Cadena de Errores

Introducción

Mimi

19/Abril/2012

Son las 9:03 de la mañana, me hallo en el pasillo con mis viejos amigos de la infancia, frente al casillero de uno de ellos... es un típico lunes en la escuela.

Ellos son tres, y ninguno se percata de cómo me hago pequeña. Tai y Sora charlan y ríen como si no le debieran nada a la vida... sin siquiera notar cómo me asfixio en el tóxico ambiente en el que cierto rubio me envuelve. Ishida.

Había estado evitándolo en este rato, pero nuestras miradas se encuentran... sé que es inevitable este contacto, porque ante los demás, nosotros seguimos siendo amigos. Nadie sabe ni sospecha de nuestro penoso acto cometido hace poco más de un mes.

Desvío la mirada, sin poder digerir toda la energía y pasión que destilan sus ojos. Sé que me sigue mirando, pero lo que no sé es por qué.

Solíamos ser amigos… no éramos lo cercanos como para que hubiese sido raro, ni lo lejanos como para haber sido cualquier cosa. La atracción que siento por él no la puedo describir.

Pero después de lo que pasó, algo ocurrió con él. Se volvió distante y frío, como si hubiese obtenido ya lo que buscaba de mí… y pensar así, duele.

Me mira con tal intensidad que apenas puedo actuar con normalidad. Mi cuerpo se aflige y se tensa conforme su mirada se vuelve cada vez más afilada, como si buscara algo más de mí...

Acaso, ¿busca humillarme? ¿Tan cruel puede ser? Me cuesta creer que busque burlarse de mí, pero no es imposible. Si tan solo supiera que con lo que pasó he tenido suficiente... Está de más su intimidante mirada en este encuentro con nuestros amigos.

De repente, un abrumador mareo nubla mi vista. Retiro un paso y me llevo la mano a la frente. Matt lo nota y frunce el ceño, los demás no tardan en notarlo también y se voltean extrañados hacia mí.

–Meems, ¿te encuentras bien? –pregunta Tai ofreciéndome sus brazos.

–Hay que llevarla a la enfermería, Tai –dice una angustiada Sora.

Trato de no perder el equilibrio, para no caer rotundamente en el suelo. Cierro los ojos, intentando hallar calma… pero el acertado agarre de Tai me ayuda a estabilizarme, y me reincorporo nuevamente.

–Mimi, ¿te sientes bien? –pregunta Sora, ligeramente desesperada por saber qué me ocurría.

–Sí, tan solo me mareé… No he desayunado nada –miento con una sonrisa torpe y despreocupada.

–Ven, te invito algo en la cafetería –Sora me rodea con su brazo, envolviéndome en calidez.

–Gracias, amiga –le devuelvo la sonrisa, y nos fuimos alejando de los chicos, cosa que le agradecí internamente.

Casi puedo sentir su mirada encima de mí, mientras me alejo. Es algo de lo que no me libero, y me asecha...


Capítulo 1

Un error honesto

24/Abril/2012

No puede ser…

Se escuchó cómo ahogó un gemido. Sus labios temblaban violentamente, y de sus ojos vidriosos brotaban sin recato densas y saladas lágrimas llenas de melancolía. En un vano intento por contenerse toda aquella amargura alzó la mirada y sopló con el palmeo de su mano; pero las lágrimas no cesarían por más que ella tratara de calmarse.

Su mano izquierda sostenía la prueba de embarazo que recién se acababa de hacer. El resultado era irrefutable, marcaba positivo. Se mordió la comisura de los labios, y respiró hondo; por semanas la sospecha de un embarazo no deseado le amonestaba la conciencia. Y es que llevaba ya cuatro semanas de retraso en su periodo…

Exhaló con pesadez, y comenzó a sollozar triste. Se hallaba sola en el baño de la escuela, sentada en un cubículo. Miraba perdidamente la cajita de la prueba tirada en el piso; su corazón latía tan fuerte que lo sentía en la garganta. Desvió la mirada triste y se levantó; recogió la cajita y todo lo tiró en el bote de basura.

En unos minutos terminaría la clase en la que se suponía que debía estar en esos momentos. Se había saltado su clase de literatura para salir y comprar una prueba y hacérsela en el baño… no habría podido seguir con la intriga. Salió del cubículo y se asomó al espejo; sus pálidas mejillas estaban manchadas del maquillaje recién arruinado, y sus ojos denotaban toda la amargura que le afligía.

Cogió de su bolso su cosmetiquera, dispuesta a desaparecer el rastro de llanto y nuevamente aparentar ante todos, la inocencia que siempre la caracterizó… aunque en ese momento sabía perfectamente que había destruido esa imagen para siempre.

Frunció los labios angustiada al pensar en las consecuencias… Pero sólo en el ámbito social, que era lo que más le preocupaba en ese momento. Porque tarde o temprano se le notaría… y quisiera o no, la verdad se sabría. Suspiró entrecortadamente, y continuó retirando el maquillaje.

No sabía cómo reaccionarían sus amigos si se llegaran a enterar… Y se hallaba algo pesimista al imaginar cómo Matt reaccionaría. Ella apenas se encontraba en cuarto semestre de preparatoria, y él en sexto… a meses de ingresar a la universidad. Él se trataba de uno de los chicos más populares en el colegio, codiciado y envidiado por muchos. Era brillante en lo suyo, y se le esperaba un gran futuro, lleno de triunfos…

…Resultaba tan fácil olvidarla y hacerla a un lado para seguir con su brillante vida. Porque ni siquiera eran novios.

No debí cometer ese error… Musitó la castaña al recordar con amargura aquella noche. Bajó la mirada y apretó los labios; sacó el rímel y comenzó a retocarse. No había día en que no se arrepintiera por su descuido; no debió asistir a aquella fiesta. Nunca debió aceptar el vaso que Tai le ofreció. Ella nunca debió agarrar más de la botella. Maldita la hora en que se topó con aquellos hipnotizantes ojos zafiro que la miraban desde un rincón.

Empolvó su nariz, retocó sus mejillas y con un poco de rosa en su rostro quedó casi perfecta… pero había algo que el maquillaje no ocultaría, y era la tristeza en sus ojos. Ahora debía lidiar con las consecuencias de esa cadena de errores; nunca debió corresponder al beso del rubio.

Guardó sus cosas y acomodó su ropa, alisándola con sus manos; se dio una última miradita al espejo, asegurándose de que estuviera perfecta. En unos minutos sonaría la campana, debía lucir como si nada pasara. No pudo evitar mirarse su aun plano vientre; quedó paralizada al imaginarse cómo se vería en unos meses. Nunca debió entrar a aquella vacía habitación con él.

De pronto la puerta del baño se abrió, y con ello entraban dos chicas que charlaban amenamente. A Mimi se le erizó la piel por el abrupto cambio de ambiente, pero no tardó en volver a la normalidad al identificar a las dos chicas.

—¡Hola, Mimi! —saludó una de ellas muy sonriente—. No te vimos en clase, ¿qué hacías?

Yo… —un hilillo de voz fue lo primero que salió de sus labios, pero carraspeó enseguida para reponerse—. No hice la tarea, je… —sonrió torpemente.

Aquello no le salió muy natural. Se dio cuenta al instante al ver los rostros confusos de sus amigas, y es que se hallaba nerviosa… aun no digería bien la noticia.

—Oh... ya veo —respondió la otra chica, notándola extraña—. Pues, como te decía... —se voltea y continúa su charla anterior, ignorando a la castaña.

Mimi suspiró y salió lo más pronto posible de allí, sin decir adiós. Los pasillos comenzaban a llenarse de estudiantes que salían de sus aulas. Se encontraba en medio del pasillo inmóvil, sin recordar a dónde tenía que ir… Fue entonces cuando sintió unas firmes manos posándose sobre sus hombros.

—Meems, ¿qué haces aquí parada? —le pregunta un joven de cabellera color chocolate.

Err… —se puso nerviosa por un instante—. Más bien, ¿qué haces tú en los pasillos de cuarto semestre? —se la devuelve con la mano en la cintura.

—Me atrapaste —confiesa divertido el castaño, rascándose la nuca—. Entrené, mañana tengo partido de fútbol —se acerca al oído de la castaña y susurra—. Además de que hubo clase de bioquímica.

—Ya veo —lo mira divertida y sonríe para disimular.

—¿No quieres venir con los chicos? —le propone Tai, con una cálida sonrisa—. Iremos a la heladería que está a dos cuadras.

Err... —ella sabía que Matt iría; cualquier plan de Tai incluía a Matt y a Sora como base—. Será en otra ocasión, debo estudiar con Izzy.

—¿Segura? —el castaño hace una mueca, queriéndola convencer—. No será lo mismo sin ti.

—Ya será en otra ocasión, Tai, lo prometo —le sonríe tiernamente—. Debo irme, ¡nos vemos!

Se da media vuelta, sin mirar atrás; se dirige discretamente apresurada hacia la única persona que podría ayudarla, la única en quien confiaba en esos momentos...

Caminaba entre la gente cada vez más de prisa; sus mejillas enardecidas comenzaban a humedecerse por las lágrimas que brotaban nuevamente sin recato. Necesitaba desahogarse.

Entra estrepitosamente al laboratorio, donde sólo una persona podría estar a la hora del almuerzo. Lo busca desesperadamente con la mirada, hasta sentir alivio al hallar su figura en el fondo...

Izzy... —susurra ella con un nudo en la garganta.

El susodicho interrumpe sus apuntes y alza la mirada al escuchar la puerta azotarse; la mira con detenimiento. Se veía tan frágil y temblorosa, que ya no hacía falta que ella hablara.

—Oh, Mimi... —tuerce la boca, y la mira con tristeza—. Entonces es cierto...

La castaña corre hacia los brazos del menor y éste la abraza tímidamente.

—¿No habría posibilidad de que esté equivocado...? —le pregunta entre sollozos.

—Me temo que no, Mimi —la mira apenado—. No puede haber falsos positivos, sólo falsos negativos... el test detectó la hormona HCG, por lo tanto-

—Lo sé —le interrumpe entre lágrimas—. Es sólo que aun no lo creo... no quiero —susurra cabizbaja.

—Mimi, todo estará bien —le consuela, acariciando su cabeza.

La castaña se separó de los brazos del pelirrojo lentamente. Desvío su mirada hacia el ventanal, entrecerrando los ojos... los rayos que se colaban por la ventana le cegaban.

—No lo sé, Izzy —musita bajando la cabeza—. Ya no estoy segura de poder hacerlo.

—Mimi —le llama un poco más serio—. Acordamos que se lo dirías.

—Pero ¡tengo miedo! —lo mira, casi molesta y alterada. Sentía que no la comprendía.

—Pero él tiene el derecho de saber que será padre, Mimi —le recuerda con un poco de compasión—. Sabes que es lo correcto, y el primer paso a dar.

Mimi lo miró molesta; Izzy tenía razón. Aun así, hacer lo correcto no le era fácil... no podía siquiera dirigirle la palabra al padre de su hijo. ¿Cómo se supone que le diría que estaba embarazada de él, si ni de un "hola" pasaban?

—Izzy... ni siquiera somos novios —cierra los ojos con fuerza y comienza a llorar nuevamente—. Realmente me siento sola en esto.

—Mimi... Te equivocas —le interrumpe—. Sabes que si algo sale mal con Matt... yo te apoyaré.

La chica alza la cabeza, y halla la mirada determinada del pelirrojo. Le enternecía el gesto de su más cercano amigo.

—Gracias, Koushiro... —le sonríe tímidamente, aun con los ojos llorosos.

—Ni lo menciones —le devuelve la sonrisa efímeramente.

El rostro del pelirrojo reflejaba absoluta consternación. Comprendía muy bien la situación; poco estaba a favor de su amiga...

Ella no quería decírselo a nadie, ni siquiera a Sora, su mejor amiga... porque sabía que ella haría lo correcto: encarar a Matt, y presionarlo para que él se hiciera cargo. Pero por bien que sonara aquello, Mimi no quería que nadie hiciera nada por la fuerza.

Tan sólo quería encerrarse en su habitación hasta que todo pasara... pero no podría, por más idílico que pareciera. Debía concluir sus estudios, al menos la preparatoria. Pero imaginar que aun le faltaba un año le desmotivaba de sobremanera.

—¿Y cuándo se lo dirás? —le pregunta el pelirrojo, mirándola fijamente.

—¿Y si me hago una prueba de sangre para estar más segura? —le pregunta con la boca torcida y con los ojos suplicantes.

—Mimi... —suspira Izzy, sin poder convencerla—. Si eso quieres, lo haremos.

Mimi lo miró de reojo, enternecida por lo que acababa de decir. No se sentía tan sola cuando Izzy hablaba en plural.

—Izzy... —musita con melancolía—. Es que temo que me de la espalda. Sabes cómo es él.

—Mimi, estoy seguro de que no te rechazará —la jala del brazo con delicadeza, y busca su mirada—. Confía en mí.

La castaña silenció. Torció la boca y miró para el suelo. Quería creer en el pelirrojo, pero sonaba muy irrealista. Matt sólo ebrio se fijaría en una chica como ella. Y eso fue lo que pasó.

.

.

.

.

25/Abril/2012

Sonó un celular en medio del desolado pasillo, al mismo tiempo que vibraba dentro del bolsillo de unos jeans oscuros. El impacto de la suela del zapato contra el piso hacía eco; aquél joven caminaba solitariamente, muy firme en su paso.

Se detuvo en seco de repente, y sacó su celular. La pantalla señalaba un sobre. Era un mensaje.

"Ey, Matt, haré una fiesta la próxima semana, ¿qué dices si invitas a tu banda?" leyó mentalmente. Se trataba de su viejo amigo Tai.

¿Otra fiesta?

Como si con la última que dio no tuve ya suficientes problemas...


Hola, soy nueva aquí! Espero que les haya gustado, muy pronto subiré el segundo, gracias por leer~