¡Buenas tardes!
Gracias, por última vez, a Ariadna Simonds, laina.1994, Mery Vedder y Sakhory por los reviews del capítulo anterior.
Y ahora, espero que disfrutéis del final de la historia.
Epílogo: De lo que depende la felicidad
Cuando veas una estrella fugaz,
guárdala en tu corazón;
es el alma de alguien que consiguió
dar a los suyos su amor.
Cuando oigas a un niño preguntar
por qué el sol viene y se va,
dile: "Porque en esta vida no hay
luz sin oscuridad".
Mägo de Oz-La danza del fuego
Mientras ayuda a Ellie a subir su baúl a la rejilla portaequipajes, Fred piensa que, en estos momentos, puede decir con total seguridad que es casi totalmente feliz. Y el "casi" es porque desde pequeño le han enseñado que no existe nada absoluto.
Baja del tren y se acerca a Hagrid para despedirse de él, pese a que sabe que lo verá en un mes, en el cumpleaños del tío Harry; o quizá incluso antes. Charlan un rato de todo y de nada, de cosas banales y también de otras más serias de las que Fred prefiere no acordarse mucho para no enturbiar su felicidad.
Por fin ha terminado el curso. Por una parte, Fred está contento; sin lugar a dudas, ha sido el año más movido de toda su vida, por no hablar de que ha habido momentos en los que lo ha pasado realmente mal. Pero por otro lado, no se arrepiente de nada. Porque también, entre los acontecimientos que han puesto su vida patas arriba en multitud de ocasiones, ha conseguido recuperar a Ellie. Quizá no en las circunstancias que más le hubiesen gustado (y todavía aprieta los puños sin darse cuenta cada vez que piensa en el culpable), pero ahora puede sonreírle, besarla, abrazarla, sin tener que engañarse a sí mismo después.
Ellie se queda junto a los carruajes, acariciando a los thelstrals. Es capaz de verlos desde que presenció el asesinato de McLaggen, y es la única persona de su generación, además de Jackie y Russell, que puede admirarlos. Le ha explicado a Fred que no son feos, sólo algo extraños, y que hay que aprender a ver su belleza para apreciarlos.
En cuanto suena el silbido que indica que el tren está a punto de partir, Fred, Ellie, Ben, Lucy, Rox, Dan, Al, Naira, Jackie, Russell, Hugo y Lily se meten en un compartimento ampliado mágicamente por Eleonora y Lucy para que quepan todos. Es agradable estar rodeado de amigos y gente que se preocupa por ti. Fred sigue en deuda con todos ellos; sabe que le salvaron la vida.
Él y Ellie se sientan en un rincón junto a la ventana y, pese a que al principio participan en la conversación general y se ríen con las inigualables imitaciones que Lucy hace de Stewart y de Vector (que se ha convertido en una enemiga más para ellos desde que los castigó por ir a rescatar a Fred), al final acaban enfrascados en su propia tertulia, que es algo así como una disputa por ver quién de los dos es más terco. Deciden dejarlo en tablas, porque podrían seguir discutiendo hasta el infinito.
-Ey, Ellie-dice Fred después de estar un rato en silencio. La muchacha, que está comiéndose una pluma de azúcar, lo mira con el dulce en la boca, y Fred se pregunta si lo hace a propósito para ser aún más irresistiblemente hermosa o le sale espontáneamente. Logrando concentrarse en lo que iba a decir, le susurra al oído con una mezcla entre curiosidad y picardía-: ¿Alguna vez lo has hecho en un tren?
Eleonora lo mira con extrañeza. No sólo porque le esté haciendo esa pregunta, cuando Fred conoce perfectamente la respuesta (si no ha sido con él, es obvio que no); sino por lo extraño de la sugerencia. Nunca se le habría ocurrido a ella. Niega con la cabeza con lentitud y ve una sonrisa traviesa formándose en los labios de su novio que la hace alarmarse, porque no necesita que él lo diga en voz alta para saber lo que está pensando.
-Ni de coña-replica rápidamente-. Es una locura, podrían pillarnos…-Fred la corta con un beso en los labios antes de quitarle parte de la pluma-. ¡Eh! ¡Que estoy hablando!-protesta, indignada-. Y eso que te estás comiendo es mío, para tu información-en realidad, le da igual, pero quiere tener un motivo para enfadarse con Fred.
-Por favor…-suplica Fred, haciendo un puchero-. Tengo una curiosidad por hacerlo que ni te imaginas. Y te prometo que te compro una bolsa entera-intenta sobornarla. Eleonora arquea las cejas.
-Espera…-empieza, analizando las palabras de su novio-. ¿Me estás ofreciendo plumas de azúcar a cambio de sexo?-pregunta, bajando la voz para que los demás no la oigan. Fred asiente con la cabeza y se encoge de hombros-. ¿Y qué te crees que soy para poder comprarme, para empezar?
Fred pone los ojos en blanco.
-Sabes que no he querido decir eso-replica, también en voz baja-. Pero si sólo funcionas con sobornos…
Ellie le da un puñetazo.
-¡No funciono con sobornos, idiota!-exclama-. Puedo hacerlo sin necesidad de que me des dulces a cambio.
-¿Eso es un sí?-inquiere Fred rápidamente. Eleonora suelta un bufido, pero sonríe un instante después, intentando que parezca que lo hace a regañadientes. Sin éxito-. Vamos a comprar dulces-informa a los demás, levantándose y tomando a Ellie de la mano. Intenta que su voz se mantenga en un tono normal.
-Hasta luego-responden todos. Rox le hace un gesto con la cabeza antes de colocar los brazos alrededor de Dan. Fred procura ignorarlo.
Caminan por el pasillo del tren, buscando un compartimento vacío, pero no lo encuentran hasta llegar al último vagón. Eleonora nunca ha estado en esa parte del Expreso de Hogwarts, y cuando entran en el compartimento, que no tiene asientos, sólo algunas cajas amontonadas en estantes en la pared, llenas de lo que parecen dulces, empieza a curiosearlos.
-¡Hala! Así que de aquí saca los dulces la mujer del carrito-comenta, abriendo una carta llena de píldoras ácidas. Antes de que pueda coger una, sin embargo, Fred se le acerca por detrás, la abraza por la cintura y empieza a besarle el cuello. Eleonora intenta, sin mucho éxito, aparentar que le es indiferente. Pero no se le da bien fingir, mucho menos con Fred-. Idiota-murmura, dándose la vuelta y enroscando los brazos alrededor del cuello del muchacho.
-Mira quién habla-replica él, besándola con intensidad mientras la atrae más hacia sí.
Mientras se besan, se desvisten y se ríen, una minúscula parte del cerebro de Fred, el cero coma cero, cero, cero, uno por ciento que no está concentrado en la maravillosa criatura que tiene frente a él, recuerda cómo han llegado hasta ahí. Realmente fue difícil para Ellie, que cada vez que lo intentaban tenía que enfrentarse a los horribles recuerdos que el contacto de los dedos de Fred con su piel evocaba. Solía acabar apartándose de él, con los ojos llenos de terror y lágrimas, y disculpándose. Pasaban esas noches sentados en el suelo y abrazados, simplemente charlando, y Fred estaba asegurándole continuamente que no estaba enfadado con ella en absoluto. Hasta que llegó una tarde, cuando Fred, para ser sinceros bastante cabreado por el hecho de tener que odiar a una persona que ya estaba muerta, empezaba a pensar en la opción de simplemente dejarlo estar, en la que Eleonora se lo propuso, con una mirada casi desafiante que indicaba que lograría lo que se había propuesto. Efectivamente, ésa fue la primera vez que logró mantener su miedo a raya el tiempo suficiente para que Fred le demostrase que no tenía nada que temer, al menos no con él. Después de esa tarde vinieron muchas más, que ayudaron a Ellie a sentirse, de nuevo, más segura entre los brazos de Fred y poder mantener los ojos cerrados sin miedo a que ocurriese algo imprevisto.
Un beso con más fuerza de la cuenta hace que Ellie trastabille y caiga al suelo, con Fred, al que está firmemente aferrada, sobre ella. Ambos ríen mientras se siguen besando y desvistiéndose con prisa y a la vez con infinita delicadeza, y entrelazan sus manos para sentirse aún más unidos. Es una sensación maravillosa.
Y hacen el amor felices, despreocupados y queriéndose. Con mucho cuidado por parte de Fred y muchos besos donde no debería de Ellie, porque ya no tiene ningún miedo y nunca lo tendrá de Fred. El resultado es una pasión a duras penas contenida que dejan escapar en una sinfonía de susurros, gemidos y besos, y tantas ganas de estar unidos que podrían estar así para siempre.
Después de un rato, sin embargo, sus cuerpos les piden una tregua, y ambos se encuentran tumbados en el suelo, agotados, sudorosos y sonrientes. Fred acaricia el pelo de Eleonora, enredando los dedos entre sus mechones negros, mientras ella se entretiene escudriñando su rostro y contando las numerosas pecas camufladas entre su piel oscura.
-Fred-dice ella cuando va por la peca número setenta y seis.
-¿Qué?
-¿Qué pasaría si ahora viniese la mujer del carrito y nos pillara?
-Pues…-Fred frunce el ceño-. Técnicamente, nada. Somos mayores de edad, y teóricamente el curso ha terminado cuando nos hemos subido al tren. Y que yo sepa, no hay ninguna regla que diga "Prohibido follar en el Expreso de Hogwarts".
Eleonora ríe ante la ocurrencia, y se propone revisar las normas del colegio para asegurarse de que la propuesta por Fred realmente no existe. Y si existe, supone que estará escrita de una forma menos directa.
-Sí, pero…-rebate tras unos segundos-. Pobrecita, esa mujer está muy mayor. Probablemente le daría un infarto o nos denunciaría por escándalo público.
-¿Público?-replica Fred, riendo-. ¿A cuánta gente ves mirando? Mm, aunque ahora que lo dices, podríamos llamar a alguien.
Eleonora le da un puñetazo, y se sonroja más de lo que ya está sólo de pensarlo.
-Era un decir, tonto. Ochenta y tres.
Fred la mira frunciendo el ceño, extrañado.
-¿Ochenta y tres qué?
-Pecas que llevo contadas-responde Ellie, y se sonroja cuando Fred sonríe.
-¿Te entretienes contándome las pecas?
-Es un pasatiempo como cualquier otro-replica ella a la defensiva-. No hace daño a nadie. A diferencia de ti, que te dedicas a encerrar chicas indefensas en armarios para guardar escobas y meterte derechito y sin vacilar en la boca del lobo.
Fred no puede evitar reírse. No se ríe de Ellie, ni tampoco de su ocurrencia; se ríe de lo curioso del hecho de que ella se dedique a contar sus pecas, cuando él se sabe de memoria la posición exacta de los diecinueve lunares que tiene su novia en la espalda, así como que tiene uno con forma de paraguas cerca del hombro izquierdo. Y como está viendo venir un puñetazo de Ellie, y la muchacha ya le ha dado dos en lo que llevan de viaje, decide explicárselo.
Su confesión da pie a que la joven pareja se pase las siguientes horas poniéndose al día acerca de las curiosidades dermatológicas del otro. Cuando Eleonora está explicando con todo detalle una peca que Fred tiene bajo la ceja que hace años parecía burlarse de ella cada vez que el muchacho la llamaba "Ellie", King's Cross aparece en el horizonte, de modo que tienen que vestirse para estar presentables ante sus respectivas familias.
Y en ese momento, mientras ella se abrocha la camisa apresuradamente y él le peina el pelo con los dedos, Fred sabe que será feliz mientras tenga a Ellie a su lado.
Notas de la autora: Et c'est fini! Espero que os haya gustado. Probablemente hubiese estado mejor un final más trágico, pero tengo ese defecto. Además, yo creo que el sentido de la vida es sufrir por una razón; si te arrebatan esa razón, la vida ya no tiene sentido. Por tanto, todo lo que han pasado Fred y Eleonora tenía que llevarles a algo.
Y me estoy liando yo sola, así que lo dejo.
Por cierto, dudé mucho sobre el punto en que sería el epílogo. Así que, tras mucho pensarlo, decidí que Eleonora merecía superar su trauma y dejar de tener miedo. Espero que os haya gustado.
Y muchas y sinceras gracias a todos los que habéis añadido esta historia (o a mí) a favoritos, a los que habéis dejado review, a todos los que me habéis animado con mensajes de lo más inspiradores, y a los que simplemente lo habéis leído. Gracias por haberos tomado la molestia de invertir vuestro tiempo en algo que a mí también me ha costado mis horas y mis quebraderos de cabeza (porque, como Fred y Eleonora, yo también soy cabezota y trato de hacer las cosas bien), y espero que no haya sido en vano.