Disclaimer: Los personajes de Inuyasha son propiedad exclusiva de Rumiko Takahashi.

Como en un Cuento de Hadas

-por: Sakura no Hana-

Capitulo 10: Elfo Allfie

La estampó contra el césped con algo de fuerza. Con la mano izquierda cerrada en el cuello, preparó las garras de su otra mano, cubriéndolas en veneno y en un movimiento veloz se dirigió a su cara. Rin cerró los ojos con fuerza, esperando el impacto que jamás llegó. Cautelosa abrió los ojos para encontrarse con las garras de Sesshomaru a milímetros de su rostro.

—Si esto fuera una batalla real, estarías muerta —habló gélidamente Sesshomaru, retirando su mano del cuello de Rin. Ella se quedó en el suelo, respirando abruptamente.

—Por favor, Sesshomaru, una vez más —suplicó cuando él se estaba alejando del lugar. El aludido detuvo su paso.

—¿Y qué va a ser diferente? —cuestionó monótonamente mirándola por el hombro—. Volverás a perder y mi tiempo es demasiado valioso como para andarlo desperdiciando contigo en cosas sin sentido —sentenció retomando su camino hacia el castillo pero rápidamente su camino se vio bloqueado por Rin.

—Si de tiempo se trata, lo has estado perdiendo todos estos años que aceptaste entrenarme, así que unos minutos desperdiciados más no te van a matar —habló decidida sin llegar a ser grosera.

Se la quedó viendo fríamente y ella le sostenía la mirada. Tenía que reconocer que tenía razón. Ya había desperdiciado mucho tiempo con ella pero jamás lo reconocería en voz alta.

—Está bien —dijo parsimoniosamente después de un largo silencio—, lo haremos de nuevo, pero será la última vez este día, ¿está claro?

El rostro de Rin se iluminó. Esbozó una alegre sonrisa mientras asentía una vez, completamente emocionada. Habían pasado ya varias semanas y ella nuevamente entrenaba con Sesshomaru. En ningún momento le había guardado rencor, más bien, desde aquel entonces, ella se esforzaba en cumplir con todas las obligaciones de la práctica. Más nunca presentó alguna queja, por más mínima que fuera, siempre recibía alguna orden de manera liviana y, mayoría de veces, con una sonrisa.

Con el ritmo ajetreado que llevaba a diario, en poco tiempo se había olvidado de Kalan y de la promesa que le había hecho la última vez que había hablado con él. Tampoco jamás se había enterado de la visita que le había hecho cuando estaba inconsciente debido a la insolación. Sesshomaru simplemente optó por callarle la visita de aquel joven hada. No le parecía una información importante y también quería que Rin lo olvidara.

Estaba convencido de que, con aquel hada lejos, no existía una décima posibilidad de que Rin dejara el palacio. Tenía la seguridad de que ella jamás marcharía y que siempre permanecería a su lado, por eso terminó reprimiendo cualquier sentimiento romántico que podía sentir hacia ella, manteniéndolo oculto en las profundidades de su ser, sin ninguna intención de dejarlo salir alguna vez.

Había alzado la pierna para golpearlo pero él fue más rápido y le aprisionó el tobillo con la mano, tirando un poco de él. Un fuerte dolor en la parte interna de la cadera la estremeció, haciéndola quejarse adolorida. Sesshomaru inmediatamente liberó el tobillo, mirándola levemente alarmado. Ella se sujetó de los músculos en las partes internas de los muslos cerca de la cadera, agachándose.

Respiró acompasadamente un par de veces para después exhalar profundamente dispuesta a seguir practicando. Preparó su derecha para golpear, pero Sesshomaru en seguida le había cogido la muñeca, la tiró de ella y, antes de que Rin pudiera reaccionar, la inmovilizó cerrándole el antebrazo en el cuello.

Ella instintivamente posó sus ambas manos sobre el antebrazo de Sesshomaru para tener el espacio suficiente para respirar. Buscó liberarse pisándole el pie derecho pero Sesshomaru, presintiendo la intención de Rin, retiró el pie a tiempo. Luego, intentó propinarle un codazo en las costillas pero, apenas lo había intentado, él la había interceptado, torciéndole el brazo.

—Es inútil —afirmó con frialdad manteniéndola presa sin mucho esfuerzo—. No hay manera de que te liberes —terminó susurrándole peligrosamente en el oído pero Rin seguía sin resignarse a tan obvia pérdida.

—No —protestó en un débil pujido, soltando más quejidos—, sí tiene que haber alguna manera.

—Entonces demuéstramela —Su cálido aliento chocó contra el cuello de Rin. Aquella posición le permitía olerla de cerca. Presionó levemente sus ventanas de la nariz contra el cabello azabache de ella, aspirando secretamente el olor que llevaba pero eso no lo haría perder el control.

Ella seguía buscando la forma de liberar su brazo del firme agarre de Sesshomaru. Buscó morder el antebrazo que le bloqueaba la respiración pero, apenas había abierto la boca para hacerlo, Sesshomaru ya le había tapado la boca con la otra mano, liberando así su brazo.

Soltó un grito frustrado y ahogado, ¡no podía ser posible que no encontrara ni una forma para liberarse de Sesshomaru y sus extremidades, que más bien parecían tentáculos! Intentó pisarlo de nuevo pero él le abrazó la pierna con la suya. Ella perdió el equilibrio, ambos cayeron hacia atrás y Sesshomaru seguía aprisionándola con sus cuatro extremidades, imposibilitándole cualquier posible salida de su agarre. Rin seguía resistiéndose, simplemente no quería darse por vencida pero no tuvo más opción que hacerlo y reconocer que había vuelto a perder contra él.

Con uno de sus brazos buscó el césped para golpearlo con la palma, llamando la atención del peli plateado.

—Y bien, Rin, ¿te rindes ahora? —preguntó con arrogancia mientras seguía tapándole la boca. Esperó paciente la respuesta de Rin porque podía percibir que le costaba reconocer la pérdida. Cuando finalmente asintió con la cabeza, y dio la respuesta afirmativa en un balbuceo, la liberó de un solo golpe.

—Tú como que te lo has tomado muy en serio —comentó Rin batallando por aire.

—Los demás siempre se lo toman en serio —le informó serio— y si tú no aprendes a tomártelo de la misma manera no tienes posibilidades de sobrevivir en el exterior.

Suspiró desalentada, observando a Sesshomaru alejarse con paso parsimonioso al castillo, cuando un pequeño ruido detrás de ella, entre los arbustos, había acaparado su atención. Miró inquieta en aquella dirección. Dio un paso inseguro hacia los arbustos conteniendo la respiración. Otra vez algo movió las hojas de los matorrales y con ello había localizado al intruso.

El corazón le retumbaba velozmente dentro del pecho y las sienes, dio un paso más, preparó la mano y, en un movimiento rápido, retiró las ramitas, encontrando en el suelo a una creatura llena de heridas. Con el corazón acongojado, se agachó junto a la creatura intentando verificar si estaba consciente, o no, para poder auxiliarlo.

Entre tantas cortaduras, buscó acariciarlo cuidadosamente por la humilde vestimenta, que se veía igualmente manchada y maltratada que él, recibiendo una suplicante mirada por parte del elfo al hacerlo.

—¿Puedes moverte? —cuestionó amablemente, recibiendo una muda negativa por parte de la criatura.

—Bueno, no te preocupes que todo va a estar bien, te lo prometo —aseguró alentadoramente siendo observada por la mirada herida y tímida de aquel ser con rasgos humanos.

Precavida lo posicionó en la posición del sentado y de ahí se agachó, dándole la espalda, guiándolo a que se apoyara con el peso completo sobre su lomo. El elfo estiró sus brazos hacia ella, recibiendo ánimos con la cálida mirada chocolate por parte de ella, una mirada que le brindaba confianza y seguridad.

Una vez apoyado, Rin rodeó cautelosamente la parte baja de su cuerpecito, brindándole más protección. Caminó con paso lento, constantemente pendiente del estado de la creatura en su espalda y cuidando de no ser vista por alguien en el castillo.

Corrió la puerta de su cuarto con la pierna y con el mayor sigilo posible para no llamar atenciones. Se sentó al borde del futón y le ayudó acostarse.

—Iré a buscar el agua para lavarte las heridas y algunos ungüentos. No me tardo —susurró mientras se perdía por la puerta.

Se metió a la cocina, buscando las hierbas medicinales. Se encontraba tan concentrada revisando el contenido de los cajoncitos que, cuando escuchó el saludo de Mizuki, se sobresaltó abruptamente, pegando un brinco en el lugar con el cual también asustó a Mizuki.

—¿Se puede saber por qué brincas así? —interrogó Mizuki con la mano en el pecho, recuperándose del susto— Me asustaste.

—Tú me asustaste primero —articuló Rin inocentemente, normalizando su respiración.

—¿Y se puede saber qué estás haciendo en la cocina? —preguntó ahora con un semblante algo más severo con las manos en la cintura.

—Ando buscando unas hierbas —explicó Rin sonriente, tratando de no decir demasiado. La youkai la miró confundida—. Es para hacer unos ungüentos —especificó un tanto más.

—¿Y para qué quieres hacer ungüentos? —seguía sin comprender.

—Para que tengamos las cosas necesarias ya preparadas —respondió entusiasmada.

—Bueno, está bien —suspiró convencida—, llévate las hierbas que necesites para hacer tus cosas.

Rin sonrió feliz.

—¡Gracias Mizuki! —exclamó con júbilo, cogiendo las hierbas en el cajoncito, perdiéndose apresuradamente por el pasillo.

Regresó junto al elfo. En el cuarto encontró una pequeña vajilla en la que aplastó las hierbas medicinales hasta obtener una gruesa mucosidad con la que iría cubriendo las heridas de la creatura. El elfo no había dejado de mirarla todo ese tiempo en la que ella preparaba el ungüento.

Encontró un recipiente con agua en su habitación y, tomando un trapo, lo mojó para ir limpiando cuidadosamente las heridas del elfo. Cuando el trapo húmedo entró en contacto con la maltratada piel de elfo, ese contrajo su rostro en una mueca. Rin se percató de su reacción y trató de tener más cuidado al limpiarlo para no causarle más dolor. Lo mismo sucedió cuando comenzó a aplicarle la mucosidad en las heridas.

—¿Te arde? —preguntó alarmada. La creatura asintió tímidamente—. Trataré tener más cuidado —dijo cariñosamente, concentrada en curarle las heridas— pero es necesario que te ponga estas hierbas, con ellas las heridas sanarán más pronto. Por cierto —articuló alzando la vista—, soy Rin ¿y tú?

—Allfie —contestó sonriendo, devolviéndole la misma cálida mirada que ella le profesaba pero, antes de que pudieran seguir con la plática, la voz de Mizuki había llamado a Rin a cenar. Simultáneamente miraron la puerta, temerosos. El elfo buscó asustado la mirada de Rin.

—Tengo que bajar —le dijo aterciopeladamente—, pero volveré en seguida y, de paso, te traeré algo para comer.

Corrió la puerta del comedor tomando su asiento en la mesa junto a Sesshomaru e Inu no Taisho. Ambos demonios guardaron silencio y, cuando las mucamas habían servido la comida, Rin secretamente había puesto un pañuelo en su regazo y, cada cierto tiempo, depositaba algo de comida sobre ese.

Procuró hacerlo lo más disimuladamente posible, no quería que lo notaran porque entonces tendría que dar una explicación y ella no sabría qué decir sin estar hecha un saco de nervios.

—¡Gracias por la comida! —exclamó efusivamente apenas había terminado de comer—. Fue deliciosa, ¡buenas noches! —Y terminó saliendo precipitadamente, dejando a ambos demonios viendo la puerta con miradas suspicaces.

Subió a su cuarto tercera vez seguida, esta vez con un pañuelo lleno de comida.

—Soy yo —dijo suavemente al correr cautelosamente la puerta—. Mira lo que te traje de la cena —Le extendió el pañuelo que envolvía la comida—. Espero que te guste —concluyó con una dulce sonrisa sentándose en el futón junto al elfo.

Allfie miró fijamente el pañuelo lleno de delicias entre sus manos. Se encontraba algo confundido, jamás se había encontrado con alguien noble como lo era ella. Las personas así eran muy escasas tanto que parecía que no existían por eso todavía le costaba asimilar el hecho de que ella le había ayudado.

—Gracias —masculló apenado—, es usted muy buena.

—Eh —hizo una leve mueca y agitó la diestra—, no es para tanto. Era lo mínimo que podía hacer. No podía ignorarte así sin más, dejándote tirado ahí en el suelo. Por cierto —titubeó—, sé que esto puede sonar maleducado pero, ¿de qué raza eres?

El elfo la miró confundido.

—No me malinterpretes —se apresuró a decir, lo último que quería era ofenderlo—, es simplemente curiosidad.

—Bueno —empezó tímidamente, viendo la comida en su regazo—, soy un elfo, proviniendo del reino de las hadas —su voz era suave y tenue—. Durante muchos años los elfos éramos seres libres viviendo en Alfheim, uno de los nueve mundos que existen en nuestra creencia, hasta que, hace trece años, el actual soberano había invadido nuestro territorio para cazarnos. Algunos escaparon pero muchos terminamos capturados y esclavizados.

Hizo una pausa, una filosa sensación se estancó en su garganta.

—Es horrible —continuó cubriéndose el rostro con las manos y voz temblorosa—. Somos tratados a nivel de algún objeto. Esta prenda —dijo mirando a la maltratada sabana que tenía por vestimenta— es lo único que nos da una identidad, identidad de esclavos.

Dio un leve respingo cuando sintió un suave pero extraño contacto pero, al darse cuenta que solo se trataba de la mano de Rin acariciándolo, sintió un agradable calor crecer gradualmente en su pequeño pecho. Hace mucho que no había sentido la paz que sentía en aquellos momentos que ya se le había olvidado la sensación, pero ahora, gracias a la joven que le había dado refugio y una atención, había vuelto a revivir aquella sensación tan maravillosa, inflando a su pequeño y maltratado corazón con nuevas ilusiones y antiguos anhelos.

Un pequeño rayo de esperanza comenzó a brotar desde las profundidades de su corazón, pero desafortunadamente se desvaneció antes de que pudiera florecer en todo su esplendor. La tiranía de aquel ser hada era demasiado poderosa, tanto que ni siquiera ella no podría escapar una vez él haya extendido sus tentáculos de perdición. Sí, su Amo era muy cruel.

Hizo un pequeño bocado y después otro y otro hasta que logró apaciguar el hambre que sentía. Además, se había dado cuenta que una vez que probó la comida, no halló la manera de parar, tan deliciosa era.

Con el estomago lleno dio nuevamente las gracias a su salvadora. Se acostó en el futón, pero no se sentía con el derecho de ocupar un lecho que no le pertenecía. Quiso levantarse y marcharse, pero Rin lo detuvo, diciéndole que volviera a acostarse en el futón y descansar.

—Pero, ¿dónde dormirá usted señorita? —le preguntó cuando ella lo cubrió con la manta.

—En el suelo junto a la pared.

Allfie quiso protestar, pero Rin no le dejo hacerlo. Observó como ella se alejaba del futón hasta sentarse en el suelo con la espalda apoyada contra la pared.

Intentó luchar contra el sueño que se estaba apoderando de su cuerpecito, pero no ganó la batalla contra el Morfeo. Rin mientras tanto se quedó despierta un rato más, velando el sueño del elfo y, cuando ella también empezaba a perder la batalla con el poderoso dueño del sueño, Morfeo, le pareció haber visto algo negro enfrente suyo.

Era su conejo, Gordo, que veía suspicazmente a Allfie.

—Rin —empezó malhumorado, dándose la vuelta en sus patas traseras y las delanteras cruzadas en su pequeño pecho, mirándola—, este elfo no me gusta para nada. Me da una mala espina. Deberías tener más cuidado con qué clase de creaturas andas acogiendo.

—Gordo —lo llamó Rin—, no me digas que estás celoso.

—¿Celoso? —se hizo el sorprendido—. ¡Por supuesto que no! —Alzó su pequeña nariz en una actitud arrogante.

—Mi hermoso Gordito se puso celoso.

—Claro que no. ¡Eso no es cierto!

—Claro que sí estás. Ven acá para que te mime un poco.

Extendió sus brazos para rodearlo y atraerlo a su pecho.

—No, ¡no! ¡Suéltame! Déjame, ¡no! —se quejaba mientras intentaba soltarse—. Además, ¿que no me has podido inventar otro nombre más importante?

—Gordo —la voz de Rin sonó seria—, no seas mal agradecido, mira que te trato mejor que Sesshomaru trata a Jaken y eso que Jaken anda más años al servicio de Sesshomaru que tú conmigo.

Un escalofrío recorrió el cuerpecito del conejo e inmediatamente dejó de moverse.

—Eso sí —concordó con la afirmación de su ama—. Es un buen punto.

Con el Gordo todavía sujetado entre las manos, Rin volvió a relajarse contra la pared. Estaba segura que el suelo y la pared no serán la más cómoda alternativa para dormir, pero en ese momento no tenía nada más.

Poco a poco fue durmiéndose hasta que fue abruptamente despertada la mañana siguiente cuando Mizuki vino a golpear la puerta y llamarla a comer.

Se levantó con dificultad todavía somnolienta. Esa había sido probablemente la noche más corta y más incómoda de su vida. Le dolían el trasero y la espalda como jamás había pensado que llegarían a dolerle. Definitivamente la próxima vez pensará dos veces antes de volver a dormirse de la misma manera.

Miró a la cama y la encontró vacía. Allfie había desaparecido. Pero, ¿cómo y cuándo? Se tocó la cabeza e hizo una mueca, pensar en ese momento le causaba un terrible dolor de cabeza.

Se encaminó al comedor arrastrando los pies tras suyo. A lo lejos pudo oler lo que Mizuki había preparado para el desayuno. Entró al comedor, hizo un saludo y referencia mecánicos y ocupó su lugar en la mesa.

Sesshomaru le había dedicado una mirada breve, pero furtiva, mientras que Inu no Taisho la miraba fijamente. Mizuki le había puesto el plato con la comida enfrente de ella. Dio las gracias, pero nuevamente su voz sonó mecánica.

Apoyó uno de sus codos sobre la mesa y posó su cabeza sobre la misma mano. Le resultaba difícil estar despierta ya que los parpados se le cerraban por sí solos.

Se quedó dormida a medio camino de vaciar el plato con el desayuno. Su cabeza cayó pesada hacia atrás y su boca se abrió sola. Inu no Taisho levantó la mirada y se la quedó viendo preocupado.

—Rin —la llamó y al escuchar su nombre se despertó inmediatamente viendo perdida su entorno.

—¿Qué estás haciendo?

—Estoy meditando.

—No te ves muy bien que digamos. ¿Enfermaste? —extendió su brazo derecho para medirle la temperatura de la frente.

Rin solo se limitó a balbucear de forma negativa y dar una corta respuesta: —Solo tengo un poco de sueño, eso es todo —Y siguió durmiendo sentada.

Inu no Taisho volvió a su plato y unos instantes más tarde un ruido resonó por el comedor: Rin había caído bocabajo con su cabeza sobre el plato.

Después del desayuno, Inu no Taisho había citado a Rin en su despacho para que hablaran.

—Ven —dijo de manera paternal, cuando ella había entrado cautelosamente.

Ella se acercó hasta que estaba parada justamente delante de él, pero él le señalaba que se sentara en su regazo. Rin obedeció y, como una niña obediente, buscó sentarse en el regazo de Inu no Taisho.

—Hoy has estado muy extraña en el desayuno —empezó a hablar—. ¿Quieres decirme algo?

—No, nada.

—¿Segura? —Insistió Inu no Taisho con la ceja levantada—. ¿Ni siquiera pretendes contarme sobre el elfo que escondías en tu cuarto la noche anterior?

Rin lo miró estupefacta.

—¿Tú sabes sobre Allfie?

—Bueno, no sé quién es Allfie, pero supongo que estamos hablando de la misma creatura —dijo con voz aterciopelada.

Rin seguía mirándolo completamente incrédula.

—Pero ¿cómo? —logró articular, aún sin comprender totalmente como era posible que Inu no Taisho supiera sobre el elfo.

—Te olvidas que soy demonio y que tengo un olfato muy sensible. Aunque debo admitir que has hecho un gran trabajo.

—Entonces, ¿todos sabían?

Inu no Taisho afirmó con la cabeza.

—Pero no pongas esa cara —repuso cuando la vio deprimirse—. Ya te he dicho que si no fuera por nuestros olfatos hubieras hecho un excelente trabajo escondiendo a ese tal Allfie —dijo para animarla un poco.

Rin soltó un suspiro derrotado.

—Igual ya no está. Se fue.

—¿Y por eso tampoco has logrado dormir bien?

—¿Qué tiene eso que ver?

—Mucho —dijo con importancia—. ¿Te parece poco que te quedaste dormida sentada en la mesa con la cara dentro de la comida?

Avergonzada hizo un puchero y bajó la mirada.

—Bueno, es que el suelo y la pared no son la mejor alternativa para dormir, papá —trató de justificarse, mientras jugaba con sus dedos.

—Y ¿qué me dices si vuelves a tu cuarto y tratas de recuperar el sueño desperdiciado?

—No se va a poder —protestó desalentada.

—¿Por qué no? —La miró extrañado.

—Porque hoy me toca entrenar con Sesshomaru.

—No te preocupes por Sesshomaru, hermosa, he hablado con él y hoy te dará día libre.

—¿Y Mizuki? —Insistió con el ceño fruncido—. También tengo clases con ella.

—Eso también está resuelto. Hoy no tienes nada que hacer, así que libremente puedes descansar.

Una sonrisa infantil se asomó por sus labios y sus ojos brillaron de manera especial. Totalmente emocionada se abrazó a Inu no Taisho y, cuando ya estaba por retirarse del despacho, se había acordado de un pequeño favor que quería pedirle.

—Papá —comenzó cautelosamente.

—¿Qué pasa, linda?

—Quería pedirte algo.

—Lo que quieras.

—Es sobre la depilación —explicó, recibiendo una mirada confundida por parte de Inu no Taisho en el proceso—.Es que hace tiempo que no me depilo y ya estoy bastante peluda… de nuevo y estaba pensando en preguntarte si puedo dejar de depilarme.

Una ronca carcajada salió de la garganta del comandante perro. De todas las cosas que podría pedirle, jamás había imaginado que fuera algo así.

—Claro que puedes dejar de depilarte, princesa —dijo con júbilo y, cuando vio el alivio de Rin, rió con más fuerza.

—Sabes una cosa Rin —continuó recuperando un poco de seriedad—. Eres muy especial. No dejes de serlo.

—No dejaré de ser especial, papá —contestó rodeando sus hombros de nuevo en un fuerte abrazo.

El resto del día pasó rápidamente y pronto la noche había llegado. Un silencio impenetrable podía apreciarse en el palacio ya que todos los que vivían ahí estaban durmiendo. O al menos eso parecía. Uno de los soldados regresó usando la puerta de cocina para no llamar la atención.

Parecía nervioso, asustado. Con las manos temblorosas buscó un vaso y se sirvió agua que estaba en el recipiente sobre la mesa de madera. Tomó asiento y se dispuso a beber. Intento normalizar su respiración, ordenar sus pensamientos.

Estaba tan sumergido en sus pensamientos que no sintió la presencia de Mizuki y cuando se dio cuenta, se sobresaltó del miedo.

—Pero ¿qué le pasa a todo el mundo que anda brincando cada vez que yo me aparezco? —dijo malhumorada con las manos apoyadas contra las caderas.

—Mizuki —susurró aterrorizado—, hice algo terrible.

El tono en el que hablaba le daba miedo.

—¿Qué hiciste?

Hubo una pausa y luego logró formar la frase en voz baja: —Violé a una mujer.

Primero: quiero desearles una ¡Feliz Navidad!

Segundo: hace casi un año que no actualizo este fic y hasta yo debo reconocer que esta no era lo que tenía pensado.

Quiero agradecerles por sus comentarios aunque en los últimos pude percibir descontento. Así que un pequeño mensaje para los que caben en esta categoría. Quiero que sepan que tengo una vida fuera del internet. Voy a la escuela donde tengo mis obligaciones e incluso cuando estoy libre no siempre puedo contar con la inspiración para ponerme a escribir. Y aunque escribir es un hobby, por ahora, me lo tomo muy en serio.

Para los demás, quiero decirles que trataré de actualizar constantemente, pero no quiero prometer nada, lo único que puedo asegurarles es que terminaré este fic y los que aún tengo pendientes.

Cualquier cosa, dejen un review o a través del mensaje privado. Espero que les guste el capítulo y ¡hasta luego!