Disclaimer: Los personajes de Inuyasha son propiedad exclusiva de Rumiko Takahashi.

Sengoku fairytale

-por: Sakura no Hana-

Capitulo 6: Cruel chantaje

Cubriéndose el rostro con las manos, hipó aterrada ante la idea de perder a su hijo justamente cuando se había enterrado que en su interior se estaba formando un pequeño ser que se parecería a Sesshomaru o a ella. ¡No! ¡Se negaba a perderlo! No quería perderlo. Completamente asfixiada por el llanto buscó palpar su vientre para así protegerlo de cualquier peligro exterior. No permitiría que le quitaran lo único bueno que le había quedado en la vida.

Pero, ¿qué podía hacer para conservarlo? Poco. Poco cuando estaba atrapada por su hermano que haría cualquier cosa para hacerla perder al cachorro de Sesshomaru. Sintiéndose completamente acorralada, buscó apoyo en una de las paredes de madera para luego deslizarse aferrada a su vientre bajo.

—No —hipó débil—. Por favor, no me quite a mi hijo, se lo suplico. Por lo que más quiera — suplicó hecha un puñito con las mejillas bañadas en gruesas lágrimas.

—Tranquila —intentó tranquilizarla Tsubaki—. No pienso hacerte nada —aseguró.

—¿Y cómo voy a saber que me está diciendo la verdad? —cuestionó Rin débilmente, con nueva gruesa ola de lágrimas rodando mejilla abajo—. ¿Cómo voy a saber que no me va a hacer nada? Usted es bruja. A lo mejor me está practicando el aborto en este mismo instante.

Tsubaki arqueó la ceja, incrédula. No podía ser que la muchacha fuera tan supersticiosa.

—No seas ridícula —dejó escapar en un suspiro de aburrimiento—. Mira —le acercó una taza humeante—, tómate esto. Te va a tranquilizar.

—No quiero —se negó Rin—. Puede ser algún brebaje para hacerme perder a mi hijo.

Eso era el colmo.

—A ver —habló Tsubaki manteniéndose serena, retirando la taza con la infusión de las hierbas—, escúchame muy bien. Yo no tengo ningún interés en hacer que pierdas a tu hijo. Así que tu histeria ante todo esto es totalmente innecesaria.

Fijó sus ojos, sorprendida, sobre el rostro arrugado de la hechicera.

—Entonces —comenzó cautelosa—, ¿no me va a quitar a mi hijo? —Tsubaki negó con la cabeza—. ¿Ni tampoco me quitará la marca?

—La marca de un demonio como el que te preñó es permanente —explicó Tsubaki mirando la fogata con el rollito de hierbas alucinógenas en la mano—, no importa la manera en que lo ves. Jamás podrá ser borrada por más rituales que se hagan. Porque primero se necesitaría extraer el veneno de tu cuerpo y ese está mezclado con tu sangre. Ahora, yo no voy a provocarte un aborto y si el chiquillo seguirá viviendo dependerá totalmente de ti. Le vamos a hacer creer a tu hermano que perdiste a tu hijo así él dejará de molestarte.

—Pero, ¿y si se da cuenta que es un engaño?

—Se va a enterar del engaño de todas maneras. Ahora, que tan pronto o tarde se entere dependerá de tu actuación. Aunque, desde luego puedo asegurarte que todo saldrá bien. No será un camino fácil, habrá pérdidas y sufrimiento por el que tendrás que pasar porque es tu destino vivir eso.

—Y, ¿alguna vez volveré a verlo? —cuestionó con melancolía.

—Él te buscará —aseguró—, cuando sea el momento, pero aún no es tiempo para que estén juntos. No antes de que se cumpla tu destino.

Takemaru empezó a impacientarse con la espera fuera de la cabaña. ¿Qué tanto hacían dentro? Pero no le importaba esperar. Haría todo para que Rin dejara de tener algún lazo con aquel demonio. Miró su brazo destruido, el eterno recordatorio de su encuentro con aquel imbécil.

Apenas había cumplido dieciocho años, de hecho, era el día de su cumpleaños. Había salido a pasar tiempo en el prostíbulo de la aldea, para presumir del futuro poder que tendría al convertirse en el emperador. Había tomado de más y, como era de noche, terminó cruzando el bosque por accidente para llegar a su casa. Ahí topó con el demonio blanco.

Su porte estoico y expresión intimidaban, pero el alcohol le había nublado el sano juicio a Takemaru. Cuando Sesshomaru había pasado por un costado de él, el humano, al sentirse ignorado, interceptó el camino del daiyoukai.

Sesshomaru detuvo su paso, no había ni un minúsculo cambio en su expresión.

Quítate del camino, humano —habló monótonamente, sin alterar la voz.

¿Y si no quiero quitarme? ¿Qué vas a hacer? —cuestionó Takemaru con arrogancia y arrastrando las palabras por todo el licor que se había tomado—. ¿Sabes quién soy yo? El futuro dueño de todo esto. Así que cuando eso pase, el único que se va tener que quitar de aquí eres tú, ¿entendiste?

Un bufido arrogante salió de la garganta de Sesshomaru.

Eres patético —agregó después de haber inspeccionado al humano con la mirada, oliendo su aliento a licor desde lejos.

La expresión divertida de Takemaru se transformó en una de enfado. ¿Quién se creía ese tipo para decirle que era patético?

¿A quién le llamas patético? El único patético aquí eres tú.

Quítate de mi camino —repitió Sesshomaru, sereno, entrecerrando su mirada sobre el humano.

¡Y sigues insistiendo en eso cretino! —alzó la voz furioso. Respiró un par de veces para serenarse—. A ver, si tanto quieres pasar, entonces quítame de tu camino.

En menos de un segundo algo verde chocó contra el rostro de Takemaru. El impacto le había causado un agudo dolor. Inmediatamente se sujetó el ojo derecho a la vez que cayó de rodillas y dejó escapar un potente alarido de su garganta.

Lentamente retiró sus manos para mirarlas, encontrándolas cubiertas en sangre.

Su respiración comenzó a alterarse, sus manos empezaron a temblar, aún estaba asimilando lo sucedido.

¿Cómo te atreves? —articuló incrédulo, con un pequeño rastro de furia.

Cuando el demonio blanco volvió a ignorarlo abiertamente, en un último intento de llamar la atención, intentó cogerlo por el brazo pero, apenas había estirado el brazo para hacerlo, Sesshomaru le había aprisionado el antebrazo entre sus garras mientras lo traspasaba con la mirada. No toleraba que algo bloqueara su camino.

Te dije, que te quitaras de mi camino —siseó peligrosamente sereno a la vez que de sus garras salía veneno que fue quemando despiadadamente la piel de Takemaru.

El dolor se hacía cada vez más insoportable pero no suplicaría por su vida, incluso si eso significaría perder su brazo entero. La quemadura seguía expandiéndose por el brazo, destruyendo los tejidos en la piel cuando, de pronto, la presión de las garras cesó y él cayó sobre sus extremidades jadeando abruptamente.

Se restregó los ojos con vehemencia para despojar ese desagradable recuerdo de sus pensamientos, un recuerdo que llevaría permanentemente en la mente.

El apenas perceptible sonido de la gruesa tela que tapaba la entrada a la cabaña lo hizo reaccionar abruptamente. Confundido buscó con su mirada la entrada a aquella cabaña, encontrándose con el semblante completamente devastado de su hermana. No recordaba haberla visto así alguna vez.

—El aborto ha sido practicado —anunció la hechicera mientras Rin caminó abatida y con la cabeza agachada hasta él—. Lastimosamente la marca no puede ser quitada ya que se hizo de veneno que le fue inyectado a la joven al copular con el mononoke. Por ende, la marca desaparecería si bajo la piel no correría el veneno de aquel demonio.

Takemaru se perdió observando la expresión afligida de su hermana. Tenía los ojos totalmente hinchados de tantas lágrimas y apagados, observando un punto fijo adelante suyo. Parecía ser una muñeca sin voluntad y vida que se aferraba al vientre donde ya no residía el bastardo de Sesshomaru.

—Con tal de que ya no carga al bastardo de aquel mononoke da igual —sentenció, tratando de sonar cruel, jalándola por el brazo—. De todas maneras no le servirá de nada tenerla si jamás volverá a verlo en su vida.

Todo el camino lo pasaron en un sepulcral silencio. Ella no había pronunciado la palabra y el tampoco veía la necesidad de hacerlo. Rin seguía abrazándose al vientre mientras su rostro reflejaba un enorme vacío y tristeza y esa era una imagen que Takemaru no quería ver. Pero, lejos de estar actuando, ella realmente se sentía fatal. No dejaba de pensar en el momento que su embarazo empezaría a notarse y Takemaru se daría cuenta que lo había engañado.

Cuando llegaron al palacio, Takemaru había decidido quitarle el castigo del encierro a Rin, dándole así la libertad de poder pasearse por los pasillos del palacio pero seguía teniendo prohibida la salida al exterior.

Rin había logrado hablar con Kagome confesándole su embarazo y el plan para engañar a Takemaru. Junto con su hermana y su nodriza, Rin había logrado disimular su embarazo durante casi tres meses más, hasta que el vientre se estaba volviendo cada vez más abultado y difícil de ocultar. Estaba por entrar al quinto mes, cuando Takemaru la había descubierto.

Recordaba que ese día no lo había visto. Cuando anocheció y terminó con la cena, buscó conciliar el sueño y lo consiguió rápidamente, ya que estar embarazada con una criatura sobrenatural la agotaba fácilmente y, muchas veces, durante el día, dormitaba para reponer su energía.

Eran ya altas horas de la noche cuando alguien corrió la puerta de su habitación. Entró con sigilo, acostándose junto a ella en el futón, observándola dormir tranquilamente. Cada vez más le era difícil controlarse, lo que Rin despertaba en él era cada vez más intenso y profundo que sentía que el inicial capricho se había vuelto una obsesión y esa obsesión en algo parecido a amor que lo estaba consumiendo.

Sabía que podía forzarla como a tantas mujeres antes pero ella era diferente, no quería que ella le tuviera asco, miedo. No quería que ella lo rechazara pero, siendo desfigurado, ninguna mujer se enamoraría de él. Pero Rin no era cualquier mujer, era la mujer que amaba aún sabiendo que era su hermana. No pudo evitar sentirse atraído por ella, no pudo ignorar su naturaleza femenina y su increíble parecido con su madre.

¿Por qué tuvo que entregarse a otro hombre? Peor aún, al mononoke que lo había desfigurado. Había sido suya sabiendo que se trataba de mismo demonio. Le envidiaba a aquel youkai por ser el primero en amarla, el que la había hecho mujer y hasta dejado preñada. Recordó lo devastada que se veía aquella vez cuando la obligó a abortar, porque él podría soportar que ella tuviera hijos, aunque no fuese con él, pero no podría soportar que ella tuviera hijos con Sesshomaru.

Había alargado su mano para acariciarle el cabello; se veía tan bella. Acercó su nariz para poder acaparar el suave y dulce aroma que desprendía el cabello azabache de ella. El olor de Rin era tan fuerte que lo tenía alucinando, en un estado de éxtasis.

Buscó más cercanía entre sus cuerpos por eso fue acortando la distancia entre ellos pero algo le impidió apegársele a su hermana. Bajó la mirada y se encontró con el vientre abultado de Rin. Miró incrédulo aquella parte del cuerpo de su hermana. No podía ser. Ella había abortado aquella vez y tampoco había podido salir del palacio para encontrarse con Sesshomaru. Entonces, ¿cómo podía tener un vientre crecido si se suponía que allí ya no residía el bastardo de aquel mononoke?

Y entonces lo entendió. Lo habían engañado. Otra vez le habían visto la cara de imbécil y seguramente Kagome y Kaede estaban involucradas también. Apretó el puño con fuerza, la furia volvió a consumirlo, esa indescriptible ira al enterarse que Rin lo había engañado nuevamente. Pero esa vez no quiso actuar impulsivamente, aprovecharía la situación a su favor. Dejaría que Rin tuviera al bastardo pero eso no sería algo gratuito.

Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse por entre las ventanas, Takemaru había dejado la habitación de Rin. No le convenía que lo viera porque entonces la manera en cómo planeaba descubrirla se vendría abajo. Esperaría hasta tenerla completamente indefensa y qué mejor manera que obligarla a revelarse cuando estaría tomándose un baño.

Irrumpió en el cuarto de baño como la vez pasada. Rin dio un abrupto respingo, cubriéndose los senos con los antebrazos.

—Q-qué… ¿Qué pasa? —balbuceó aterrada.

—¡Levántate! —demandó con voz grave pero tranquila.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Rin.

—¡Qué te levantes! —volvió a exigir endureciendo las facciones de su rostro al no verla reaccionar a la orden.

Hubo un momento de sepulcral silencio dentro del baño, pero pronto el sonido de agua escurrirse llenó el lugar cerrado. Se había parado cubriéndose el pecho, exponiendo así su crecido vientre de embarazada delante de Takemaru.

Los segundos que pasó parada le parecían unos de los segundos más agónicos de su vida, llenos de un indescriptible miedo.

—Cuando termines de asearte —empezó tranquilamente Takemaru—, preséntate en mis aposentos —dijo dándose la media vuelta, dejando el cuarto de baño.

Se dejó caer dentro del agua, temblando descontroladamente, mientras las entrañas se le estaban revolviendo y hormigueos llenaban cada parte de su cuerpo. Cubrió el rostro con las manos irrumpiendo en llanto. La había descubierto. Ahora estaba completamente perdida.

Corrió la puerta, adentrándose en el cuarto. El silencio en la estancia solamente incrementaba su miedo. Sentía como si en cualquier momento su alma dejaría su cuerpo. Un terrible malestar estaba atravesado en su cuerpo completo. Todo había acabado para su bebe no nacido.

—¿Cuánto tiempo más pensabas engañarme, Rin? —cuestionó Takemaru pensativo, con un leve deje de melancolía, viendo al horizonte. Rin se vio incapacitada de contestar—. Sabes que no me gusta que me vean la cara de estúpido.

Caminó hacia ella, dedicándole una mirada dura pero esa dureza se estaba crispando bajo los sentimientos que tenía por ella.

—Tenía que conservar a mi hijo —explicó con un leve temblor en la voz—. Entiende Takemaru, yo no pude abortar, yo quiero tenerlo —expresó su deseo con profundo anhelo que casi parecía una súplica.

—Te he dicho que podrías ser madre pero no con un hijo de Sesshomaru —recalcó molesto dándole la espalda a Rin.

—Y yo solo quiero tener un hijo de Sesshomaru.

La ira quería controlarlo y no podía permitir que lo hiciera perder el control. Esta vez tenía que controlarse, tenía que tener tacto.

—Está bien —habló secamente encarándola—, entonces te voy a proponer algo. Yo dejaré que tengas al bastardo de ese desgraciado, pero tú tienes que renunciar a tu libertad —volvió a teñir su voz con su usual perversidad.

—¿Mi libertad? —repitió confundida—. ¿En qué sentido?

—Que desde hoy residirás en el sótano del palacio, como también vas a estar de acuerdo que los demás piensen que te casaste y te decidiste ir del palacio. Y, para despistar al demonio, te tomarás un brebaje que borre tu rastro.

—No —negó decidida—, no tomaré ningún brebaje, puede hacerle daño al bebé —articuló aferrándose a su vientre.

—Me encargaré de que no le afecte. Si te tranquiliza iré con Tsubaki. Como ya una vez te ayudó, creo que esta vez también lo puede hacer pero de la manera que a mí me convenga.

Se sintió atrapada y sin salida. Las palabras de Takemaru parecían un cruel chantaje para poder conservar el fruto de su amor por Sesshomaru. Sintió una enorme tristeza invadirla pero aceptaría las condiciones resignada pero con la certeza de que la vida de su cachorro se encontraba a salvo.

—Está bien, Takemaru —dijo en un suspiro resignado—, renuncio a mi libertad y acepto tus condiciones para que me permitas tener a mi bebé.

—Así me gusta, Rin —susurró acariciándole el contorno de la mandíbula—. Que seas obediente.

El aire frío y húmedo del sótano la llenó de incomodidad. Mientras caminaban hacia sus nuevos "aposentos" en el palacio, tenía la sensación de que tendría que compartir su estancia con ratas y otras cucarachas pero, el lugar donde iba a vivir, era bastante decente, pero las paredes eran monótonas y frías. Un aire que mataba al espíritu, que succionaba energía.

Aparte de un humilde futón no tenía nada más.

—¿Y dónde voy a asearme? —preguntó al darse cuenta que no había ninguna tina.

—Esa puerta —dijo punteando una puerta camuflada en el rincón cerca del futón— conduce a un pequeño cuarto de baño, ahí podrás asearte sin problemas.

Se sentó en el lecho con la mirada vacía y la mente completamente revuelta. Pensaba pero no pensaba, su cabeza era liviana pero pesada a la vez.

Un leve tintineo llamó su atención. Completamente confundida volteó la cabeza, encontrándose con Takemaru encadenándole uno de los tobillos.

—¿Realmente es necesario que hagas esto? —preguntó alarmada.

—Es para asegurarme de que no te escaparás de aquí —le contestó aterciopeladamente, retirándole un mechón de la cara, observando lascivamente su expresión confundida y asustada.

La puerta fue cerrada, dejando escapar un abrumador ruido en el acto. Se vio envuelta por el denso e impenetrable silencio acompañado por la oscuridad. Un desagradable hormigueo volvió a apoderarse de su cuerpo, haciéndolo pesado y, la soledad que surgió dentro de ella, la llenó de un sentimiento tan asfixiante y pesado que, la única salida que tenía para dejarlo salir, era a través de un llanto amargo.

*Se asoma cautelosamente por el hueco de la puerta, completamente asustada* Buenas tardes. Sé que probablemente me quieren degollar viva por desaparecer sin aviso y están en todo su derecho de lanzarme objetos, comida y tabiques.

Espero que este capítulo pueda recompensar, aunque sea un poquito, mi enorme falta. Planeaba dejarlo más largo, pero luego decidí dejarlo hasta ahí. Quiero agradecerle a: Veronika-BlackHeart, Soul of Wolf, black urora, Ani-san, FlowerBloom, sasuhidan, gureni, Lau05 y Inuyuki-chanpor sus reviews en el capítulo anterior. También quiero agradecerle a la gente que ha puesto este fic en sus favoritos y alertas. Están libres de comentar ya sea para expresar su agrado o disgusto con el escrito.

Aprovecho también para decirles que no sé qué tan seguido pueda actualizar ya que estoy nuevamente en clases y, además, ando haciendo un proyecto sumamente importante para mí, pero quiero que sepan que no los he olvidado.