ADVERTENCIAS: Yaoi

DISCLAIMER: D Gray Man le pertenece a la fantástica e irrepetible Katsura Hoshino.

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Miró con orgullo aquel pelo. No dudó en acariciarlo suavemente. Sus dedos se estremecían con aquel contacto, memorizando la suavidad del mismo.

Deseaba poseerlo.

Coger con sus manos firmes los mechones de pelo, y obligarle a someterle. Escuchar los gemidos de placer de su pequeña mascota. Mientras mantenía el agarre firme en aquella cabellera revoltosa. Necesita escuchar los susurros llenos de afecto que le proporcionaba el menor.

Deseaba despertarle.

Porque le necesita, odiaba reconocer que le necesitaba. Pero desde que el tierno Moyashi se declaró todo había cambiado.

Deseaba tenerle.

Para siempre, porque a partir de ese momento único, era de él. Era su propiedad, era su amante, era su amor, era su confidente, y su amigo.

Giró con desgana su mirada hacía la ventana. Para poder dislumbrar los rayos del amanecer. Le gustaba despertarse pronto. Madrugar le procuraba una calma interior. La misma calma que se desvanecía cuando estaba con el Moyashi. La misma calma que se convertía en furia cuando no estaba con el Moyashi.

Cerró los ojos fuertemente, como odiaba las malditas horas sin él. Esa jodida opresión que se mantenía en su pecho, ahogando su cordura.

Deseaba morir antes que él. Porque la locura de perderle le carcomía por dentro. No podría convivir con la muerte del Moyashi. No podría. Pero él... lo sobrellevaría, aceptaría gustoso los abrazos de Lavi y las palabras cariñosas de Leenalee. Pero Kanda se moriría sin él. Su corazón latiría resonando en un alma muerta.

Por eso odiaba los momentos en los que no podía estar con él. En los que no podría protegerle.

Volvió a girar su cabeza hacia la cama. Y no se molestó cuando vió esa Luna mirarle. Porque Allen era su Luna, su reflejo del Sol en la oscuridad. Su luz en la noche. Sólo el podía mantenerlo vivo. Sólo él podía amarlo.

Vió con dedicación como el Moyashi suspiró con cansancio y como apartó sus mechones de la cara con desgana.

-Kanda...-

Y él sólo pudo mirarle, como si el mundo se hubiera parado por un momento para contemplar la belleza del albino. Aquel rostro que le hacía extremecer de solo recordarlo, aquella alma que le hacía retroceder de solo desearlo, aquella sonrisa por la que daría su vida.

- Como te odio jodido Moyashi.-