No sabía que clase de sensación era aquella. Lo único que supo, fue que no era nada bueno, ya que, como el mismo dejo en claro antes, los ángeles no se enamoran.

Todavía recordaba el momento en que estuvo a punto de bajar la guardia. Se encontraba tan cerca de ceder ante aquel dulce ser que se veía tan desolado...

Pero no había nada que pudiera ofrecerle. Lo que ella pedía era demasiado, el no podía darle lo que quería... ¿O si?

En ese escaso momento de duda, fue testigo de como su mano se alzó y se acercó un poco mas al rostro empapado por llanto de Molly.

A pesar de saber que pertenecían a mundos, incluso razas distintas, lo único que sentía eran unas ganas increíblemente potentes de secarle las lágrimas que no dejaban de correr por su cara.

De pronto, cada célula de su cuerpo demandaban por el alivio de la joven. Él mismo podía sentir su tristeza, enojo y humillación.

Pero por sobre todo, el pesar de su joven corazón. ¿Como podía ser tan potente? Podía advertir como lo atravesaba.

Sintió como la agonía del dolor de la chica se reflejaba en su propio cuerpo y lo único que quiso, fue ver que estaba bien. Quería decirle que él, el arcángel Gabriel, él como ser humano, y no solo como ángel, la quería. Que enserio le importaba.

Capaz, mas de lo que el mismo se imaginaba

En ese momento fue cuando su hermana, Ivy, irrumpió en la habitación, saliendo luego de una ducha.

Para cuando quiso darse cuenta, Molly se había ido.

Su hermana dijo que eso iba a pasar tarde o temprano. Pero, ¿porque no le aviso? Capaz, podría haber sido mas delicado con ella. Quizás no tendría que haber soltado ninguna lagrima.

Cuando Ivy se acostó, el no pudo mas que sentarse en su cama y pensar. Reflexionar sobre el remolino de pensamientos y emociones conjuntas que cruzaban su cuerpo a esos instantes previos de que los interrumpieran.

Realmente no entendía esa clase de deseo irracional y obsesionado que había poseído a Molly minutos antes. No comprendía como podía dejarse llevar por sus emociones de esa manera... Pero sin embargo, unos segundos antes de que ella se fuera, toda llorosa, del cuarto, el había experimentado lo mismo.

Quien sabe lo que habría pasado si Ivy hubiera tardado tres minutos mas en salir de la ducha.

Tal vez, hubiera llegado a tocarle el rostro y secarle el mar que le corría desde los ojos hacia las mejillas.

Tal vez ella se hubiera calmado en ese instante. Gabriel ya se podía imaginar la cara de sorpresa que hubiera puesto Molly: Sus ojos grandes, sus rizos despeinados y sus mejillas sonrosadas. Seria la viva imagen del asombro.

Sin darse cuenta, Gabriel sonrió levemente.

Tal vez ella se hubiera alejado. Tal vez no.

Tal vez él se le hubiera acercado y, luego de un momento de vacilación, la hubiera abrazado. Claro, que siempre con cuidado, teniendo en cuenta el estado por el que acababa de pasar la chica.

Negó con la cabeza. Debía dejar de pensar en eso, había demasiados tal vez.

Gabriel agito la cabeza un par de veces como queriendo desechar todo ese embrollo que se había armado dentro de su mente. Al hacerlo, su cabello se movió como seda sobre sus hombros formando una cortina dorada sobre su rostro de arcángel.

Finalmente se acostó y cerró los ojos. Intento dormir, ignorando todo aquello. Sabiendo que estaba mal y que no correspondía.

Pero de alguna manera, algo había cambiado. Y no iba a pasar mucho tiempo para que se revelaran sus propios sentimientos.