Capitulo XI

Escucharon atentos los relatos de Myoga sobre que ocurrió cuando Las Bestias fueron libreadas.

El clima cambio de un momento al otro. El frio del otoño fue dejado de lado por renacer de las plantas.

Según por lo que decía, Sesshoumaru se percato antes de lo que ocurría, ya se mantuvo "inquieto" durante todo el día. Y como siempre en silencio. Lo único diferente, fue la orden de guardar las provisiones de alimento en un lugar seguro, cosa que se cumplió de inmediato.

Nadie supo a que se debía orden tan extraña, hasta que vieron la luna ser cubierta por unos minutos, acompañado de un sonido fuera de lo normal.

—No eran alas. Más que nada, parecían al ruido de escamas chocando unas contra otras. Como metales afilados que se rozan.

Aclaro la anciana criatura.

—Y una explosión se dejo escuchar al fondo en las montañas —agrego.

No debieron preguntar quién era. Ya que el mismo había vivido en la época en que el Gran Dragón Azul protegía la región Este. Y por lo visto, siempre fue escandaloso a la hora de traer la primavera.

—¿No se han divisado por el Este las otras bestias? —Pregunto Inuyasha.

Myoga negó.

—No. Por lo que podido comprobar las regiones más afectadas son la Norte, Sur y Oeste. El invierno y el verano parecen batallar entre sí.

—¿Solo invierno y verano? —Pregunto Sango sorprendida, a lo que el anciano asintió.

—De Byakko nadie ha sabido —agrego —. Todos esperaban que el interviniese como siempre. Pero ni su región ha protegido.

Eso era extraño, y un escalofrío recorrió la espalda de Kagome ¿Byakko desaparecido? Inevitablemente a su mente vino la imagen de Furyoku… sacudió la cabeza y la regreso a la realidad.

Suspiro cansada.

Haber ido por Byakko primero, era su opción. Que mejor que tener de aliado al fiel amigo de su madre, pero ahora… arriesgarse ir al Oeste lo más probable sea una pérdida de tiempo. Y por lo visto Inuyasha le leyó la mente, ya que tenía todo organizado.

Sesshoumaru para su desgracia se mantenía en la región. Por lo que la idea de Inuyasha de ir, buscar en los libros, ir donde Seryu y desaparecer, no ocurriría. La buena suerte en su caso, no le acompañaba.

Kagome lo vio nervioso, gran parte de la noche no durmió y se dedico a mantenerse al pendiente de ella, y lo sabía, por lo que cuando capto que Sango estaba profundamente dormida, se levanto y acerco al lugar donde él descansaba,

Miro atento cada uno de sus movimientos, viéndola en silencio acercarse envuelta por la manta que usa para dormir.

Kagome se acomodo a su lado y coloco su vista hacia el frente, imitándolo a él, dando justo hacia la región Este.

—¿Es tan temible a como dicen que es? —susurro Kagome dirigiendo la vista hacia el espeso follaje de los árboles.

—Depende de que has escuchado —contesto del mismo modo.

—Yo nada. Solo lo que Sango había escuchado de él — se acomodo mejor y trato de hacer memoria de lo hablado con su hermana antes de acostarse —. Rige de manera déspota y tirana. No hay Yokai que se le enfrente por su poder ¿Es tan poderoso?

Inuyasha solo realizo una mueca de desagrado.

—Es un maldito. Eso es lo único puedo decir.

Kagome lo miro con tristeza por unos segundos, volviéndose luego para apoyar el mentón sobre sus rodillas.

—Me sentía emocionada cuando supe que tienes un hermano… no creí que se llevaran tan mal.

—Si por el fuese, yo hubiese muerto apenas naci. Eso significo para él, solo una molestia.

—Pero no lo eres —sonrió con dulzor y se dejo caer en el costado de él, a lo que Inuyasha con naturalidad paso su brazo sobre ella dejándolo apoyado el hombro de Kagome, acercándola más a sí —. Podríamos intentar ir por Byakko y regresar cuando el Gran tigre este con nosotros y pedirle que se lo coma.

Inuyasha soltó una leve risita, pero luego agotado mentalmente suspiro y se acomodo mejor apoyando el mentón en la cabeza de ella permitiéndole a Kagome sujetarlo de la chaquetilla.

—Podría ser una pérdida de tiempo ir al Oeste. Tu misma lo dijiste. Además, tarde o temprano debo enfrentarme a él…

—No quiero que pelees... —lo interrumpió arrellanándose más en el abrazo —. No quiero correr el riesgo de que me dejes…

—Lo sé… pero este día llegaría. Lo supe desde que decidí desafiarlo e irme… y no me arrepiento. Ya que así, pude encontrarte.

Le sonrió con dulzor y se abrazo mejor a él.

Ella confiaba en él. Sabía que no haría nada por arriesgarse o arriesgarla. Sabía que el hecho de enfrentar a su hermano era algo que no podría evitar, por tal lo adelantaría.

Y es que Inuyasha sabía que a pesar de todo lo ocurrido con respecto a sus padres no ayudaba a que ella olvidara a Furyoku.

Desde que despertó aquel día en que se entero de su madre, decidieron en silencio dormir juntos. La cercanía de ambos le permitía a ella no sufrir pesadillas y a él sentirse más tranquilo en aquel lugar lleno de humanos… pero eso no era siempre. Ya que desde que viajaban, debido a que Sango miraba con malos ojos la cercanía de ambos, en especial durante la noche, él dormía en su propio lado, y Kagome junto a su hermana, pero las pesadillas volvían una y otra vez. Y por la mirada triste y perdida luego de despertarse, le hacían a él comprender que las pesadillas habían cambiado. Ya no eran sus recuerdos lo que la atormentaban, si no el no saber qué había ocurrido con el animal.

—Desearía verlo nuevamente…

Le escucho Inuyasha susurrar, y él se sintió incomodo, mas no lo demostró. Y es que como decirle que le sorprendía como ella detectaba sus pensamientos.

Guardaron silencio unos minutos, hasta que él dijo:

—Lo averiguaremos… yo también quiero saber que ocurrió con él.

Ella asintió, y bajo la atenta y cautelosa mirada de Sango, Kagome se acomodo mejor y lentamente se fue quedando dormida.

Las miradas entre Sango e Inuyasha se cruzaron, a lo que la joven pasado unos segundos, incomoda se volvió, dándoles la espalda.

—La amo —le dijo él a la espera de provocar algo en la joven —. Puede que no lo creas, pero Kagome es todo para mí.

Sango no dijo nada, mas Inuyasha sabía que lo escuchaba, a lo que se acomodo apegándose a Kagome, y cerró los ojos durmiéndose a los segundos.

En el instante mismo en que bajo los parpados, dejando sus ojos en oscuridad, una imagen cruzo su mente. Era él sobre la sima de un barranco, viendo abajo al borde de este a Kagome, a lo que suponía recoger hierbas medicinales. Su reacción más acertada habría sido acercarse, ya que eso sentía, sin embargo, algo en su pecho y mente se lo impedían, y al volverse, dio con la imagen de un enorme tigre blanco, el cual al mirarlo a los ojos…podía jurar haber visto antes aquellos. Y es que algo familiar le envolvía.

Miro más atrás, y las tres bestias le acompañaban. Y en su mente escucho: Déjala.

Quiso quejarse, más al intento de hablar, sin saber cómo, las enormes fauces del felino se abrió a él dispuesto a devorarlo.

Despertó asustado. Más que nunca se desespero ante la idea de perderla. Echo la cabeza hacia atrás acompañándose de un prolongado suspiro. Y cayendo en el leve peso de la joven, bajo la mirada, mirando su perfil. Kagome dormía sin siquiera saber lo que ocurría en su alrededor.

No le agrado la sensación dejada. El aire incluso lo sentía distinto; más pesado, haciéndolo sentir a él del mismo modo. Y sintió miedo. Miedo a que lo soñado fuese algo a pasar. Que su mente le esté avisando de lo que se avecinaba, y la sola idea de perderla… no fue el que las bestias lo atacaran lo que lo afecto, si no, la sensación en su pecho al verse retenido por sí mismo a avanzar hacia ella, trayéndole recuerdos de cuando la encontró… ¿Lo olvidaría nuevamente?

Inuyasha cerró los ojos e intento dormir, pero se le hizo imposible. Las imágenes se mantuvieron en su mente, repitiendo el sueño una y otra vez, quizás tratando buscar una explicación, sin embargo, solo servía en ese momento para atormentarlo.

Así mismo se mantuvo hasta pasada unas horas. Realizo intento nuevamente de quedarse dormido, pero una opresión sintió en la nuca, y la insistencia de sentirse observado le molesto. Sango no era. Su ritmo y respiración era pausada, por lo que le demostraba que dormía profundamente, al igual que Kagome y la molesta pulga Myoga. Se fingió dormido con sus sentidos alertas tratando dar con el observante, pero nada logro… y algo extraño ocurrió. Se sintió suspendido en el tiempo y una sensación sedante le envolvió. Trato no dormirse. Debía no hacerlo, pero algo se lo impedía. Se sintió impotente, y cuando vio a Kagome entre sus ojos a medio abrir erguirse y mirarle como disculpándose, deseo levantarse y reclamarle; pero no podía. Ella le estaba haciendo esto. Y para peor de males, al fondo, cruzando la barrera suspendida por el clima, lo vio a él. A Sesshoumaru y desesperado intento levantarse, logrando solo articular "Kagome…" en un susurro.

—Lo siento… —le dijo ella y le tomo el rostro —. No quiero que te arriesgues… — se abrazo a él —. No puedo perderte.

Se mantuvo pegada a él unos segundos más, hasta que se separo y lo beso en los labios.

—Volveré. Lo prometo — le robo un último beso y con ceremoniosa calma se levanto sin poder él impedírselo.

A paso calmo la vio alejarse y sus ojos se cerraron para caer en un profundo sueño. La imagen del Gran Tigre Blanco se volvió a presentar, solo que esta vez era diferente. Este estaba a su lado mirando hacia el infinito como un acompañante.

"Ve por ella"

Se volvió hacia el animal y un enorme rugido estremeció los alrededores. Y algo se movió dentro de él, sintiendo una descarga helada recorrerle los músculos, y de un brinco reacciono. Se levanto con rapidez viendo que lo ocurrido anteriormente no había sido parte de un sueño. Kagome si lo había dejado. Sesshoumaru había estado ahí. Y… ¿El tigre Blanco lo trajo de regreso?

Sacudió la cabeza y ni siquiera se preocupo en Sango, la cual seguía dormida. Corrió hacia el límite de territorios, y acompañándose de un resoplido, soltando un gruñido y tomando de la empuñadura de Colmillo de Acero, cruzo el área y corrió a toda velocidad. El cambio de temperatura fue inmediato.

Un frescor casi húmedo envolvía el aire, tan típico de primavera al amanecer. Aquel clima que su hermano odiaba y que él por lo mismo apreciaba.

Aumento la velocidad al sentir el aroma de la joven.

Se reprendió mentalmente al no haberse dado cuenta antes de lo que ocurría. Al no haberse percatado de la presencia de Sesshoumaru. Y es que ese abismo climático en el que se encontraban no ayudaba demasiado. Necesitaba dar con ellos, y por lo que sospechaba, por la dirección que le guiaba el aroma de Kagome y el olor de Sesshoumaru, habían ido hacia el castillo de su padre. Aquella monumental construcción de la cual toda la zona se jactaba de su magnificencia.

Se detuvo a pasos del enorme ingreso, pero su espera ante el portón de madera solo tomo un par de segundos, ya que lentamente este se fue abriendo, e Inuyokais bajo el mando de su familia se dejaron ver en imponentes armaduras plateadas.

A la siga de ellos jóvenes, que por lo que supuso eran nuevos, ya que mientras los mayores demostraban más respeto inclinando levemente la cabeza, estos lo miraban curioso y conversaban entre sí comentando sobre él. Solo basto un golpe en la cabeza para que los jóvenes reaccionaran y se comportaran como tal.

Un ser de aspecto deplorable. Verdoso que casi podía comparar con una sabandija se le acerco con suficiencia.

—El Amo Sesshoumaru dijo que pasara al salón principal a penas llegase.

Inuyasha no realizo gesto alguno, solo avanzo a paso firme por el amplio sendero, llegando al nuevo compartimiento de ingreso.

El palacio de su padre se componía por la barrera principal. Un muro que rodeaba todas las edificaciones, con un techo de teja rojiza y acabados en madera del mismo tono. La segunda barrera era un patio interior que bordeaba en conjunto con el muro exterior. La tercera, era una nueva sección de muros interiores que eran más altos que el muro principal, los cuales poseían cuarteles que llevan al techo y permitían dar con una panorámica general del interior del edificio, como de los terrenos exteriores. La cuarta, ya eran las viviendas de los habitantes y trabajadores, ubicados en la zona oeste, mientras que en la zona este, los puestos de venta y abastecimiento ocupaban un área no mayor a quince mil metros cuadrados. Siendo el área de menor amplitud, ya que las viviendas, junto con la armaduria y el campo de entrenamiento, le duplicaban de por si sola.

Ya en la zona norte, atravesando gran parte de las construcciones, seguido de un enorme jardín, el cual ahora para molestia de Sesshoumaru se encontraba cubierto de cerezos en flor, le acompañaba puentes sobre senderos de agua que fluían por colinas ondulantes. Juníperos y cipreses de tamaños trabajados adornaban sectores específicos de las colinas. Mientras que en otros sectores enormes Rododendros, con sus enormes hojas se ubicaban cerca del palacio central, siendo acompañados por pequeñas azaleas, de las cual se entero, eran la fascinación de su madre…

Cruzo a paso rápido los ondulantes senderos, siempre manteniendo su mano en Colmillo de Acero y siempre siendo seguido por la cucaracha verde, del cual supo, se llama Jaken. Y Sesshoumaru salvo de ser asesinado hace un mes atrás…

Dejo de lado todo tipo de información, y ya cansado de todo, de un brinco llego a la puerta principal de acceso al ala que ahora pertenecía a Sesshoumaru, contiguo a la sala de recepción de súbditos. Se encargo de cerrar la puerta con rapidez cortándole el paso a la lagartija parlanchina. La cual se quedo gritoneando al otro lado de la puerta siendo sujetado por los guardias. Por muy súbdito que sea de Sesshoumaru, él era hijo de Inutaisho, a lo que le venía en gana el cargo del hombrecillo.

Suspiro cansado y dispuesto a continuar con su camino, recordó el lugar en el cual se encontraba… el salón de las armas…

Cuando Sesshoumaru considero que estaba en condiciones de mostrarle aquel lugar.

En ese salón se mantenía guardadas todas las armas pertenecientes a la familia. Si bien se encontraban las de sus antepasados, también se mantenían guardadas las tres armas de su padre. Colmillo Sagrado, Colmillo de Acero y la Espada del Infierno… La última solo era una imagen. Ya que luego de la muerte de su padre, esta desapareció… ahora, había dos sectores vacios, ya que él tenía en su poder a Colmillo de Acero.

Perdido en sus recuerdos sintió la intensa presencia de Kagome. Y la de Sesshoumaru.

Entro al salón sin anunciarse y sin permitir que los guardias alcanzasen a emitir sonido… en ese instante la vio. Sentada sobre uno de los amplios futones acolchados en frente a Sesshoumaru, quien se mantenía sentado sobre otro a extremos de la mesa, con ese maldito aire de suficiencia que le enardecía.

Avanzo a paso seguro e imponente y se gano a un paso detrás de Kagome con la mirada fija en Sesshoumaru, quien lo imito sin dudar.

—Inuyasha… —dijo ella sin poder quitar la sorpresa en su expresión.

—No digas nada, Kagome.

—Déjame explicarte.

—Me sedaste para venir acá sola… y… —apretó la mandíbula y sin volverse señalo con la cabeza a Sesshoumaru — con él.

—Por lo menos a demostrado a ser más sensata que tu — Musito con voz seca el mayor de los hermanos.

Inuyasha molesto se volvió a él y apretó los puños tratando controlarse para no golpearlo. Kagome se arrodillo y le tomo del brazo e Inuyasha bajo sus niveles de molestia, respirando profundamente. Se volvió a ella y la miro a los ojos.

—¿Dime que no has hecho ningún trato con él para evitar que peleemos?

La miro con seriedad y ella incomoda evito mirarlo a los ojos.

—Bu…eno. Trato, trato… no sé si podríamos llamarlo así, ya que de todos modos va incluido con la solicitud de mi madre…

—Kagome… —gruño entre dientes y la joven se sintió avergonzada.

—Quería tener todo resuelto para cuando regresara. Sabía que todo lo referente a tu hermano… — ambos gruñeron, a lo que Kagome prefirió omitir el parecido entre ambos, continuando con su relato —. Bueno. Que no estarías de acuerdo…

—Solo le ordene que debía hacer que la Bestia esa dejase ingresar el otoño o el invierno. No me interesa ver todo de nuevo con flores. Me basta una vez en el año.

Kagome se mostro divertida ante la parte "ordene", ya que ella no lo recordaba así.

—Él me guiaría hacia la guarida de Seryu —continuo la joven —, y también me mostraría los antiguos libros de tu padre, donde él hablaba de las Bestias Sagradas. De seguro debe haber escrito donde se encuentra la guarida de las otras tres…

—¿Cómo te atreves hacer un trato con ella? —reclamo Inuyasha a su hermano mayor omitiendo a la joven.

—Inuyasha… No fue así —intento calmarlo.

—No tengo por qué darte explicaciones.

—¡Maldito!

Definitivamente ambos la estaban omitiendo.

Si bien Sesshoumaru se mostraba serio, hasta intimidante en su forma de mirar, estaba preocupado con lo que ocurría. Se mostro dispuesto ante todas sus solicitudes. Incluso, cuando le pidió evitar cualquier enfrentamiento con Inuyasha y disculpar cualquier falta que haya tenido él, Sesshoumaru se volvió y asintió levemente. Él le solicito que hablara con el Gran Dragón Azul para pedirle que detuviera la primavera. Ella se comprometió en hacerlo. Incluso, el dialogo entre ambos llego a un punto en que ella le pregunto qué había ocurrido entre Inuyasha y él… Sesshoumaru guardo silencio por un largo tiempo. Incluso pensó que no le diría nada y que omitiría la pregunta. Sin embargo, con voz tronante relato la promesa exigida por Inutaisho años atrás a él.

Le pidió hacerse cargo de Inuyasha. Prepararlo lo suficiente como para que pudiese protegerla a ella.

El Gran General del Este había recibido indicaciones de su propia madre. Quien le revelo el futuro…

—Cumplí con lo solicitado, hasta que escapo…

Ella ya conocía el resto de la historia.

Su madre alineo todo hasta el presente… cerró los ojos y sintió la presencia de Ame No Uzume junto a sí, lo que la hizo sonreír.

Kagome reacciono a lo que ocurría cuando escucho a Colmillo de Acero ser desenvainado. Eso no era bueno… y todo empeoro cuando vio de las garras de Sesshoumaru irradiar una tenue luz verdosa que se extendía hacia el suelo, simulando en cosa de segundos un largo látigo verdoso.

Corrió hacia ellos y se gano entremedio exigiendo que se detuvieran, pero los improperios por parte de Inuyasha no se detenían, y las palabra hirientes por parte de Sesshoumaru tampoco ayudaban para bajar las revoluciones.

Inuyasha corriendo iba adelantarla para envestir a Sesshoumaru, sin embargo, Kagome molesta con la situación, y más aun ante el hecho de que Inuyasha se mostrara en ese estado, cuando Inuyasha paso por su lado, con rapidez le roso el brazo, provocando que una leve pero efectiva descarga le atravesara, paralizándolo por completo.

Él deseo gritarle por interrumpirlo, pero al caer en el rostro serio de ella y casi molesto, decidió calmarse y bajar la mirada.

—Por el momento, has cumplido con tu trato, Sesshoumaru — le dijo ella secante —, pero no dudo que si Inuyasha hubiese avanzado más, lo habrías atacado de igual modo — se dirigió a su puesto y dejo que lentamente Inuyasha recuperar su estado normal — ¿Dónde habita Seryu? Y ¿Dónde están los libros del General Inutaisho?

—Si bien realizamos un trato, estos no los cumpliré hasta ver que tú no cumples con los tuyos.

—No puedo pedirle a Seryu que detenga la primavera si no se donde habita.

—Eso es cierto… —acepto él. Hizo desaparecer el látigo con un leve movimiento de muñeca y a paso calmo se dirigió hacia el acceso sin emitir más palabra.

Kagome quedo en su puesto pensando si este iría por los libros o un mapa. Pero al ver que se estaba tomando demasiado tiempo, se levanto de su puesto y dejo que Inuyasha –ya recuperado- se acercara a ella.

—Nos está esperando — le dijo él al tiempo que envainaba a Colmillo de Acero.

—¿Tú crees?

Resoplo irguiéndose.

—Te lo aseguro. El maldito tiene esa mala costumbre de dejarte a mitad de la conversación como si uno pudiese leer los pensamientos.

Kagome sonrió. Se conocían uno al otro, y sus actitudes, por mucho que se diferenciaran en el grado de frialdad, se parecían bastante. Inuyasha era más apasionado, entregado hacia los que quiere, mientras que Sesshoumaru era más analítico. No hacía nada sin pensarlo antes… si le convenía.

Kagome suspiro agotada y se volvió a mirarle. Se mostraba relajado para saber que su complicado hermano mayor los estaba esperando, por lo que sospechaba, estaba disfrutando de ello. Sonrió para sí y regreso la vista hacia el frente, sintiendo como él le tomaba la mano con fuerza entrelazando los dedos. Si es que había estado molesto, ya no, eso la hizo esbozar una sonrisa radiante, permitiendo el apoyar su costado al de él manteniendo las manos así.

—No vuelvas hacer que me preocupe ¿Está bien?

Ella asintió.

—Lo intentare.

Apoyo su cabeza en el hombro de Inuyasha y sujeto el brazo de él con la mano libre y él apoyo la suya sobre la de ella. Solo basto unos segundos para ver a la criatura verde aparecer malhumorada por la puerta, mirándolos con desprecio.

—¿Qué quieres, lagartija? —dijo con displicencia Inuyasha.

—¿LAGARTIJA? —resoplo exaltada la criatura, acompañándose de un exagerado mover de manos, por lo que en esos momentos no parecía una lagartija, si no un mosquito. Igual de molesto y escandaloso, dejándoselo saber el joven a Kagome sin demora, por lo que ella sonrió disimuladamente. Jaken se compuso y los miro con mayor molestia que antes —. Están haciendo perder el tiempo del amo Sesshoumaru. Exigen que la joven se apure en llegar al acceso principal, si no el trato será roto.

El ojo derecho de Inuyasha comenzó a mostrar un leve tic de irritación, a lo que Kagome decidió adelantarse a las palabras de él.

—Muchas gracias, señor Jaken. Y me disculpo ante la demora.

La criatura mostro un divertido sonrojo, a lo que incomodo, lo vieron volverse y marcharse con exagerada rapidez.

Ellos no le imitaron. Caminaron lentamente por toda la estancia. Tanto apropósito, como el deseo de Kagome de conocer el lugar donde Inuyasha vivió, escuchando historias del joven en el lugar. Del trato que tenía con Sesshoumaru. El anciano Totosai, el cual ayudo en la elaboración de gran partes del armamento de sus antecesores, quien le oriento y guio en el uso de armas, y aporto en conocimientos y acompañamiento.

Kagome se habría sentido realmente triste al creer que la vida de Inuyasha en ese lugar hubiese sido solitaria y triste. Pero por lo que el mismo le indico en ningún momento se sintió solo, ya que se dedico a entrenar. No le intereso el poseer conocimientos sobre la el pasado, solo releía una y otra vez aquellos libros que hablaban de las habilidades de cada arma. Como potenciarlas y así acabar con un combate en cosa de segundos.

Le confesó que todo lo había hecho por ella. Para que cuando diese con ella, nada los volvería a separar y encontrarse capacitado como para protegerla…

Llegaron al acceso principal a la media hora después, y como tal y supusieron ambos, Sesshoumaru seguía ahí a la espera. Si bien se encontraba con una escolta, estos no dejaban de mostrar indicios de desear escapar. Sesshoumaru demostraba en exceso su fastidio por lo que todos se mantenían a una distancia prudente. Hasta Jaken se mantenía resguardado a un par de metros.

Sesshoumaru no se volvió a ellos, solo dijo a Jaken que no lo siguiera. Se inclino levemente y acto seguido brinco, alzándose por los cielos. Inuyasha y Kagome sin queja alguna le imitaron. Por lo que la tomo a ella desde su espalda y tal como antes, la llevo así.

Les tomo unos minutos alcanzarlo. Este seguía por los aires, y Kagome pudo apreciar cierto aspecto majestuoso en Sesshoumaru. La luz del amanecer lo envolvió y un halo resplandecía a su alrededor realzándolo. Era apuesto. De un modo más maduro que Inuyasha… los rasgos y el modo en cómo se mueve. Éste ladeo un poco la cabeza chocando con la mirada de ella, a lo que Kagome con rapidez avergonzada y completamente roja la desvió. Él definitivamente sabía como intimidar a alguien. Se abrazo mejor a Inuyasha, sintiendo el agradable calor de el joven hibrido.

Y por mucho Inuyasha lleve a la joven a su espalda, sin poder verla a la cara, sabia a la perfección las reacciones de su cuerpo; sus músculos. Sesshoumaru la colocaba nerviosa, y eso le incomodaba… ya que no podía saber a motivo de qué. ¿Sería posible qué le atrajera? Ella en ningún momento ha confesado sentir amor hacia él… si bien se lo dijo cuando eran niños, segundos antes de que todo terminaran mal, las actitudes de la joven; su entrega hacia él le dejaba ver que si siente algo por él. Pero ¿A qué grado? No lo sabía, y tenía temor de aclararlo, ya que arriesgaba demasiado… aunque sabía, que ese día llegaría… y al ver la constante mirada de Sesshoumaru hacia la joven, posiblemente más antes que nunca.

Llegaron a un lago, y Sesshoumaru se detuvo a orilla de este, cercano a unos alzamientos de rocas, con quebradas que daban la sensación de pequeñas cuevas penetraban la tierra... a lo que para el pensamiento de Kagome y compartido por Inuyasha, eran demasiado pequeñas para que pudiese ingresar una bestia de las dimensiones informadas por Myoga, pero si lo suficientemente grandes como para ellos… y al ver las enormes huellas de patas que se extendía por los alrededores… definitivamente no era algo que dejaba una lagartija.

La joven se acerco para observarlas al detalle, y un destello de luz titilante dio de lleno en sus ojos al agacharse, por lo que curiosa cambio de posición, viendo una pieza aplanada y ovalada enterrada en la tierra de un diámetro aproximado de diez centímetros. La tomo y al observarla mejor comprobó que se trataba de un pieza de escama azulada, la cual parecía una hoja afilada de cuchillo. Ahora entendía porque Myoga dijo que cuando Seryu regreso a la región el ruido de metales rosándose fue lo único que se escucho.

Hubo en un momento un alzamiento de agua en el lago, a lo que Sesshoumaru se mostro más serio de lo normal, incluso inquieto, e Inuyasha sospechaba porque…

—Para ver a la Bestia deben atravesar la cueva a la derecha —hablo secante Sesshoumaru —. Simplemente seguir el sendero hacia el fondo. Llegaran al final de este, dando con la cima de una cascada, por lo que deberán bajar usando a Inuyasha. No hay escaleras.

Le vieron caminar hacia el bosque dispuesto a perderse entre este, a lo que Kagome se dirigió hacia él para saber sobre la última parte del trato: Los libros. Pero esto no fue necesario, ya que Sesshoumaru se detuvo y dijo:

—Cuando terminen con el Dragón, regresa al palacio… terminaremos nuestra conversación.

A Inuyasha le molesto sentirse desplazado. Pero Sesshoumaru era Sesshoumaru, por lo que ello no debía sorprenderle. Resoplo irritado y se volvió hacia las cuevas, manteniéndose a la espera de Kagome, la cual aun permanecía con la vista fija hacia donde Sesshoumaru se había ido. Le tomo a la joven dos minutos regresar hacia él, si bien le molesto, no hizo comentario, prefiriendo en concentrarse en analizar si el lugar era seguro.

Ingreso y pudo apreciar lo peligroso del sector. Piedras afiladas se mostraban por todo el techo de la cueva, mientras que gruesas gotas caían desde esta. No había muestra de que hubiese alguna salida de agua desde el techo. Incluso, la conexión con el lago mismo no mostraba mayor afectación. Era como si el agua que ingresaba desde la cueva subiera por las paredes para caer lentamente por el techo.

—Es Seryu —dijo Kagome desde su espalda.

Inuyasha no contesto ni menos asintió. Miro el efecto serpenteante del agua que efectivamente subía por las paredes siendo atraída por una fuerza fuera de normal.

La joven le tomo la mano cuando casi resbala, a lo que Inuyasha la sujeto mejor pasando el brazo derecho hacia atrás creando una barrera, para que así ella estuviese estable mientras avanzaban... siguieron el pequeño río sintiendo el ruido de agua caer y chocar con rocas… la cascada. A lo que supusieron se encontraban cerca del final, sintiendo como el sonido aumentaba, para apreciar luego el final del trayecto, tal y como había dicho Sesshoumaru, pensamiento que Kagome dejo ver, y por mucho que ello le molestara a Inuyasha, asintió encontrándole la razón. Y más aun al ver la altura en la que se encontraba.

Una enorme caverna se abría frente a ellos. El techo estaba a la altura de la cueva de donde provenían, pero era hacia el fondo y los lados donde las paredes lisas por el agua que caía por ellas las pulía. Kagome intento acercarse a la orilla para mirar el fondo, sin embargo Inuyasha le sujeto impidiéndoselo. La caída sería realmente fuerte.

Él la sujeto de la cintura, le sonrió levemente y ella en respuesta y entregándole su completa confianza le beso en la comisura de los labios, provocando que la sonrisa de él se expandiera. La alzo un poco apegándola a su costado, todo con cuidado. Observo el fondo para dar con un sector seguro para aterrizar, del cual solo pudo apreciar uno. Justo debajo de ellos. Debía ser preciso, si no una extremidad no sería lo único que arriesgaría… la vida de Kagome también estaba en juego. En momentos como ese, deseaba ser un Yokai completo...

Respiro profundo, y separando un pie del borde, dio un pequeño brinco alejándose lo suficiente como para no chocar con la pared y así caer en el lugar asignado.

Cayó en un suelo blando y fangoso. El aspecto blanquecino de este era extraño, pero prefirió no pensar en ello, ya que el olor acido y descompuesto… dudaba que fuera a causa de desecho del lago… mas bien, desecho de alguien.

Dejo a la joven tocar suelo cuando salieron de ese sector, a lo que él se dirigió asqueado a meter sus pies en él una de las tantas posas formadas a los alrededores para sacarse lo que en estos momentos tenia pegado a los pies.

Si bien a la caverna no entraba luz directa, algo desde el agua misma la mantenía iluminada, generando que destellos azulados y dorados chocaran contra las paredes. Dando un efecto mágico del cual Kagome admiraba con cierto toque romántico. Y es que al volverse a ver a Inuyasha, lo vio batallando con sus pies en una de las posas tratando de quitarse los restos de la pasta blanca mientras lanzaba maldiciones, de lo cual lo encontró adorable. Él era su soporte. Alguien completamente indispensable para ella. Las ganas de abrazarlo, tocarlo, hablarle y besarle aumentaban transcurrido el tiempo. Sea lo que sea el sentimiento… no se sentía culpable de sentirlo. Si bien debido a las circunstancias acepto tomar los votos de sacerdotisa, luego de haber hablado con su padre la culpa ya no le afectaba a la hora de decidirse a romperlos, y estos se fortalecían cuando la idea de llevar una vida junto a Inuyasha se imprimían en sus decisiones y deseos. Lo quería… y sentía que cada día más… y sabia que para él era lo mismo. Se lo demostraba en su actuar. Cuando la tocaba y más aun cuando la besaba. Como si quisiese demostrarle en cada uno de sus actos lo que sentía, y así mismo era.

Inuyasha sintió la mirada de la joven sobre él, a lo que alzo la vista dando con su radiante sonrisa, pero algo al fondo de la caverna le llamo la atención, un movimiento, el cual se intensifico viendo en fracción de segundos unos ojos rojizos moverse hacia ellos.

Inuyasha se movió con rapidez y desenvaino colmillo de acero recibiendo al instante el ataque de una enorme garra, haciéndolo chocar con Kagome, la que se aferro a su espalda sin poder quitarse. Estaban siendo arrastrados hacia el estanque principal, a lo que Inuyasha debió ser rápido y librarlos de ello. Enterró a colmillo de acero en el suelo. Sujeto a Kagome y brinco desencajando al tiempo el arma.

Fue entonces en que Seryu se irguió hasta lo alto de la caverna pudiendo ellos apreciarlo en su totalidad. Las escamas azulinas resplandecían y ante cada movimiento de músculos sonaban como un tintineo de metales. Las largas barbas… daban la sensación de una criatura antigua, majestuosa y magnifica, y Kagome por un extraño motivo se sintió atraída hacia él, sin embargo el Gran Dragón Azul solo tenía ojos para Inuyasha, hasta que pasando ello por alto se dejo asomar desde la espalda, pudiendo él verla.

Le vieron erguirse y mirarla extrañado, a lo que Kagome confiada por ello adelanto a Inuyasha para acercarse, mas el joven hibrido le sujeto la mano impidiéndole el avance, escuchando como Seryu gruñía ante esto.

—Está bien… —le dijo ella en un susurro. Y con su mano libre intento liberarse, cosa que no logro —. Es por lo que vinimos. Déjame hablar con él. Después de todo, las historias cuentan que Seryu era el más sensato de los cuatro.

—Eso no quita el que intente matarnos desde que se percato de nuestra presencia.

—Te equivocas —escucharon una voz profunda provenir de la bestia —. A ella no me interesa matarla… solo a ti, Sesshoumaru.

Kagome lo miro extrañada, mientras que Inuyasha ya mostraba indicios de que lo escuchado le estaba afectando. Rara vez se equivocaban y los confundía, y es que su hermano siempre fue pomposo a la hora de vestir, y las líneas en la cara… ¿Lo confundieron con Sesshoumaru?

—¿Cómo me llamaste? —se adelanto irritado dispuesto a desafiarlo.

—Hummm… —exclamo la criatura con tono curioso —. Extraña coincidencia. No eres él, para tu suerte…

—Para la suerte de muchos — susurro exasperado.

—Es cierto… Inutaisho tenía otro hijo. A lo que veo, eres tú, ¿No? —Inuyasha asintió cruzándose de brazos y alzando el mentón —. ¿Eres igual de desagradable que tu medio hermano?

—¡JA! Por fin alguien lo dice bien —Sonrió Inuyasha a Kagome y ella le respondió del mismo modo. Se volvió al Dragón y dijo—: Solo cuando se lo merecen.

—El nuevo guardián del Este cree que toda criatura se lo merece —acoto Seryu.

—Eso es cierto —asintió Inuyasha —. Pero yo no tengo un palo metido en mi trasero.

El Dragón guardo silencio por largos segundos, hasta que lo vieron acomodarse en su lugar.

—Bueno, eso explicaría su humor — y rio estruendosamente e Inuyasha le imito, pero al este volverse a la joven la vio incomoda y no muy agradada con la broma.

—¿Qué? —ella solo negó y avanzo hacia el Dragón.

Espero a que dejara de reír para arrodillarse ante él.

—¿Qué deseas muchacha? En realidad ¿Qué desean ambos?

Kagome se irguió y lo miro en suplica a los ojos generando en él un estado de incomodidad.

—Gran Seryu, mi madre me dijo que eres sabio, y si en uno de Uds. cuatro podría confiar de manera inmediata, era en ti y Byakko.

—Sabias palabras la de tu madre. Pero aun no me dices ¿Qué quieren?

—Necesito tu ayuda. Los cambios climáticos están provocando estragos por todas partes. Necesito tu influencia para que esto termine. No sobrevivirá nadie pasado un mes… por favor Seryu, ayúdanos como lo hiciste siglos atrás.

—¿Ayudarlos? ¿Por qué debería? Los humanos no han hecho más que causar problemas. A mí en lo personal lo han hecho. No tengo planeado de proteger seres que solo me han causado problemas.

—Lo entiendo… pero aun así…

—Aun así —la interrumpió —. Nada me obliga a ayudarte. Lo siento.

—Si… algo te obliga. La promesa realizada a mi madre. Ustedes cuatro juraron cuidarla y serle fiel, y por lo que entiendo esa promesa la extendieron conmigo... Vengo a exigir que esa promesa se cumpla.

—No somos tan ilusos de realizar promesas a cualquiera. A la única que le debemos respeto, y solo eso, es Ame No Uzume, la cual se vio forzada a traicionarnos incluso. No la juzgo por ello. Yo estaba al tanto de lo que planeaba. Era Suzako el que se mostró mas alterado. Siempre ha tenido un carácter bastante explosivo. Bueno, cualquiera lo tendría viviendo donde vive.

—¿Sabes donde habitan las otras Bestias?

—Si lo sé o no, eso no es problema tuyo, muchacha. Lo siento, pero no puedo ayudarte.

El Dragón azul se volvió y se dispuso a meterse en el pozo de agua, sin embargo Kagome corrió hacia él.

—Hace muchos años, mi madre se vio condenada y limitada. Arriesgo su propia vida para encerrarlos y así protegerlos de la posible condena. Exijo que me ayudes por respeto a ella, Ame No Uzume.

El Dragón la miro por largo segundos. Quizás intentando saber si lo que Kagome decía era cierto o no. Se acerco a ella y la miro al rostro con detenimiento.

—Tienes cierto parecido. Aunque exudas humanidad… — la olfateo nuevamente y los ojos del dragón se tornaron de un rojo más intenso —. Dices ser la hija de Ame No Uzume…

—Lo soy.

—Me sorprende que lo digas con tanta severidad, cuando ella juro no confesártelo, y solo algunos saben el secreto.

—No lo hizo… mi padre… él…

—y ¿Tu padre es…?

—Katsumoto Higurashi. Líder del Clan del Tigre del Oeste.

—Gran nombre — Se burlo —. La hija de Ame No Uzume tampoco sabía quién era su padre.

—Así era. Pero lo descubrí…

—Muchos descubrimientos. Tienes un don que deberías aprovechar y utilizar para tu cometido, y así descubrir el modo de salvar a tu gente.

—¿Te estás burlando de mi?

—Así es. Me resultas graciosa en cierto modo, ya que esperaba que con solo ver tu aspecto creyese que eres hija de Ame no Uzume… vistes de sacerdotisa, y sin embargo vienes con él, el cual supongo es más que un amigo. ¿Rompiendo promesas?

—Solo sigo mi corazón y hago lo que él me indica como correcto. Mi madre también rompió sus votos cuando decidió aceptar a mi padre.

—En parte es cierto, si fuera tu madre.

—¡Lo es!

—Y ¿Con eso debo creerte?

—Sí.

Él se bufo.

—Lo siento muchacha. Pero no has dicho nada que realmente me demuestre lo que dices ser.

—Es mi palabra…

—Las palabras son fáciles de decirlas. Y siguiendo las sabias palabras de Byakko, las palabras se las lleva el viento. Deben irse.

—¡Nadie me hizo creer nada! — lo interrumpió Inuyasha —. Yo estaba junto a ella cuando su abuelo, Tsubasa Higurashi le confesó quien era su padre.

—El viejo Tsubasa… lo creí más reservado.

Kagome intento controlar su respiración. Incluso, ya ni siquiera escuchaba lo que Seryu e Inuyasha discutían. Y es que la frustración producida ante todo lo ocurrido le estaba alterando. Por lo que como un intento de calmarse se cubrió los oídos y cerró los ojos intentando calmar su respiración. Seryu era difícil… se lo estaba haciendo difícil. Y lo que sea que le hizo creer que no habría problemas y que la Bestia la aceptaría sin problemas, esta ya desapareció y ahora… sentía que desaparecería toda esperanza… y es que él tenía razón ¿Cómo demostrarle al mundo que ella era la hija de Ame No Uzume? Debía haber algo. Debía existir un modo de que ellos cuatro pudiesen identificarla. Después de todo las cuatro Bestias Sagradas lo eran gracias a su madre. Debía haber un modo en que la reconozcan parte de ella… de ellos incluso.

Kagome relajo las manos y lentamente las dejo caer a cada lado dejándolas colgadas. Abrió los ojos y observo como la discusión entre ambas criaturas continuaban. Pero ahora en el Seryu había cierto tono de humor. Avanzo y se quedo a metros de ellos llamando la atención de ambos, por lo que dejaron de hablar.

—Debe de haber un modo — dijo ella a lo que Inuyasha la miro extrañado, y su actitud empeoro al escuchar a la criatura hablar.

—La hay. Tengo mis métodos… — la miro a los ojos — ¿Estás dispuesta a someterte a él?

La joven lo medito un minuto, para luego alzar la cabeza y asentir.

Y ambos jóvenes pudieron jurar creer ver al Seryu sonreír… por lo cual dudaron de que el medio sea de modo agradable. Pero Kagome tenía claro que era tarde para retractarse… o colocar resistencia. Ahora solo debía seguir… solo seguir.

Continuara…