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EL ULTIMO CAPITULOOO‼:D!

ESPERO LES GUSTE Y GRACIAS POR LOS COMENTARIOS ENSERIO

CAP. 10

Miedo a volar

—De modo que hasta aquí hemos llegado —dijo Sakura con cierto dramatismo.

Sasuke, concentrado en saltarse todos los límites de velocidad de la ciudad de Filadelfia, prestó poca atención a los suspiros de fatalismo de Sakura.

—No cabe duda de que es así —confirmó ella.

—Muy bien —respondió al final Sasuke—. ¿De qué estás hablando?

—Es el final del camino, la parada final, la última llamada, el clímax, el cenit…

—Ya lo he entendido. Hablas de mi marcha. Estás enfadada.

—Enfadada, no —lo corrigió—. Triste. Ha sido el mejor viaje de mi vida. Como en una gran montaña rusa. Siento que tenga que llegar a su fin. Por supuesto, como sigas conduciendo a la velocidad del sonido, terminará mucho antes de lo que esperamos.

Las bocinas sonaban mientras Sasuke zigzagueaba con el Corvette entre el tráfico. Si su corazonada era correcta, una vez cancelada la boda. Hidan se marcharía de la ciudad y quería gozar de la oportunidad de echarlo en persona como una buena patada en el… era suficiente.

Miró a Sakura, el rostro de ella lleno de tensión mientras protegía con los brazos al pero que llevaba contra el pecho, y decidió levantar un poco el pie del acelerador. Solo un poco.

—Ya hemos hablado de esto, Pelirosa. He de ir a casa.

—No. Tienes que regresar a Seattle. Esta es tu casa. Mikoto es tu casa. Seattle es… —hizo un mohín mientras trataba de pensar en algo realmente abominable.

—Dónde está mi vida —concluyó Sasuke por ella.

—Se supone que el hogar está donde se encuentra el corazón.

Como si él pudiera confiar en su corazón. Le decía que tal vez Sakura tuviera razón. Que quizá la amara, lo cual era absolutamente imposible en seis días.

—Tienes razón, Pelirosa. Este viaje ha sido como una montaña rusa. Estimulante, apasionante, divertido y temporal. No puedo creer que me ames como dices amarme. Y bajo ningún concepto confío en mis propios sentimientos hacia ti. Lo sensato es regresar a Seattle. Aclarar las cosas en mi mente.

—Lo que tú consideres mejor —convino con tristeza—. Debes tomar la decisión apropiada por ti mismo.

¿Cuándo se había convertido en algo tan elusivo? Aunque tal vez hubiera más de una elección.

—Ven conmigo, Pelirosa. Regresa a Seattle conmigo. Estemos juntos durante más de una semana. Luego podremos decidir si lo nuestro es una vida entera de amor —de algún modo, sabía que estaba mal que le pidiera que se marchara. Y más desde que acababa de reunirse con su familia y había podido presenciar lo más importante que era para ella.

Sakura sintió que el corazón le daba un vuelco con la sugerencia. La quería con él. Era la primera vez que le ofrecía algún indicio de lo que realmente sentía. Pero a pesar de lo feliz que la hacía ese reconocimiento, no podía hacerla feliz lo que le pedía.

—No puedo.

Sasuke había sabido cuál era su respuesta antes de que se la diera. Por eso lo sorprendió sentir un nudo en el estómago.

— ¿Por qué no tienes ningún problema en pedirme que lo sacrifique todo para poder quedarme contigo, pero tú te niegas a dejar a tu familia para venir conmigo?

—Sasuke, sé que puedes pensar que estoy siendo egoísta al no querer irme. Y probablemente no entiendas lo que voy a decirte, pero la verdad es que creo que necesitas quedarte. Es hora de que vuelvas a casa. Yo he estado lejos mucho tiempo, y ahora que he vuelto, entiendo lo que significa el hogar. Es una sensación de tener otro sitio y una conexión que no obtienes en ninguna otra parte del mundo. Tú te marchaste para olvidar el hecho de que tus padres y tu hermano no estaban esperándote en casa como deberían haber hecho. Tienes miedo de que si construyes un hogar, con personas que amas habitándolo, quizá tampoco ellas te estén esperando algún día. Es un riesgo, Sasuke. Y es uno que tú has de decidir si estás listo para asumir.

Ya había dicho todo lo que necesitaba decir. Como Sasuke carecía de respuesta al darle, el coche se volvió muy silencioso y el resto del trayecto pareció interminable. Cada uno se sentía aterrado de pensar que su tiempo juntos podía llegar muy pronto al fin.

Sasuke se detuvo ante su espaciosa casa. El hogar. La familia. El miedo. Tragó saliva.

— ¡Mira! —Exclamó Sasuke al tiempo que tiraba de su brazo—. Es el coche. El coche.

— ¿Qué coche?

—El coche beige —susurró Sakura—. ¿Qué hacemos? ¿Deberíamos llamar a la policía? ¿Crees que estarán armados?

—Un pregunta por vez —le pidió, en un intento por tranquilizarla. Después de todo, Hidan no era un criminal. Solo un estafador—. No creo que vaya armado, pero deberías quedarte en el coche mientras yo voy a la casa a investigar.

— ¡Claro! —abrió la puerta y apoyó un pie en el suelo antes de que Sasuke pudiera decir algo.

—De acuerdo, puedes venir conmigo, pero con sigilo. No queremos comunicarles que estamos aquí.

—Cierto —convino ella—. Con sigilo.

Con el sigilo de dos personas que no tenían ni idea de lo que hacían, Sakura y Sasuke subieron por la entrada de vehículos, ocultándose detrás de las azaleas. Llegaron hasta el arco que daba directamente a la puerta de entrada. El coche beige se interponía entre ellos y la casa.

— ¿Qué hacemos ahora? —inquirió Sakura en voz baja y tono de conspiración.

—Esperar.

Sasuke no sabía durante cuánto tiempo ni lo que harían cuando vieran a Hidan y a su matón.

Y tampoco dispuso de mucho tiempo para analizarlo. Hidan salió por la puerta principal con un bolso enrome que arrojó al asiento trasero del coche beige.

—Vamos, no tenemos mucho tiempo —le indicó al otro, que salía de la mansión con un cuadro grande en los brazos.

Sakura no reconoció al otro hombre de inmediato. Pero su pelo castaño claro, rasgos corrientes, estatura media y ropa marrón hacían que pudiera fundirse entre una multitud.

Hidan era distinto. Alto, con el gris natural y ondulado, parecía un candidato a la siguiente película de James Bond. Aún llevaba puesto el esmoquin de la boda que había estado a punto de celebrarse y Sakura tuvo que obligarse a parpadear. No le extrañó que Mikoto se hubiera enamorado de él.

—Cuidado con el cuadro. Vale una fortuna —le pidió Hidan al hombre de marrón mientras trataba de forzar el lienzo en el asiento de atrás del coche.

—Eh, ya estoy harto de escuchar tus órdenes —replicó el hombre. Metió el cuadro en el coche—. Antes de que haga algo más, quiero mi dinero.

—Ya te he dicho, no hay dinero —bramó el hombre del esmoquin—. No pude conseguir que la idiota siguiera adelante con la boda. Así que nos llevamos las antigüedades. Repito, valen una fortuna.

— ¡Yo no quiero estas cosas! Quiero pasta. He hecho todo lo que me has pedido, incluido la cartera y las ruedas. ¡Y ahora quiero que me pagues!

— ¡Guau! —ladró Akamaru, y escapó de su nido en el pecho de Sakura con la intención de vengarse.

Sasuke no pudo actuar con la suficiente rapidez para evitar la exclamación de Sakura.

— ¡Akamaru!

Hidan y el hombre de marrón vieron a Sasuke y a Sakura detrás de los arbustos. Y ambos observaron mientras el perro saltaba sobre la pierna del matón para comenzar a morderlo.

— ¡Ay! —gritó mientras trataba de quitarse de encima al animal.

Ahí se acababa el subterfugio. Sasuke estaba a punto de lanzarse sobre él cuando Hidan se agachó y agarró al perro en brazos.

— ¡No os mováis o es el fin del perro!

Sasuke y Sakura se paralizaron.

— ¡Fantástico! —le murmuró a Sakura.

Todos se volvieron en la dirección del sonido de un taxi que subía por la entrada de vehículos. Bajó Gaara y detrás de él una versión más baja y bonita de Sasuke con vestido de novia.

—Oh, Sasuke, me alegro tanto de que estés aquí —exclamó—. De camino, Gaara me contó que Hidan intentó evitar que llegaras a la boda.

—Y estuve a punto de conseguirlo —intervino el hombre de esmoquin con amargura—. Pero ahora que no va a haber ninguna boda, me llevaré estas piezas como pensión y me iré. Y me llevaré al perro por si a alguien se le ocurre algo. Sube al coche —le dijo a su socio. El hombre de marrón se puso al volante y abrió la puerta del lado del pasajero.

Mikoto se volvió y vio que Hidan sostenía a un perro contra su pecho.

—Sasuke, ¿Por qué sostiene a un perro?

—Si le haces daño, te perseguiré hasta el fin del mundo —gritó Sakura con vehemencia mientras Hidan avanzaba lentamente hacia el coche.

Sasuke miró Gaara y con la cabeza indicó el coche que aún estaba al pie de la entrada. Con gesto casual le arrojó las llaves y se volvió hacia Yugakure.

—No creerás que te vamos a dejar marchar con una fortuna en antigüedades, ¿verdad? Quiero decir, no es más que un perro.

— ¡Sasuke! —Gritó Sakura—. ¿Cómo te atreves?

—Sí, Sasuke —sonrió Yugakure, a menos de un metro del coche—. ¿Cómo te atreves?

—Que se lo lleve todo —le dijo Mikoto a su hermano—. No importa, si con ello desaparece.

—Mikoto, se lleva el Degas. Sakura lo comprenderá.

— ¡NO LO COMPRENDO! ¿ESTÁS DICIENDO QUE UN ESTÚPIDO CUADRO VALE MÁS QUE MI PRECIOSO AKAMARU?

— ¡Guau! —protestó Akamaru.

Sasuke giró y vio que Gaara había conseguido escapar hacia el Corvette. Suspiró con resignación y alzó las manos en gesto de rendición.

—De acuerdo, llévatelo y vete. Pero déjanos al perro.

—Lo soltaré una vez que quede convencido de que no nos seguís —indicó Yugakure antes de subir al coche. Arrojó a Akamaru al asiento de atrás, sin darse cuenta de que una ventanilla trasera estaba abierta. Al instante Akamaru salto por ella y escapó. Hidan miró atrás a tiempo de ver cómo la gata alcanzaba la libertad —. Pisa al fondo.

El hombre de marrón pisó el acelerador. Miró por el retrovisor para ver si alguien los seguía y se relajó al ver que el hombre y las dos mujeres permanecían en su sitio. Se hallaba tan concentrado en lo que tenía detrás, que descuidó ver lo que había delante.

— ¡Para! —gritó Hidan.

Pero era demasiado tarde. El hombre de marrón alzó la vista para descubrir un Corvette aparcado ante el sendero, impidiéndoles la huida. En el último instante trató de dar un volantazo, pero no sirvió de nada. El sedán de color beige se empotró contra la parte de atrás del Corvette. Los dos hombres, que iban sin los cinturones de seguridad puestos, perdieron el conocimiento contra el salpicadero.

Lo único que tuvieron que hacer Sasuke y Gaara fue llamar a la policía.

—Sabía que era un estafador —comentó Sasuke aquella noche en la comodidad de su salón.

El grupo había pedido unas pizzas debido suficiente cerveza como para superar los estímulos del día.

Sakura sonrió cuando Akamaru saltó a la seguridad de sus brazos.

—Tuviste razón en todo momento. Y también fuiste valiente.

—Estabas dispuesta a arrancarme la cabeza cuando pensaste que no me importaba sacrificar a Akamaru.

—Sí, pero entonces entendí que querías ganar tiempo. Muy inteligente. Debí imaginarlo. Tú jamás harías nada para dañar al Comandante Sir Akamaru.

—Desde luego fue un plan osado —comenzó Mikoto. A Gaara le dijo—: Y has sido terriblemente amable al sacrificar tu coche de esa manera.

—No pasa nada. Siempre me he imaginado en un Mercedes. Era negro, ¿verdad, Sasuke?

— ¿Le has dado tu coche? —preguntó Sakura al captar el giro de la conversación.

—Me pareció justo —le dijo él. No había quedado nada de la parte de atrás del Corvette—. Gaara va a volar hasta Missoula para recogerlo y volver a la carretera.

— ¿Y qué harás tú?

—Alquilaré uno aquí. Luego volveré a Seattle.

Lo manifestó sin emoción, pero Sakura sabía a qué refería. La decisión estaba tomada. Se marchaba.

Al menos eso creía él.

A la mañana siguiente, delante de la casa de Sakura, Sasuke se hallaba ante el coche alquilado y trataba de convencerla por enésima vez de que realmente se marchaba.

—Me voy —no sabía cómo exponerlo con más claridad.

Sakura se encontraba con los brazos cruzados delante de él.

—Solo crees que te vas.

—No, sé que me voy.

—De acuerdo —pero no lo creía. Habían pasado la noche anterior haciendo el amor una y otra vez. En su corazón sabía que un hombre no podía tocarla de esa manera o amarla de esa manera y no estar enamorado. Al menos con eso contaba. Había esperado que se diera cuenta antes de irse, pero en ese momento ya no estaba tan segura. De modo que esperaba que recobrara la cordura en algún momento del viaje y regresara.

—Quería agradecerle a Gaara la ayuda que me prestó ayer.

—Está en el trabajo. Podrás agradecérselo la próxima vez que lo veas —expuso con lo que esperaba fuera una sonrisa confiada.

Con suspiro resignado. Sasuke volvió a intentarlo:

—Hablo en serio, Pelirosa. Me voy. Estaré en Indiana cuando tu hermano llegue a casa.

—De acuerdo.

—No volveremos a vernos nunca más —repitió, con la esperanza de trasladarle la importancia del momento.

—Puede que te vuelva a ver —probó ella.

—No —insistió él, aunque ya no estaba del todo seguro.

—Quizá.

—No sucederá.

—Podría. Nunca se sabe. Y si cambias de parecer en algún punto del camino, prométeme que no conducirás como un loco para volver por mí —dio media vuelta y subió por la entrada de coches sin mirar atrás.

Se quedó atónito. Ni un beso de despedida. Ninguna lágrima. Ningún "Siempre te amaré, Sasuke". Nada. "Perfecto", pensó con amargura, subiéndose al coche. Si quería vivir en su pequeño mundo de fantasía, que lo hiciera. Él regresaba a Seattle. De vuelta a la cordura.

Sakura observó la marcha del coche y tomó la decisión de no llorar bajo ninguna circunstancia. Podía sentir la humedad en sus ojos, pero no pensaba llorar. En absoluto. Tenía fe.

Él regresaría en un día.

Eso esperaba. Aunque quizá llorara un poco.

Sasuke se sentía cansado y malhumorado de conducir tanto. Pero logró llegar a un hotel medianamente decente en Indiana. La atmósfera no ayudó a su estado ánimo. Después de un día en el coche sin las bromas ingeniosas de Sakura, anhelaba compañía. Algo con lo que nunca antes había tenido problema. Solo había un televisor para darle la bienvenida.

Un perro. Compraría uno en cuando llegara a casa y lo bautizaría Militar Kurosawa. Quizá eso consiguiera que echara de menos a Sakura lo justo.

No, no podía pensar de esa manera. Como empezara a pensar en lo mucho que la echaba de menos, consideraría hacer algo estúpido como dar la vuelta y regresar a casa.

Ya empezaba otra vez, pensando que Filadelfia era su casa. No lo era. Su destino estaba en Seattle. Hacia allí iría.

— ¿Dónde está Sasuke? —preguntó la madre de Sakura.

Solo estaban ellos tres, sus padres y ella, para cenar. Gaara tenía turno doble, algo que hacía a menudo desde el divorcio, y Sasori había tenido que irse en otro viaje de negocios. No le gustó que hubiera nadie más para mitigar el golpe que iba a darles a sus padres, pero supuso que merecían la verdad.

— ¿Ahora mismo?

—Sakura Haruno —el tono de Tsunade lo decía todo.

—Supongo que en Indiana.

— ¡Indiana! —exclamación emitida al unísono por sus padres.

—No os preocupéis —explicó con su tono más sereno—, volverá. Cree que me está dejando, pero no será capaz de seguir adelante. Aunque creo que no supe valorar su obstinación. Puede que necesite más de un día para recuperar la cordura. Le doy hasta Wyoming.

¿Acaso el Estado de Wyoming no termina nunca? El paisaje monótono empezaba a crisparlo. Al mirar delante, solo veía la ondulación de una hierba de color beige. Cuando cerraba los ojos, solo veía a la Pelirosa.

La echaba de menos. ¡Mucho!

De pronto, frenó en seco en mitad de la carretera. No le preocuparon las consecuencias, ya que había llegado a la conclusión de que nadie vivía en el estado de Wyoming.

La voz de Sakura llenaba el coche. La risa repicaba en sus oídos. Su rostro danzaba ante sus ojos. La amaba. El círculo que tanto se había afanado en mantener pequeño se había expandido a pesar de sus deseos. La amaba. Solo quedaba una cosa por hacer.

Era hora de regresar a casa.

El problema radicaba en cómo iba a volver a su lado y mantener un poco el orgullo. Sopesó las opciones.

Un poco de orgullo.

La Pelirosa.

Un podo de orgullo.

¡La Pelirosa!

No había color. Logró girar en "U" en la misma carretera. Lo que no logró fue evitar a la vaca grande que se había desviado al centro de esa misma carretera mientras él sopesaba sus opciones.

— ¡Muuuu!

—No le des más vueltas, hermana. Volverá o no volverá. Tienes que dejar de preocuparte —Gaara se reclinó en el sofá con una cerveza en el mano.

Sakura oyó las palabras de su hermano y supo la razón que tenía. Si jamás volvía, lo superaría. Tendría que hacerlo. Lo que pasaba era que no quería.

—No estoy preocupada —mintió.

Gaara rio entre dientes y subió a acostarse.

Sakura reanudó su vigila en silencio. Miraba la ventana con tanta intensidad que casi pasó por alto el teléfono. Eran más de las once de la noche. Se preguntó quién podría ser.

— ¿Hola?

Hubo una pausa.

—Mañana a primera hora ve a recibirme al maldito aeropuerto. Delta. Vuelo setecientos uno.

Siguió un clic, y durante un momento Sakura no estuvo seguro de lo que acababa de pasar. Y entonces lo comprendió.

— ¡Vuelve! ¡Vuelve! —gritó extasiada.

Al oír el grito, Gaara bajó corriendo las escaleras. Llegó al rellano y vio a su hermana sollozando en el centro del salón.

— ¿Qué pasa? ¿Qué ha sucedido?

—Vuelve —explicó ahogando los sollozos.

—Sí. Y tú lloras porque…

—Tomará un avión —le dijo, con la esperanza de que su hermano entendiera la importancia de la explicación. No lo hizo, y se pudo a llorar con más intensidad.

Cuando anunciaron el vuelo, se puso a ir de un lado a otro delante de la puerta de desembarque. Lo vio caminar hacia ella y sintió el corazón en un puño. Estaba pálido, con la boca tensa. Estaba aterrado.

Entonces él la vio y los ojos transmitieron una mezcla de alivio y júbilo. Sakura saltó la cuerda que la separaba de los pasajeros que desembarcaban. Después de tropezar con varios de ellos, se arrojó a sus brazos.

—No lo sabía. Lo esperaba, pero no sabía con certeza si volverías —le dijo mientras le llenaba la cara de besos.

—Sí lo sabías —la abrazó y la besó hasta que ella se le aflojaron las rodillas—. Volé —añadió, queriendo explicarse.

—Sí —Sakura no quería ni necesitaba explicaciones.

—Tengo miedo a volar. Lo he tenido desde la muerte de mis padres y mi hermano.

—Lo sabía.

—Te amo.

—Estoy convencida de que también sabía eso —lo que quería saber era qué sucedería a continuación—. ¿Y ahora adónde? —preguntó sin aliento, ansiosa. Tenía un plan de boda, niños que criar, un hogar que llenar con amor. El tiempo apremiaba.

Sasuke le pasó un brazo por los hombros y la pegó contra sí. Habría jurado que oía el sonido que provocaron al encajar juntos.

—A casa —indicó. Luego, ya que sonaba tan bien, repitió—: A casa.

FIN

QUE TODAS SUS METAS SE CUMPLAN, QUE LES VAYA BIEN EN LA VIDA, LOS QUIERO Y MUCHAS GRACIAS POR ACEPTAR MI ADAPTACIÓN.