Daré las indicaciones de siempre.

Aclaraciones:

Narración.

— Diálogo —

"Pensamientos".

(*) Esto es un apartado para alguna palabra o concepto que aclararé al final del capítulo.

Advertencias:

Posible OoC en los personajes.

OC's.

Situaciones sexuales explícita-implícitas.

Lenguaje inapropiado o soez.

Género: Romance | Drama.

Clasificación: T | M.

Disclaimer: La serie y sus personajes no me pertenece a mí, sino a ®Masashi Kishimoto.

Nota de Autor:

Esta historia la escribí hace años... Es una de esas ideas locas que te llegan de repente y te despierta esas lunáticas ganas de escribir. No puedo decir que es un What if...? Porque no sé si encaja, es una idea que me llegó de repente con mi personaje favorito (y mi amor platónico), que decidí escribir. Es muy, muy cliché (pero como por ahí dicen que soy la reina de los clichés, pues... No importa), además de que tiene algunas salidas de personajes... También es mi mejor intento de humor, ¡lo juro, lo intenté! Pero, como he decidido re-editar algunas de mis historias y esta es una de ellas, pues aquí la tienen. He tratado conservar la mayor parte del original, a ver que les parece.

Hasta la próxima.


NUEVE MESES.

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‹‹La maternidad es la más importante de todas las profesiones.

Exige más conocimiento que cualquier otro asunto relacionado con el hombre››.

Elizabeth Cady Stanton.

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Capítulo I

Diagnóstico.


Corrió hacia el baño y vomitó.

Era la misma rutina desde hacía una semana (o bueno, la situación se agravó en una semana). Se sentía agotada y sus ojeras ya no podía disimularlas con el maquillaje.

¡Parecía un mapache! Su semblante lucía cada vez peor, pálida, manchada y ahora que lo notaba, ¿estaba perdiendo peso?

Otra arcada, el ácido quemó su esófago… Se sentó en el frío piso, pasó la palma izquierda por su frente sudorosa y quitó los mechones adheridos.

Cerró los ojos, el piso dejó de moverse.

— ¿Por qué no vas a ver a su Tsunade-sama?

Era la décimo cuarta vez que le "pedía" lo mismo (la siguiente sería una orden).

— Porque no estoy enferma — contestó lo mismo que las últimas trece veces —. Solo es una indigestión — ojalá ella se creyera eso.

— ¿Estás segura? — preguntó —. Porque llevas haciendo lo mismo desde hace una semana — le recordó.

¡Error! Era hace semana y media.

— Sakura, estoy bien, ya te dije que es una indigestión — repitió, esperaba creerse esa mentira —. Nada pasará por un mal estomacal — redundó mientras halaba la cadena del baño.

Sakura resopló disgustada, adivinaba que tenía los brazos cruzados y arrugaba los labios molesta. No necesitaba verla para saberlo. Conocerla bastaba.

— Nan, hazme caso — primera advertencia —. Tsunade-sama debe revisarte — porque a Sakura no se lo permitía.

Se levantó del piso, tomó una bocanada de aire y al abrir los ojos se centró en el reflejo de Sakura a través del espejo. Su semblante no era el de una mujer molesta, no, al contrario; estaba preocupada y sus ojos jade la delataban.

Era consciente que Sakura se inquietaba, no era normal que pasara tanto tiempo con una indigestión, sobre todo si conseguía que perdiera casi cinco kilos en una semana. Si continuaba así desaparecería.

Le dio otro vistazo a través del espejo, se sentía culpable, pero… ¡No quería, no podía! ¡No era justo!

¡Tenía miedo! Lo que la Hokage le diría no sería precisamente favorable. No deseaba arriesgarse, ¡y no lo haría!

— Estoy bien, Sakura — trató de darle una sonrisa despreocupada —. Tomaré algo y se me pasará el malestar.

Intentó detener la insistencia de Sakura, sería mejor decirle que iría con la Hokage, aunque no tuviera intenciones de hacerlo. Una mentira blanca no dañaría a nadie, ¿o sí?

— Debes ir con un médico, Nanami — la orden llegó directamente de la fuerte y fría voz de Sasuke.

La aludida reprimió un salto del susto que le dio cuando apareció repentinamente detrás de su compañera de equipo. Esos ojos negros la taladraban firmemente. Debía ser honesta, cualquiera se amedrentaría con tremenda mirada.

Desafortunadamente, ella no era cualquier persona. Frunció el ceño y dijo:

— ¡Ya les dije que no es necesario!

.

.

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Bien…

Oficialmente se podía decir a sí misma que era débil e idiota, (nótese el sarcasmo con el que su mente se lo recordaba). Aunque había algo de lo que Nanami podía estar orgullosa, haber vomitado la espalda de Sasuke cuando después de su terca negativa la cargó como costal de papas hasta el hospital para ser atendida.

¡Hubiese querido ver su rostro! Seguramente no tenía precio la expresión de Sasuke, desgraciadamente se desmayó en el trayecto y no supo más.

Ahora se encontraba tirada en una camilla esperando los resultados de los exámenes que Tsunade le practicó, sin autorización durante su desvanecimiento. ¡Claro! Abusaron de su debilidad y le practicaron todo tipo de pruebas para asegurarse que no moriría, ¡obviamente no estaba moribunda! Solo fue un invento de Naruto para alarmar a todo el mundo. Y vaya que resultó.

Nanami sabía que no estaba muriendo. No. Lo que ella tenía se curaría, eventualmente… Dentro de unos siete u ocho meses, pero lo haría.

¡Carajo! Maldecía su debilidad.

Maldecía esa noche.

¡Maldecía a ese hombre!

Cuando abrió los ojos estaba rodeada por Sakura, Naruto y Yamato. Sasuke, inteligentemente llamó a la tropa de élite para que la cuidaran mientras el volvía a casa para mudarse de ropa. En su mente estratégica, Nanami escaparía por algún hueco de la habitación (dícese específicamente la ventana).

¡Sí, claro! ¡Cómo no!

¿A dónde rayos iría en tal estado? Apenas podía mantenerse en pie, escapar desdichadamente no era una opción en ese momento (pero como lo deseaba con ansias).

Nanami bufó frustrada y dejó caer la cabeza sobre la almohada. Sakura la miró intentando disimular una sonrisa divertida, agradecía el acto extremo de Sasuke. Estaba satisfecha que su compañero de equipo se tomara esa libertad, no obstante, la enferma en cuestión no se sentía de las mil maravillas.

— Nan, no debes molestarte — murmuró Sakura, se sentía culpable por tener que llevarla obligatoriamente; más no les quedó de otra.

Le tenía mucho aprecio a Nanami, desde que fueron asignadas a misiones juntas. Sakura le tenía un poco de pánico a realizar misiones con personas ajenas a su círculo de amistades, sin embargo, sabía que no siempre se podía contar con sus compañeros de equipo, mucho menos su Sensei. A medida que iba creciendo, se dio cuenta que no siempre compartirían misiones y que tenía que interactuar con otros shinobis. Le costó mucho, fue recelosa, a pesar de todo logró compenetrarse con Nanami y formar un bonito lazo de amistad que les llevó a ser tan cercanas. Además, así no tendría que viajar con su Sensei, lo apreciaba; pero los viajes se tornaban aburridos y monótonos. Sin contar que se amargaba la vida por reñirle siempre por ese bendito libro naranja.

— ¡Nanami! — la fuerte y molesta voz de la Hokage quebró el hilo de pensamientos de Sakura.

La kunoichi en cuestión nada más giró la cabeza y contestó:

— ¿Qué?

— Tengo tus resultados — bailó los sobres en su mano, su mirada era iracunda al igual que su tono de voz.

— ¿Y? — sí, sonaba insolente, pero… ¿Quería oír lo que la Hokage iba a decirle?

La respuesta a esa pregunta era: NO.

— No te estás muriendo — contestó, observando especialmente a Naruto.

— Entonces, ¿qué es Tsunade-sama? — inquirió respetuosamente Sakura.

Tsunade sonrió burlonamente y con tono irónico se dignó a contestar a la pregunta de su discípula.

— Solo es un malestar, se le curará dentro de ocho meses, Sakura.

— ¡Sí! ¡¿Qué es Obaa-chan?! — emitió ruidosamente Naruto.

— ¡Ya te dije que me respetes mocoso!

— Tsunade-sama… — intervino Yamato, antes de que si librara una guerra entre esos dos.

Tsunade atendió a la voz calmada del shinobi, respiró profundo, cerró los ojos y respondió.

— Nanami — llamó, la mujer volteó a verla y esperó su sentencia —. Estás embarazada.

Nanami no se sorprendió, de hecho, solo esperaba su confirmación. Sin embargo, no significaba que ansiara escucharla realmente, los individuos en la habitación estaban a punto de quedarse sin ojos. Si los abrían un poco más, los globos oculares saltarían de sus cuencas.

Nanami reprimió una risa que hubiese quedado ridícula en medio del silencio. Parecía un cementerio la habitación. Tsunade contemplaba airada a Nanami.

— ¿Sabes que pudiste complicarte mucho por no atenderte? Pudiste poner en riesgo tu vida y la de tu bebé — regañó — ¿Desde hace cuánto lo sabes?

La mandataria sabía muy bien que Nanami como medic-nin era consciente de sus síntomas y se había dictaminado desde hacía mucho, no obstante, le hacía falta el valor para confirmarlo. Porque no es lo mismo intuirlo, que asegurarlo. El miedo era uno de los sentimientos que le impedía salir de sus dudas.

— Dos semanas, más o menos… — murmuró la kunoichi.

— Sabes que has cometido una completa imprudencia al no acudir a mí en cuanto lo descubriste, ¿verdad?

Nanami asintió desganada, la Hokage resopló. Esa niña siempre lograba que su molestia se fuera tan fácil como llegaba.

— Irás a casa y Sakura estará pendiente de ti — ordenó.

Escuchó a la rubia darle unas indicaciones a su alumna, luego el portazo indicando su salida de la habitación. La avalancha de abrazos y felicitaciones le llovieron de repente, ella aún se sentía aturdida, pero agradecía que se guardaran las preguntas.

.

.

.

Volvieron a casa… Recostada en su cama se dio cuenta que, estaba completa e irremediablemente jodida.

¡Oh sí! ¡Ella no sería la única, claro que no!

¡No señor! ¡Él también lo estaría!

¡Maldito Ninja Copia!