Y finalmente, el día que tanto temia i tambien esperava, no voy a mentir, ha llegado :') estoy muy feliz de haver escrito esta historia y puedo decir con toda seguridad que esta es mi historia favorita de entre todas las mías! En fin, solo me queda agradeceros vuestro apoyo mientras la escribia, todos los follows, todos los favoritos i por encima de todo los que dejaron review y me dieron animos para que continuara. Consegui mi meta de llegar a los cien, algo que de verdad no crei posible :') Gracias, muchisima gracias a todos, y casi estoy a las 400 visitas de esta historia este mes!

Dejadme muchos reviews, para ver si os ha gustado o no, para ver si deberia hacer otra sobre la segunda guerra mundial aunque se que esta es irrepetible! De verdad, me ha gustado mucho escribirla para vosotros y la considero todo un exito! Gracias a todos mis lectores :')


Epílogo:

Hacía más de 50 años que veía aquello: aquella torre, aquella puerta, aquellos barracones, aquel tren y aquellos largos caminos que había recorrido tantas veces. Me parecía imposible de creer que volvía a estar allí pero mis ojos, a pesar de tener una edad, no me engañaban. Casi podía oír los gritos de desesperación, el ruido de las botas de los nazis o los gritos de los kapos. Al pasar por debajo de la puerta de la muerte, en Birkenau, todos los recuerdos que habían estado aplazados en mi mente habían vuelto.

Mi hija me tenía bien cogido por el brazo, para ayudarme a mover ya que a mis ochenta años ya no tenía tanta agilidad como la había tenido a los diecisiete, en aquel mismo lugar. Pero ese había sido mi deseo, moverme des de Roma hasta Polonia para poder ver una última vez aquel campo. Para mi mala suerte, Ludwig hacía solo dos años que nos había abandonado y había pasado a mejor vida, pero también sabía que él no quería volver allí.

Aunque para mi también hubieran sido unos días horribles no pude evitar sentir un deje de nostalgia, porque al fin y al cabo habían sido días, y yo había vivido muchas emociones allí dentro, perdidas, reencuentros... Mucha gente se sorprendía de ver a alguien tan viejo como yo allí pero en cuanto corrió un poco la voz entre los turistas de que yo era un superviviente mucha gente vino a preguntar y a saludar.

¿Quizás que te cuente un poco como acabo todo, no? Ludwig y yo pasamos el resto de nuestras vidas juntos, tal y como habíamos prometido. Después de la guerra nos fuimos a vivir a Itália, en Roma, donde yo había estado viviendo hasta entonces. La guerra había dejado a muchos niños sin padres así que tres años después recogimos una niña de cuatro años y la criamos como si fuera nuestra hija. Esta misma era quien me sujetaba del brazo para que no me cayese. Su marido y mis nietos la estaban esperando en casa pero ella había hecho el esfuerzo de acompañarme a Auschwitz y Birkenau.

Lovino murió solo tres años después de la guerra al contraer un cáncer, cosa que nos dejo a todos un poco hecho polvos. Gilbert inició una relación con el mismo ruso que nos ayudó al ser liberados, Ivan y ambos vivían en Kaliningrado aún. Kiku y Alfred vivieron un tiempo en Estados Unidos pero después se fueron a Japón dónde vivieron felices hasta el año pasado, cuando ambos perecieron.

La vida no fue fácil después de la guerra. Había miseria y hambre pero todos nos ayudamos mutuamente y conseguimos salir.

Y la verdad, aún habiendo vivido un infierno, no hubiera cambiado nada de mi pasado. De los errores la gente aprende, y de aquel error el mundo debía aprender y los que habíamos sobrevivido eramos los que teníamos que mantener la memoria viva, para que las generaciones futuras no cometieran los mismos errores que había sufrido la humanidad entera.

-¿Papá? ¿Estás bien?...- me preguntó mi hija, Judith. Le sonreí y le asegure que sí. La guía del campo estaba a mi lado todo el rato, haciendo preguntas que yo de buen grato respondía. Le explique mi historia con Ludwig, de la que todos quedaron asombrados.

¡Oh! Pude recuperar las cartas y mi diario. De vez en cuando las leía. Parecían tan lejanos, pero a la vez tan cercanos aquellos días. Los primeros días de guerra, en el escondite y como todos deseábamos que todo aquello terminara pronto.

Observaba los crematorios destrozados, volados. Los nazis habían intentando cubrir, esconder lo imposible. Destruir todas las pruebas de aquello. Pero no podían destruir nuestros recuerdos. Nuestro dolor.

Pise aquella tierra, aquella hierba que años atrás había tocado la sangre de miles de personas, aquellas paredes de los crematorios que habían oído los gritos de la gente, habían observado centenares, miles, millones de muertes. De repente, pare y señale uno de los barracones. Todo el grupo con el que iba miro el que yo había señalado con expectación.

-Fue allí...

-¿El que?- me preguntó mi hija.

-Allí era dónde dormía yo... Ese era mi barracon... Me acuerdo muy bien...

-¿Está seguro? Todos son muy iguales...- musitó la guía.

-¡Segurísimo! - le dije con una sonrisa. - Yo también creía eso cuando estuve aquí, que todos eran iguales , así que me tuve que aprender cual era el mío contando los barracones. Y ese era el mío. En la sexta fila, el segundo.

Haciendo una pequeña excepción me dejaron entrar a mi y a mi hija en el barracón. Todo estaba más limpio pero aún así, era igual. Los altillos de madera, lo que nosotros llamábamos cama. Acaricie con los dedos todo aquellos y no pude evitar emocionarme. Volver a estar allí después de tantos años... Era como revivir el pasado, tenía la sensación de volver a ser joven, de tener que salir al patio a hacer el recuento y después trabajar hasta la caída del sol. Mi hija me abrazo con una sonrisa y los ojos llorosos.

-¿Estas bien? ¿Te quieres marchar?

-No... Aún no...

Fuimos caminando a lo largo del camino principal hasta llegar al memorial que había al final de todo, al lado de las cámaras de gas derrumbadas.

Deje mi bastón a mi hija y busqué dentro de mi americana de pana una cosa. De allí, con una pequeña sonrisa, saque una rosa, un poco seca ya pero aún conservaba su color rojo. Baje un poco y la deje encima del memorial y después, con un pequeño sollozo recordé a todos los que perdí en la guerra, y a todos los compañeros que perecieron en ella. Y de nuevo, me acorde de la frase que me recordó mi hermano el día que volví a ver a Ludwig.

Quien salva una vida, salva el mundo entero.

The end


La última frase la he sacado de la lista de Schindler aunque en el Talmund también pone esa frase. De nuevo, muchas gracias a todos y todas :)

¿Reviews?

Sayonaraa