Cuando escribo cosas como estas, siento que soy una mala persona. En fin, son cosas que tienen que pasar y lo entenderé si alguien quiere matarme.

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Capítulo 24. El reencuentro de una familia

Hacía una semana que no sabía nada de Serena. Ella no contestaba sus mensajes ni llamadas, ni siquiera cuando a veces le dejaba varios mensajes de voz en un día. Era como si ella estuviera huyendo de él otra vez. Ah y justo cuando pensaba que las cosas entre ellos estaban mejorando. Esta había sido la peor semana del mes por mucho. Hacía un par de días había recibido una llamada de Taiki diciéndole que su tía había sido encontrada muerta en un pequeño apartamento en las afueras de Sendai. Se había suicidado y la familia – incluido Darien, que ahora estaba emparejado con Setsuna – había viajado hasta la prefectura de Miyagi para presentar sus respetos. Kakyuu había sido enterrada junto a sus anteriores esposos, tal y como lo había deseado estando en vida. No sabía por qué pero, a pesar de sentirse triste, Seiya no había sido capaz de derramar ni una sola lágrima.

Sin embargo, su semana estaba a punto de ponerse peor. Esa noche llegó casi arrastrándose a su apartamento. Las cosas habían estado concurridas en el hospital, debido a un accidente ocurrido en un orfanato, donde afortunadamente no había habido ningún muerto. Así pues se tiró al sofá de la sala y extendió la mano para alcanzar el control remoto y encender el televisor. El canal infantil lo recibió y entonces recordó que Mika había estado ahí la semana pasada y desde entonces él no había encendido el televisor. Cambió los canales hasta que llegó al de noticias. Lo que vio lo hizo incorporarse al instante y tirar el control al piso. Y entonces sin comprender qué demonios le pasaba, las lágrimas comenzaron a mojar sus mejillas.

La noticia se trataba de un desfile de modas que había tenido lugar en Osaka hacía unos días. El desfile de modas era organizado por la familia Black, presentando la colección de la diseñadora Cosmos Hope. Pero eso no era lo que lo había impactado. No, había sido más bien la foto que acababan de mostrar. Una foto de Diamante y Serena juntos, agarrados de la mano y donde Diamante besaba la mejilla de Serena y ella sonreía. Recogió el control y pasó los canales, encontrando al menos tres de ellos que hablaban de la milagrosa reconciliación de Diamante Black con su ex esposa, Serena Tsukino. Los shows de espectáculos que se emitían a esa hora no hacían más que hablar acerca de cómo rayos una pareja que había terminado tan mal ahora parecía más sólida que nunca. Las lágrimas siguieron rodando por sus mejillas sin control, mientras se echaba hacia atrás en el sofá, sintiendo que cada vez se hundía más en la desesperación.

Ya no tenía esperanzas de recuperar a Serena. Y es que, ¿cómo había podido ser tan iluso? Nunca había habido esperanzas desde el principio. No después de la estupidez gigantesca que había cometido. Ahora sí que se había quedado sin nada. ¿Por qué había tenido que ser tan imbécil? Había tirado por la borda su felicidad y lo que prometía ser un futuro brillante sólo por una noche de pasión con una mujer que ni siquiera lo había querido y a la que él ni siquiera quería. Se lo tenía bien merecido. Serena merecía ser feliz y si su felicidad estaba junto a Diamante, pues ¿quién era él para interponerse? No podía más que hacerse a un lado y tratar de seguir adelante. Si es que eso era posible. Ya nunca más podría estar con Serena, su único contacto con ella sería como el padre del hijo de Serenity y sólo pensar en ello lo hacía sentir más desgraciado.

Esa noche durmió pésimamente y cuando se despertó – dando gracias porque ese fuera su día libre – le dolían horrores la cabeza y el cuello. Se levantó para ir al baño y no se sorprendió el ver las profundas ojeras bajo sus ojos y un rostro demacrado. Era un desastre pero su apariencia mostraba bien cómo se sentía por dentro. Destrozado, casi muerto en vida. ¿Cuál era su motivación para seguir adelante ahora? Bien decían que todo lo malo que se hace se paga en vida. Pues bien, él estaba pagando todo el daño que le había hecho a Serena. No era menos de lo que merecía. No le apetecía hacer nada, así que se echó agua en la cara y se tiró en la cama. Pretendía pasar todo el día allí, tratando de no pensar en nada. Sin embargo sus planes se vieron truncados cuando alguien entró en su habitación, abriendo la puerta sin consideración. Seiya levantó la cabeza y miró con fastidio cómo su hermano menor, Yaten, aparecía con una enorme sonrisa en el rostro, balbuceando cosas que él no alcanzaba a comprender.

—¡Levántate, holgazán! —exclamó alegre el Kou de cabello plateado.

—Ve a molestar a Taiki, Yaten —espetó el de cabello negro, echándose una manta encima —No estoy de humor para tratar contigo.

—Vamos, no seas así, Seiya, no puedes pasar tu día libre encerrado en tu apartamento, ¡necesitas tomar aire!, has pasado demasiado tiempo metido en el hospital —dijo —Además, Taiki está ocupado y no tenía a nadie más a quién acudir. ¡Vamos, vamos, necesito tu ayuda! —Yaten lo haló del brazo para sacarlo de la cama, pero Seiya no se movió —¡Seiya!

—¡Déjame en paz, maldición! —gritó el mayor, empujando a Yaten y haciendo que este cayera al suelo, golpeándose el trasero —¡Quiero estar solo! —el de cabello plateado miró a su hermano, asustado. Seiya, dándose cuenta de lo que había hecho, se arrodilló al lado de Yaten —Lo siento, Yaten. Es sólo que… hoy no es mi día, ¿entiendes? Solamente quiero estar solo.

—¿Qué fue lo que pasó, Seiya? ¿Es por lo que pasó con la tía Kakyuu? ¿O tiene algo que ver con Serena? —ante la mención de la rubia el rostro se le ensombreció —Oh. Entonces ya te diste cuenta. De que Serena y Diamante más o menos regresaron.

—¿"Más o menos"? —Yaten asintió con la cabeza.

—Escucha, la primera vez que la noticia apareció en la televisión, Mina hizo un escándalo. No podía creérselo, así que lo primero que hizo fue llamar a Serena y exigirle una explicación. Ya sabes cómo es Mina —explicó, al ver el rostro asustado de su hermano —Serena… realmente no estoy seguro de que Serena ame a Diamante, Seiya. Yo no entiendo muy bien estas cosas, pero creo que esto es algo así como un mecanismo de defensa suyo —Seiya miró a su hermano con un gesto de confusión —Ella ha sufrido mucho y de pronto apareció Diamante para tenderle la mano. Es lógico que ella esté agradecida y lo aprecie, oye después de todo por algo estuvieron casados. Hubo un momento en el que ellos en verdad se amaron, Seiya. Y bien dicen que donde fuego hubo, cenizas quedas. Aunque eso se aplica para ti también —Seiya se mordió el labio. ¿Acaso podía permitirse tener un mínimo de esperanza? —No quiero generar falsas esperanzas en ti, pero de todos modos nadie dijo que ustedes no pueden seguir siendo amigos.

—Yaten, tú sabes…

—Lo sé, lo sé, pero su amistad es mejor que nada, ¿no? —Seiya no pudo evitar sonreír y hasta sintió deseos de abrazar a su hermano como signo de gratitud —Entonces, prepárate y vámonos.

—¿Eh? ¿Adónde?

—¡De compras! —exclamó el menor —Voy a buscar un regalo para Mina. Hace tiempo dijo que quería un gato, pero ya sabes que no soy muy bueno con los animales, así que…

Seiya suspiró. Claro que no podía esperar gratitud por parte de su hermano menor sin que este esperara algo a cambio. Pero estaba bien, después de todo, esa extraña plática con él lo había hecho sentirse un poco mejor. Era increíble cómo de pronto se había vuelto tan débil como para necesitar palabras de apoyo de alguien más para encontrar un poco de paz. Su dependencia de la gente comenzaba a asustarlo y, aunque sabía que estaba bien confiar y depender de los demás de vez en cuando, lo suyo no dejaba de parecerle grave. ¿Es que no podía hacer nada por sí mismo? Bueno, había algo que sí podía hacer por sí mismo y eso era estar presente en el nacimiento de su hijo – o hija – para el que no faltaba mucho.

S x S

Hablando de respuestas ambiguas, la que ella le había dado a Diamante, no podía describirse de otra manera. Cuando él llegó y la abrazó, diciéndole que era la persona con la que quería estar, Serena no había podido más que balbucear que ella también lo necesitaba. Y es que se había vuelto tan dependiente de él que le asustaba imaginar que Diamante se fuera con otra mujer. Ninguno de los dos había dicho las palabras mágicas, porque eso habría conllevado una grandísima responsabilidad que ninguno de los dos quería cargar en ese momento. Sí, porque ambos habían sufrido suficiente ya. Se necesitaban el uno al otro para lamerse las heridas, para encontrar una respuesta. Se habían lastimado bastante, pero también se habían apoyado mutuamente.

Sin embargo, a Serena había algo que todavía la asustaba. O más bien alguien. Cosmos Hope. Siempre había escuchado que para una persona era imposible olvidar a su primer amor, que su recuerdo siempre estaba ahí. Por eso ahora que Cosmos estaba de vuelta, Serena no podía más que dudar, pensar que algún día Diamante la dejara otra vez para irse con Cosmos. Cosmos era una mujer hermosa y talentosa, en pocas palabras y aunque ella no quisiera admitirlo, Serena la consideraba una amenaza. Sentir celos por Diamante era algo que en el pasado le habría parecido una locura y ahora la hacía reírse de sí misma. Por eso cuando Diamante la invitó al desfile de modas en Osaka, ella no pudo más que sorprenderse. Porque ahí estaba ella, tomada de la mano de Diamante mientras él daba el discurso de apertura, antes de que los diseños de su casa de modas comenzaran a desfilar por la pasarela.

Entonces mientras Diamante estaba ocupado con las entrevistas, Serena se escabulló al baño del lujosísimo hotel donde había tenido lugar la actividad. Dentro se encontró a Cosmos, que en cuanto la vio entrar agachó la cabeza. Claramente había estado llorando y, dadas las circunstancias, Serena era la última persona que quería que la viera llorando. Serena se quedó estática, sin saber qué hacer o decir. Por un momento pensó en salir corriendo de allí, pero entonces Cosmos levantó la cabeza para mirarla y sonrió mientras le decía:

—Eres muy hermosa, ya entiendo por qué Diamante se enamoró de ti —Cosmos le sujetó las manos —Muchos decían que Diamante comenzó a salir contigo porque te parecías a mí, pero no podían estar más equivocados. No nos parecemos en nada, Serena. Tú tienes muchas cosas que yo no tengo. Tú no lo abandonaste y encima de todo, has decidido darle una segunda oportunidad.

—C-Cosmos… yo… lo siento mucho —dijo Serena, mordiéndose el labio —Siento que te estoy arrebatando al hombre que amas y… —pero Cosmos negó con la cabeza.

—No tienes que disculparte, Serena. Soy yo quien tiene que disculparse con él, porque a pesar de todo el sufrimiento que le causé, tuve el descaro de decirle que lo amaba, porque egoístamente pensé que, después de todos estos años, él seguiría amándome. Diamante fue mi primer amor, ¿sabías?, sí, aunque me casé y fui feliz con mi esposo, siempre atesoré el tiempo que pasé junto a Diamante. Pero ahora que él ha encontrado a la persona que lo hace feliz, aunque siempre la tuvo sólo que no supo valorarla, yo estoy lista para hacerme a un lado. Serena, sólo quiero pedirte un favor: hazlo feliz.

Dicho esto, Cosmos soltó las manos de Serena y agarró el pomo de la puerta para abrirla. Serena podía escuchar sus sollozos y sintió que se le partía el corazón. Porque ella conocía ese dolor, ella conocía el sufrimiento. Cosmos amaba a Diamante, es cierto que lo había lastimado al marcharse, por el amor de Cosmos por él era verdadero. ¿Y el suyo? Serena no podía evitar preguntarse cuál era la mejor forma de describir lo que sentía por Diamante en ese momento. ¿Lo amaba? Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Selene llegó buscándola y le dijo que Diamante preguntaba por ella.

Cuando salió del baño, Diamante le pidió que se acercara. Serena dudó un momento cuando vio las cámaras delante de él, pero terminó obedeciendo. Diamante la tomó de la mano y la besó en la mejilla. Serena no pudo evitar sonreír tímidamente. El flash de la cámara la desubicó un momento y luego escuchó que Diamante decía:

—¿Qué puedo decir?, Serena es una mujer maravillosa y hemos decidido darnos otra oportunidad. Pero, hey, estamos tomándonos las cosas con calma, ¿de acuerdo? Así que no quiero que la agobien con preguntas. Ah y si a alguien se le ocurre molestar a mi hermosa hijita, se las verá conmigo.

—¡Papá, me avergüenzas! —replicó Selene, sonrojada. Serena no pudo evitar pensar que todo el drama que había vivido últimamente al menos les había dejado algo bueno: la relación entre Selene y Diamante había cambiado para bien.

Y esa noche, cuando posaron juntos los tres para la "foto familiar", con un Diamante que no paraba de contarle a la gente que pronto sería abuelo, fue la primera noche en la que, para bien o para mal, Serena no pensó para nada en Seiya.

S x S

—Esa es una linda fotografía.

Rini se sobresaltó cuando su novio le pasó los brazo por detrás y le susurró al oído. El periódico resbaló de sus manos y cayó al suelo, volando las páginas por todas partes. Había estado mirando una foto del desfile de modas en Osaka, que desde hacía diez años era organizado por la familia Black para promover a los jóvenes talentos japoneses dentro del mundo de la moda. En la foto estaban su padre, su madre y su hermana menor, todos posando con una sonrisa como si fueran una perfecta familia feliz. El artículo al que pertenecía la foto tenía un título que rezaba "El reencuentro de una familia".

—Cariño, ¿te sientes bien? —preguntó Helios al ver que la chica se había quedado callada. Se sentó a su lado y la tomó de la mano.

—No es nada. Sólo estaba… pensando. Es verdad que mamá luce feliz, pero hay algo que no está bien —Helios no dijo nada, esperando que Rini expresara lo que estaba pensando —Mi padre se comportó como un patán con ella, pero de pronto cuando ella más lo necesitaba, apareció y le brindó su apoyo. A veces siento que él busca algo más, pero cuando los vi juntos el día que vinieron a visitarnos, sólo pude pensar "diablos, tal vez sí estén hechos el uno para el otro", pero…

—¿Pero…?

—Pero es entonces cuando recuerdo lo feliz que mamá lucía cuando conoció a Seiya y comenzó a salir con él. Helios, sé por experiencia que un amor así no se puede olvidar tan fácilmente —Rini recostó la cabeza en el hombro de su novio —Es por eso que, cuando veo eso —señaló el periódico que yacía a sus pies —no puedo evitar pensar que es todo mi culpa. Si no me hubiera acostado con Seiya, mamá y él nunca… —Rini hizo un gesto de dolor y se tocó el estómago —Si no me hubiese entrometido, ellos no… ¡Ah!

—¿Serenity? Cariño, ¡dime qué te pasa! —exclamó Helios, asustado —¡Serenity!

—¡M-Me d-duele! —contestó ella, cerrando los ojos con fuerza —¡M-Mi e-estómago! —añadió mientras unas lagrimitas rodaban por sus mejillas. Helios se levantó rápido y corrió a la habitación para buscar un suéter para Serenity y las llaves del auto.

—¡Vamos, voy a llevarte al hospital! —le dijo, mientras la cargaba y la acostaba en el asiento de atrás —¡Vas a estar bien, cariño, lo prometo! Nuestro bebé va a estar bien —añadió, saliendo a toda prisa del garaje y encaminándose al hospital. Serenity mientras tanto no podía evitar retorcerse de dolor.

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—¡Doctor, por favor dígame cómo están! —exclamó Helios en cuanto vio al doctor salir de la habitación de Serenity. El hombre le dedicó una pequeña sonrisa.

—Todo está en orden con los bebés y la madre —explicó —Sin embargo, creo que tendremos que adelantar el parto para evitar complicaciones con los gemelos.

—¿G-Gemelos? —repitió Helios, boquiabierto. El médico asintió con la cabeza.

—Así es, un niño y una niña —dijo —Puede pasar ahora a ver a su esposa —y no había terminado ni siquiera el médico de decir esto, cuando Helios ya estaba abriendo la puerta de la habitación de Serenity. Lucía pálida, pero fuera de eso no parecía haber nada mal con ella. Serenity abrió los ojos en cuanto él se acercó.

—Serenity —Helios sujetó la mano de su novia con un poco de fuerza —¿Lo has escuchado? —ella asintió con la cabeza —Gemelos… eso quiere decir que…

—¡No lo digas! —lo cortó ella, negando frenéticamente con la cabeza —Que sean gemelos no quiere decir absolutamente nada. Estos niños definitivamente no son hijos de Seiya Kou, Helios. ¡No son sus hijos! —añadió ella, que intentaba incorporarse y lucía agitada.

—Tranquilízate, por favor —le dijo Helios, ayudándola a recostarse —Te lo dije desde un principio, no me importa si son hijos de Seiya, los querré como si fueran mis propios hijos, Serenity.

—Helios, en cuanto estos niños nazcan, quiero que les hagamos una prueba de ADN —Helios la miró, sorprendido —Definitivamente voy a reparar mi error. Y comenzaré demostrándole a mamá que los hijos que estoy esperando no son de Seiya. De alguna forma lograré que mamá y Seiya estén juntos de nuevo. Tengo que hablar con Seiya, quiere que esté aquí el día del parto para darle la buena noticia —el gesto de Helios cambió a uno serio y entonces dijo:

—Serenity, ¿qué harás si tu madre ya no quiere volver con él? —esa no era una pregunta para la que Serenity estuviera preparada. Silencio. Ninguno de los dos dijo nada más.