Disclaimer: Los personajes de Inuyasha son propiedad exclusiva de Rumiko Takahashi.

Sengoku fairytale

-por: Sakura no Hana-

Este pequeño fic quiero dedicar a FlowerBloom, una fiel lectora y seguidora de mis fics, por su cumpleaños. Le quiero desear un muy feliz cumpleaños y muchos años por venir.

Capitulo 1: Problemas familiares

Hacía ya un tiempo que el emperador se había quedado viudo y con cinco hijos. La emperatriz había fallecido al dar a luz a la ultima hija, Rin. El día que la emperatriz falleció, el mayor de los cinco, Takemaru, contaba con catorce años. El segundo, Kohaku, con once. La mayor de tres hermanas, Sango, tenía ocho años. Después venía Kagome con cuatro años de edad y, finalmente, Rin, la menor, que apenas era una recién nacida.

El mayor de los cinco ambicionaba el gran imperio de su padre por eso siempre era ambicioso, egoísta y sobre todo buscaba provecho en cualquier cosa por más minúscula que fuera con tal de conseguir lo que quería. Incluso estaba dispuesto a traicionar y matar para obtener poder. Su total opuesto era su hermano Kohaku que era protector y humilde, siempre preocupándose por el bien estar de sus tres hermanas, especialmente la menor.

Igual que Kohaku, Sango y Kagome también cuidaban de su hermana menor porque el padre le había guardado resentimiento a la recién nacida, culpándola de la muerte de su esposa. Y se negaba a tratarla, no quería siquiera verla, así Rin creció en el mismo palacio que su padre, pero alejada con barreras que él mismo se había empeñado en construir entre ellos.

Pasaron los años, Rin creció rodeada de nodrizas y el cariño de sus tres hermanos mayores. Su hermano mayor, Takemaru, ya contaba con dieciocho años y era el más temido entre los aldeanos. Las mujeres le temían y para una niña de cuatro años aún no era claro por qué. Suponía que era la apariencia, no era feo pero sí tenía el rostro muy marcado y una mano enfajada. Muy a menudo lo escuchaba maldecir a alguien en particular. A un demonio. Había encargado dibujarlo, hacer un retrato hablado para después colgarlo en su habitación para tener presente a todo momento el rostro del quien le había marcado la cara y destruido el brazo.

Una niña humana podía ser muy curiosa, a veces hasta demasiado y eso no era bueno. Admiraba a su hermano por ser fuerte y mayor, suponía que la protegería si algo malo llegase a pasarle, aunque él nunca la había tratado con cariño ella seguía viniendo a él, metiéndose en su cuarto a escondidas. Una vez lo escuchó hablar e insultar al retrato, lo había visto lanzarle dagas una y otra vez. Cuando dejó el cuarto ella aprovechó para salir del armario y se tomó su tiempo para fijarse en el retrato.

Había un hombre de cabellos largos, luna creciente en la frente y líneas dobles en cada mejilla. Su mirada era fría y el rostro no mostraba sentimiento. No había mucha vestimenta ya que solo era un retrato de medio cuerpo. Pero sí podía distinguir armadura, algo parecido a un pelaje y la mano con garras y las mismas líneas dobles en la muñeca. Precisamente en aquel momento el centro de la frente estaba perforado con una daga mientras que donde estaba el corazón con la otra. Buscó el nombre pero no lo encontró, solo sabía que dibujado era un demonio. Su hermano odiaba a los demonios precisamente por eso y siempre al entrar en contacto con uno lo mataba, a veces hacía cazas especializadas en demonios, los cazaba, hombres o mujeres, niños o niñas, y los mataba a sangre fría.

Pero aún no entendía por qué las mujeres le temían, incluso las del servicio doméstico. Pero muy pronto, a su pesar, descubrió la razón del horror que sentían las aldeanas por su hermano.

Era una noche, una de las que ella aún idolatraba a su hermano y se metía a escondidas a su cuarto. Le gustaba ver sus cosas, era un cuarto muy grande con un futón extenso y de verdad que era muy fascinante para una niña de cuatro años. Ya se había oscurecido cuando de pronto escuchó voces, sollozos y gritos mezclándose y pasos decididos caminando hacia el cuarto. Se escondió dentro del armario, seguramente era Takemaru. Por el hueco del armario y la luz de luna infiltrándose por la ventana distinguió dos figuras peleando. Por las voces supo que una de aquellas figuras era su hermano y la otra, llorosa y suplicante, le pertenecía a una mujer.

—Por favor no, no lo haga, por favor no —pidió la mujer, desesperada, forcejeando.

Una cachetada resonó por el cuarto y la figura baja cayó al futón. Rin miró desconcertada el acontecimiento, hubo un periodo de tiempo donde solo eran sollozos. Vio la figura de su hermano, la alta, acercarse lentamente al futón bajándose los pantalones. Mujer volvió a hipar suplicando merced y cuando menos se lo esperaba escuchó la tela rasgarse y un grito perforador golpear sus oídos.

Se quedó como helada dentro del armario, tiritando, tapándose la boca, viendo pasmada de miedo, escuchando gritos y sollozos cada vez más desesperados y desgarradores. El hombre solo imitaba jadeos ahogados, colocado encima de la mujer. Mujer gritó a todo pulmón. Miró. Sintió lágrimas empapar sus ojos, empezó a temblar abruptamente de miedo, empezó a llorar tapándose los oídos para no escuchar a aquella mujer gritar. Cerró los ojos para no ver figuras solo oscuridad. Se hizo un ovillo dentro del armario, llorando mudamente, las lágrimas empapaban sus mejillas.

Empezó a balancearse como ida pero sin importar lo que hacía los gritos de la mujer seguían llegando a ella hasta que de pronto todo se terminó y ya nada se escuchaba.

Pasaron más años, cuatro para ser exactos. Rin ahora tenía ocho años, era una joven alegre y llena de vida, o al menos aparentaba serlo enfrente de los demás pero en realidad sufría tanto. Una de las razones era el desamor de su padre. Ya tenía ocho años y ni siquiera lo había visto, solo a través del papel en las puertas donde la luz de velas dibujaba su silueta. Se sentía fatal cada vez que él se negaba a verla, a hablar con ella y también ahí estaba ese recuerdo cuando era una chiquilla de cuatro años. Ese horrible recuerdo donde su hermano forzaba a aquella mujer a tener relaciones íntimas con él. Ahora lo comprendía, de hecho, logró averiguarlo hace un tiempo de manera indirecta.

La obsesión de su hermano por exterminar a los demonios había incrementado, a veces hasta alucinaba con el demonio en el retrato tanto que una vez había atacado a Rin y a su hermana Sango.

Era de día, mandaron a Rin a que llamara a Takemaru al comedor y ella pensó encontrarlo en el cuarto pero no estaba. Nuevamente se había fijado en el retrato y este ya era prácticamente desfigurado por las cortadas y huecos. De pronto entrar en aquella habitación hacía que recordara cosas indeseadas, el ambiente le pareció lúgubre y pesado, tenso. Pasó la mano por un par de muebles cuando de pronto sintió a alguien agarrarla por la muñeca.

—¿Qué demonios haces aquí? —siseó alguien.

Rin se quedó como petrificada. Volteó lentamente hasta topar con los ojos azules de su hermano penetrándola. El miedo la paralizó tanto que no logró moverse ni articular nada, sintió miedo, empezó a temblar. Takemaru se impacientó, volvió a preguntarla torciéndole la muñeca, la cicatriz en su ojo derecho a esa corta distancia era aún más horrible.

—Aún no me has contestado. ¿Desde cuándo te gusta esculcar mis cosas? ¿Quién te dio permiso a entrar aquí?

Rin estaba segura se desplomaría de puro miedo. Ya vio borroso, Takemaru había levantado el brazo para pegarla pero alguien le detuvo el brazo en el aire.

—Ni te atrevas Takemaru. ¡No te atrevas a golpearla! —rugió Sango. Takemaru empujó a Rin haciéndola caer al suelo y en un movimiento rápido golpeó a Sango, tanto que le partió el labio inferior.

Sango perdió equilibrio, se tocó el labio tiritando del shock. Era la primera vez que la golpeaban. Takemaru se sentó encima de ella y le cerró la mano en el cuello con el propósito de asfixiarla. Rin, completamente paralizada de miedo, no se movió. Volvió a llorar. Ahí estaba Takemaru encima de Sango asfixiándola.

Justamente en aquel momento Kohaku iba pasando por el pasillo y vio de reojo la escena. Reaccionó de inmediato, se abalanzó sobre Takemaru para quitarlo de encima de Sango.

—¡Suéltala de inmediato Takemaru! —gritó severo Kohaku. Sango respiró abruptamente tosiendo tocándose el cuello.

—¿Qué demonios te pasa? —rugió Kohaku sentado encima de Takemaru sujetándole el cuello del haori. Takemaru no dijo nada solo sonrió maliciosamente. Sango logró sacar a Rin de ahí. Se metieron en la cocina para que pudieran atender a Sango, Rin lloró con más libertad. Temió mucho por su hermana.

Muy pronto de aquel suceso volvió a presenciar algo espantoso sin querer.

Iba pasando por el pasillo y vio la puerta de la habitación de Sango parcialmente abierta. Se acercó para llamarla pero guardó silencio cuando escuchó susurros venir desde el interior. Prestó atención y se asomó para ver como Takemaru tenía arrinconada a Sango contra la pared.

—Vuelves a entrometerte como lo has hecho la ultima vez y te corto ¿escuchaste? —Sango solo se limitó a asentir y ahora la mirada de Takemaru viajó hacia los labios de Sango mientras que su mano trazó el muslo por encima del kimono hasta posarse en la cadera. Rin abrió horrorizada los ojos, Sango no se atrevió a hacer nada pero sentía asco de su propio hermano.

Takemaru empezó a frotar su nariz contra el cuello de Sango y su mano buscaba desatar el obi. Rin esta vez no iba a dejar que le hiciera algo a Sango por eso interrumpió casualmente golpeando la puerta. Había salvado a Sango pero a cambio recibió la amenaza de Takemaru, cuando la interceptó en el pasillo de regreso a su habitación. Le había amenazado con daga cerca del rostro mientras la tenía aprisionada contra la pared. Estaba enojado pero controlaba su voz para que nadie lo escuchara. Rin pensó vomitar de tanta pena, el estomago se le estaba revolviendo y estrujando, nunca en su vida había sentido tanto horror o tal vez siempre ha vivido en un terror permanente, el terror que había creado su hermano Takemaru.

Los siguientes años pasaron en algo que podía llamarse armonía. Takemaru no había vuelto a molestar a Sango y tampoco tuvo oportunidades para hacerlo ya que muy pronto Sango se había casado e ido del palacio para vivir con su marido. Tampoco molestó a Kagome y Rin no había vuelto a tener un encuentro con su hermano. Lamentablemente Kohaku también había encontrado a su pareja y a menudo no estaba en el palacio y eso no era nada bueno. No quería ser egoísta pero le tenía tanto miedo a su hermano mayor que prefería que Kohaku se quedara soltero por el resto de su vida con tal de quedarse en el palacio para siempre, cuidándola a ella y a Kagome.

El emperador empezó a sufrir bajones de salud, fácilmente se enfermaba. También se estaba volviendo viejo, ya había pasado los cincuenta, por eso pasaba mucho tiempo en su cuarto y la función de emperador la había ocupado temporalmente Takemaru.

Tal vez esa era la principal razón por la que Takemaru no había vuelto a molestar a sus hermanas. Se encontraba demasiado embriagado con el sentido de poder, volvió a concentrarse en buscar al culpable de su desfiguración y volvió a exterminar más demonios. Los que poseían una forma humanoide, se comentaba, torturaba hasta matarlos, todos terminaron de la misma manera pero antes de acabar con la parte femenina, volvía a comentarse, se daba el lujo de tomar a todas y, al obtener lo que quería, satisfacerse, las mataba personalmente.

Rin seguía buscando oportunidades de ver, hablar con su padre. Quería estar ahí para él, a su lado. Pero él siempre terminaba rechazándola. Suplicó llorando pasar a verlo, curarlo pero el hombre se negaba rotundamente. Varias veces, cuando estaba sola, pensaba en qué sentido tenía su vida si su padre la odiaba, si su hermano era un pervertido, un tipo sin escrúpulos y trastornado mentalmente, y por su culpa murió su madre, ella la había matado. De tantas acusaciones por parte de su padre llegó a creerlo. A menudo entraba en depresiones tan severas que intentaba suicidarse pero siempre terminaba arrepintiéndose.

Se consideraba una cobarde por no poder hacer nada para detener a su hermano. Se sentía culpable por no haber dicho o hecho algo para impedir aquella violación. Le habría ahorrado el sufrimiento a la mujer si tan solo hubiera hecho un alboroto tremendo con gritos y patadas. Si se le hubiera echado encima a su hermano, si lo hubiera golpeado con algo para dejarlo inconsciente, ¡por qué demonios no hizo nada! Solo se había quedado ahí llorando asustada, tapándose los oídos y cerrando los ojos tratando de convencerse que no era real, que estaba soñando, que solo era pesadilla ¡pero no lo era!

Sabía que había muchas más, el solo pensamiento de pensar a cuantas había forzado a intimar con él, a cuantas le había destrozado la vida por desahogarse le daba asco, horror. Aún no lograba dormir tranquila por las noches repitiendo aquella escena una y otra vez en su cabeza.

Había cumplido ya diecisiete años, Takemaru seguía al frente del país y su padre estaba cada vez peor, todo apuntaba que tenía un problema de corazón y muy seguido tenía ataques severos, tanto que apenas y lograba mantenerse vivo. Había perdido peso pero aún así de enfermo se negaba ver a Rin. Pero Rin había tomado la decisión de tratarlo aunque fuera a través de la puerta, viendo tan solo su silueta. Le dolía tanto que mientras le relataba lo sucedido durante el día terminaba llorando, tratando de convencerlo a dejarla pasar. Pero no importaba cuánto le rogaba, suplicaba, la situación entre ella y el padre seguía siendo la misma. La única alegría que tenía Rin eran las visitas de sus hermanos Sango y Kohaku que venían con sus parejas y sus hijos.

Sango tenía gemelas y un pequeño hijo y Kohaku tenía un hijo e una hija. Las parejas de ambos eran sumamente amables, incluso el monje aunque era un libidinoso de lo peor, pero no tanto como Takemaru. Justamente cuando pensó que las cosas se habían calmado y que Takemaru ya no iba a molestarla a ella o a Kagome con amenazas se llevó un nuevo susto y otra vez vivió en completo terror.

Era una de las visitas de Sango y Kohaku. Takemaru no tenía pensado presentarse sin embargo lo hizo aunque para nada le fascinaba el hecho de tratar con los escuincles de sus hermanos menores. Kohaku se había quedado en lugar común con Takemaru, los niños y las parejas mientras Sango y Kagome estaban en la cocina ayudando a preparar la comida.

Sango de pronto serió su semblante, miró seriamente a Rin y, porque conocía a Takemaru, no pudo evitar a preguntar a su hermana si todo andaba bien.

—¿Estás bien? ¿No te ha vuelto a molestar el imbécil ese?

—No, tranquila Sango —dijo Rin con una sonrisa despreocupada—. Está tan ocupado que no se da cuenta que existimos Kagome y yo —o al menos es que ella creía o lo que quería creer.

—Al menos eso —suspiró aliviada Sango—. Ya sabes, si intenta golpearte o hacerte algo que tú no quieres vente con uno de nosotros. —ofreció Sango pero Rin no respondió nada solo se limitó a seguir mezclando el contenido del recipiente.

Pero que pronto Rin se dio cuenta que su hermano lejos de olvidarse de que ella existía lo tenía muy presente.

Durante la cena Takemaru no le había quitado el ojo encima a Rin. Hasta ahora se daba cuenta lo jugosa que estaba su hermanita. No pudo dejar de observarla caminar, sus facciones de mujer que sobresalían levemente por la tela del kimono. Esperó encontrarla a solas y a la atardecer lo había logrado justo un poco antes de que las visitas se fueran.

La había llamado a su despacho algo alejado de lugar común y el comedor. Ella fue allá sin siquiera presentir lo que iba a pasar. Entró y pronto recibió la orden de Takemaru de cerrar la puerta. Luego se acercó a él, él seguía dándole la espada pero no por mucho tiempo. Lo vio levantarse y caminar hacia ella, mirándola con una mirada rara, paseándola perezosamente por la figura de Rin.

—¿Sabes? —empezó parsimoniosamente, acercándose a ella— No puedo creer el tiempo que ha pasado. Ya tienes diecisiete años y —se detuvo por un momento parándose delante de ella, estirando sus brazos para acariciarle los brazos— hasta yo tengo que reconocer que el tiempo hizo maravillas con tu cuerpo. Te ves… simplemente hermosa —arrastró las palabras susurrando mientras sus manos poco a poco empezaron a acariciarle las caderas a Rin por encima del kimono, algo que llamó mucho la atención de Rin.

—Me extraña que aún no hayas encontrado a un marido para que te despose —siguió lujuriosamente Takemaru, descendiendo con sus manos acariciando los muslos, acercando sus labios a la piel de Rin. El miedo comenzó apoderarse de Rin, para nada le gustaba lo que Takemaru hacía, tampoco lo que decía. Ladeó la cabeza para alejarse, trató desesperada apartarlo sin arriesgar a que ese terminara golpeándola y tomándola a la fuerza.

—Es porque yo no quiero, nadie de la aldea llama mi atención —balbuceó aterrada mientras Takemaru había logrado meter sus manos bajo la falda del kimono y ahora acariciaba descaradamente los muslos de Rin y cada vez más cerca de la feminidad.

Cerró firmemente las piernas, hipó aterrada, empezó a revolverse para alejarlo pero él no alejaba sus manos.

—Pero diecisiete años y aún virgen es mucho ¿no crees? —hizo un comentario sarcástico buscando desatar el obi del kimono.

Rin sintió las lágrimas en los ojos, quería gritar pero algo se lo impedía, un enorme nudo en la garganta, el miedo que la paralizaba, le daban horror y asco las manos de Takemaru, no quería que él la siguiera tocando, no quería que él siguiera avanzando. En un vano intento le agarró las manos para apartarlas, sollozó y en el segundo siguiente irrumpió en un llanto quebrado.

—Si quieres… yo puedo ayudarte a… descubrir los placeres de una relación intima. Me harías un honor dejarme ser el primero en disfrutar de tu cuerpo, desflorarte.

Rin trató de respirar pero el llanto la asfixiaba, le daba pánico pensar que su hermano le proponía ser el primero en su vida, intimar con ella. ¡Por el amor a Dios eran hermanos! ¡Como podía ser tan cerdo como para fantasear y desear estar con una de sus hermanas! Era algo inmoral y algo que ensuciaba la sangre.

Por lo abrupto de su respiración poco a poco Rin empezó a sentir hormigueos en sus extremidades, los labios le temblaban, los dientes castañeteaban. Quería moverse pero no podía, las extremidades se le hicieron pesadas. Pensó flaquear y caer desmayada, aún no entendía cómo es que no lo había hecho ya.

Takemaru la sostuvo, rodeándole la cintura, mientras seguía embriagándose con el olor que desprendía de cerca, aquella esencia floral se olía tan bien en ella.

—Sabes que —siguió bajamente cerca de su oído— antes de que te cases yo tengo que decidir si te casarás o no con el tipo que habías escogido. Como también me puedo tomar el derecho de estar contigo antes de que te entregues a tu marido. Sería solo una vez y no te preocupes, que no saldrías embarazada, solo me quiero divertir un ratito. Y tú, como buena hermanita, le vas a complacer a tu hermano mayor siendo dócil y amorosa con él, ¿no?

Volvió a acariciarle los muslos, Rin cerró los ojos preparada para lo peor pero ese peor nunca llegó gracias a que Kohaku había pasado por el despacho y vio lo que estaba pasando.

—¿Pasa algo con Rin, Takemaru? —preguntó el castaño desde la puerta con un semblante serio y ensombrecido.

Rin respiró aliviada, Takemaru se alejó de ella pero no sin antes susurrarle en un tono amenazador que aún no habían terminado y que esté preparada a seguir en cualquier momento.

Sus hermanos estaban por irse a sus casas pero Kohaku seguía con aquella expresión sombría en el rostro. Se encontraba ido y pensativo y de pronto decidió hacer algo antes de irse.

—Mi amor, espérame aquí, ahora regreso —dijo apresurado besando la frente de su esposa.

—Espera, Kohaku, ¿a dónde vas? —preguntó extrañada la mujer.

—Quiero despedirme de mi hermano, no me tardo.

Y se perdió por la puerta. Pasó furioso por los pasillos, con la sangre hirviendo, repasando en su cabeza lo que hace unos momentos vio en el despacho. Dobló varios pasillos y finalmente se encontró con Takemaru caminando en la dirección opuesta a él, fingiendo sorpresa.

—Kohaku, ¿no que ya se iban?

Pero en vez de responderle le golpeó el estómago exprimiéndole el aire de los pulmones. Tosió agachado hacia adelante.

—Esto es por lo que impedí en el despacho —siseó enfurecido Kohaku—. Escúchame bien Takemaru, si yo me llego a enterrar que le has puesto un dedo encima a Rin te mato, ¿entiendes?

Parecía que la amenaza de Kohaku había surtido efecto. Takemaru ya no había vuelto a acosar sexualmente a Rin y ella trataba de pasar el tiempo máximo lejos de él. Le daba horror dar con él en cualquier lugar sea privado o público. Había llorado tantas noches a causa de aquella vez sin embargo nunca había hablado de aquello con nadie.

Las salidas con su nodriza en realidad le hacían bien, muchas veces después de hacer compras en la aldea se metían a caminar en el bosque, caminando despacio. Muchos podían decir que aquellas caminatas eran un desperdicio del tiempo pero en realidad no lo era. Las dos aprovechaban aquellas ocasiones para recolectar hierbas que podían ser usadas como té o ser preparadas como algún medicamento.

Nunca habían topado con nadie pero aquella vez sí lo hicieron y era con alguien que Rin jamás imaginó toparse.

REVIEWS… REVIEWS… REVIEWS

¡Hola gente! ¿Extrañaron mis publicaciones? Estoy segura que no. n.n FlowerBloom nuevamente feliz cumpleaños, espero te guste, hice cambios hasta el último día, hasta el último momento hasta que esta idea me agrado tanto que me dije que tenía que escribir eso para ti.

¿Soy yo o este capi fue un tanto intenso? ¡Qué enfermo sexual es Takemaru! ¡En serio que es un personaje que detesto con toda mi alma por ser un cerdo y canalla! Bueno yo lo hice así, así lo invente. Y hasta trastornado nos salió. Esa obsesión enfermiza de destruir al demonio del retrato, estoy segura se dieron cuenta de quien estamos hablando ¿no? ;)

Pobre Rin. Es duro y muy triste idolatrar a alguien y después te das cuenta que es la persona más cruel en el mundo. En serio que quise mostrar como Rin poco a poco descubre como es su hermano en realidad y luego también su situación con su papá. Y ese viejo que no quiere ablandarse ni cuando está enfermo y a un paso a la tumba. Y tan lindo que nos salió Kohaku, tan protector y amoroso con sus hermanas. ¿Quién será ese alguien con el que se habían topado Rin y su nodriza? Pues eso lo sabrán el próximo lunes pero no les cuesta nada suponer de quien se trata.

Me harían muy feliz con sus reviews, en serio que sí. Están bienvenidos a dejar su opinión.

Ahora, la longitud del fic. Pues solo serán un par de capis pero que formaran cabeza, cuerpo y cola. Actualizaré cada lunes y lo que trata sobre mis otros fics poco a poco los iré actualizando nuevamente y con regularidad. En dos semanas de seguro que me ven actualizando no solo viejos pero nuevos fics también.

Sin más que decir, por ahora, me despido y ¡los leo el lunes! n.n