Disclaimer: Ni los personajes ni la historia es mía, esta es una adaptación y los personajes son de Meyer.

Capítulo Uno.

Tú crees que es fácil llevarse bien con una persona después de que está muerta. No con Alice. Ella toma su deber de hermana mayor muy en serio. Han pasado cuatro años desde que murió ahogada y aún está pendiente de mi caso.

−De verdad no llevarás eso a la escuela− dijo, sentada en el aire justo encima de la cabecera de hierro forjado de mi cama, con los tobillos cruzados. Era la forma en que lo hacía cuando se sentaba en la mesa del comedor. Excepto que ahora no había ninguna silla.

− ¿Qué les pasa? – Pregunté, cerrando la cremallera de mis jeans. Ella también llevaba unos. Por supuesto, los suyos eran cortos y de corte bajo, a diferencia de los míos que son grandes y holgados. Desgastados por tanto pisar el dobladillo, pero eran cómodos.

Alice arrugó la nariz impertinentemente, y sacudió la cabeza. Muchas veces explotaba conmigo por mi nulo sentido de la moda. La mayoría de las veces su mirada era transparente, podía ver a través de ella. Cuando algo le emocionaba, le brillaban como un farol chino. En este momento estaba radiante, desde su cabello azabache hasta la correa de sus sandalias.

Hace unos años esto me hubiera molestado. En estos días, me había acostumbrado. Era como un juego: ¿Qué tan mandona podía llegar a ser ella y que tan irritante podía ser yo? Jugábamos a ser normales.

− ¿Nunca te miras en un espejo, Bella? – Preguntó Alice – Tienes cosas estupendas en tu armario. Es como si quisieras ser un vago.

− Hay cosas más importantes que la ropa, lo sabes.

− ¿Por lo menos puedes usar tu cepillo? Por favor.

Sonreí, − Si es tan importante para ti, está bien.

Encontré mi cepillo entre un montón de libros, historietas, platos sucios y monedas, encima de mi tocador, lo pasé a través del caos de mi cabello castaño. Alice intervino otra vez, pasó su mano por encima de mi cabeza como un leve cosquilleo. Ella olía a manzanas confitadas con canela.

−Podrías estar preciosa, Bella – Murmuró – Tienes una buena figura, si vistieras mostrando un poco… un poco de maquillaje, apuesto que tus ojos se verían más espectaculares, y un nuevo corte de cabello…

− ¿Por qué molestarse?

Alice gruñó – ¿Quieres tener amigos o no? Las personas prestan atención a esas cosas, son agradables contigo. Si te ven echa un desastre, se estarán riendo de ti a tus espaldas.

Mi sonrisa murió. Tiré del cepillo para deshacerme un nudo, hice una mueca. Por lo que yo he visto, una apariencia bonita no impide que las personas se burlen de ti. Iba vestida con ropa nueva bastante decente en la secundaria, y estoy segura que no me ayudó.

Pero eso es historia antigua. Los estudiantes del instituto de Forks ya no se están riendo de mí ahora. Y me aseguré de poner bastante suciedad sobre ellos para asegurarme que seguirá así.

No es que pudiera decírselo a Alice, si le contaba lo que pasaba en el instituto, le daría un susto diez veces peor que con mi jeans.

− ¿Tú te reías de mí a mis espaldas? – pregunté al instante

Alice me dio su mirada de hermana mayor: sus cejas perfectamente depiladas arqueadas, y la sombra de su último lip gloss que tuvo en sus labios ahora fruncidos. Teniendo en cuenta que ella seguía siendo la chica de dulces dieciséis que cuando murió, y yo cumpliría diecisiete en Septiembre, era cada vez más difícil tomar su mirada en serio.

− Por supuesto que no, − dijo – tú eres mi hermana. Tengo que cuidarte.

− Vaya, gracias. De todos modos tu diversión se acabaría sin mí.

− Pero…

Arqueé mis cejas de vuelta a ella – Créeme, no lo hacen.

−Está bien, está bien – su labio inferior se curvó en una mueca. – Estoy preocupada. Tú deberías cuidar de ti misma. Solías… Creo que usabas maquillaje, te vestías bien… ¿No?

Desvié la mirada. Alice casi nunca hablaba del pasado. Pero ella tenía razón – eso ocurrió a partir del séptimo grado, me hubiera probado media docena de conjuntos, poniéndome la cantidad justa de pintalabios para que mi mamá no se diera cuenta, preparándome para otro día de risas con mis amigas y ruborizándome con los chicos. Muchas cosas que Alice no hubiera querido ver cuando estaba viva, y ahora probablemente nunca entendería.

− Sobrevivo bastante bien así – dije peinando mi cabello con una liga − ¿Podemos hablar de otra cosa? Además, deberías estar contenta. Podría tener millones de amigos y salir cada noche y entonces sería aburrido quedarte aquí sola-

Alice se deslizó encima de mí mientras tomaba mi tarea hecha la noche anterior de mi mochila. Consistía en que yo intentaba seguirla a mi manera y Alice hacía todo lo posible para evitarme. Se había convertido en la princesa adolescente del instituto, y yo en una chica desgarbada que copiaba su estilo. No entiendo porqué no podía dejar de seguirla. Ella no entendía porque yo no la podía dejar sola.

Supongo que tengo suerte de que las cosas no siguieran así. Su muerte había dejado intacto su sentido de la moda, pero había alterado su memoria. Para ella el tiempo se detuvo. Hablaba de cosas de hace cuatro años como si fuera ayer. Cuando Charlie convirtió su habitación en un taller, pasó todo un mes hasta que el cambio le entró en la cabeza. Hasta entonces, entraba en mi habitación dos veces al día quejándose que papá le había quitado sus cosas de su puesto, y yo con paciencia le explicaba, y entendía. Hasta que pasaban ocho horas, se le olvidaba y volvía a quejarse.

Pero con el tiempo Alice comprendió que las cosas eran diferentes, como la habitación, como yo estaba envejeciendo, y como su "ahora" ha pasado a ser "pasado". En su mente, ahora, hemos sido mejores amigas para siempre. Y, a pesar de ser siempre gruñona, había tenido amigos peores que ella. Por lo menos dice lo que está pensando en lugar de esconderse con sonrisas fingidas y palabras dulces. Los muertos, tal vez porque no tienen nada que perder, son siempre honestos.

Puse la mano en la radio − ¿Qué estación quieres?

−No sé –Alice miró por la ventana con tristeza, su brillo se oscureció − ¿Qué tal hip-hop?

−Claro. – Puse la música, con el volumen lo suficiente bajo para que Charlie no notara que la había dejado prendida. Alice no se movió. Cuando levante la mirada, estaba tan pálida que se podía ver a través de ella la pintura agrietada en el marco de la ventana.

−Volveré pronto – recordé – Papá debe estar cerca. Y mamá… −me di cuenta que no sabía dónde estaba Renée. Un nudo se formó en mi garganta. Bueno, así eran las cosas con Renée en estos días. Pero Alice no se iluminaba hasta que regresaba.

− Lo sé, − dijo Alice, y sonrió. – Gracias.

El suelo de la habitación crujió. Las dos nos quedamos en silencio. Luego escuchamos a Charlie tocar la puerta tres veces.

− ¿Sí? – dije. Alice comenzó a alejarse. Papá y mamá no podían verla ni escucharla. A veces pasaba tiempo a su lado, sobre todo con Renée, en los breves períodos en los que no estaba realizando asignaciones de la revista, pero estar en casa la hacía sentir incómoda.

Charlie abrió la puerta. – Hola. – dijo.

− ¿Tienes turno en la mañana hoy? – pregunté. Charlie era jefe de policía de Forks, pasaba todos los días en su oficina, pero raramente iba en la mañana, usualmente se quedaba aquí para irse en la tarde, solo tenía tiempo para sus comidas y nuestro tiempo de costumbre después de la cena para mirar la televisión, cuando compartíamos nuestra debilidad por las viejas novelas.

El asintió con la cabeza − ¿Quieres que te deje en el instituto?

Miré por la ventana. Estaba lloviendo, cosa típica de este pueblo. Por otra parte el carraspeo sugería que esta era una conversación muy difícil para él. Dudé, y al instante me sentí como idiota. Charlie sería la última persona que merece ser despreciado.

−Claro, eso sería genial, ¿Cuándo te vas? – Pregunté.

− En este momento, pero puedo esperar si necesitas tiempo – Respondió.

− No, está bien. Déjame agarrar mis cosas y voy – Le dije.

Cogí la mochila y baje con cuidado para no caerme. Papá se colocó sus cosas de policía mientras yo me amarraba mis botas de montaña. Él tintineaba las llaves con el mismo ritmo que lo hizo para llamar a mi puerta.

−Tu madre estará en casa en fin de semana –dijo.– Estará poco tiempo. Creo que va a empezar un artículo el lunes.

Me encogí de hombros – Como sea – Como si dos días de jugar a la feliz ama de casa podrían recompensar los diez días que ha desaparecido. Se puede decir que no vive con nosotros.

Charlie se quedó en silencio mientras caminábamos hacia el auto, era la clase de silencio que anuncia que dirá algo difícil, la lluvia caía sobre mi cabello caoba y sobre mi chaqueta, eso significaría las cuatro siguientes horas con la ropa húmeda. Charlie abrió la puerta del lado del pasajero desde adentro, y subí.

−Te extraña, lo sabes. – Dijo al mismo tiempo que aceleraba – Desearía tener más tiempo en casa.

Claro que sí, Renée actuaba por cuenta propia. Ella puede decidir que artículos hacer y cuáles no. Después de que Alice murió, comenzó a escribir más y más para la revista de viajes, lo que exige marcharse cada dos semanas. Si ella quisiera quedarse más en casa, podría hacerlo.

−Es difícil para ella estar en la casa, trabajar en la casa – continuó cuando me quedé callada – le recuerda… bueno, piensa mucho en tu hermana. Le ayuda pasar tiempo lejos.

−No es la gran cosa – dije,−estoy acostumbrada a ello. De todos modos, tú siempre estás aquí.

−Lo siento− Frunció los labios como si la culpa de verdad fuera de él – está tratando de conseguir más artículos locales. Por lo que creo que en el verano podrás verla mucho más.

He escuchado esta historia un par de años. Siempre se presenta algo, algo emocionante que le da la oportunidad de irse otra vez, así es Renée.

−Claro.– dije. El patio del instituto estaba a la vista, sobre el césped del colegio estaba un campo de fútbol americano. Había un dibujo de un casco en la entrada del colegio y de la cafetería.

Tenía mi mano en la puerta antes de llegar a la entrada. En auto policía se acercó y se detuvo. Salté a la acera, cargando mi mochila conmigo.

− ¡Gracias por traerme! Buena suerte en tu trabajo.

Cerré la puerta sin darle tiempo a que me respondiera. Hizo un saludo a través de la ventana y siguió conduciendo.

El conserje de la mañana estaba en el patio, recogiendo las bolsas de chips y latas de refrescos. Corrí detrás de él, hacia la puerta principal y entré.

Luego de avanzar un trecho, percibí algo que solo yo podía oler, laca de un peinado pasado de moda. El olor de hacía mayor mientras avanzaba al final del pasillo, justo después del aula de matemáticas, donde mi casillero estaba. Sonreí.

Con los años, Jacob había aprendido a perfeccionar su apariencia. Se apoyó en los casilleros, parecía a punto de hundirse, pero a simple vista podía creerse que era un simple chico de quince años que estaba entretenido en el pasillo. Él levantó su mano tranparente hacia mi dirección mientas unos estudiantes de primer año reían, después se irguió levantándose unos centímetros del suelo. Le gustaba imaginar que era más alto que yo.

−Hola, Bella, ¿Cómo te va? – dijo con una voz que fuera suave si no hubiera sido por la rapidez de sus palabras. El peinó su largo cabello con una mano y con la otra tiró del cuello de su chaqueta del ejército hacia adelante. Jacob no hablaba mucho de las fechas, pero he visto suficientes películas antiguas para asegurar que la primera vez que lo vi era de los años setenta. Él prefería el término rebelde.

−Estaría mejor si no estuvieras por aquí –dije. Abrí el candado de la cerradura y abrí la puerta del casillero para esconder el movimiento de mi boca de los que pasaban por el pasillo. − ¿Tú?

− Algo mayor. Pero, bueno –Jacob sonrió – Los chicos han estado muy ocupados. Espera oír lo que tengo hoy.