Parte IV

Solo

- Lo mejor que podemos hacer es guardia propia. La ladrona no podría evitar la tentación de aprovechar la cantidad de gente y la cena para actuar - habló Len frente a los detectives que le escuchaban atentamente en la junta.

- Pero si nos ve no se mostrará - dijo en forma de protesta Kaito.

- Es ahí donde necesitamos convencer al dueño del museo que nos deje entrar a la fiesta. Es la única manera de atraparla de una vez por todas - concluyó mirando a su jefe. Gakupo se quedó pensando con los ojos cerrados y soltó un suspiro.

- Si estás seguro, entonces hablaré con él. Regresen a lo que hacían, haré un par de llamadas. Miku, localiza al director del museo y trata de que esta vez me atienda - dijo mientras salía de la sala de juntas.

Len suspiró aliviado y se dejó caer sobre la silla. - Bien hecho Kagamine, parece ser que estás progresando - le dijeron algunos de sus compañeros. Él solo se dedicó a agradecer su apoyo que le estaban dando.

Sacó su móvil del pantalón esperando ver una llamada perdida o un mensaje junto con un nombre en específico. Pero nada. - Creo que debería llamarla yo - pensó. Volvió a suspirar y salió de la sala, directo a su escritorio, dónde estaba su jefe hablando con Meiko; ella no se veía muy contenta. - ¿Por qué siempre mi escritorio es zona de guerra? - lamentó, soltando otro suspiro.

- Quien te viera, suspirando tanto - escuchó una voz detrás de él.

- Kaito, me asustaste - contestó después de sorprenderse un poco por no escucharlo acercarse. Su amigo rio un poco.

- Y bueno, ¿cómo se llama? - preguntó Kaito.

- ¿Quién?

- ¡No te hagas tonto! La chica bonita rubia que te vino a buscar la otra vez - inquirió.

- Ah, Rin. - contestó al fin.

- ¿Rin qué? No me dirás que ni su apellido sabes – insinuó el mayor.

- Rin Megurine - habló Len, recordándola.

- ¿Y vas en serio con ella o será como en la universidad? - continuó insistiendo.

- ¿Por qué tanta curiosidad? Usualmente no me preguntas nada de esto - preguntó ahora Len. Casi nunca hablaba con Kaito sobre cuestiones personales, estaban acostumbrados a hablar simplemente de trabajo o de recordar el año que compartieron de la carrera.

- Porque nunca te había visto llegar tan contento después de no dormir en tu casa - el rubio no pudo evitar sorprenderse.

- ¿Cómo sabes que no dormí en mi casa anoche? - interrogó.

- Fácil, ayer en la tarde me dijiste que fuera en la noche a tu casa por unos papeles, ¿no lo recuerdas? - Len se dio un pequeño golpe en la frente.

- Cierto, no recordaba eso. Perdona, a la hora de comer te los traigo. ¿Cómo se me pudo olvidar?

¿Cómo...? Se preguntó a si mismo de nuevo eso. Y recordó que la compañía de aquella hermosa mujer le había sacado todo de la cabeza. Siempre que estaba junto a ella se sentía muy calmado, al punto que había olvidado tal compromiso. De nuevo se pintó esa dulce sonrisa en su boca al pensar en los hermosos ojos azules con los que se había encontrado aquella mañana. Kaito le dio un pequeño golpe en la nuca.

- Tierra llamando a Kagamine - le dijo en forma de broma. - Te tiene hechizado, tú olvidando cosas es prácticamente inconcebible. - Len rio en buena gana. Volteó a su escritorio y notó como Meiko firmaba un papel y se lo daba muy molesta a su jefe.

- Oye Kaito - lo llamó. - ¿Qué está firmando Meiko? - cuestionó antes de que la castaña fuese a buscar a Kaito.

- Su renuncia - contestó algo desanimado su amigo.

- Entonces la obligaron a renunciar, ¿no? - el peli azul asintió.

- Pero bueno, me dijo que ya está buscando empleo. Algo saldrá, hasta entonces, solo nos queda esperar.

- ¿Y le propusiste...? - Kaito le tapó la boca para evitar que terminara la frase.

- ¿Estás loco? No hemos hablado sobre eso, así que ¡calla! Te dije que si lo hacía serías el primero en saberlo. No vuelvas a sacar el tema, ¿sí?

- Vale, vale - contestó Len, quitando las manos de Kaito de su cara - pero no te alteres tanto, casi me ahogas. - Al final, ambos rieron de buena gana, cambiando por completo el tema de conversación.

Cuando menos se dieron cuenta, ya estaba hablado de trabajo de nuevo. Len estaba emocionado porque sentía que por fin cerrarían un caso que llevaban años siguiendo. – Pero, ¿tienes alguna idea de quién sea? – le preguntó al fin Kaito. El rubio negó con la cabeza.

- No hay mucha información que sea útil en estos momentos para acusar a alguien. El único patrón es el símbolo que siempre deja. Si solo me basara en ello, entonces tendría que sospechar de toda persona cuyo nombre o apellido inicie con ese kanji. Así que, simplemente no podemos sacar una conclusión tan apresurada – contestó. Ambos se quedaron en silencio, leyendo un par de papeles que habían tomado del escritorio de Kaito.

Una vez que llegó la hora de la comida, ambos salieron con rumbo al apartamento de Len. Aun hablaban del mismo caso, ya que el capitán Kamui había dejado en claro que esa debía ser la prioridad. Arribaron prontamente y el rubio comenzó a buscar los papeles dichosos. Kaito se quedó viendo lo olvidado que estaba el apartamento de su amigo.

- Tienes un gran desorden, ¿no? – comentó viendo el polvo acumulado en las ventanas y algunos muebles; la mesa llena de más documentos y correo que nunca había sido abierto; libros sobre los sillones y sillas; periódicos de hacía ya muchos años acumulados en un rincón. Además de revistas hojeadas y otras esperando a ser abiertas.

- Lo sé. No he tenido tiempo de ordenar.

- ¿Y cómo si hasta en vacaciones terminas trabajando? – le recordó. Len suspiró y regresó con un folder, para luego entregárselo a su amigo. – Es en serio Len, debes tomarte un descanso de vez en cuando. No solo lo digo por lo deprimente que se ve éste lugar, sino porque todos necesitamos darnos un respiro. Vive un poco, más ahora si tienes novia.

- Pero ahora es imposible. Tenemos un caso que terminar – le recordó.


Rin seguía en su apartamento, terminado de arreglarse después del largo baño que se había dado. Se sentía de un muy buen humor y que había descansado bastante bien a pesar de las pocas horas de sueño. Y si, sabía que era por él. Aun no podía creer lo que estaba ocurriendo, sus emociones le habían ganado después de mucho tiempo y no se arrepentía.

Se miró y no podía dejar de sentirse bien consigo misma. Todo era hermoso. Él era único: dulce, cariñoso, inteligente, humilde…

Su celular comenzó a sonar, más cuando reconoció el número tuvo que admitir que sintió miedo. – Luka… - nerviosa, contestó - ¿Si?

- No sé en qué clase de jueguito andas, pero ya no me está gustando. Mi paciencia tiene un límite y lo sabes. Te quiero acá en menos de media hora, tenemos que hablar – habló fríamente. Rin tan solo le asintió secamente, evitando demostrarle su temor. Porque hacerlo sería un enorme error.

Asustada, mordió su labio inferior y se quedó pensando, ¿Qué le diría? Ella estaba segura de que podría controlar la situación a la perfección, ¿o no? Sí, claro que sí. Se convenció a sí misma de que todo estaría bien.

Terminó de arreglarse lo más pronto que pudo y salió con la dirección de la oficina de Luka. ¿Por qué estaría ella tan nerviosa si sabía que podría controlar todo? Siempre lo hacía, no había diferencia a ninguna otra situación; terminaría su trabajo a como dé lugar y se irían al fin de esa ciudad. – Irme… pero, entonces Len se quedaría solo, de nuevo – meditó en un semáforo. Tal vez no lo conocía por completo, más si sabía cómo había vivido los últimos años. ¿Cómo sería su apartamento? ¿Sus vecinos lo invitarían a cenar de vez en cuando? ¿Tendría un mejor amigo? ¿Y sus padres…?

Agitó su cabeza - ¿y por qué pienso en todo eso? Yo le dije que tendríamos que mantener nuestras prioridades en orden y accedió. – se regañó a sí misma. Debía dejar de preocuparse por ese tipo de cosas, ahora lo importante era lograr convencer a Luka de ello. Todo saldría de acuerdo al plan.

Arribó pronto al enorme edificio, y trató de llegar a la oficina de su hermana lo más pronto posible, no quería hacerla esperar y menos si realmente estaba tan molesta como había escuchado por el móvil.

En cuanto entró donde estaban el resto de sus compañeras de "trabajo", la miraron de una manera distinta: algo realmente estaba mal. Y fue Lily la que no pudo ocultarlo más, pues se acercaba a ella deseando decirle algo. - Bien Rin, creo que hoy será un día interesante para ti – comentó cuando estuvo lo suficientemente cerca. - Luka no está nada contenta, me pregunto ¿por qué será? ¡Ah! Creo que tiene algo que ver con tu tonto romance – Rin, indignada, solo volteó a otro lado y caminó a dónde Luka le esperaba. - No pretendas que no me escuchaste, porque lo sabes. - habló más seria. - Fuera de broma, todos estamos preocupados que con esto todo el plan se venga abajo.

- ¿Crees que soy estúpida? - habló al fin, guiada por su molestia – sé lo que estoy haciendo y soy incapaz de desperdiciar meses de trabajo.

- Entonces, ¿qué hay del policía? - habló Luka detrás de ella. No esperaba que apareciera.

- ¡Luka! - exclamaron ambas rubias al unísono. Realmente su presencia era una sorpresa.

- ¿Y bien? - exigió como respuesta la mayor. Sus pupilas azules demostraban una enorme molestia. Ante el silencio de Rin, se molestó aún más. La tomó de un brazo y la jaló a un lugar donde pudiesen hablar en privado.

- ¿Y bien? - repitió la pregunta con un tono más agresivo.

- ¿Qué quieres que te diga? - contestó la rubia con otra pregunta. Era cierto, no sabía que contestarle, pero eso solo provocó la ira de Luka.

- Quiero que me digas que vas a quitarte a ese detective de pacotilla de encima lo más pronto posible. Qué no sospecha lo más mínimo de ti. Y lo más importante, que no te atreviste a decirle tu verdadero apellido – Rin se quedó helada. Sí, se había equivocado precisamente en eso. Un ligero resbalón. Pero esos ojos, esas pupilas celestes la distraían siempre y rompían con aquella cadena de mentiras que había intentado formar. - No es posible, lo hiciste.

- Luka, lo siento, ¿sí? Fue un error, un pequeño resbalón

- ¿Pequeño? Tú jamás tienes errores, tus trabajos siempre son impecables. Perfectos. Si te toca conquistar a un hombre, lo haces y no te distraes por nada. Cuidas lo que dices, tomas cada precaución posible para al final, dejarlos y continuar con la próxima misión. ¿Qué pasa ahora contigo? - reclamó. Rin volvió a quedarse en silencio con la mirada baja.

¿Dónde estaba la fuerte Rin que conocía? Aquella mujer que no dudaba en sus acciones y mucho menos bajaba la cabeza. Esa muchacha cínica se había ido. Veía de nuevo a la pequeña niña abandonada de hacía casi 12 años atrás.

Y ahí la mayor de las dos lo comprendió – no es posible – susurró. La miraba aun sin creerlo – tú... te enamoraste de él, ¿no es así? - le cuestionó. La reacción en el rostro de la rubia fue todo lo que necesitaba de respuesta. Luka al fin se había controlado. Más allá de que Rin trabajase para ella, antes estaba la relación que tenía con ella. Eran hermanas, aun cuando no compartían vínculos de sangre. - Dios, Rin. ¿Cómo permitiste qué esto ocurriera? Sabías que al final nos tendremos que ir.

- Está todo bien, ¿sí? - habló al fin. Su tono de voz no sonaba al seguro y firme de siempre – yo sé lo que hago. Déjame disfrutarlo un rato y ya. Es un vil capricho; te aseguro que en cuanto terminemos el trabajo y nos vayamos de aquí será cosa del pasado. Solo un bobo recuerdo, no más – fue lo último que dijo antes de darse la vuelta e intentar irse. La mayor le detuvo de un brazo.

- Mientras que termines tu relación con ese muchacho al menos un mes antes de la operación, puedes hacer lo que quieras – comentó Luka, para luego soltarle. Ambas se habían puesto a la defensiva. Ya no quedaba más que decir, sus decisiones estaban tomadas.


Len intentaba concentrarse en el texto que tenía en sus manos, pero simplemente le era imposible. Cada palabra que leía no tenía ni un solo sentido porque al final siempre recordaba el dulce rostro de aquella muchacha. Esas pupilas celestes que le robaban el aliento y su suave melena rubia. Se sentía hechizado por aquellos dulces labios que le habían robado el sueño la noche anterior. Y ahí estaba de nuevo, suspirando por ella.

Una parte de él se sentía emocionada, pues debía admitirlo, jamás se había sentido como ahora. El dichoso amor que muchos disfrutaban a edades más cortas él se había negado a conocer. Siempre había cosas más importantes. Y aun las había, solo que ella fue lo suficientemente insistente para distraerlo más que cualquier otra mujer.

Realmente se preocupaba por él, y podía sentirlo en la manera que cada vez que se veían le escuchaba. Ya no podía negarlo, estaba loco por ella. Quería que fuese suya siempre y no tuviese que perderla jamás. Anhelaba estar cada momento a su lado, tener aquel dulce aroma en su cama todas las mañanas... - pero eso es solo un capricho. Nadie puede poseer a otra persona. Aunque, si se pudiese... - movió la cabeza, sacándose el absurdo pensamiento. Por fin sabía lo que era estar encaprichado con alguien.

Y se dio por vencido en intentar concentrarse. Guardó todas sus cosas, acomodó el escritorio y apagó el computador. Ya pasaban de las siete de la noche cuando se despidió de Kaito, el único que se quedó trabajando; al salir, se encontró con Rin, esperándole con una de sus encantadoras sonrisas. Él no pudo evitar contestarle con otra igual. La rubia se acercó de inmediato y en forma de saludo le besó. - Buenas noches, detective – le habló al fin cuando cortaron el beso. Len no pudo evitar reír un poco. - Y bien, ¿algún plan para hoy? - le cuestionó una vez que se alejaron. El muchacho tomó la mano de ella y se quedó pensando un momento.

- La verdad es que no, ninguno. - Rin meditó ahora.

- Bueno, se me ocurre algo - él le miró intrigado, esperando que continuara su frase – Ya que anoche tú conociste mi apartamento, considero justo que hagas lo mismo – le pidió. Fue ahí cuando por fin cayó en cuenta de la realidad: su departamento era un desastre. Solo de pensar la reacción que ella tendría le provocó una enorme vergüenza.

- Me encantaría decirte que sí, pero mi departamento no está en condiciones de recibir una visita. - Rin torció la boca, demostrando su molestia. Len solo la miró, esperando escuchar lo que vendría.

- Vamos Len, no creo que sea tan malo – insistió.

- No quiero parecer injusto ni nada, pero, en verdad no es digno de una visita.

- Déjame juzgarlo eso a mí – insistió, besándole de nuevo. Len se quedó meditando de nuevo. Le robó ella un último beso.

- Está bien – accedió al fin. La rubia rio triunfante, mientras caminaban en el camino que Len ya bien conocía.

- ¿No iremos en tu auto? - le preguntó. Él negó con la cabeza.

- Vivo demasiado cerca para sacar el auto del estacionamiento de aquí

- ¿De verdad? ¿Y si te surge una emergencia o algo? - continuó preguntando mientras lo seguía, aun tomados de las manos.

- Usualmente no duermo en mi apartamento, así que si hay una emergencia, ya estoy en la estación – comentó riendo. Pero ella no parecía muy contenta.

- ¿Es en serio? - habló muy seria. Len asintió con la cabeza, como si no fuera algo de qué preocuparse. - ¿Qué no descansas de trabajar ni un momento? Eso no es bueno. Debes dormir como se debe, comer en tiempo y forma. Distraerte de vez en cuando. Ya sabes, vivir más allá del trabajo – el rubio no supo que decirle. - ¡Len! Te lo digo por tu bien. A mí también me gusta mi trabajo pero, también hago otras cosas.

- ¿Cómo qué? – cuestionó ahora él.

- Salir a bailar, ir de compras, verme con amigos – enumeró. El rostro del muchacho no parecía comprender mucho el interés por aquellas cosas – estar contigo – fue lo último que mencionó y lo suficiente para sacarle una sonrisa melancólica a él.

- Eso sí puedo comprenderlo – comentó riendo ligeramente.

Cuando llegaron al apartamento de Len, Rin pudo comprender a que se refería con que no era digno de visitas. El enorme desorden, los periódicos y las revistan amontonados en un rincón y la correspondencia olvidada en la mesa le provocaron cierta incomodidad. Se veía sucio a falta de luz y el aroma que se guardaba era de puro papel periódico. - Te lo dije, éste lugar no está hecho para recibir a nadie – le recordó él.

- Con este desorden ni si quiera yo querría venir a dormir aquí. - Len la guió a su habitación algo apenado. Para la sorpresa de ella, era un cambio muy grande a comparación de la sala y el comedor. Su cama estaba tendida, quizá con unas cuantas arrugas, junto a ésta, una mesa de madera con una loción, un cepillo y algunas cosas para su cabello de él, y adornando un espejo cuadrado. Lo que se había encerrado en ese cuarto era el inconfundible aroma de él mezclado con esa loción, que sabía, rara vez el rubio usaba. Y también había un par de puerta de madera demostrando que el armario estaba ahí. Se atrevió a abrir un poco y mirar el interior. Su ropa era muy similar, claro, la poca que estaba limpia. Todo lo demás estaba en el suelo esperando a ser lavada. Escuchó el suspiro de él – te dije que esto era un terrible desastre – comentó bastante apenado al ver que ella había descubierto ese rincón.

- Solo necesitas alguien que te ayude a limpiar. Así que por hoy, seré tu apoyo – le dijo sonriente. Él no quiso negarse, si eso implicaba su compañía por un par de horas más, era perfecto.

Se dedicaron a ordenar el pequeño apartamento. Al cabo de cuatro horas, Len no reconocía su sala. Todo estaba impecable y ordenado. Había separado periódicos viejos para ya tirarlos. Los más recientes él se negó a tirarlos.

Rin, cansada, se dejó caer en el ya despejado sofá. – Sí que eres desordenado – se quejó ella. El muchacho se sentó a su lado. Él aprovechó la oportunidad y recostó sobre las piernas de la rubia. Rin comenzó a acariciar la melena de su amante.

- Disculpa, es solo que no paso mucho tiempo aquí. Si me hubieses avisado que querías venir, lo habría ordenado en ese mismo instante

- Y no habrías terminado. Es demasiado – se quejó ella. Se quedaron en silencio, no había más que aportar a la conversación.

Len comenzó a tararear una canción de la nada. La muchacha se quedó escuchando su suave voz, algo tenía que le cautivaba y, sobre todo, le gustaba. De momento reconoció la melodía.

- ¿Malagueña Salerosa? – preguntó, Len volteó a verla.

- ¿La conoces? – se cuestionó. – No es una canción que conozca todo el mundo.

- Viajo lo suficiente para escuchar y ver de todo – le contestó. Él sonrió suavemente y continuó tarareando, hasta que ganó el valor de comenzar a decir una parte de la lírica.

- Besar tus labios quisiera, besar tus labios quisiera malagueña salerosa. Y decirte, niña hermosa… - algo apenado, evitó mirarle. Ella no pudo resistir ese impulso, tomó su rostro para besarlo. Cuando separó el beso, Len continuó cantando casi en susurro al tenerla tan cerca.

Inspirada por esas palabras, volvió a besarle. Él se incorporó para continuarle el juego. Aquella muchacha era linda y hechicera, si que lo era. Lo había hipnotizado y conquistado de muchas maneras, al punto de perderse en sus ojos, en su cabello, en su aroma...


Len se levantó escuchando el sonido de su móvil. No recordaba muy bien en qué momento de la noche ambos habían llegado a la habitación y mucho menos en qué momento habían caído rendidos por el sueño; solo estaba seguro de una cosa: la compañía de ella le provocaba una enorme felicidad.

Tomó rápido el aparato y evitó despertar a su dulce compañera. Salió del cuarto y escuchó a su jefe preocupado del otro lado de la línea. – Disculpa Len que te moleste tan temprano, pero tenemos una situación

- Entiendo, estaré por allá en unos minutos – aseguró.

Regresó a la habitación y la miró. Su cabello rubio desordenado, esos labios carmín y esa delicada figura lo tenían fascinado. La paz en su rostro lo obligó a no despertarla. Se recostó una última vez a su lado y tenía la misma canción en su cabeza, en susurro la cantó para ella antes de irse. Ella no escuchó nada o quizá solo muy poco, pues no se había inmutado jamás.

Se vistió y salió, no sin dejarle una pequeña nota en la almohada donde debería estar él.

Al cabo de una hora, ella despertó. Sorprendida por la ausencia de él, sintió un extraño golpe en su corazón, hasta que vio esa hoja donde faltaba su compañero. La abrió, y en un perfecto español le dejó escrito lo mismo que creía haber escuchado en sueños en una dulce voz muy familiar.

Que bonitos ojos tienes

Debajo de esas dos cejas

Debajo de esas dos cejas

Que bonitos ojos tienes.

Ellos me quieren mirar

Pero si tú no los dejas

Pero si tú no los dejas

Ni siquiera parpadear.

Malagueña Salerosa

Besar tus labios quisiera

Besar tus labios quisiera

Malagueña salerosa

Y decirte niña hermosa

Eres linda y hechicera

Que eres linda y hechicera

Como el cando de una rosa

Si por pobre me desprecias

Yo te concedo razón

Yo te concedo razón

Si por pobre me desprecias

Yo no te ofrezco riquezas

Te ofrezco mi corazón

Te ofrezco mi corazón

A cambio de mi pobreza

Malagueña Salerosa

Besar tus labios quisiera

Besar tus labios quisiera

Malagueña salerosa

Y decirte niña hermosa

Eres linda y hechicera

Que eres linda y hechicera

Como el cando de una rosa

Y decirte niña hermosa

Con una sonrisa, dobló la hoja de nuevo. Se levantó de la cama, se vistió y guardó la pequeña nota en su pantalón. Arregló el cuarto de Len y se aproximó a la salida del apartamento de él. Miró con cierta tristeza el lugar y suspiró. – Lo siento tanto… - pensó. Ahora él era demasiado importante pero no sabía qué hacer, el escucharlo cantarle de esa manera la tenía aún más confundida. Su voz, las palabras, su aroma, él mismo… todo la tenía pendiendo de un hilo.

Siempre tan noble y dulce. Rin tenía el corazón del muchacho en sus manos, y estaba a punto de pisotearlo sin consideración. Se sentía tan tonta porque en primer lugar nunca debió darle el suyo a él.

Una traviesa lágrima se atrevió a salir de sus ojos. Furiosa, la quitó. Recuperó la compostura para finalmente irse.


Len continuaba tanteando su teléfono, esperando que sonara y el nombre de ella apareciese en la pantalla. En su otra mano izquierda tenía una pluma que debería estar terminando el bosquejo de su reporte de aquel día. Un reporte que solo portaba malas noticias y aseguraba que no lo promoverían pronto o que incluso podrían despedirlo - ¿desde cuándo yo ignoro mis obligaciones por una mujer? - se regañó a sí mismo, guardando el móvil en un cajón y regresó a su borrador. Continuó escribiendo un poco hasta que se sintió "conforme" con su larga carta de disculpa por su incompetencia en el complicado caso, pues eso parecía más que un reporte de avances. Se rascó la cabeza con frustración y terminó arrancando la hoja amarilla, la apretó con sus manos haciéndola bolita y la aventó al basurero. - ¡Ag! - exclamó y dejó caer su cabeza sobre el escritorio con gran molestia. Volteó y sin darse cuenta había sacado el maldito aparato del cajón y no paraba de mirarlo. - No es posible - volvió a cavilar - no puedo concentrarme en nada. El capitán me dijo que era la mente más brillante porque ni una mujer lograba sacarme del trabajo y ahora, lo único que tengo es una maldita migraña - se volvió a incorporar y de otro cajón más sacó una pequeña botella con aspirinas. Se levantó con dos pastillas en su mano y fue por agua, esperando que pronto la medicina hiciera su efecto. Aprovechó para mirar a su alrededor y darse cuenta de que ya todos se habían ido. Suspiró y buscó el reloj que Miku había puesto alguna vez hacia dos años - las 3 de la mañana y yo esperando que ella me llame.

Regresó a su escritorio decidido a leer información. Tal vez ver el reloj le había ayudado a relajarse un poco, pues cuando menos se dio cuenta había terminado un reporte más decente y evitando lamentaciones que no debían estar ahí. Casi dos horas más tarde había terminado y decidió irse a su departamento a darse una ducha. Salió tranquilamente y caminó un poco.

Arribó a su hogar unos veinte minutos después; entró y vio que todo seguía como la última vez que había estado ahí, como ella había dejado en esa ocasión que entró; sonrió con cierta melancolía y se dirigió a la habitación – Mi malagueña salerosa- pensó. Aunque Rin no fuese española si tenía ese encanto y esa energía. Si, salerosa por completo era. La adoraba, era lo único que le podía pintar una sonrisa. Y ahora sentía que había encontrado algo para recordarla. Esa vieja melodía mexicana, quizá más vieja que sus abuelos, pero era simplemente perfecta. No se podía quitar esa sonrisa de la cara.

Aventó su gabardina a la cama, junto con sus llaves y móvil. Poco a poco se quitó la camisa blanca junto con el resto de su ropa; tomó una toalla y entró al baño. Como de costumbre, no había encendido ninguna luz, y por lo mismo, para evitar quedarse dormido, abrió la llave de agua fría únicamente. Gimió un poco ante la sensación pero no se quitó del chorro. Poco a poco abrió la otra llave y el agua se entibió. Se bañó como siempre y una vez que terminó se ató la toalla a la cintura.

Salió de esa habitación y fue directo a la cocina. Abrió el refrigerador y sacó la bolsa de café, encontrándola casi vacía. Molesto, la volvió a guardar y se fue a la alacena, sacando el frasco de café soluble. Tomó una tasa, la llenó de agua y la metió al horno de microondas, marcó un minuto y medio y regresó a su habitación.

Abrió su armario y sacó una camisa negra y un pantalón de mezclilla. De un cajón sacó su ropa interior y se vistió prontamente. Cuando estaba abotonando su camisa el horno le indicó que había terminado. Antes de salir de su cuarto, tomó la toalla y la pasó detrás de su cuello para secar un poco su cabello en el camino a la cocina. Sacó la tasa y le puso el polvo del café y un poco de azúcar. Se lo llevó a su cuarto y se miró al espejo, su cabello estaba totalmente desarreglado; se quitó un mechón de la cara y contempló las largar ojeras - en serio, ¿cómo ella se fijó en alguien como yo? - cada cosa que hacía le obligaba a pensar en ella y era seguro lo que sentía. Él no se lo negaba, la amaba, ¿qué otra cosa podía ser? Ella se había vuelto algo más que sexo pasajero, habían formado una amistad antes de eso y su primer encuentro juntos había sido - perfecto - se rio suavemente. - Soy patético - comentó para sí mismo y tomó un sorbo a la tasa.

Se sentó en su cama un momento. Creyó que podría dormirse un poco, pero el móvil sonó. - ¿Quién será tan temprano? - replicó. Tomó el aparato y distinguió el número de su jefe. Contestó y al terminar la corta llamada, se levantó, cepilló su cabello y lo recogió como de costumbre. Tomó la misma gabardina y sus llaves. El celular lo había guardado en su pantalón, volvió a tomar algo de café de su tasa y salió prontamente, tenía veinte minutos de camino que recorrer.

Esa tarde, después de su abrumador trabajo su jefe lo volvió a llamar a su oficina. Tocó la puerta esperando el "pase", y una vez que lo escuchó, entró. - Len, ¿qué tal el día? - le preguntó Gakupo de inmediato.

- Pues, supongo que bien - contestó mientras se sentaba.

- Muchacho, te vez terrible. Esas ojeras hasta dan miedo - le dijo. Len bajó la cabeza, algo avergonzado. - Y así no te puedo tener acá, así que te daré todo el fin de semana. Quiero que salgas con esa muchacha hermosa que presume ser tu novia. Pero eso sí, pídele que te deje dormir - el rubio rió de buena gana. - Y te quiero aquí el lunes renovado para continuar, en especial porque dentro de un mes será lo más interesante. Así que nos esperan cuatro semanas de trabajo continuo - el muchacho asintió.

- Entonces terminaré lo que hago y me retiraré - comentó.

- No, no, no. - exclamó Gakupo haciendo señas con las manos - Conociéndote no te vas nunca. Tráemelo y yo me encargo. Necesito tu cerebrito bien descansado - le recordó. Len asintió de nuevo y salió.

De inmediato salió con una enorme sonrisa pintada en sus labios. Tomó el móvil y marcó los únicos dígitos que conocía, además de los suyos, y esperó escuchar una determinada voz. Esa dulce voz que lo había conquistado. Esperó y esperó, su buzón de voz fue lo único que escuchó; sin perder la esperanza, le dejó un mensaje - Rin, escucha. Tiene casi una semana desde tu última llamada. Sabes, estaré TODO el fin de semana libre, ¿no es genial? Llámame, no importa la hora - fue lo último que le dijo. Colgó y llegó a su apartamento. Volvió a marcarle, el resultado fue el mismo. Y siguió así el resto de la tarde, hasta que el sueño al fin le cobraba todas, necesitaba dormir. Dejó el teléfono a su lado y con el volumen al máximo.

En su sueño ella volvía, no podía dejar de pensarla ni un segundo, jamás se había sentido tan atraído por una mujer; ella lo era todo, no quería perderla, no podría soportar recuperar esa vida que había tenido. Ahora todo era distinto y su amor le había mostrado otro mundo del cual no quería irse. No aun…

Despertó en sábado, la luz del sol le daba directo en el rostro y le obligó a levantarse. Se estiró y miró el reloj - ¡¿las dos de la tarde?! - exclamó asustado. Se había dormido cerca de las diez de la noche. - Creo que me lo merezco, casi no he dormido en meses - se regañó. Volvió a tomar el móvil y quiso satisfacer su propia obsesión marcando de nuevo el número. No había respuesta y ninguna llamada había entrado en el transcurso de la noche y la mañana. Lo dejó y se dio una ducha. No perdió el tiempo, fue rápido y regresó a la habitación. El teléfono seguía sin sonar.

Volteó a su armario y sacó un pequeño la única ropa que ella le había regalado, una camisa que lucía bastante costosa de color blanco con detalles en amarillo. Sonrió recordando todo lo que había pasado en los últimos meses. Cada momento con esa mujer lo habían hecho sentirse mejor consigo mismo, había cambiado en algunos aspectos, pero lo más importante era que había olvidado lo que era sentirse solo.

De momento, ese aparato sonó. Al fin el maldito se dignaba a darle un momento de ilusión; corrió y miró ese nombre que anhelaba desde la noche anterior. Contestó prontamente - ¡Rin! Hola - fue lo primero que le dijo.

- Hola, Len - contestó ella tranquilamente. - Escuché que haz llamado constantemente

- Ah, perdona por eso. Es solo que tenía mucho desde que tengo un día libre, o más bien, dos - rió suavemente la voz femenina.

- No te preocupes. Emm... - Rin se quedó en silencio un momento, era raro que ella hiciese eso. Él se preocupó.

- Rin, ¿todo bien? - cuestionó.

- ¿Podemos vernos? Necesito que hablemos de algo importante. Te veo en la cafetería de siempre - Len asintió emocionado y se despidió como normalmente él lo hacía. Colgó y terminó de arreglarse.

Una vez que se sintió perfectamente presentable, tomó las mismas llaves de siempre, su gabardina, el móvil y corrió fuera de su apartamento. No podía borrarse la sonrisa de sus labios, emocionado no podía describir a lo que sentía en realidad.

Llegó al lugar de siempre, ese dónde la había conocido.

Entró y buscó esa melena rubia de entre el montón. Podía distinguirla, lo sabía. La encontró y se sentó frente a ella.

Rin tenía frente a sí una tasa con café a medio tomar, demostrándole que tenía un rato esperándolo. Pero, algo estaba mal, algo en ella estaba mal. Sus ojos azules estaban perdidos y su boca no pronunciaba ni una sola palabra. - Rin - la llamó y le tomó la mano que estaba sobra la mesa. Ella soltó un suspiro. - ¿Está todo bien? - su mirada de él demostraba preocupación.

Estaba preocupado por ella, como siempre. Lo miró directo a los ojos y siguió en silencio, ¿cómo habría de decírselo sin lastimarlo tanto? Él se había vuelto algo especial y ahora tenía miedo de lo que estaba por venir, no quería que él se perdiese. No quería.

- Len, ¿recuerdas lo que hablamos la primera vez que dormimos juntos? - habló ella al fin. El muchacho movió los ojos tratando de recordar esa conversación. - Aquella charla sobre prioridades, ¿la recuerdas? - insistió. El rubio reaccionó y asintió. Ella volvió a suspirar. No podía abordar el tema tan fácilmente.

- Claro, ¿a qué viene eso? – cuestionó con cierta preocupación. Un tercer suspiró salió de la boca de la rubia.

Él apretó su mano con más fuerza, ¿qué ocurría? No entendía a qué iba la pregunta. Ella se percató de ello y decidió soltar la bomba. Era necesario hacer las cosas directamente - Len, me iré de la ciudad - habló firmemente.

- ¿Qué? - exclamó él con demasiada sorpresa. ¿Qué cosa estaba diciendo? ¿Irse? ¿Por qué? ¿Con quién? ¿Volverían a…?

- Me transfirieron. Me voy - insistió. Len abrió los ojos. ¿Qué significaba todo eso? - esa noche yo te lo dije. Lo más que debe importarte es tu trabajo; siempre te dije que pusieras tu trabajo sobre mí, porque yo haría lo mismo y tú accediste - su corazón latía de forma extraña y le dolía. A cada palabra ese dolor aumentaba, como si rasgaran su pecho, ¿ella se iba? Ese peculiar dolor se convertía en un vacío que le atravesaba todo el estómago. El impacto no le dejaba comprender toda la información, ¿por qué ahora pasaba eso? No quería que ella se fuera, evidentemente no lo quería.

- No... - susurró él sin dejar de mirarla con sorpresa.

- Entre tú y yo aquí se quedará todo, Len. - le dijo Rin con un nudo en la garganta. Era obvio que a ella también le estaba doliendo, en especial si no se habían visto en un buen rato. Él no quería escuchar tales tonterías. Él la quería solo para sí mismo-

- Rin, no. Por favor - le imploró. El mismo nudo se escuchaba en la voz de él. - No

- Entiéndeme tú a mí. Yo no puedo renunciar a mi trabajo. He luchado mucho por él y jamás podría pedirte que hicieras lo mismo por mí. Sé cuánto amas tu trabajo, el investigar y todo eso. Por favor, solo, ¡olvídalo! ¡Olvida que yo existí! Olvida que entré a tu vida, olvídame - gritó al final. Se soltó del agarre de él y se levantó. Empezó a caminar y creyó que al fin podría soltar el dolor para sí misma. Pero él la sujeto del brazo. Lo volteó a ver de nuevo, ambos había empezado a dejar que las lágrimas cayeran. - Len, déjame ir - pidió. Se miraron a los ojos, ¿por qué tenían que separarse si se correspondían con la misma fuerza? Él decidió ya no pensarlo más.

- No me pidas que te olvide, cuando tu presencia es tan fuerte. No me pidas que olvide tu existencia cuando te has quedado en mi corazón. Y no me pidas que olvide que entraste en mi vida porque fuiste tú la que se encargó de destruir mi mundo – le dijo, a punto de soltarse a llorar. La muchacha no pudo contestarle nada. Ya no tenía nada más que decirle, no esperó que fuese a contestarle de esa manera. Solo había planeado decirle y salir corriendo, no volver a verlo jamás, pero él no se lo permitía. - Solo una vez más - susurró. Rin se sorprendió, preguntó un "qué" - por favor, solo una última noche y no insistiré más - rogó con la voz quebrada. - Solo una más - lo miró perpleja, ¿estaban dispuestos a separarse así? Pasar una noche de despedida quizá sería lo ideal, más no lo mejor, ¿no lo haría más difícil? No lo pensó más, ella accedió. Si, también quería, aunque sea, una última noche al lado de él. ¿Qué tanto más podía doler?

Arribaron a lo que más cerca estaba, el apartamento de Len. En cuanto él cerró la puerta ella se acercó y le robó el primer beso de tantos de esa noche. De nuevo el dolor en su pecho regresó, sabían lo que hacían, que cada rose podía ser el último, cada palabra podría no repetirse y el aroma del otro ya no volvería. Ambos aventaron lo que tenían en sus manos al piso sin importar nada más. Caminaron poco a poco hacia la habitación. Se dejaron caer en la cama sin soltarse; se separaron un momento a respirar y no pudieron evitar el contemplarse mutuamente, ¿por qué no podían dejar de llorar? El muchacho limpió una lágrima del rostro de su compañera. No dijo nada, tenía miedo de arruinar el momento.

Rin lo atrajo de nuevo y poco a poco se desnudaron, tratando de ignorar que esa podría ser su última vez juntos.


El sol no salía aun pero ambos estaban despiertos, más no se movían. No querían tener que despedirse aunque habían prometido hacerlo. El silencio gobernaba pero seguían igual. Ambos miraban el techo y no sabían que más hacer; sin darse cuenta el otro le miraba de reojo y volvía a ver el blanco techo, a veces a la ventana esperando que el sol no iluminase, esperando que el tiempo pudiera detenerse para los dos, esperando que las palabras que habían salido de la boca de ella fuesen una mentira. Esperando recuperar ese primer encuentro, esperando que pudiesen seguir juntos el resto de sus vidas.

Pero debían dejar de engañarse, ella fue la primera en moverse. Se levantó y comenzó a vestirse lo más rápido posible, debía irse, ya ambos habían sufrido lo suficiente y era lo mejor. Solo salir sin ni siquiera mirarlo de nuevo, solo continuar y dejar su historia como tan solo un hermoso y doloroso recuerdo.

Aun en la oscuridad Len no dejaba de mirarla, esperaba encontrarse con los ojos de ella y evitar que se fuera, que se sonreirían mutuamente, se abrazarían y continuarían como si nada. Más nunca ocurrió, solo se fue, dejando un aroma en su almohada.

Escuchó como la puerta de su departamento se cerró de manera seca, resonó un eco. El muchacho se levantó dispuesto a meterse a la regadera, donde dejó que el agua lo despertara de esa pesadilla que vivía. Pero cuando la sensación de frío desapareció se pudo dar cuenta de que todo era cierto, que ella había dicho adiós y no habría vuelta atrás.


Y... después de casi 7 meses desde la última actualización creo que lo compenso con esto. Sip! Más de 10 páginas :D! Bueno, les voy a que se debió el gran retraso y estoy segura que si muchos de ustedes escriben me sabrán comprender: BLOQUEO. O si, el maldito bloqueo. Y no era por la historia ni nada de eso, si no que no podía transmitir las emociones de los personajes como yo quería D:! Aun no estoy muy segura si lo logré. Quería que sintieran el dolor de ambos, que les desgarrara el corazón... y... emm, ok, no xD! El chiste es que quería mover emociones dentro de mis lectores así que les dejo su tarea: se van aquí abajito, escriben su review y me contestan esta sencilla pregunta: ¿Fue un buen capítulo? Eso es todo. Pero no quiero solo un "si" o un "no". Les voy a agradecer mucho si me dicen el por qué les gustó o no. Realmente que leo todos los reviews (ajaja, como si fueran muchos xD) pero a veces se me olvida contestarlos n.ñ!

Pues bueno, noticia! Estamos llegando al final ):! Así es señores, el capítulo número cinco será el gran final de El Diamante de Sangre~! Ahora, ¿por qué el título?, lo sabrán en el capítulo final. Y bueno, como en el último cap no pondré mis típicos comentarios al final aprovecho esto para decirles MIL GRACIAS. Ésta es mi segunda historia que logra llegar a su esperado final. Espero que hayan disfrutado de mi trabajo y dedicación así como yo disfruté leer varios reviews. Muchas gracias por su paciencia y su consistencia. Realmente llegar a éste punto es de lo mejor. Despedirme de éstos personajes no será fácil, porque han madurado como yo. Quise que esta historia fuera el paso a la madurez de mis historias, más allá de que solo sean fanfics, he comenzado a trabajar en lo que sería mi primera novela y exploré algunas cosas con ésta historia.

Ahora bien, ¿qué será de Adolescencia? El fic está igual en su recta final y es la que más me dolerá dejar atrás por el tiempo y semblanza que tiene. La inicié cuando era un poco más joven y mis emociones me guiaban demasiado, hoy me enfrento a una situación de creación que no me permite solo proyectarme. Debo meterme en cada personaje para darles vida.

Y bueno, quisiera seguir escribiendo más fanfics, especialmente de mis gemelitos hermosos 3! Son personajes demasiado explotables xDDD! Así que, sip, aun no se libran de mí por éstos rumbos ;D! Estén al pendiente, cuando menos se lo imaginen, La Vampiresa y el Lobo regresará con buenos fundamentos :D

De nuevo, muchas gracias por acompañarme en éste viaje y nos estamos leyendo en el impactante final de... El Diamante de Sangre~.