Disclaimer: Ni los personajes ni la historia es mía, esta es una adaptación y los personajes son de Meyer.


Capítulo 14.

Cayó la noche en la ciudad mientras estábamos dentro. La calle se volvía más oscura a medida que nos alejábamos de la luz de la casa. El Jeep de Emmett se había ido, dejando un rectángulo vacío en la calle de adoquines. Rosalie debe haber decidido que ya había hecho un espectáculo lo suficientemente grande. El volvo de Edward estaba bajo un poste de luz, que resplandecía con su plateado brillante. Dejé que Edward me abriera la puerta.

El aire frío me siguió, y el asiento me dio la bienvenida. ¿Cuántas veces me había sentado aquí esta semana? Estoy demasiado cansada para contar. En este momento es bueno sentir algo conocido. Recosté mi cabeza de lado contra el respaldo del asiento, miré hacia afuera por la ventana. Más allá del círculo de poste de luz, el mundo era de un negro solido. Como si solo fuéramos Edward, yo y el auto.

Edward comenzó a encenderlo. El motor ronroneó y permaneció en un zumbido constante. Posó su mano en la palanca de cambios, aun estacionado.

— ¿Alguien dijo que Rosalie y tú eran amigas? — preguntó. En la oscuridad del auto, sus ojos eran negros—. Ella nunca lo mencionó.

—Es algo que no le gusta que la gente sepa.

—Lo tomo como que terminó mal.

Me encogí de hombros. En la casa, ellos podrían vernos por las ventanas de la sala.

— ¿Podemos solo irnos?

—De acuerdo, no hay problema.

Se escuchó ofendido. ¿Cómo es que no le importa lo que ellos dirían? Le debería haber molestado más que a mí. Quizás no se dio cuenta de lo que estaban diciendo ahora.

Mientras se puso sobre la vía, me moví más abajo en el asiento y apoyé mis rodillas contra el salpicadero. Desde afuera, parecería que no hubiese nadie. Quizás si cierro mis ojos, no estaría.

— ¿No me lo dirás? —dijo Edward abruptamente—. Tendré que preguntárselo a Rosalie.

Mis ojos se abrieron y lo miré. Su expresión estaba en blanco.

—Como quieras —Le dije.

—Bien, creeré lo que me diga, entonces.

¿Qué era esto? ¿Segundo grado? —Si crees que es una buena manera de hacerme hablar —dije suavemente—. Debes pensar que soy una idiota.

—No pienso que seas idiota— Edward exhaló fuertemente—. ¿No te das cuenta que eres una persona con la que cuesta hablar? Estoy tratando de buscar de una manera que funcione. ¿Está bien?

—Bueno, hostigándome no es la manera.

— ¿Qué pasa si digo que quiero entender, tú sabes, por qué esto es tan importante para ti?

— ¿Por qué es una historia fascinante? —resoplé.

— De acuerdo, entonces velo de esta manera. Si alguien con quien salgo, como Rosalie, ha hecho algo tan malo, que querrías vengarte de ella… bueno, me gustaría saberlo. O sea, ¿Debería cuidar mi espalda? —Torció los labios—. Podría ser una asesina, o una eterna mentirosa o una cleptómana. ¿Cómo se supone que sabré, si no vas a decírmelo?

—Eso, —dije—. Al menos esa es una razón que tiene sentido. De acuerdo.

Pensé en contar los hechos rápidamente, mostrar la situación desde el hueso duro y frío, apartando la grasa y el cartílago. Pero cuando abrí la boca, las emociones se atascaron en mi garganta, y no pude hablar. Era demasiado comprimir en un bocado fácil de digerir. Tuve que ir un paso más atrás.

—Comenzamos a ser amigas cuando estábamos en tercer grado —dije mirando hacia el espacio oscuro más allá del parabrisas—. Eso fue cuando su papá fue transferido desde Chicago hasta aquí. Nos llevamos bien, sabes, como los niños lo hacen. Mi madre solía decir que no podría habernos separado con una palanca. Éramos las mejores amigas, si podías creerlo. Hasta la secundaria. Ahí estaba Tanya y esta otra chica, Sloane, que terminó yendo a Mountview en vez de Forks y nos llamábamos mejores amigas con ellas también.

"Así fue ese año de secundaria. Juntas. En un grupo pueden llevarse bien entre ellos la mayor parte del tiempo, dependiendo de los ánimos y las peleas, pero te garantizaba un grupo de tres, cuatro o cinco amigos, con quien andar en los pasillos de la escuela, compartir almuerzos, ir al centro comercial después del colegio"

"Siempre seguí pensando que Rosalie era mi verdadera mejor amiga, estuvimos cuatro años más juntas, la historia de los brazaletes de amistad, pijamadas y secretos compartidos. Tanya se la pasaba agitando su falda a los chicos, y Sloane no tenía nada en la cabeza hasta que tú le ponías la idea ahí. Rosalie era la que movía las cosas, quien decidía donde íbamos a pasar el rato y a qué tiendas entraríamos. Sí, ella era mandona a veces. Le molestaba que el Sr. Hesse me diera más solos en el coro, así que me cambié a la banda. No fue gran cosa. Éramos mejores amigas, esas cosas se hacen. Siempre era divertido estar con ella. Tenía un sexto sentido para saber dónde estaba la acción, y si nada sucedía, ella hacía que pasara. Nunca pensé que algún día sentiría la necesidad de comenzar algo en mi contra"

—Entonces, ¿Qué? —Preguntó Edward—. ¿Pelearon?

—No, no fue así. Eso es… difícil de explicar. Una pelea hubiese sido mejor. Si me lo hubiese tirado a la cara, acusarme, insultarme, yo podría haber argumentado, podría haber explicado. Pero me hizo quedar como una idiota. Libró su guerra contra mí en voz baja y pasando notas, frases desagradables en la pizarra, tiros a través del salón. Lo hizo con un ejército. Pasada una semana, parecía que todas las chicas de la escuela se reían, ya que "accidentalmente" pisaban los dedos de mis pies, o me golpeaban desde atrás. No tomó mucho tiempo para que los chicos comenzaran también, garabateando obscenidades en mi asiento y dando vuelta alrededor de los libros que ellos tumbaban de mis brazos. Todos los demás lo estaban haciendo ¿Por qué no unirse? Comencé a caminar pegada a las paredes y sentarme en las esquinas de los salones. Y si iba hacia Rosalie, todo lo que obtenía era su espalda. No había nada contra lo que pelear.

—Suena tonto —dije—. Estábamos en el mismo grupo de debate… fue una gran cosa en el colegio y había un chico en el equipo que a Rosalie le gustaba. El maestro a cargo me eligió para las finales del estado, con este chico. No lo supe hasta que se anunció. Pero Rosalie debe haber creído que se lo oculté, tal vez convenciendo al profesor de elegirme en lugar de ella… no lo sé. Todo el mundo estaba haciéndolo una gran cosa, felicitándome, y entonces el chico me preguntó si quería salir por unas hamburguesas para celebrar y ella estaba ahí…

—Le molestaba que estuvieras obteniendo toda la atención.

Mi espalda estaba rígida. Me retorcí en el asiento. —No sé exactamente qué estaba pasando en su cabeza. Ella me dejó de hablar. Le dije al profesor que no podría hacerlo, rechacé al chico, pero era demasiado tarde, ella había tomado su decisión. Y nunca hace las cosas a medias…

Edward giró el volante, mano sobre mano, y se detuvo con una suavidad que me sorprendió, me tomó unos segundos darme cuenta que estábamos en mi calle. Charlie había dejado la luz del pórtico encendida. Las ventanas estaban oscuras. Me pregunté si estaría acostado medio despierto, esperando el click de la puerta para poder dormir completamente. La manera que había utilizado para esperar a Alice.

— ¿Y todos estaban con ella? —Dijo Edward. Se acomodó de lado en su asiento, levantando una de sus piernas para que el tobillo cruzara la rodilla opuesta. Buscando una posición cómoda, como si pensara que íbamos a estar aquí por un rato. Mi cuero cabelludo se erizó. De todas maneras ¿Por qué él estaba tan interesado? ¿Quería que él supiera todo esto?

—Gente como Rosalie —dije rápidamente—. Ella hablaba con todos, sonreía con muchos dientes. Tú sabes —dudé—. No ayudó que un mes más tarde estuviese viendo gente muerta en los pasillos y enloqueciendo por mi hermana. Nadie necesitó convencerse que había algo malo conmigo después de eso. En todo caso, siempre hay alguien que se molesta, ¿No? Cuando alguien elige, y no es a ti… ¿Quién se va a parar y ser el próximo objetivo? No es como su todo el mundo me hubiese acosado, pero quien no lo hacía, se mantenía fuera de esto, se alejaron.

Edward asintió, —Las chicas son extrañas en ese sentido. Con los chicos, tú solo golpeas hasta que alguien cae. Al día siguiente todo está bien.

—Depende. He visto chicos tirar basura tanto como las chicas. Todos lo hacen —Miré mis manos, mis dedos retorciendo en mi regazo—. Me sorprende que no lo hayas notado. Tus amigos hacen lo mismo.

Edward bajó la mirada. Hizo una mueca a la palanca de cambios, rascándose la nuca.

—Sí, bueno —dijo—. Lo he notado más desde que mi madre murió. Ellos son idiotas casi siempre. Lo sé. Tú sabes, apenas venían a casa después que se enfermó. Es como si nunca pudiese hablar de ella. Ponían esa expresión y puedo decir que no querían tratar, no querían oír sobre eso. Ni siquiera les importó… —Tragó con fuerza—. Solo no sé qué hacer. Tal vez es bueno que haya alguien como tú que los pone en su lugar de vez en cuando.

—De todas maneras, no creo que estén de acuerdo contigo.

—Bueno, ignóralos, entonces —se detuvo—. Es raro, supongo que asumí que solo eran buenos amigos, salimos, hablábamos sobre cosas que supongo no me importaban realmente, estaban ahí cuando todo era fácil. Pero ahora es obvio que falta algo…

Como si sus amigos fueran grandes personas. Sólo decidió no ver hasta que le dieron la espalda.

—Oye —dije—. Tú eres el que sigue saliendo con ellos. Y ya que estamos en esto. Demetri me arrastró afuera. Quizás tú podrías decirle la próxima vez que hables con él que yo no estoy tratando de robar tu alma o algo así.

—Seh —dijo Edward—. Él estaba quejándose de mi caso en la fiesta. Le diré algo. Quiero decir, demonios, ¿Por qué no debería hablarte? Eres la única que actualmente dice lo que está pensando, creo que tu presencia los pone demasiado incómodos. Nadie más me ha preguntado sobre ella, o qué pasó ni como estoy y hay algunos que simulan simpatía. Ahora cambiemos de tema —sonrió—. Aprecio esto, lo sabes.

El auto, de repente, se sintió muy pequeño —Yo, uh, de nada, supongo —murmuré—. Bueno, estamos aquí.

—Espera — Metió su mano en el asiento trasero, donde su mochila se había caído al suelo y buscó en unos de los bolsillos—. Vas a pensar que esto es realmente tonto, —dijo—. Lo sé. Pero el comité renunció a vender el resto, por lo que lo regaló en el consejo estudiantil y, me refiero, todo el mundo ya tiene uno, y bueno, aquí…

Me dio un rectángulo de cartulina impreso. Lo miré y casi me mordí la lengua.

El papel era de textura ligera, con letras cursivas negras sobre un fondo crema La Sexagésima Cuarto Baile de Graduación. Justo como la de Alice, excepto que la de ella había sido la Sexagésima. Supongo que imprimen los boletos del baile en el mismo sitio todos los años.

Edward estaba flotando en algún lugar en los bordes de mi visión. No me atrevía a levantar los ojos.

—Tú quieres que vaya al baile —dije, tratando de que pareciera una risa. Pero sonó más como si me estuviese ahogando con algo.

—Yo sólo tenía boletos extra, o sea, ¿Por qué no? Está bien. No tienes que ir. Ni siquiera estoy seguro de ir yo. Pero, si voz… no sería tan malo que haya alguien allí que no sea un imbécil, ¿cierto?

Quería saber, quería preguntarle, ¿Quién es un imbécil y quién no? Una sensación extraña se apoderó de mí. No me sentía bien, él no debería darme cosas como estas, decir cosas como esas. No debería aceptarlo. No tenía derecho. ¿Qué había hecho para que pensara que podía hacer por mi algo como esto? Quizás sus viejos amigos no eran tan geniales, pero yo no era su amiga tampoco. No siquiera sabía cómo serlo. No sabía cómo ser amiga de gente que no tenía décadas muerta.

—Bueno, gracias —dije—. Por… esto, y por el paseo. Debería entrar.

— ¿Estás bien? —me miró, con preocupación en sus ojos.

—Estoy bien —mi mano se deslizó a la manilla de la puerta. La giré y la empujé. La puerta se abrió y tirité por el rocío en el aire. Estaba cansada cuando me fui de lo de Demetri. Ahora estaba exhausta.

—Buen viaje, —dije, y cerré la puerta. Uno de los escalones crujió cuando subía hasta el pórtico, toqué las llaves en mi bolsillo. El auto todavía seguía silencioso. Puse la llave en la cerradura y entré a la sala, empujé la puerta que se cerró tras de mí. Me latía el corazón, me recosté contra ella. Después de un momento, oí el chirrido de los neumáticos sobre el asfalto y el sonido del motor alejándose.

Arriba, me di cuenta que todavía tenía el boleto del baile en mi mano. Lo lancé en un cajón del escritorio y lo empujé fuera de mi vida. Quitándome la ropa en la oscuridad, busqué mi pijama en la cama. Toda la casa estaba en silencio, el vacío dejado por la ausencia de Alice. Mi cerebro se comenzó a llenar de su propio ruido: las amenazas de Demetri, la risa de Rosalie, las últimas palabras de Edward. ¿Estás bien? Mis ojos comenzaron a arder. Me acurruqué en la cama y abracé mi almohada. Cuando me dormí, se había ido, todo eso.

El aire se estremeció. Un resplandor cayó sobre mi cara. — ¿Bella? —La voz de Alice llamándome.

— ¿Qué? —murmuré en la almohada, esperando que hubiese confundido con un ronquido y me deje en paz, por esta vez.

— ¿Dónde has estado? —preguntó, arrimándome a mí. El resplandor en mis párpados brillaba—. Empecé a sentir a náuseas en el aeropuerto, así que vine a casa, y no estabas aquí, entonces papá estaba en la cama, todo estaba oscuro… te busqué. Estaba preocupada.

Me acosté de espalda y abrí los ojos. Alice brillaba al pie de la cama, sus fantasmales rodillas estaban pegadas a su pecho y su mejilla descansando allí, sus brazos alrededor de sus rodillas. Ella me veía, sin pestañear.

—Salí —dije. Mis palabras parecían haberse secado—. A algo.

— ¿Qué tipo de cosa?

—Salí con un grupo de presumidos, ese tipo de cosa. No te preocupes. Estoy bien —Tan bien como una persona puede estar después de contarle toda la historia de su vida a un hombre que hasta hace una semana, nunca le había dado la hora. O tener un ataque de pánico por un boleto de un baile de graduación. Sí, estaba bien.

Alice agachó la cabeza detrás de sus rodillas. —Lo sé —dijo su voz su petulante y avergonzada al mismo tiempo—. Es sólo que siempre estás aquí. ¿Cómo se supone que supiese que estaba pasando? Podrías haber estado en cualquier sitio. De todos modos, no hay mucho que hacer cuando te vas.

Bostecé. —Te habría avisado, si hubieses estado aquí después de la escuela.

—Estaba esperando a mamá. El calendario decía que su avión llegaba a las 5, pero nunca la vi —suspiró—. Los aeropuertos son confusos.

—Es sólo un retraso —le dije—. Siempre se atrasan. Ya llegará.

Ella no vendrá.

—Ha estado lejos mucho tiempo, esta vez. Al menos, eso parece… —Alice dejó de hablar, confundida por sus recuerdos revueltos.

—Lo sé —dije—. Papá dijo que estará aquí todo el fin de semana.

—Oh, qué bien —Alice sonrió—. Es bueno verla, aunque… —su sonrisa vaciló.

—Lo sé —dije de nuevo. No había nada que pudiese hacer. Mi mente empezó a alejarse. Alice se recostó en la cama, su brillo se atenuó. Se inclinó sobre mí hasta que mis ojos se cerraron, entonces susurró tímidamente. — ¿Bella?

Parpadeé. — ¿Qué?

—Solo pensé… —vaciló, casi podía oír su respiración, salvo que ella ya no respiraba—. ¿Recuerdas que solíamos tener pijamadas? ¿Quedarnos despiertas hasta tarde, comer palomitas de maíz, ver viejas películas en la televisión? ¿Crees que podríamos hacerlo otra vez? Era demasiado divertido.

Por supuesto que recordaba. En particular, recuerdo la última vez, cuando yo tenía 11 y ella 15, y tenía que rogarle para que se sentara conmigo a ver la película. Ella suspiraba con impaciencia y se pintaba las uñas en las mejores partes, por eso nunca volví a pedírselo.

Pero ahora ella me lo estaba pidiendo.

Me enderecé, y busqué el control en el escritorio. La televisión se encendió a todo volumen. Lo ajusté antes de cambiarlo al canal de listados. Qué cómico, esta era la televisión que nosotras siempre solíamos utilizar. Nunca había tenido una propia hasta que papá limpió la habitación de Alice y me entregó la suya.

—Esto será genial —Alice se acomodó contra la pared. Me deslicé un par de pulgadas, como si ella necesitara espacio—. Supongo que no tiene sentido hacer palomitas de maíz. —dijo.

—De todos modos siempre quedaban con mucho aceite —Moví la guía de canales— acaba de comenzar una película de Katherine Hepburn.

—Oooh, veámosla.

Corrí a través de los canales buscando la película, y luego dejé caer mi cabeza sobre la almohada. Alice se retorcía como un niño de cinco años en Nochebuena. Después del desastre de la fiesta, era un pequeño alivio hacer esto, al menos, lo podría hacer bien. Ella se rió por una línea inteligente en el diálogo, y su pálida mano buscó a tientas la mía, traspasándola con un cosquilleo. Mis ojos se sentían tan pesados que no aguantaría verla. A Alice no le importaría.

El sonido del violín salía a través de los parlantes. Mis párpados caían. Por un momento, Alice no era más que un poco de luz, y entonces ya estaba dormida.


Holaa! Volvi (: aquí esta la confesión de Bella.. que tal? Espero que les haya gustado!

viivii alice: como ella dijo… debe ser difícil estar con personas que tienen décadas muerta.. espero que te haya gustado el capitulo (: un besito! dany-cullen-patt: yo pensaba igual que tu hasta que lei este cap.. uno le cae mal Bella por metiche, pero después de lo que le hizo Rose cualquiera se quiere vengar no? Un beso! Melanie Stryder: jajaja si Bella se arrepintió de hacer fea su venganza jaja.. eso muerta su parte humana no crees? Espero que te gustee (: Cely Peralta: tienes razón, todos merecen tener un bocado de su propia medicina, bueno todavía falta un poquito para que se acabe el fic.. un besoo! Kath: seguramente si hubiera hecho su venganza como la tenia planeada se hubiera arrepentido después, asi que te apoyo con eso! Un besito!