Título: Notas
Personajes/pareja principal: Lovino y Antonio, sin ningún orden concreto
Tipo, advertencias: AU, sobrenatural
Resumen: Lovino es un diseñador de moda, pero no deja de recibir notitas de alguien. ¿De dónde saldrán?

Notas, capítulo 01

Todo comenzó a través de notitas. Al principio estaba convencido de que se trataría de su hermano, al fin y al cabo sólo decía cosas como "Tienes la cena en la nevera :D" o "No te dejes el paraguas, va a llover~". Pero cuando su hermano dejó la casa durante sus vacaciones en Alemania, Lovino Vargas se dio cuenta de que aquellas notas no podían ser de su hermano pequeño porque seguían apareciendo.

Un día terminó llamando a Feliciano, preocupado por la última nota "No crees en mí :(". ¿En quién no debía creer? ¿Quién coño era el que le dejaba las malditas notitas aquí y allá, cada día, a veces más de una por jornada? Y mientras tecleaba el número del teléfono móvil de Feli se dio cuenta de que, en efecto, aquella no era la letra de su hermano. ¿Cómo no cayó antes en la cuenta? Colgó antes de que su hermano contestara, no quería preocuparlo.

"Sé todo sobre ti, Lovino. Siempre he estado ahí, a tu lado, pero nunca te has dado cuenta de mi presencia. Eso me pone triste" decía la última nota.

-¡Agh! ¿Quién es este maldito pervertido? ¿Me espía todo el día? -el chico se comenzó a marear, mirando la nota medio arrugada en su mano.

Ya no podía más con ese tema. ¿Quería espiarle? Muy bien, pero él se iría a dormir ahora mismo, a olvidar a ese acosador. Por suerte tenía el sueño pesado y se durmió pronto.


Lovino Vargas era un chico joven, italiano, en la flor de la vida. Era mujeriego, conocía a muchísimas chicas con las que salía siempre que tenía la ocasión. Amante de la comida de su país y al que no se le daba mal cocinar, trabajaba en el mundo de la moda, y sumándole que era bastante atractivo y que sus padres tenían bastante dinero, lo tenía todo. Era un buen partido, siempre y cuando no apareciera algún hombre como el novio de su hermano: eso sacaba su parte más rabiosa porque, según él, los alemanes eran un atentado contra la belleza y la estética, tan grandes y musculosos, y que su comida era pura basura. También salía huyendo cuando alguno le terminaba plantando cara y maldecía como un demonio, pero no por ello era peor persona. Sólo... difícil de tratar. O eso decía su hermano para disculparle cuando mandaba a la mierda a su novio Ludwig.

"Casualmente", aquel admirador, acosador, lo que fuera que fuese, sabía todo eso de Lovino, y era por ese motivo que había decidido manifestarse e ir dejándole notitas, dejarle cosas preparadas para él, con la esperanza que se diera cuenta de que no era Feliciano, que era alguien más el que le estaba haciendo favores, y que empezara a tomar conciencia de que había alguien que realmente deseaba lo mejor para él.

Sin embargo, el admirador secreto no veía el día en que Lovino se diera cuenta de su plan. No había manera, por más que tratara de hacer su letra lo más diferente a la de Feliciano (al que también le tenía aprecio, pero no era lo mismo que lo que sentía por Lovino. Él tenía... un extraño magnetismo con aquella personalidad contradictoria suya), y cuando por fin Feliciano se fue durante un tiempo, vio por fin su oportunidad de que Lovino se diera cuenta de que estaba ahí.

-Maldita sea... -gruñó el joven, apagando su despertador con el ceño fruncido, dándose la vuelta en la cama. Tenía la vaga sensación de que algo gordo había ocurrido la noche anterior, pero no había manera que lograra recordarlo.

Pero claro, cualquiera se daría cuenta de que ahí ocurría algo si su habitación, completamente desordenada la noche anterior, hoy se encontrara totalmente despejada y limpia, sus folios con diseños ordenados encima de la mesa, los lápices colocados en su sitio, los pedazos de tela sobrantes en la basura y los vestidos terminados colgados en su armario, ordenados por colores.

-¿Q-qué coño...? -Lovino se encontró despierto y alterado ante aquella visión. ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo no se dio cuenta de la presencia de alguien en su habitación recogiéndolo todo? Y... ¿cómo sabía el orden que debía tener todo aquello para que estuviera a su gusto?

El italiano sintió náuseas nuevamente y que debería llamar a la policía para alertar que había algún enfermo escondido en su casa, haciéndole la vida más sencilla, sí, pero que a saber qué querría de él a cambio. ¿Tal vez era un violador? El estómago se le hizo un nudo ante la idea, poniéndose en pie y observando con cuidado a su alrededor.

-Tal vez es un ladrón... -musitó, acercándose a la mesa para ver sus proyectos, comprobando que estuvieran todos-. O tal vez alguien que quiere robarme mis diseños... ¿un rival, entonces...?

Lovino suspiró, dejando los papeles y pasándose una mano por su desordenado cabello. Fuera quien fuera, y cualesquiera que fueran las intenciones que tenía ahora... debía reconocer que había hecho un gran trabajo en su habitación y que le agradecía profundamente eso. Ah, no, ¡no se lo agradecía! No todavía... porque a ver si ahora salía de su cuarto y se encontraba con un psicópata con un cuchillo, preparado para asesinarle. Al fin y al cabo, había leído sobre asesinatos en el que el asesino se encargaba de dejar la casa más ordenada y limpia de lo que la víctima la podría haber tenido jamás antes para borrar cualquier huella.

-Me van a matar... -susurró, pálido como un muerto. ¡Y ahí no tenía nada para defenderse! Nada de nada... su pistola estaba en el salón, en la caja fuerte-. Mierda, para una vez que la necesito de verdad...

Pero de todas formas, no se podía quedar todo el día ahí, lamentándose de que le iban a matar. Le demostraría su espíritu italiano a aquel psicópata pervertido acosador y lo difícil que era terminar con la vida de alguien como él. ¡Exactamente! Ese estúpido acosador terminaría pidiéndole clemencia, por supuesto ¿...verdad?

Se encaminó decidido hacia la puerta de su habitación, con la mano en alto para tomar el pomo y dar un fuerte tirón, pero se detuvo cuando vio otra notita en esa letra tan característica.

"¡Buenos días Lovino! Eres tan lindo cuando duermes que no he podido evitar quedarme en tu habitación toda la noche mirándote :D Y para pasar el rato te lo he recogido todo, ¡espero haberlo hecho bien!"

-Ugh, esto es enfermo... -musitó, sintiendo el pánico invadirle por completo. Debía llamar ya a la polícia y terminar con este asunto.

Lovino salió de la habitación, completamente tenso, pero en el pasillo no había nadie, ni tampoco en ningún rincón de su casa por más que buscó y buscó. No había absolutamente nadie y sin embargo... ¿ese no era el aroma del café recién hecho? Y tostadas...

Se asomó con cuidado a la cocina, no fuera a ser que aquel acosador se encontrara allí. Sin embargo, se encontró con lo que acostumbraba desayunar colocado limpia y ordenadamente: un vaso con zumo de naranja recién exprimido, un café espresso y un par de tostadas con la mantequilla y la mermelada de ciruela ya untadas. Miró a todos lados pero tampoco se encontraba allí el que lo había hecho, así que mordiéndose el labio inferior se acercó a la mesa, observando detenidamente el desayuno y reparando en otra nota, esta vez escrita en una hoja de cuaderno arrancada con mucho más escrito que en cualquier otra de las que le había dejado hasta ahora.

"Hola, Lovino.

Tú no me conoces ni creo que me puedas conocer nunca, pero siempre he estado ahí. Te conozco desde que viniste a vivir a esta casa. Antes era mía y aún vivo aquí, pero como puedes ver... bueno, no puedes verlo, pero sigo aquí.

Espero que no te moleste, la verdad es que no tengo mucho más que hacer, y eres bastante divertido de observar. Además eres muy lindo~.

Te he dejado preparado el desayuno. Aunque te parezca sospechoso, puedes tomártelo, no le he puesto ningún tipo de veneno a nada ni te voy a hacer daño. Sólo quiero ayudarte y que seamos amigos, aunque no puedas verme.

Si quieres hablar conmigo, enciende la radio, la tele o tu ordenador, podemos comunicarnos por ahí :D

Antonio."

-¿Antonio...? -masculló, al borde de un ataque de nervios. ¿Que no podía verle? ¿Que le había observado desde que vino a vivir aquí? ¿Divertido de observar? ¡¿Ayudarle? Y los más importante... ¡¿que quería ser su amigo? ¡¿De dónde había salido ese psicópata?

Y-y... ¿por qué decía que era lindo? Por Dios, era adulto, tendría que haber dicho atractivo, guapo, ¡pero no lindo!

Qué miedo le comenzaba a dar todo aquello... ¿Quién cojones era? ¿Y de verdad ese desayuno era comestible...? La verdad es que tenía buena pinta... y por sospechoso que fuera, Antonio (un momento, ¡¿ya le llamaba por su nombre? ¡Debería llamarle "bastardo acosador"!) no parecía mala persona... Al fin y al cabo, nadie aparte de su hermano (y no es que Feli lo hiciera muy a menudo) le había hecho nunca el desayuno... o le habían recogido el cuarto y dejado todo como a él le gustaba...

-Muy bien... Por esta vez ganas... -gruñó, dejando la nota y sentándose en su silla, mirando el café con recelo. Si le iba a matar, que fuera con eso, pensó, y se llevó la bebida a los labios, dando un sorbito.

Inmediatamente lo volvió a separar, mirándolo con los ojos como platos y el corazón desbocado. Aquel café... ¡estaba increíblemente amargo! Tan amargo que parecía como si...

-¡L-Lo sabía! ¡Está envenena...! -entonces se dio cuenta de que no le había echado azúcar. Poniéndose colorado hasta las orejas, bufó y se puso un poco, removiendo el café-. Jum, ya que haces un trabajo, termínalo, idiota...


Después de aquel incidente, no se encontró más notitas del misterioso acosador y, olvidándose de él y de llamar a la policia, se centró en continuar con los diseños que tenía que presentar en la siguiente temporada, pasando varias horas en su habitación, que era el sitio en el que más se concentraba para sus dibujos.

Pasó la hora de comer y demasiado perezoso para hacerse la comida, llamó a una pizzería cercana para que le trajeran una. No es como si su cuerpo se fuera a resentir por comer una pizza más, ¿no? No es como si él las pidiera mínimo dos veces a la semana o que de tanto comer comida como aquella y pasarse horas y horas sin moverse en su escritorio estuviera afectando a su línea, para nada. Era la maldita ropa, que siempre se equivocaba cómo debía lavarla, a pesar de ser diseñador y la tela su matería prima.

El repartidor de pizzas llegó a su casa y Lovino fue a recibirle, pagó y le cerró la puerta antes de que dijera nada, ya que ya eran conocidos de vista y no tenía ganas de que soltara ningún comentario sobre lo bien que le estaban sentando las pizzas a su cuerpo. Se fue a la cocina, dispuesto a comer tranquilamente, pero cuando fue a abrir la tapa, había una nota pegada en ella en su parte interior.

"Lovino, eres adorable, pero últimamente has engordado un poco. ¿Quieres que me encargue de hacerte comidas más saludables? :D"

Otra vez esa letra... y esa maldita carita sonriente. Parecían un sello en aquel maldito admirador.

-Muy bien, haz lo que quieras -gruñó al aire, llevándose la primera porción de pizza a sus labios. Así le podría ver de una vez por todas, ¿verdad?

Segundos más tarde cayó en la cuenta de lo que acababa de escribirle Antonio.

-¡Y no he engordado, es la ropa que se encogió! -chilló, rojo como un tomate, llenándose la boca de pizza nerviosamente. ¿Quién era él para decirle esas cosas? Maldita sea...


Lovino nunca tenía muchas ganas de usar su ordenador. Tampoco soportaba ver la tele, no era más que una pérdida de tiempo, salvo cuando hablaban de moda (y por desgracia no había muchos programas especializados sobre eso). Y la radio... ¿para qué, si por ahí no podía apreciar los bonitos cortes o colores de los vestidos? Por ese motivo, y porque olvidó lo que había mencionado Antonio en aquella nota, no había encendido ninguno de los aparatos en todo el día. Como mucho, había puesto su iPod en marcha para poner un poco de música de ambiente mientras dibujaba, y al no ser uno de los formatos que el misterioso hombre le había pedido, no le había molestado más que con un par de notas más.

Al final del día, cerca de la medianoche, Lovino se sentó por fin frente a la pantalla de su ordenador para comprobar su bandeja de entrada. Nada especial, todos eran recordatorios de las citas que tenía con la moda, hasta que se encontró con uno en el que el remitente era Antonio.

El italiano parpadeó un par de veces. ¿Conocía él algún Antonio...? No, que supiera, y le daba mucho miedo que ese Antonio fuera justamente el que le había dejado todas las notas. ¿También sabía su dirección de e-mail?

-B-bastardo... -susurró, dándole click y abriendo el correo, el corazón en un puño.

"¡Hola! Esperaba que abrieras antes tu correo, pero no importa, al menos lo estás leyendo ya :D

Me preguntaba si no debes preguntarte quién soy, pero no te he oído ninguna duda. ¿Tal vez eres tímido a hablar conmigo? ¡No te preocupes! Estés donde estés, siempre te oigo, y si puedo, trataré de contestarte: por notitas, a través de algún aparato como la tele o la radio... O por mails :D

Bueno, ¿quieres preguntarme algo? Te contestaré ya mismo, sólo dispara. No en sentido literal, es metafórico... En fin, esperaré tus preguntas~."

-... Preguntas... -susurró, con una ceja alzada, volviéndose a leer el correo, cada vez más alterado porque... No. Figuraba. El. Correo. Del. Remitente. ¿Cómo había hecho eso? ¿También era hacker? Desesperado lanzó un gruñido frustrado al aire- ¡Maldita sea, simplemente dime qué quieres de mí, de dónde sales y por qué no te puedo ver! -gritó a la pantalla, enojado-. ¡¿Qué es eso que no te puedo ver? ¿Estás loco, no? Eres un acosador loco que me va a matar o algo por el estilo, ¿verdad? ¡Muéstrate de una vez! Agh, y no hay manera de que te escriba la respuesta... ¿cómo voy a poder mandarte esto?

Lovino suspiró y se echó hacia atrás en su silla, llevándose las manos a los ojos, desesperado. Esto era una locura, una completa locura... Y ese acosador anónimo le iba a arrastrar a ella.

Cuando se destapó de nuevo la cara, un poco más relajado pero igual de confuso, dispuesto a apagar el ordenador, llegó otro correo.

De Antonio.

Otra vez sintió ese nerviosismo, su corazón acelerándose y un ligero sonrojo en sus mejillas. Tal vez se había hartado de que no le contestara, ¿pero cómo lo iba a hacer si no tenía su dirección? Abrió el mensaje y...

"Lovi, no quería asustarte... Es solamente que no puedes verme porque no crees. Eso y que morí hace 50 años ya..."

Llegado a ese punto, Lovino dejó de leer, se levantó rápido de la silla, abrió la ventana y chilló.

Lo había conseguido, le había arrastrado a la locura...

Continuará~


No sé si podré continuar enseguida, pero haré lo que pueda. A decir verdad, después de escribir este primer capítulo me quedé la noche entera sin pegar ojo, pensando en la continuación :'3

Por otro lado, si queréis, miraos este vídeo una vez terminéis de leer, la canción le pega mucho al fic (quitad los espacios): http : / / youtu. be / HtVFkxu5We8

Y no tengo remordimientos de hacer un poco más "carnoso" a Lovi. En mi headcanon a él le sobran unos pocos kilitos, si no, no tendría esas mejillas tan apretujables (´/v/`).