HOLA A TODOS! es un agrado para mi volver! y más con esta historia con la que me he divertido mucho escribiendo. Es algo asi como la segunda parte de mi otro fanfic, "RAYOS Y TRUENOS" espero q les guste.

ATENCION: tu lector, si estas leyendo esto y no has leido esa otra historia mia, "Rayos y Truenos, te aconsejo q te detengas y leas la otra primero...no es esencial, pero explica un par de cosas q en este fic suceden. Lo repito, solo a modo de sugerencia es esto.

Sin más preambulos...

DISFRUTEN!


Capítulo I

Astrid se encontraba cortando leña. La mañana estaba muy fría y completamente nublada. Lo positivo era que no había vestigio alguno de tormenta. Es más… hacía tres semanas que no se desataba una tormenta en Berk, lo que era bueno, porque las tormentas no eran de su agrado …aunque de no ser por aquella noche de relámpagos y truenos no estaría durmiendo al lado de Hipo cada noche desde aquel día.

De seguro su padre la cortaría en pedacitos y luego los echaría al fuego si supiera que duerme en la misma cama que el hijo del jefe. ¡Sería un completo escandalo!

Pero no había modo de que se enterase alguien a menos que de la noche a la mañana y por arte de magia Chimuelo aprendiese a hablar.

El sonido familiar de una puerta abriéndose la hizo dirigir su mirada hacia el frente, sacándola de sus pensamientos. Era Hipo. Astrid resopló con impaciencia. Cuidar a Hipo se estaba convirtiendo en la tarea más difícil de realizar desde que tuvo que aprender a cocinar (algo que por obligación tuvo que hacer luego de la muerte de su madre).

- ¿Que haces ahí parado?, te puedes resfriar y créeme que es lo último que necesitamos – dijo Astrid bastante molesta.

Hipo se le quedo viendo por unos segundos, como si quisiese decir algo, pero luego dio media vuelta y volvió a la casa. Astrid solo negó con la cabeza y continuó con su tarea de cortar leña. Hipo a veces se comportaba de una manera muy extraña, pensó la rubia vikinga.

Pasaron un par de minutos cuando escuchó unos pasos aproximarse hacia ella.

- ¿Qué tal Astrid? – era Patán - pasaba por aquí y me preguntaba si estarías libre alguno de estos di... – pero antes de terminar un fuerte ruido de portazo lo interrumpió.

- ¡Hipo¡, no te dije que te quedaras adentro, hace demasiado frio aquí afuera – exclamó Astrid bastante exasperada (aunque la culpa no era del todo de Hipo).

- Si, lo sé… solo…solo quería saber si necesitabas ayuda – contesto el chico de cabello café-rojizo.

Por alguna razón algo en su rostro no estaba bien….parecía… ¿molesto? ¿Será que le la herida le estaba molestando? Astrid no perdió tiempo. Tomo la pila de troncos partidos, se dio media vuelta dejando a Patán hablando solo y se dirigió hacia la casa. Dejó la pila al lado de la chimenea y se acercó a Hipo. Primero puso su mano sobre su frente y sus mejillas para comprobar su tenía temperatura alta. Al parecer no tenía.

- Astrid estoy bien – dijo el chico zafándose de las manos de la rubia vikinga.

- ¿Estas seguro?- preguntó ella sin aún creer en las palabras de Hipo

- Si, lo estoy – contestó Hipo – mejor, porqué no me dices que quería Patán…definitivamente no venía a saber como estaba yo – comentó.

- Creo que me estaba invitando a no sé que, en no sé donde y no sé cuando – comentó desinteresadamente – realmente no le presté mucha atención – agregó, mientras apilaba los troncos al lado de la chimenea y ponía unos cuantos al fuego.

Esa misma tarde Hipo se encontraba en su habitación realizando algunas anotaciones en su libreta, o eso intentaba, ya que una y otra vez se le venía a la mente la imagen de esa mañana. Patán y Astrid. Era cierto que él y Astrid no eran nada, pero eso no le daba derecho a Patán de llegar a su casa y molestar a Astrid.

La sensación de verlos juntos le caía como patada en el estómago. ¡Si hasta parecía que escuchaba su voz!. Un momento… sí era su voz. Pero no estaba solo.

Desde el primer piso varias voces se escucharon sacando a Hipo de su concentración. Dejo sus cosas a un lado y decidió bajar para averiguar quienes eran. Pero apenas abrió la puerta unos fuertes brazos lo envolvieron en un apretado abrazo.

- ¡HIPO!, me alegra verte mejor – no podía ser otro que Bocón - no te he visto últimamente, Astrid no te deja salir ¿cierto? – una carcajada sonora taladró los pobres oídos de Hipo.

Al bajar al primer piso Hipo se encontró con que todos sus amigos estaban en su casa esa noche. Patapez, Brutacio, Brutilda, Bocón… y Patán. No obstante, este último no parecía tener el más mínimo interés en saber de su salud, y aunque lo tuviera a Hipo no le importaba en lo más mínimo tenerlo en su casa.

Mientras todos sus amigos le estaban felicitando por mantenerse vivo, Patán se encontraba apoyado en un mueble al lado de Astrid (demasiado cerca para el gusto de Hipo) y le hablaba de alguna cosa que desde su posición no alcanzaba a escuchar.

- Y cuéntanos Hipo - comenzó a decir Brutacio – ¿que tal la vida con Astrid? – dijo logrando risas entre los presentes y el sonrojo del chico.

- Bueno…creo que bien – logro articular – Astrid es muy buena enfermera – dijo. Astrid le dedico una tierna sonrisa desde el otro lado de la sala.

- Pues me gustaría estar enfermo – comentó Patán acercándose un poco más a Astrid. Hipo notó aquella maniobra y definitivamente le molestó, pero no fue necesario hacer algo ya que Astrid por su propia cuenta se apartó del chico.

- No trabajo con animales – contestó mordazmente mientras se ubicaba en otra parte de la sala, lejos de Patán. Las carcajadas de los presentes se escucharon casi por todo Berk.

- ¿Oye y no necesitas a alguien más que te ayude? – preguntó Brutilda inclinándose hacia Hipo que se encontraba sentado.

- No - contestó tajantemente Astrid apartando a Brutilda de Hipo, antes siquiera de que este notará la peligrosa cercanía del rostro de ella al suyo.

- Sucede que los "Soldaditos del Amor" requieren de privacidad para hacer sus cosas – rió Brutacio.

Astrid solo lo observó molesta, pero evidentemente sonrojada, tanto o más que Hipo.

- Chicos, no es mi intención echarlos, pero Hipo tiene que descansar – declaró Astrid, una vez se le pasó el sonrojo.

- ¡Vamos Astrid, si apenas acabamos de llegar! – exclamó Brutilda.

- Esta bien Astrid – dijo Hipo conciliador – aún es temprano – agregó con una sonrisa en su rostro.

- ¿Y en todo momento Astrid está contigo?, porque si no s así podrías decirle que acepte salir conmigo primito – dijo Patán poniendo un brazo alrededor de Hipo. La sonrisa de este se esfumó de inmediato.

- En todo momento estoy cuidando de Hipo – intervino Astrid – y ni aunque tuviera tiempo libre saldría contigo – dijo firmemente. Hipo se alegró internamente con esa respuesta. No soportaba ver a Patán coqueteando con Astrid. Le enfurecía, pero lo bueno era que Astrid tampoco tenía ningún interés en él. O eso parecía.

Patán era grande, musculoso, fuerte, muy popular tanto entre hombres, como mujeres y hasta un tiempo atrás era el candidato más probable a convertirse en el próximo jefe y marido de Astrid (eso último por la gran simpatía de éste con el Sr. Hofferson….simpatía que aún hoy mantenía).

Frente a eso….realmente Hipo se sentía en desventaja. Él no era más que un flacucho desadaptado con demasiadas ideas en la cabeza, una increíble capacidad para meter la pata en donde fuera y una nula habilidad de lucha vikinga. Y a todo eso había que agregarle el hecho de que él y Astrid no eran novios, por lo tanto no tenía ningún derecho sobre ella.

Hipo se encontraba tan enfrascado en sus pensamientos que ni notó el momento en el que Astrid se acercó a él.

- ¿Hipo? – Astrid se puso frente al chico y acaricio suavemente su mejilla en un intento por hacerlo reaccionar. Hipo no reaccionó de inmediato, pero la cálida mano de Astrid no tardó en hacer su efecto.

Casi como si le hubiese pegado choque eléctrico, Hipo se levantó de la silla en la que estaba sentado botándola en su acción.

- ¡Hipo! – exclamó Astrid con preocupación.

- Estoy bien…si…de verdad – dijo apresuradamente – solo estoy algo cansado y creo que quiero ir a dormir un poco.

- Ya escucharon a Hipo – declaró Astrid – ¡fuera todos!

- ¡Pero si ni siquiera hemos comido! – exclamó Brutacio.

- ¿Y tu creías que yo iba a cocinar para todos ustedes? – preguntó con fastidio.

- Claro que no linda – dijo Patán petulantemente poniendo su brazo alrededor de la cintura de Astrid. – realmente estaba pensando que podrías venir conmigo, a mi casa, a comer juntos, por supuesto. Y créeme que no te arrepentirás del postre – dijo haciendo un gesto muy sugerente hacia el mismo.

Tanto como Hipo como Astrid quedaron en estado de shock. Astrid por la osadía de Patán en tocarla e Hipo por eso mismo y por el tipo de proposición que este le había hecho.

Fue Astrid quien reaccionó primero golpeando a Patán de lleno en la mandíbula.

- ¡JAMAS! vuelvas a acercarte a mi – dijo en un susurro amenazante.

Para cuando todos se fueron y la casa volvió a la paz y tranquilidad Hipo ya no estaba. Astrid ni siquiera notó el momento en el que el joven vikingo se había ido de la sala.

Cuando Astrid subió a la habitación de Hipo, este ya se encontraba durmiendo. Su dragón, fiel como siempre, se encontraba bien enroscado a un costado de la cama. Este al escucharla entrar a la habitación levanto su rostro.

- Esta dormido, ¿no?, - preguntó Astrid a Chimuelo. El dragón dirigió su rostro a Hipo y lo observo por unos instantes. Luego dio un pequeño bufido de asentimiento y volvió a su posición inicial para dormir.

Astrid observó por unos minutos más a Hipo. Desde la noche de tormenta habían estado durmiendo juntos. Eso le agradaba mucho. Sentían un calor tan especial al estar cerca de Hipo. Era una sensación que llenaba todos y cada uno de los espacios en su ser. Sin mencionar ese hormigueo constante en la boca del estomago que se transformaba en una manada de dragones pateando cuando sentía la piel de Hipo tocando la suya.

Esa noche en cambio, y a decir verdad desde hace semanas, Hipo se estaba comportando de una manera extraña. Era difícil de explicar. Simplemente estaba extraño. Como si constantemente algo le molestara, como si… alguien le molestara.

Como si alguien le molestara. Seria posible…

Astrid no cabía en su sorpresa. Ella.

Era ella misma su molestia. ¡Por supuesto! Como no darse cuenta antes. Llevaba semanas comportándose extraño y eso desde que comenzaron a dormir juntos. De seguro era una situación que le estaba incomodando en sobremanera y por eso se estaba comportando así. Y aún peor no sabía como decírselo. ¡Por eso se le quedaba viendo, por eso se encerraba en su habitación, por eso se ponía tan nervioso junto a ella¡

Astrid miró con tristeza a Hipo. Estaba acostado hacia el costado que daba a la pared de la cama con un espacio al lado. Un espacio justo como para que alguien se acostara a su lado. Un espacio justo como para ella. Pero esa noche Astrid no se acostaría con él. Ni esa, ni ninguna más.

Porque ahora comprendía todo.


Muchas gracias a todos los valientes que llegaron hasta acá. Cualquier duda, comentario, critica (ojala y sea constructiva) o sugerencia pueden hacerla a traves de un review, con gusto los contestaré ( no hay nada que me ponga más feliz que ver un review ^^)

Les informo que de esta historia solo constará de dos capitulos, asi q en un par de días subo el siguiente. Por ahora dejaremos el suspenso...(jejejeje)

cariños a todos y gracias otra vez!

ATTE

VEDDARTHA