Escena: Las Reliquias de la Muerte


―¡Draco! ―gritó Lucius Malfoy a su hijo.

Todos y cada uno de los mortífagos, con su Señor a la cabeza, se encontraban en el patio de Hogwarts. Harry Potter había muerto al fin ante el Señor Tenebroso, y ahora tocaba ya la rendición total por parte de las fuerzas que habían defendido el castillo.

Pero Draco, que en ese momento se encontraba entre ellas, no obedeció a su padre. Como siempre. El joven Malfoy era un caso perdido para con su padre.

―Draco ―llamó Narcisa ―. Ven.

A su madre, obviamente, le haría más caso, ya que era ella la que le daba caramelos, le frotaba la espalda cuando se bañaba y le arropaba en su camita. Caminó hacia ellos, dejando atrás a los defensores. No pudo evitar sentir que cientos de ojos se clavaban en él.

Pero el Lord Tenebroso se interpuso en su camino. A lo mejor es que tenía que besarle una mano. O peor, besarle uno de sus mugrientos pies, llenos de barro y suciedad. Lord Voldemort acostumbraba a llevar, como única prenda de vestir, una túnica negra. Ni siquiera utilizaba zapatos.

De repente, el Señor Tenebroso sacó un trozo de cartón, y lo sujetó con ambas manos. El cartón tenía una inscripción que Draco leyó: Abrazos gratis.

―¿Captas la indirecta? ―preguntó Lord Voldemort.

A Draco no le quedaba otra. No sabía si incluso era mejor besarle uno de los pies. Al final, el Señor Tenebroso le dio un abrazo que hasta parecía forzado. Por fin, pudo volver junto a sus padres.

Entonces, Bellatrix se acercó a su Señor.

―Mi señor... Yo sí he captado el mensaje ―dijo ella, implorante, mientras le atusaba el bajo de la túnica y le besaba los pies llenos de barro y suciedad.

―Esto... sí, claro. Pero... eh, ¡Harry Potter ha muerto!

Y se apartó lo más rápido que pudo de su lacaya, antes de que tuviese que darle un abrazo.


Atención a la cara de Dean Thomas después de que Voldemort le de un abrazo a Draco. No se puede explicar de mejor manera lo surrealista de la escena.