Nota de Autora: Nada me pertenece. Todo es de la WB y de J.K.

Para quienes no se acuerden de esta historia, la trama es fácil: Ginny se iba a casar con Draco, hasta que conoce a Harry y huye con él. Harry solia salir con Hermione, y él la deja a través de un burdo pergamino. Mientras tanto Ron es el encargado por Molly para averiguar dónde está su hija. Y Draco, Draco aún no se da por vencido.


Capítulo Cuatro

Heathrow.

Había más gente que en la última copa mundial de quidditch. El zumbido que hacían las personas le daba la sensación de estar en el centro de un panal de abejas asesinas más que en un aeropuerto.

Ginny no estaba absolutamente segura de querer subirse a un avión. No le gustaban en absoluto. Una vez, un par de años atrás, cuando su equipo perdió el traslador tuvieron que viajar de emergencia, en un vuelo de Britsh Airlines con destino a Noruega. Ginny creía que parte de su alma se quedó pegada en la butaca. Fue un viaje espantoso, lleno de sobresaltos, de ruidos horribles y lo peor de todo es que el cielo no se veía ni la mitad de maravilloso que arriba de una escoba. ¡Y cobraban un dineral por esa experiencia traumática! Ni siquiera la coca cola que le dieron a bordo fue capaz de compensar los malos ratos vividos. Harry insistía que era mejor viajar así, del modo muggle, porque entonces podrían intentar evitar a la prensa que él imaginaba apostada en el Ministerio de Magia de Inglaterra. A Ginny la prensa le importaba un rábano, pero para Harry el tema parecía delicado, así que luego de un intercambio de opiniones nada pacífico decidió ceder. No porque pensara que un vuelo no la mataría, sino porque no quería correr el riesgo de encontrarse con su padre, con Ron o con Percy. O peor aún, con Lucius Malfoy en las mismísimas dependencias del Ministerio.

En el aeropuerto, Harry insistió que Ginny no se sacase los lentes de sol. Le regaló un pañuelo de seda que compró en una tienda llena de chucherías y lo ató sobre su pelo.

-Pareces una estrella de cine de los años 50's.

-¿Sabes que no tengo idea de lo que estás hablando, cierto?

Harry le sonrió antes de darle un beso desenfadado en los labios. –Cuando lleguemos a casa te llevaré al cine. Te va a encantar.

Ginny no supo que contestar. No sabría si le iba a gustar o no, así que prefirió guardar silencio. Harry compró dos tés helados en un pequeño Starbucks y caminaron hasta encontraron un par de asientos desocupados cerca de la puerta por la cual debían abordar. Harry aún parecía un tanto preocupado por la prensa. Y Ginny seguía pensando que un viaje en escoba sería mucho, mucho, mucho, mucho mejor y mucho menos arriesgado.

Pero, aunque prefería estar en las profundidades de un océano antes que decírselo a Harry en voz alta, el riesgo la excitaba. O el riesgo al lado de él. No podía evitar sentirse como una niña de once años que se apresta a viajar por primera vez en el Expreso de Hogwarts. La mezcla de angustia y de ansiedad la hacía vibrar, justo como antes de un importante partido. Harry tenía esa facilidad para hacerla sentir de ese modo tan extraño. Como si estuviese bajo los efectos de una extraña y peligrosa poción.

-¿Sabes que más te va a gustar, Ginny? El quidditch. Allá es distinto que acá, es un poco más violento porque es más rápido…

Ginny le miró ofendida. –Estoy segura que el quidditch de acá no tiene nada que envidiarle...

-Uhm. No, no tiene nada que envidiar, pero es distinto. Tenemos que ir a ver algunos partidos de la liga.

-No sé si me guste mirar cómo juegan otros... –Harry la miró confundido. –No me malinterpretes, me encanta el quidditch, pero no me siento cómoda mirando…Me siento algo ansiosa.

La risotada de Harry hizo que dos señoras de edad voltearan a mirarle mal. Como si hubiese dicho algo que las ofendiera, pero él no pareció prestarles atención.

Ginny en cambio se sintió contagiada por la risa de Harry, se sentía extrañamente feliz. Sabía que no podía sentirse así, pero no había nada que ella pudiese hacer evitar esa sensación de burbujas en su pecho. O casi nada. Hubiese sido la mujer más feliz del mundo si no fuera por la existencia de esa tal Hermione, que había sido la novia de Harry hasta hace pocas horas atrás. Y de Draco, por supuesto.

Mientras la gente cruzaba el aeropuerto con rápidas zancadas y con cara de preocupación, Ginny no pudo evitar preguntar cómo estaría él. Dónde estaría. Qué estaría haciendo. Y si estaría pensando en ella, y odiándole mucho. Por supuesto que sí, pensó. Eso le molestaba de sobre manera, no quería que Draco la odiara. No se sentía capaz de vivir con ello. Nunca había conocido a nadie que le quisiera tanto como él, alguien que se preocupara por ella y que intentara hacerla feliz a toda costa. Ginny estaba segura que si ella le hubiese pedido una montaña, él hubiese trabajado incansablemente hasta arrancar las rocas de los cimientos y llevarla en sus hombros hasta colocarla a sus pies. La idea de ese tipo de esfuerzos la halagaba y la sorprendía.

Y le atemorizaban.

A ratos Ginny creía que Draco no tenía voluntad, no tenía una vida propia o una personalidad. Parecía un ser completamente absorbido por ella, y en verdad, eso era una de las cosas que más le molestaban.

No pudo evitar mirar de reojo a Harry y preguntarse si él se sentía igual que Draco. Con esa necesidad compulsiva de complacerla hasta en el más mínimo detalle. Prefirió no seguir por esos derroteros y deshacerse de esos pensamientos tristes y teñidos de culpa.

-¿Harry, cómo es tu novia?

Él la miró con una mezcla de sorpresa y diversión. -¿Por qué? No me dirás que estás celosa…

A decir verdad, Ginny no sabía si sentirse celos o pena de ella.

-No, no lo estoy. –Contestó. Es sólo… un poco de curiosidad.

Harry torció el gesto y bebió un sorbo de su té. –No es tan bonita como tú. Tampoco es un troll sacada de una grieta profunda del gran cañón. Es un poco más baja que tú, tiene el pelo castaño y rizado. Es muy inteligente y bastante trabajólica. Le gusta leer, ir a museos, no le gusta salir de noche y no le gusta el quidditch. Ni ningún otro deporte. A ella le gustan las runas y la política, básicamente.

-¿Y ella te quiere mucho? –Cuando escuchó su propia voz se sorprendió de haber dicho eso.

Harry la observó con más detenimiento. –¿Estás pensando en Draco, cierto?

-No. No estoy pensando en él. –Mintió ella con dificultad.

-Uhm. –Harry murmuró lentamente al tiempo que ladeaba ligeramente la cabeza, como si intentara ver un nuevo ángulo de ella. –No lo sé. Supongo que sí. Pero tampoco me quiere como…

-¿Cómo qué? –Interrumpió ella, acercándose un poco a Harry.

-No me quiere como yo te quiero a ti. –Dijo él finalmente.

Ginny no sabía qué pensar en situaciones así. Harry le había dicho más de una vez que la quería. Que estaba enamorado de ella. Y lo peor de todo es que parecía sincero. Ginny intentaba explicar aquello en su teoría de la química que ambos tenían. No podía negarlo, el sexo con Harry era maravilloso y creía que esos "sentimientos" que Harry decía tener por ella eran la prolongación de esas sensaciones. Una estúpida obnubilación. A Ginny le gustaba pensar que él solo estaba confundido. Igual que ella. Y pensaba que mientras esas sensaciones permanecieran, estaba bien pasar algún tiempo juntos.

El brazo de Harry se posó en sus hombros de un modo posesivo. Con un ligero movimiento la acercó a él hasta que sus pechos rozaban la tela de su camisa y le besó ligeramente en los labios. Su boca estaba fría y sabía a té y a limón. Luego comenzó a besarla por el borde de sus mejillas hasta llegar a su oreja. -¿Sabes, Ginny? –Dijo en su oído, su aliento ardía en su piel. –Creo que sí estabas pensando en Draco. –El nombre de su ex novio le hizo tensarse más aún. -…pero no me importa. ¿Quieres saber por qué? –Ginny cerró los ojos un segundo, sintiéndose completamente cautiva del murmullo ronco que agitaba su respiración. –Porque sé que ahora mismo ya no estás pensando en él. Sino en mí. –la lengua de Harry le acarició el borde de la oreja haciendo que un escalofrío bajase por su columna. –Y sé que también estás pensando en algún lugar de este aeropuerto donde podamos irnos y dejarme tocarte como he estado deseando hacerlo toda la tarde. Y estoy completamente seguro que si ahora meto la mano bajo tu ropa, estarás algo mojada. –Ginny, sin abrir los ojos exhaló todo el aire que estaba dentro de ella, completamente acalorada.

–Ahora deja de pensar en tonterías y bésame.

Harry tiró del nudo del pañuelo que estaba bajo su mentón. Y afirmándola desde ahí, le besó sin ningún recato, dejándola hecha un manojo de jadeos silenciados en su garganta. Harry le mordió el labio con tal ferocidad que parecía que quisiera dejarle una marca o tener un trozo de ella para siempre. Ginny podía sentir sus dientes marcados en el interior de su boca y un ligero sabor metálico, pero no le importó. Harry suavemente retiró su lengua y luego los labios; alejó su cara lentamente, pero solo un centímetro de la suya. Sus labios flotando a un centímetro de los labios de Ginny quien no podía detenerse, y que no quería que él se detuviera, se sentía completamente a su merced. Que tomara eso y todo lo que quisiera con tal de que no dejara de besarla tal como lo estaba haciendo. Y las miles de personas que les rodeaban, ya poco le importaban. O mucho. Porque si no es por ellas, Ginny hubiese desabotonado la camisa de Harry y le hubiese besado en el cuello, en el pecho y en el ombligo. Hubiese tocado cada onda de su abdomen, como un viajero que recorre las tierras duras del desierto por primera vez en busca de agua. Y le hubiese tocado ahí mismo, sólo para sentir que él se descolocaba tanto como ella.

Harry se separó nuevamente de ella con la respiración acelerada. –Eso fue un poco…

-… intenso. –Dijo ella, acompasando su respiración y acomodándose algunos mechones de pelo que se habían escapado del pañuelo. Intentando reunir los átomos de cordura que había dejado disipar.

Harry aún no sacaba su mano de la cintura de Ginny. Y ella sentía que el calor de sus dedos atravesaba la tela y se extendía por toda su piel. De pronto escuchó la voz gangosa de una mujer, que repetía con poca claridad una frase. Ella intentó prestar atención, mientras Harry movía lentamente los dedos por su ropa.

"Último llamado para abordar a los pasajeros del vuelo A-115 de las 17:15 horas de la línea American Airlines, con destino a Nueva York. Repito. Último llamado para abordar el vuelo A-115 de las 17:15 de la línea American Airlines, con destino a Nueva York."

Ella se puso de pie inmediatamente. Y Harry soltó una carcajada cuando comprendió lo que decía la mujer por los altavoces. Volvió a poner la mano sobre Ginny, esta vez en la curva de su espalda y se acercó nuevamente a su oreja.

-Ginny, no te basta con hacerme perder la cabeza. Ahora quieres que comience a perder los vuelos también.

Ernie MacMillan ya había reparado el dibujo que estaba sobre el suelo de la sala.

Ron no podía creer que estuviese otra noche en la casa de Ernie. No sólo notó el avance de su antiguo compañero en sus mapas genealógicos sino también que el olor a sopa persistía en el lugar, pero esta vez no se le parecía tan apetitoso, sino todo lo contrario. La sala olía a sopa descompuesta. Si no fuese por esa maldita lechuza que lo picó en los brazos cuando volvió de dejar a Luna, él no estaría ahí. Estaría buscando a su hermana, aunque fuese implorándole a Draco para que él le dijese donde estaba. O mejor aún, estaría comiendo con Luna, celebrando porque por fin tenía un trabajo. Pero no. Estaba ahí en la casa apestosa de Ernie, porque supuestamente él tenía algunas cosas que le podían ayudar con su "investigación".

Ay, Ginny. –Murmuró. –Estas me las vas a pagar todas. –Dijo frunciendo la nariz y mirando las pequeñas heridas que la lechuza de Ernie le había causado. Esa horrible lechuza le estaba esperando la noche anterior en la verja y cuando él apareció, la lechuza se asustó tanto que le atacó como si fuese un cazador furtivo.

Después de varias heridas, le entregó un escueto pergamino, que decía básicamente que debía ir tan pronto como le fuese posible. Pero Ron pensó que un día más o un día menos no suponía una gran diferencia. Y ese día ya había sido lo suficientemente largo. Pero antes de irse a la cama, le pidió ayuda a su madre para curar las pequeñas heridas que la lechuza le dejó, y entonces la encontró a ella llorando en su habitación mirando fotografías antiguas. Fotografías de Ginny y el resto de sus hermanos cuando eran pequeños.

Así que Ron, completamente frustrado sólo esperaba que Ernie tuviese algo bueno. Una pista real. O mejor aún, la dirección de ese tipo acompañada de un pequeño resumen de su ficha clínica para saber dónde tenía que pegarle más fuerte.

Ernie entró a la sala cargado con un fajo de pergaminos y recortes de diarios.

-Acá está. –Dijo invitando a Ron a sentarse en una silla del comedor. –Estos son los papeles de los que te hablé. –Y puso frente a Ron una pequeña pila con varios documentos.

Ron tomó con cuidado las piezas de pergamino y la primera que seleccionó fue una ficha escrita con la letra ampulosa de Ernie. Comenzó a leer rápidamente.

James Potter. 27 de Marzo de 1960 – 30 de Marzo de 1981. Hijo único de Dorea y Charlus Potter. Brillante alumno de Hogwarts. Premio anual de la escuela. Extraordinario jugador de quiditch de los Tornados, Puddlemore United y la selección nacional de Inglaterra. Luego se mudó a Estados Unidos y participó en la liga mayor de quidditch de ese país. Casado con Lily Evans, luego Lily Potter. Padre de Harry. Falleció trágicamente en un atentado…

-¿Me estás diciendo que Harry Plotter es en realidad Harry Potter? –preguntó Ron con los ojos fuera de sí.

-Eso creo. De hecho, estoy seguro que el nombre que me diste, no existe. Es Harry Potter.

-¿Y este tal Harry Potter es el hijo de James Potter? –Preguntó Ron, completamente descolocado.

-Me temo que sí.

"La puta madre." Pensó Ron inmediatamente. "El mal nacido" con el que estaba su hermana, su pequeña hermana, era hijo de uno de los ídolos del quidditch más famoso que había existido en la historia de toda Gran Bretaña. Y con más dinero también. ¡Era hijo de un maldito héroe nacional! Ron suspiró pesadamente. No tenía idea quién era ese tipo. Ni donde estaba. Ni que hacía. Ni donde vivía. Ni donde estudió. Ni qué clase de persona era. Lo único que sabía es que se llamaba Harry Plotter. No, Potter. Harry Potter. Y que el muy cabrón era hijo de James Potter, estrella internacional del quidditch. Quizás podría pedirle algún recuerdo de su padre, cuando descubriera donde mantenía oculta a Ginny. No, no. Pensó inmediatamente. No, ese cabrón está pervirtiendo a mi hermana. Y Draco… Draco cuando se enterara sería otra historia.

Ron se sentía en medio de la trinchera de una guerra que se alzaría. A él lo único que le interesaba era rescatar a su hermana. Y una vez que ella estuviera muy lejos del alcance del ataque, él volvería a apoyar a su amigo Draco. Y cuando Draco destruyera a Harry Plotter. NO. Potter. Harry Potter. Y cuando acabara con Harry Potter, él saquearía sus restos, buscando algún recuerdo de James Potter y entonces sería la envidia de los gemelos.

Ese era un buen plan.

-Acá está la ficha de Lily Potter. –Dijo Ernie acercándole otro papel.

Lily Evans. De casada Lily Potter. 30 de Enero de 1960 – 30 de Marzo de 1981. Hija menor de dos hermanas, proveniente de una familia muggle. Lily asistió a Hogwarts siendo una destacada alumna en diversas materias como pociones y encantamientos. Premio Anual de la escuela. Al finalizar sus estudios en Hogwarts se mudó a Estados Unidos para estudiar en la escuela mundial mágica de diplomacia y trato justo hacia los muggles. Trabajó como intermediaria entre el Ministro de Magia de los Estados Unidos y el Presidente de los muggles de ese país. Casada con James Potter. Tuvo un único hijo, llamado Harry. Falleció en un horrible atentado…

Esta vez Ron leyó con mayor detenimiento la ficha. El nombre de ella no le sonaba de nada. Se fijó nuevamente en la ficha y reparó en la fecha de muerte de ambos. Era la misma, y ambos habían muerto el mismo día y en las mismas condiciones. Ron comenzó a calcular y se dio cuenta que los padres de Harry habían fallecido siendo realmente jóvenes. Nunca se había dado cuenta que James Potter sólo tenía 21 años cuando murió. Ron sintió una sensación de incomodidad. Le pareció estar leyendo algo privado, el diario de vida de alguien. Y disectar sin ningún escrúpulo los hechos importantes de la vida de alguien como si se tratase de separar la avena de la paja.

Suspiró nuevamente mientras tomaba un recorte. Porque consideró que este no era un momento para sentir pena y consideración.

-Los Potter eran descendientes de una antigua y poderosa familia de magos ingleses.

-Son. –Dijo Ron. –Todavía existen…está este tal Harry.

-Cierto. –Acotó Ernie. -¿Y en qué lio se metió este tal Harry?

Ron sintió un golpe en el estómago. De pronto le pareció que el olor a sopa era más apestoso que cinco minutos atrás. ¿Qué le iba a decir? No, Ernie, no te preocupes. Harry Potter solo se está…perjudicando… a mi hermana Ginny.

-Ernie, puedo usar tu baño, por favor. –Preguntó Ron, buscando la salida perfecta.

-Por supuesto. Está al final de pasillo.

El baño de Ernie era espacioso y lleno de luz. Ron abrió el grifo y se lavó la cara con agua fría. No había caso. Su hermana no podía huir con el hijo del campesino de la otra esquina. No, tenía que ser "escandaloso". Tenía que ser una gran noticia. Algo de lo que todo el mundo quisiera hablar y comentar fuera de la tienda de su madre.

¿Y Charlie? Charlie iba a desfallecer de gozo cuando supiera. Ron podía jurar que si supiera haría una fiesta en casa junto con los gemelos. Maldijo su suerte una vez más. Se secó la cara y volvió a la Sala. Dean leía un trozo de periódico antiguo que tenía un recorte pequeño.

-Ernie, ¿no tienes una ficha de Harry Potter?

-No. Sobre él no tengo nada y he buscado información toda la tarde. Así que cualquier cosa que pudieras averiguar te pediría que la me enviaras.

-¿Qué estás viendo?

-Una noticia antigua de James Potter. Mira. A lo mejor te puede servir.

El recorte del periódico estaba amarillento por el transcurso del tiempo. En ella había una pequeña foto de tres personas: dos hombres y una mujer. La mujer tenía el pelo largo y rojo y unos bonitos ojos verdes. A Ron le pareció que los ojos eran iguales a los de ese hombre que le llevó a su casa, cuando él estaba completamente borracho. Ella vestía un traje de novia y uno de los hombres la abrazaba. Era exactamente igual a ese tipo. Al tipo que le llevó de vuelta a casa. Y al otro lado de la pareja había un hombre un poco más alto, de cabello oscuro, que sonreía encantadoramente pero no a la cámara. Ron se imaginó que quizás le sonreía a quien hizo la fotografía, y sin saber por qué, sospechó que era una mujer.

"Londres, 18 de Febrero de 1979. James Potter finalmente se casó. La afortunada es su antigua compañera de colegio, Lily Evans, con quien llevaba cerca de dos años saliendo. La pareja celebró una íntima recepción en Londres y nos enteramos en exclusiva que se irían de luna de miel al Caribe, gracias al regalo de un amigo, Sirius Black. –Ron intentó pensar de dónde le sonaba ese nombre. Sirius, repitió. Pero nada vino a su cabeza. –…A la fiesta asistió Albus Dumbledore, Minerva MacGonagall, y el Ministro de magia, Rudolph Temerick. La pareja declinó hacer declaraciones, señalando que preferían mantener el resto de los detalles en la más estricta reserva."

-¿Ernie, crees que me pueda llevar estos recortes?

-Eh. –El joven pareció pensarlo un segundo. –¡Qué complicado! –Se quejó. –No tienes idea de lo que cuestan encontrar material. Pero supongo que puedo soportar que los tengas un par de días.

-Gracias, Ernie. Estoy en una gran deuda contigo.

-Con que me invites a comer una noche estoy más que saldado. –Ron pensó que con ese olor a sopa que impregnaba la casa cualquiera pediría lo mismo. –Aunque no te olvides de enviarme cualquier dato de ese chico Potter para completar la investigación.

Pensó en ir a visitar a Draco y contarle sobre lo que Ernie había descubierto. Pero lo consideró una vez más y descubrió que no era tan buena idea. No tenía muchos datos. Lo único que sabía es que ese tal Harry era el hijo de un ídolo nacional y nada más. El desgraciado parecía un maldito fantasma. Ron decidió irse a su casa. Primero necesitaba tener más información.

Cuando llegó a la madriguera, vio que el pequeño cuarto en donde su padre solía disfrutar de su tiempo libre, tenía las luces encendidas. La gravilla sonaba bajo sus pies y se fue directo hacia ese cuarto, lleno de cachivaches muggles a medio funcionar. Ron no sabía cómo abordar el tema con Arthur y parecer casual. Además su padre, que era un hombre reservado, era demasiado observador. Se quedó afuera unos segundos, buscando la mejor manera para que el tema pareciese accidental. Caminó arrepentido dos veces en dirección a la casa, intentado olvidarse de todo el asunto, pero siempre terminaba por darse la vuelta. De pronto la puerta se abrió y su padre se asomó por ella.

-Entra, Ron, me estás volviendo loco. Desde aquí puedo escuchar como suena tu cerebro.

Ron exhaló pesadamente y entró hacia el cuarto de su padre.

-¿Y? Dijo el Señor Weasley mientras retiraba los anteojos de su cara. -¿Qué sucede ahora?

-¿Conoces a James Potter?

-¿Quién no conoce a James Potter, hijo?

-Pero además de que era una estrella de quidditch, ¿sabes algo más de él?

-Bueno. –Dijo Arthur, frunciendo el ceño. –Murió hace mucho tiempo.

-Eso lo sé. –Dijo Ron. –Lo que necesito saber es…qué clase de persona era.

-Era más joven que yo. No coincidimos en la escuela. Fue a Hogwarts, era un alumno destacado, creo, y era muy famoso entre la familia de magos. Todas las señoras de sociedad esperaban tenerlo dentro de su familia…pero él se casó con…

-Sí, con una chica de origen muggle.

-Lily. –Corrigió su padre.-Se casó con Lily Evans. A ella la vi un par de veces. Salió con tu tío Fabian durante un tiempo. –Ron quedó con la boca completamente abierta. –Molly la conoció mejor que yo. Creo que pasaron juntas una navidad en casa de los Prewett. Pero, verás…las cosas entre ella y tu tío no funcionaron y ella después comenzó a salir con James Potter y ella se fue a Estados Unidos. El la siguió, se casaron, creo que tuvieron un hijo...

-Sí, claro. Harry. –Interrumpió Ron, queriendo morderse la lengua al segundo.

-¿Harry? –Repitió su padre. -¿Cuál Harry? No me dirás que… ¡Demonios! ¿Ese tal Harry Plotter es en realidad Harry Potter? –Preguntó, como si ya conociera la respuesta.

-Eso me temó. –Dijo Ron sin ánimo.

-Oh, ya veo. –Contestó Arthur. –Se puso los anteojos nuevamente y mirándolo fijo agregó. –Tu madre enloquecerá, Ron.

-¿Por qué? –Preguntó Ron, sin lograr comprender del todo. Su madre ya había enloquecido porque Ginny armó semejante escándalo al dejar abandonado a Draco Malfoy en el altar. Sí, todos consideraban que era horrible que se hubiese fugado con otro hombre, pero Ron no era capaz de comprender porqué su madre enloquecería aún más cuando supiera que el sujeto en cuestión se apellida Potter y no Plotter.

-Porque ese muchacho…ese muchacho. ¡Ese muchacho! ¿Tienes idea cómo murieron los Potter?

-En un trágico atentado contra Reagan, el presidente de los Estados Unidos…-Dijo Ron completamente seguro.

-No. No murieron así. –Dijo Arthur, tomando asiento. De pronto su cara se volvió pálida. –En realidad sí, murieron en su accidente en su automóvil cuando se produjo el atentado…pero se dice que estaban siendo perseguidos por la prensa… En realidad por la prensa y los enviados especiales de "tú sabes quién".

-No. No sé. –Dijo Ron, cuando su padre le miraba con las cejas alzadas.-No tengo idea de que me estás hablando.

–Es complicado, Ron. En esa época los muggles estaban envueltos en una guerra. La guerra fría. Y se cree que Lily Evans era más que el puente entre el Ministro de Magia y el Presidente. Dicen que ella, en realidad los dos, ella y su marido eran dobles agentes. Y que en realidad estaban ahí porque Dumbledore se los había pedido. Bueno…murieron por culpa de Voldemort.

Ron, sin saber por qué, reprimió un escalofrío cuando escuchó ese nombre. -¿Y ese, quién es?

-Voldemort –Susurró. -…era un mago chiflado. Muy chiflado. –Repitió. –Y adinerado. Tenía un gigantesco grupo de amigos, todos muy ricachones y muy locos, que se dedicaba principalmente a crear conflictos entre los muggles a través de los medios de comunicación. Y por la prensa esparcía idea entre los americanos en contra de los rusos. Y en Rusia, le llenaba la cabeza de pajaritos en contra de los americanos. Al parecer, él sólo quería que los muggles se mataran entre ellos. Y ese era el papel de Lily Evans. Evitar que el Presidente de los Estados Unidos perdiera los estribos y apretara el botón que soltaba las bombas atómicas hacia Rusia. Por eso la mataron.

-¿Y ese tipo…tú sabes quién? ¿Qué fue de él?

-Está muerto. –Dijo Arthur, incómodo.

-¿Cómo murió?

-Dicen que se suicidó. Pero ya sabes, nunca he estado completamente seguro si ese tipo sigue vivo o no.

-Mamá va a enloquecer. –Murmuró Ron.

-Sí, claro que ella va a enloquecer. Por favor, no le digas nada aún. –Ron asintió y Arthur le abrazó desde los hombros. -¿Te acuerdas cuando le ofrecieron a Ginny posar semi desnuda para Wogue? Ron asintió ligeramente. –Bueno, todo eso es un calderón agujereado al lado de esto.

Ron se rió sin humor camino a su casa. Cuando iban a entrar a la Sala, Arthur lo retuvo y le dijo con en un susurro. –Ron, por favor. Ni una palabra a tu madre sobre esto.

-¿Por qué es tan grave?

Arthur suspiró. Con la mirada perdida en el jardín, dijo suavemente -¿Tu madre te ha contado cómo murieron tus tíos Fabián y Gideon?

-Murieron en el extranjero…-Dijo él, quitándole importancia al asunto. –Estaban de vacaciones en Rusia y se intoxicaron… -De pronto se sintió estúpido. –¡No me digas que ellos también murieron en esa estúpida guerra muggle. –Su padre asintió.

-Es por eso que te pido que no le digas nada a tu madre, aún. Déjame…dame un poco de tiempo para preparar el camino.

Ron se sintió sin hambre. Le dio un beso de buenas noches a su padre y subió las escaleras completamente desganado. Esta vez Ginny sí que había hecho un desastre. Ron acostado en su cama, y con sus ojos completamente fijos en el techo, deseó más que nunca que ella se hubiese tomado el camino fácil y se hubiese casado con Draco Malfoy. Aquel era el plan perfecto y ella lo arruinó.

Y muy lejos, en un bonito apartamento en Washington, Hermione tampoco podía dormir. Aún tenía el dolor de cabeza más grande de su vida y los ojos todavía estaban rojos. Pero ya no podía llorar más. Ese día no había ido a trabajar. Por primera vez en su vida, envió una pobre excusa a sus superiores y se quedó en cama, alegando que estaba muy enferma.

Pero sólo estaba enferma de pena. Harry Potter era un imbécil, ella siempre había sabido eso. Pero que fuese imbécil, no significaba que tenía que serlo con ella. Eso…eso no tenía nombre.

No podía dejar de preguntarse por qué le había abandonado así, y la respuesta le parecía tan obvia, que casi era un insulto a su inteligencia preguntar.

Por supuesto, por otra mujer.

Era lo más lógico. Lo más sensato. Pero no era en absoluto lo más justo con ella.

Quizás si Harry hubiese sido sincero, si hubiese esperado volver de su viaje y conversar las cosas, todo habría sido distinto. Ahora, donde antes estaba su corazón, solo había un pozo negro y enrabiado que seguía pulsando gracias a él. Sólo esperaba que pronto llegase y tenerlo entre sus manos y estrangularlo hasta que se le salieran los ojos de las cuencas.

-Estúpido, Harry Potter. –Murmuró, sin lograr que sus ojos se humedecieran. Y sin lograr conciliar el sueño. Hermione estaba segura que Sirius, la noche anterior, debió haber puesto algo en su bebida. Un sedante. Un adormecedor. Se había sentido realmente cómoda con él, y por un momento había dejado de pensar que todas esas horribles cosas le estaban pasando, había olvidado que Harry le había expulsado de su vida, como quien le escribe al periódico El Saturno y pide cancelar la suscripción.

Y en medio de esa horrible noche pensó que la culpa quizás era de ella. Siempre protegiéndolo, dándole el gusto en todo, no invadiendo sus espacios, no haciéndolo sentir incómodo. Pero, rayos, Harry era la persona más quebrada que conocía, no podía tratarlo de otro modo. Nunca había podido exigirle nada, ni siquiera que tomaran esas dichosas vacaciones juntos. Cómo iba a plantarle cara y hacerle un escándalo de proporciones si ella siempre fue quien cedió absolutamente en todo.

Ni siquiera la iba a ver a su propia casa. Nunca, en todos estos tres años, ni una sola maldita visita. Menos aún, una visita sorpresa. Siempre era lo mismo. ¿Hermione, por qué no vienes a ver una película? ¿Hermione, por qué no cocinamos algo en mi casa? Hermione, Sirius tiene una cosa nueva que mostrarme, ¿podemos quedarnos acá? Hermione, Hermione. Hermione.

Ni siquiera tenían una maldita fecha que celebrar. De hecho, ni siquiera sabe cuándo su relación con Harry se formalizó. Un día sin más, Sirius le presentó a un sanador, y le dijo que era la novia de Harry. Y desde ese día, ella entendió que lo que tenía con Harry era eso. Eran novios, porque Sirius lo había decidido así.

Y sin pensar en la casa de Harry, donde ella tenía su propio cuarto. No, Hermione, de verdad prefiero dormir solo. Cuando duermo contigo, tengo pesadillas.

Esas pesadillas, Hermione sabía muy bien de qué se trataban. Por eso nunca fueron motivo de discusión, por eso siempre entendió y se acostaba en el cuarto de invitados, que siempre sólo ella usaba. Harry no tenía visitas, y las visitas de Sirius, pensó, las visitas de Sirius se quedaban a dormir con él, invariablemente.

Y Hermione sintió sus mejillas mojarse con lágrimas nuevamente cuando se preguntó si Harry podía dormir con esa otra mujer o no. Esperaba que no, confiaba con que fuera tan absurdo como era con ella, que nunca la fuera a visitar, que nunca se recordara de su cumpleaños y que tampoco tuvieran una fecha que celebrar. Que se olvidara de sus citas, que cambiara de planes por causa del trabajo, que nunca le contase cómo iban las cosas o que nunca le hablase de sus padres. Que para Navidad se emborrachase en silencio y se quedara mirando la chimenea con la mirada perdida, que se dedicara a leer revistas de modas para brujas cuando ella quería contarle cómo había sido su día en el trabajo.

-Ja, revistas de brujas. –Dijo en voz alta.

Harry había sido acosado por la mayoría de las modelos que aparecían en ellas, y sin embargo, él nunca las miró. Hermione nunca había sentido celos de nadie, porque nadie parecía lo suficientemente buena para tentar a Harry Potter. Pero tenía la sensación de estar completamente equivocada.

"Ni siquiera yo soy lo suficientemente buena.", pensó.

Recordó lo que siempre le decía. "Sólo quiero saber si Voldemort está haciendo estragos nuevamente."

-Pero ese tipo está muerto. ¿Además crees que utilizaría revistas de moda para brujas, Harry?

-Puede hacerlo en cualquier cosa, Hermione. Hay que estar atento. ¿Sabes?, mi madre solía decir que lo primero que había que hacer para triunfar era dividir. Y para dividir sólo bastaba sembrar la duda en una mujer.

Y así se sentía Hermione. Completamente dividida. Cada duda era más fuerte que la otra. Quería saber si alguna vez había sentido algo por ella, si alguna vez la había querido. Hasta antes de ese estúpido pergamino, ella hubiese dicho que sí, por supuesto. Pero ahora, ya no tenía nada claro. Y se imaginó cómo sería sentirse amada por Harry Potter. Cómo sería la mirada de ese hombre enamorado, cómo se entregaría y qué clase de cosas diría. Se preguntó cómo sería si Harry Potter estuviese igual de desvelado por ella.

Las estrellas brillaban tras la ventana y los árboles se agitaban con la brisa tibia de la noche, susurrando palabras escondidas. Algo que ella jamás había oído de su boca. Algo que nunca nadie le había dicho, y darse cuenta de eso le hizo sentir más sola y enrabiada. Las lágrimas siguieron descendiendo por sus mejillas acaloradas sin poder controlarlas. Harry Potter nunca había soñado con ella.

Hermione recordó las noches que compartían, cuando él se despedía y le besaba en las mejillas, y ella sólo quería que él la apretara fuerte y le dijese cuánto la había extrañado. Dejándola sola y bastante más triste, ella nunca había sido capaz de reconocer que ese era el sentimiento que afloraba en su corazón. Tal como en ese momento. Sólo había en ella soledad y tristeza infinita.

Las estrellas seguían brillando y ella no podía dormir. Fue la noche más desgarradora de su vida, cada beso que recordaba, cada gesto, estaba siendo reconstituido paso a paso, como la escena de un delito, y Hermione, que era una mujer extremadamente inteligente fue capaz de notar los detalles que antes le pasaban tan desapercibidos. La manera en que cerraba los ojos, las manos contenidas en su cintura, los golpecitos en la espalda "pad, pad, pad" como si fuese un antiguo compañero de camarines más que su novia. La manera en que sus manos se resbalaban cuando paseaban juntos por Central Park. El hecho de nunca querer vivir en Washington y culpar a los malos recuerdos más que su falta de compromiso y de interes.

¿Acaso no se daba cuenta que nadie lo iba a querer como ella? ¿Qué nadie se iba a sacrificar tanto por él? ¿Qué nadie iba a estar dispuesta a intentarlo una y otra vez sin importar cuántas veces fallase? Hermione pensó que nadie iba a poder manejar el eterno dolor de Harry, el desgarro, lo quebrado y descompuesto que estaba. Y sin pensarlo realmente, se dio cuenta que ella siempre iba a estar ahí, cuando y como quisiera, si él la necesitaba estaría siempre con él, sin importar las horribles cosas que él le hiciese, como terminar con ella sin mayores explicaciones vía pergamino.

Y todo fue tan diáfano para Hermione por un segundo, que parecía desvanecerse en el aire como una pompa de jabón, al igual que el brillo de los astros al terminar la noche. Y entonces, con los ojos hinchados y colorados, finalmente se durmió.

A Harry le parecía todo bastante irreal. Había esperado mucho tiempo por esto, tanto que a veces le parecía que estaba bastante loco y enfermo. Mientras Ginny iba sentada a su lado en el avión, con los ojos cerrados, él no quería hacer lo mismo. Tenía la extraña sensación que si cerraba los ojos se podía quedar dormido y cuando despertase, ella ya no estuviera más a su lado. Que todo fuese un maldito sueño. Lo mismo le pasó las noches anteriores, no podía creer que fuesen ciertas, ella tan cerca de él, tan íntimo, que incluso se sentía capaz de ver a través de sus párpados. Por eso en las noches la abrazaba, se afirmaba con fuerzas a sus formas y aguantaba la respiración. Y los temblores que ella le provocaba bajo la piel, seguían ahí, al igual que su envolvente aroma y su pulso agitado.

Y él ahora le miraba con adoración y ella ni siquiera se daba cuenta. Pero no importaba, porque Harry había decidido que desde que ella se despertara hasta que se volviera a quedar dormida estaría con ella. Todos los malditos días de su vida. Nadie podría impedírselo. Ni siquiera ella. Estaría ahí, en primera fila, aunque ella no se lo permitiese de momento.

Y Merlín, se espantaba de sus propios pensamientos, pero algo había cambiado para siempre. Ella parecía ser capaz de verlo a veces, lo sabía, se notaba en la manera en que le miraba. La forma en que le besaba de vuelta. Y Harry no podía suprimir los ligeros estertores internos que los solos recuerdos le provocaban.

Si era necesario, él siempre estaría esperando por ella. Hasta que se diese cuenta de lo que les pasaba era algo recíproco, algo instantáneo. Casi mágico.

Y Ginny sería una tonta si no se diese cuenta cuánto la necesitaba. Pero parecía que ella no era capaz de ver claramente aquello. Y Harry se frustraba porque sabía que era la primera y la última oportunidad que tendría con ella. Todas sus fichas en un único juego. Pero estaba dispuesto a apostar. E intentarlo. Y no estaba dispuesto a perder, porque siempre estaría esperando por ella.

- Harry, no estoy durmiendo. Deja de mirarme, me pones nerviosa.

¿Nerviosa? Pensó. En qué sentido le ponía nerviosa. ¿En uno bueno? ¿O en uno malo? ¿Acaso él podía hacerla sentir insegura o acaso pensaba que era un psicópata? Prefirió no preguntar. Y ella se desperezó y tomó su vaso de coca cola.

- Me gusta la coca cola, pero no compensa el viaje. ¿Sabes? Me siento mal, de hecho, creo que estoy enferma. Ver a Lucius Malfoy no me hubiese puesto ni la mitad de mal que estoy.

¿Y qué significaba eso? ¿Era algo bueno o ya estaba odiando su compañía? Harry realmente estaba haciendo un esfuerzo tremendo por conocer a Ginny. Él pensaba saberlo todo, pero se daba cuenta que no era así. A cada segundo se sentía inquieto, sus palabras nunca parecían ser lo suficientemente claras. Y pensó que un demonio se estaba apoderando de él. De ella. De los dos. Que el maldito demonio se estaba poniendo entre medio de ellos.

-Harry, puedes…¿puedes darme la mano? –Preguntó ella aún con los ojos cerrados.

Si en ese momento Harry hubiese sido capaz de hablarle, sólo hubiese sido capaz de articular una confesión. Ella, sin esforzarse siquiera por conseguirlo estaba obteniendo lo mejor de él. Cuando sus dedos se cruzaron, Harry sintió que era demasiado débil para ceder y demasiado fuerte para perderla.

-¿Sabes cuánto tiempo he esperado esto, Ginny? –Ella parecía dormida, pero frunció levemente la nariz, dándole a entender que podía escucharle. –No te lo podrías ni imaginar. –Y le besó en la sien.

Y ella puso sus manos entrelazadas sobre su muslo. Y a Harry el corazón le dio un ligero vuelco, y se quedó callado, pensando que quizás hablaba demasiado, pensando que ella podría asustarse. Así que enmudeció el resto del viaje y siguió contemplándola, como alguien que por primera vez puede percibir los colores.

Ginny sólo volvió a abrir los ojos cuando las ruedas del avión tocaron la pista de aterrizaje del aeropuerto John F. Kennedy y fue como si el color también hubiese estado esperando por ella en la Tierra. Sus ojos brillaron y le sonrió a Harry quien hasta ese momento no era capaz de entender qué diablos le pasaba a Ginny, pero cuando la vio sonreír, sabía que volvía a tener a la misma chica asquerosamente feliz y sonriente.

Y estaba pésimo lo que estaba siendo. Llevarla a su casa, cortar con Hermione, no decirle a Sirius, evitar por todos los medios que se casara con Draco Malfoy y alejarla de su familia, pero Harry no podía sentirse culpable. Cuando salieron de la Terminal 8 supo que todo era realidad, y aunque no fuese más que una serie de equivocaciones lo que lo tenía ahí con ella, no importaba. No era importante el camino, sólo el destino, y cualquier fin que fuese similar a tener a Ginny con él, valía cualquier medio.

Afuera había un taxi esperándolos, afuera había una nueva vida para él, sin familia más que Sirius y ella; la alegría le inflaba el pecho y casi podía expirar fuego. Caminaba nervioso, como si en algún momento todo se fuese a acabar por algún motivo desconocido. Había esperado tanto. Ella no tenía idea, probablemente nunca hubiese esperado por nadie. Podía sentir el silbido de un meteorito aproximándose sobre su cabeza, estaba ahí, en algún lugar, solo era cosa de tiempo que se precipitara sobre la Tierra. Pero mientras tanto, afuera había un taxi para ellos dos que los llevaría a su hogar. Entró en la cabina dejando de pensar que cuando el meteorito llegase a la Tierra, le iba a aplastar la cabeza.

Sin embargo, en este momento nada importaba porque ella se había fugado con él y estaba viviendo algo casi irreal. Ella en su casa. Ella caminando por su sala. Ella preguntándole por un viejo trofeo de su padre. Ella diciendo "Wow, acá dentro sí se puede jugar un partido de quidditch." Ella tocando su sofá y hablándole a su elfo y sonriéndole de esa manera desgarradora. Ella y sus largas piernas sobre su sofá favorito. Su pelo cayendo sobre los hombros, y su mirada somnolienta. Parecía un sueño. Y él. Él podría estar toda la vida respondiendo sus preguntas de niña inquieta y caprichosa.

-Deberíamos ir a San Francisco. –Dijo de pronto. –Tú usaría flores en el pelo, como la canción, y podríamos ver un partido.

Ginny le miró con los ojos entrecerrados. -¿Cuándo?

-Ahora mismo si quieres.

-¿Y cuál es el apuro, Harry? –Preguntó ella divertida.

-No, sólo pensé que verte a ti…rodeada de quidditch y de ese aire de California era una imagen preciosa.

-Y rodeada de homosexuales, también. –Rió ella.

-Sí, puede que eso tenga que ver también. –Bromeó él.

El apuro. El apuro era el meteorito que viajaba rápidamente hacia él. Tenía veinte días, sólo veinte días. Por ahora, pensó. Pero Harry intentaría relajarse y cerrar los ojos. Quizás darse un baño. Beber champagne. Celebrar tenerla en su casa, que dormiría en su cama, y que le haría el amor con la ventana abierta para que entrase la brisa tibia del verano y pudiese amarla también. Pero todo eso se borró cuando ella se acercó y se puso de puntillas, le tiró suavemente de la camisa y le besó en la comisura de los labios. Como si accidentalmente le besase ahí. Y luego gira un poco su cabeza, sólo un poco y sonríe sobre sus labios. Y él no se aguanta más y ya ni siquiera era capaz de recordar que quería tomar una ducha, porque Ginny le está besando en medio de su sala, que se le hace demasiado grande, y mete su lengua en su boca como pidiendo permiso, y todo se vuelve más cálido y parece burbujear por un extraño elixir que ha remplazado la sangre de sus venas. Sus labios han desapareciendo dentro de los de él, lengua, la saliva tibia y su inigualable sabor. Podría levitar si le lamiese así de nuevo. Podría correrse pensando en esa sensación. Y en otras. En esa boca en otras partes. En esa boca en todo su cuerpo. En esa boca envolviéndole en donde la sangre se está agolpando.

Cof, cof, cof.

Ginny se separó un poco de Harry y vio por sobre su hombro a un tipo alto, de pelo negrísimo y brillante que sonreía como si ellos fuesen la mañana de Navidad.

-Oh, disculpen. No quería interrumpir. –Dijo ensanchando más su sonrisa. Dos hoyuelos se marcaban en sus mejillas y los ojos estaban llenos de pequeñas arrugas alrededor de sus párpados enigmáticos. Le recordaban a los de alguien más. A alguien guapo. ¿Qué guapo?, bellísimo. El regalo de Dios para las mujeres. Un hombre que respiraba masculinidad y que cambia ambientes con su sonrisa y su mirada. Y esos ojos grises, llenos de humo formando remolinos en los que no se para de girar. Le miró de nuevo y pudo ver en esas pupilas los ojos de Draco. Su sonrisa se congeló instantáneamente. –Qué poco educado, Harry. Te desapareces por semanas, vuelves y aún no me has saludado y peor todavía, no me has presentado a la señorita.

Ginny sintió el momento exacto en que cuerpo tibio de Harry se alejó de ella para abrazar a ese hombre, y de pronto se sintió completamente desprotegida. Como si él pudiese acusarle de algo, como si viniera a pedirle explicación. Como si Draco fuese quien estuviese ahí, aguardando para ajustar cuentas con ella.

-Y ella es Ginevra.

Sirius abrió los ojos significativamente. Miró a Harry y levantó una ceja. Y Ginny se sintió mucho más incómoda que un momento atrás, si es que eso fuese posible.

-¡La puta madre, Harry! ¿Es esa Ginevra? –Preguntó Sirius sin poder ocultar su sorpresa. –Y Harry asintió. Las mejillas de Ginny se sentían realmente llenas de color. –Oh…esto explica muchas cosas. –Bufó, hablándose a sí mismo y reaccionando en el segundo. –Pero tú eres famosa. De hecho, estos últimos días te has hecho muy, muy famosa. Incluso aquí. –Agregó Sirius. –Disculpa si he sido maleducado…pero no todos los días tengo a una celebridad en mi sala.

Ginny sonrió completamente azorada. Y muy avergonzada. Pero sintiendo una verdadera vergüenza de su comportamiento. No le gustó en absoluto ser famosa por ser una novia fugitiva y no por el quidditch.

-Yo soy Sirius Black, pero puedes decirme Sirius. Mago extraordinario y un hombre encantador. Me gustan las películas clase B y las mujeres de menos de 30 años.

Ella se rió menos incómoda. –Uh. Puedes decirme Ginny. A mi me gusta los mariscos, el vino tinto y jugar quidditch. Y también me gustan los hombres de menos de 30 años.

-Entonces supongo que tenemos alguna posibilidad. –Dijo Sirius sin siquiera pestañear.

-Señores y señoras. Mi padrino. –Agregó Harry poniendo los ojos en blanco.

-Ginny, encantado. Por favor, toma asiento. Le diré a Weaty que te traiga algo para beber. Harry, disculpa. ¿Puedo hablar contigo? –Harry le miró fijamente. Ginny se dio cuenta del cruce de miradas. Pero ese tema a ella no le importaba. Si a Sirius le molestaba que ella estuviera ahí, ella podía irse a un hotel con Harry. No era un gran tema, en realidad. –Sólo será un segundo.

- Ponte cómoda, estás en tu casa. –Dijo Sirius, mirando a Ginny, casi disculpándose por llevárselo de su lado.

Y Sirius se dirigió al estudio de Harry, el cual permanecía completamente destruido y desordenado gracias a Hermione. Sirius, que había leído el pergamino de Harry, decidió que él mismo Harry debería ordenar ese estropicio. Era lo mínimo que le tocaba sufrir por hacerle aquello a la pobre Hermione.

Consideró que se lo merecía por tratar a una chica linda y dulce como un montón de basura. Cuando Sirius abrió la puerta y Harry pudo ver el interior del lugar, las cejas de éste se alzaron y su cara palideció. Entraron rápidamente y cerraron la puerta tras de ellos.

-¿Qué diablos pasó aquí, Sirius? –Preguntó Harry completamente fuera de sí.

-¿Qué diablos haces con ella, Harry?

-¿Quién intentó destruir mi despacho?

-¿Qué hace ella aquí? –Repitió Sirius. –Es preciosa, por cierto. En vivo y en directo es mucho más impresionante…pero aún así, Harry, no debes estar con ella.

-¿Quién lo dice? –Preguntó entrecerrando los ojos.

-Tu sanador lo dice. Y yo creo que tampoco es correcto. Harry, qué diablos estás haciendo. No me digas que esa linda chica dejó a su novio plantado en el altar por ti.

-Si no quieres oírlo entonces no preguntes. –Contestó escuetamente Harry. –Sirius, ¿qué pasó en mi despacho? ¿Quién demonios desordenó mis cosas?

-¿Quién crees tú? ¡Hermione, por supuesto! A quien no debiste tratar de esa manera. Estoy muy decepcionado, la heriste innecesariamente, Harry.

Harry no tenía idea de qué estaba hablando Sirius. -¿Qué la herí? –Dijo completamente indolente. –Yo no la herí. Sólo le dije…

-Solo le dijiste "esto ha terminado. Gracias por comprender". –Interrumpió mordazmente. –Eso es lo que ella se merecía después de todo este tiempo. ¿Por qué no le dijiste la verdad desde el comienzo? Por qué no le dijiste que te ibas a Inglaterra porque estás vuelto un maldito loco por esta chica.

-No, cállate. –Dijo Harry airado. -¿Sabes qué? Tú estás equivocado, Sirius. No necesito esto. Hermione llorara un rato, después se le pasara. Y si es necesario, me disculparé con ella, pero no vas a lograr hacerme sentir mal por estar con Ginny. –Dijo sacándose los anteojos. -¿Sabes qué, Sirius? Solo quería verla una vez. Sólo una. Pero cuando la vi fue como si todo el mundo dejase de girar y se concentrara en un maldito punto. O peor aún, fue como si todo el mundo girase muy muy rápido y la única cosa que podía identificar era a ella. - Y sé que a ella le pasó lo mismo. No la traje a la fuerza, no le dí amortentia ni ninguna otra maldita poción. No la hechizé con un Imperius o algo por el estilo. Está acá porque quiere. Le gusto y me gusta. Y creo que es mucho más que eso. Creo que estamos enamorados. O sea, al menos yo lo estoy, pero te aseguro que no le soy en absoluto indiferente…y aunque te parezca todo muy retorcido, no dejaré que se aparte de mi lado. Ni tú ni nadie podrán alejarla de mi…

-¿Y qué hay de ella? –Preguntó Sirius cruzando sus brazos.-¿Qué pasará cuando ella sepa la verdad y quiera alejarse de ti? ¿La dejarás irse tan fácilmente como vino?

-Eso no va a pasar. –Dijo Harry con los ojos chispeaste de rabia.

-Pero si pasase…¿ella podrá irse fácilmente y rehacer su vida, Harry?

-Sí ella quiere eso. Sí, puede irse.

-Quiero tu palabra.

-Sirius…

-No, en serio. Júralo por tu madre que la dejarás irse cuando ella quiera.

-No entiendo por qué te metes en esto.

-Porque es lo correcto.

-¿Es lo correcto?

-Sabes que lo es, Harry. Anda, quiero tu palabra.

Harry exhaló de golpe y dijo de muy mala gana. –Lo juro, ¿estás contento?

-Sí. –Dijo Sirius antes de salir del estudio bruscamente y subir las escaleras –¡Estás más loco que tu padre! Y ese cabrón ya estaba lo suficientemente loco –Gritó. - dejando a Harry completamente enojado y a Ginny completamente atónita con sus modales. Y eso que sólo alcanzó a escuchar este último grito.

Y esa misma noche, Ron se debatía si debía escribirle a Draco y contarle todo lo que había averiguado. La idea de contarle que sus tíos habían participado intentando evitar una absurda guerra muggle, y que en el fondo le estaban haciendo frente a un mago loco, cuyo nombre le provocaba escalofríos, no lo seducía en absoluto.

Ron meditaba que Draco era el único hijo de una de las familias de magos más respetables del país. Sus padres debían conocer a los Potter, debían saber algo más de ellos. Y también caviló que quizás no era necesario destapar todo el pozo de intriga que implicaba la existencia de Harry Potter. El nombre era suficiente, que él hiciera el resto y sacara las conclusiones que le parecieran adecuadas. Ron pensó que él no debía hacer todo el trabajo. Además, a él lo único que le importaba era encontrar a su hermana. Draco tenía que esforzarse un poco. No le iba a dar todas las soluciones para su vida en bandeja.

Por eso, tomó papel y lápiz y escribió tan rápido como pudo.

"Se llama Harry Potter. Es hijo de un famoso jugador de quidditch. No pude averiguar nada más. Espero que me comuniques cualquier otro dato que puedas averiguar tú.

Saludos,

Ron"

Cuando lo releyó, supo que sabía a mentira, pero le importaba un comino. Ya se había devanado los sesos lo suficiente por ese tema y ya era tarde y estaba completamente agotado. Su familia, su novia y en especial su hermana le estaban haciendo gastar una cantidad de energía impresionante y más encima ni siquiera todavía poder volver al Comedor del Ministerio a alimentarse como correspondía.

Enrolló el mensaje y lo ató a la pata de una de las lechuzas que los gemelos habían dejado en casa. Sin quitarse los zapatos se tendió sobre la cama, y se quedó inmediatamente dormido, otra vez, sin cena.


NOTA FINAL: Mucho tiempo sin actualizar, porque tengo poco tiempo disponible. Qué digo, poquísimo. Pero como siempre le robo minutos al tiempo cada vez que puedo, como todos los mortales. Creo que he contestado todos los comentarios, aunque eso no asegura un dialogo fluido. Pero se hace lo que se puede.