Título: La pieza faltante
Claim: Johan Andersen/Yuuki Juudai, implícito soulshipping y bridgeshipping.
Notas: Post-series. Situado en la siguiente reencarnación de Juudai.
Rating: T
Género: Romance/Angst
Tabla de retos: Misteriosa
Tema: 02. Ardiente


Sus pies se movieron inmediatamente, mientras la sombra que era Juudai, un borrón rojo entre los vivos verdes del parque, enfilaba hacia la salida del curioso lugar para adentrarse de nuevo en un laberinto de calles. Johan no podía dejar que se escapara, definitivamente, la brújula ya no servía y nada le daba la certeza de que, una vez lo perdiera de vista, el instinto regresaría, el compás que lo guiaba hacia él. Era ahora o nunca, ahora o nunca, así, tan tangible, tan sencillo.

—¡Juudai! —gritó, cuando iba a unos dos o tres metros por detrás suyo, observando ondear su ropa de color roja y sus mechones castaños, agitados por el viento, por la velocidad de muerte que llevaba mientras esquivaba ancianas, hombres que le gritaban de cosas en italiano y niños.

—¡Ah, Johan! —el joven no aminoró su marcha, pero volteó a mirarlo como si estuviesen jugando, con una sonrisa en los labios mientras proseguía su camino, de nuevo recorriendo las calles con asombrosa precisión, sin duda en pos del lugar donde tenían encerrados a los niños.

—¡Te he estado buscando! —afirmó el de ojos verdes, con un dejo de enfado en su voz, pues no podía creerse que, tras tantos años de estarse buscando, el otro lo recibiera así como si nada, sin ninguna palabra de disculpa, explicación o respuesta.

—Lo sé —respondió él y curiosamente pronto se encontraron un poco más cerca, como si Juudai hubiese aminorado su marcha o Johan acelerado la suya, aunque aún corriendo, aún alejándose, persiguiéndose como lo habían estado haciendo toda su vida. Esto enfadó aún más a Johan.

—¡Fuiste a buscarme! —dijo y no pudo evitar que sus palabras se tiñeran de reproche y también de cierta felicidad al saber que no estaba soñando, que el dolor en sus piernas, la falta de respiración y las palabras zumbantes de las personas que esquivaba, eran reales—. ¡Hace diez días, a mi habitación! —Juudai hizo ademán de querer contestar, abrió los labios con la misma sonrisa de siempre, pero Johan lo interceptó, temiendo que su respuesta fuera tan simplona y desesperanzadora como la anterior, que parecía una burla—. ¿Por qué no te quedaste?

No sólo se refería a esa vez, al relato fantástico que parecía sacado de un libro de cuentos de terror, contado por las voces estupefactas de las bestias gema, que expresaban sus dudas con preguntas pertinentes, que él mismo quería hacer. ¿Por qué no te quedaste? Tan simple, tan sencillo como eso. Después de todo lo que habían pasado, en esa vida y en la anterior, después de los años de soledad, de dolor, de búsqueda y la pieza faltante estaba ahí, entre sus manos, su propia decisión, una que él ya había formulado, incluso cuando aún era un adolescente con tan sólo 16 años y ningún conocimiento del mundo, mucho menos del destino.

—Es peligroso —contestó Juudai con voz cansina y por primera vez desde que se encontraron, su sonrisa se esfumó. Johan no sabía que ese gesto estaba dedicado sólo a él después de tantos años, pero aún así sintió cierto desasosiego cuando comenzaron los peros, los problemas que sin duda Juudai trataría de meter en su cabeza para tornar toda su búsqueda en vano—. No ha sido fácil desde que me fui, casi pierdo a Yubel, no necesito que lo mismo vuelva a suceder. Me vale con saber que estás vivo. A salvo, aunque sea lejos.

—¡¿Y te has parado a pensar si quiera en lo que deseo yo? —sus pulmones amenazaban con colapsar en cualquier momento, ardían, ardían como su pecho, aunque ya no estaba seguro de la causa, si el enfado o el esfuerzo físico, si la alegría o el dolor—. Juudai, te he estado buscando, ¿entiendes eso?

Quería decirle sobre el sacrificio de Rainbow Dragon, de su familia propia, de su antigüa vida, de que en realidad le pertenecía, aún cuando no hubieran memorias que lo respaldaran, pero no era el lugar adecuado, ahí en medio de la calle, corriendo como si la vida se le fuese en ello, a punto de alcanzarlo, casi, ya casi...

—Además, no sabes ni siquiera cómo sostener una carta correctamente —murmuró una voz conocida y de pronto Yubel apareció, aleteando sonoramente mientras los seguía por la calle, justo en medio de ambos, para mirarlo con sus ojos de color dispar, que recordaba nítidamente anegados en lágrimas de alguna otra extraña vida.

—Lo que quiere decir Yubel es que estaba celosa —la risa de Juudai retornó y para el conductor del auto que casi los atropelló pareció una burla, misma que no pudo ni objetar, pues los dos extraños extranjeros siguieron corriendo, alejándose, persiguiéndose, a pesar de que ya iban a la misma altura—. Ahora Johan es muy bueno con las cartas, ¿verdad? Los has recuperado, a tu familia. ¿¡No es genial! Por fin podré ver al legendario Rainbow Dragon.

Yubel bufó antes de responder.

—El enemigo está al final de esta calle, no es muy fuerte, pero tiene muchos aliados, sin contar a los niños, ¿ya han terminado? —Juudai asintió, como si compartiera un secreto con ella, el disco de duelo en su brazo, que hasta momentos atrás le había pasado desapercibido, se desplegó con una serie de colores y el deck se mezcló solo, listo para la batalla. De nuevo (¿cuánto más iba a durar?) eso hizo enfadar al dueño de las bestias gema. De nuevo no comprendía que Juudai había esperado por él, haciendo tiempo en su desesperada carrera para hablar, en lugar de teletransportarse con ayuda de sus poderes o camuflarse entre la oscuridad, similar a un vampiro.

—No hemos terminado —declaró tajantemente, mientras se detenían frente a un edificio blanco, al final de una calle atestada de tiendas abandonadas, en estado precario y con cosas pasadas de moda.

—Johan, ¿traes un disco de duelo?

—Pensé que... —la pregunta lo había dejado anonadado, pues según su punto de vista, todo pintaba para terminar de la peor manera, con él frustrado de regreso en Alemania, para poner un consultorio decente y morir solo, pues estaba seguro de que nunca habría nadie más.

—¿Que no quería que vinieras? —el primer enemigo salió del edificio, sin importarle estar a plena luz del día, muy cerca de calles céntricas. Juudai frunció el entrecejo, una actitud así nunca auguraba nada bueno, el hombre que hacía de sirviente esta vez estaba dispuesto a lastimar a civiles inocentes por cómo se comportaba y el tiempo para hablar estaba por agotarse—. Claro que no, Johan. Me has alcanzado, me buscaste aunque me fui y sigues aquí a pesar de que es peligroso. No soy nadie para decirte lo que puedes hacer o no —titubeó un instante, mirando en todas direcciones en busca de más blancos, mientras Yubel, a su lado y con los brazos cruzados, esperaba con cierto hastío a que terminaran con las charlas absurdas—. Además, me alegra que estés aquí. De verdad.

—¿Aunque tenga que hacerte pagar por todo el tiempo que me has tenido esperando? —por primera vez desde que lo encontró, retomando así el hilo perdido en su vida anterior, en el momento exacto de su muerte, a pesar de que ninguno de ellos lo supiera, Johan sonrió lentamente. Luego, comenzó a buscar entre sus cosas, sus mudas de ropa e instrumentos, el disco de duelo que tenía guardado para ocasiones importantes, sus preciadas cartas y familia y también un poco de valor para afrontar esa nueva vida a la que lo estaba invitando, a la que estaba a punto de entrar.

—Bueno, eso depende —robó 5 cartas antes de avanzar hacia su enemigo, quien lucía una túnica blanca a la par de su cabello y sus manos, allí donde el fuego de algún accidente le había arrancado la piel—. ¿No soy yo el que debería de hacerte pagar? Creo que yo he esperado más tiempo, desde que era niño, si no mal recuerdo.

Johan se echó a reír. Los enemigos lo rodeaban, pero no tenía miedo. Sabía que todo pronto terminaría, que nada saldría mal (¿estaba de nuevo la brújula en alguna parte de su interior? ¿Era la pieza faltante?) y que pronto, quizás en algunas cuantas horas, estarían alejándose de ahí juntos, para hablar, para decirse muchas cosas, años y años de secretos y de vidas paralelas, para continuar la historia donde la habían dejado los tres, un día como ese, en su vida anterior. ¿Y por qué no? También para recuperar los años perdidos en forma de besos, abrazos y algo más. Johan no había olvidado el ardor en su interior.

FIN.