Hola a todos! Sé que merezco se horriblemente torturada hasta la muerte lenta y dolorosa por no actualizar en todo el verano. Pero como pasa siempre, sobra de tiempo, falta de inspiración. Aquí os dejo el capítulo 10, con un recuerdo de Ron y Hermione. Espero que os guste :) Muchas gracias a las personas que han añadido el fic a alertas o favoritos, y miles de gracias más por quieres han dejado reviews! Saludos ^_^


Capítulo 10

El aire otoñal se respiraba en Godric's Hollow. La casa de los Weasley Granger estaba iluminada y en la cocina se oían los alegres chisporroteos de la sartén. Ron silbaba amenamente mientras revolvía las verduras y pensaba en su esposa.

Aquel día, en un arrebato romántico, Ron había cogido el día libre con el fin de preparar una cena romántica y sorprender a Hermione agradablemente. Un picoteo en la ventana interrumpió su silbido. Éste se giró para abrir la ventana y dejar pasar una lechuza parda que llevaba un pergamino atado a la pata. No había llegado siquiera a abrirlo cuando se oyó el típico sonido de la chimenea al llegar alguien por red Flu. Aterrado, corrió hacia la chimenea.

Y pasó exactamente lo que temía: Hermione llegó a casa más temprano de lo que debería.

—¡Hermione! ¿Qué haces aquí?

—Fue un día tranquilo y salí temprano… ¿y tú qué haces aquí?

Ron se sonrojó ligeramente.

—Bueno; me tomé el día libre. La cena aún no está lista, has llegado temprano.

Hermione se sorprendió y le sonrió con ternura. Realmente no se esperaba eso de él.

—¿Qué es eso? —preguntó ella señalando al pergamino que Ron tenía en la mano.

—Oh, me lo acaba de traer una lechuza. No sé qué será.

Ron abrió la carta y la leyó con Hermione.

Estimados tíos,

Estoy contento de comunicarles, que vuestros clones Ron y Hermione, de 14 y 15 años respectivamente, han sido hallados en la sala común de nuestra estimada casa Griffyndor dándose el lote por vuestro hijo Hugo Weasley. Controlad vuestras hormonas, muchachos, o me veré obligado a quitarles puntos por escándalo en sitios públicos.

Atentamente, vuestro sobrino favorito,

James Sirius Potter

—¿Qué es esto? —preguntó la castaña frunciendo el ceño.

—Parece que una carta de James…

—Aunque no lo creas, Ron, ya había llegado a esa conclusión. Pero, ¿cómo puede ser eso posible? Entre tú y yo no había nada a los 14 años.

—Tienes razón, nuestro primer beso fue a los 17.

—Espera un momento… ¡claro!

—Odio cuando haces eso.

Hermione se rió entre dientes y sacudió la cabeza.

—Ron, ¿recuerdas la vidente?

—¿Qué vidente? Oh, sí, la vidente… espera, ¿qué vidente?

La castaña rodó los ojos.

—La vidente que visitamos antes de nuestra boda, Ronald.

—¿Qué pasa con ella?

—¿No te acuerdas…?


La primavera estaba en su auge cuando Ron y Hermione cruzaron a paso vacilante el callejón Diagon. Finalmente, pararon delante de una tienda cuyo cartel rezaba "Vea su futuro. Clarividente Roxana".

—Ron, ¿realmente es necesario hacer esto?

—Oh, venga, ya lo hablamos. Mamá insistió en que era la tradición.

—Pues mis padres llevan 40 años de feliz matrimonio sin haber asistido a ninguna "Clarividente Roxana" antes de su boda.

—Pero ellos son muggles. Venga, Hermione, para mamá es importante. Según la tradición esa mujer dirá si nuestro matrimonio será próspero o no.

—O sea —alzó las cejas Hermione —, que si esa mujer te dice que nuestro matrimonio fracasará, ¿me dejarás y no habrá boda?

—¡Por supuesto que no! Además, a todas las parejas les dice que serán felices.

—¡Pero no todas lo son! ¿Lo ves? ¡Es una estafadora!

—Ya lo sé, ¿vale? Es una tradición estúpida. Pero por favor… hazlo por mi y por el bien de tu suegra…— empezó él poniendo ojitos de cordero degollado.

—Odio cuando haces eso— dijo ella fulminándole con la mirada— ¿Pelirrojos primero? — añadió señalando la puerta.

Una sonrisa infantil iluminó la cara de Ron al ver su propósito cumplido. Besó en la mejilla a Hermione antes de entrar felizmente en la tienda.

El interior de la tiendecita era pequeño y acogedor. Se respiraba el aroma del incienso y en las estanterías reposaban objetos de todo tipo: barajas de tarot, libros sobre el significado de los sueños, tazas de café y distintos tipos de dados. A la derecha había un sofá, una mesita con una bola de cristal encima y un sillón de aspecto cómodo.

Allí les esperaba una mujer de mediana edad, de piel morena y grandes ojos azules que contrastaban con el negro azabache de su pelo. Dejó relucir sus blancos dientes y les señaló amablemente hacia el sofá.

—Buenas tardes —dijo ella invitándoles con la mirada a adentrarse sin miedo en la estancia —. Siéntense, por favor.

Hermione tomó asiento enfurruñada y Ron se sentó a su lado. La mujer tomó asiento en el sillón en frente suya y les miró con tranquilidad.

—¿Cuál es el motivo de su visita?

—Nos casamos el mes que viene —respondió Ron.

—Oh, una consulta prematrimonial… Veamos…— dijo ella alegremente mirándoles y después centrándose en la bola de cristal. Sus ojos de perdieron entre la niebla de la esfera por unos segundos, para regresar y fijar su mirada en sus clientes de nuevo— Os disteis juntos vuestro primer beso, ¿me equivoco?

—Eh, en realidad sí…— respondió con incomodidad el pelirrojo.

—No puede ser. Os estoy viendo— sus ojos volvieron a la bola de cristal.

—Pues se equivoca. Éste besó primero a Lavender Brown— dijo Hermione con una expresión de satisfacción en la cara.

—¡Pero no puede ser! ¡Os veo! Estáis en una sala decorada con rojo y dorado, en un sofá, en frente de una chimenea…

—Eso es la sala común de Gryffindor— dijo extrañado Ron mirando a Hermione.

—¿Está la sala destrozada o algo parecido? — dijo ella.

—No, está en perfecto estado.

—Pues siento decepcionarla, pero tiene que ir a que la revisen el tercer ojo. Nuestro primer beso fue en los pasillos de Hogwarts, durante la Guerra, a los 17. Debería avergonzarse de quitarle a la gente el dinero de esta forma. Estafadora.

Acto seguido Hermione se levantó del sofá y salió de la tiendecita con aire indignado, dejando a un Ron rojo de la vergüenza dentro.

—Ehh… no la tenga en cuenta, nunca la gustó la adivinación…

—No se preocupe por eso. Pero lo que le he dicho es cierto. Lo he visto con mis propios ojos.

—Ya, bueno… no encuentro explicación a eso. Lo que le ha dicho era verdad. ¿No puede haber visto a nuestras vidas pasadas o algo así?

—En absoluto. Eráis vosotros, estoy segura.

—Tome — le dijo él alargando la mano para dejar en la mesilla dos galeones.

—No puedo aceptar eso —dijo ella devolviéndole las monedas de oro—. Vendrá a pagarme cuando descubra que mi visión ha sido correcta.

Ron sonrió y se ajustó la bufanda antes de salir a la calle y reunirse con Hermione, que le soltó un largo discurso sobre esa ciencia inexacta y sin ningún sentido, llamada Adivinación.

—¿Qué te ha dicho cuando he salido?

—No me ha dejado pagarla, ha dicho que lo haga en cuanto nos demos cuenta de que su visión era real.

—¡Já! ¡Si algún día pasa eso yo misma le daré 10 galeones!


—¡No me lo puedo creer! ¡Ella tenía razón! —exclamó Hermione con los ojos desorbitados en una expresión de sorpresa. Pero su mirada se tornó en una fulminante tan pronto como se dio cuenta de que Ron se desternillaba en frente suya.

—¡Lo sabía! ¡Señores y señoras, ha llegado el día en el que Hermione Granger ha admitido no tener razón!

—Ja-ja, Ron. Me parto. Venga que se te quema la cena.

—¡Me dijiste que si eso pasaba tú misma volverías y la darías 10 galeones!

—Oh, venga, eso fue hace mucho tiempo, ya no se acordará de nosotros…

—Hermione.

—Vaaale. Mañana si tengo tiempo me pasaré por la dichosa tienda, ¿contento?

—Más que contento —dijo él con una sonrisa antes de plantarle un beso en los labios e ir corriendo a la cocina. Se había olvidado completamente del pastel que estaba en el horno.