AN: Buenas a todo el mundo. Hace bastante tiempo que no publico nada y es que cuando empecé mi primera historia nunca imaginé que llegaría a escribir otra y mucho menos una tercera jajaja. Sin embargo, han sido tantas y tan buenas las historias que he podido leer en este sitio que no he podido evitar intentarlo de nuevo. Me gustaría probar a hacer algo parecido, una historia más compleja y elaborada, aunque no sé si al final lo lograré ;P Y Bueno, ya sabéis, si tenéis alguna pregunta, queréis señalar un error o simplemente os apetece comentar algo no dudéis en hacerlo ^^

Disclaimer: MSLN no me pertenece ni ninguno de sus personajes.

La noche caía en Stonehaven y con ella el frío se hacía notar un poquito más en las pieles de los osados jóvenes que se atrevían a salir a la calle vestidos tan sólo con camisetas de algodón y sandalias. Puede que fuera verano pero en el norte de Escocía no parecía notarse mucho a aquellas horas, al menos para Fate, acostumbrada al tibio sol de la Toscana. Aunque llevara varios años viviendo en el Reino Unido su cuerpo aún añoraba el calor típico de su tierra.

Mientras se cerraba la rebeca para intentar aislarse de la humedad del ambiente intentó recordar por qué no había cogido aquel día su chaqueta. Puede que todos la mirasen de manera extraña pero bien merecía la atención el estar caliente, si los escoceses no entendían que sólo ellos eran capaces de considerar calurosas aquellas noches de verano era problema suyo. "¡Ah sí! El descubrimiento". Aquella mañana había tenido que salir corriendo de su habitación en el hostal porque el grupo de arqueólogos había encontrado una especie de cámara en el subsuelo del establo.

-¡Buenas noches!

-Buenas noches Gertrud.

-Que tiempo tan bueno hace verdad, ojalá fuera así todo el año.

-Sí, un tiempo estupendo. Me haría usted una sopita.

-¡Por Dios niña, una sopita con este calor! ¿Cómo se te ocurre? te voy a poner un buen filete. Ya verás que con eso se te quita la cara de muerta que traes.

-Gracias Gertrud pero creo que prefiero la sopa.

La rubia usó su mejor sonrisa, ésa que nunca le fallaba. Había comprobado durante estos meses que era peligroso llevarle la contraria a la señora Kingston, además de inútil, así que tenía que recurrir a sus mejores trucos para convencer a la casera. Por suerte no le resultaba muy difícil, es más, sólo tenía que ponerle ojillos para que la consintiera como a una niña. Aunque, como todo, estas tácticas tenían sus límites.

-Ains que raros sois los extranjeros hija. Siéntate, en seguida te sirvo tu cena.

-Muchas gracias.

Se sentó pesadamente a una de las pocas mesas del comedor. El motel "El Caballero Errante" era un sitio pequeño pero acogedor, estaba situado en el centro del pueblo y era, sin duda alguna, uno de los lugares más limpios en los que Fate había dormido. La señora Kingston lo regentaba desde hacía incontables años, cuando su marido murió asumió por completo la dirección del lugar y tendría que venir el mismísimo diablo a llevársela para que dejara de trabajar en su amada hospedería.

-¿Cómo va la excavación joven?

Quien hablaba era el señor Macdylan, un hombre considerablemente mayor y que llevaba casi el mismo tiempo que Gertrud viviendo en el motel. Las malas lenguas decían que eran amantes pero que nunca se han atrevido a revelar su relación por miedo a dañar la reputación de "El Caballero Errante". Obviamente se trataban de habladurías sin sentido, no porque la dueña no considerase su local como una de las hospederías más selectas y refinadas de toda Escocia, palabras textuales, sino porque aquella señora hubiera matado en el acto al anciano y delgaducho señor Macdylan. Seguramente era un hombre que prefería tener un lugar caliente, aseado y sobre todo la compañía que aquí obtenía en lugar de vivir solo y tristemente alimentado en su casa.

-Muy bien señor, gracias por preguntar. –Además, para qué quedarte en tu hogar si aquí puedes molestar a los clientes para entretenerte.

-Sabe usted que mi familia es una de las más antiguas de la ciudad.

-Por supuesto señor, usted me lo recuerda cada noche.

-¿Y le he contado ya la historia del castillo en el que trabaja? -Por suerte la casera decidió aparecer en ese justo momento con la cena.

-Eh… Gertrud creí haberle pedido una sopita.

-Y eso es lo que tienes hija, un Partan Bree, ideal para recuperar energías.

-Ya veo… gracias. –El Partan Bree era una sopa elaborada con carne de cangrejo y langostas, hasta ahí todo normal, el problema era que también se le añadía esencia de anchoas y un poco de nata agria. Sí, las tácticas tenían sus límites.

-Pues como le iba diciendo joven, nuestro castillo fue uno de los más famosos de todo el país. Él solito defendió a sus habitantes de los invasores.

-Lo sé señor Macdylan, durante siglos sirvió como baluarte para las rutas de transporte marítimo hacia el norte de Escocia.

-Oh no es a eso a lo que me refiero sino a la gran batalla de Las Antorchas.

Aquello había conseguido despertar la curiosidad de la mujer. Durante todas sus investigaciones antes de comenzar a trabajar en el Castillo de Dunnottar nunca había encontrado ningún dato refiriéndose a tal batalla. Por supuesto había hallado escritos donde se relataba el duro asedio que había sufrido la fortaleza durante el ataque del conde Cromwell y como una pequeña guarnición había conseguido resistir heroicamente salvando así las joyas de la corona escocesa.

-Me temo que nunca he oído hablar de ella –Fate removía su sopa sin decidirse a probarla, posiblemente si lo hacía su estómago acabaría recordándoselo durante toda la noche pero le daba más miedo la reprimenda de la señora Kingston si no se la tomaba. –Sería tan amable de contarme que ocurrió durante la batalla de las…

La rubia sabía que la mayor parte de estas historias que iban pasando de generación en generación no eran más que habladurías e invenciones que, además, iban engordando a medida que se transmitían, a todos nos gusta poner nuestro granito de arena en las historias familiares. Sin embargo, la experiencia le había probado que parte de estos cuentos podía ser cierta y, en alguna que otra ocasión, se había encontrado con un testimonio fidedigno.

-De Las Antorchas joven, la batalla de Las Antorchas –El señor Macdylan se aclaró la voz contento de haber atrapado la atención de la muchacha –Todo sucedió en la Nochebuena del año 1.405, el señor del castillo, Sir William Keith, llevaba varios meses…

- O-

-¡Creo que esta noche el whisky ha afectado demasiado al señor Macdylan! O tal vez ha vuelto a robarle una de sus novelas rosas a la señora Kingston Jajaja –Para Fate era imposible que todo aquello hubiera ocurrido de verdad: intrigas, traiciones, un ataque sorpresa y… - …Un túnel secreto?

Rápidamente saltó de la bañera envolviéndose en la bata sin llegar a secarse, se acercó hasta su mesa sin perder ni un segundo y comenzó a rebuscar entre el montón de planos que tenía apilados.

-Creo haberlo visto en alguna parte…

Decidió abandonar el escritorio para extender su búsqueda por el resto de papeles que había repartidos sobre el suelo de la habitación. El orden nunca había sido su fuerte. Tras alguna que otra maldición por fin dio con lo que quería.

-¡Lo encontré! Sabía que lo había colocado por aquí jeje.

Algunas gotas de agua resbalaron por su pelo hasta caer sobre el antiguo dibujo. Por supuesto aquellos planos eran copias de los originales, de esta forma la rubia podía garabatear y apuntar las ideas que se le iban ocurriendo mientras estudiaba la planimetría del castillo. En esta ocasión, lo que Fate miraba tan ensimismada eran un par de líneas apenas perceptibles en uno de las pocas secciones que había encontrado durante una de sus visitas al archivo de la ciudad. En un principio pensó que se trataba de algún arañazo o una mancha que podía haberse producido a lo largo de los años pero ahora, mirándolo con otros ojos, advertía que las "líneas" permanecían rectas durante todo su recorrido dejando siempre entre ambas la misma distancia.

-¡Son paralelas! ¿Cómo no he podido verlo antes? Es demasiado regular para tratarse de un arañazo.

Su mente se convirtió en un hervidero haciendo que su cuerpo se olvidara del sueño y el cansancio, miles de hipótesis se barajaban en su cabeza a la vez que volvía a releer toda la documentación de la que disponía.

-O-

A la mañana siguiente fue la primera en llegar al castillo, quería ver con sus propios ojos si la conclusión a la que había llegado durante la noche podía ser cierta, pero pronto su cuerpo comenzó a reprocharle la idea. A esas horas el frío arreciaba y, aunque esta vez se había acordado de coger su chaqueta, las continuas salpicaduras de agua que llegaban con el romper de las olas hacían que la humedad le calara los huesos y es que Fate no se encontraba en la excavación, en su lugar se había dirigido directamente hacia la playa.

El Castillo de Dunnottar se asienta sobre un escarpado acantilado en un cabo de la costa nordeste de Escocia, a unos 3 kilómetros de Stonehaven y de "El Caballero Errante". La fortaleza ahora en ruinas fue construida durante el siglo XIV y gracias a su singular localización se convirtió en un bastión inexpugnable para las fuerzas enemigas. Sólo poseía una única entrada, un estrecho y tortuoso camino que serpenteaba conectándolo con el continente, el resto, una pared rocosa que caía casi 50 metros hasta el bravo mar del Norte. Y justo al lado de esa pared se encontraba Fate.

Tras haber escuchado el relato del señor Macdylan y volver a estudiar, por enésima vez, todos los planos que existían del lugar había llegado a la conclusión de que aquellas dos tristes líneas eran nada más y nada menos que una antigua vía de escape del castillo. Lo más extraño, y que la hacía dudar de su propia teoría, era que nadie se hubiera dado cuenta de su existencia durante todos estos años. "Probablemente porque la mayor parte de los que habían habitado Dunnottar en los siglos posteriores ni siquiera lo sabían" pensó. Por otro lado, había pruebas más que evidentes de que en aquel impresionante enclave había habido una fortaleza anterior a la que actualmente existía, seguramente una construcción perteneciente a los llamados siglos oscuros. No sería una locura pensar que aquel túnel podía haber sido construido por estos primeros ocupantes para acabar cayendo en el olvido con el paso de los siglos.

-Hasta hoy –Se dijo Fate.

Pero para su desgracia no lograba divisar nada remotamente parecido a una salida. Examinó cuidadosamente cada roca, revisó los dos extremos del acantilado que conectaban con la playa, incluso intentó adentrarse unos metros en el mar para ver la parte de pared rocosa que quedaba fuera de su alcance. Finalmente y tras varias horas de búsqueda se encontraba tirada en la arena, exhausta, muerta de frío y culpándose por lo tonta que había sido. "¿En qué momento se me ocurrió pensar que la historia del señor Macdylan podía ser cierta?"

-¡Ahhhh! –Comenzó a patalear la arena y a rodar como si fuera una niña pequeña –¡Mierda, mierda, mierda!

Su rabieta sólo duró unos minutos más, por muy pocas ganas que tuviera debía ir a trabajar, no se podía permitir el lujo de perder más tiempo tontamente.

-Ahora tendré que inventar una excusa por no haber aparecido durante toda la mañana, ni loca voy a contar que estuve buscando la salida de un túnel secreto de huída que yo, en mi gran momento de genialidad, creí haber descubierto.

Se quitó los restos de arena que se había colado a través de su ropa lo más dignamente que pudo y emprendió el camino de regreso a la excavación. Si tenía suerte tal vez llegaría a tiempo para el almuerzo.

Nada más poner un pie en el lugar Subaru fue a recibirla. También era una estudiante en prácticas y al igual que Fate se encontraba lejos de su país natal, aunque en su caso la distancia era mucho mayor. Subaro y Teana, la otra estudiante de arqueología, eran neozelandesas.

-¡Buenos días Fate! ¿Dónde te has metido esta mañana?

-Buenos días, lo siento pero tuve que bajar a la playa por algo importante.

-¿Es qué has estado pescando? Vaya pintas que traes jajaja.

Si hubiera sido otra persona se hubiera sentido realmente ofendida, pero tratándose de quien se trataba sabía que no había malicia en aquellas palabras, es más, si su compañera le decía aquello debía de tener un aspecto verdaderamente horrible. Estaba intentando sobreponerse a su mal humor para responder cuando algo la distrajo. Un ruido más que molesto se escuchaba por toda la excavación y parecía provenir de algún lugar cerca de los establos.

-¿Qué es eso?

-¡Ah! Son los obreros, llevan así toda la mañana.

-¿Y qué se supone que están haciendo?

-Creo que un no sé qué para la grúa.

-¡¿La grúa? Pero si hasta dentro de un mes no comienzan las obras.

Su amiga se encogió de hombros, obviamente la futura arqueóloga no tenía ni idea de los plazos de la obra y por tanto aquello no le parecía algo extraño. Fate se dirigió con paso firme al origen del ruido, que como ya había predicho, se encontraba a escasos metros de los establos. Al llegar a la zona se encontró con un pequeño grupo de fornidos escoceses acompañados por matillos neumáticos que, ante la atenta mirada del constructor, picaban sin piedad la piedra bajo sus pies.

-¿Pero qué hace?, ¿Está loco?

Al capataz le costó un poco entender lo que la muchacha le estaba diciendo debido al ruido, pero por los aspavientos que realizaba pensó que tal vez sería algo importante así que decidió acercarse.

-¿Qué quiere señorita?

-Qué demonios cree que está haciendo, pare inmediatamente a sus hombres.

Con veinte años de experiencia a sus espaldas, al constructor no le hacía ni pizca de gracia que aquella niña se atreviese a decirle lo que tenía o no tenía que hacer.

-Lo siento señorita pero estos obreros trabajan para mí –Aunque sus palabras eran educadas en su tono se reflejaba un claro desprecio –Hemos empezado a preparar la cimentación de la grúa y a menos que el profesor MacFergus lo diga seguiremos picando.

-¿Es que ya sabe usted dónde está el firme?

-¿El firme? –El hombre que bien podía haber sido el doble de barba roja comenzó a reír descaradamente –Señorita no sé si ha dado cuenta pero está usted sobre un puro y orgulloso pedrusco escocés, elija usted el que más le guste y déjeme hacer mi trabajo tranquilo… ¡Mujeres!

Fate ardía de rabia por haberle dado al capataz una excusa para menospreciarla, si bien hablar de buscar el firme no tenía sentido en un terreno rocoso como aquel, no podía evitar recordar esos detalles que sí eran importantes en su tierra. De todos modos no era eso lo que preocupaba a la rubia, sino como podía afectar aquellas vibraciones a la excavación y sobre todo al nuevo descubrimiento.

-¡Le ordeno que pare ahora mismo!

-¿Ah sí? –El corpulento pelirrojo se acercó desafiante, la actitud de la mujer había pasado de molesta a inaceptable. Él era el encargado de la obra y aquella muchachilla no era más que la mascota del profesor –Y bajo la responsabilidad de quién si se puede saber.

-Bajo la suya –La chica no se dejó intimidar en ningún momento –ya que será usted quien le explique al profesor porque la nueva cámara descubierta ha sido dañada de un día para otro.

-¿Eh?

-Está usted excavando a menos de veinte metros del hallazgo genio.

El constructor se quedó blanco y Fate no pudo reprimir una pequeña sonrisa de victoria. En menos de un suspiro los obreros abandonaron el lugar llevándose consigo cualquier prueba que pudiera inculparlos ante la ira del profesor. Philip MacFergus era un catedrático de la universidad de Edimburgo que había trabajado en la restauración y conservación de la mayoría de los castillos del noreste de Escocia, que no eran pocos. Su profesionalidad y buen hacer en sus trabajos eran tan conocidos como los ataques coléricos que sufría ante las negligencias. Si en lugar de la estudiante hubiera sido el profesor quien los hubiera encontrado no sólo ya estarían en la calle sino que esos obreros no volverían a trabajar durante una buena temporada.

Cuando la zona se hubo despejado pudo ver el inmenso hoyo que los martillos neumáticos habían provocado "Y ahora como explico yo esto… sólo queda que empiece a llover y se convierta en una piscina" Aunque no era su culpa la rubia sabía que ante el señor MacFergus ella sería la responsable, solo rezó porque la recién descubierta cámara siguiera intacta. Finalmente decidió no seguir torturándose con malos pensamientos y se dirigió hacia el comedor, ya comprobaría con el estómago lleno los resultados del trabajo de su gran amigo el capataz. Tras llegar a la pequeña carpa que hacía las veces de cocina Subaru la llamó para que se sentara a su lado. Junto a ella, como casi siempre, se encontraba Teana.

-Buenas tardes chicas.

-¡Buenas!

-Vaya pensé que te habías vuelto a escapar, sabes Tea, Fate ha estado pescando y por eso…

-Ejem Subaru, yo no he estado pescando.

-¡Ah no! Como tienes la ropa empapada pensé que… ¡Auch! Tea, no tenías porqué hacer eso.

-Y tú no tienes porqué meterte en la vida de los demás.

-Tranquila tampoco es que sea nada importante, simplemente bajé a la playa esta mañana y cuando estaba cerca de la pared rocosa…

-¡¿Haces escalada?

-No no, yo no…

-¡Tea y yo también escalamos! bueno en realidad aquí solo vamos realizando diferentes caminos por los acantilados ya que no hay…

-Subaru que yo no…

-¡Oh! ¿Has descubierto ya la cueva del castillo? Es genial, si coges…

-¿Cueva?

-Si mujer, si has trepado por la pared del norte has tenido que verla, no es muy complicado si tomas…

-Subaru, lo que Fate intenta decirte es que ella nunca ha escalado así que deja de incordiar –La pobre muchacha me miró como si hubiera cometido el mayor de los pecados y se disculpó rápidamente.

-Bueno, es cierto que no me gusta escalar pero sí que me interesa mucho lo de esa cueva ¿Dónde la habéis visto?

-La verdad es que más que una cueva es un pequeño hueco en la pared –Esta vez fue la pelirroja quien habló adelantándose a su compañera –No es muy profundo, apenas si llega al metro, pero estoy segura de que en el pasado debió ser mucho más grande. –No tardó en responder a la pregunta que se estaba empezando a dibujar en la cara de su interlocutora –Es por su fondo, no es un muro de roca medianamente uniforme sino que parece un desprendimiento.

-Además, la semana pasada Tea descubrió en la pared un sendero que llevaba a la cueva, bueno igual hoy no es un sendero que se pueda usar por el desgaste de las olas y todo eso, pero seguro que hace siglos lo fue.

Aquella información había caído como una bomba para la rubia, aunque esta vez no cometería la estupidez de precipitarse y acabar asumiendo como ciertas teorías basadas sólo en posibles coincidencias. Como si temiera que sus compañeras pudieran leerle el pensamiento decidió cambiar "sutilmente" de tema.

-Pues sí que os gusta la escalada, supongo que en vuestro país sería mucho más fácil practicar y encontrar rutas no?

-La verdad es que en Nueva Zelanda puedes encontrar sitios fantásticos, ¿Verdad Tea?

-Sí… es cierto –En la voz de la chica se notaba cierta nostalgia.

-¿Y cómo es que habéis venido desde tan lejos?

-En mi caso es casi por casualidad. Siempre me gustó la arqueología y en Nueva Zelanda no es una rama que esté muy especializada, así que revisé los acuerdos de estudios que ofrecía mi universidad y acabé encontrando una beca para venir aquí.

-¿Y tú Subaru?

-Fácil, yo vine para estar con Tea.

La amplia sonrisa de la primera desapareció por el enorme pisotón que le propino la segunda. Era bastante cómico ver como la morena gimoteaba agarrada a su pie mientras que su compañera intentaba disimular una cara más que roja. La verdad es que esas chicas a veces le recordaban más a un dúo de comedia que a un par de arqueólogas.

-Vaya eso sí que es tenerlo claro –Pudo decir Fate entre risas.

-¿Y qué te trajo a ti Fate? En Italia encontrarías edificios que restaurar simplemente cruzando la calle.

-Tienes razón, pero como Subaru yo también tengo claro lo que me gusta –Y le soltó un pequeño guiño a la morena provocando que a Tea volvieran a subirle los colores –Desde que tengo memoria mi abuelo me contaba cuentos de princesas y caballeros, grandes batallas, orgullosos reyes… no pude evitar enamorarme de aquellas preciosas historias y querer revivirlas. Por otra parte, en Italia le dan más prioridad a edificios de otras épocas, por lo que Escocia simplemente era el sitio perfecto ¿en qué otro lugar del mundo podrías encontrar tantos castillos mediavales juntos?

Toda su familia conocía la pasión que sentía por aquellos siglos tan caóticos y conflictivos de la historia europea por lo que jamás le pusieron trabas a su decisión, es más, su abuelo se sentía particularmente orgulloso por haber inculcado aquel amor por el Medievo en el corazón de su nieta. Lo que el anciano jamás supo fue que la rubia nunca quiso ser salvada por el apuesto caballero sino que prefería fantasear con vivir feliz y comer perdices junto a las siempre bellas damiselas de los cuentos.

-Pero escuché del profesor que tú ya habías conseguido entrar en el equipo de mantenimiento del castillo de Edimburgo ¿Por qué preferiste venir a un sitio como este? Además de que odias el tiempo que hace tan al norte y… ¡Tea me haces daño! –Aquello había cogido a la joven por sorpresa.

-Lo siento Fate, esta chica nunca sabe cuando cerrar la boca. No tienes por qué contestar.

Como pudo ocultó su asombro inicial y utilizó la excusa que daba a todos.

-Está bien no te preocupes. Es cierto que es un gran trabajo y más de un estudiante mataría por esa plaza pero la verdad es que me gustan los retos y además, ¿habéis visto en qué lugar tan hermoso nos encontramos?

Sus amigas no pudieron sino asentir ante aquello. Puede que el Castillo de Dunnottar estuviera alejado de todo y que el proyecto de su restauración tal vez no llegara a ejecutarse por el elevado coste de la empresa. Sin embargo el emplazamiento era más que asombroso, prácticamente te quedabas sin palabras por la belleza del paisaje que rodeaba a la fortaleza. Sí, aquella excusa siempre le funcionaba.

-O-

La tarde pasó sin ningún otro percance y pronto los trabajadores emprendieron el camino de regreso a casa. Todos se marcharon excepto Fate, que prefirió aprovechar la soledad del lugar para meditar sobre los acontecimientos de los últimos días.

-Jim voy a quedarme un rato más por aquí, espero que no te importe.

-Ningún problema señorita Testarossa.

No es que la chica necesitara el permiso del guardia nocturno para permanecer más tiempo en el castillo, es más, si no le hubiera dicho nada estaba segura de que Jim ni se habría dado cuenta (el hombre jamás se separaba a más de diez pasos de su pequeño televisor portátil). Sólo se había acercado hasta su caseta para tomar "prestada" una de las botellas que el segurata guardaba junto a su puerta de manera poco disimulada. Obviamente el anciano escocés no sabía de su generosidad pero ya se encargaría la rubia de reemplazar la botella antes de que su dueño se percatara.

Comenzó andar por la excavación sin rumbo fijo dando largos tragos al licor, puede que el guardia no fuera un hombre de gustos exquisitos, sólo había que fijarse en la inexistente higiene de su indumentaria, pero por suerte no era difícil encontrar buen whisky en las Highlands.

Sus pasos la llevaron hasta la nueva adquisición del castillo de Dunnottar, un hoyo de casi un metro de profundidad y el triple de ancho. Decidió acomodarse en este improvisado diván para evitar doblarse un tobillo, el alcohol empezaba a subírsele a la cabeza y no era saludable pasear por una obra en total oscuridad. Allí tumbada, su mente volvió a recordarle la verdadera razón de su estancia en Stonhaven y esa era…

-Shiori…

Shiori era una estudiante de origen japonés que asistía a su misma facultad. Se conocieron el primer año de universidad y desde entonces fueron inseparables. La relación de amistad pronto se convirtió en algo más y a los pocos meses comenzaron a vivir juntas. Fate amaba con locura a su novia, lo hubiera dado todo por ella, el problema era que Shiori no pensaba igual. La japonesa tenía una familia muy tradicional y por esta razón había obligado a su compañera a mantener la relación en secreto. Lo peor de todo no era tener que esconderlo a la familia, sino que también debía ocultárselo a todos sus amigos y conocidos. Nadie podía saber que entre las dos existía algo mucho más profundo que una simple amistad y eso era lo que más atormentaba a la rubia. Tenía que engañar a las personas que le importaban y, además, cualquier gesto de cariño o afecto quedaba prohibido fuera del dormitorio. Sin buscarlo, Fate vivía en una auténtica prisión.

Muchas fueron las veces que discutieron y se separaron, pero tantas otras acabaron reconciliándose. La chica nunca le pediría a su pareja que desvelara su condición sexual si no estaba preparada o si simplemente no quería, pero estaba cansada de que le pidieran a ella el ocultarlo. Jamás tuvo problemas en admitir sus gustos por eso le parecía injusto el vivir de aquella manera, sin embargo el amor que le profesaba a Shiori la obliga a aceptar las peticiones de tiempo y paciencia que ésta le hacía.

Un buen día la rubia no pudo soportarlo más, llevaba toda la noche viendo como su novia tonteaba con uno y con otro durante una fiesta a la que habían ido con sus amigos. Ya estaba harta, ¿ella no podía agarrarla por la cintura mientras bailaban pero esos indeseables sí? La bronca que tuvieron aquella noche superó a todas las demás y tras la marcha de la japonesa a la casa de una amiga, como solía ocurrir cada vez que discutían, Fate decidió que lo mejor que podía hacer era alejarse. Tenía que huir de aquella relación que sólo le causaba dolor. A la mañana siguiente se plantó en el despacho de su profesor pidiéndole que la aceptara como becaria en su nuevo proyecto, el Castillo de Dunnottar. Esa misma semana se despidió de todos sus amigos, hizo las maletas y dejo en el piso una nota para Shiori en donde daba por finalizado su noviazgo de una vez por todas.

Y ahora, después de seis meses, todos esos dolorosos recuerdos volvían a ella como el primer día. Miraba las estrellas buscando algún consuelo, quizás en la inmensidad del cielo sus problemas parecerían más pequeños. De pronto el sonido de un móvil la sacó de sus cavilaciones.

-¿Si?

-¡Fate no cuelgues!... soy yo.

-Sh… Shiori.

-Por favor Fate vuelva a casa conmigo, te echo tanto de menos.

-…

-Por favor dime algo. Estos meses sin ti han sido una tortura.

-Seguro que no es peor que la que he sufrido yo estando junto a ti.

-Cariño no me digas eso, éramos tan felices juntas.

-Tú serías feliz pero yo vivía en un infierno.

-Fate no mientas, todos y cada uno de los días que hemos compartido han sido maravillosos: las citas en el parque, esas escapadas de fin de semana a lugares perdidos, las noches en que nuestros cuerpos…

-He… he hecho lo mejor para las dos, con el tiempo lo verás igual.

-Lo mejor para mí eres tú. Por favor, vuelve, vuelve conmigo.

-Shiori…

-Onegai Fate… Te necesito.

Por un segundo la rubia había estado a punto de ceder, a punto de tirar todo su trabajo por la borda y volver a su antigua vida, pero esas últimas palabras la hicieron despertar. Ella no quería a alguien que la necesitara, quería a alguien que la amara. Y se dio cuenta que junto a Shiori jamás sería feliz, que viviría para siempre en una jaula sin poder ser ella misma, sin poder expresar libremente sus sentimientos, sin poder... Fue entonces cuando toda su ira se alió con la embriaguez del momento para acabar de una vez por todas con aquella relación.

-Escúchame bien porque sólo te lo diré una vez.

-¿Vas a volver cariño?

-No, no voy a volver. No pienso volver ni hoy, ni mañana, ni nunca.

-Fate yo…

-Tú eres una niña egoísta que ya se ha aprovechado de mí bastante. Estoy harta de tus juegos y tus promesas. Todo el tiempo que he pasado contigo no he hecho más que vivir una farsa, una mentira, pero eso se acabó. Hemos terminado, no quiero volverte a ver en mi vida.

-Por favor no me dejes, yo te quiero.

-¡No! No me quieres, tú nunca me has querido. –Y con toda su rabia la chica lanzó el móvil al suelo.

El alcohol que tenía en el cuerpo no hacía sino potenciar su furia que encontró como único objetivo a su alcance aquel móvil destrozado en la roca. Comenzó a pisotearlo con fuerza, maldiciendo una y otra vez el día en que conociera a la mujer que tantas penas le había proporcionado. Cada vez golpeaba con más violencia el teléfono, del que apenas quedaban ya unos trozos, para terminar saltando sobre él con todo su peso. De pronto se escuchó un ruido seco del que apenas fue consciente y cuando quiso darse cuenta, el suelo bajo sus pies desapareció.

-O-

La rubia no sabía cuánto tiempo llevaba allí tirada, pero la cabeza le dolía horrores y sentía bastante escozor en una de sus piernas. Se levantó como pudo apoyándose en la pared y tras lo que le parecieron horas consiguió abrir los ojos. La visión que obtuvo no fue muy reveladora, la oscuridad era tan absoluta que apenas si conseguía distinguir sus propias manos. Por un momento se asustó pero entonces recordó lo que había pasado y que, por tanto, debía seguir en el castillo. Podía notar como la sangre bajaba por su rostro y empezó a asustarse, debía conseguir ayuda.

Vislumbró una luz a lo lejos y comenzó a andar hacia ella "Vaya, parece que he conseguido apartar a Jim de su amada televisión jaja". Estaba muy cansada y casi no podía tenerse en pie, pero si no seguía caminando era más que posible que el hombre no la viera así que siguió hacia delante. Se dio cuenta de que estaba recorriendo una especie de túnel, aunque tampoco quiso darle demasiada importancia, lo primero ahora era llegar hasta el segurata. Cuando ya se acercaba al final del pasillo un fuerte olor a animal la golpeó y tras empujar como pudo unas maderas que la separaban de aquella luz, cayó al suelo inconsciente.

-O-

Fate se despertó sobre una mullida cama y con un sonido de fondo que se asemejaba mucho al crepitar del fuego. Intentó levantarse y abrir los ojos pero una mano se lo impidió.

-Shisss… Descansad.

-He tenido un sueño horrible.

- Tranquila, ya estás a salvo en el Castillo.

-¿En el castillo? –Desde luego eso era imposible, si la fortaleza no tenía paredes mucho menos iba a tener una cama.

Por fin consiguió separar los párpados y la visión de un ángel la dejó sin aliento. Frente a ella la mujer más hermosa que el mundo haya visto le sonreía de una manera que la rubia no podría olvidar jamás, mientras que sus ojos, del color del cielo más limpio y puro, la invitaban a perderse en ellos y nunca regresar.

-Vaya, parece que el golpe os a afectado más de lo que pensaba nyaha ha ha. No os preocupéis, en Dunnottar nadie os hará daño.

-¿Dunnottar?

Sólo entonces la rubia consiguió despertar del encantamiento en que aquellos orbes la habían sometido para echar un vistazo al lugar en el que se encontraba. Lo primero que le llamó la atención fue una enorme chimenea que presidía la habitación, luego comprobó que todo el cuarto estaba construido en piedra y adornado por varios tapices. Después se fijo en que las mantas que tenía sobre ella eran pieles y sentía unas sábanas más ásperas de lo normal. Finalmente su mirada volvió a caer sobre la mujer. Sus ropas parecían sacadas de alguna película de caballeros y la forma en que hablaba…

-¿Pero dónde demonios estoy?