Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.
Capítulo I
La joven mujer corría ágilmente por el bosque, a pesar de que llevaba varias horas huyendo de las garras de sus perseguidores, no se había detenido para descansar totalmente; solo lo necesario.
Temiendo que muy pronto les dieran alcance, abrazó con más fuerza al bebé que traía consigo.
Tenía que salvarla de sus verdugos, pues esa pequeña era la heredera del poderoso Clan Hyūga. Kurenai apresuro sus pasos, pero estaba al borde del colapso. Aunque ella no era de las personas que se daban por vencidas tan fácilmente y menos ahora que le habían encomendado cuidar y proteger una nueva vida; jamás les fallaría a sus protectores en esta desesperada comisión.
Ya era muy entrada la noche y sólo la luna brillaba con todo su esplendor, iluminando el sendero que conducía a los territorios del Clan Uchiha.
Con algo de suerte, les podrían dar asilo. De sobra sabía que los traidores no atacarían al reino del País del Rayo pues sus líderes eran aliados del Hokage Namikaze.
De repente, escuchó voces y pasos en las cercanías. Revisó su entorno e inmediatamente buscó un lugar donde ocultarse.
Los ruidos se oían cada vez mas cerca, sin detenerse a pensar se escondió detrás de unos arbustos y espero, lo peor de todo sería que su preciosa carga no tardaría en llorar demandando sus alimentos.
Cuatro personajes hicieron su aparición, más debido a la penumbra no pudo distinguir si se trataban de sus enemigos.
-Ví pasar a alguien por aquí, General Sarutobi...- Dijo uno de los soldados.
Kurenai por un momento deseó hacerse notar, el hombre aquel era el dirigente de la guardia de los Uchiha. No lo conocía personalmente pero si recordó su nombre, lo escucho alguna vez de los labios de Hyūga Hiashi.
-Bien, regresemos...- Le oyó decir y al darse él la vuelta, varios hombres bloquearon su camino. Los reconoció inmediatamente, sus blancos ojos los delataban.
Desde su lugar la castaña contuvo la respiración, mientras su corazón amenazaba con salírsele del pecho. Asuma hizo una mueca de disgusto y sin más, desenfundo su espada, seguido de los soldados que le acompañaban.
-Venimos en son de paz, estamos buscando a una mujer...- Dijo el líder del grupo Hyūga.
-¿Una mujer?- Preguntó incrédulo.
-Así es, ella tiene... Algo muy preciado para nuestro clan...- Dijo sin rodeos, Kurenai esbozó una sonrisa irónica.
De ninguna manera ellos lo consideraban así.
-Lárguense de aquí, si no quieren morir, traidores.- El pelinegro los miró desafiante. El intruso se sorprendió, ¿acaso ellos lo sabían? ¡No! ¡Imposible! La rebelión había sido unas horas atrás, era difícil que lo supieran.
-¡Retira tus palabras!- Se lanzó contra el centinela, quién sin el menor esfuerzo le asesto un golpe con su espada, logrando que cayera muerto a sus pies. Los otros se intimidaron, no eran más que unos cobardes.
-Quedan arrestados por irrumpir en territorio prohibido... Uchiha Fugaku decidirá su suerte.- Todos se quedaron estáticos al escuchar un "maullido" detrás de unos matorrales; todos voltearon hacia el lugar. Poco tiempo después se presento una joven temerosa ante ellos.
La niña había frustrado sus planes de ocultarse hasta que el peligro pasara. Al ver la distracción de los guardias del Raikage, rápidamente dos de los intrusos se lanzaron contra la mujer, sacando sus respectivas armas. Pero antes de que pudieran hacer algo más los otros guardias se habían abalanzado sobre ellos.
-Llévenlos a las mazmorras, voy a llevar a esta mujer conmigo...- Ordenó el General a sus subordinados, mientras miraba a la joven alimentar al bebé con una pequeña botella.
Fue largo el camino, pero durante el trayecto no cruzaron palabra alguna. La muchacha no quitaba la vista del suelo. ¿Y ahora que iba a pasar? No lo sabía. Lo único que si sabía, era que hasta con su propia vida protegería a la primogénita Hyūga.
-Ya hemos llegado...- Le dijo Asuma sacándola de sus pensamientos. Ella miró con ojos desorbitantes el enorme castillo de los Uchiha, había muchísimos soldados resguardando las murallas de ese lugar.
Nunca había venido a este sitio y le pareció majestuoso. Subieron la enorme escalinata que llevaba al interior, siempre detrás del hombre que la guiaba.
Arribaron al salón principal, que estaba muy bien iluminado.
-¡Espera aquí! ¿Entendido?- Ella asintió levemente, haciendo que su cabello ondulado apenas si se moviera. Después alzo la vista y sus ojos de color rubí colisionaron con los ojos del hombre. Él era de piel bronceada, sus ojos y cabellos eran negros. Además, tenía una barba por demás peculiar. De repente ella reparó en que él también la observaba detenidamente, a lo cual bajo la vista con marcada timidez.
Asuma miro a la joven, tendría al menos quince o dieciséis años y a pesar de que inclino el rostro pudo constatar que era muy hermosa. Sin más preámbulos le pregunto su nombre.
-Yuhi Kurenai...- Contesto después de un largo silencio. Él ya no dijo más y se alejó.
Pasaron solamente diez minutos que a ella le parecieron horas, momentos después la puerta se abrió y entro el señor de ese lugar. Seguido de Asuma, sus consejeros y de un niño de cinco años.
Ella hizó una reverencia.
-Señorita, necesitamos saber que ha pasado y porque es que esta aquí con el hijo del Lord Hyūga...- Indagó el Uchiha.
-Señor, hace dos días un grupo rebelde irrumpió en el palacio. Los cuales eran comandados por el hermano gemelo del Mizukage, Hizashi. Momentos antes había dado a luz Lady Haruka a la pequeña que ahora ven en mis brazos, Hinata. Sus padres la pusieron a mi cuidado, porque su tío quería asesinarla... Pues siendo la heredera y estando con vida, sería un estorbo para que el hijo de él ocupara el lugar que le corresponde a la princesa. He caminado por varias horas, por favor... Necesitamos refugio, si salgo ahora de aquí... No tardaran en encontrarme y yo... ¡No puedo permitir que algo le pase!- Gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas y en sus ojos demostraba el terror de una expectante desgracia. Fugaku la miraba con cierta consideración, vio su vestido sucio y su cabello desarreglado. Sus negros ojos se posaron enseguida en la niña, quien dormía plácidamente cubierta con mantas de seda blancas.
-¿Que hay de Hiashi y su esposa?- Preguntó seriamente. Ella solo negó con la cabeza, dando a entender que no sabía si aún estaban vivos.
-Bien... Cómo no sabemos que ha ocurrido con su familia, justo es que se queden aquí... Tú cuidaras de ella pero una única condición... Deberás evitar por todos los medios que alguien más fuera de nuestro entorno la vea ¿entendido?...- Kurenai al principio no pudo entender sus palabras, el hombre la miró severamente y no se atrevió a cuestionarlo. Se dio cuenta entonces que Asuma la veía de reojo, sus mejillas se tiñeron de rosa nuevamente.
Él sonrió para si mismo, definitivamente la joven le gustaba.
Estaba sentada sobre un sofá en el despacho del rey.
Con cuidado envolvió a la pequeña niña y el hijo del rey se acercó a observarla. Hinata se despertó y abrió sus hermosos ojos aperlados, su piel era extremadamente blanca y su escaso cabello era negro con destellos azules.
-Es muy bonita, ¿no es cierto?- Le preguntó Kurenai al niño, al mismo tiempo que él miraba entre asombrado y feliz al pequeño angelito.
-Si... Me gusta...- Dijo tranquilamente.
-¡Itachi! Ya es hora de que te vayas a dormir...- Una mujer, un poco mayor que ella hizo su aparición, era la esposa del Raikage. Junto a ésta se encontraba un niño que al parecer tendría entre dos y tres años. Él si que la miraba de una forma despectiva.
-Soy Uchiha Mikoto... Sígame, Kurenai... Le hemos arreglado una habitación en el ala oeste del castillo por estar mas cerca de la cocina y así la servidumbre estará a su disposición.- Ella le dedicó la más hermosa de las sonrisas y la joven se sintió menos cohibida.
Llegaron después de unos minutos. El cuarto era de medianas dimensiones, había una gran cama y sobre ella un vestido limpio. En la chimenea ardía un fuego vigoroso y el ambiente estaba templado. En una esquina de la habitación estaba una tina de madera llena de agua caliente. Por fin se relajaría, pues los pies la estaban matando. De repente la pequeña comenzó a llorar, estaba mojada y otra vez tenía hambre, por suerte Mikoto tenia ropa que había dejado Sasuke, quién era el hijo menor de los soberanos de aquel país.
La pelinegra baño a la niña y se sentía feliz de hacerlo, pues siempre había deseado tener una hija.
Hinata a pesar de tener solo unos días de nacida, movía las piernecitas como si estuviera nadando. Sasuke miraba intrigado a la pequeña, nunca había visto uno de "esos" como él le llamara. Las dos mujeres rieron ante su inocente observación.
Itachi las había acompañado pero ahora estaba dormitando en el sofá, ya que estaba próximo el amanecer y era preciso descansar después de una ajetreada noche. Mikoto mandó a llamar a una doméstica para que le trajera alimento para la pequeña y para su invitada. Cuando ya se había dormido, la acostó en la cama y tomo a sus hijos, despidiéndose de la doncella. Demás esta decir que los retoños de Mikoto no se querían ir, pues Itachi tenía sueño, mientras que Sasuke quería ver más a la niña de ojos claros.
-Muchas gracias, Lady Mikoto... No sé cómo corresponder a su ayuda, no...- Comenzó a llorar otra vez.
La joven señora se acercó y la abrazo. Kurenai correspondió asombrada.
-Toma un buen baño y descansa, has tenido unos días muy pesados...- Sin más se alejó.
Cuando se vio sola, se quitó con lentitud las botas y el mullido vestido entrando después a la tina, tratando de relajarse.
Se preguntaba una y otra vez, con que suerte habrían corrido las personas que habían sido casi como su familia. Aunque llorara no podía remediar la situación, era algo que estaba fuera de su alcance. Pero agradecía a Dios y a la familia Uchiha por darles resguardo en esa hora en que necesitaban protección.
Habían pasado varias semanas y las cosas seguían igual, porqué aún no había llegado información concreta de parte de los espías del Raikage, hasta ese día.
Estaban reunidos en el despacho todos los miembros del consejo, junto al rey y la reina, además de Kurenai y Asuma, esperando escuchar lo que aquel hombre tenia que decirles.
Las noticias eran desalentadoras.
La provincia Hyūga estaba incomunicada y al parecer nadie podía atravesar sus fronteras. Estaba prohibido prácticamente para cualquiera entrar o salir. Después de unos días hubo un éxodo masivo de personas que no eran nativas de la región, además se habían roto los nexos con el País del Fuego y se habían declarado una nación autónoma y hermética, unificándose después con el País del Té.
Pero de Hiashi y Haruka Hyūga no se pudo saber más nada.
Kurenai sufría con desesperación por la situación que ahora la separaba del lugar que una vez llego a considerar como su hogar, ahora veía con tristeza que prácticamente había desaparecido.
Cada día salía a la playa que estaba a metros de distancia del castillo. Con los pies descalzos caminaba sobre la arena y para ella la sensación era agradable. Casi siempre llevaba consigo a la pequeña Hinata pero este día se había abstenido de traerla, dejándola al cuidado de la reina, la cual se había encariñado con el precioso bebé.
Asuma algunas veces la seguía pero le daba pena hablar con ella, no se necesitaba ser un genio para no darse cuenta de la situación. Estaba totalmente enamorado de la linda castaña, pero no sabía si ella correspondería a su afecto. Mientras que su mente era una maraña de ideas, la joven se acercó hacia donde estaba él librando una batalla en su mente.
No había dejado de notar que muchas veces la observaba, pero aún ignoraba por qué no le dirigía ni siquiera la palabra, tal vez le caía mal... ¿Quién podría saberlo? Definitivamente tenía que preguntárselo.
-¿Señor Sarutobi?- Trató de llamar su atención, pero aquel varón solo la estaba ignorando por completo. Ella incluso se atrevió a pasar sus manos frente a los ojos del hombre hasta que él reparó en ella.
-Señorita Kurenai... - Soltó en un suspiró, que no paso desapercibido para la joven.
-¡Ejem! ¿Se siente bien?- Se aclaró la garganta y cuestionó un tanto confundida por su actitud.
Era bella, y no hallaba la forma de hacerlo. No era tímido pero esos ojos lo tenían hechizado, se sentía un tonto cursi y haciendo aplomo de fortaleza, se buscó en el bolsillo de la camisa aquel objeto.
-¿Te casarías conmigo?- Dicho esto se inclinó y le mostro un hermoso anillo.
-Yo... Y-yo...- Balbuceó la joven debido a la sorpresa que le ocasionó el pelinegro.
-No tienes que decidir ya... Simplemente, bueno... No sabía si decírtelo o no... Yo... Es mejor que me vaya...- Él se irguió y se dio la vuelta para alejarse de allí a toda prisa.
-¡ACEPTO!- Gritó la joven después de unos instantes, haciendo que el corazón de Asuma latiera desenfrenado. Después de hablarlo, decidieron que ellos se harían cargo de la heredera Hyūga pero alguien más los había escuchado.
El tiempo paso con rapidez y la boda se había llevado a cabo al amanecer. Las pocas pertenencias de la joven habían sido llevadas a la mansión de su ahora esposo, pero al ir a recoger a la nena, uno de los principitos estaba apostado frente a la puerta que daba a su antigua habitación. La joven lo observó fijamente y el niño la siguió sin quitarle los ojos de encima.
-¡No! No te la lleves...- Suplicó el pequeño Sasuke a Kurenai, cuando ella se inclinó sobre la cuna para llevarse a Hinata.
-Pero, príncipe... Necesito llevarla conmigo, no te preocupes, regresaré con ella.- Le dijo para tranquilizarlo.
-Es mentira, sabemos que te casaste con Asuma y ya no regresaras... ¡Queremos a Hinata!- Gritó Itachi que se acercó llorando y limpiándose la nariz con la manga de su traje.
-¡Es nuestra hermanita!- Vociferó el pequeño de los hermanos, apretando los puños.
-¡Pequeños!- Les habló su madre desde la puerta.
-¡Mamá! Por favor no dejes que se lleven a "Ojitos de luna"...- Imploró el mayor.
-¿A quién?- Pregunto algo sorprendida la Uchiha.
-A... "Ojitos de luna"... S-Sasuke... Él le dice así a Hina...- Trato de explicarle con vergüenza, al ver que su madre había indagado una vez más el extraño mote que le habían dado a la niña.
-Ay, Itachi... De eso hablaremos con Kurenai... ¿De acuerdo? Ahora, vayan a sus habitaciones y luego conversaremos con ustedes...- Les ordenó y ellos salieron obedientemente de la alcoba.
-¿Hablar? ¿De qué?- Preguntó la joven angustiada. la esposa del Raikage solo le pidió que la acompañara a la biblioteca, donde esperaban por ellas, Asuma y Fugaku.
Al sitio llegaron en unos minutos, Mikoto ahora era quien llevaba a Hinata en sus brazos. Luego las dos mujeres se sentaron en uno de los sillones que estaban en el lugar.
-Bien, el Raikage quiere hacerte una petición...- Comenzó Asuma para tranquilizar la castaña que a leguas se veía nerviosa.
-Lo escuchó, majestad...- Luego de que terminara Asuma de hablar, se giró hacia el rey del País del Rayo.
-Queremos adoptar a Hinata...- Le dijo sin rodeos.
-¿Qué?- No creía lo que estaba escuchando, inmediatamente se puso de pie debido a la sorpresa que le habian causado las palabras del hombre.
-Kurenai, no lo tomes a mal...- Suplicó la esposa del Uchiha.
-Pero, es que no... No pueden pedirme eso... Yo...- Replicó con la voz quebrada.
-Ella siempre estará a tu cuidado, solo deseamos que crezca como lo que es, una princesa...- Le hizo saber Fugaku con decisión.
-Kurenai, debes tranquilizarte. Debes entender que si Hiashi aun esta con vida, ella volvera con los suyos... No debes preocuparte por eso... - Le dijo conciliadoramente y ella con esas pocas palabras lo entendió de inmediato. No deseaban arrebatársela, simplemente querían cuidar de ella. De todos modos no sabía que había ocurrido con la familia de la nena, que ahora dormía plácidamente en los brazos de Lady Mikoto y que mejor que velar por su futuro.
-Bien, estoy de acuerdo... Lo hago por mi Hinata...- Contestó después de dudar por unos instantes.
-¡Gracias!- Respondió Mikoto casi al borde de las lagrimas. Porque no podía disimular su felicidad, ya que amaba a esa pequeña de ojos perlas desde el día en que llego a sus vidas y le tomo un gran cariño a Kurenai, llegándola a considerar como a una hermana.
-Pues, felicidades por su unión...- Dijo el Raikage cambiando de tema, dándole después la mano al General y vio de soslayo a su esposa, quien abrazaba con ternura a su nueva hija.
-Gracias Majestad, realmente era lo que más deseaba, casarme con esta preciosa dama...- Él se volteó y tomó de la mano a su esposa, plasmando después un cálido beso en los labios de esta. Kurenai sonrió con timidez a su muestra de afecto. Después observó a Hinata y se sintió feliz, porque así ya no estaría la chiquilla sola en el mundo, pues había más personas que habían decidido protegerla y que ademas, la amaban. Pudo comprobarlo al ver que Lord Uchiha habia tomado en brazos a Hinata, quien sonreía hacia su padre adoptivo.
Ya estaba todo arreglado para el porvenir de la heredera de los Hyūga, quien ahora sería la orgullosa portadora del apellido Uchiha.