Hola a todos, pues aquí les traigo una nueva historia (ni modo, me dio el Síndrome de Anillus, jeje es broma Anillus) Espero que les guste.
Se lo dedico con mucho cariño a los que han seguido mi otro fic "MAS QUE AMIGOS"
Disclaimer: Hey Arnold y sus personajes son propiedad de Nickelodeon y Craig Bartlett. A excepcion de los creados por mí para este fanfic.
0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0
EL EFECTO DEL SOL DE MEDIANOCHE
Ese Día, Hace Cinco Años...
En el interior de la casa de huéspedes, Gerald está ayudando al joven rubio a terminar de arreglarse.
– Todo está cuidadosamente planeado, la ceremonia es a las cinco de la tarde, de ahí, continuaremos en la recepción; organizada en ese exclusivo salón, franquicia del Chez Paris. Nos cambiaremos y después de dar un último vistazo al equipaje, partiremos rumbo a México… ¿a qué hora me dijiste que salía el avión?
Negando con la cabeza, el moreno responde bastante entretenido – mmh, mmh, mmh… viejo, si tú mismo fuiste a comprar los boletos jejeje… tranquilízate Arnold.
Una vez más, las manos temblorosas de Arnold, intentan arreglar por cuarta ocasión el moño de su frac – lo siento Gerald… es que… estoy realmente nervioso.
– Permíteme Arnie – Gerald se acerca y arregla el moño – listo.
– Gracias Gerald – se gira al espejo para, una vez más, acomodarse el traje – ¿Cómo se encuentra Phoebe, ya se siente mejor?
– ¿mejor?... ¡por Dios Arnold!, desde que anunciaste tu compromiso, no ha dejado de preguntar, y sobre todo presionar, de cuando nos vamos a casar… y ahora que se enfermo, el ambiente entre nosotros esta tan tenso, que fácilmente podrías cortarlo con un cuchillo.
Con una mano en su nuca, Arnold le responde – créeme que te entiendo viejo, pero también tienes que entender a Phoebe, recuerda que la carrera de medicina es muy pesada.
Con una pequeña sonrisa, Gerald le da una palmada, negando con la cabeza – solo a ella y a ti se les ocurre estudiarla amigo, y todavía hacer una especialidad.
Sonriendo de lado, Arnold se acerca a un hermoso arreglo de rosas blancas, dispuesto en la mesa de la computadora, en busca de su bouquet – ni me lo recuerdes; llegando a México tengo que reportarme con el Doctor Torres, y con el botánico, el Doctor Céspedes.
– ¡aquí está el apuesto novio! – Comenta Estela, que va entrando al cuarto del cabeza de balón, vistiendo un sencillo y hermoso vestido negro, de finos tirantes, corte recto, chalina plateada y como accesorio un hermoso collar de perlas – Gerald que bueno que llegaste temprano, contigo Arnold ya no esta tan nervioso.
– Hola señora Shortman, creo que mi presencia no sirve de mucho, Arnold sigue igual de tenso – ríe mirando de reojo a su mejor amigo.
– Hola mamá – Estela se acerca a su hijo y le acomoda el bouquet que consta de una rosa blanca, sujeta con un lazo blanco y adornada con pequeñas flores.
Detrás de ella, se aparece Miles, vistiendo un elegante traje tipo frac, y se acerca a su esposa – ya es hora hijo, tenemos que partir rumbo a la iglesia.
Con cuidado, Arnold junto con Miles ayudan a Estela a descender las escaleras, encontrándose al final de esta a la abuela Gertie, que desde que comenzó el día, no ha parado de llorar en silencio, aumentando su angustia cuando vio a Arnold vestido de traje – ¿abuela que te pasa? ¿Te sientes bien?
– No le hagas caso a esta vieja loca Arnold, dice que se siente muy triste – replica el abuelo Phil, pues entendía hasta cierto punto que llorara en la boda de su nieto, pero lo que decía Gertie, no tenía ningún sentido.
– oh… Kimba… que error más grande has cometido – dice entre sollozos la pobre abuela de Arnold, limpiando con un pequeño pañuelo, las lagrimas que se juntaban en sus cansados ojos.
– Pookie, ¿Por qué dices esas cosas?, si tu adoras a esa joven que antes tenía una sola ceja.
Tapándose la boca, Gerald no puede evitar dejar escapar unas risitas, al escuchar la fiel descripción de Helga cuando era niña; siendo castigado con un ligero codazo, proporcionado por su mejor amigo – Ouch… jejeje, lo siento viejo.
Con mucho cariño, Arnold se acerca a su abuela y la abraza – gracias por preocuparte por nosotros abuela, pero estaremos bien. Vamos que se nos hace tarde – con una dulce sonrisa de lado, Arnold le extiende su brazo, para que la abuela se apoye en él.
– oh Arnold… te deseo lo mejor del mundo para ti y para Eleonor.
Al mismo tiempo, en casa de los Pataki, Olga no podía ocultar su felicidad, dando de brincos por todos lados mientras terminaban de arreglar a Helga.
– ¡Hermanita bebé! Te ves tan hermosa – Olga pasa una mano por el peinado de Helga y le acomoda el velo de novia – nunca te había visto tan bella como ahora Helga… no puedo creer que en unos minutos, mi hermanita bebé… pues… snif…
Afirmando con la cabeza, Phoebe le arregla el velo de novia a su mejor amiga – en serio Helga, te ves muy hermosa, esos tratamientos que nos dieron ayer a base de minerales y humectantes realmente hicieron un efecto positivo en la piel de tu rostro Helga.
Olga era una modelo de renombre, por lo que conseguir quien arreglara y peinara a su hermana fue sencillo – Muchas gracias Charlotee, como siempre, tu talento nos ha impactado.
– Es fácil cuando tenemos a una joven tan bonita – sonríe en forma maternal a Helga – muchas felicidades querida.
– Oh por favor, no dejes de asistir a la recepción, estoy segura que te divertirás.
La maquillista, una mujer ya mayor de edad, asiente con la cabeza antes de salir de la habitación – ahí estaré Olga, permiso.
– Las bodas se me hacen tan románticas, mi parte favorita es cuando dan su primer baile como marido y mujer… ahhh – comenta Lila juntando las manos, suspirando.
Encogiéndose de hombros, la rubia no había apartado su vista del anillo de compromiso, con el que jugaba desde que habían comenzado a arreglarla – no se… tal vez tengas razón.
Olga, Lila y Phoebe cruzaron miradas; no era normal que una mujer a quien habían visto tan enamorada, respondiera de esa manera tan "desinteresada" – Helga ¿te sientes bien? – pregunta Olga, tomando a la joven rubia de los hombros.
– Anoche no pude dormir Olga, es todo…
Entrecerrando la mirada, Olga cree saber que le está pasando a su hermana menor – Parece que alguien tiene pánico de boda jijiji.
– Oh Helga, estar nerviosa el día de tu boda se me hace tan tierno – comenta Lila bastante emocionada.
Levantándose de golpe, Olga toma a Lila de la mano – ¡se me ha ocurrido algo!... ven hermana Lila, ayúdame en la cocina, voy a preparar unos margaritas para relajarnos.
– ¡Cielos hermana Olga! Las margaritas son en definitiva mi bebida favorita.
Así, el par de chicas salieron de la habitación, dejando a solas a Phoebe con Helga.
– Helga, se que algo te está pasando… ¿todavía te sientes mal por la comida africana que nos dieron a probar en el Chez Paris?
Poniendo una mano en su boca, Helga niega con la cabeza – ni siquiera te atrevas a mencionarlo Phoebe… Miriam estaba completamente verde y tu madre no pudo salir del baño por un día. No sé porque siendo un restaurant francés, hayan aumentado su menú con comida tan extraña. Además, estoy convencida de que ese supuesto "alce" no estaba bien cocido.
La rubia se puso en pie, mirando con tristeza y nostalgia su habitación, el cual había sufrido muchas transformaciones con el paso de los años. En este momento estaba de cabeza; la cama permanecía cubierta con enormes cajas, había algunas cosas tiradas en el piso, y su tocador tenía toda clase de maquillaje, brochas, cepillos, etc. – Phoebe, ¿te puedo preguntar algo?
– respondiendo.
– ¿ya le platicaste a Gerald sobre, bueno…? Tú sabes.
Haciendo un espacio en la cama de Helga, la oriental se sienta – la verdad Helga, aun no se lo he dicho…
– ¿Por qué no?
– Porque Gerald… bueno Gerald… no sé como lo vaya a tomar. No es fácil acercarse y decirle: "hola mi amor, ¿Cómo estás? ¿Qué tal te fue hoy? A mi bien gracias, por cierto estoy embarazada, ¿vas a querer cenar algo?"… Tengo miedo de que lo tome a mal Helga, apenas llevamos viviendo juntos un año y cada que le hablo de compromiso… me cambia el tema.
Enarcando una ceja, Helga se sienta junto a su dama de compañía – Phoebe… y si no lo tomara a bien, ¿Qué harías con Gerald?
La oriental quedo en silencio; abrió la boca para responder, sin embargo la volvió a cerrar, retomando el silencio unos minutos más – si lo tomara a mal… creo que no podría soportarlo, entiendes lo que digo… no volvería a ver a Gerald a la cara.
Dibujando una triste sonrisa, Helga abraza a su amiga – Entonces, lo perdonarías.
Negando con la cabeza, Phoebe se separa de Helga y se pone de pie – No me malentiendas Helga, amo a Gerald y a este bebé que viene en camino, que es la mejor noticia que he recibido… bueno después de tu matrimonio jeje… pero si Gerald lo toma a mal… muy mal… no volvería a estar con él, como quiera que sea, ¿qué clase de padre reaccionaria así?
La rubia se puso de pie, sollozando, y abrazo a la mejor de sus amigas – Phoebe… todo va a salir bien, te lo prometo.
– Pero que cuadro más tierno – escuchan una voz que provenía de la puerta, siendo Miriam quien las sorprende con la luz del flash – Helga, el que tus damas vistieran de rosa, fue una excelente idea.
– gracias Miriam.
– oh mamá qué bueno que te nos unes… – comenta Olga que va llegando con varias copas en su mano y un mezclador en la otra. Acompáñanos con unos margaritas.
– ¡Olga! Tú sabes que Miriam ya no toma alcohol, ¡por Dios! ¿Has escuchado la palabra recaída?
Un poco avergonzada por lo que Helga dijo, respondió – no se preocupen por mí chicas, tengo que subir al automóvil las campanas de cristal.
– Podemos ayudarla señora Pataki – comento Lila, tomando el brazo de Olga.
– Si mamá, abajo disfrutaremos de las margaritas – Olga se dirige a Helga – Hermanita bebé, ¿no te gustaría tomar abajo con nosotras?
Ante la negativa de Helga; Miriam, Olga y Lila salieron de la habitación, Phoebe se le quedo viendo a su amiga, sonriendo y con un poco de picardía en su mirada – Helga, veras… yo quisiera…
Cruzándose de brazos, Helga eleva una ceja – ¿no debería de abstenerse al consumo de alcohol, ahora que está embarazada, Doctora Heyerdahl?
– Pero Helga, no solo tú te sientes nerviosa.
– Esta bien Phoebe, puedes bajar y tomar una margarita, ¡pero solo una!
Dando un pequeño brinco, Phoebe abraza emocionada a su amiga – ay ¡Gracias, gracias Helga!
– sí, sí como sea… anda baja, antes de que me arrepienta.
Apresurando el paso, Phoebe se giro sobre su hombro y vio en el reflejo del espejo, que el rostro de Helga se ensombreció tan pronto dio la vuelta – si quieres, me puedo quedar aquí, Helga.
Disfrazando una sonrisa, Helga se niega – no hermana, tú baja y da un brindis por mí.
No muy convencida, Phoebe le insiste – ¿estás segura Helga? Quiero decir… ¿Estás bien?
El rostro de Helga se ilumino con una amplia sonrisa – ¡claro Pheb's! ¿Por qué no habría de estarlo? ¡Criminal! ¡Hoy es mi boda!
Sintiendo un ligero alivio, la pelinegra por fin sale de la habitación. La rubia aprovecho esto para acercarse a la puerta, cerrarla con seguro y recargarse en ella – Ufff, al fin se fue.
Lo que nadie sabía, era que Helga guardaba un secreto. Siendo ese día, el día de su boda; cualquiera esperaría que estuviera feliz, radiante, sin poder contener la emoción, con algún grado de nerviosismo y tal vez, con un poco de nostalgia; pues el sueño de toda chica, su más grade y anhelado sueño, se iba a hacer realidad; casarse con el hombre al que ha amado y ama profundamente: Arnold P. Shortman. Pero a pesar de esto, la triste verdad era otra… la dicha, ese humilde sentimiento de felicidad, tenía mucho que la había abandonado, dejando a cambio, algo que no esperaba.
– hoy es mi boda… ¿porque hoy esas palabras, suenan tan vacías?
La rubia se paro delante del espejo, y ni siquiera ella lo podía negar, se veía hermosa; no obstante, la tristeza que reflejaba en su mirada, quitaba parte de su alma en ese reflejo, encontrándolo prácticamente vacío – Helga G. Pataki vestida de novia… ja, pero que broma.
Hay una niña sola en su habitación
jugando con el aire y su imaginación
De forma inesperada, en el espejo se apareció la figura de Arnold, vestido de traje, sonriéndole en forma tierna, arrodillándose y extendiendo una pequeña caja de terciopelo – Helga… ¿quisieras casarte conmigo?
No comparte tesoros, ni tampoco secretos
su universo es grande, más que el mundo entero.
Muy despacio, Helga extendió la mano izquierda, que ya portaba el anillo de compromiso, siendo este de tres diamantes; dos de ellos blancos, ligeramente ovalados y el tercero, que está en medio, de color rosa. Sonriendo, toca con el dedo que porta el anillo, el espejo – ¡Oh Dios mío! Arnold mi amor… claro que sí.
Ella ríe sin saber porque
ella habla sin saber porque
ella mira su alrededor
y no ve más que dolor.
Se voltea y vuelve a recorrer con la vista su habitación, tomando con fuerza el anillo de compromiso que ese día le dio el cabeza de balón. Deposita sus ojos en un pequeño portarretrato (ubicado en el buro junto a su cama), el cual guardaba una vieja foto, tomada en el jardín de niños el primer día que ingreso. Irónicamente, en ella se le ve feliz, con las manos juntas, fijando la vista en el pequeño Arnold – Ese día, tú fuiste el único que me noto… y me sonrió.
Niña ¿qué va ser de ti?
sin sueños que cumplir
con tu vida no querrás seguir
Niña ¿qué va ser de ti?
sin sueños que cumplir
con tu vida no querrás seguir.
La rubia se acerco al portarretrato, lo tomo y saco la fotografía, sintiendo una profunda tristeza al recordar todas esas veces, que siendo una pequeña, fue un "fantasma" para su familia.
Cien noches de lágrimas y de fría oscuridad
el calor más cercano era el de la soledad
– En muchas ocasiones, sin que tú te dieras cuenta; fuiste lo único bello que tenía en mi vida, el único que me acompañaba sin estar a mi lado, el único al que le permití entrar a mi lastimado corazón, y al único al que ame, sin ser correspondida… pero ahora – las lagrimas comenzaron a resbalar por sus rosadas mejillas, y soltando de golpe el portarretrato, se abrazo a sí misma, llorando sin poderse contener.
Tiene tanto miedo a que puedan entrar
en su frágil burbuja de irrealidad.
Minutos pasaron, y alguien fue a tocar la puerta de la rubia – Helga, ya es hora… ¿Helga?
Con voz temblorosa, Helga responde al llamado – Phoebe… ¿eres tú?
La joven oriental, pudo identificar la voz entrecortada de Helga – ¿Helga te ha pasado algo? ¿Estás llorando?
– ¡Por Dios Miriam! ¡Dile a Olga que se apure! se va a hacer tarde y quiero llegar al coctel de bienvenida.
Al escuchar a su padre, Helga no pudo evitar reír. Si, Helga estaba llorando y riendo al mismo tiempo – Ni siquiera hoy Bob… ni siquiera el día de mi boda pudiste llamarme por mi nombre.
Ella ríe sin saber porque
ella habla sin saber porque
ella mira su alrededor
y no ve más que dolor.
Lila se aproxima a Phoebe, quien mostraba una cara de preocupación – Phoebe… ¿Dónde está Helga?
La rubia se enjugo las lágrimas con un pañuelo de papel que encontró, se acerco a la puerta y la abrió muy lentamente – aquí estoy amigas.
Phoebe y Lila tenían un mal presentimiento – Helga, si hay algo que quieras decirnos o pedirnos, estoy segura que te podremos ayudar.
– Gracias Lila.
Niña ¿qué va ser de ti?
sin sueños que cumplir
con tu vida no querrás seguir
Helga iba bajando las escaleras, siendo auxiliada con el vestido por Phoebe y Lila. Al ir descendiendo, Helga no pudo evitar ver todas esas fotografías, donde en la mayoría, solo salían tres miembros de la familia; y en el resto, se veía una triste niña vestida de color rosa, aislada de toda esa "aparente" felicidad – ¡Esperen un momento!
Niña ¿qué va ser de ti?
sin sueños que cumplir
con tu vida no querrás seguir.
– ¿Ocurre algo Helga? – pregunta Lila, antes de cruzar miradas con Phoebe.
Con abundantes lagrimas, Helga se dirigió a Lila – si hay algo que necesito que hagas… algo que hagas por mi Lila.
– claro Helga… tu solo dime y si puedo, estoy segura de que…
Negando con la cabeza, Helga toma a la pelirroja por los hombros – no es un "si puedo" Lila, tienes que hacerlo…
Niña...
La iglesia estaba a reventar, muchas personas que Arnold alguna vez había ayudado estaban ahí. Los inquilinos de la casa de huéspedes, sus amigos de la infancia, algunas personas de San Lorenzo, colegas médicos de México, etc. Todos estaban listos y faltaba poco, para que el reloj marcara la hora de inicio de la ceremonia. Lo único que faltaba era que llegara la novia.
– Mira Arnold, ahí viene el automóvil de los Pataki – señala el obeso de Harold hacia la entrada de la iglesia.
El vehículo de los Patakis arribo a tiempo, y ya todos esperaban con ansias el descenso de la hermosa novia.
Con un pequeño codazo, Gerald trato de relajar a su mejor amigo – Si pensabas escaparte de esta viejo, ya no lo podrás hacer jajaja.
Mirando con ojos de reproche a Gerald, Arnold le devuelve el codazo – Gerald…
– Hey… yo solo bromeaba, para calmar la tensión.
La puerta del automóvil se abrió, bajando la chica de cabellos rojizos, vestido rosa y sujetando el hermoso velo de Helga en sus manos. Los asistentes vieron como la pelirroja, iba entrando muy despacio, cabizbaja, en dirección al cabeza de balón.
– ¿Lila? ¿Pero donde esta Helga? – el rubio miraba sobre el hombro de la pelirroja, el vehículo de los Pataki, que aun seguía estacionado afuera.
– no va a venir Arnold.
– ¿¡COMO!
Afirmando triste con la cabeza, Lila le extiende el velo, junto con una mano que mantenía empuñada – me pidió que te trajera esto.
Atónito por lo sucedido, Arnold con mano temblorosa, tomo el velo y recibió de la mano de Lila, el anillo de tres brillantes; el mismo que él le había dado a la rubia como compromiso – p-pero…
Dentro de la iglesia se hizo un gran revuelo, todos los invitados empezaron a comentar. Rhonda, Nadine y el resto de las chicas comenzaron a marcar el celular de Helga sin recibir respuesta.
– ¡Arnie reacciona por amor de Dios…! ¡tenemos que buscarla! – Gerald toma su celular y comienza a marcar los números de la agencia gubernamental para la cual trabajaba – con esto viejo, te aseguro que hare un cerco de búsqueda, veras que pronto…
Arnold tomo el celular de Gerald y lo cerro de golpe – No Gerald… entiendo lo que Helga quiere decirme…
Miles, Estela, Phil y el resto de los inquilinos no podían creer que a un chico como Arnold, lo dejaran plantado en el altar; solo una anciana "loca" sabía que eso iba a suceder – Arnold… te lo dije… oh Kimba… que error más grande has cometido – comento entre sollozos.
Muy lejos de ahí, Phoebe estaba con Helga en el aeropuerto de Hillwood – Helga… en serio no entiendo porque estás haciendo esto – dice su fiel amiga, con grandes lagrimas resbalando por sus mejillas.
Con gran afecto, Helga abraza a su mejor amiga, permaneciendo así por largos minutos, susurrándole la razón al oído – tu más que nadie, puedes entenderlo…
Lentamente, la oriental abrió enorme los ojos, como platos. La razón que le había dado la rubia la había empalidecido – por Dios… Helga… – comenzó a llorar con todas sus fuerzas, sin poderse controlar – Helga déjame ir contigo.
Secando las abundantes lagrimas de su amiga, Helga sonrió ante las palabras que pronuncio esta, no obstante, le dio una respuesta negativa – lo siento Phoebe, tú tienes a Gerald aquí, y siendo trabajador del gobierno, no quiero ni pensar que es lo que me hará si se entera que te secuestre.
Una pequeña risa escapo de la pelinegra – jeje… oh Helga.
– Así está mejor.
A lo alto, las bocinas anunciaban el próximo vuelo – Atención estimados pasajeros, esta es la PRIMERA llamada para el vuelo 074004, originario de la ciudad de Hillwood, sin escalas y con destino final a New York City… sírvase a abordar por el andén 5… Atención…
Separándose un poco de Helga, Phoebe aprecia el traje rosa, de encaje, que ahora trae puesto su amiga – creo que es hora de decirnos adiós, Helga.
Abrazando fuerte a Phoebe, Helga baja su rostro hacia su amiga – voy a estar al pendiente de ti Phoebe, sobre todo con lo de tu embarazo.
– yo también… Helga… – responde, con la voz entrecortada, antes de separarse lentamente de su mejor amiga.
– Te prometo pagarte lo del boleto de avión – grita la rubia a lo lejos, mientras movía su mano en señal de despedida.
– cuídate mucho Helga…
Una vez que abordo, en el asiento junto a ella, iba Brian, el chico que durante su infancia, tuvo problemas de respiración y que siempre se aparecía tras ella; pero en esta ocasión no le sonreía, sino que la miraba con preocupación, produciendo muy bajo, el sonido de su respiración (era prácticamente inaudible, pues ese problema ya lo había superado) sin embargo, Helga lo escuchaba como si tuviera un micrófono en su boca, perturbándola más de lo que se encontraba – ¡Por Dios Brainy! Deja de hacer ese ruido.
El resto de los pasajeros, así como las mujeres sobrecargo, dirigieron su vista hacia la escandalosa rubia.
– Helga… ¿Qué haces aquí? No deberías de estar…
Frunciendo fuerte el entrecejo, Helga preparo a Betsy y a los cinco vengadores, dispuesta de tomar al pobre joven del cuello y descargar toda su frustración en él, pero su reacción fue distinta, siendo traicionada por sus sentimientos, comenzó a llorar ya sin poder contener su amargo dolor – eres… un idiota.
Asustado, Brian se acerco a Helga y la rodeo del cuello, abrazándola hacia él para que pudiera desahogarse. Permaneciendo así con Helga todo el trayecto hacia New york.
c – c – c – c
Cinco largos años transcurrieron desde que Helga, tomo la difícil y dura decisión de dejar a su amado Arnold plantado en el altar. Ese triste día, Arnold tuvo que regresar solo y con el corazón roto a la ciudad de México, donde trabajaba como pediatra en un prestigioso Hospital, siendo también el encargado principal de una investigación científica, sobre una nueva droga. En el transcurso de esos cinco años, Arnold no volvió a pisar suelo en Hillwood, ni siquiera cuando Gerald se caso con Phoebe de forma inesperada, tres meses después de su partida; puesto que eso le revivía el doloroso recuerdo del día de su boda.
Los primeros rayos de sol entraron en el departamento del joven cabeza de balón, despertando primero a la chica que dormía junto a él – ¿Arnold amor? ¿Ya te despertaste?
Encogiéndose en su cama, Arnold toma la almohada para cubrirse la cara –… ¿Qué hora es?
La joven se pone en pie, vistiendo una camisa suya – Arnold, son las ocho, ¿no tenias un vuelo que tomar a las diez?
– ¡cierto, se me ha hecho tarde! – veloz como gacela, Arnold se puso en pie y se metió a bañar.
Mientras el rubio tomaba una ducha rápida, llamaron a la puerta del departamento – yo atiendo amor – la hermosa joven abrió la puerta, frunciendo el entrecejo al ver de quien se trataba – ¿qué haces aquí?
– Vine a sacar la basura – respondió la chica morena, de cabello castaño, que se hizo paso hacia el interior del departamento, empujando a la joven con el hombro – dime ¿Arnold ya está listo?
– No, acaba de levantarse y se metió a bañar; nos desvelamos porque estuvimos haciendo "ejercicio" toda la noche, tú me entiendes María ¿verdad?
Enarcando una ceja, María; aquella chica con la que Arnold salió cuando ella estaba en sexto grado y él en cuarto, se convirtió en su secretaria particular, además de la mujer que desde hace dos años, tenía más posibilidades de convertirse en la señora Shortman – entiendo lo que dices… ¿te digo un secreto? Te fijaste en el anillo que trae en su dedo meñique, de la mano izquierda, ¿Viste si se lo quito cuando durmió contigo? ¿O cuando se metió a bañar?... si lo trae cuando salga del baño, estas frita Isabel.
Apenas Arnold dio unos cuantos pasos hacia la sala, envuelto en una toalla, cuando Isabel, la chica con la que paso la noche, se acerco corriendo y tomo su mano izquierda – Este anillo… ¿Qué significa para ti Arnold?
Desviando la mirada hacia María, Arnold frunce el entrecejo, entendiendo lo que estaba pasando, al tiempo que retira bruscamente su mano – es algo muy importante para mi Isabel… y jamás me lo voy a quitar.
– ¿¡Quién es ella! ¡Te exijo que me expliques entonces que fue lo de anoche, Arnold Philip Shortman!
Dando un cansado suspiro, Arnold acomoda la toalla en su cuello, con la que se estaba secando el cabello – Isabel, no quiero lastimarte… significas mucho para mí, pero creo que debemos de ver a otras personas.
PAFF
El sonoro golpe, que solo puede salir de una fuerte bofetada, ayudo a terminar de despertar a Arnold, quien desvió su rostro hacia el lado contrario del ataque.
– ¡Te odio Arnold Shortman! – Grita la joven, que entra como bólido a la habitación de Arnold, se acomoda la falda que traía puesta el día anterior y sale cargando el resto de su ropa, echa una bestia – ¡jamás me vuelvas a buscar, entendiste!
El joven cabeza de balón, pone una mano en la mejilla lastimada – bien jugado María.
Encogiéndose de hombros, la mujer finge inocencia – ¿Qué? Si yo solo le puse los pies en la tierra Arnold, o me equivoco. Por cierto, vine con el autobús de la aerolínea, te estaremos esperando abajo.
Tras cerrar la puerta, Arnold se regresa a su baño – vaya, sí que me ha dejado la mejilla bastante colorada – se lava la cara, se pone loción y sale rumbo a su habitación a revisar las maletas. Se acerca a su closet y saca un objeto.
– Creíste que te iba a dejar aquí en México ¿verdad amor? – con cuidado, dobla el objeto, y lo guarda en una caja especial, dentro de la maleta.
Varias horas después, Arnold junto con María, iban volando a miles de pies de altura, rumbo a un congreso Médico en Chicago. La desvelada estaba causando estragos en el apuesto médico, que se quedo dormido una vez que se acomodo en el asiento.
– Oye Arnold…
– cinco minutos más… – respondió semidormido, acomodando la pequeña almohada que le dio la azafata.
– Arnold, Arnold despierta… ¡Arnold!
Arnold despierta, dando un brinco por el susto – María, no debiste despertarme así, me vas a matar de un susto.
– la culpa es tuya, no debiste pasar la noche con Isabel, si sabias que viajarías hoy.
Desde la cabina, el piloto anuncia la llegada – estimados señores pasajeros, estamos a punto de aterrizar en el aeropuerto internacional de Chicago, sírvase a abrochar su cinturón de seguridad, apaguen todo aparato electrónico…
Mirando con reproche a su secretaria, Arnold le retira la palm – ¿Acaso no escuchaste las instrucciones del piloto?
– ¡por Dios Arnold! Un aparato no va a hacer la diferencia.
Sonriendo con nostalgia, recuerda una pequeña pelea similar que tuvo con Helga, cuando fueron por primera vez a San Lorenzo – tienes que hacer lo correcto.
Una vez que bajaron, el autobús del hotel donde sería el congreso ya los estaba esperando. Arnold, María y algunos colegas médicos fueron llevados al mismo, donde se estaba preparando una merienda de bienvenida.
– ¡Qué bueno que llegamos! La verdad me muero de hambre – camina el joven cabeza de balón, directo al restaurante del hotel, pero una mano en su oreja detuvo su camino.
– ¿A dónde cree que va doctor Shortman? Primero tienes que registrarte en el lobby, después podrás entrar al restaurante a registrarte en el congreso.
Poniendo cara de perrito regañado, Arnold junta sus manos en señal de suplica – por favor María, no desayune y tu sabes que odio la comida de avión… me muero de hambre.
Con un suave suspiro, María suelta a Arnold – si no te amara tanto…
Sonriendo triunfante, Arnold le planta un pequeño beso en la frente a la chica – ¡Gracias María! Eres la mejor.
Apresurando el paso, Arnold se acerco a la mesa de frutas, se sirvió una pequeña ensalada para empezar y tomo una botella de agua mineral. Con plato en mano, se sentó en una mesa que estaba supuestamente vacía y comenzó a degustar la comida.
Levanta la vista, y para su sorpresa, se encontró delante de él a Phoebe Heyerdahl, la esposa de su mejor amigo, y mejor amiga de la que pudo haber sido su mujer.
– P-Phoebe… ¿Qué haces aquí?
Miles de pensamientos pasaron por la oriental al ver a Arnold. Dando un largo suspiro, Phoebe se decía para sus adentros – calma… calma… estas en un congreso… tienes a muchos conocidos aquí… calma Phoebe…
– Cielos Phoebe, sí que eres una mujer muy bonita, ¿Cómo esta Gerald?
Forzando una sonrisa, la oriental solo asiente con la cabeza, siguiendo su "método de relajación mental" – calma… estas rodeada de gente Phoebe… tu solo sonríe y contéstale cortésmente.
Entusiasmado, Arnold siguió haciéndole plática a su "amiga" – ¿no vino contigo? Por cierto ¿tienen hijos?
– ¡No sé cómo pudiste haberle hecho eso a mi mejor amiga, Arnold! ¿Y te dices el hombre más justo del mundo? ¡Deberían de quemarte en leña verde! – grita Phoebe, poniéndose en pie, llamando la atención de los que se encontraban por ahí.
Tomando a Arnold por sorpresa, se pone en pie para responderle a Phoebe, solo que más calmado que ella – ¿hacerle yo? Si no recuerdas bien Phoebe, ella fue la que me dejo en el altar…
– Te pregunto Arnold Shortman, ¿Cómo sabes que tú no le hiciste nada a Helga? – sin decir más, la furiosa pelinegra toma su maletín y se aleja, dejando solo al cabeza de balón.
– ¿pero…? ¿Yo que le hice? Si ella fue la que me abandono… ¿o no?
0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0
ConTinUarA...
Helga ha dejado a Arnold, el amor de su vida, en el altar... pero ¿que la orillo a hacerlo? ya que a pesar de todo, se lee que le dolió mucho tomar esa desición. Phoebe sabe algo, algo que paso entre ellos y es justamente lo que le reclama a Arnold, quien parece no saber nada del asunto. ¿Este encuentro le revivirá algo al cabeza de balón?. La cancion se llama Niña y es de la Quinta Estación.
Para terminar, les mando un saludo a todos aquellos que se toman el tiempo de leer este Fanfic.
MaRyMoRaNTe:)