If Were a Boy
—(¯`•¸•´¯)—



Capítulo 13: Resurrección del fantasma


Atajé los cojines que me lanzaba Meiko desde su cama mientras me sentaba en la alfombra. Era viernes, y por lo tanto teníamos ya la pijamada en casa de la castaña. Su hermanito Meito de cuando en cuando entraba en la alcoba y se disponía a molestar a Meiko, cosa que a nosotras nos agraciaba bastante.

Después de servirnos unos platos con unos tacos caseros preparados por la madre de Meiko, mismos que estaban para chuparse los dedos, nos dividimos en cualquier sección del cuarto de la anfitriona. Las paredes rojo cereza hacían contraste con las sábanas rosadas y blancas de su cama, donde justamente se encontraba sentándose de piernas cruzadas hacia el centro. Nos miró con cierto interés; cada una por su lado acostándose de panza, así como Rin, sobre el piso, aislada como Neru con teléfono, o simplemente sentada de cruces como Luka y yo. Gumi por su parte, estaría fuera del cuarto cargando con unas botanas que Meiko le pidió que trajera de la concina tras hacer el favor de recoger los trastes y fregarlos.

—¿Qué? —preguntó Luka por todas—. ¿Tenemos monos en la cara o qué?

—Mmm, no, pero sí migajas regadas por las comisuras de sus labios —se burló usando un tono de voz ciertamente infantil—. Ah, y Luka... tienes algo de espinaca en los dientes.

—¡¿Qué?! —gritó la pelirrosa levantándose rápidamente del piso, para luego correr hacia su bolso tirado en el sofá del cuarto—. ¡Maldito cepillo, dónde estás!

Cuando pareció encontrarlo, lo alzó como si del santo grial se tratase y soltó un aullido de victoria, arrastrando sus calcetines peludos por el frío piso del cuarto en dirección hacia el baño. Allí se internó cerrando la puerta, con un aparente propósito extra al de cepillarse.

—Ammm, ¿qué hay ésta semana? —inquirió Rin cambiando de tema con el propósito de olvidar la escena reciente recreada por Luka—. Además de... un montón de cosas.

—Pues... un montón de cosas, ¿no es obvio? —ironizó Meiko enarcando una ceja, procediendo a contar con sus dedos la lista de cosas pendientes—. Exámenes, exposición, entregas de trabajos y otras chorradas —suspiró—. Me veo muerta de aquí a unas semanas.

—¿Te refieres a la entrega de boletines, no? —soltó de repente Gumi, entrando a la habitación cargando con una bandeja de botanas.

La anfitriona se incorporó de su cama y procedió a ayudarla con el cargamento, dejándolo todo en el centro del piso. Raramente Gumi se sentó a unos cortos metros de la bandeja, y que suene con ironía ésta frase, venga.

De sólo oír la palabra "boletín" se me erizaron los vellos de la nuca. Pensé que nunca más temería del hecho de escucharla desde el séptimo grado, y no es que haya pasado mucho tiempo, pero el detallito de que mis notas eran pésimas para ése entonces sigue vigente en las mentes mía y de mi madre. Todavía tengo el recuerdo de aquellos brillantes y relucientes dientes de ella. Tenía una mirada opaca, y una sonrisa creciente, como la del gato de Cheeshire, o peor, como la de Jeff The Killer. Obviamente mis notas no le habían agradado del todo, pero al menos había pasado las materias y tenía cumplidos todos los objetivos en todas las materias; en cambio... Miku Hatsune, en 8vo año, en el segundo trimestre, apenas tiene el 60% o menos de todo lo que se supone que he visto, y estaré en serio jodida si no cambio mi boletín rápido.

Yo no quiero que mi madre se entere de las cosas estúpidas que su hija hace por amor, porque seguramente me cacheteará diciendo que todavía estoy muy chica y blah, blah blah. ¡Venga, que los catorce los cumplo éste año!

Y lo digo como si fuese lo más maravilloso del mundo. Dios... Ya me vi quemada en las brasas y con las cenizas de mi cuerpo tiradas y desparramadas por los aires, hasta caer en un sucio suelo por el que pasan idiotas peatones que sólo se disponen a pisotearme. Creo que me lo merezco por tonta.

—Pues sí, a eso y al increíble cansancio físico y mental que tendremos al culminar el trimestre —suspiró Rin respondiendo hacia Gumi.

—Creo que la corta Semana Santa no será suficiente para darnos descanso —berreó Meiko.

—¡Y que lo digas! Ni siquiera sentiremos el abrazo de las sábanas en nuestras camas cuando ya sonará el despertador de la rutina diaria —rodé los ojos tras añadir en la conversación.

—Y volviendo con lo de los boletines, que me perdí el tema de conversación... —articuló Luka saliendo del baño con la cara y dientes limpios. A juzgar por el olor rebosante de avena, imagino que Luka se habrá terminado todo el jabón.

—Jo... ¿Por qué volvemos a hablar de esto? —balbucee, sin ser notada por ellas.

—Bue, yo tendré cero en Idiomas, eso ya es obvio, y se lo comenté a mis padres aguantando la daga en la yugular —confirmó Meiko encogiéndose de hombros, para luego mostrar una cara de malestar tremenda. Se le notaba su preocupación por lo que le vendría.

—¿Y qué hay de las clases con tu súper profe? —inquirió la pelirrosa pícaramente, dándole piquetitos en el brazo a Meiko, en un intento de animarla.

Apenas le sacó una sonrisita.

—Él es muy dulce, pero no creo que las notas que logre sacar con sus tutorías me ayuden a pasar las materias —afirmó.

—¿Y por qué no? ¡Venga, si todavía tenemos la última prueba de Inglés más el glosario de Español con un valor del veinte! Y si suponemos que sacarás veinte en ambas —analizó Rin—, esos ya serían cuatro puntos ganados. Agregándole otro exitoso veinte en la prueba de lapso, son seis puntos, ¡y seis y cuatro son diez, así las pasas!

—Vaya Rin, sabes sumar —ironizó Neru, quien apenas y estaba atenta a la conversación.

La rubia de pelo corto le sacó la lengua.

—Odio admitirlo, pero Rin tiene razón —manifestó Luka—. Sácale provecho a las tutorías de ése príncipe y anímate a sacar veinte en los exámenes y trabajos restantes, Meiko.

—Exacto —secundó Gumi sonriendo, llevándose botanas a la boca.

—Ahora que me lo recuerdas... El domingo nos reuniremos en su casa para hacer el estúpido glosario para Español —alegó Meiko—. Trataré de ayudarle en todo lo que pueda para no sentir que gané una nota gracias a él.

—¡Uuuuuuyyyyy, pero mírenla de picarona! ¡Estarán en casa de los suegros! —bromeó Luka, sacándole a Meiko un sonrojo que hacía comparación con el color de las paredes de su cuarto.

—¡Qué cosas dices, Luka! —exclamó.

—Oye, y si le sumas lo que llevas en rasgos personales, que no debe ser tan malo, ya tendrías medio punto ganado —añadí yo—. Más los pocos que llevas acumulados de los anteriores objetivos, sería un total de aproximadamente tres o dos puntos y medio; sumando estos, son como cuatro o cinco puntos.

—Es decir, las materias te podrían dar catorce o quince —completó Neru.

—¡¿QUINCE?! —exclamó la castaña incorporándose de su cama de un salto—. ¡Dios santo, eso sería como el paraíso! ¡Sería la primera vez que Idiomas me diera tan alto!

¿Y a eso le dice alto? ¡Alto es un dieciocho! Aunque, bueno... No puedo entender bien a las aplasadas en ésas áreas, así como Meiko, cuando yo soy una de las destacadas.

—Y volviendo nuevo con lo de las boletas...

Jodida seas, Rin.

—Miku, ¿cómo vas a hacer? —preguntó mirándome con curiosidad.

En ése momento, sentí las miradas de todas sobre mi, incluso Neru le había puesto pausa al frenético sonar de sus teclas, mirándome por el rabillo del ojo. Me sentí popular... en serio.

Paré un rato a pensar un poco en las palabras de Rin, ¿qué podría hacer? ¿Cómo lo haré? Lo único que se me ocurría en estos momentos de desesperación acumulada era hacer un trueque con los profesores, ya saben, sobornarles con una buena suma de dinero, cosa que no verían otra vez hasta la próxima quincena en la que cobrarían, y decirles que me pongan aunque sea un quince —si no es mucho pedir— en las materias para que mi madre no crea que estoy perdida en Hokkaido, en Sapporo, o dónde sea que se supone que Kenji viva.

Pero eso sería demasiado extremo de mi parte. Yo incluso soy muy cobarde para acercármele a los profesores a preguntarles algo, o a plantearles alguna duda que tenga y termino haciéndome un manojo de nervios frente a ellos, cosa que notan mis compañeros de clase y terminan burlándose de mis constantes palabras entrecortadas que casi ni se oyen, además de mis raros ademanes y las muecas de mi cara para poder colocarle la guinda a la torta. No podría hacerlo, simplemente no. Y aún quedamos en lo mismo; si mi madre ve que algunas materias apenas las tengo pasadas mientras que otras —incluyo aquí Educación Física— están por debajo de un diez, creerá que me he vuelto vagabunda, malinterpretando a lo que en realidad sería que perdí el resto de los objetivos. Luego se preguntará adónde se habrán ido las buenas notas que logré conseguir el primer trimestre del año. Por supuesto yo no sabría si responderle "En Hokkaido" ó "En la boleta de un chico llamado Kenji Ryuusuke", y si lo hago con alguna de esas dos opciones, se confundirá tanto que hablaría con los psicólogos de mi escuela y luego éstos le dirían que yo estaba en Hokkaido, se suponía; entonces me mirará con esos ojos taladrantes, esbosaría la sonrisa-tipo-Jeff y diría las palabras: "Explícame esto, Hatsune Miku".

Zumi no es caracterizada por ser leve ante sus castigos y de testigo perfecto está mi hermano Mikuo, ah, y yo, claro. No es que sea tan santa como aparentaba.

En síntesis, estoy totalmente hueca de cualquier pensamiento o plan coherente con la situación que veremos al paso de unos días.

—¿Miku? —me llamó Rin, zarandeándome después como yo no me había dado cuenta de lo retardada que estoy para responder.

Miré a las chicas. Ellas me observaban algo preocupadas, aunque Neru no es que mostrase emoción alguna, sólo se mantenía tan estoica como una piedra.

Suspiré.

—No sé —admití sin más. Era cierto, no sé que hacer para lo que se me viene.

Sólo estoy consciente de que seré un montículo de cenizas esparcidas a lo largo de las calles de Tokio, donde sus peatones y caminantes me pisarán sin piedad alguna. Y reitero: me lo merezco por boba.

—¡¿Cómo que no sabes?! —exclamó Luka llevándose las manos a las caderas.

—Como oyes —me encogí de hombros—. ¡Estoy perdida! —grité tan alto como pude, con una almohada envolviendo mi cara, que estoy segura de que se escuchó un eco en toda la habitación.

—¡Hey, para el lloriqueo que aún no es un asunto de vida o muerte! —intentó suavizarme Meiko.

—¿Cómo dices eso? ¡Es obvio que es de vida o muerte! —exacerbé—. ¡De esto depende la maldita reacción de mi madre, y lo digo en serio!

Con mis gritos exasperados les callé la boca a todas. Pocas de ellas como Gumi y, hasta donde pude notar, Neru, me miraban con algo de pena y preocupación. Las otras tres observaban el piso como si encontraran ahí la forma de sacarme de éste lío.

—¿Por qué no lo dejas ya, Miku? —soltó Meiko en voz bajita, que pudimos escuchar perfectamente a pesar de lo lejos que nos encontrábamos unas de las otras—. Hemos llegado al límite y sería bueno arrepentirse ahora que no se han presentado los últimos exámenes, ¿qué dices?

¿Qué diría? ¿Y te atreves a preguntar? ¿Sabes lo que diré, Meiko? Diré que... bien, soy una tonta, no debí haber hecho toda ésta locura y haberlas entrometido en esto. Soy un asco de persona y lo admito. Me la doy de madura y apenas soy una cría desamparada; ustedes que son mayores que yo deberían reprimirme como si fuesen mis madres, y se los permitiré, porque eso es lo que me merezco ahora.

Meiko y las demás alzaron demasiado las cejas y me miraron como si me estuviera saliendo un ojo en el medio de la frente, entre ceja y ceja. Incluso noté la sorpresa en Neru, quien del tiro y hasta se había sentado y se había volteado para verme mejor.

—Miku... ¿qué...? —Las palabras de Luka sonaban tan entrecortadas como las interferencias telefónicas cuando hay mala señal. No es que estuviese tartamudeando, es que no tenía palabras para hablar.

Pero, ¿qué—? ¿Acaso dije todo lo anterior en voz alta?

Por primera vez mis pensamientos resultaron salir de mi boca sin siquiera darme cuenta. ¿Ando desubicada o es que el hecho de reflexionar sobre lo que se me vendrá en unas cortas semanas me está haciendo saltar por las nubes? Me imagino las posibilidades de que ésto vuelva a suceder frente a Kaito, cuando de repente esté pensando en lo mucho que me gusta, y la vergüenza ganaría todo mi cuerpo.

Una mano peligrosa chocó directamente con mi mejilla, haciendo que todo mi rostro quedara mirando hacia un lado, donde apenas alcancé a ver el cuerpo menudo de Rin junto a su cara de sorpresa y confusión a su vez. Un sonido seco fue lo único que se escuchó cuando aquella mano dio de lleno con mi mejilla, abofeteándome. Lentamente ubiqué mi propia mano sobre la zona lastimada, y con la mirada algo gacha me giré hacia mi agresora.

Neru estaba en frente de mi. Su mirada era estoica, fría y penentrante, pero el ceño fruncido lo cambiaba todo. Me hacía recordar tanto a las miradas que Zumi probablemente me dedique cuando se entere de todo éste embrollo.

—¿Por qué—? —articulé quedamente, siendo reemplazadas mis palabras con las suyas al instante.

—Deja de actuar de ésa forma.

Me imaginé que se refería a lo que dije anteriormente, así que bajé más la mirada. Debí callarme.

—Eres nuestra amiga, ¿cómo crees que vamos a restregarte tus errores en la cara como si nos transformáramos de repente en mostruos? —cuestionó desdeñosa, con voz tan fría que te helaba tal cual témpano de hielo. Casi ni me creí que Neru me estuviera diciendo esto, cuando hace días me inquirió el porqué me preocupaba de lo que ella estaba haciendo—. ¿Recuerdas que dije que te preocuparas más por ti que por los demás?

—Neru —Rin la llamó intentando suavizarla, pero la de pelo largo no le hizo caso.

—No molestes, Rin.

La aludida guardó silencio y sólo nos miró. Gumi, Luka y Meiko estaban atentas a todo de igual forma.

—¡Maldición, Miku! ¿Es que no te das cuenta de lo que estás haciendo?

—Aunque quisiera, no puedo. Estoy ciega en lo que hago, no puedo darme cuenta de cúal pecado estoy cometiendo. ¿Soy muy inocente al creer que si ando de encubierta en frente de Kaito, vestida de hombre, podré sonsacarle información que pueda o no ser beneficiaria para mi?

Neru suavizó la mirada un poquito. Luka suspiró y me miró con más preocupación y pena que antes.

—¿Tanto así te gusta?

Calculé la respuesta en mi mente antes de decirla por fin—: Pues ya ven. Soy joven, inexperta, inocente, inmadura y bastante tonta.

—¿Dejarás el plan? —preguntó Gumi con voz queda.

Miré hacia el piso y suspiré, tenía que hacer lo mejor que fuera para mí.

—Si se puede, lo haré.

Ellas intercambiaron miradas entre sí y sonrieron. Volvieron a verme.

—No tenemos nada qué perder.

—(¯`•¸•´¯)—

El resto de la velada de cada semana, ésta vez con Meiko de anfitriona, llegó a su fin la mañana del domingo. Ésa tarde parecía que la castaña se iba a encargar de sus tareas pendientes, dedicándole un tiempecito a los estudios, además de aprovechar para reunirse con su tutor. El tema sobre ayudarme con el asunto de los boletines quedó en el aire una vez que Rin nos planteó su idea, la cual debo admitir que es nuestra única arma en el juego.

Dejando a un lado eso, el fin de semana pasó volando tan rápido como el aletear de un águila, haciendo que la rutina diaria volviera. Ahora todos los días volvían a ser iguales...

Casi.

Me levantaba de la cama del cuarto de mi hermano que usualmente vengo ocupando, iba con mi carita de recién levantada rumbo al baño, me miraba al espejo y gritaba por mi aspecto de no-princesa-de-cuentos al darme cuenta de la realidad de mí: soy más fea que una modelo decrépita y bulímica sin maquillaje.

Últimos días —sin contar lo único bueno que fue la velada de Meiko— han estado... ¿cómo decirlo? PATÉTICOS.

Comencemos con los estudios y trabajos. Yo dije que iba a organizarme, pero dígame alguien, ¿qué adolescente es organizado? Pues eso me pasó a mí. A la final he terminado haciendo uno de los trabajos, que fue el retoque final del dichoso glosario que hice con Rin, a última hora del domingo. La rubia y yo habíamos hecho adelanto de ése trabajo el jueves pasado, quitándonos con mucho esfuerzo la pereza que ambas cargábamos. Sin embargo el resultado final quedó para el domingo a último momento, y eso lo tuve que hacer yo: subrayar.

Además de eso, sabrán por los cajones de mi cómoda que soy más niña que niño, y por lo que la gente conoce, las mujeres estamos feamente malditas. Nuestra maldición exige que cada veintiocho días expulsemos ciertas cantidades de material descompuesto de nuestro cuerpo, es decir, sangre roja y pura, por... ahí.

En otras palabras: tengo estrés, una jaqueca que suele atacarme a veces, un dolor de vientre que apenas me deja caminar, unos tres o cuatro barros en mi cara —gracias a estas bellísimas fechas del mes— y, lo que no puede faltar, unas ganas de arrancarme todo el uniforme y cortarme el cabello si es posible hasta quedar calva, pues me está dando un sofocante calor. Además de eso, mi personalidad está en revolución; es normal en mí, ya mis amigas saben que cuando me dan ganas de aliarme con Jeff The Killer porque me dan unas hermosas ganas de matar a cualquier idiota que se me pase en frente, es porque estoy en mis días; también lo saben cuando quiero comer más que nunca y cuando mi autoestima falla hasta el punto de decir que soy el ser más horrible del mundo.

Pero, algo había cambiado radicalmente: Ryuusuke Kenji ha muerto y Hatsune Miku revivió.

La poca gente de mi curso presente en el recinto me miraba como si fuese un bicho raro mientras que yo suspiraba cada cuanto intentando no prestarles atención.

Cómo sea. Hoy por desgracia es lunes y comienza mi perdición: los últimos exámenes parciales.

Miré a Meiko caminando a mi lado sosteniendo nuestro material de apoyo para la exposición —y digo nuestro porque, como Kenji se fue, quedo yo con su papel del trabajo. Ella sonreía como adolescente enamorada y bailaba su falda de un lado a otro con cada paso que dábamos. En estos momentos me estoy dando cuenta de lo explotada que es, ¿de cuándo acá Meiko tiene tanto busto?

Quitando la imagen del pecho de Meiko de mi campo visual, disimuladamente miré el mío. Parezco tabla de planchar, pues yo no es que sea tan... pechugona. Es más, creo que apenas y se nota el curvilíneo de mi cuerpo de perfil. Y aquí viene el bajón de moral junto con otra cosa, lo cual me hace agradecer que cargo mi equipamento antiderrames. ¿Por qué rayos le estoy dando importancia a los cambios de la pubertad? Venga, ¡ni que yo fuera plana! Bueno... ¿Eso es tener demasiado ego? Creo que hasta el profesor de Inglés de 9no y 5to tiene más senos que yo, ¡y ni es mujer!

Otro bajón de moral que ataca mi autoestima en riesgo. Esto es un golpe contra mi ser, en serio, y ni siquiera ha pasado un minuto.

Sentí una gota de sudor frustroso bajar por mi sien. Éste calor que hay me está volviendo loca. Después de las lluvias sólo hay humedad, y no de la buena.

—¿Pasa algo, Kenjiku? —inquirió Meiko mirándome por el rabo del ojo.

—¡No me llames así! He vuelto a ser Miku. Y no ne pasa nada —zanjé—. Yo te preguntaría lo mismo.

Meiko rió cantarinamente y ésta vez se giró hacia mi.

—¿Adivina quién terminó el maldito glosario de Español?

Encogí los ojos sin poder creérmelo.

—¿Tú?

Ella asintió sonriente y se puso a saltar, aún sosteniendo la lámina en sus manos.

—Gakupo es todo un príncipe. Yo decoré el cuaderno y él se encargó de escribir y poner de su entendimiento, mismo que luego me explicó por dos horas hasta que lo comprendiera perfectamente —manifestó con una sonrisa creciente en su rostro.

Enarqué una ceja en todo momento. Ella habla de él de una forma tan tierna que casi me provoca vomitar el agua que tomé antes de venirme al colegio, junto con la barra de cereal de arco iris, ¿o era Froot-Loops?, que mi antojo pidió. Suena tan parecida a Luka cuando diseña, a Neru cuando se sincera, incluso... a mí cuando hablo de Kaito.

—Meiko Sakine, ¿te gusta él?

Nuevamente su vista se dirigió a mí, pero ésta vez ya no mostraba su emoción ni tampoco el fangirleo que me esperaba tras haberle hecho esa pregunta. Sólo expresó confusión y una mirada dirigida únicamente hacia mi, que parecía decirme con ella una frase semejante a "Dime que no hablas en serio".

—¡Miku, por Dios! —rió llevándose una mano a la frente—. Sólo somos amigos.

Por supuesto... Y yo soy un as del deporte.

Sonreí siendo cómplice de mi mismo pensamiento y reanudamos el camino en dirección al salón de clases. Como Meiko era la encargada de hacer el aseo del salón ésta semana, le había acompañado a buscar la carpeta del curso junto con los marcadores y borradores de pizarra acrílica. Tras entrar al aula, la volvió a cerrar y se dedicó a dejar la lámina doblada sobre su pupitre.

—¿Te ayudo en algo?

—Sí, encárgate de apilar bien los pupitres en cinco filas mientras yo busco alcohol.

—¿Alcohol para qué?

Levantó su mano y con su dedo índice señaló el pizarrón, mismo que tenía dibujitos, frases tontas y otras burradas escritas con marcador permanente. Estoy segura de que eso lo hicieron el viernes a última hora, mientras nosotras estábamos en la práctica de porristas, y nadie se molestó en borrarlo.

—Ya vuelo —anunció por lo alto tras haber cerrado la puerta luego de que pasó por ésta.

Y como me quedé aquí sola, con un calor que no soporto, aprovecharé para encender los ventiladores de techo y dedicarme a acomodar las filas.

A los pocos minutos, Meiko apareció jadeando un poco, seguramente por el ajetreo de subir y bajar escaleras o porque le costó hallar el alcohol que, si mi mente no me falla, debió haberlo conseguido en el laboratorio de biología en la cuarta planta. Terminamos de acomodar las filas restantes y le ayudé a borrar el pizarrón con el alcohol para luego escribir con el acrílico la fecha del día y la asignatura a ver.

—Perfecto —suspiró sentándose en el escritorio del profesor—. Detesto ser semanera.

—Ya pronto me va a tocar —bufé, recordando que en el orden de la lista, Meiko está como cinco puestos por debajo de mi.

—En cinco semanas nada más —se encogió de hombros—. ¿Kenji tenía el mismo número de lista que Miku?

—Sí, el 26.

—Jo, eso sí que es sospechoso —Y luego de decir esto, se carcajeó.

Nos quedamos dentro del salón conversando hasta que el timbre sonó. Cuando nuestros compañeros entraron, sólo pudieron quedárseme viendo como si fuera el bicho más raro del mundo.

Prácticamente me sentí más enana de lo que ya de por sí soy, si es que eso es posible.

A todo aquel que me veía, sonreí con un claro deje de nerviosismo mientras que retomaba mi anterior puesto en el salón: en la fila intermedia, con mis amigas. Ellas, tras haber entrado por su cuenta en el salón de clases, hicieron su papel en la función que constaba en disimular cierta sorpresa al verme plantada ahí en lugar del estudiante de intercambio.

Mentalmente yo me decía que Kenji Ryuusuke estaba muerto y enterrado cuando la vieja decrépita de nuestra profesora guía ingresó al salón de clases sosteniendo un papel que de memoria conocía. Mordí mi labio inferior desde el interior de mi boca, para así disimular un poco mi ansiedad cuando la mujer me miró con sus ojos maquillados y sus pestañas rizadas con kilos de rímel azul.

El contenido de ése papel estaba falsificado. En él redactaba una especie de "reembolso" que la escuela de Hokkaido planteó debido a una falla de las clases y que la fraternidad no podía alojar más a Miku Hatsune por razones que desconozco y no deseo conocer, pidiendo que se le devolviera al alumno de nombre que olvidaré en el fondo de mi mente, accediendo a regresar sin preámbulos a la jovencita Hatsune para que recibiera sus clases normales en su escuela sin fallas. Neru y Rin se encargaron de ello el sábado. Agradeazco que hayan hecho todo esto por mí.

Y ahora es cuando enfrento mi mirada real con la de Kaito cuando entró al salón de clases y me miró pueda que más sorprendido que los demás. Bueno, eso es lo que hubiese deseado yo.

Pensé que se me acercaba de repente y yo simplemente no podía dejar de mirarlo, hasa que Len se interpuso de repente en medio de ambos y me miró como si una tercera cabeza creciera en el nacimiento de mi cuello. De la sorpresa hasta se acercó demasiado cerca a mí, quizás para comprobar si de verdad era yo.

—¿Y tú qué haces aquí? —cuestionó con ironía, a lo que Rin rodó los ojos y lo apartó más lejos de mi cara.

—Len —gruñó, reprendiéndole la acción innecesaria.

—¡Ay, Rin! ¡Sólo quiero saber por qué llegó tan pronto! —se excusó él, rodando los ojos.

—Digamos que no me enseñaban nada —respondí con lentitud, haciendo que él me mirada raro.

—¿No será porque te escapabas de Hokkaido y sus clases?

Su risa seguida sólo me produjo algo de jaqueca, entonces lo miré sin ánimos y él paró de repente. Seguramente pensó que lo fulminaba.

—Da igual. Bienvenida de vuelta.

—Sí, gracias.

Y entre mis ganas inexistentes en la vida, una luz que irradió en mis ojos se apareció por detrás de Len, saludando. Kaito era ésa luz.

—No esperaba que estuvieras aquí tan pronto.

Mi tartamudeo se ahogó en mi garganta y sólo pude encogerme de hombros, puesto que no encontraba mi voz entre tantas cosas que sentía al mismo tiempo.

La máscara de Ryuusuke Kenji no estaba en mi cara para ocultar mis sentimientos y mis inseguridades. Ahora volvía a ser yo, la transparente Miku Hatsune de siempre y temía que pudiera darse cuenta de cualquier cosa.

—La fraternidad la echó —afirmó Rin por mí, notando el congelamiento de mi habla—. Decían que no podían seguir alojando a alguien que no recibía la educación adecuada en todo éste tiempo. Por eso prefirieron que volviera a Tokio, claro que Kenji no podía quedarse.

Len suspiró.

—Bueno, la verdad es que Ryuusuke nunca me cayó —manifestó cruzándose de hombros.

—¿Qué? ¿Te ponía celoso que me la pasara con él? —mofó Rin, seguido por una risa carcajosa que hizo a Len ruborizarse de la vergüenza.

—¡Qué mierda dices!

E ignorando la nueva pelea que inició entre estos dos, Kaito se acercó más a mí y se sentó en el pupitre desocupado de Meiko frente a mí. Mi corazón dio un vuelco repentino.

—Hoy tenía exposición con el estudiante de intercambio —comentó mirando hacia su pupitre, seguramente pensando en el fantasma que se sentaba detrás de él por obra y gracia de Nero Akita, mismo chico al que no he visto en toda la mañana.

—Meiko me dijo —afirmé—, ahora su punto será el mío. ¿No te importa? —inquirí con lentitud, sonando insegura al hacerlo.

Él se volvió a mí y sonrió.

—¿Por qué habría de importarme? Es tu nota, más bien alégrate de que no te hayamos dejado por fuera de eso.

Sus palabras sonaron como música para mis oídos. Lo dijo de una forma tan dulce que casi me hace derretir frente a él.

Iba a decirle otra cosa, puras trivialidades que deberían venir por parte de Miku Hatsune acerca de cómo estaba todo en el colegio, qué había de nuevo o... ¡no sé! Cosas que ya lo sabía de antemano, pero en el cuerpo de Kenji. Estuve por atreverme, sólo hasta que llegó el hermano de Neru como un remolino de felicidad e intervino entre nosotros, dejando las palabras desperdiciadas en mi boca semiabierta.

—¡Miiiiikuuuu! —saludó con emoción, ahora abrazándome—. Hermana de mi hermana, no sabía que venías tan pronto —alegó enarcando una ceja.

¿Estaba actuando? Porque lo hacía muy bien.

—Pues... aquí me ves —me señalé con el dedo encogiéndome de hombros.

—Eso está claro. ¿Pero por qué viniste tan rápido? ¿No iba a ser hasta que iniciara el tercer trimestre? ¿Y qué hay de Kenji? ¿Me pregunto cómo estará?

Su ronda de preguntas me dejó mareada y quieta en mi sitio, mirándolo con confusión. Kaito estaba expectante ante todo mientras que Nero se llevaba un dedo a la barbilla, seguramente haciendo cuentas y resolviendo ecuaciones imposibles en su cerebro. Definitivamente éste tipo no sabía nada de mi repentina decisión de volver a ser yo, y culpo a Neru por no haberle avisado de nada por el estilo.

—La fraternidad me echó por rebelde —mentí ante la versión original, claro que Nero no sabía eso.

Kaito me miró con una ceja arqueada y una media sonrisa. Al parecer estaba entendiendo mis razones, buscando ser mi cómplice en éste juego.

—¡¿Rebelde?! —inquirió Nero tan exageradamente que sentí que se tragó el mundo. Seguidamente rió—. No, no veo a una dulzura como tú siendo rebelde.

Yo me crucé de brazos y de piernas frente a mi pupitre y lo miré enarcando una de mis cejas.

—¿Estás seguro de ello? —reté. Mi noto de voz empleado no es el que suelo usar.

Nero entornó los ojos y se fue al fin cuando la profesora de historia hizo su entrada, obligándolo a sentarse en su puesto. Y luego dice que los profesores lo aman...

—Kaito, quítate —ordenó Meiko dándole leves empujones a mi amor con sus manos.

Kaito ronroneaba ante sus quejidos de una forma tan adorable que no pude evitar sonreír.

—Meeeii... —gesticuló con pereza, haciendo pucheros como un niño pequeño.

En estos momentos sólo me provocaba jalarle de su hermoso cabello azul hacia mí y besar sus labios rosados.

—¡Kaito! —masculló—. ¡Permiso!

—Mi puesto está libre —afirmó él señalando hacia su pupitre vacío, mismo en el que frente a éste se sentaba cierto tutor de idiomas que le hacía favores a Meiko.

Ella lo miró fulminante, pero entonces se encogió de hombros sonriendo y siguió los pasos y las filas que señalaba el dedo de Kaito. Ésa sonrisa fue dirigida a mí, con demasiada picardía que me provocó encogerme en mi asiento.

—Meiko es adorable —mofó con un tono tan sarcástico que no pude evitar quedar contagiada por una risa que él también compartió.

—Realmente está loca —añadí—. Creo que Meito la estresa demasiado.

—Ése niño es un amor comparado con ella —dijo, con claras intenciones de burla, riendo—. Meiko es como mi mejor amiga, ¿sabes? Será porque hemos vivido una vida entera desde que tengo memoria.

—Claro, son primos —comenté con cierto deje de envidia desnotada de mi vocabulario a oídos de él.

La verdad es que el hecho de haber compartido tanto juntos era algo tan fascinante, algo que yo aún en sueños me costaba lograr. La fachada que me monté de Kenji Ryuusuke sólo me ayudó a perder el miedo de encararlo y hablar, aparentemente, porque aún siento desde el fondo de mí que soy incapaz de mostrarme natural hacia él.

Meiko de verdad que es afortunada de tenerlo como primo, y los mismo diría yo de él hacia ella, pues ni que mi amiga no fuera maravillosa y adorable de verdad.

—Sí, bueno, aparte de Kaiko, ella es la única chica con la que me expreso de verdad —musitó, creyendo que no lo habría escuchado, supongo. Su semblante radiante y dulce de repente cambió radicalmente a uno con cierto deje de seriedad y frialdad que hasta llegué a asustarme por dentro, intentando no demostrar esto por fuera.

Otra vez hablaba de Kaiko, ¿quién demonios será? ¿La bruja que atiende a su vecina soltera intentando buscarle algún hechizo para el amor a cambio de que vendiera su alma al diablo?

Se giró un poco para mirarme mientras que Historia repasaba la lista de los asistentes y los nombrados simplemente se hacían notar. El camino del uno al ventiseis se hacía parsimónico.

—¿Tienes hermanos?

Asentí. Recordar a Mikuo y hablar de él con su futuro cuñado me hacía sentir bien de alguna forma. Extraño tanto a Mikuo...

—¿Qué edad tiene?

—Creo que... dieciocho.

—¡Cielos! ¿No te sabes la edad de tu propio hermano?

—Je... suele olvidárseme mucho —admití rascándome la sien—. Aunque es un trato justo; él siempre se olvida que ya no soy una niña.

—Será que considera aún eso por lo bajita que eres —se burló. Claro que lo hizo.

Simplemente reí. Hablar de mi estatura era un juego permitido en mi campo de batalla, principalmente porque es cierto, soy tan malditamente enana que tengo que elevarme en banquillos o butacas para alcanzar la caja de cereales de mi mamá que por costumbre deja en la cima de la nevera sólo para que no se los coma —porque son tan ricos que mi mesada apenas mensual lloran al ver el precio—, y con todo y esto hincándome sobre la punta del dedo del pie.

—Oh, ¿eso fue un cumplido?

—Puede ser —dijo musitando—. Así aparentas ser más joven.

Claro, sigo siendo una niñita que juega con los Max Steel que mi hermano tiene guardados en su "cajón privado". Adoraba esos muñecos, nada comparado con las vanidosas y ricachonas Barbies que sólo movían sus articulaciones; Max en cambio destruye a sus enemigos con armas increíbles, además de ser tan endemoniadamente guapo. Oh sí, el mejor muñeco de infancia.

—Pues tú eres muy viejo —refuté.

Kaito rió en carcajadas. Su risa era hermosa que provocó que casi me derritiera. En estos momentos quería ser chiste para que él se riera de mí a cada rato, sólo para escuchar esa melodía ronca intentando llegar a tonos agudos entablar música para mis oídos.

—Eres graciosa.

No sé si eso fue un halago, pero me sonrojé tanto que por instinto me llevé una mano al cabello y comencé a hacerme rizos con mis dedos. Ésta acción tan idiota y práctica de mí, gracias a Dios no fue notada por él, quien se hizo notar con un "Presente" hacia la lectura de la lista de asistencia de alumnos.

Números más tarde, atendí yo. Kaito parecía distraído ahora con su teléfono disimuladamente sacado de su bolsillo; fruncía el ceño como si estuviera estudiando algo o esperando algo, quizás una llamada.

—¿Ocurre algo? —formulé. La pregunta salió de mi interior por error sin yo haberla declinado antes. Suspiré en mi mente diciéndome que ya lo hecho, hecho estaba, así que no podía arrepentirme de esto... ya tendría más tiempo para hacerlo, tal vez.

—Es... mi madre. Dijo que iba a llamarme para avisarme si Kaiko llegaba de Kyoto hoy —respondió suspirando, guardando el teléfono de vuelta en su bolsillo—. Ni la jefa ni la tonta llaman siquiera.

Estuve a punto de preguntarle quién era la dichosa Kaiko cuando de repente la profesora dijo en alto nuestros nombres y los del resto del equipo de la exposición.

Rin y Meiko llevaron la lámina y durante todo el rato estuvimos turnándonos el sostenimiento de nuestro material de apoyo, pues cada uno tenía su rato en el estrado para exponer su punto. Mi momento fue el penúltimo y el más ansiado —al menos para mí—; mi defensa fue muy natural pero a la vez comencé a divagar hechos analizados por mí sobre los pensamientos de los personajes de la Ilustración.

Kaito siguió detrás de mí con una impecable exposición que me dejó embobada mirándolo. Sus palabras fluían, sus nervios estaban de vacaciones y su manera de explicar la lámina era excepcional; casi me hizo sentir envidia de lo perfecto que estaba llevando a cabo todo, pero a la vez me hizo sentir orgullosa por él.

Al terminar al fin esto, la profesora ejecutó las notas finales y nos felicitó a cada uno, sin tener que agregar nada a las defensas de alguno de nosotros. Esto me hizo sentir victoriosa, pues entramos en el tema bien y ninguno falló ante los análisis que a ésta mujer le gusta oír. Lo más difícil de la clase de Historia Universal era que a la profesora le agradaran tus respuestas y defensas con razonamiento planteado.

Las notas, dichas muy al final de la clase cuando ya todos habían culminado con lo suyo, fueron muy bien recibidas para nuestro equipo. No es por presumir demasiado, pero sacamos las notas máximas.

En el momento en que la profesora mencionó el veinte redondo para nosotros, Rin y Meiko se nos allegaron a Kaito y a mí e hicimos una especie de abrazo grupal en el que terminé apapachada de los cachetes de Kaito. Fue la cosa más extraña y vergonzosa que he vivido de momento...

Lo bueno, es que el día terminó con calma. La entrega del glosario fue normal; Rin se hizo cargo de esto, pues yo temía verme demasiado obvia. Cuando fueron Gakupo y Meiko quienes lo entregaron, casi se le pudo notar la victoria en la cara a ésta, quien sólo se atinó a aguantarse los gritos con una sonrisa. Por otra parte, no tuvimos el taller de matemáticas hoy —por suerte—, aunque espero ver el miércoles la prueba sobre mi pupitre, con Kaito a un lado y Neru al otro.

El hecho de al fin poner los pies en mi casita me hacía sentir que por fin estaba libre. Ya no salía a escondidas de la casa, ya no me cambiaba en baños públicos, ya podía volver sin ver las preocupaciones de que mis padres estén o no en casa... En fin, un millar de cosas que agradezco en serio.

El espejo ubicado en el centro del pasillo recibidor me hizo detenerme y estudiarme un poco. Definitivamente ésa que estaba viendo era yo, sin máscaras ni disfracez. Era la misma Miku Hatsune que come y respira, la misma que está enamorada de un príncipe.

Las coletas estaban en su lugar. El uniforme femenino estaba en partes sucio en la falda. Las medias eran cortas y no largas; no es que me facinaran, de todos modos. Los zapatos estaban en su sitio, algo empolvados, pero aún servían para caminar. ¿Y qué hay de mi cara? Sin una gota de maquillaje y con ésa sonrisa enmarcada en los labios.

¿Me pregunto cómo me vería maquillada? Debo parecer un payaso o algo peor. Lo único que me coloco es algo de polvo y ni siquiera es mío, sino de mi madre.

Suspiré ante mi personalidad tan ultra femenina —nótese el sarcasmo, por favor— y decidí seguir mi camino a mi cuarto con el objetivo de cambiarme el uniforme y que la bendita falda dejara de molestarme, para luego invadir el cuarto de mi hermano y dejarme llevar por los pensamientos que vagaban en mi mente. Admití extrañar la falda siendo Kenji, pero ahora creo que el pantalón del uniforme masculino me agradaba más.

Mis pasos pasivos fueron detenidos por el sonido del teléfono retumbando en la sala. Gruñendo para mis adentros sentí la necesidad de atenderlo pues estaba más cerca que cualquiera de los residentes de la casa para hacerlo, bueno, eso creo yo. Arrastré con obligación mis zapatos sobre el piso y llegué a tiempo hacia el teléfono, por el que nadie más que yo se competía por atender. Tras alzar la bocina hacia mi oreja, la voz del interlocutor terminó por helarme la sangre.

—Buenas tardes, ¿Sra. Hatsune, es usted?

Reconocería ése irritante tono de voz donde fuera. Era la vieja arpía de mi profesora guía, la misma que nos fastidia en cada reflexión y en las horas exigidas de guiatura con las que yo sólo quería arrancarme las cejas vello por vello hasta sentir la necesidad de hacerme una raya única en su lugar.

Miré hacia todas partes y pude notar con mi excepcional vista de ágila desde la lejana ventana de la cocina a mi madre regando las plantas y el césped del jardín, desconociendo la llamada que yo atendí. Prácticamente sentí que volvía a vivir.

—No, éste... no se encuentra —mentí trastabillando lo menos que pude, pues los nervios de que se me antojara cometer un error estaban presentes—. Habla Miku.

—Ah, Miku —forzó un tono sorprendido y contento. Claramente se le notó esto, pues la vieja no disimula ni cuando se traga tres bolas de chicle que nos prohiben consumir en horas de clase—. Pues, también me gustaría hablar contigo.

Tragué un poquito de saliva por mi garganta y musité un "¿Ah?" que llegó a sus oídos, al parecer. La vieja en la otra línea suspiró.

—Llamo para preguntar cómo te fue en el viaje a Hokkaido. Iba a hablar de esto contigo durante la jornada, pero sin darme cuenta se me pasó.

—Ah... bu-bueno... Yooo...

¡Venga, maldición! ¡Demuestra que eres hija de Zumi, por el amor de Dios!

Aclarándome la garganta constesté—: Me fue muy bien. Tuve algunos amigos... no muchos. No tuve demasiadas oportunidades de entablar charlas con ellos pues casi siempre habían paros de clase en Hokkaido y tenía que venirme para acá, ya que la fraternidad no me mantenía y pagar hoteles no es algo que a Zumi— es decir... a mamá, le agrade demasiado.

—¿Pero no era peor el gastar un pasaje de vuelo hasta acá que quedarse allá hasta la reanudación de las clases? —cuestionó de manera inteligente, lo que hizo que mordiera mi lengua obligándome a pensar en algo rápido.

—Sinceramente, tuve como una semana entera sin clases la cual me pasé aquí en Tokio porque en Sapporo había cierta epidemia por el cambio de estación. El polen de las flores está causando alergias severas, profesora —inventé con astucia. Me sentí importante por un momento—. Fue una recomendación que me obsequió el decano, y mi madre, indispuesta a pagar hospedaje que no fuera de la fraternidad, claramente, prefirió volver para la capital hasta que se avisara el reingreso de las clases.

Ella pareció pensarlo meticulosamente, pero al parecer se la comió entera.

—Eso suena realmente interesante y bastante responsable por parte del decano. Está bien —dijo—. No creo tener la necesidad de hablar con tu madre si está muy ocupada. Aún así estaré al tanto de usted, Hatsune, para sonsacarle más hechos de su corta experiencia como estudiante de intercambio —al decir estas frases, su tono de voz cambió radicalmente a uno emocionado, bastante extraño escucharlo de ella.

—Por supuesto, profesora —despedí con voz tembleca y nerviosa. Sin esperar una respuesta por parte de la vieja, corté la llamada de un golpe y sólo deseé que no volviera a llamar en su vida.

Dando grandes suspiros, me pasé la mano por la frente y sonreí sintiéndome una profesional. Hasta ahora las mentiras me estaban saliendo muy bien. Girándome sobre mis talones, seguí el corto destino del teléfono hacia las escaleras que daban al segundo piso, entonces ésa persona que me miraba con el ceño fruncido estando de pie en las escaleras recostado de la baranda, hizo que los sentidos me fallaran, que todo comenzara a pesarme y que mi cuerpo se enfriara tanto que parecía haberme contagiado de hipotermia, aparte de que empecé a temblar como flan.

Ésa persona iba a matarme. Se le veía en su semblante de confusión y decepción plasmado en su cara.

—Aniki...


HOLIIIISSSS *U*/.

Bien, sé que muchos me odian por no haber hecho una aparición por el fandom en muuucho tiempo, pero realmente tuve mis razones.

Una de ellas es que la musa que me inspiraba hace tres años que comencé a escribir éste fic, se había ido totalmente. Ya no sabía qué hacer ni qué poner y las ideas principales que tenía guardadas me parecían absolutamente tontas y había más relleno que historia. Entonces, como no quería darle una imagen de One Piece a If Were A Boy, me vi en la necesidad de acortar muchas ideas que arrojé al cesto de la basura. No me gusta decir esto pero... el tiempo restante inicia a partir de hoy, y espero culminar uno de mis primeros proyectos con éxito.

Segundo, los estudios. Es obvio que con diez horas de clases diarias no puedo vivir demasiado y apenas lograba escribir una que otra cosa, pues como dije, la musa se fue. Además, tengo muchos nuevos proyectos, un par de ellos que ya inicié y otros que no serán vistos en formato fic, porque su ficker sueña en grande y espera convertirlos en algo más que ello. ¿Sí me entienden? Y fue hasta hace un par de semanas que me forcé a continuar IWAB, hasta que la musa volvió y me ayudó a terminarlo.

Y... comentando un poco de ello, ¿se dieron cuenta de que no intervine en el capítulo y que estoy escribiendo una nota de autor al final y no al comienzo? Eso no es porque haya madurado o algo, gentecita, no se emocionen xD. Es por un hecho curioso del fic que será explicado en el próximo capítulo. Y, por consiguiente, influirá en la historia, aunque ustedes no le vean alguna razón en sí.

Ah, ¡y apareció Miku!

"Sí, Ayu, lo hice".

Mierda... Esto, digo... ¿Qué haces en mi nota de autor?

"Estaba fastidiada en mi camerino y vine a intervenir, ¿es que acaso no puedo? Oye, ¿y qué hay de eso de que algo influirá en la historia o no-sé-qué?".

Ah, querida, lo sabrás cuando crezcas.

"¡Oye!".

Enana.

"¡Hey! ¡Hace dos años era mayor que tú!".

Sí, pero dos años después eres aún más enana tanto de edad como de estatura

xD.

"Ugggghhhhh, ¡te odio!".

Blah, blah, blah. En fin... ¡gracias por leer, chicos! Un beso enorme y nos vemos muy pronto.

"Los quiere, Miku".

Los quiere, Ayu.