Hola a todos! La verdad es que este fic se me ha ocurrido el pasado fin de semana y hoy qe me di un tiempo para escribirlo, he decidido hacerlo puesto a qe las ganas me ganaron. Mi nombre es Miyuki Kurosaki y esta es mi primera vez escribiendo una historia de DGM, debo decir qe es una de mis mangas preferidas y qe al mismo tiempo estoy escribiendo otra de bleach llamada "malas influencias", si os gusta los temas de drogas podran encontrar eso alli solo qe... ese ha sido mi primer fic y por lo mismo los primeros capitulos estan algo feos y mal escritos hahahaha aunqe no es mucha la comparacion a como tengo escritura ahora XDD pero bueno...

En resumen este es mi segundo fic y estoy muy entusiasmada por ver como me ira C:! Debo de advertir qe adoro la escritura dramatica y qe las cosas graciosas no se me dan XD espero qe os guste y de paso me dejen un review con su opinion!

y ahora, ¡Comenzamos!...


"No mires" susurró el payaso.

"¿Por qué?"

"Porque a la muerte no le gusta ser vista"

Y despues de eso, el anciano cerró los ojos.

PROLOGO

La primera sensación y el primer pensamiento son inolvidables….

Las manos, frías como un cubo de hielo, justo la clase de frialdad que ni una buena fogata echa a la intemperie en medio de un bosque floreciente puede apagar. La cabeza sucumbida ante un mar de imágenes que divagan en distintos puntos de tu ser y que al final del túnel terminan encontrándose con un puñado de ondas desbastadoras que solo te predicen el pánico que estas a punto de sentir.

El instante pasa rápido, el recuerdo en tu cabeza hasta la fecha sigue vivo.

La sangre se cuela entre tus dedos, se siente pegajosa y sumamente cálida a comparación de ellas. El cadáver y la mirada apuntan a tus ojos, que en el fragmento de segundo que sucedió la pesadilla te miraron con un brillo que jamás habías visto en otra persona, en ningún otro ser vivo en la tierra. En medio de pavor, en medio de enojo, en medio de sufrimiento y en un arrepentimiento.

Y después todo eso se mezcla, te provoca nauseas y comienzas a notar un leve temblor que se extendía con plenitud por todo tu cuerpo comenzando desde tus brazos. Sabes que ha llegado la hora de largarse de ahí antes de que alguien te pille en medio del acto, sabes que lo has hecho bien y la corrompida policía no encontrara ninguna evidencia que señale tu culpabilidad en el pecado que has cometido.

Sabes que desde ese instante, todo ha cambiado.

El cuerpo inerte a tu derecha, la pistola en tu mano izquierda, ¿Tú cabeza? Francamente ya no te interesa.

Cierra los ojos y respiras.

Te sofocas, te iluminas, te lo niegas y al fin de cuentas lo aceptas….Entonces recuerdas las veces en que los observaste a "ellos", en que los odiaste y de alguna manera psicópata, los envidiaste. Te das la media vuelta y contemplas la vereda. Te has convertido en algo que alguna vez juraste nunca ser.

"Esos" de conciencia sucia.

"Ellos" de mente cerrada.

"Esos" de manos ensangrentadas.

"Ellos" que alguna vez, cuando nacieron, fueron inocentes.

Es inevitable. Ya no eras el mismo de antes.

Carta de Allen.


.

Porque vuestras manos están manchadas de sangre y vuestros dedos de culpa,

Vuestros labios hablan falsedad y vuestra lengua habla perfidia.

Isaías 59

Paris, Francia, 7 de marzo de 1983

Kanda pensó que el clima era pésimo. Estaba de mal humor y se descubrió a sí mismo con el mismo ceño fruncido que siempre cargaba aún mas exagerado cuando divisaba la ambulancia y la policía fuera del internado. Estaba empapado y las gotas de agua no dejaban de escurrir por su rostro. Ni si quiera quiso tomarle importancia a los oficiales que intentaban detenerlo cuando él se adentraba en el edificio ni la razón del porque los paramédicos estuviesen ahí así como no le había tomado importancia a sus nuevas botas estilo militar manchadas de lodo y a las marcas que dejaban estas sobre el piso de alfombra de a lo que quizás podría llamarle "hogar".

Sencillamente estaba de mal humor y el bastardo quien quisiese hablarle no viviría para ello. Él era Yuu Kanda después de todo, el respetado, el odiado, el querido y maldecido. El hijo de puta del orfanato.

Y la verdad es que le extrañaba que aquellos oficiales estuviesen afuera del lugar. Porque pese a que la gente "normal" pensase que se trataba de un lugar corriente donde los pobres niños indeseados e hijos de zorras vivían con la muerta esperanza de tener una familia, el gobierno y toda la mierda que conllevaba con él sabía muy bien la doble vida que llevaban.

El único recuerdo de la infancia de Kanda era la ferviente sensación de odio hacia el puto lugar.

Pero entonces sus pensamientos dieron un giro de 180 grados cuando observó pasar una bolsa negra del tamaño de un cadáver sostenida por 2 policías a su lado. Se había detenido en seco, la había visto pasar y no había movido ni un solo musculo. Muchas clases de pensamientos y posibilidades se le cruzaron en la mente pero solo uno fue casi acertado.

-Kanda...-Le dijo un muchacho rubio que a veces veía por los pasillos. -Lo siento mucho...-

Y entonces supo que era hora de volver a la jodida realidad. El muchacho de larga melena azulada agrandó los ojos cuando escuchó al rubio pronunciar esas palabras. Todas sus posibilidades se hicieron más remotas en ese momento. Empujó al chico que le estorbaba para abrir paso a su nuevo camino con zancadas largas y veloces. Tenía el puño cerrado y tenso. Después aventó bruscamente una puerta con su pie cuando giraba a su derecha y miraba de reojo a todas las personas en la habitación que le observaron fijamente asustados.

A diferencias de ellos, él posó su vista en una sola.

Era una chica, una joven de 19 años con cabello corto y negro con destellos verde, ojos violetas sin igual y piel blanca, más pálida que lo acostumbrado en esta ocasión. La chica se llamaba Lennale y estaba como una loca chillando.

-Yo...- escuchó decir por ella cuando él se acercaba.

-¿Donde esta?.- soltó con frialdad. Lennale se echó a llorar de nuevo.-¿Donde?.- repitió él.

Ella lo negó con la cabeza y los nervios de él se tensaron en un instante. Kanda escuchó otra de las puertas de la habitación abrirse y miró al pelirrojo salirse de ella. Aquel era el cuarto de vigilancia y eso solo podía significar una cosa. -Quiero verla.- le dijo al pelirrojo.

Lavi le miró con su unico ojo descubierto verde esmeralda, el otro, por razones que todo el mundo desconocía, lo tenía cubierto con un parche. Kanda muy seguido se burlaba de ello. –Kanda…Sabes que no puedes...-

-¡Como si eso me importara!.-

-Escucha, Sé que estas...-

-¡No te atrevas a decirme que me calme!.-

-Si lo haces tú...-

-¡QUIERO VERLA MALDITA SEA!.- vociferó el chico cuando lo tomaba por el cuello de su camisa, entonces el pelirrojo bajó la mirada.

-La a cinta ya está puesta, ya sabes cómo usarlo.- susurró esquivando sus ojos y dejándose caer al suelo cuando este lo aventaba a un lado.

Kanda entró en la oficina sin cerrar la puerta y se detuvo cuando las pantallas se encendieron por si solas con diversas imágenes de distintos ángulos del internado en ellas en pausa. El chico ni si quiera vaciló en presionar ese botón. El resto del acto hablaba por si solo en general.

Y entonces sintió como un pequeño hueco de su estomago se abría cuando en una de las pantallas observaba la sombra de alguien pasar y posarse de un instante a otro en otro punto del orfanato. Estaba muy oscuro y el hombre seguía demasiado lejos como para ponerse a sentenciar y afirmar de quien se trataba, pero los pocos detalles que le daban pudo distinguir un aire extremadamente familiar en él. Algo que en ese momento no quiso prestarle atención. El japonés siguió su andanza fijamente con la mirada, era más que obvio que el hijo de puta estaba bien entrenado ya que el bastardo se movía ágilmente sin vacilar, casi como si conociera los remotos pasillos del patético lugar.

Yu Kanda lo siguió con la mirada hasta que se detuvo.

Y después existió una prolongada pausa. Sus nervios estaban a la punta del desborde.

Y él miró al bastardo abrir la puerta cuando sacaba su arma. Miró movimientos de labios, movimientos de cuerpo y el sonido de un maldito balazo. Solo uno.

Después de eso los siguientes segundos fueron horribles para Kanda.


-Veinte minutos….- El otro chico le siguió con la mirada y le cuidó desde cerca. –Ese es el tiempo que apostaremos.-

-Voy a ganar…-

-No creo estar muy seguro de ello.-

-¿Y puedo saber que te hace pensarlo?.-

-Pues… Hay niños presentes, y creo yo que no eres tan cruel como para dejarlos traumados.-

Una leve sonrisa se dibujó en el rostro del menor.- Nada que un buen psicólogo no pueda curar.- el muchacho caminó hacia la puerta. - Veinte minutos entonces.- susurró cuando tomaba "eso" que estaba a lado de la puerta.-Nada más, y nada menos.-


Un minuto de silencio, una sofocada sensación de pavor, y los eternos segundos que le parecieron cuando el cuerpo inerte del viejo caía como si nada al suelo.

Kanda observó el cuerpo del viejo que lo había entrenado desde que tenía memoria desplomarse como si se tratase de un muñeco. Observó como la caliente, desagradable, sucia y pegajosa sangre comenzaba a escurrirse por el piso con rapidez. Observó a Froi Tiedoll caer sin vida. ¿La realidad jugaba con él o era su misma cabeza la que lo hacía ver algo tan desagradable e ilógico como eso?. Aquel era el mismo viejo que le había enseñado a él todo lo que sabía. El mismo viejo que siempre había tenido los mejores reflejos entre todos. El mismo viejo que él creía que nunca hubiese muerto con un maldito balazo, la misma lógica que le gritaba que hubiese matado a su asesino desde el mero instante en que este estuviese parado afuera de su despacho.

-Kanda...- Murmuró Lavi a sus espaldas, tratando de poner su mano en su hombro pero justo como la reacción que lo esperaba el japonés no lo dejó.

El extraño asesino con gabardina se arrodilló hacia el cadáver y duró unos segundos de espalda hacia la cámara. Cuando se dio la vuelta Kanda sintió al mundo venírsele encima.

La sangre de la cabeza de Tiedoll escurría por las manos del muchacho que caminaba con ella hacia la cámara supuestamente oculta del despacho.

La verdad es que Kanda había pensado en muchas posibilidades, en muchas opciones. Había pensado en todo menos en "eso". En "eso" que hizo que su estómago se revolviera, que sus emociones y sentimientos casi colapsaran y que sin embargo, seguía sin demostrar en el exterior.

-Kanda…- volvió a decir Lavi, cuando esta vez trataba de buscar alguna manera de que la cinta se arruinara y no dejara nada más para el japonés.

Otro pasó del asesino.

-Cállate.- soltó el de melena larga.

-¿Estás seguro que...-

Y el chico de la pantalla se quedó parado a un metro de la cámara, con la mirada levantada y totalmente enfocada en esta, lo curioso es que todos los presentes ahí estaban seguros que nadie nunca hubiese visto esa cámara oculta de vigilancia al menos claro que...

-¡Cállate!.-volvió a gritar.

Se tratase de una persona que hubiese vivido bajo el mismo techo.

El asesino, el chico de cabellos plateados y ojos grises. El chico que en su rostro se podía apreciar una cicatriz en su ojo izquierdo, larga, que cruzaba una línea casi gruesa desde su frente, pasaba por la ceja y el ojo y llegaba casi hasta su barbilla. Una cicatriz terriblemente fea y terriblemente conocida para Kanda.

-Allen Walker.- murmuró Link cuando se posaba a espaldas del de melena larga y azulada.- Ex- miembro de la orden...-

-No...- contestó Kanda cuando hacia puño sus manos y agudizaba su mirada. Vio como Walker claramente le sonreía a la cámara y levantaba la cabeza del viejo. –Solo es un maldito traidor.-


Y todos en un solo tono lleno de misericordia contestaron "Amen". El Sacerdote volvió a acercarse el micrófono a la boca comenzando a pronunciar las siguientes palabras que pertenecían al ordinario de la Misa.

Allen Walker volvió a pegar su ojo a su vista telescópica de su fusil cuando con mucho cuidado apuntaba un poco más a la izquierda. Justo en el puro centro de su cerebro. Leía sus labios, le gustaba agregar el toque dramático y sarcástico a los actos de homicidio que él hacía. Solo una huella, un punto más para dejar más alguna trauma en la mente de los demás.

"Tú que has enviado a sanar los corazones afligidos..."

El albino posó sus dedos una vez más sobre el gatillo.

"Tú que has venido a llevar a los pecadores..."

Entonces junto con el padre dijo:

-Cristo ten piedad...-

Y en ese momento la bala profanó en la cabeza del padre a la vez que los miles de cristales de la ventana caían al suelo.

Los gritos casi al instante se apoderaron del lugar junto con la sangre que resbalaba con suavidad sobre el templo. Y la primera persona en salir fue la primera en encontrar el regalo.

La cabeza de tiedoll con una carta en la boca.

Allen decidió que era hora de marcharse.


Lavi le miró triste. Aunque Kanda siempre tuviese una máscara que cubría todas sus emociones pudo observar con claridad su frenética desesperación sobre sus ojos. El chico de melena larga le pasó a su lado bruscamente.-¿A dónde vas?.- le gritó este cuando tenía el ademán de detenerlo con mano.

Kanda le miró con el rabillo del ojo.- Ha pasado 3 horas desde eso.- volvió su vista hacia enfrente.- Voy a buscar al hijo de puta y voy a matarlo.-

Aquella había sido la primera vez en 5 años que sabían algo de él.