¡Al fin!

El último capítulo de "Phantom Orchid".

Gracias nuevamente a Cheryl Dyson por permitirme traducir su historia.

Oh, recuerden que esto fue beteado por mí, y apenas lo terminé de revisar... Disculpen mis errores, ¿vale?

Bueno, no los entretengo más.

Disfruten...


Harry salió del café y bajó hasta los primeros niveles del mercado. Ninguna tienda estaba abierta y el lugar se veía bastante desierto. Harry se metió a un pasillo oscuro, puso atención por si alguien se acercaba, y luego se desapareció.

Reapareció en Bainbridge Island, en una parte oculta del bosque que había ubicado cuando daba un paseo. Tenía que caminar un poco para llegar a la posada y utilizó el tiempo para procesar las palabras de Malfoy.

Mundungus Fletcher. Harry no había visto al hombre desde la guerra. Recordó cuando tuvo que preguntarle por el guardapelo de Slytherin. Harry arrugó la nariz, disgustado. Si Mundungus estaba involucrado… bueno, eso explicaría muchas cosas, pero también le parecía mucha coincidencia que Malfoy recordara ver a Mundungus justo cuando Harry estaba buscando a un sospechoso.

Las pisadas de Harry hacían crujir la tierra cubierta de hielo, y el chico se acomodó el abrigo sobre sus hombros. Pasó un arbusto y se ensució de nieve la espinilla, manchando los finos pantalones de Malfoy. Harry suspiró, deseando que no fuera tan fácil pensar lo peor de Malfoy. Harry sabia que, si fuera alguien más, le daría el beneficio de la duda. Claro que, lo más seguro es que tampoco se habría acostado con ese alguien.

Había sido un error, posiblemente uno que le costaría, pero Harry no conseguía arrepentirse. Si Malfoy estaba involucrado con el círculo de contrabandistas, entonces Harry haría lo posible por evitar que el idiota fuera a Azkaban, y no solo porque había sido increíble en la cama.

Harry pudo ver la posada a los lejos, así que sacó su capa de invisibilidad de la mochila y se cubrió con ella. No quería encontrarse con Carl o algún otro cliente; su intención era mandar un mensaje y regresar con Draco.

Se apareció en el balcón y usó un rápido Alohomora para abrir la puerta de vidrio. Se sintió aliviado al encontrar todo aparentemente intacto. Después del ataque a Malfoy, se había esperado encontrar su cuarto saqueado, pero, al parecer, esos tipos en verdad no sabían dónde se estaba quedando.

Harry garabateó una nota rápida acerca de Mundungus. Un repiqueteo en el vidrio llamó su atención y pudo ver a un cuervo mirándolo. Frunció el ceño. Esas aves lo hacían estremecer, francamente, y le parecían más siniestros que amigables. Extrañaba las lechuzas de Inglaterra. Terminando el mensaje, dejó que se secara y caminó hasta la puerta para dejar entrar al ave.

El cuervo entró aleteando y se posó sobre la cama, moviendo sus negras alas. Harry arrugó la nariz, dándose cuenta que tendría que darle algo de comer. Con sobresalto, recordó las galletas y sacó la caja. El olor era delicioso. Rompió una de ellas por la mitad, antes de arrojarle un trozo al cuervo. El resto se lo comió, pensando en que no debía comer solo eso de desayuno.

Mientras masticaba, le quitó el mensaje al cuervo y lo desenrolló.

DM es un empleado de Eugenia Scamander y lo ha sido por los últimos ocho años. Es un herbólogo certificado y tiene una licencia de Sustancias Clase Cuatro. Se desconoce a qué se dedica en su ubicación actual. Sin embargo, sigue en la lista de Vigilancia del Ministerio. Trátese con precaución.

Harry frunció de nuevo. Eugenia Scamander. ¿Por qué ese nombre le sonaba familiar? Negó con la cabeza y arrugó la nota. Al menos Malfoy no había mentido cuando dijo ser un herbólogo, o herbolario, o lo que fuera que dijera su tarjeta de presentación, a pesar de que la razón por la que estaba en Seattle aún no estaba confirmada.

Harry tomó su propio mensaje, lo enrolló y lo metió en la funda para mensajes en la pata del cuervo. El ave lo miró torvamente, picándolo en el brazo.

-Detente. Ya te di algo de comer, ambicioso. Lleva esto a la Embajada Mágica Británica.- Caminó hasta la puerta e instó al ave a salir. Ésta se elevó de mala gana y atravesó el portal hacia el frío aire. Soltó un graznido áspero, voló en círculo una vez, y se lanzó a la ciudad, cruzando el agua.

Harry sacó su varita, desvaneció la nota acerca del empleo de Malfoy, y se apareció en Pike's Market. Esperaba que el corredor siguiera desierto, de otra forma tendría que recordar cómo usar el Obliviate en alguien. Afortunadamente, no tuvo que poner sus habilidades a prueba: el lugar seguía vacío.

Se guardó la varita en su bolsillo y subió las escaleras hasta el café. Su estómago gruñó con ansia, pues el pedazo de galleta de chocolate no había hecho mucho. Cuando entró al café, la taza de Malfoy estaba sobre la mesa, pero él se había ido.

Harry peleó contra una descarga de pánico y llamó la atención de la mujer que los había recibido al entrar.

-Disculpe, señora. ¿Sabe a dónde se fue Mal… Dra… el señor Black?

-Se fue con sus dos amigos apenas llegaron. Ni siquiera se quedaron para el café. ¿Usted aún quiere su té?

Su expresión era claramente desaprobatoria.

-¿Sus… amigos? ¿Acaso comió su desayuno?

Ella negó con la cabeza.

-Lo pagó, pero se fue antes de que se lo pudiera llevar a la mesa. Dijo que tenía prisa y que no se podía quedar.

-¿Cómo se veían sus amigos? ¿Se comportaban extraño?

La mujer no dijo más y Harry supo que había perdido toda oportunidad de sacarle información.

-¿Quiere su té ahora, señor?- preguntó con amabilidad.

Harry negó con la cabeza y salió del café, mordiéndose el labio. ¿Malfoy había estado jugando con él todo ese tiempo?

Harry bajó por una rampa que daba al mercado principal. Los vendedores ya estaban poniendo sus puestos, acomodando joyería, miel, manualidades y playeras sobre mesas y mostradores. Sus alientos se hacían niebla en el aire y algunos le sonreían y lo saludaban al pasar; otros simplemente lo ignoraban, enfocados en su trabajo. Harry repasó el lugar con la mirada y luego salió a la calle. Estaba adoquinada, como lo había estado desde hacía mucho, y había más peatones que vehículos, aunque no eran muchos debido al frío de la mañana.

Una pareja con dos niños pequeños se apresuró por la entrada del mercado. Dos hombres de negocios caminaban con rapidez hacia el cajero automático muggle, y tres hombres con chalecos naranjas y cascos blancos llevaban unos vasos blancos de café, mientras descansaban cerca de una sección sin valla que había sido parcialmente demolida.

Harry se quedó quieto donde estaba, indeciso, y miró hacia el otro lado. Un vagabundo envuelto en una cobija gris se apiñaba en una esquina y… Harry contuvo el aliento. Tres hombres cruzaban la calle un poco más lejos. Dos de ellos eran irreconocibles, pero el cabello rubio pálido del tercero era inconfundible. Harry se volteó y corrió, con cuidado de no resbalarse con los adoquines helados. Desaparecieron de su campo visual y Harry consideró aparecerse, sin importarle mucho los muggles.

En vez de eso, se puso a correr, subiendo la cuesta, dando vuelta en la esquina. Un repartidor llevaba una bandeja con pan envuelto gritó y se hizo a un lado. Harry lo pasó, escaneando la calle con la mirada. El grito del hombre hizo que uno de los que iba con Malfoy volteara. Habían ya alcanzado la otra esquina. El hombre miró a Harry y sacó la varita.

Harry sacó la suya y se detuvo en medio de la calle vacía. Los dos hombres y Malfoy se apuraron a dar vuelta en la siguiente esquina. Estaban ahora en la Primera Avenida, que estaba llena de tráfico. Harry pensó que no se atreverían a desaparecerse.

Tambien pensó que no tratarían de hechizarlo, pero en eso se equivocaba. Al momento en el que alcanzó la esquina, una parte de pared justo arriba de su cabeza explotó, llenando su cabello de pedazos de piedra y polvo. Harry maldijo y se agachó. Las autoridades americanas iban a colgarlo, después de Kingsley, si es que esto se le salía de las manos. Miró a su alrededor y le lanzó un encantamiento aturdidor al hombre.

Los tres seguían corriendo; uno de ellos llevaba a Malfoy agarrado del brazo. Malfoy no se veía precisamente interesado en escapar. Solo se soltó y su voz alcanzó los oídos de Harry.

-¡Cuidado con el abrigo! ¡Fue hecho a mano!

-¡Aparécete!- gritó el primer hombre.

Harry lanzó el hechizo justo cuando los tres se desaparecieron. Se enderezó, esperando que el bendito hechizo hubiese alcanzado a Malfoy. Volvió a pasar la mirada alrededor. Sorprendentemente, no había muggles a su alrededor, mirándolo. Un par de carros había pasado, pero no se habían detenido. Negó con la cabeza. Los americanos eran raros. Probablemente habían asumido que Harry y los otros eran parte de un equipo de filmación. Los aurores americanos y la Embajada se lo comentaron con sorna al explicarle las reglas y regulaciones al llegar.

Dejando de lado su preocupación porque los muggles lo hubieran visto, Harry lanzó otro encantamiento. Sintió cómo el alivio recorría su cuerpo cuando percibió un tirón en el plexo solar, como si una fuerza invisible tratara de jalarlo. El hechizo rastreador.

Harry odiaba aparecerse a ciegas. Era extraordinariamente peligroso, pero su instinto le decía que lo hiciera, y eso que había estado bastante callado por la última década. Respirando profundamente, se enfocó en el tirón del hechizo rastreador y se desapareció.

Se materializó, por fortuna, en un gran espacio, directamente enfrente de Malfoy, que maldijo y se hizo hacia atrás unos cuantos pasos.

-¡Maldita sea, Potter!

Alguien gritó cerca.

Apresurado, Harry levantó un encantamiento escudo justo a tiempo; el rayo rebotó de inmediato. Mantenía sus ojos sobre Malfoy, quien estaba plácidamente quieto una vez que el shock de ver a Harry aparecer disminuyó. Malfoy ni siquiera llevaba su varita, pero sus motivos eran desconocidos, así que Harry no se atrevió a darle la espalda.

Aun así, Harry repasó con rapidez el lugar, viendo a los dos hombres de antes apuntándole con sus varitas. Alguien que Harry no podía ver estaba gritando:

-¡Atúrdanlo! ¡Bórrenle la memoria! (1)

El escudo de Harry se mantuvo por dos hechizos más, antes de desvanecerse. Malfoy frunció el ceño, poco complacido por la situación.

-Estoy esperando,- dijo Malfoy, tontamente.

Partes iguales de alivio y alarma recorrieron su cuerpo.

-Finite incantatem- dijo, tocando a Malfoy con la punta de su varita. Los ojos grises se despejaron de inmediato justo cuando una maldición destruyó el escudo de Harry.

-¡Potter! ¿Qué demonios?

Harry sonrió. Así estaba mejor. Lo más seguro era que a Malfoy le habían lanzado una Imperius, pero Harry no tenía tiempo para comprobarlo. Se volteó y comenzó a lanzar múltiples maldiciones. Un rayo chisporroteante casi le dio en la cabeza, y ambos objetivos gritaron, agachándose para cubrirse. Estaban en una bodega, como pudo notar Harry, rodeados de cajones de madera y contenedores vacíos.

La varita de Malfoy apareció sobre el hombro de Harry, lanzando un hechizo hacia arriba, golpeando a un hombre que se encontraba al final de las escaleras de metal: Mundungus Fletcher. Harry le lanzó un hechizo rastreador por si quería desaparecerse, pero el hombre simplemente se quedó pegado al barandal, obviamente sufriendo por lo que fuera que Malfoy le había lanzado.

-¿Salvándome de nuevo, Potter?- preguntó Malfoy con un tono burlón.

-Siempre,- respondió Harry con una sonrisa.

Una cabeza apareció de detrás de una caja de madera y Harry le dio directo en la frente con un encantamiento aturdidor. Un grito agudo hizo que Harry se girara, con la varita lista, pero Malfoy había actuado primero. El último hombre estaba tumbado en el suelo, al parecer solo inconsciente.

Harry le sonrió a Malfoy.

-Habrías sido un auror bastante bueno.

Para su sorpresa, la expresión de Malfoy se enfrió. Sin embargo, no dijo nada, y Harry evadió su sentimiento de duda. No tenía tiempo de husmear en la psique de Malfoy.

-Ata a ese hombre y yo veré a Mundungus.

-Si, auror Potter, señor- dijo Malfoy con dureza.

Harry apretó los labios. Maldición, ¡cómo había podido hacer eso!

-Lo siento,- dijo de todas maneras. –Es el hábito.

Malfoy se encogió de hombros.

-No importa. Solo estás haciendo tu trabajo.

Harry palideció, recordando la última vez que Malfoy había utilizado esas palabras. Asintió, dividido entre cumplir su deber y tratar de ahondar más en la personalidad irritable y desconcertante de Malfoy.

Sin otra palabra, Malfoy caminó al hombre aturdido y lo ató con un Incárcero.

Harry subió los escalones, donde Mundungus estaba holgazaneando y cantando una canción, como si estuviera ebrio. Dejó de hablar cuando alcanzó a ver a Harry.

-Vaya, pero si es el mismo Ministro de Magia. ¡Hola, Ministro!

Harry no pudo contener la sonrisa. El confundus de Malfoy era impresionante.

-Hola Mundungus. Es hora de irte y visitar a las autoridades.

-Autoridades nimiedades babosades pletorades – dijo Mundungus sin sentido (2). Harry lo ató con cuerdas mágicas en caso de que sus facultades regresaran. También añadió un encantamiento anti-desaparición.

-Espera aquí un momento,- dijo Harry, como si Mundungus tuviera alguna elección.

-Momento demento- replicó Mundungus.

-Exacto,- dijo Harry. Malfoy había levitado al primer hombre para ponerlo cerca del otro. Ambos estaban amarrados con cuerdas mágicas, por lo que Harry asumió que seguían vivos.

-Voy a llegar tarde a mi cita,- dijo Malfoy, aún actuando como un frío extraño. –Así que, si no te importa, me iré. Sabes dónde encontrarme.- Entrecerró los ojos. -¿Cómo me encontraste?

Harry se sonrojó, sabiendo que no le iba a gustar, en especial por cómo se comportaba en ese momento.

-Un hechizo rastreador,- admitió.

Malfoy se tensó tanto que Harry temió que cuando se moviera iba a ser para hechizarlo hasta el cansancio. Harry se acercó y levantó la mano, esperando tranquilizarlo, pidiendo conocer una forma de regresar a la versión más tierna y agradable de la noche anterior. Malfoy se hizo hacia atrás y alzó la varita.

-Bueno, entonces, en definitiva sabes dónde encontrarme. Adiós, Potter.- Con una última mirada, Malfoy se desapareció, dejando a Harry mirando con tristeza el lugar donde había estado segundos antes. El moreno maldijo suavemente y se puso a contactar a las autoridades locales para que fueran y se llevaran a Mundungus y sus secuaces.

oOOoOOo

Draco se apareció directamente en su cuarto del hotel, y gimió al sentir la descarga de las protecciones de Potter. Tendría que recordar decirle al imbécil que desmantelara todo antes de irse, lo que, con suerte, haría sin que Draco tuviera que verlo de nuevo.

Caminó hacia la cocineta y tomó la caja de galletas de Sylvia. Mientras la levantaba, recordó la expresión extasiada de Potter cuando mordió una por primera vez. La imagen cambió al rostro de Potter encima del suyo, tenso por la pasión, con los ojos fijos en los suyos, y los labios húmedos por sus besos.

Draco disipó el recuerdo. Había sido solo una noche, por el amor de Merlin. No había significado nada. Potter se iría, regresaría a Inglaterra y a su perfecta vida y su perfecto trabajo y se olvidaría de que Draco existía.

Si solo saber eso no doliera tanto, joder.

Draco negó con la cabeza y se obligó a sacar a Potter de su mente. Tenía trabajo que hacer. Revisando su apariencia una vez más en el espejo, se desapareció, sin importarle el riesgo de descomponer los electrónicos con su magia.

Draco regresó cuatro horas después, exhausto pero triunfante. Caminó directo al bar y colocó con cuidado el terrario sobre el mostrador. Suspiró con alivio cuando la planta que transportaba dentro ni se inmutó por el movimiento, aunque se habría sorprendido si se hubiera movido: a esas alturas, su encantamiento estático era perfecto.

La sensación de movimiento lo sobresaltó y su mano se dirigió a su varita, pero la voz de Potter lo detuvo.

-¿Qué es?- preguntó Potter, acercándose hasta que estuvo junto a Draco.

-Cephalanthera austiniae,- replicó Draco. –Una "Phantom Orchid". Es increíblemente rara. (3)

-Es hermosa,- dijo Potter, viendo el delicado follaje y los pequeños pétalos de la blanca flor. Incluso las hojas eran blancas.

-Hermosa y potencialmente útil,- dijo Draco. –Eugenia cree que puede ser benéfica como un ingrediente para pociones que ayudan en el tratamiento de ciertas enfermedades mentales. Sylvia es la primera persona en cultivarlas con éxito en cautiverio, o al menos la primera que logré encontrar.

-Eso suena increíble.

-Y lo es. Me esforcé por meses para que me diera una. Si fuera bruja, lo más probable es que la hubieran seleccionado para Slytherin en Hogwarts.- Draco tocó el cristal que cubría la orquídea con una mano. Susurró un encantamiento que oscureció el cristal. La orquídea prefería la sombra.

-Esto en verdad te gusta,- dijo Potter, sonando sorprendido.

-Soy bueno en lo que hago. Comprendo las necesidades y los peligros, puedo viajar y gastar el dinero de Eugenia, y disfruto obtener conocimientos y objetos de otras personas. Y era algo que podía hacer cuando el Departamento de Aurores rechazó mi solicitud.

Potter se sorprendió.

-¿Hicieron qué?

Draco entrecerró los ojos.

-Ya me oíste.

-¿Por qué?

Draco no lo vio a los ojos. A esas alturas la mayor parte del enojo y resentimiento se había ido. Después de todo, había pasado hacía ya muchos años.

-Mis "asociaciones indeseadas" habrían tenido un mal impacto en la imagen del Departamento de Aurores y del Ministerio. Tú sabes cómo eran las cosas después de la guerra para aquellos que estábamos remotamente vinculados con el nombre del Señor… de Voldemort.

-Lo siento,- dijo Potter en voz baja. –No lo sabía. Que te rechazaron.

Draco le creyó, pero dudaba que Potter hubiese hecho algo por ayudarlo, de haberlo sabido. Eran personas diferentes en ese entonces; parecía que había pasado una eternidad.

-No importa,- dijo Draco.

-Entonces, ¿para esto viniste?- dijo Potter, señalando la orquídea.

-Sí. Misión cumplida.

-¿Volverás a casa?- Potter se oía aparentemente casual.

-Por un rato,- replicó Draco. –Y luego me iré de nuevo. Eugenia ya me está diciendo que quiere la corteza rara de un árbol del Amazonas.

-¿Puedo… podríamos vernos mientras estás en Londres?

Draco pensó que era bastante obtuso lo que iba a decir, pero era claro lo que Potter había preguntado.

-¿En privado?

Potter se rió con suavidad.

-No hay muchos restaurantes privados. Quiero llevarte a cenar, y luego tal vez a ese nuevo café en el callejón Diagon. Hacen cafés de especialidad, que sé que te gustan, y tienen varios postres. En lo personal me encantan sus tartas de melaza, pero sus napoleones de mango son exquisitos.

Draco se le quedó viendo.

-¿Una cita? ¿En un lugar público?

Potter frunció el ceño.

-¿No quieres que te vean conmigo?

-¿Estás loco?

Potter bajó la cabeza.

-Ya veo. Pensé que tal vez… Había esperado… - Se hizo para atrás, tratando de no ver a Draco, que de repente se sintió como el idiota más grande del mundo. Potter caminó hacia atrás y alzó su varita, obviamente para desaparecerse, y así Draco ya no lo vería jamás, ya no podría…

-¡Espera!- gritó Draco, y prácticamente saltó sobre Potter, agarrándolo de la camisa verde que le había dado en la mañana.

Potter puso los ojos como platos y los fijó en Draco. En vez de tratar de acomodar sus desordenadas ideas, Draco se conformó con unir sus labios con los de Potter.

El moreno se quedó tenso de la sorpresa por un momento, y luego pareció como si se derritiera sobre Draco, apretándolo en un fuerte abrazo y devolviéndole el beso con todo el fuego que Draco había sentido la noche anterior, el que le había parecido un sueño.

Draco hizo la cabeza para atrás cuando ambos comenzaron a jadear para respirar, aunque Potter siguió su movimiento para morder el labio inferior de Draco con sus dientes. El rubio se imaginó esos mismos dientes mordiendo su piel en otras áreas y tuvo que despegarse, casi literalmente, del otro, para evitar besarlo de nuevo.

-Espero que ésa no haya sido tu manera de decir adiós,- dijo Potter sin aliento. –Porque no estoy seguro de poder irme después de eso.

-Esa fue mi manera de evitar que salieras disparado como un amante despechado.

-Pensé que eso era,- dijo Potter con precaución.

-El salvador del mundo mágico no se empareja con un ex mortífago. Y menos con un ex mortífago varón.

Potter rió por lo bajo.

-Como el salvador en cuestión, me reservo el derecho de decidir si me emparejo o no con un ex mortífago.

Draco frunció el ceño. Al parecer, Potter no tomaba con seriedad la preocupación de Draco.

-Estarán en desacuerdo.

-¿Quiénes?

-¡Todos! No habrá una sola persona en Bretaña que vaya a pensar que esto es una buena idea.

Potter abrió la boca para contestar, la cerró, la abrió de nuevo y la cerró otra vez, con la frente arrugada.

-Eso no importa.

-Sí importa. El Profeta te acosará dia y noche y todas las terribles cosas que he hecho saldrán a la luz y en los titulares.

-Eso no me importa. No quiero que te hagan nada, pero no me importa lo que piensen. El Profeta está lleno de mentiras, de todas maneras. Puedo evitar que imprimar algo muy espantoso, y lo haré.

Draco casi sonrió. Al parecer, Potter no había perdido toda su ingenuidad.

-¿Cómo planeas hacer eso?

-Hermione.

Eso sí lo hizo sonreír. El pensar en Hermione Granger haciendo algo para beneficio de Draco. Tal vez valía la pena regresar y salir con Potter, solo para ver las reacciones de la comadreja y de Granger. Y la idea de Potter luchando por él era embriagadora.

-De acuerdo. Una cita. Ya veremos qué sigue de ahí. A la primera que uno de tus fastidiosos fans me hechice en la calle, me voy a Brasil.

-Trato hecho,- dijo Potter, y su sonrisa iluminó el cuarto.

oOOoOOo

Harry se bajó del bote, peleando contra los insectos y mirando al caimán que había estado acechando cerca de la orilla del río. Había criaturas mortales en el agua, jaguares acechando en el bosque, y hasta insectos venenosos. Dejando de lado a la gente amistosa, Brasil no había sido bastante acogedor.

Con ayuda de un machete, alguien había abierto un camino que comenzaba en la orilla del río y seguía a través de un manglar en el que se oía a las ranas croar. Una vez que los hombres del bote ya no lo veían, Harry sacó la varita y lanzó hechizos repelentes de insectos. Suspiró con alivio y se rascó la cabeza. Ya lo habían mordido varias veces.

El camino por el que caminaba se alzó un poco, y la vegetación disminuyó para mostrar un pequeño claro que albergaba tres pequeñas cabañas. Una fogata al centro del claro mandaba una columna de humo al cielo y un caballero mayor, con un sombrero de paja, avivaba las llamas. Alzó la mirada cuando Harry se aproximó.

-Vaya… ¡Hola! ¡Tú debes ser el chico del que he estado escuchando tanto!- El hombre se puso de pie y Harry sonrió. No lo habían llamado "chico" desde hacía mucho tiempo.

-Harry Potter, señor,- dijo, extendiendo la mano. El hombre se la apretó con fuerza y la sacudió vigorosamente. –No quiero preguntar qué es lo que ha escuchado de mí.

-Oh, tonterías, señor…- La voz del hombre se fue apagando y puso los ojos como platos. –Oh, no lo creo, ¡no puede ser ese Harry Potter! ¿Es el que…?- Alzó una mano y se señaló la frente, haciendo un corte imaginario con el dedo.

Harry asintió.

-Sí, ese Harry Potter.- Dándole gusto, se alzó el fleco con la mano para mostrar su cicatriz.

-¡Vaya, yo jamás…! ¡Esto es impresionante, en verdad! ¡Me da muchísimo gusto conocerlo, señor Potter!

-Dígame Harry. Gusto en conocerlo, señor…

-¡Scamander! Nathanial Scamander, pero, por favor, llámeme Nate.

-Gusto en conocerlo, Nate. ¿Sabe dónde puedo encontrar a…?

-Oh, míreme parloteando. Es obvio que está buscando al Señorito. Está por allá. Tenga cuidado en no desviarse del camino. Y no olvide mirar hacia arriba de cuando en cuando.- Nate le señaló con un gesto un camino áspero entre dos de las cabañas.

-Gracias,- dijo Harry, y se encaminó, preguntándose distraídamente porqué tenía que mirar hacia arriba de cuando en cuando.

El bosque era muy espeso más lejos del claro, y Harry tuvo que pasar sobre varios árboles caídos, o caminar junto a algunos otros. Frecuentemente, miraba hacia arriba, pero solo veía aves de colores brillantes, y una vez un mono de apariencia ceñuda.

-Mira hacia arriba,- dijo entre dientes, y se preguntó si Nate solo estaba jugando con él.

Después de caminar lo que le pareció demasiado, Harry alzó la vista de nuevo y se alegró de no haber ignorado el consejo de Nate. Se detuvo de golpe cuando vio a un hombre colgando de una rama bastante alta de un árbol. Las cuerdas mágicas estaban atadas a un pequeño asiento de madera y luego se enredaban en la rama, haciendo una percha de aspecto precario.

Como sintiendo la presencia de Harry, Malfoy bajó la vista y sus miradas se encontraron. Malfoy negó con la cabeza, tomó otra parte de la corteza del árbol, y la metió en un morral pegado al asiento. Luego lanzó un hechizo y las cuerdas se alargaron, mandándolo a toda velocidad hacia la tierra.

Harry estuvo a punto de lanzar un encantamiento colchón, pero Malfoy se detuvo justo a tiempo y se bajó de un salto de tan peligroso artefacto. No se parecía en nada a como se había visto en Seattle hacia seis meses. Ahí lo había visto en ropa de marca y zapatos lustrados. Ahora, llevaba unos pantalones casuales color oliva y una camisa pálida de algodón, abierta por el cuello. Sobre su cabella llevaba un sombrero de paja similar al de Nate y sus pies estaban cubiertos por unas botas resistentes. Se veía… bueno, se veía jodidamente guapo, como siempre.

-Un poco lejos de casa, ¿no crees, Potter?- preguntó Malfoy.

-Dicen que el hogar está donde está el corazón,- replicó Harry, tratando de parecer indiferente y al parecer fallando, pero no importó, porque Malfoy estuvo al instante en sus brazos, con sus labios sobre los de Harry. Sus lenguas se enredaron y Harry comprendió que, en verdad, había hablado con sinceridad. Se alejó lo suficiente para respirar y decir:

-Te extrañé.

Malfoy se rió por lo bajo.

-No tienes remedio. He estado fuera por solo dos semanas.- A pesar de lo que dijo, sus manos no dejaron de recorrer a Harry, repasando su espalda y acunando sus nalgas antes de subir las manos de nuevo.

-Entonces, ¿no me has extrañado para nada?

-A ver, yo no dije eso,- murmuró Malfoy. Con una sonrisa traviesa, se hizo para adelante y besó a Harry de nuevo, dejándolo un poco mareado al final. Mareado y excesivamente tibio.

-Hace mucho calor aquí. ¿Cómo lo soportas?

-Encantamientos enfriadores, obviamente. Mira.- Malfoy detuvo sus caricias lo suficiente como para murmurar el hechizo. La sensación de frío encantador y delicioso lo rodeó, y Harry suspiró con gusto. Había estado tan enfocado en encontrar a Malfoy que no había pensado en hacer ese simple hechizo.

-Vamos, vayamos por algo de beber. La deshidratación es un grave riesgo por aquí.

Malfoy tomó a Harry de la mano y se lo llegó, soltándolo solo cuando alcanzaron un tronco caído por el que debieron pasar escalando.

El campamento parecía más cerca de lo que le había parecido a Harry cuando estuvo caminando. Nate seguía avivando las llamas y había un recipiente posado en el borde del hoyo, apoyado en unas piedras.

-Nate, Harry y yo estaremos… ocupados por un rato. Apreciaría que no nos molestaras. Asegúrate de mantener alejados a los jaguares, ¿sí?

Nate se rió y alzó la mano.

-Sí, mi capitán.

Malfoy empujó la puerta de la cabaña de en medio y una ola de frío les dio la bienvenida. Harry entró.

-Me llamaste Harry,- dijo, mientras veía sus alrededores. Había esperado un espacio mágicamente agrandado, pero el cuarto no habría parecido raro si algún muggle pasaba. Una cama grande ocupaba la mayor parte del espacio, junto con un pequeño escritorio, una silla desgastada y un armario alto.

-Es tu nombre, ¿o no?

-Sí, pero jamás lo habías utilizado.

-Lo hago cuando no estás cerca,- admitió Malfoy con una sonrisa cautivadora. Cerró la puerta y agarró a Harry por la camisa con una mano para evitar que avanzara. –Ven aquí, Harry.

Se desvistieron mutuamente despacio, dejando que la ropa cayera donde fuera, tocándose y besando cada pedazo de piel que se revelaba. Los dedos de Harry recorrieron la cicatriz del Sectumsempra y continuaron más abajo, abriendo los pantalones caqui y checando su interior.

Malfoy (más bien Draco; había sido Draco en su mente por un tiempo, pero los viejo hábitos eran difíciles de evitar) dejó salir un sonido delicioso y llevó a Harry hasta la cama.

-Yo también te extrañé,- admitió Draco y pateó a un lado la ropa que quedaba. Harry hizo lo mismo, quitándose los calcetines y la ropa interior y luego se pegó a toda la piel encantadoramente pálida. Aún no se acostumbraba al hecho de que podía hacerlo. A pesar de todo, habían ya pasado la tormenta. Aún no terminaba, por supuesto, tal vez jamás lo haría, pero Harry esperaba que lo peor ya hubiera pasado.

Su primera cita en Londres había sido bastante tensa. Draco, muy bien vestido, había dado la apariencia de ser frío cual hielo, a pesar de que por dentro se moría de los nervios, tanto como Harry. Habían caminado juntos por el callejón Diagon hacia el restaurante que Harry había escogido. Varios clientes se habían quedado viéndolos, pero eso era algo común para Harry, incluso cuando estaba solo.

La cena había ido bien y Harry la había disfrutado sobremanera. Fue hasta después de la cena, cuando habían salido del restaurante y Harry había tomado la mano de Malfoy, que la verdadera prueba había comenzado.

Alguien había alertado a la prensa y antes de que pudieran llegar lejos, se encontraron rodeados por reporteros y fotógrafos.

-Señor Potter, ¿podría darnos una declaración? A nuestros lectores les gustaría mucho saber si está envuelto en una relación con… él. Señor Malfoy, ¿qué puede decir acerca de todo esto?

Harry había alzado la mano para callar a las masas, mientras apretaba con la otra la de Draco para evitar que se moviera.

-Esta es mi declaración oficial acerca del tema,- había anunciado Harry. Con eso, se había volteado y había besado a Draco lo suficiente como para que la foto de la mañana siguiente en el periódico se reprodujera por una cantidad absurda de tiempo. Harry había estado tan complacido con la foto que hasta la había enmarcado y la había puesto sobre su escritorio en el trabajo. Cuando se separaron, el moreno los había perforado con la mirada y había añadido:

-También, si veo que se imprimió algo incorrecto o difamatorio acerca de alguno de los dos, haré que los despidan. Por favor, discúlpennos.

Eso no había sido lo último que verían, por supuesto. Había habido vociferadores y amenazas, cartas de fans poco estables que le rogaban terminar su relación, algunos encantamientos, que los sorprendieron, para romper la "maldición" que Draco le había lanzado a Harry, y varios antídotos de poción de amor; pero la prensa había sido más solidaria de lo que se habían esperado, así como los amigos de Harry. Los amigos de Draco lo habían rodeado cual lobos protectores y casi al instante, habían aceptado a Harry en su círculo.

En dos meses habían roto las paredes del prejuicio y desagrado de sus días de escuela, y habían construido algo que, al parecer, resistiría la prueba del tiempo. Incluso después del viaje de Draco a Brasil, Blaise Zabini y Ron Weasley seguían juntándose las noches de los miércoles para jugar ajedrez mientras Pansy Parkinson y Hermione Granger discutían. Harry se había preocupado al principio por ambas mujeres, pero después de un tiempo entendió que a ambas les gustaba discutir, sin importar el tema, y al parecer se llevaban mejor conforme el tiempo pasaba.

Draco se arqueó debajo de él, regresando a Harry al presente.

-Sí, así,- dijo Draco, cuando Harry giró su mano alrededor de la polla de Draco y la acarició de arriba hacia abajo. Repitió el movimiento y Draco gruñó.

-Siento como si hubiera pasado demasiado tiempo. ¿Cuánto tiempo te quedarás?

-Cuatro días,- admitió Harry. –Debo regresar el lunes.

Draco tenía programado quedarse en Brasil por un mes, recolectando corteza, plantas raras, y otras cosas variadas para Eugenia Scamander. Harry se había puesto como león enjaulado después de una semana, tronándose los dedos de preocupación, pensando que Draco cambiaría de opinión acerca de su situación durante el tiempo que estuvieran separados.

-No seas estúpido. Ha estado loco por ti por años,- le había asegurado Zabini. Sus palabras solo habían hecho que Harry estuviera más desesperado por ver a Draco, por lo que había pedido un par de días libres después de apartar el primer Traslador Internacional con rumbo a Sudamérica.

-Bueno, entonces más nos vale aprovecharlos,- murmuró Draco, y levantó la varita de Harry para lanzar el encantamiento usual. Siempre usaba la varita de Harry para hacerlo y Harry siempre se acordaba de esa primera vez en Seattle.

Los ojos de Draco estaban medio cerrados y su boca estaba húmeda por los besos de Harry. Su rubio cabello era un desastre: medio aplastado por el sombrero y levantándose en lugares que lo mortificarían cuando después se viera en el espejo. El corazón de Harry casi dolió al tener tal vista ante él, sabiendo que nadie más tenía permitido verlo así, y nadie más lo podría hacer, si Harry podía evitarlo.

Harry entró en él despacio, con ganas de hacerlo durar. Mantuvo sus ojos fijos en el rostro de Draco, atento a cada matiz.

-Mejor lanza un encantamiento silenciador. No tengo la intención de quedarme callado.

Harry sonrió y levantó su varita. Hacer el amor con Draco era vigoroso, y eso era decir poco. Habían roto una cabecera en Grimmauld Place y un jarrón antiguo en la mansión Malfoy. Y la silla de Harry en su trabajo aún se ladeaba a la derecha, a pesar de la gran variedad de encantamientos reparadores que le habían hecho.

Ya con el hechizo puesto, Harry soltó su varita y agarró a Draco por las caderas para embestir más profundo, más rápido, justo como le gustaba. Draco lo jaló del cabello, acercándolo para besarlo. La cabecera chocó contra la pared y, distraídamente, Harry esperó que el encantamiento silenciador fuera efectivo.

Draco alternaba besos rudos y mordaces con gritos de ánimo, volviendo a Harry completamente salvaje, sintiendo cómo la sensación crecía, comenzando en su polla y recorriendo sus venas con cada movimiento, con cada "Sí, Harry, ahí, ahí…"

Pudo oír que algo se rompía, y percibió una breve sensación de que caían. "Cama número dos", pensó Harry distraídamente, deteniéndose un momento antes de retomar su misión de hacer que Draco Malfoy se desbordara.

Calló la risa de Draco jalando su polla, sonriendo cuando los ojos de Draco se oscurecieron y sus párpados de cerraron. El rubio hizo la cabeza hacia atrás y Harry besó su garganta, incitándolo a correrse con la mano, esperando seguir golpeando ese punto dentro de Draco que lo hacía decir incoherencias. Con un grito sin palabras, Draco se apretó alrededor de Harry, estrechando su mundo aún más.

La mano de Harry quedó pegajosa y él se estremeció, necesitando solo cuatro embestidas antes de amortiguar su propio grito en el cuello de Draco, con su liberación explosiva, como siempre. Cada vez era buena, mejor que buena, y se hacía tan necesaria como respirar.

Mientras dormitaba sobre Draco, sin fuerzas y saciado, se dio cuenta que había extrañado el momento que seguía al sexo tanto como el sexo mismo; había extrañado las manos de Draco recorriendo su cabello y trazando patrones al azar sobre su piel; sentir su polla suavizándose dentro del rubio y el sabor del sudor de Draco en sus labios.

-¿Cuándo debes regresar a buscar corteza?

-Mañana, supongo. Puedes venir conmigo y poner tus habilidades heroicas a trabajar.

-Acabo de hacer precisamente eso.

Draco rió por lo bajo.

-Egocéntrico. Algunos de esos árboles de ven bastante resistentes…

Harry alzó la cabeza para verlo.

-¿Estás sugiriendo que lo hagamos sobre un árbol?

-Después de lo que pasó en el jardín del techo, sé que no eres un mojigato.

Harry se sonrojó al recordarlo. No sabía que se podía ver el jardín desde las ventanas del edificio de al lado… al principio.

-Algún dia vas a matarme.

-Tal vez,- dijo Draco, totalmente de acuerdo.

Harry dejó caer la cabeza de nuevo; se sentía bastante contento, por lo que decidió descansar un poco y así recuperar las energías para el segundo round. Antes de cerrar los ojos, alcanzó a ver la agenda de Draco sobre el escritorio y se acordó de esa orquídea blanca que, inadvertidamente, los había unido. Siempre le recordaría a Draco, ambos pálidos y hermosos, criados en la sombra, necesitando mucho cuidado y alimento, para poder prosperar en cautiverio.

-Mi pequeño Cephalanthera austiniae,- susurró Harry.

-No me hagas hechizarte, Potter.

Harry sonrió.

FIN


(1) En el original, dice "Obliviate him", que, a veces, he visto que ponen 'Obliviateenlo', pero en lo personal no me agrada ponerlo así.

(2) Sí, esas fueron mis palabras sin sentido. Mi inventiva no es tan extensa.

(3) La Cephalanthera austiniae es una orquídea que solo crece en EU y Canadá, es la única en su tipo que no está en Europa o Asia. No tiene clorofila, así que no produce energía por sí misma. Como ya les comenté, no hay una traducción para "Phantom Orchid", pues "Orquídea fantasma" es otra, completamente diferente a ésta.


¡Oh, si!

Espero les haya agradado la historia. A mí en lo personal me fascinó.

Muchas gracias a todos los que han seguido la historia y dejado sus comentarios. Y, a los que lo vayan a hacer, también gracias... :D

Hasta la próxima...

Adigium21