Diez años después.

La casa de reposo Nuevo Amanecer se alzaba entre colinas verdes que en primavera aparecían punteadas de flores de todos los colores. Antiguamente había sido la casa de los Lestrange, pero pocas personas habrían sido capaces de reconocerla tras todas las remodelaciones. Draco había acabado heredándola de rebote, a medias con Teddy, pero Andromeda había rehusado su parte en nombre de su nieto, alegando que no quería nada que le llegara a través de Bellatrix. Durante algunos meses, Draco se había planteado la idea de vender el terreno, pero después de una visita a su psicobruja, en San Mungo, había visto a los padres de Neville y una idea había empezado a formarse en su mente.

Poco más de un año más tarde, Nuevo Amanecer abría sus puertas. Draco conservaba la propiedad de las tierras y la mansión, pero le había cedido su uso a San Mungo con la condición de que la usaran como hospital mental y que le nombraran a él administrador. Aquel era su proyecto, su manera de ayudar, y quería estar implicado en todo lo posible. Había estado supervisando las obras para asegurarse de que todo salía como quería, había pensado cada detalle. La casa tenía quince habitaciones, algunas dobles y algunas sencillas, un salón espacioso y luminoso, un taller de pintura, una zona de baños termales, jardines por los que pasear y hasta un huerto al que muchos internos se dedicaban con bastante entusiasmo. Los enfermeros eran gente amable y competente; Draco se las apañaba rápidamente para descubrir si alguno tenía una veta cruel y lo metía en vereda o lo hacía marcharse con decisión y eficacia: por mucho que lamentara su pasado, había hecho que sus amenazas sonaran tremendamente convincentes.

Los enfermos tenían, además, la posibilidad de tener un familiar con ellos, algo que resultó ser tremendamente beneficioso para ellos. La mayoría iban siempre acompañados de su gato, su lechuza, su sapo. Les relajaba, les centraba. Y en alguna ocasión, el familiar alertaba a los enfermeros de que algo iba mal con su dueño. Había algunos internos que se ponían muy nerviosos ante la presencia de animales en general, pero no tenían nada que objetar a los familiares, como si intuyeran que no se trataban de animales normales.

Muchos pacientes estaban allí con ellos sólo unas semanas. Aurores que habían visto demasiado y habían tenido un cortocircuito mental, algún que otro suicida, aficionados a las pociones recreativas que ahora estaban más allí que aquí, psicóticos de manual... Darles el alta era siempre una pequeña fiesta. Pero Draco había creado Nuevo Amanecer también para los que, por desgracia, parecían condenados a no recuperarse nunca. Allí estaban los Longbottom, Lockhart, la señora Goyle… El aire fresco, el verde de los jardines y el ambiente más hogareño de la casa les habían sentado bien a todos, se les veía más serenos, pero no les había curado. El propósito de Nuevo Amanecer, para ellos, era simplemente darles algo parecido a un hogar.

Draco solía ir todas las mañanas para enterarse de cualquier novedad que pudiera haberse producido, hacer papeleo, supervisar los menús, charlar con unos y con otros. Harry había temido que aquello le fuera a resultar doloroso, como cuando hablaba con la señora Goyle de Greg como si éste sólo hubiera salido un momento. Pero no resultaba doloroso, resultaba adecuado. Sentía que estaba ayudando y eso le hacía sentirse bien. Algunos candidatos a ser internos en Nuevo Amanecer habrían podido resultarle más incómodos, como Albring y el propio Madison, que había terminado perdiendo el juicio. Pero Albring había terminado sus días en una cárcel italiana, donde, por lo que Draco sabía, le cuidaban bastante bien, y Madison había requerido demasiados cuidados físicos como para abandonar San Mungo. Además, había muerto seis años después de la toma del ministerio, así que recibirlo en Nuevo Amanecer ya no era una posibilidad.

Aquella mañana, Draco se aseguró de que los horarios para el mes de octubre eran correctos y abandonó su despacho. Llovía, así que todos los internos estaban en el salón y algunos saludaron a Draco. Lockhart se ofreció a firmarle un autógrafo y Draco aumentó su cuenta personal a quinientos doce. Roberta, una enfermera animosa y simpática que llevaba allí casi tanto tiempo como él todavía iba en cabeza, pero Draco confiaba en alcanzarla pronto. Después vio a Neville hablando con sus padres y fue a saludarlo.

-Hola, Neville.

-Hola, Draco, iba a pasarme por tu despacho antes de irme, a ver si andabas por allí.

Draco miró a los Longbottom. Aparentaban más edad de la que tenían, pero desde que estaban en Nuevo Amanecer su aspecto era más cuidado. Las chicas del salón de belleza de madam Ladybird pasaban por allí un par de veces al mes y habría resultado complicado averiguar quién se lo pasaba mejor con todo aquel ajetreo de cortes de pelo, lazos, maquillaje y cremas faciales, si ellas o los internos. El señor Bagpipper, uno de sus residentes fijos, nunca parecía más satisfecho con la vida que cuando una de las chicas le peinaba bien su larga barba blanca, le hacía dos trencitas en la punta y se las adornaba con dos lacitos encarnados,

-Buenos días, señor y señora Longbottom. Tienen hoy buen aspecto.

Ella estaba acariciando la mano de su hijo mientras canturreaba una canción de cuna y no pareció notar su presencia, pero él le miró y ladeó la cabeza.

-¿Es usted amigo de Neville?

-Así es –asintió Draco-. Fuimos juntos a Hogwarts.

-Neville es un gran chico.

-Sí, lo sé. Pueden sentirse ustedes muy orgullosos.

-Tengo un nieto. Se llama Eric. ¿Quiere ver su foto?

Draco asintió y como casi cada día, observó la foto del pequeño de Neville y Hannah, que tenía cuatro años, como Scorpius.

-Vaya, es un niño muy guapo –dijo, también como siempre.

-Tengo que traeros una nueva, esa ya está muy arrugada –comentó Neville.

-¿Cómo es que no te acompaña hoy? –preguntó Draco.

-Ayer estaba un poco resfriado y Hannah ha preferido que se quedara en casa. Medio Hogwarts está echando humo por las orejas. –Draco asintió, ya lo sabía. Pansy le había contado que la mitad de los alumnos de la clase de Dragen, incluido él, habían pillado la gripe-. En la clase que he tenido esta mañana con los de séptimo sólo estaban Teddy y cuatro chicos más.

Después de charlar un poco más con él, Draco se marchó de Nuevo Amanecer y se fue a la consulta de su psicobruja, Charlotte Balance. Era una mujer diez años mayor que él con una mata de cabello asombrosamente blanca y rizada. Draco la apreciaba mucho y sabía cuánto lo había ayudado a lo largo de todos esos años. Poco a poco las sesiones semanales habían pasado a ser quincenales y desde hacía unos años, sólo iba una vez al mes.

-Hola, Draco, siéntate –le saludó ella-. ¿Cómo estás?

-Bien, gracias.

-¿Qué tal por Nuevo Amanecer?

-Bastante tranquilo. No hemos tenido ningún ingreso este mes y le dimos el alta al chico de las alucinaciones. Mientras se tome las pociones, no hay razón para que volvamos a verlo por allí.

-Sí, eso es una buena noticia. ¿Y qué tal todo lo demás? ¿Qué tal las pesadillas?

-Tuve una, pero no fue gran cosa. Harry ni se enteró.

Ella lo anotó en un papel.

-Oh, sólo una está bien, no hemos roto la racha. ¿Quieres contarme qué pasaba?

-Salía Maggots, el Guardián de los Cannons, sólo que no era Maggots, era el hijo de unas víctimas. Quería vengarse de mí matando a los niños. Yo intentaba protegerlos, pero al final Maggots conseguía matarlos y Harry llegaba y me acusaba de haberlos asesinado yo. Fue desagradable, pero no me afectó tanto como antes.

Empezar a recordar sus pesadillas había sido, en opinión de Balance, un paso muy importante, pero Draco no le veía la gracia. Todas iban sobre lo mismo, sobre lo culpable que se sentía por sus años en la Agencia y sobre lo traumatizado que estaba por su intento de ejecución. No había necesitado recordar pesadillas para ser consciente de ambas cosas. Pero sí era cierto que las peores habían quedado atrás. Aún recordaba la época en la que revivía su ejecución cada dos por tres y llamaba a Harry a gritos suplicando ayuda; cuando Harry le despertaba, alarmado por sus gritos, se quedaba tan nervioso y tembloroso que no habría podido volver a dormir sin ayuda de una poción. Pero poco a poco, esa pesadilla se había ido espaciando. También aquella en la que se ahogaba en la sangre espesa, llena de gusanos, de sus víctimas. Aún tenía dos o tres noches realmente malas al año, pero eso era la gloria comparado con todo lo que había dejado atrás.

-Creía que ese tipo de cosas ya no te angustiaban –dijo ella.

A pesar de desear tener hijos, a Draco le había costado mucho decidirse a dar el paso y lo que latía tras esa pesadilla era la causa. Su paranoia estaba justificada, la esposa de una de sus víctimas había tratado de envenenarle unos años atrás y el ministerio de magia iraní, haciendo caso omiso del indulto de la Confederación Internacional de Magia, había puesto precio a su cabeza. La idea de tener un hijo y que éste pudiera sufrir algún daño por su culpa le había aterrorizado. Harry lo entendía, pero le dijo que no podían dejar que el miedo dominara sus vidas de esa manera y poco a poco, entre unos y otros, le habían convencido para intentarlo. Un segundo después de haber visto la rubia cabeza de su primogénito, Scorpius, Draco había sabido que había tomado la decisión correcta.

-No me angustian, pero eso no quiere decir que no me siga preocupando –dijo, rozando instintivamente el chivatoscopio en forma de colgante que llevaba al cuello

-¿Por qué crees que tuviste esa pesadilla?

A Draco no le costaba recordar los detalles, puesto que debía llevar un diario con todas esas cosas.

-Nos visitaron unos amigos que tienen una niña y mi madre insinuó que le encantaría tener una nieta. Y sé que a Harry le gustaría también. No sé, estuve pensando en ello, supongo que por eso tuve esa pesadilla.

-¿Te gustaría ir a por la niña?

Draco se encogió de hombros y aunque quería parecer indiferente no pudo evitar sonreír un poco ante la idea.

-Puede, no sé. Así empezaron los Weasley y mira cómo acabaron. No necesito tener mi propio equipo de quidditch. Pero… bueno, no me molestaría.

Balance sonrió también.

-Sea cual sea la decisión que toméis, no creo que proteger a cuatro niños sea mucho más difícil que proteger a tres.

La sesión se prolongó una hora, como siempre, mientras charlaban de temas que ya habían discutido otras veces. Había sido un mes tranquilo y en los últimos años, las sesiones, por lo general, sólo servían para controlar que todo iba bien. A Draco le parecía perfecto, ya había tenido bastante drama en su vida.


Cuando salió de la consulta, era ya la hora del almuerzo y se fue directamente a Malfoy manor y se dirigió al salón donde todos estarían preparados para comer.

-¡Papá!

Scorpius fue el primero en verlo entrar y corrió a saludarlo. Tenía cuatro años y verlo era como mirarse a un espejo, aunque tenía los ojos verdes como Harry. La hermana de Daphne lo había llevado en su vientre un par de años después de haber dado a luz a sus propios hijos. Draco lo subió en brazos, sonriendo también a los demás y le dio un beso en la mejilla.

-¿Cómo estás, Scorp? ¿Te has portado bien?

-Sí –dijo, pataleando para que le bajara. Scorpius aguantaba los mimos durante dos o tres segundos máximo, excepto cuando estaba enfermo. Con las cosquillas, sin embargo, era incansable-. ¡Hemos visto un conejo en el jardín!

-¿Un conejo? –exclamó Draco, procurando sonar absolutamente asombrado.

-Sí, era marrón y papi y yo lo hemos buscado para que fuera nuestro conejo, pero al final él quería irse con su familia y seguro que alguna vez viene a visitarnos, ¿verdad, papi?

-Verdad –dijo Harry, mientras iba y le daba a Draco un beso-. ¿Qué tal todo?

-Tranquilo –contestó Draco, girándose hacia su madre para que esta le besara también en la mejilla. Después fue hacia los gemelos, Al y Jaimie. Sabía que eran gemelos porque habían nacido a la vez, no había pérdida, pero al contrario que los Scamander, que eran como dos gotas de agua, sus hijos se parecían poco. Albus era la viva imagen de Harry; James era pelirrojo, con ojos grises. Pero tenían personalidades más similares, ambos eran risueños y activos. Los dos le saludaron con alborozo, explicándole con lengua del trapo lo del conejo, que parecía haber sido la sensación del día.

Los elfos sirvieron entonces el almuerzo. La de los niños ya estaba cortada en pequeños trozos para que pudieran comer con facilidad y uno de los elfos se quedó para ayudarles a asegurarse de que no había accidentes.

-Hoy ha abandonado uno de los de segundo –comentó Harry, mientras se servía ensalada de patatas-. Se ve que la prueba que hicieron ayer en Criaturas con dementores fue demasiado para él.

-¿Cuántos quedan? ¿Dos?

-Sí. Y la verdad es que creo que a uno de ellos se lo van a cargar en las pruebas de ética. Pero los alumnos de primero parecen muy prometedores este año.

A Harry le gustaba mucho dar clase. Era duro con los alumnos porque ser blando con ellos equivalía a enviarlos a enfrentarse con la muerte sin estar bien preparados, pero los apoyaba mucho también y les sacaba todo su potencial. Los aurores que habían pasado por sus manos lo adoraban y siempre que se lo encontraban por la calle o el ministerio se paraban a saludarlo con verdadero afecto y respeto.

Después de almorzar mandaron a los niños con los elfos a hacer la siesta y su madre se fue a visitar a la madre de Pansy. Draco, que había recuperado su gusto por las pociones después de examinarse por libre de los ÉXTASIS, estaba tratando de encontrar un remedio para las alucinaciones sin tantos efectos secundarios como el que solían utilizar los psicomagos, pero su último experimento necesitaba reposar tres días antes de que pudiera seguir trabajando en ella. En vez de bajarse a su laboratorio, se sentó en su sillón favorito, con una taza de té al lado, dispuesto a leer un rato mientras Harry corregía unos ensayos. Era un libro muggle, Draco no había dejado de lado ese mundo del todo. Para empezar, a Harry le gustaba pasear por Londres, llevar a los niños al zoo o a ver el carnaval de Notting Hill. Y a Draco le gustaba ir al cine o salir de fiesta a los bares gays de Londres. No era fácil arrastrar a Harry a uno de estos últimos, pero cuando lo conseguía, un par de copas bastaban para que estuviera dispuesto a bailar con él en medio de la pista.

-Draco, ¿dónde lleva la hache "exuberante"?

-¿En ningún sitio?

-Ya decía yo…

Draco alzó la vista del libro.

-¿Cuál es el tema de esos ensayos? –preguntó, bastante sorprendido-. Suena a novela porno barata. "Ella mostró sus exuberantes pechos y él sintió cómo su miembro viril palpitaba".

Harry se echó a reír.

-Bueno, sería más divertido leer sobre miembros viriles palpitantes que sobre defensa en exteriores. –Draco hizo un gesto con la mano para hacer ver que todavía quería saber qué pintaba esa palabreja allí-. "Si la vegetación es lo bastante exuberante, se pueden utilizar…"

-Aaah… -Harry siguió corrigiendo y Draco se lo quedó mirando, pasando la vista por los mechones de pelo negro que se curvaban ligeramente sobre sus orejas, su expresión concentrada y la mancha de tinta negra que tenía a un lado de la nariz. Un sentimiento cálido se extendió por su pecho y le hizo sonreír. Incluso después de diez años, la intensidad del amor y el deseo que podía sentir por él le dejaba sin aliento. Draco dejó el libro sobre la mesita que tenía al lado y abrió los brazos-. Harry, ven…

Harry lo miró desde la mesa.

-¿Puedes esperar un momento? –Draco negó con la cabeza-. ¿Tiene esto que ver con miembros palpitantes?

Draco se echó a reír.

-Es más que posible. Anda, ven aquí, quiero abrazarte y decirte lo loco que estoy por ti.

Con una última mirada a sus ensayos, Harry dejó la pluma sobre la mesa, se levantó y se acercó al sillón. Draco abrió las piernas para que Harry se pudiera arrodillar entre ellas y le abrazó, dejando escapar un ruidito de satisfacción. Después movió la cabeza, buscando sus labios. ¿Podía quererlo más? No imaginaba a nadie más capaz de despertar todas esas emociones en su interior, ese impulso de protegerlo y dejarse proteger por él, de hacerlo y verlo feliz.

-¿Ha ido bien la sesión? –le preguntó Harry, en voz baja.

-Sí. Esto es sólo porque me apetece y porque besas de fábula.

-Puedo hacerlo otra vez, si quieres –dijo, bromeando.

-No seré yo quien te lo impida.

Harry sonrió y los dos se besaron de nuevo, besos lánguidos, cálidos. Esos que sólo dos personas que se amaban podían darse. Todo resultaba familiar y excitante a la vez, el peso de Harry, el sonido de su respiración y los ruiditos de aprobación que emitía de vez en cuando, el olor de su jabón y de su piel y de su loción para después del afeitado. No habría cambiado un solo detalle.

-No deberíamos… hacer esto aquí…

Las palabras de Harry penetraron en la espesa niebla mental de su deseo y Draco se dio cuenta de que tenía razón. No estaban en una posición muy cómoda y aunque las posibilidades de ser interrumpidos por los niños o su madre no eran muy altas, era lo último que deseaba. Entonces cerró los ojos, tratando de concentrarse por un momento, y un segundo después notó un tirón en las tripas y él y Harry aparecieron en la cama de su habitación, él sentado y Harry arrodillado.

-Eh, avisa –protestó Harry.

Draco lo calló con un beso y pronto estuvieron rodando sobre la cama, aún completamente vestidos. Las manos de Harry se movían por su cuerpo, deslizándose bajo su suéter, apretándole las nalgas. Draco se hartó de tanta ropa y se quitó a la vez la camiseta y el suéter que llevaba, y Harry le siguió y unos segundos después la ropa estaba esparcida por media habitación y ellos estaban por fin completamente desnudos, duros como piedras los dos.

-Joder, hace frío –exclamó Draco, metiéndose rápidamente debajo de las sábanas.

-Ven aquí –dijo Harry, haciendo lo mismo.

Como si Draco hubiera planeado separarse de él… No, lo que quería estar lo más cerca posible, y después de estremecerse un segundo al pasar del frío de la habitación a la calidez del cuerpo de Harry, reanudó el ataque con entusiasmo, dándole un mordisco cariñoso cerca del hombro, acariciándole el costado. Sus labios se movieron de nuevo hacia la boca de Harry y se colocó de manera que sus erecciones estuvieran juntas. La sensación, exquisita, les hizo gemir casi a la vez.

-Genial… -murmuró Draco, sin aliento.

-Mi miembro… está bastante palpitante… ahora mismo.

Draco dejó escapar una pequeña risa que él mismo ahogó al moverse de nuevo.

-Oh…

-Sí, muévete así, Draco…

Él lo hizo, restregándose contra él una y otra vez, y después bajó la mano y sujetó su polla y la de Harry, quien siseó como si por un momento el placer hubiera sido demasiado. Pero Draco le conocía demasiado bien y meneó la mano arriba y abajo sin dejar de besarlo, olvidado ya todo lo que no fuera Harry, los gemidos y la respiración jadeante que llenaba sus oídos, el placer que se extendía como oleadas desde su entrepierna al resto de su cuerpo. Oh, si esos momentos pudieran durar para siempre… Pero estaba muy cerca del orgasmo y de pronto notó el dedo de Harry, húmedo, insinuándose entre sus nalgas y perdió el poco control que le quedaba, al momento se estaba corriendo entre gruñidos, moviendo erráticamente la mano, provocando también el orgasmo de Harry, que se tensó contra él.

Entonces vino la paz, cálida, sudorosa y satisfecha. Draco abrazó a Harry contra su pecho y volvió a desear que ese momento no terminara nunca. Su mente vagó distraídamente por mil pensamientos, lo mucho que quería a Harry, lo mucho que quería a los niños, retazos agradables de los últimos días.

-Harry…

-¿Mmm?

-A ti te gustaría que intentáramos ir a por la niña, ¿verdad?

-Sí, sería bonito tener una –dijo Harry, mirándolo con curiosidad y un poquito de esperanza-. Luna ya ha dicho que no le importaría echarnos una mano.

-¿Has hablado con ella de esto?

-No, ella habló conmigo de esto. El otro día, cuando vino con los gemelos.

El plan de Draco había sido hablarlo con Harry, ver si éste le daba el empujoncito que necesitaba para decidirse a ir a por el cuarto. Pero de repente se dio cuenta de que no necesitaba ese empujoncito. ¿Por qué no intentarlo? Esa era la vida que él había escogido, llena de niños, de risas, de besos.

Draco sonrió.

-Creo que deberíamos ir a por ella.

Harry también sonrió.

-¿En serio?

-Sí, claro. Eso sí, nos plantamos en cuatro, ¿eh? Si es chico también, tendremos que conformarnos.

Pero a Harry eso no parecía importarle y lo besó con entusiasmo.

-Estoy seguro de que será niña… Podríamos llamarla Lily, ¿qué piensas?

-Es un nombre precioso.

Y probablemente iría acompañado de un segundo nombre que no le pegaría en absoluto, añadió para sus adentros, pensando en los pobres James Sirius y Albus Severus (no en Scorpius porque ese nombre lo había elegido él y obviamente Scorpius Hyperion era un nombre elegante y distinguido). Pero eso, al fin y al cabo, era lo de menos. Lo que importaba era que estaban allí, abrazados y felices, haciendo planes para el futuro. Eso era lo que quería, eso era por lo que había luchado. Y no pensaba dejar pasar un día sin disfrutarlo.

Fin.

NatashaGranger, no he podido contestar directamente a tu rr porque tienes apagada la opción de recibir PM. Aprovecho por aquí para darte las gracias, me alegra mucho que el fic te haya gustado ^^

Anónimo, muchas gracias ^^ Me alegra mucho que te haya gustado la historia y si se la recomiendas a una amiga, espero que a ella también le guste.

Albus, ya, los animales no significan lo mismo en todas las culturas, pero como ya te digo, es un animal con mucha tradición simbólica. No, no tengo mis fics en formato libro en ningún sitio, jaja. Pero si quieres imprimírtelos y encuadernarlos, por mí no te cortes ^^ El hecho de que Rowling no dijera nada sobre las armas de fuego es lo que ha hecho que la gente especulara libremente sobre el tema. Personalmente me da igual una cosa que otra, si a la historia le conviene que puedan detenerlas, pues las detienen; si no, pues no. Es algo que queda a elección del autor. En fin, nada, ya me contarás que te parece Alianza, pues. Suerte con tus trabajos y espero que te vaya todo bien. ¡Muchas gracias por todo!

Himextina, muchas gracias ^^ Yo en ese caso no haría más que ver esas pelis, jaja.

Lizbeth, ya queda poco para que empiece a subir la cuarta parte ^^ No, no conozco esa saga, a ver si puedo echarle un vistazo.

Blltrx2608, uf, nena, me alegra que ya estés mejor, me sabe muy mal que te haya pasado eso. Yo te mando todos los ánimos del mundo ^^ En cuanto al fic, bueno, en España también insultas a alguien llamándolo gallina, pero una gallina no es un gallo XD Las pobres gallinas sólo tienen fama de cobardes (y de putas XD, aquí se dice lo de "más puta que las gallinas", no sé por qué). Los gallos, sin embargo, tienen matices divinos (la resurrección, el nuevo amanecer), satánicos (los gallos negros en los sacrificios), nobiliarios… Y como dije, saben luchar con ferocidad si se les entrena para eso. Por otro lado, la Agencia habría seguido intentando matar a Draco, por supuesto, pero ya no había Agencia y Lucas no veía razón para ir buscando venganza a título personal. Con el epílogo hemos terminado el fic, lo siguiente ya será la cuarta parte de Alianza ^^ En fin, guapa, muchas gracias por todo, me alegro de que te haya gustado el fic. ¡Besitos!

SakuFlo, muchas gracias, me alegra que te haya gustado ^^

A,Black, cuando una historia se te mete en la cabeza no hay mucho que puedas hacer; no podía concentrarme en Alianza cuando este fic exigía ver la luz. Por experiencia sé que en esos casos es mejor seguir a la musa, quitártelo de la cabeza y después reanudar tranquilamente lo que estabas haciendo. Ya falta poco para esa cuarta parte, de todos modos ^^ Y en fin, me alegra que El Verano Verde te haya gustado. Y no, no sabría recomendarte nada sobre Snape, no es alguien que me guste mucho de prota, lo siento.