Canadá suspira mientras abraza a Kumajirou. Se siente dejado de lado por las otras naciones americanas. Siempre que hay reunión de la OEA, los directivos prefieren organizar a las naciones en orden alfabético para que las naciones interactúen más entre ellas. Si bien a Matthew no le disgustan sus naciones vecinas, se siente incómodo entre los latinos, principalmente entre el corpulento Brasil y el malgeniado Chile. Si tan sólo los organizaran en cuanto a las regiones...

Una risa lo saca de sus pensamientos. Mira hacia el lado del chileno, encontrándolo jugando "El ahorcado" con otra nación, cuya cara no podía apreciar por la silueta del muchacho.

-¡No se ría tan alto!- le regaña una voz suave y amigable, de mujer. Canadá logra visualizar una larga cabellera oscura.

-Pues regañándome en voz alta tampoco evitará que llamemos la atención, Coco- ríe de nuevo el chileno.-Además, no es mi culpa que apestes en este jueg- ¡Auch!

-¡Hmph!- una mano bronceada le quita el bolígrafo de las manos al chileno, rápidamente completando la palabra. "Earl Gray" aparece al lado de un dibujo del ahorcado, casi completo. -Pues para apestar, aunque me tomó tiempo, logré adivinar su palabra, señor obsesionado del té.

Una bonita cara aparece al otro lado del chileno, sonriendo de forma algo juguetona. Rápidamente, la chica nota a Canadá y le sonríe. Chile, al notar eso, se voltea hacia donde mira la mujer y arruga la frente al encontrarse con Canadá.

-¡¿Y tú qué haces aquí, gringo analfabeta!? ¿¡Que no te cabe en ese hueco y grasoso cerebro que la E no está antes de las C!?- se acercó amenazadoramente, haciendo palidar al canadiense.

-¡Y-y-yo...! ¡L-l-lo s-s-siento!- temblaba mientras apretaba más a un dormido Kumajirou.

-¡Manuel! ¡Ya cálmese! ¡Mire que asusta al pobre!- le da un sopetón la colombiana.

-¡Catalina!- se soba la cabeza, mirando a la colombiana, frunciendo los labios en un puchero.

-¿Está bien, señor...? - Catalina parpadea, dándose cuenta de que no reconocía a la nación.

-C-canadá...-se sonroja, mirando a la mesa nervioso. Se sentía un poco decepcionado de que no lo reconociera una chica tan bonita.

-¡Verdad! ¡Discúlpeme en verdad!- rápidamente, miró a su alrededor en busca de algo para recompensar a la nación. Se sintió mal en no reconocerlo. Se encuentra con su termo de café y prontamente, sirve un poco en su taza y se la ofrece al canadiense.-En serio lamento lo ocurrido. Por favor, acepte esta taza de café como muestra de arrepentimiento.

Canadá se pone aún más rojo, mirando la taza que tenía un corazón dibujado, y a la dueña del mismo, que lo miraba apenada, mordisqueando levemente sus labios. Entre los dos, se encontraba un furibundo chileno, que lo miraba con ganas de arrancarle la cabeza. Rápidamente, toma la taza antes de que Manuel pudiera intentar arrancarle las manos.

-M-muchas gracias... Colombia...-sonríe apenadamente, siendo correspondido por la colombiana, que luego se voltea para hablar con el chileno y resumen su juego.

Matthew mira la taza, llena de un líquido café claro con un aroma exquisito. Lentamente, la lleva cerca de su cara, soplando un poco para enfriar la caliente bebida y procede a beber. Para su sorpresa, en lugar de encontrarse con un amargo sabor, se encuentra con uno suave y algo dulce, identificando la leche y un poco de azúcar. Gustosamente, sigue tomando de la bebida hasta acabarla.

Dejando la taza nuevamente sobre el escritorio, Canadá se dispone a observar el juego entre las naciones latinas, esta vez, siendo el chileno el que iba perdiendo.

-¿No que era usted un experto, Manuel?- se ríe la colombiana mientras sostiene la pluma. Al dibujo del ahorcado le falta una pierna, mientras que a la palabra le faltaban dos letras.

-¡Banana!

-Ya había mencionado la N antes y sólo era una. Perdió~- dibujó la última pierna, completando el ahorcado. El chileno suspiró y se cruzó de brazos, mirando a otro lado.

-¡Hmph! ¡Y yo que iba a saber que clase de nombre es Canada! ¡Ni siquiera sé lo que es eso!- moviendo sus labios en un puchero, cerró los ojos. Detestaba perder, y mucho más ante la colombiana que tanto le gustaba.

Canadá no podía creer lo que escuchaba. Rápidamente, miró a la hoja y, efectivamentr, su nombre era el que estaba escrito. Alzó la vista, encontrándose con los olivos ojos de la colombiana, que le sonrió dulcemente, antes de volverse al chileno y darle un beso en la mejilla, sorprendiéndolo tanto, que lo hizo caer de la silla, a lo que comienza a reír en voz baja.

-¿Hay algún problema allá atrás?- pregunta uno de los directivos, quien conversaba en esos momentos con Argentina.

-¡Ninguno, ninguno!- rápidamente ocupa su lugar. Cuando el directivo voltea a seguir charlando con el argentino, Manuel aprovecha y le reclama a la colombiana lo que hizo.

Canadá sonríe para sí, sonrojado. Tal vez sentarse con otras naciones que no fueran Estados Unidos o Inglaterra fuese tan malo...


Demasiado tiempo. Lo sé, merezco morir en la hoguera. ¡Espero les haya gustado!