El expreso de Hogwarts

Luna Lovegood estaba sentada en su vagón favorito del expreso de Hogwarts (justo en medio del tren), con sus amigos Neville y Ginny.

Ella intentaba no moverse demasiado, pues aun le dolía la espalda y sus piernas, después de sus castigos (mínimo 8) con la maldición cruciatus, por parte de los hermanos Carrow.

Pero, pese a todo, ella era "feliz" o al menos una parte de ella lo era, su padre estaba a salvo en su casa, ella era una líder del E.D. y como recordatorio, siempre llevaba su galeón falso dentro del calcetín.

Al parecer ella era de las pocas que aun tenía un poco de esperanza, pues incluso sus amigos, cuando no dirigían el E.D. y fingían seguridad, estaban pálidos y con mirada ausente, de Ginny era comprensible, pensaba Luna pues el amor de su vida, su hermano favorito y una de sus mejores amigas estaban en peligro constante.

Pero… ¿Y Neville?

Su abuela estaba a salvo pues estaba en una casa de seguridad ahora que pertenecía a la Orden del Fénix.

Tal vez se debiera a las visitas de Bellatrix Lestrange a Hogwarts, o que él era el que había tenido mas castigos con los Carrow o simplemente tendría un torposoplo en la cabeza

Ella estaba muy preocupada por el, pues desde hace casi medio año, sentía que un sentimiento mas allá de la amistad crecía por el dentro de ella...

Solo pocos alumnos se quedaron en Hogwarts, la mayoría hijos de mortifagos, o chicas y chicos que no tenían a donde ir, pues habían asesinado a cientos de personas desde que el ministerio cayó en manos del Señor Obscuro.

Pero sea como sea, Luna seguiría con una pequeña luz de esperanza, pues eso es lo último que se pierde.

Muchos vagones al frente, un chico alto, rubio, ojos grises y ojeras dignas de un mapache, estaba sentado junto a sus compañeros Cabble, Goyle y Zabini.

Aunque nadie lo sepa, y ni él quiera admitirlo, su mente siempre estaba llena de dudas, pues a él siempre lo obligaron a hacer cosas especificas, casi nunca podía elegir el, como por ejemplo, desde pequeño le inculcaron que mantener la pureza en la sangre era lo que más te tenía que importarte en la vida.

Y, por lo tanto, desde los quince años estaba comprometido con Astoria Grengars.

Por eso y por muchas otras cosas, había perdido todo rastro de esperanza, pues su vida ya estaba planeada completamente, o casi.

Pero con el destino… nada se sabe.

Cada rubio pensaba en lo suyo cuando a la hora del crepúsculo, el tren comenzó a disminuir su marcha, hasta parar por completo, todas las puertas se abrieron, por el frente del tren entraron dos mortifagos y un carroñero, revisaban vagón tras vagón y cuando salían lo sellaban con un hechizo para que no pudieran salir.

-¡Luna Lovegood! –Gritaba uno de ellos.

Tan ocupados estaban en revisar un vagón especialmente lleno que no notaron que una pelinegra de nombre Cho Chang salía de un compartimiento de más adelante para alertar a Luna.

-¡Luna es a ti a quien buscan! ¡Sal de aquí!-Dijo Cho, entrando apresuradamente en el vagón del trio.

-¿A mí? ¿Por qué?

-¡No lo sé y no pienso ir a preguntar! Escóndete en los últimos vagones, ahora están completamente vacios ¡somos tan pocos que no llenamos en tren!

-Vamos, voy contigo-Neville estaba incluso más espantado que la propia Luna.

Tiro del brazo de Luna hacia afuera, y el estaba a punto de salir cuando Ginny dijo;

-¡No! Si vas tu, voy yo… -Jalo de Neville hacia dentro, dejando a Luna fuera.

-Gin no pelees, yo…

-¡AHÍ ESTA!

Ese era el grito del carroñero, y antes de que alguien pudiera hacer algo, con un movimiento de la varita del mortífago, se sellaron todos los compartimientos.

Luna también fue rápida y saco un poco de polvo peruano de oscuridad instantánea de su chaqueta y lo arrojo, dejándolo todo negro.

-¡Corre!-Era la voz de Ginny

Sin perder tiempo dio media vuelta y echo a correr lo más rápido que su magullado cuerpo podía.

Corrió lanzando hechizos hacia atrás, donde se escuchaban los mortífagos el carroñero que de igual manera lanzaban hechizos a diestra y siniestra.

Poco duro la suerte de Luna, pues después de unos minutos la alcanzo un hechizo zancadilla.

Fue tan fuerte que sintió como si rodilla se estrellaba con el frio suelo y un crujido proveniente de esta hizo que Luna soltara un grito de dolor.

-Incarpedo- Dijo el carroñero, al instante salieron de su varita unas cuerdas que amarraron el cuerpo de Luna.

-Eres lista, pero no lo suficiente- Eso fue lo último que escucho antes de que la cegara un estallido blanco saliera de la varita de su atacante.