos reconocieron al hombre que había intervenido. Aquel no era otro que Shinji Hirako, Orihime lo recordaba bien, pues lo conocía de aquella vez que visitara la mansión junto a Urahara Kisuke.

— ¿Qué mierda haces tú aquí? —pregunto el hombre de enorme tamaño mientras lo miraba, molesto por la interrupción de su pelea.

—A mí también me da mucho gusto verte después de tanto tiempo, Kenpachi. Pero claro, a ti la cortesía no te va, ¿verdad? —dijo, sarcástico el hombre de gran sonrisa.

— ¿Kenpachi? ¿Es que acaso ustedes se conocen? —pregunto el heredero bastante asombrado.

—Y por lo que parece ustedes también se conocen. ¿Se puede saber que pasa aquí? —exigió saber Kenpachi mientras miraba aun más molesto a Shinji.

—Si bueno, es una larga historia. Por lo pronto los presentare. Ichigo, este hombre frente a ti es Zaraki Kenpachi y Kenpachi, este chico frente a ti es…

— ¡Basta de formalidades, maldito! Contesta lo que te pregunte.

—Yo creo que lo más conveniente en este momento es dejar las respuestas para después, además Urahara espera —dijo un hombre de un tamaño más grande al de Kenpachi. Ichigo no había reparado en la presencia del grupo que acompañaba a Shinji hasta que aquel grandulón hablo.

— ¿Así que todo esto es cosa de ese demente? Maldito Urahara, hay muchas cosas que me tendrá que explicar.

—A mí también, así que andando —Ichigo guardo a Zangetsu y camino en dirección a Orihime.

— ¿Estás bien? —pregunto la chica con notable preocupación.

—Si —Ichigo la tomó de la mano, a la vez que ordenaba al cochero retomar su puesto y llevarlos a su destino. Cuando el par de jóvenes se encontraron dentro del carruaje y este se puso en marcha, uno de los acompañantes de Shinji no pudo evitar preguntar, curioso por la joven que acompañaba al Kurosaki.

—Ella es la hermosa Orihime —dijo Shinji con un tono exagerado y suspirando profundamente. —Lo que no entiendo es que hace ella acompañando a Ichigo.

— ¿Y eso porque? —esta vez pregunto una joven de cabello negro atado en una trenza.

—Por nada en realidad. Será mejor que nos pongamos en marcha también.

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— ¡Hermano! —Yuzu corrió en dirección de la entrada de la mansión Urahara en cuanto vio a Ichigo entrar por está. —Me da tanto gusto verte. A ti también Orihime.

—Yo también estoy contenta de volverlas a ver —la joven de cabello naranja saludo y esbozo una dulce sonrisa al par de gemelas. Por su parte, Ichigo ya abrazaba a Yuzu, expresando el cariño que desde hace tiempo no expresaba y ahora volvía hacerlo. Por supuesto, esto no paso desapercibido a los ojos del matrimonio Urahara.

Yorouichi tomó a Orihime del brazo y la llevó con ella hasta otra estancia.

—Has hecho un enorme avance por lo que puedo notar.

— ¿Cómo? —la joven parpadeo un par de veces, pero no tardo en comprender lo que la mujer quería decirle. —Oh, no, no hecho nada. Yo…

—No seas tan modesta, niña. ¿O es que acaso no viste la manera en que Ichigo acaba de actuar con sus hermanas? —Yorouichi la miró con satisfacción y la tomó por los hombros. —Mi intuición no se equivoco contigo.

— ¡No vine hasta aquí para tomar el jodido té! ¡Vamos al grano de una vez, maldito idiota!

Mientras que Orihime se sobresalto con aquel grito, Yorouichi se giro rápidamente al saber que Kenpachi ya había llegado. Inmediatamente volvió a la entrada con Orihime siguiéndole el paso.

La escena que apreciaron ambas les hizo comprender que quizás, Kisuke había dicho que molestara a Kenpachi, pues este ya lo amenazaba con su espada y Urahara trataba de calmarlo, mientras Ichigo ya resguardaba tras de él a su dos hermanas, pero solo era Yuzu quien requería la protección al temblar de miedo, pues Karin solo miraba expectante la situación.

—Basta ya, Kenpachi, recuerda que esta también es mi casa y no tolero que griten en ella.

—A mí no me digas nada, mujer. Toda la culpa la tiene este idiota por colmar mi paciencia —dijo señalando con la espada a Urahara y colocándola muy cerca de su garganta.

—Si te hice la invitación de tomar té, fue para que tu estancia fuera más cómoda y placentera. Aun debemos esperar a que lleguen los demás para que pueda hablarles del tema que concierne a todos.

Kenpachi estuvo a punto de replicar y quejarse, pero en ese momento llegó Shinji, junto al sequito que lo acompañaba.

—Bien, ahí los tienes. ¿Podemos ir al grano ya? —Urahara negó, nervioso; no dudaba que Zaraki explotara por su negativa. — ¿¡Qué?! ¿A quién demonios mas esperamos?

—Tranquilízate, Kenpachi, tan solo falta esperar a uno y podemos empezar —dijo de lo más tranquilo y sonriente Hirako Shinji. Por su parte, los otros presentes no se atrevieron a decir nada. La apariencia y carácter del hombre del parche los intimidaba, a excepción de Yorouichi e Ichigo.

—Solo 15 minutos esperare. Ni un minuto más, ¿entendido? —Kisuke asintió. En ese momento, la mirada de Zaraki paso de Urahara a Ichigo, este se percato y frunció el seño. —Y a todo esto Urahara, ¿me puedes decir quién este niño?

—Oh, pues él es…

—Soy Ichigo Kurosaki —el muchacho lo miro seriamente e irguiéndose, altivo y orgulloso.

— ¿Kurosaki dices? Entonces eres el heredero de Ishin. Con razón pudiste hacerme frente. El idiota de tu padre debió enseñarte muy bien —Kenpachi bufo con burla e Ichigo cuestiono con la mirada a Urahara.

—Si acaso te estás preguntando si Kenpachi conoció a tu padre, la respuesta es sí, ellos se conocían.

¿Cómo era eso?

La cabeza del muchacho se inundo en más dudas. Él, definitivamente no recordaba a ese hombre entre las amistades o conocidos de su padre. Ichigo sintió el interés de conocer de donde y como se conocían, pero antes de que pudiera preguntárselo, Hirako capto la atención de los presentes cuando señalo fuera y dijo:

—Los Kuchiki han llegado ya.

— ¿Cómo que los Kuchiki? —Zaraki dirigió una mirada amenazante a Kisuke. —El infierno llegue y te trague. Sabes mejor que nadie que esa familia de estirados me…

—Ese problema solo concernía al abuelo, sus nietos no tienen nada que ver. Ginrei murió hace algunos años. Tu sabes que su hijo mucho antes que él, y ahora el heredero de la casa Kuchiki es su nieto, Byakuya —se defendió rápidamente el hombre mientras retiraba la punta de la espada que ya lo amenazaba nuevamente.

— ¿Y qué? Te apuesto que a ese nieto le inculcaron las mismas enseñanzas y es igual al padre y abuelo. No será más que otro arrogante que considerara mi presencia un insulto, una deshonra y no se cuanta payasada más.

Mientras Ichigo y los que desconocían la razón de lo que hablaban, se preguntaban cual sería el problema que albergaba entre ese hombre y la familia Kuchiki. Por su parte, Urahara comenzaba a sentirse presionado. Su esposa tenía razón cuando le advirtió que tratara con Kenpachi por separado, pero él se había mostrado positivo, asegurándole que era mejor unificarlos de esa manera.

—Esto es todo… me largo de aquí —el hombre del parche estaba dispuesto a marcharse, pero en ese momento, Kisuke se puso en su camino, no estaba dispuesto a tirar la toalla, menos aun que había logrado que regresara a Karakura.

—Apártate —dijo en tono brusco. Yorouichi, quien se había mantenido al margen después de haber intervenido al principio para tranquilizarlo, volvió a ponerse alerta y se poso a un lado de su esposo. —Solo conseguirán que me enfade más.

— ¿Qué es lo que pasa aquí? —pregunto Rukia, con un atisbo de preocupación en su voz, pues nada más entrar, sintió el aura de tensión en los presentes. Por su parte, Byakuya miraba expectante la escena.

—Nada pierdes con escucharme. Si te vas ahora, podrías arrepentirte después —Urahara suspiro, relajando por completo su cuerpo y continuo. —Créeme, esto es en beneficio y bien de todos.

Zaraki Kenpachi no era un hombre de palabras, como tampoco de paciencia y razonamiento, pero aquel hombre frente a él; logro sembrarle el beneficio de la duda y decidió quedarse… y escucharlo.

—Más te vale que sea cierto.

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—¿Estás segura que ese hombre no hará una masacre haya adentro, Yorouichi? —Rukia miro por quita vez la puerta de aquella habitación que horas atrás se había cerrado, y donde su hermano y los demás se habían metido. Solo los hombres y las mujeres que acompañaban a Hirako habían entrado en aquella habitación, mientras que ella, Orihime y las hermanas de Ichigo se quedaron afuera.

—Estoy segura, así que cálmate ya, Rukia y toma un poco de té. Las galletas que preparo la cocinera están deliciosas —la joven Kuchiki enarco una ceja mientras miraba a la esposa de Urahara, aunque luego se encogió de hombros y decidió hacer caso.

—Tía, dime una cosa… ¿por qué a nosotras no nos permiten estar allí adentró con los demás y aquellas tres mujeres si? —pregunto Karin. La niña se notaba notablemente insatisfecha por estar fuera de aquella habitación.

—Porque aquellas tres mujeres prefieren una espada entre sus manos, a estar sentadas aquí con nosotras —Yorouichi dio un sorbo a su tasa. —La apariencia con las que las vieron no son más que disfraces.

Tanto Orihime como las demás, miraron a Yorouichi bastante intrigadas. ¿A qué se refería con eso?. La mujer se dio cuenta que no comprendían sus palabras y tras suspirar, limpio las comisuras de su boca y las miro a todas con tranquilidad.

—Ya deberían saber que, una mujer nunca se inmiscuye en los problemas que solo concierne a los hombres. Ya deberían saber que, una mujer es educada para cumplir solo un papel, así venga de la cuna más humilde… Pero… hay mujeres que se rebelan contra aquella costumbre de encasillarnos y demuestran que no solo servimos para atender un hogar y a los hijos. ¿Ahora me entienden?.

Las cuatro meditaron las palabras de la esposa de Urahara, y era cierto. Desde muy pequeñas, Rukia, Yuzu y Karin, habían sido educadas para que, cuando cumplieran la edad adecuada, fueran prometidas a un buen Señor acaudalado, considerando que ellas venían de familias nobles, así que la sociedad exigía que fueran y se comportaran como la damas que tenían que poner en alto el buen nombre su familia. Por su parte, Orihime considero que aquel dicho papel también le hubiera tocado a ella, aunque las circunstancias fueran diferentes porque ella no venía de una noble cuna. Sin embargo y por fortuna, su padre nunca le planteo que ese fuera su deber, muy al contrario, a ella siempre le permitió ser libre y la educo con el ideal de cumplir sus sueños y metas. Si lo pensaba bien, la sociedad en la que vivían era muy injusta, así que no dudaba que el escándalo azotaría contra aquellas tres mujeres que, seguramente juzgarían e incluso las marginarían.

—Pero… —a Orihime se le coloraron las mejillas, no estaba segura de hablar lo que pensaba, así que decidió callar.

— ¿Qué pasa, Orihime? —en ese momento, Yorouichi la miro con curiosidad y al notar que la chica no se animaba a hablar, la incitó con una sonrisa llena de confianza.

—Bueno… Yo estaba pensando que el señor Urahara no parece… Es decir… Yo… yo no quiero que me mal interprete, pero… —Rukia y las dos niñas se miraron entre ellas, dudosas y sin poder entender de que hablaba Orihime y porque se ponía tan nerviosa.

—Comprendo lo que quieres decir y tienes razón —la bella mujer de rasgos felinos decidió hablar por la joven, aunque no sin antes reír, divertida por lo vergonzosa que era Orihime—, Kisuke no es el que sigue ese tipo de reglas; así que a él no le molestaría que yo estuviera haya dentro, pero desafortunadamente, Byakuya es de ideas conservadoras e Ichigo no permitiría que sus hermanas… y tu Orihime, se mezclaran en sus problemas. Por lo tanto y en está ocasión, mi deber es estar con ustedes.

Mientras que Orihime se sonrojo, Rukia no pudo evitar sentir un gran pesar. Y es que Yorouichi tenía razón, Byakuya había sido educado de tal manera que, siempre respetaría las reglas, por lo cual, jamás aprobaría que ella estuviera con Renji.

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—Entonces… ¿están todos de acuerdo? —pregunto Urahara mientras los miraba expectante a todos los presentes.

— ¡Por supuesto que no! Así que todas tus proposiciones ya puedes usarlas como papel higiénico —Zaraki dio un golpe con ambas palmas al escritorio frente a él. —Ya intuía que esto podía pasar. Jamás debí venir.

—Yo tampoco pienso verme involucrado en tus planes, Urahara. De haber sabido que querías como aliado a un traidor exiliado, jamás hubiera venido —Byakuya miro reprobatoriamente a Kisuke, mientras que Kenpachi ya asesinaba con la mirada al heredero por llamarlo exiliado traidor.

— ¿¡Lo vez!? ¡Te dije que todos los Kuchiki eran iguales de altaneros y presuntuosos —dijo señalándolo.

— ¿Traidor exiliado? ¿Quién eres exactamente? —Ichigo estaba más confundido que nunca. Al parecer todos conocían a Kenpachi excepto él, y ni siquiera había podido preguntar acerca del hombre porque en cuanto entraron, Urahara fue al grano, comenzando a revelar sus planes.

—Zaraki Kenpachi era uno de los hombres más ricos y poderosos de Karakura, Ichigo —Shinji fue el único que hizo caso a las preguntas del chico, y mientras le explicaba, Zaraki ya lo miraba aun más furioso—, pero…

— ¡Cierra la boca! Este mocoso no tiene porque saber nada de mí —Shinji hizo caso o miso de la cólera de Kenpachi y decidió seguir contándole a Ichigo, pero un ademán de Urahara basto para que el rubio se quedara callado. Al parecer, deseaba que el hombre no enfureciera más de lo que ya estaba. —En cuanto a ti Urahara, mas te vale que no vuelvas a querer involucrarme en tus problemas porque lo lamentaras.

Kenpachi hizo el amago de querer retirarse, pero en ese momento, Ichigo se planto frente a él. Kenpachi le exigió que se apartara entre amenazas y una mirada de muerte, pero el muchacho no se intimido, mucho menos se aparto.

—Ya no me interesa saber quién eres y lo que te llevo a tu desgracia, pero si Urahara considera vital e importante tu participación en esto, deberías considerarlo mejor… Tu también, Byakuya. Deja de ser un malcriado orgulloso —Byakuya entre cerró los ojos, aparentemente ofendido, pero Ichigo no supo descifrar con exactitud si lo estaba. —No tengo ningún interés en el trono, ni mucho menos en gobernar. Hasta hace algunos días no me importaba quien fuera el nuevo rey mientras no fuera yo, pero Urahara tiene razón en todo lo que nos ha dicho y, ahora me preocupa que Aizen o Tsukishima alcancen el poder. Si alguno de ellos lo toma, piensen en las consecuencias. Sus ambiciones alcanzaran a cualquiera.

En los labios de Kisuke se formo una media sonrisa. La iniciativa de Ichigo era un gran paso y una demostración del cambio que, Yorouichi le había asegurado, sería gracias a la humilde muchacha había llegado a su vida por alguna razón.

Kenpachi lo miró de pies a cabeza y se detuvo en sus ojos, encontrando su mirada con la suya. La determinación del chico a retenerlo le pareció graciosa. Hasta ahora, nadie se había plantado frente a él para retarlo, pero aquel mocoso se mantenía firme y decidido.

—No querrás ser arruinado nuevamente, ¿verdad, Kenpachi? —escucho decir a Hirako tras su espalda, por lo cual hizo una mueca burlona y comenzó a reír.

—Supongo que ya es tiempo de saldar algunas deudas —declaro el hombre, e Ichigo sonrió satisfecho.

— ¿Y tú, Byakuya?

—Si es por el bien de todos… supongo que no tengo opción.

Entonces el alma de Urahara volvió a su cuerpo. El ambiente estaba tenso al principio, pero gracias a la intervención de Ichigo, todo termino bien y aquella tensión fue remplazada por una ambiente más estable y reconfortante. Al final, la reunión se cerró con un pacto en el grupo. Cada uno jurando lealtad entre ellos y luchar por el bien de Karakura. Cada uno sabía que se avecinaba una gran tormenta. Tiempos difíciles amenazaban contra la poca paz que tenían en esos momentos, pero para el momento que estallara la bomba, ellos estarían preparados.

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Para la hora que concluyo la reunión, ya era hora de la merienda. Yorouichi ya tenía todo preparado para que todos pasaran al comedor. Por la manera en que su esposo y Kenpachi se despedían - ya que este no quiso quedarse más tiempo-, eso le dijo que todo había marchado bien y el hombre estaba dispuesto a cooperar. Quizás ella había exagerado y su paranoia se habían convertido en negativas pesimistas. Tal vez debía confiar más en el juicio de su esposo, no es que no lo hiciera; pero tampoco podía estar de acuerdo en todo con él. Aun así, se sentía a gusto con el resultado.

Orihime movía sus manos con nerviosismo. Se sentía avergonzada porque aun no le daba las gracias a Byakuya el haberla salvado de aquellos hombres que la habían agredido. Ichigo noto esto, y tomándola de la mano le pregunto:

— ¿Qué te ocurre?

—Aun no le he agradecido al hermano de Rukia el que me haya salvado —Ichigo tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para no molestarse. El hecho de que Orihime le debiera algo a Byakuya lo hacía sentir celoso, peor, sabía que él también debía estar agradecido con él porque a la chica no le había pasado algo peor; pero su orgullo era tan grande que, no se sentía capaz para agradecérselo también, y menos porque la persona en cuestión era Orihime, a quién solo deseaba para él y que todo lo que ocurriera con ella, él fuera el único capaz de ayudarla y protegerla.

—Entiendo —fue lo único que pudo expresar, después dio media vuelta y camino en dirección donde se hallaban sus hermanas. Orihime percibió su molestia, pero decidió que era mejor dejarlo.

Justo cuando la joven se giro sobre sus talones para ir con la cabeza de la familia Kuchiki, este ya estaba frente a ella. Orihime dio un brinco de sorpresa y el joven heredero la saludo cortésmente.

—Buenas noches, Señorita Orihime.

—Bu-enas noches. Yo… yo iba precisamente a donde estaba usted. Quería agradecerle el que me haya salvado de aquellos hombres la noche anterior.

—No tiene nada que agradecer. Por cierto, ¿cómo sigue?

—Ya estoy mejor, gracias.

A lo lejos, Ichigo no dejaba de observar a Byakuya y a Orihime, sobre todo a esta. No perdía detalle de lo que ambos hacían, incluso se sintió tentado a ir e interrumpir su conversación, pero el hacerlo solo le traería problemas con la joven y no quería echar a perder su progreso con ella.

—Sabe que es bienvenida a nuestro hogar, Señorita. Me daría gusto que nos visitara algún día. A Rukia le daría mucho gusto también Orihime agradeció la invitación y sonrió amistosamente. Si era honesta, la compañía de Byakuya era muy agradable, y haciendo reflexión de ambos herederos, no pudo evitar comparar a Ichigo con él. No cabía duda que ambos eran muy distintos.

Cuando por fin estuvieron todos a punto de pasar al comedor, el mayordomo de la familia, Tessai, atravesó el recibidor, seguido por un mensajero que se veía bastante nervioso y temeroso.

—Siento mucho interrumpir, pero este joven mensajero, viene con noticias para el señor Byakuya.

Los aludidos miraron curiosos a aquel joven, y este se aproximo a su señor mientras también pedía disculpas, pero traía aquel mensaje porque el heredero le había pedido que; en cuanto hubiera noticias de Renji y los demás, se las hiciera saber. Aquel joven saco una carta de su saco y se la entrego a Byakuya. Rukia, quien no había perdido detalle de la situación, se aproximo apresuradamente hasta su hermano.

— ¿Es de Renji? ¿Él está bien?

—Espera, Rukia, apenas voy abrirla para leerla —los ojos del joven heredero se movían tras leer cada línea. Rukia se apretaba las manos, ansiosa y desesperada. Solo quería escuchar de la boca de su hermano que todo estaba bien y que Renji pronto volvería, pero el semblante con el que tomaba forma la expresión de Byakuya, era un mal augurio para ella.

— ¿Qué? ¿Qué pasa, Byakuya? ¡Dime, por favor! —en ese momento, Byakuya arrugo la carta en un puño y miro con soslayo a su hermana.

—Renji… Renji y los demás fueron atacados.

—Pe-ro él está bien, ¿verdad? —el cabeza de la familia Kuchiki cerró los ojos y negó. —E-entonces si está mal herido debemos…

—No, Rukia… Desafortunadamente, Renji está muerto.

A Rukia siempre se le enseño que como la Kuchiki que debía ser, debía mantener la compostura y derramar lagrimas en la soledad, donde nadie fuera testigo de su vulnerabilidad, pero ¿cómo se podía ser fuerte con tal noticia?, ¿cómo reprimir que su corazón se estaba desmoronando?, ¿cómo evitar llorar si le daban una noticia tan cruel y desgarradora como esa?

Cuando menos se lo esperaron, vieron a la hermana menor del heredero, salir corriendo en dirección a los jardines. Nadie se atrevió a detenerla, algunos por desconcierto, otros porque veían con claridad el dolor en todo su rostro, siendo liberado por incesantes lagrimas. La joven necesitaba desahogar su sufrimiento, por eso no la detuvieron. Al menos pensaron que, por un momento, sería lo correcto…


(…) (…) (…) (…) (…) (…)

Ammm… mmmh… Review? Se que no tengo el derecho de pedirlo, pero espero que me dejen por lo menos uno… u.u

No tengo más que decir queridos lectores, pero como dije, prometo ponerme al día con mis historias a partir de este momento.

Nos leemos a la próxima.