Capítulo 1: Donne, donde todo empieza
El ambiente de aquella taberna era el más adecuado para el tipo de local que era, pero para él… bueno, para él si no ocurría nada diferente de lo que se suele ver en un lugar de tapas, el ambiente le resultaba literalmente un "coñazo".
- Recuérdame por qué cojones estamos aquí, Killer.
- Porque ya has destrozado los otros bares con esa manía tuya de golpear a todo lo viviente, Kidd.
Sus finos y oscuros labios dibujaron una siniestra sonrisa.
- Lo había olvidado.
Vació de un trago el resto de la cerveza que reposaba en su jarra y observó a su alrededor. El local, mínimamente iluminado con una bombilla en cada esquina, reunía en su interior a un grupo selecto de personas de una reputación de lo más cuestionable por aquellos mares del sur. No obstante, ninguno de los allí presentes llamaba en lo absoluto su atención, por no decir que evitaban a toda costa tener algún contacto con él. Era consciente de su mala reputación y se sentía de lo más orgulloso de ella. De no ser así, nunca se habría hecho pirata.
Observó aburrido el ir y venir de los hombres de la barra. No había ninguna mujer en el bar y mucho menos ningún niño, por lo que todas las miradas se centraron a la vez en la femenina figura que descendía lentamente por las escaleras de la entrada, quedando el local en completo silencio.
- Parece que al final puede que sí veamos algo interesante, Killer – comentó a su primer hombre, con una divertida mirada.
- Sería entretenido – el joven rubio de máscara azul y blanca asintió a su capitán mientras que un hombre les servía otra cerveza.
Kidd observó con más atención a la muchacha. A causa de la poca iluminación de la sala no era capaz de distinguir en absoluto su color de pelo o incluso de ropa, pero eso no impidió que reconociese la sangre que caía por ambos brazos y piernas de la chica.
- Ponme una cerveza.
Su voz sonó ausente, no parecía ser consciente del lugar en el que se encontraba. El tabernero por su parte no se fijó en la sangre que ya había teñido de rojo la ropa de la joven y le sirvió lo que había pedido, recogiendo con la mano la moneda que ella le ofreció a cambio.
- Vaya, es la primera vez que una joven señorita como tú entra en mi bar. ¿Estás de viaje?
Ella dio un trago largo a la cerveza, visiblemente sedienta.
- Algo así.
- Ya veo, por lo que estás buscando a alguien, supongo.
La joven mantenía la cabeza gacha sobre la jarra y su largo y desordenado flequillo cubría su mirada completamente.
- Sí.
- ¡Lo sabía! En esta época raro es aquel que viaja por negocios – soltó una carcajada – ¿Y quién es el afortunado? ¿Un novio, un padre perdido?
Un tenso silencio reinó en el interior de la taberna durante varios minutos.
- Es un hombre muerto.
El tabernero se quedó inmóvil en silencio mientras la joven vaciaba su jarra y salía de la taberna. Su tono de voz había sonado demasiado frío y desprovisto de expresión alguna.
- Parece que se acabó el entretenimiento – comentó Kidd.
- Esta vez han sido seis minutos, puedes estar contento.
Ambos observaron el lugar en el que momentos antes aquella chica se había sentado. Tanto la barra como el asiento y el suelo se habían manchado de sangre.
- Habría estado presente en alguno de los bares que hemos visitado hoy.
Su sonrisa amenazó con oscurecer por completo el local.
Demonios. Se llevó la mano al profundo corte que tenía en el brazo. ¿Por qué? ¿Por qué razón había ocurrido aquello? Cayó de rodillas en medio de la concurrida calle de Donne, la última parada obligatoria para todos los piratas del sur antes de cruzar al Grand Line.
Con el dorso de la mano que no tapaba ninguna de sus heridas se apartó las pequeñas lágrimas que bajaban por sus mejillas. Se miró las manos.
- ¿Qué he hecho? – Sollozó - ¡Oh, Nick! ¿Qué he hecho?
Sus hombros se convulsionaron en un silencioso llanto que fue observado por todos los presentes. ¿Dónde estaban su valor y su orgullo? ¿A dónde habían ido a parar?
Lanzó un grito desesperado al cielo, sobresaltando a todos los transeúntes. Ya no había nada más. Estaba sola. Volvió a mirar sus manos: las manos de una asesina.
- ¿Está seguro de que el problema ha sido eliminado por completo, señor?
Un marine novato esperaba nervioso la respuesta de aquel hombre, el doble de alto que él y ataviado con un extraño y plumoso abrigo rosa. Sintió que le miraba a través de las gafas de sol que llevaba puestas.
- Completamente – Donquixote Doflamingo se arrodilló junto al moreno que yacía muerto sobre el césped, con un certero disparo en la cabeza –. Creo que después de esto podemos decir que la banda de los "Piratas de Nick" ha dejado de existir. O dejará de existir en breves – rió.
- Pero señor, la joven aún no ha aparecido.
- No creo que nos dé problemas, al fin y al cabo, casi se aniquila ella misma, por lo que no considero que vaya a ir a curarse a un hospital o ningún otro sitio con toda la culpabilidad que debe llevar ahora mismo sobre sus pequeños hombros.
El joven marine no pudo evitar que su mente albergase dudas. Al fin y al cabo, ella era una joven por la que ofrecían 43 millones de berries. De aspecto pequeño o no, no se rendiría tan fácilmente.
No, aquella chica no podía estar bien. Su cabellera larga y descuidada de color castaño claro, casi dorado, había perdido su brillo y su ropa manchada de sangre tampoco mejoraba su imagen. Sus ojos de color miel dorado, muy claros, tenían una mirada triste pero decidida.
Se desvistió completamente ante el espejo de su camarote y observó sus heridas, todas ellas causadas por sus propias manos con todo lo que había encontrado que pudiese dañarla en aquel momento. Ramas, espinas, rocas, cuchillos… cualquier cosa de ese claro le había servido como arma suicida, pero al final no había muerto, no había tenido el valor de matarse.
Pero en aquel momento eso ya no rondaba por su mente. La sádica sonrisa que adornaba el rostro del hombre rubio golpeaba su conciencia desesperadamente, pero ya se encargaría de él más adelante. Por el momento, tenía una promesa que cumplir. Aún a sabiendas de que su capitán no habría estado de acuerdo con ella bajo ningún concepto, él ya no podría impedírselo. Ya volverían a encontrarse en la otra vida, donde él la regañaría por ello.
Abrió uno de los cajones de la mesilla y sacó de ellos unas tijeras, vendas y una pomada para el dolor. Sanó sus heridas lo mejor que supo, ya que nunca había sido muy hábil con la medicina y se encaró al espejo, con su rostro aún sombrío y de mirada decidida. ¿O era resignada?
No titubeó en el momento en que tomó uno de los mechones de su cabellera, que le llegaba a las caderas y lo cortó a la altura de sus hombros.
A pesar de saber que debían prepararse para su entrada a Grand Line, Kidd y sus hombres derrochaban despreocupación. Uno de ellos, con vestimenta que recordaba la forma de un escarabajo, salió de una tienda de armas con un gran tridente en la mano.
- ¿Y eso qué es? – preguntó el capitán.
- Ya veremos para lo que me sirve luego.
- Estoy seguro de que con esto puedes matar a más de tres personas a la vez, ¿no crees, Killer?
El rubio caminaba detrás de su capitán.
- Entonces se parecería a ti, Kidd.
El grupo entero caminaba destacando por sus pintas por las calles de Donne, donde ya habían causado más de un alboroto.
- Volvamos al barco, por hoy ya no haremos mucho más aquí.
De camino al puerto un antro llamó su atención, y como buenos corsarios que eran, no se tomaron la molestia de evitar entrar a empinar bien el codo. Sí, su última noche en el mar del Sur sería entretenida.
Llevaban varias botellas de vino entre todos cuando unos gritos del exterior llamaron su atención.
- ¡FUEGO! ¡HAY FUEGO EN EL MUELLE!
- ¡Traed más agua! ¡Más agua!
- ¿En qué muelle ha ocurrido?
- ¡En el octavo! ¡De pronto un barco explotó sin razón aparente!
Los "Piratas de Kidd" se relajaron, su barco estaba anclado en el tercero.
- ¿Pero cómo ha ocurrido?
- Nadie lo sabe, dicen que el barco que ha explotado ha sido el de los "Piratas de Nick".
- ¡¿Qué? ¡¿Ese que decían que su cabeza valía 86 millones de berries?
Kidd se levantó de golpe de la mesa y acercándose al alterado muchacho, le agarró del cuello de la camisa y le estampó contra la pared.
- ¡¿Estás seguro de que era su barco? ¡¿Dónde mierdas está ese bastardo ahora?
- N-no lo sabemos señor… aún estamos buscando y… tú… - dijo al reconocerlo – tú eres… el de los 69 millones de berries.
Uno de los piratas que habían observado la escena en silencio se acercó a ellos.
- Eustass Capitán Kidd. Tenía ganas de medirme con alguien como tú. Supongo que si te mato, lograré que el Gobierno entienda por fin que tanto mi banda como yo vamos en serio.
El hombre de la banda de Kidd con aspecto de zombie se acercó a su capitán.
- Capitán, él es Luca Montsoul, un pirata que ha acumulado 60 millones de berries de recompensa.
Una siniestra sonrisa se dibujó en el rostro del pelirrojo.
- Bien. Entonces ya veo que matarle servirá para algo.
Fuera del bar, el ambiente no era para nada más tranquilo. La gente corría de un lado para otro, completamente aterrados ante la rápida propagación que el fuego había tenido, pasando en cuestión de minutos del octavo muelle al séptimo.
Frente al barco del que había partido el fuego, o mejor dicho, frente a las ruinas del barco del que había partido el fuego, los más valientes se quedaban a observar las llamas mientras que otros se encargaban de extinguirlas. En el grupo de los observadores, una joven de ojos dorados sostenía a su espalda una pequeña mochila donde llevaba lo único que iba a necesitar de aquel barco. Su pelo, había quedado cortado a la altura de sus hombros los mechones más largos, mientras que el resto, habían sido cortados de forma asimétrica y a diferentes alturas (nota de la autora: como el pelo de Keimi tras el paso de los 2 años) y su color castaño parecía brillar más que antes.
Se alejó del lugar en busca de una cama donde pasar la noche. Unas voces gritaban a sus espaldas al descubrir que la tripulación había sido quemada mientras dormían. Cerró los ojos mientras entraba en una pequeña taberna. Había sido inevitable matarlos.
A penas había dado dos pasos en el interior del local cuando tuvo que esquivar rápidamente un cuchillo carnicero que acabó clavado en la pared a pocos centímetros de su rostro.
Kidd observó el rostro sorprendido y posteriormente molesto de la muchacha que acababa de entrar al bar. Soltó el cuerpo inerte de Luca Montsoul sobre una de las destrozadas mesas de madera y volvió a sentarse junto a su banda, ignorando que la joven se había acercado a él desde la puerta. Le dio unos toquecitos en el hombro por detrás.
- Oye.
Kidd se volteó a ver quién era y por qué demonios no iba a molestar a otra parte, pero todo lo que vió fue un puño impactando secamente sobre su rostro. La mesa entera se quedó en silencio. La taberna entera observó a la joven que había sido lo suficientemente valiente o inconsciente como para golpear al hombre que acababa de causar tal masacre en el lugar.
- Eso por ir atacando a la gente sin motivo.
Kidd cerró los ojos mientras esbozaba una sonrisa siniestra, acariciando la mejilla en la que aquella niña le había golpeado.
- Bueno, comprenderás – la miró amenazador – que ahora ya sí tengo un motivo para acabar con tu vida.
La joven entrecerró los ojos alerta, pero lo que no esperó fue un ataque por la espalda. Sintió en su brazo recién sanado cómo un cuchillo de los de la barra se introducía dolorosamente en su piel.
- ¡¿Pero qué…?
"¡Un usuario de las frutas!" – le miró un momento pensativa, mientras se extraía el cuchillo del hombro.
- Chiquilla, ahora vas a lamentar lo que has hecho – dijo mientras la sujetaba del cuello y golpeaba de un puñetazo su estómago.
- No soy… de las que… lo lamentan – dijo ella, con un fino hilillo de sangre cayendo por su barbilla.
Kidd alzó el brazo de nuevo preparado para golpear, pero algo le detuvo sujetándoselo de la muñeca, con firmeza. Observó el rostro sonriente de la joven.
- Ahora veremos, quien de los dos es el que lo siente.
Y otra de las ramas del árbol atravesó nuevamente la pared para sujetarle el otro brazo, inmovilizándole.
- ¡¿Qué haces niña? – Rugió Kidd furioso.
- Shizen Shizen no Mi. No eres el único usuario del mundo.
¿Quién era esa chica? Observó detenidamente su mirada y su cuerpo. Era evidente que no le temía y aquello le enfurecía, pero bajo su camisa de tirantes negros se observaba un cuerpo vendado al completo. Su pelo estaba recién cortado también. Comprendió y soltó una carcajada, se aprovecharía de ello.
- Así pues, eres una mocosa muy fuerte.
La vió titubear ante su sarcasmo y entonces atacó. De un único y fuerte tirón se liberó del agarre del las plantas y tomó a la joven del cuello de la camisa, golpeando en dos puñetazos la herida del hombro y la del estómago.
La lanzó contra una de las mesas aún enteras y sonrió ante su mirada sorprendida.
- Puede que no sea el único, pero sí el más fuerte de los dos.
- Ni en sueños me vencerías.
La sonrisa se borró de su rostro. Nuevamente, la chica no mostraba el menor atisbo de miedo en su mirada.
- Quién eres.
Y ante sus atónitos ojos, ante aquella simple exigencia, ella se derrumbó en lágrimas, completamente destrozada. Todo el mundo se sorprendió. Killer le informó alarmado sobre el avance del incendio y Kidd se separó de ella, que llorosa y sonrojada, se abrazaba a sí misma como una niña pequeña.
"¿Pero qué demonios pasa con esta mocosa?"
Hizo un gesto de desaprobación, era tan miserable que debería acabar con su vida allí mismo, en aquel instante, al fin y al cabo, los débiles no tenían lugar en ese mundo, pero el barco era más importante, por lo que la dejó allí tirada, en medio de la sangre que volvía a fluir de sus heridas recién abiertas.
Continuará...
¡Ah! Por cierto, se me olvidó decir que la Shizen Shizen no Mi es la fruta de la naturaleza (Naturaleza Naturaleza no Mi), y da el poder de controlar las plantas, vegetales... en fin, se hacen una idea, además que ya lo irán viendo con el avance de la historia.