DISCLAIMER: Digimon pertenece a Akiyoshi Hongo.


Al descubierto


Yamato Ishida abrió la boca para probar un bocado de la cena que se había preparado. De pronto, un fuerte portazo lo hizo detenerse y levantar la mirada. Confundido, vio como un enfurecido individuo acababa de ingresar a su departamento.

Frustrado, Takeru Takaishi tiró las llaves del automóvil junto con su chaqueta, a una silla cercana. Un insulto escapó de sus labios y a continuación se dejó caer sobre el sofá. Miró hacia el techo y emitió un profundo suspiro.

—No te esperaba tan temprano —comentó Yamato, al tiempo que se acercaba al joven.

—La cita con Hikari no salió del todo bien —se limitó a decir.

Al ver que su hermano y compañero de apartamento no estaba de ánimos para conversar sobre el tema, Yamato decidió volver a su comida.

Ambos permanecieron en silencio, sólo se escuchaba el sonido que los cubiertos provocaban cada vez que tocaban el plato. Cuando el rubio mayor terminó sus alimentos, limpió sus labios con una servilleta y tomó su teléfono celular.

Finalmente, Takeru se puso de pie y se dirigió a su habitación. Suspiró una vez más y buscó en su armario, quería sacarse el incómodo traje que se había puesto especialmente para la ocasión. Optó por usar una simple remera blanca y un pantalón deportivo. Cuando terminó de cambiarse, volvió a la sala principal.

—… De acuerdo, pasaré por ti en diez minutos —estaba diciendo Yamato, al tiempo que se colocaba su abrigo.

—¿Saldrás con Mimi? —preguntó su hermano.

El rubio mayor tragó saliva y dejó su celular arriba de la mesa. Al no recibir respuesta, Takeru sabía muy bien por donde venía la mano.

—Otra vez Sora, ¿eh? —dijo con un tono de desaprobación, mientras negaba con la cabeza.

—Lo sé, lo sé. Pero hoy será la última vez que… —se justificaba el portador de la amistad.

—No, Yamato. Siempre dices lo mismo. Esto no está bien, Mimi es tu novia y antes que nada es tu amiga —lo retó Takeru—. Nuestra amiga —aclaró.

—Tienes razón —respondió el rubio mayor evitando el contacto visual—. Hoy le explicaré a Sora que ya no podremos vernos.

Takeru giró los ojos y decidió no decir nada más. Hacía algunas semanas que esta situación se había vuelto una costumbre y ya lo tenía bastante fastidiado. Además, por lo general él tenía que cubrir a su hermano, lo cual lo obligaba a mentir; cosa que Takeru detestaba.

—Haz lo que quieras —dijo finalmente—, pero si Mimi llama no le diré nada.

—Por favor, Takeru. Es únicamente por hoy, te lo prometo. Dile que como llegaste temprano, me fui a practicar con la banda.

—No —le respondió cruzándose de brazos.

—Por favor —reiteró Yamato, juntando sus manos en señal de súplica.

—Si ese teléfono suena, no contestaré.

Yamato soltó un bufido y miró su reloj.

—Bueno, ya tengo que irme. Gracias por nada —le dijo a su hermano, mientras agarraba las llaves del auto y se retiraba del apartamento.

Takeru arqueó una ceja y se quedó un rato mirando hacia la puerta. Sabía con certeza que esta no sería la última vez que su hermano mantendría uno de estos encuentros y eso lo ponía de mal humor. Aparte su noche no había sido la mejor, tampoco. Despeinó un poco su cabello, y se giró hacia la cocina. Recordó que como su cita se vio frustrada, no había podido comer nada. Decidió que se prepararía algo rápido y luego se recostaría a ver alguna película.


El insistente sonido del celular rompió el silencio de aquel hogar. Takeru estaba terminando de comer, inclinó un poco su cabeza hasta visualizar al sonoro aparato.

Mimi llamando.

Maldición. El joven estiró su mano, pero se detuvo a los pocos centímetros. No. No contestaría. No deseaba seguir mintiéndole a la Tachikawa y ya le había advertido a su hermano que no lo cubriría más. Era el colmo, Yamato se comportaba como adolescente de quince años, y era Takeru quien parecía mayor.

Cuando el ruido hubo cesado, el muchacho rubio levantó su plato y lo colocó en el fregadero. Acto seguido, se dirigió al baño para lavar sus dientes.

Finalmente, se tumbó en el sillón y encendió el televisor. Permaneció unos minutos haciendo zapping y nada. Era casi increíble que un viernes por la noche no hubiera ninguna película interesante o que no tuviera vista ya. No le encontró sentido a que pagaran televisión por cable, le parecía prácticamente un robo. Emitió un profundo suspiro, esta noche no podría empeorar.

TOC TOC.

Takeru levantó la mirada y rascó su cabeza. ¿Quién podría ser? Se incorporó de mala gana y se dirigió hacia la puerta. Sin mucho ánimo, la abrió.

Sus azules ojos se abrieron de par en par al ver a quién tenía en frente. Se quedó estático, no esperaba que ella se apareciera.

Mimi Tachikawa le saludó con una sonrisa, mientras lo miraba expectante.

—¿No vas a invitarme a pasar, cuñadito? —le preguntó, sonriendo.

Takeru pareció reaccionar y asintió levemente, invitándola al interior del apartamento.

—Supongo que tu hermano no está —adivinó la joven, mientras él cerraba la puerta.

—Eh… —balbuceó Takeru, no tenía alternativa, debía mentir otra vez. ¡Rayos!

—Veo que olvidó su celular —notó Mimi.

—¡Sí! —exclamó él, ella lo miró algo confundida—. Llegué temprano y Yamato se llevó el automóvil para ir a practicar con la banda.

—Ya veo… —ella bajó la mirada, luciendo desilusionada—. ¿Y tú que hacías?

—Eh, estaba por mirar una película.

Mimi rió ante la respuesta. Takeru no comprendió.

—No eres el tipo de chico que no tiene planes un viernes a la noche —le dijo, mientras su sonrisa re aparecía.

Él desvió la mirada.

—Tuve una cita con Hikari y no salió muy bien que digamos.

El rostro de Mimi se tornó preocupado y ella se acercó.

—¿Pero qué pasó? —preguntó, apenada.

Takeru se encogió de hombros. No tenía ganas de tocar el tema, además Mimi y Hikari eran muy amigas, no sería buena idea desahogarse justamente con ella.

La joven castaña tomó asiento en uno de los sillones. El joven hizo lo mismo. Ella tomó aire y se giró para enfrentarlo.

—Takeru, ¿cuántos años tienes? —inquirió de pronto, mirándolo fijamente.

—Eh, dieciocho —contestó él, algo desconcertado.

—Exacto. Eres muy joven para estresarte por cosas del amor —expresó Mimi, sonriendo.

Él no pudo evitar reír también, la joven Tachikawa era el tipo de persona que parecía contagiar la felicidad a su paso.

—Fue una tontería en realidad —sin notarlo, Takeru había comenzado a hablar sobre el asunto que lo tenía tan fuera de sí—. Esta noche decidí ir con Hikari a cenar a un lugar elegante, porque cumplíamos dos meses de novios.

Mimi tocó su corazón y ablandó su mirada, era de lo más tierno escuchar al pequeño Takeru hablando de una cena con su pareja.

Él se puso serio.

—Hace algunos días que me siento algo raro respecto a nosotros, es como… no sé explicarlo. Desde que éramos niños siempre sentí un cariño especial hacia Hikari y sé que ella también hacia mí. O sea la quiero, no tengo duda de eso. Pero como que me cuesta distinguir si la quiero por cómo es ella o simplemente porque es mi amiga desde hace tantos años. Además, siempre todos nos decían que estábamos destinados a estar juntos o que seríamos la pareja perfecta, entonces a fin de cuentas no estoy seguro si yo dejé que esos comentarios me influyeran de alguna manera o si de verdad ella es para mí.

—Guau —a Mimi le tomó un tiempo digerir toda esa información.

—Y hoy todo iba bien, hasta que ella mencionó su deseo de que algún día próximo fuéramos a comer con sus padres y presentarnos formalmente como pareja ante ellos… —él se detuvo un momento—. Entré en pánico, yo estaba por aconsejar que nos tomáramos las cosas con más calma y ella me habla de formalidades con sus padres. Hikari lo notó enseguida y se molestó mucho, antes de que me dejara decir algo más, ya se había marchado —concluyó Takeru y se giró para ver la reacción de la castaña, para su sorpresa, ésta le sonreía—. No entiendo qué es lo divertido —le dijo él, con seriedad.

—Discúlpame, no quise reírme. Sólo que es extraño escucharte hablar de estas cosas, yo no puedo evitar seguir viéndote como un niño, cuando claramente ya no lo eres —le explicó Mimi.

Él negó con la cabeza.

—No, perdona por contestarte mal. Es que eres la primera persona a la que le cuento esto —confesó el joven, acomodando su cabeza hacia atrás.

—Es normal tener dudas, ¿sabes? —comenzó ella—. Las relaciones son complicadas, tienes que esforzarte cada día y no todo siempre es color de rosas.

Takeru giró su cabeza para mirarla, Mimi continuó.

—No es malo vacilar, pero tampoco puedes esperar que las cosas se resuelvan por arte de magia. Si te sientes incómodo con algo házselo saber, Hikari te adora, estoy segura que ella será capaz de comprenderte.

—Muchas gracias, Mimi —agradeció él, sonriendo.

Ella se acercó y le revolvió el pelo cariñosamente, Takeru notó que era observado con nostalgia.

—¿Qué pasa?

—Sí que has crecido… —se le escapó en un susurro. Era la primera vez en su vida que no veía a Takeru como niño, sino que cayó en cuenta que el tiempo había pasado y aquel pequeño asustadizo se había convertido en todo un adulto—. Será mejor que me vaya —anunció, poniéndose de pie.

—¿Quieres que te llame un taxi? —ofreció el joven.

—Nah, hay una linda noche, caminaré —sonrió Mimi, acercándose a la puerta.

Takeru se puso de pie.

—Dile a tu hermano que vine —pidió ella.

Él asintió, fingiendo una sonrisa.

—Gracias de nuevo.

—Gracias a ti por confiar en mí —le respondió ella, abriendo la puerta—. Ah, y Takeru…

Mimi se giró para verlo, él levantó la mirada.

—Llama a Hikari —le aconsejó, haciéndole una guiñada.

—Lo haré —le aseguró el muchacho, asintiendo.

Ella se despidió con la mano y salió del apartamento.

Un par de horas después de la partida de Mimi, Takeru decidió acostarse. Se tumbó en su cama y sonrió. Le había hecho bien hablar del tema de Hikari y sí, mañana intentaría arreglar las cosas.


El despertador sonó, haciendo que el joven Takaishi abriera los ojos. Se incorporó, para luego desperezarse. Eran las ocho de la mañana y la razón por la cual se despertó tan temprano en sábado, era porque tenía un partido de baloncesto en el parque.

Después de vestirse y aprontar su mochila, se dirigió a la cocina. Allí, Yamato se encontraba preparando el desayuno.

—Buenos días —lo saludó el rubio mayor.

Takeru guardó silencio mientras se sentaba en la mesa.

—¿Sigues molesto por lo de anoche? —quiso saber Yamato.

—Mimi estuvo aquí y no me quedó otra que mentirle.

Yamato se sorprendió bastante, terminó de servir la comida y tomó asiento frente a su hermano.

—Lo siento, Takeru. Sé que no te gusta mentir, pero te dará gusto saber que hablé con Sora. No volveré a verla.

—¿Dónde he oído eso antes? —interrogó el joven en voz alta, girando sus ojos.

—Es verdad. Mimi no se merece que la lastime, y sí estaba confundido, pero ya resolví las cosas.

—Si tú lo dices…

—Es cierto, Takeru. Esta noche la invitaré a cenar, quiero compensarla.

El menor decidió no decir más nada y terminó su desayuno, en silencio.

—¿Ya te vas a trabajar? —preguntó, cuando hubo acabado de comer.

—Eh… sí —contestó Yamato, mirando su reloj.

—Bien, puedes dejarme de paso en el parque.

—De acuerdo —asintió el rubio mayor, poniéndose de pie y tomando las llaves del auto.


—¡Takeru, estoy libre! —le exclamó uno de sus compañeros de equipo, al tiempo que sacudía las manos en el aire.

El rubio le pasó el balón, y éste, encestó.

El joven secó el sudor de su frente con la muñequera que llevaba en la mano; el partido estaba por terminar. De pronto, en una de las tarimas que tenía la cancha para que la gente se sentara, le pareció ver una conocida figura. Entrecerró los ojos para ver mejor. ¿Acaso era…?

—Takeru, ¡concéntrate! —exigió el entrenador, y el muchacho volvió a concentrarse en el juego.

Uno de sus camaradas le pasó la pelota y el Takaishi se encargó de meterla en la canasta.

¡Muy bien, Takeru!

El susodicho giró la cabeza y pudo ver a Mimi dedicándole una radiante sonrisa. ¿Qué estaba haciendo allí?

El partido terminó. El equipo de Takeru resultó vencedor, y éste con bastante curiosidad, se acercó a la joven.

—¿Qué haces aquí, Mimi? —preguntó, al momento que tomaba un sorbo de su botella de agua.

—Hola, ¿no? —bromeó ella—. Todas las mañanas salgo a correr por aquí y cuando pasaba, me acordé de tu juego.

El joven arqueó una ceja. ¿Cuándo le había mencionado a Mimi de su partido?

—¿No lo recuerdas, verdad? Se lo contaste a Yamato hace una semana más o menos, yo estaba presente cuando lo hiciste —informó ella.

Takeru sacudió su cabeza.

—No quise ser grosero, es que de verdad me sorprendiste.

Mimi guardó silencio y simplemente, sonreía.

—¿Esperas a que me duche y nos vamos juntos? —propuso él.

Ella asintió gustosa.


Hacía unos cuantos minutos que ambos jóvenes se encontraban caminando por aquel bello parque de Odaiba, hablando de todo un poco. Era una hermosa mañana de primavera, las flores que provenían de los árboles de cerezo se encargaban de decorar todo el paisaje con su rosa color. El clima era cálido, faltaban unos pocos días para que el verano comenzase.

—Extrañaba esto —comentó Mimi, de pronto.

—¿Qué cosa? —Takeru la miró algo confundido.

—Estar contigo.

Al oír esa frase, el joven se desconcertó.

—¿Eh? —fue lo único que pudo pronunciar.

—Claro, charlar los dos solos. Siempre que estamos juntos, Yamato también está. Obvio, porque es mi novio y es tu hermano. Pero de verdad estoy disfrutando esta caminata, sino pareciera que sólo nos viéramos por él, y eso no me gusta. O sea yo fui tu amiga antes de ser su novia, ¿no?

—Ah sí, tienes razón. Yo también te extrañaba, la verdad desde que estoy con Hikari no le he prestado demasiada atención a mis amigos —diciendo esto, se entristeció un poco.

—Hablando de eso, ¿la llamaste?

El joven negó con la cabeza.

—Aún no, lo haré más tarde.

—Takeru…

Mimi iba a decir algo más, pero fue interrumpida por el sonido de su celular.

—Disculpa un momento —dijo, mirando su teléfono—. Es tu hermano —anunció.

El Takaishi asintió y tomó asiento en una banca cercana. Dejó caer su cabeza hacia atrás y suspiró. El aire olía tan bien y la luz de la mañana se colaba por entre las flores de los árboles. Podría pasarse las horas simplemente sentado allí, era en verdad relajante.

De pronto, su rostro se volvió serio. No pudo evitar pensar en Hikari. Para ser sincero, mientras más hablaba del tema, menos ganas tenía de llamarla. ¿Por qué se sentía así?

—¿Takeru? —era la segunda vez que Mimi decía su nombre.

El joven volvió a la realidad.

—Perdona, estaba pensando. ¿Qué pasó?

—Yamato me invitó a cenar con él esta noche. La verdad que últimamente lo he notado bastante distraído y algo… desatento —decía, mientras se sentaba a su lado.

Takeru desvió la mirada, su hermano era pésimo cuando se trataba de disimular y Mimi no era ninguna tonta.

—Supongo que quiere compensarme —adivinó.

Él intentó sonreír y asintió, comenzando a sentirse incómodo con la conversación.

—¡Tengo una idea! —exclamó ella, de pronto—. ¿Por qué no invitas a Hikari y vamos los cuatro? —sugirió.

—No sé… —respondió él, rascando su cabeza.

—¡Anda! Creo que sería una buena manera de arreglar las cosas —dijo Mimi, sonriendo.

—Bueno… —comentó Takeru, inseguro.

Ella asintió, emocionada.

—¡Hazlo! La hará feliz.


Unos momentos luego de que Mimi se marchara, Takeru seguía sentado en esa banca. Tenía tanto en qué pensar y no había lugar mejor que ese para hacerlo.

Quería arreglar las cosas con Hikari, de verdad que sí. Pero por algún motivo había algo que hacía que no estuviese completamente convencido. Tal vez porque por estar con ella, descuidaba a sus amigos.

No.

Eso era problema de él y no de Hikari. Era él quien no sabía cómo administrar su tiempo, no podía culparla, aunque ella a veces fuera absorbente… Takeru tenía que admitir que él mismo era así en algunas ocasiones.

Entonces a lo mejor era porque sabía que ella quería avanzar en la relación, lo contrario a él, quien deseaba tomarse las cosas con más calma; sin tantas presiones, o sea, sólo hacía dos meses que estaban saliendo, ¿por qué Hikari quería apresurar las cosas?

Sí.

Esa era una de las razones por las cuales se rehusaba a marcar su número telefónico. Ambos anhelaban cosas diferentes, y eso era una dificultad.

De cualquier manera, Hikari seguía siendo su novia. No podía dejar las cosas como estaban, ya fuere para bien o para mal, tenía que hablar con ella…


Takeru terminó de almorzar y la vista se le fue a su celular. Bien, ya era hora de llamarla. Tomó una gran cantidad de aire, para luego expulsarlo lentamente.

Se recostó en el sillón y discó el número de Hikari.


Buenas, este es mi primer fanfic de Digimon en casi diez años. Sentí nostalgia al ver la serie nuevamente y se me ocurrió esta historia. Advierto que no esperen de ella la típica historia feliz y con las parejas de siempre. De eso creo que hay demasiado (sin desvalorizar el fanfic de nadie, o sea a mí misma me encanta el Mimato y el Taiora, por poner un ejemplo) y personalmente me parece que a veces está bueno hacer algo diferente.

Así que me entusiasma este proyecto, ojalá resulte como espero y que lo hallen entretenido. También será la primera vez que escriba algo de Digimon que incluya a los ocho elegidos de Adventure, posiblemente aparezca alguien de Adventure 02 también.

Espero con ansias sus comentarios, ¡anímense! Las críticas constructivas también son bien recibidas =)

Por cierto, los main characters irán cambiando según el episodio. Por eso éste tiene a Mimi y Takeru.

Saludos, ¡hasta el próximo capítulo! ^^.