Capítulo 27. La batalla.

Desde mi ventana se veía lo que sucedía abajo con tal claridad que me daba nauseas. Hacía rato que Edward se había unido a la batalla, lo cual me tenía de los nervios.

Ya era tarde, mi padre y Ash me habían llamado para cenar, pero me había negado diciendo que no tenía hambre. Ash me había dicho que Jacob había dicho que no se preocupara por lo de la cita, porque él se había caído de la moto, y que aunque estaba casi totalmente bien, aún le dolía todo. Yo lo había visto por la ventana y sí, no tenía pinta de estar demasiado bien.

Si, se sabía que eran más vampiros que lobos, pero igual no me gustaba. Los licántropos se defendían demasiado bien, como si alguien les hubiera dado clase. Todo ocurría en el silencio de la noche, mientras Ashley y Charlie dormían, suponiendo que yo también lo hacia.

La familia Cullen había llegado hacía ya un buen rato y todo ese tiempo habían estado peleando. Puños para acá, puños para allá, tacleadas… esto parecía un juego de niños, salvo que claro, no lo era. Cada tanto me aferraba a la ventana para no correr hasta allí.

Era desesperante estar tan cerca y no poder bajar y ayudar. Eso me sacaba de quicio, más aún cuando Edward estaba allí abajo. Edward. Siempre terminaba metiéndolo en problemas a él. Pobre.

Casi me agarré de los pelos cuando Paul zarandeó a Alice, pero por suerte ésta se logró liberar. Era pequeña, pero rápida… y bueno, digamos que un lobo enorme no tiene demasiada motricidad. Sonreí. Hasta me estaba permitiendo ser sarcástica con tal de distraerme de lo que sucedía allá abajo.

Eran las dos de la mañana. Me sorprendía muchísimo que ningún vecino se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando en mi patio, más aún cuando cinco lobos enormes estaban en él. Claro, debían de estar todos durmiendo, qué gracia. Yo también debería, pensé luego, porque a decir verdad el cansancio acumulado me estaba empezando a pasar factura. Los párpados me pesaban y la idea de acostarme y dormirme sonaba prometedora, hasta el momento en que abandonaba la ventana y dejaba de estar al tanto de lo que sucedía.

Resoplé y cerré los ojos. Esto definitivamente afectaba y ponía a prueba mi cordura. Aunque yo ya estaba loca, por tener un novio vampiro y mejores amigos vampiros. Y claro, cómo olvidar, enemigos licántropos, la cereza del postre. Era asombrante cómo nunca me había parado a meditar la locura en la qué estaba envuelta. Sería que los quería demasiado a todos como para afrontar la verdad y dar paso al miedo a mi cerebro. Decidí que lo mejor sería intentar distenderme, porque tampoco me era bueno, justo en este momento, darme manija de que no estaba demasiado bien del mate. Tomatelá, pensé, por ser tan rebuscada.

Abrí los ojos y bajé a buscar un vaso con agua a la cocina, caminando en puntas de pie, pero al llegar decidí que era poco y comencé a tomar directo del pico de la botella. Cuando terminé, me encaminé al baño a lavarme la cara.

Llegué a mi cuarto y me metí en la cama. Traté de dormir, pero es complicado si estás pendiente de si alguien va a venir a matarte o si alguien le puede hacer daño a la persona que más amas en el mundo.

Me mantuve quieta., con los ojos cerrados aún, hasta que sentí el ronroneo de un motor en la calle. ¿A esta hora todavía andaban autos por la zona? Seguro que no era algo bueno en absoluto.

Abrí los ojos contra mi voluntad y me acerqué a la ventana, curiosa. Había un vehículo negro aparcado en frente a casa, con un "V" dibujada adelante, en el capó. Bajaron cinco personas de él, tres hombres, una niña y un niño. Todos estaban encapuchados, apenas se les veía el rostro y no parecían amigables. Daban un poco de miedo e inspiraban desconfianza. Parecían salidos de una película de terror. Genial, lo que nos faltaba: psicópatas, pensé.

Se pararon delante de la pelea y segundos después, todos estaban en el piso retorciéndose… ¿De dolor? ¿Qué diablos estaba pasando allí? La niña habló algo pero, naturalmente, con un grueso cristal de por medio, no pude oír nada.

Dijeron algo más y comenzaron a caminar hacia la casa, pero Emmett agarró al niño de un pie, al igual que Rosalie a la chica, haciéndolos caer. Acto seguido, Rose y Emm se revolcaron más aún. ¿Qué les sucedía?

Los tres hombres los miraron en el suelo, pero siguieron avanzando en dirección a la puerta. No caminaban rápido como los vampiros, pero no quitaba que no lo fueran. Su andar era grácil y hasta llegaba a parecer como si sus pies no hicieran contacto con el suelo. Observé cómo luego de su paso, no había huella alguna en el barro del pórtico. Probablemente habían venido a por mi… deduje tranquilamente. ¿Cómo es que no me hallaba en estado de histeria? Estaba calma. Jasper, él debía de estar controlándome. Escruté lo que había más allá de la ventana y lo distinguí, mirándome. Me sonrió y le devolví la sonrisa, pero igual un tanto intranquila. Me alegraba que con Jasper nos lleváramos tan bien. Era muy tierno a decir verdad y siempre me ayudaba en todo.

Cerré los ojos desesperanzada. Imaginé que yo protegía a Edward, que hacia que lo que fuera que le estuvieran haciendo cesase, que se liberara. Reí. Ahora sí que me había vuelto chiflada del todo. Cada cosas raras pensaba yo…

Pero al abrir los ojos descubrí que Edward estaba en pie y tacleando a los tres hombres, que cayeron sorprendidos. ¿Qué diablos…? Pero Edward no les dio tiempo, echó a correr hacia la casa y en segundos estaba al lado mío abrazándome.

-Lo siento tanto, Bella…- susurró en mi oído.

-¿Cómo escapaste? – inquirí curiosa.

-No lo sé. De repente sentí que no me dolía nada y que me podía mover.

-¿Y quiénes son?

-Los Vulturis… - murmuró.

Mis ojos se abrieron de par en par.

-¿Aquí? – No podía ser... - ¿Pero cómo llegaron?

-Volando. ¿Cómo va a ser? ¡En avión!

-Edward, no juegues. Y… ¿De qué lado están?

-Por lo que has visto supongo que no sería difícil para ti deducir que del nuestro no. Eres inteligente, Bella. Vamos, piensa. – rió suavemente. ¿¡Cómo podía estar tan calmo justo ahora!

-Pero si son vampiros como ustedes… - susurré sin comprender.

-Sí, pero hace tiempo que nuestras familias tienen… problemas. ¿Recuerdas que te dije que no eran compasivos? Bueno, con nosotros, menos. Somos el segundo clan en el mundo tan grande, tienen miedo de que les queramos arrebatar el poder… O que nos revelemos en su contra. Nos peleamos hace mucho tiempo y no nos hemos reconciliado. Por mi, mejor. Son unos malditos mentirosos. No valen la pena.

Sonreí. Edward tenía la capacidad de lograr que yo hiciera ese tipo de cosas en los peores momentos. Pero una mano lo separó de mi lado.

Era uno de los hombres. Tenía a Edward agarrado por un hombro, mientras que Edward forcejeaba violentamente. El hombre tenía los ojos cerrados. ¿Qué hacía?

El hombre encapuchado abrió los ojos luego de un rato y en ellos no fue difícil descubrir un dejo de sorpresa e incomprensión cuando me miró.

-¿Una humana? – escupió. Edward asintió. - ¿Te has enamorado de una humana? – inquirió. – Edward volvió a asentir. – Ahora entiendo por qué los licántropos estos nos pidieron ayuda. – susurró.

¡¿Qué los licántropos qué? Malditos traidores. Me las iban a pagar algún día.

Involuntariamente de mi interior salió una especia de rugido y me abalancé sobre ese hombre, tomándolo por sorpresa y derribándolo.

Edward me miró anonadado, pero rápidamente me tomó de una muñeca y me colocó detrás de él.

Cuando el hombre se puso de pie, me miró, pero no con odio o con furia como yo esperaba, sino con maravilla en sus ojos.

No decía nada, sólo me observaba y al final suspiró.

-Tienes razón, chico, ésta humana vale la pena. Es especial. ¿Tú puedes leer su mente? – Edward negó. – Yo tampoco. Es diferente.

Edward asintió, pero me escondió más.

-Edward, sabes que no puede ser así. – Y diciendo esto lo tomó de una muñeca y lo tiró por la ventan abierta hacia fuera.

Yo quedé petrificada en el piso, mirando el lugar por donde había volado Edward.

Sin despegar la vista de ese hombre, caminé hasta la ventana y miré. Edward estaba tendido en el piso y el niño estaba a su lado.

-Lo siento, Bella. – dijo el hombre y desapareció.

Casi en seguida, se abalanzaron sobre Edward todos los Cullen, mientras que los lobos y los Vulturis se iban.

No entendía nada. Alice salió corriendo y Jasper fue tras ella.

Sigilosamente, bajé las escaleras y salí al patio. Nadie me prestó atención cuando me senté al lado de Edward. Estaba de color oscuro, como la piedra, quieto, petrificado.

-¿Está…? – no pude terminar la pregunta.

Carlisle negó.

-Pero lo estará si no conseguimos que el niño lo toque de nuevo. Alec, además de hacer que no sientas nada, convierte todo lo que toca en piedra.

-¡Pero si Emmett lo tocó! A él no le sucedió nada. – apunté con un dedo a Emm.

-Sí, pero cuando Emmett lo tocó no le hizo nada porque sólo funciona si es que él quiere tocar a la persona.

-¿Y qué quieren a cambio? – inquirí ahora desesperada, ante la falta de la protección de Jasper sobre mis emociones.

-A ti – murmuró Rose acercándose y me abrazó.

Suspiré.

-¿Me pueden dejar a solas unos segundos con él? – pregunté lentamente.

Todos se dispersaron en seguida.

-Lo siento, Edward. Es todo mi culpa. Siempre lo es. Prometo que te salvaré. No importa el precio, lo juro.

Las lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas y cuando me apoyé en su pecho, mojé toda su camisa. No importaba lo que tuviera que hacer, igual iría hasta el fin del mundo, pero jamás lo dejaría.

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Ay chicas, esto me da cosita! Este es el último capi de esta temporada! Sep, se termina acá (: Fue un gusto conocerlas… Naah, mentira, ya tengo hecha la segunda así que termino con esta y arranco con la otra, no se librarán tan fácil de mi :D Espero que les haya gustado este fanfic, fue el primero que hice y el que me gustó más. Gracias por leer!