FIN del juego -Yuullen-

El tiempo parecía haberse congelado. Ninguno imaginaba que correrían tanto peligro en aquella misión. Sin embargo todo comenzó a ir mal. El enemigo resulto ser más fuerte de lo que ambos adolescentes se esperaban.

A pesar de odiarse, no tardaban en interponerse ante el ataque del otro para defenderlo y así constantemente atacando y defendiendo hasta que sus fuerzas eran inexistentes.

Habían forzado sus armas hasta el límite, el menor apenas tenía movilidad en su brazo y su arma no se activaba por mucho le que lo intentaba. El espadachín por otro lado seguía defendiéndose con su espada que solo era eso: una simple espada.

El peliblanco se desplomo en el suelo y el mayor se apresuro en defenderlo. No quería dejarme morir, aunque si era demasiado tarde seguiría sus propias normas y lo dejaría atrás.

Como si algo les llamase ambos monstruos dejaron de atacar y se marcharon.

El de pelo azabache apenas entendía aquella reacción pero también cayó al suelo ya que había agotado todas sus fuerzas.

-Maldición.. –Pronuncio frustrado al ver a su compañero en el suelo gravemente herido-

Pues el pequeño peliblanco solía arriesgarlo todo en la batalla, arriesgando su vida casi siempre, pero esta vez todo había ido demasiado lejos.

Una gran mancha de sangre se extendía por sus ropas a la altura del estomago y esta comenzó a gotear en el suelo, mientras el menor intentaba frenar tal hemorragia con su mano, presionando en e lugar que tanto le dolía.

Pero esas no eran sus únicas heridas. Ya apenas podía mantenerse consciente y sus parpados se abrían lentos y pesados.

-Kanda… -Llamo en un quejido de dolor- Me duele.

-Claro que te duele idiota! –Dijo el azabache exaltado y furioso al verse impotente-

-Tu también estas herido… -No pudo terminar su frase pues la sangre acumulada en su garganta salió haciéndole toser. Volvió a gemir de dolor-

-Mis heridas ya han empezado a curarse… -Dijo para calmarlo y rasgando un gran trozo de tela de sus ropas se la ató fuertemente con ayuda de sus dientes, para que la herida de su brazo dejara de sangrar.- Oe… moyashi! –Le llamo pero fue en vano, ya no respondía- Oe! –Palpo varias veces su mejilla en un intento de despertarle y débilmente lo consiguió.

Allen abrió los ojos con pesadez-… Tengo frio.

-No! Allen! –Lo llamo por primera vez por su nombre- No seas estúpido. Aguanta! –Pidió en tono desesperado. A pesar de haber realizado muchas misiones nunca había visto morir a un compañero delante de sus ojos y menos con aquella estúpida sonrisa que Allen parecía no borrar.

Todos pedían ayuda, piedad… Pero el menor no pronunciaba nada de eso, como si aceptara su muerte.

-Idiota! –Exclamo zarandeándolo- Donde a quedado tu optimismo! No te rindas! Allen! A-allen… -Susurro al sentir su pulso débil, y al sentirse zarandeado Allen volvió a abrir los ojos.

El no estaba preocupado por su muerte, si ni por irse y no cumplir con las cosas que se había propuesto. Al menos en aquel momento tenía la oportunidad de cumplir una de esas cosas.

Pronuncio sus últimas palabras, pero sus cuerdas vocales no emitieron ningún sonido. Kanda leyó sus labios y se quedo impactado el menor volvió a sonreír y cerro sus ojos para no abrirlos más.

El mayor sintió como su alma se iba y se quedo allí, sentado frente al peliblanco sin prenunciar palabra, mirando al cielo que se había cubierto de nubes grises, y pronto comenzó a llover. Kanda cerró sus parpados dejando que la lluvia le acariciase sin dejar de pensar en las últimas palabras de Allen.

Él… había pronunciado un "Te amo."