Título: La pieza faltante
Claim: Johan Andersen/Yuuki Juudai, implícito soulshipping y bridgeshipping.
Notas: Post-series. Situado en la siguiente reencarnación de Juudai.
Rating: T
Género: Romance/Angst
Tabla de retos: Misteriosa
Tema: 24. Estatus


La respiración acelerada de una mujer era lo único que se escuchaba en la habitación, por demás solitaria, pulcra e indiferente. Las paredes de color blanco parecían aumentar el sonido, reverberándolo contra los cuadros de paisajes exóticos y una bandeja de plata llena de instrumentos que a primera vista parecían escalofriantes.

La mujer estaba recostada sobre una gran mesa, fría y de metal, con las piernas abiertas a ambos costados de su abultado cuerpo, pujando como si la vida se le fuera en ello. Y era precisamente el dolor del parto el que rompía el silencio concentrado de la habitación, con el doctor esperando por el bebé y la enfermera tomando la mano de ella, como para infundirle ánimos.

Llevaban ya varias horas de trabajo de parto, horas en las cuales se desvanecieron los gritos de dolor y las maldiciones, por el agotamiento de la madre, tan sólo para dejar tras de sí su respiración acelerada, concentrada. El deseo de terminar con todo aquello.

Yubel suspiró, cruzándose de brazos con un gesto entre altanero y aburrido; flotaba de vez en cuando alrededor de la madre de Juudai —porque sabía que era él, después de tantos años—, esperando el momento en el cual sus vidas volverían a unirse. Nunca era fácil, salvo en su vida humana —la primera, tan lejana ya—, siempre había estado presente en el alumbramiento y aunque debería de estar acostumbrada, cada vez que sucedía perdía los nervios en la espera. Los gritos, las horas, la tensión, nunca podía soportarlo del todo. Pero cuando oía al pequeño bebé llorar, todo ese enfado se desvanecía.

Juudai lloraba. La mujer por fin había dado termino a sus sufrimientos y el frágil cuerpo de su hijo era revisado por la enfermera y por Yubel, aunque ella no pudiera verla. El espíritu se inclinó hacia el bulto de mantas que agitaba las manos de vez en cuando, con una sonrisa llena de ternura. Era innegable el hecho de que se pertenecían, era innegable también que toda esa ternura siempre se transformaba en amor... Que él podía verla, siempre, desde el principio.

Sin embargo, esta vez, algo la alertó. El pequeño bebé, con algunos mechones de cabello castaño por aquí y por allá, no tenía los ojos abiertos. Como si de pronto se negara a verla, aunque siempre era lo contrario. ¿Estaba alucinando? Probablemente. Su estatus no podía peligrar en ese nuevo mundo, ese nuevo futuro. Su estatus era incambiable, innegable. Y aún así... ¿Por qué tenía ese mal presentimiento?