Bueno, al fin un NUEVO (pero nuevo, nuevo) capítulo que añadir. Al final no, este no es el último. Es el penúltimo. El último sigue a medio escribir, dándome problemas (muchos, muchos problemas). ¿Por qué nadie me ha dicho lo complicado que puede ser escribir un final? «Y vivieron felices y comieron perdices…», evidentemente eso no se puede poner. Porque no. Además, ¿qué tiene de bueno comerse un pájaro? Pues nada, que ya me pensaré un final decente; pero hasta entonces, el capítulo cinco:


•Capítulo 5
•Confesión y todos contentos

—Así que... ¿hablarás de una vez? ¿O te quedarás callado el resto de tu vida?

Sasuke tragó saliva, inmóvil. Mientras tanto, Naruto miraba a la vieja con un puchero.

—Hiroko–san, eso me dolió, ¿sabe? —le reprochó, mirándola mal—. Vamos, Mizu–chan, tú eres buena chica, ¿por qué la ayudas?

—No te equivoques Naru–chan —lo contradijo la pequeña, sentándose junto a la abuela—. Hiroko–sensei realmente lo hace por tu bien... creo.

—Basta de charla. Continuemos. ¿Bastardo?

—Hmn...

—Dinos... ¿te gusta alguien? —El Uchiha clavó la mirada en ella. Al ver que no respondía, la vieja acercó la maquina eléctrica al rubio en señal de amenaza, cosa que dio su resultado… evidentemente.

—¡Sí! ¡Vale, me gusta alguien! —exclamó derrotado. De cualquier forma, no podía dejar que volviera a hacerle daño.

—... —De pronto, la mujer cerró los ojos, pensativa.

—Umm... Hiroko–sensei... ¿Ocurre algo? —preguntó la niña preocupada por el repentino silencio de su maestra.

—No, estaba pensando... Que mejor ir al grano en el asunto, ¿no? —A Sasuke no le gustó cómo sonó eso. Su plan era ir respondiendo como pudiese a preguntas poco comprometedoras. ¡Pero eso de ir al grano...! ¡Simplemente no!—. Sasuke–kun —Y ahora iba y ponía voz amable—. ¿Cómo se ve Naruto hoy?

—¿Uh...? P–pues está...

—¿Cómo está?—Sasuke desvió la mirada sonrojado por lo que iba a decir.

—Pues está como para mojar pan. Me lo tiraría aquí mismo si no estuviese atado... —Ups... demasiado información.
Por su lado, la mandíbula de Naruto casi se desencaja al oír esto. ¿Y su cara? Pues básicamente, como un tomate.

—¿Te gusta, verdad?

—¿Uh?

—Respuesta incorrecta —Y descarga eléctrica al rubio.

—¡Aah! ¡Vieja estúpida, ya vale!

—¡Esa lengua, jovencito! —Y otra descarga más.

—¡Ay!

Manteniendo la sonrisa, la vieja volvió la mirada al Uchiha.
—¿Qué me dices, Uchiha? ¿Te comportarás? Creo que he dejado bastante claro qué puede pasarle a tu amigo si no colaboras.

Y finalmente, suspiró derrotado y asintió con la cabeza obediente.


Saltándonos el periodo de espera entre las once y media de la mañana hasta... bueno, la tarde. ¡En Konoha de nuevo!

Nada más concluir la "cita" –porque para Temari sí que había sido una cita– con Shikamaru, ésta había arrancado a correr hacia una tienda de kimonos para elegir uno para el festival.
Y pese a que Sai prometió pasar el día entero "de guardia" con el Kazekage, éste terminó por ir también a comprar algo adecuado para su acompañante sin que él se enterase.

Y bueno, en el hotel era donde se encontraban ahora.
—¡Sai! ¡¿Se puede saber qué haces tú aquí? —vociferó Temari al pillar al pintor entrando en la habitación de su hermanito por la ventana—. ¡Fuera ahora mismo!

—¡E–espera un momento, traigo algo para Gaa... —La rubia lo miró mal—...ra–sama. —concluyó, temiendo por su vida.

—¡Pues si es alguna guarrada ya puedes estar yéndote!

—¡No, no! ¡Es para el festival! —Rápidamente le mostró la bolsa que llevaba—. Lo compré para él.

—¡Gaa–chan no necesita nada tuyo!

—¿Se puede saber qué es todo este escándalo? —Por suerte, el centro de esta discusión apareció en la escena para poner "orden".

—¡Mira Gaa–chan, te traje un regalo!

—¡Ni lo sueñes que se lo vas a dar! ¡Directo a la basura!

—¡Pero si no sabes ni qué es!

—¡Ni me importa! ¡Dámelo!

—¡No! —Tras este grito, Sai entró al fin en la habitación y se escondió tras el pelirrojo para rodearlo con los brazos por la espalda. A Temari casi le da un infarto ante tanta confianza—. Gaa–chan, compré algo que te gustará. —Dicho esto, sin soltarlo metió la mano en la bolsa y sacó lo que había dentro.

—¿Un kimono? —preguntó éste, todavía conmocionado por el repentino abrazo—. ¿Para qué?

—¿Cómo que para qué? ¡Para el festival de esta tarde! ¿Qué si no?

—¡No lo necesita! ¡Yo ya le compré un lindo kimono para él!

—Sinceramente, Temari–san, un kimono rosa con corazoncitos no es lo que le queda mejor a mí... ejem... A Gaara–sama.

—¡¿Y cómo sabes tú eso?

—Uh... B–bueno... ¿Intuición masculina?

—Eso no existe —replicó cortante, colocando ambas manos en la cintura. De pronto, sonó el teléfono—. Quieto ahí. —le advirtió, señalándolo con el dedo y mirada amenazante.

—Encantado. —musitó, sonriendo falsamente mientras abrazaba más fuerte a su protegido.

—¿Sí?... ¡Sí! Ahora bajo... ¡Que sí! Vale... —Y colgó—. Gaara, me voy ya. Y tú, baka. Largo de aquí. ¡Y suéltalo!

—Vaaalee... —Al ver la venita en su frente obedeció al instante—. En fin... Gaa–chan, nos vemos —Le guiñó un ojo—. Te dejaré el traje aquí. Elije el que más te guste.

—¡Evidentemente elegirá el mío!

—Eso ya se verá. —susurró entre dientes. Y así, saltó de nuevo por la ventana y desapareció.


Vuelta a la aldea de la roca

Tras asegurarse de que Sasuke finalmente aceptaría responder a cualquier pregunta que le hiciese, la vieja no tardó mucho en salir de la habitación en la que se encontraban junto con su discípula, dejando a los otros dos todavía atados y con una cinta en la boca para que ni siquiera pudiesen comunicarse.

Por su lado, el Uchiha observaba impaciente la puerta, y a ratos, lograba desviar la mirada al ojiazul, a escondidas del mismo. Y en cuanto a éste, parecía shockeado por algo –probablemente por la última frase dicha por el pervertido–, por ello, tenía los ojos clavados en el suelo, y por lo visto casi ni parpadeaba.

—Gracias por esperar —Finalmente la vieja y su alumna volvieron a entrar—. Os anuncio que entre las dos hemos preparado algunas preguntas que hacerte, bastardo.

—Esto será realmente divertido. —musitó la pequeña, con una sonrisa tan malvada que solo podía haberla aprendido de una persona.

—¿Listo? —Y sin avisar, Hiroko se acercó al Uchiha y le arrancó sin cuidado alguno la cinta de la boca—. Pues ahora sí, empecemos.

—¡Mmm...mmm! —Antes de que dijesen nada, Naruto empezó a patalear.

—Oh, vaya. Me olvidé de él... Mizu–chan, quítale la cinta.

—¡Sí! —Sin querer perder más el tiempo, la pequeña se aceró al rubio y se la arrancó de un tirón—. Listo.

—Primera pregunta...

—¡Yo primero, yo primero! —saltó Mizuki, intentando arrebatarle a su sensei el papel.

—¡Claro que no, yo empiezo! Y ahora silencio —Y tras aclararse la garganta, tomó aire y empezó—. A ver, bastardo–san. ¿Recuerdas la primera vez que viste a Naruto–kun?

Éste asintió precavido, sin abrir la boca por prevención.
—Y dime, ¿cómo estaba?

—Hn... Realmente adorable...

—¡Ahora yo!—finalmente la chica le arrancó el papel de las manos—. Dinos: partiendo desde el día en el que lo conociste, ¿cuánto tiempo pasó hasta que te enamoraste de él?

—Pues... —Sasuke frunció el ceño, todavía no muy convencido de lo que pensaba decir. Sabía que por culpa de la dichosa maldición su declaración "romántica" se iría al traste, cambiándola por algo, bueno... más bien poco romántico. Pero no había nada que hacer. Si no respondía, la vieja volvería a dañar al ojiazul; y si respondía, había una posibilidad de que Naruto dejase de dirigirle la palabra para siempre. Miró una vez más a la vieja, reflejando en sus ojos todo el rencor que sentía hacia ella, para después empezar a hablar.

—¡Alto ahí! —Oh, pero cómo no, así no podía acabar la cosa ¿verdad?—. Se acabó el juego, ¡soltadme!—gritó de pronto el rubio con una expresión realmente enfadada, algo que pocas veces o nunca se había visto en él.

—P-pero Naru–chan...

—¡Ahora!

—Si él iba a...

—Mizuki —la cortó la vieja, repentinamente seria. Por lo visto, la expresión del rubio la había hecho reflexionar—. Trae el regalo para Tsunade, ¿quieres?

—Sí... —Y deprimida y con la cabeza gacha, caminó lentamente hacia la puerta hasta desaparecer de la habitación. Mientras tanto, Hiroko se encargó de liberarlos a ambos. Se podía ver la cara de culpabilidad en ella cuando lo hacía. Algo muyyy raro.

Cuando finalmente el rubio fue soltado de pies y manos, se puso en pie y salió de la casa en total silencio, sin parar un segundo siquiera para esperar al Uchiha.

—Umm... Naru–chan —lo llamó Mizuki, acercándose temerosa a él mientras éste esperaba sentado en un árbol cercano a la casa a que el azabache saliese—. No sé bien qué ha pasado de pronto... pero aquí tienes el pedido de Tsunade–san.

—¿Oh? Gracias, Mizu–chan —respondió, de nuevo sonriente mientras tomaba una caja hasta arriba de botellas de sake. La eludida no se movió del lugar. Al contrario, se quedó mirándolo hasta que él se vio obligado a preguntarle—. Etto... ¿Ocurre algo?

—No, solo es que estoy confundida. —Y continuó en silencio.

—...¿Y...?

—Pues que no entiendo por qué nos has cortado —espetó de pronto—. Es bueno, ¿no? ¡Ese idiota se te iba a declarar al fin!

—¡Pues no quiero que lo haga!

Y una vez más, la pequeña quedó en silencio, esta vez uno totalmente confuso.
—Eh... ¿Eh? No entiendo.

—Pues eso... —murmuró Naruto, desviando la mirada hacia cualquier lugar—. Si de verdad quiere declararse –que lo dudo, vamos– no me gustaría que fuese por que lo estuviesen obligando.

—Oh... Ya. Entonces lo siento —se disculpó con una reverencia—. No debí de meterme en los asuntos de los otros; supongo que en algunos aspectos Hiroko–sensei es una mala influencia.

—No te preocupes, todos tenemos senseis que son una mala influencia —aseguró, intentando quitarle importancia al asunto. De pronto, la puerta se abrió, dejando pasar por esta a la vieja y al ninja—. En fin, nos vemos Mizu–chan'ttebayo.

—¡Sí! Pero vuelve pronto.

—¡Claro! Cuando me envíen de misión aquí, te visitaré.

—¡Prometido!

—Ey, ¿a qué viene tanta confianza? —murmuró Sasuke entrecerrando los ojos. Tardó unos cinco segundos en darse cuenta de lo que acababa de decir. O más bien de lo que no había dicho. Disimuladamente, miró curioso a la vieja que seguía a su lado, pero ésta no le correspondió. Se limitó a llamar a su discípula y a despedirse del rubio.

—Venga teme, nos vamos. —dijo al fin Naruto, volviendo a tomar entre sus manos la pesada caja de la alcohólica.

—Deja dobe, yo la llevo. —propuso Sasuke, alargando las manos para tomarla él mismo.

—De eso nada. Yo puedo con ella. —replicó el ojiazul, apartándola de él y comenzando a caminar en dirección a la salida de la villa.

—Igualmente, dámela a mí. —replicó de nuevo el Uchiha, caminando junto a él.

—¡¿Me estás llamando débil?

—¡¿De dónde sacas eso?

—¡Yo la llevo!

—¡Dámela!

Y así, empezó el viaje de vuelta a Konoha.


Una vez más, en la aldea

Tras la salida de Sai por la ventana y Temari por su puerta, Gaara no dudó un segundo qué atuendo debía de ponerse...

—¡¿Aah? ¡Pero Gaa–chan! —exclamaron ambos al verlo salir por la puerta del hotel. Sí. No se había puesto ni el kimono rosa con corazoncitos de Temari ni el amarillo con dibujos de conejos de Sai. Con su traje de ceremonia de Kazekage sobraba.

—¿Y mi kimono? —preguntó su hermana decepcionada.

—No es mi estilo.

—¿Y el mío?

—Demasiado infantil.

Y así, ambos suspiraron decepcionados.
A lo lejos, Sai pudo identificar a Shikamaru.

—Bueno, Gaa–chan, tenemos que irnos. —Y dicho esto, cogió al pelirrojo de la mano y desapareció...tras un árbol. Todo sin dar tiempo a la rubia a replicar.

—Llegué. —murmuró un Shikamaru aburrido, situándose al lado de la chica.

—¡Pues vamos! —ordenó con voz todavía enfadada a causa de la repentina marcha a conjunto del pintor y su hermanito. Con esto, lo único que logró fue asustar al Nara.


—¿Y bien? ¿Dónde quieres que vayamos primero? —preguntó Sai al llegar al festival.

—Haber, Sai, ¿no se suponía que venías para espiar a mi hermana? —preguntó cortante mientras se intentaba separar un poco de él, no vaya a ser que nadie pensase que iban juntos…

—Umm... Sí, claro. Pero... ¡Hay que divertirse! —Dicho esto, se acercó a él e intentó volver a tomarlo de la mano, cosa que no logró.

—Sai, ¿recuerdas lo que acordamos?

—Sí, tranquilo. Nada de cita... ¡Mira, peces! —Y así sin más, arrancó a correr hacia la parada. Gaara suspiró con pesadez antes de seguirlo.

—Dime, Gaa–chan, ¿quieres que te atrape alguno? —preguntó el pintor emocionado, mientras miraba concentrado el estanque, observando todos y cada uno de los peces que había en él.

—No. Solo quiero irme.

—Está bien, cogeré ese rojo de ahí... ¿Ves? Tiene el mismo color que tu pelo.

…Diez minutos después…

A estas alturas incluso un montón de gente del pueblo se habían reunido alrededor del ambu para ver el –patético pero entretenido– espectáculo.

—¡Maldito pez, he dicho que te atraparé y te atraparé! —volvió a gritar por vigésimo cuarta vez. Por el amor de Dios, ¡él era uno de los mejores ninjas de Konoha! ¡¿Qué tenía ese pez, que no se dejaba atrapar?

—¿Quieres hacer el favor de dejarlo ya? Nunca lo atraparás... —insistió el pelirrojo más que aburrido, cruzándose de brazos.

—¡Te tengo! —Y Gaara saltó del susto—. ¡No, no te tengo! ¡Maldición!

—¡Ey, ¿se puede saber qué hacéis aquí? —De pronto, una voz muy conocida retumbó en los oídos de ambos, además de en los del resto de gente que se encontraba a 50 metros de ellos.

Temeroso, Sai volvió la mirada hacia el lugar del que provino el grito.

—Ho-hola Temari–san, ¿cómo tú por aquí?

—¡Estúpido! ¡Os llevo buscando como media hora! ¡¿Se puede saber quién te dio permiso para llevarte a MI otôto?

—Temari, creo que deberías de calmarte... —pidió Gaara con voz cansada. Al recordarlo, buscó por su alrededor al acompañante de su hermana—. Oye... ¿Dónde está Shikamaru?

—¡No lo sé! Lo perdí... —exclamó, aun sin bajar el volumen.

—Te ayudaré a buscarlo. —propuso Sai, esperanzado a que se olvidase del pequeño secuestro.

—De eso nada —Rápidamente, la rubia tomó la mano del pelirrojo—. Me lo llevo. No puedo dejarlo solo contigo.

—¿Qué? ¡No! ¡Gaa–chan! —Y él se aseguró de agarrar bien la otra libre.

—¡Suéltalo! —Temari tiró de él.

—¡No! —Y Sai la imitó.

—¡Es mío!

—¡Y también mío!

Mientras uno por uno continuaba tirando de él, una venita crecía poco a poco en la frente del Kazekage.

—¿Qué ocurre aquí? —Pero justo a tiempo, alguien apareció para detener la supuesta pelea. Tsunade junto con Shizune, ambas vestidas con los habituales kimonos, lograron hacerse un hueco entre la gente hasta lograr llegar a ellos. Y ahora, la segunda los miraba con el ceño fruncido.
Por su lado, Tsunade estaba ya demasiado borracha como para entender nada de lo que sucedía.

—No es nada, Shizune–san —aclaró rápidamente la joven rubia—. Solo intentaba llevarme a mi otôto–chan a dar una vuelta, pero Sai–kun no me deja.

—¡Ey! ¡Un momento, Shizune–san, yo soy el guarda espaldas de Gaa–chan! ¡Es mi misión cuidar de él!

—¡Yo me encargaré de cuidar de él de gente como tú!

—¡No hay nadie más adecuado que yo para cuidar de él!

—¡Permíteme que lo dude!

—¡Bueno, ya! —Finalmente, Gaara explotó—. Me largo. Me iré a dar una vuelta por mi cuenta—dio un paso en dirección contraria a la que se encontraban ambas mujeres y se dispuso a marcharse—. ¡Y nada de seguirme!—exclamó, al notar cómo los otros dos se le acercaban.

Temari se limitó a cruzase de brazos, y en cuanto a Sai, observó cómo el pelirrojo se alejaba de ellos con el ceño fruncido. Esa parte no entraba en sus planes; y tendría que hacer algo al respecto.

—Sai —lo llamó de pronto la hokage, con una actitud más seria de lo normal, para estar borracha—. Tú… guardaespaldas… seguir… le. ¡Hip!
El aludido sonrió –falsamente, pero sonrió–. Tras esto, e ignorando las quejas de Temari, desapareció.


En el bosque... ¿otra vez?

Silencio.
No, más bien... un silencio pesado e incómodo. Un incopesalencio.

Sí, exactamente eso era lo que adornaba el ambiente de vuelta a la aldea.
Un incopesalencio muy incómodo y muy pesado por parte de ambos.

¿Que qué hacía Sasuke?
Pues al estar pocos pasos tras el rubio, podía aprovechar para no quitarle la vista de encima, mientras que éste se limitaba a caminar, con los músculos de los brazos tensos, cargando la caja de sake.

En lo único que podía pensar el Uchiha en ese momento era por qué Naruto se puso así en casa de la vieja, teniendo en cuenta que fue gracias a él que no se declaró a la fuerza.

Y decidido a preguntarle, le preguntó.
—Ey, dobe... —Buena frase para empezar una conversación—. ¿Por qué detuviste la, eh... charla, en casa de la vieja?

Naruto, ralentizando el paso, lo miró incómodo.
—¿Pasa algo? —preguntó curioso el azabache.

—Nada. Y sobre eso... —Lo miró dudoso y continuó—. Bueno, es que si ibas a decir lo que yo pienso que ibas a decir, preferí que no fuese por... obligación.

La mente de Sasuke empezó a dar vueltas.
«Lo sabe», y así, ambos quedaron mirándose en silencio. Pero de seguida, Naruto volvió el rostro hacia el frente, rezando por que el gran sonrojo que adornaba sus mejillas hubiese pasado desapercibido.

—Bueno, ¿vamos? —Sin más, empezó a caminar, pero la voz del azabache lo detuvo.

—Naruto. —Al oír su nombre, tragó saliva.

—Dime. —Aun así, logró mantener un tono de voz tranquilo pero monótono.

Sasuke tomó aire en un intento de tranquilizarse un poco.
—Ahora no hay nadie para obligarme. —declaró con el ceño fruncido. Tendría que ir dando rodeos hasta llegar a donde quería.

—¿Ah?

O quizás no.
—Bueno... —Y empezó—. Pues que eso que tú creías que yo iba a decir es lo que la vieja sabía que yo pensaba decir. —concluyó, cruzándose de brazos.
Naruto quedó unos segundos en silencio, analizando lo que el Uchiha acababa de decir.

Segundos después...
—No lo pillo.

Sasuke suspiró. Venga va, tampoco era tan difícil de entender, ¿no?
—Que me gu… —Y ahí se quedó.

—¿Qué dices?

Volvió a intentarlo.
—Digo que me gus... Maldición, que me... me... ¡Agh! —Naruto saltó del susto ante esta reacción. Tras un suspiro frustrado, volvió la vista al ojiazul en busca de comprensión.
Por su lado, sorprendentemente éste seguía sin pillarlo.
«¿Por qué tiene que ser a veces tan cortito?», se preguntó interiormente el Uchiha, ya cansado de la situación.

—¿Teme?

El eludido volvió a fruncir el ceño.

—¿Si...?

—Me gustas.

—…

Como era de esperar, Sasuke tardó una eternidad en volver en sí. ¿Que por qué? Es lo que suele pasar cuando uno entra en estado de shock.
Por su lado, el evidente rubor en las mejillas de Naruto se había hecho todavía más notable. Y a causa de la no–respuesta del azabache se estaba poniendo aún más nervioso por segundos.

—¡Maldito teme, di algo! —exclamó de pronto, desesperado por el inacabable silencio—. Me voy. —Dicho esto, dio media vuelta y empezó a avanzar en dirección a la aldea.

—¡Espera! —Sí, al menos el tirarse un farol había hecho su efecto—. Vale... Yo... —Sin embargo, seguía sin saber qué decir.

—Sasuke... No tienes por qué decir nada —concluyó el rubio, clavando la mirada en el suelo. El Uchiha lo miró confuso. Continuó hablando aun sin alzar la mirada—. No sabes qué decir. Está claro porqué... —Frunció el ceño—. Mira... hagamos como que no he dicho nada, ¿sí? Vámonos.

«¡No, de eso nada!»
—¡Naruto! —Una vez más, detuvo su marcha. Totalmente decidido, Sasuke se aceró a él para, sin más, abrazarlo por la espalda.
Al sentir el contacto, Naruto se paralizó.

—Sasuke, suéltame. —musitó, casi sin fuerza en la voz. Éste no obedeció. Al contrario, lo agarró todavía más fuerte.
No es que no quisiera decirle nada. Es que simplemente no le salían las palabras. ¿Esto era cosa de la vieja? ¿Primero no poder dejar de hablar para ahora simplemente no poder?

Evidentemente no podía quedarse en esa postura para el resto del día –en teoría–. Si no decía absolutamente nada, podía parecer... raro. Y Naruto podría incluso malinterpretarlo y sentirse ofendido creyendo que se estaba burlando de él y...

—Tú también me gustas. —Pues no. Resulta que en verdad la vieja esta vez no había hecho nada.
Pudo notar cómo el ojiazul soltaba el aire de golpe. ¿En verdad lo había estado reteniendo todo el rato?

Ahora, el que parecía estar en estado de shock era él, por lo que Sasuke se vio obligado a continuar.

—Y... Vale, quizás es algo que debería de haberte dicho antes... Realmente creo que eso es lo que pretendía la vieja, después de esa cosa que me hizo la primera vez que fui a su casa, y todo lo que pasó después, bueno... Y también estaba esa cría que no dejaba de mirarte, y Sai metiéndote mano, y Tsunade gritando, y tú golpeándome, y...

—¡Oh, Sasuke! ¡Por favor, cállate! —exclamó de pronto, ya hastiado por tanto parloteo sin sentido. Hábilmente, logró zafarse de su agarre solo para tirar sin cuidado la tan preciada caja de Tsunade al suelo y poder abrazarlo de frente. Al hacerlo, suspiró aliviado—. Al fin.

El Uchiha esta vez reaccionó al instante.

—Lo siento.

—¿Qué?—Naruto intentó alzar el rostro para verlo, pero el azabache no se lo permitió. Tomó aire y continuó hablando.

—Siento haber... tardado tanto en deci...

—¡Pero si tú no lo has dicho! ¡Fui yo! —exclamó de pronto el rubio, soltándose al fin para mirarlo con expresión aparentemente molesta.

—¡Idiota! ¡Me has cortado el rollo, a la mierda el ambiente romántico! —replicó Sasuke, tomándolo por los hombros y separándolo de él.

Naruto sonrió tontamente al ver el marcado sonrojo del pelinegro.
—Te gusto.

Sin poder evitarlo, el Uchiha terminó por corresponder a la sonrisa.
Y volviéndose a acercarse a él, lo tomó por el mentón, se inclinó, y muy suavemente apretó los labios contra los suyos. Toda la bien escondida tensión parecía al fin abandonar el cuerpo de Naruto. Sin dudarlo, lo correspondió al instante.

El beso duró solo unos segundos. Pero cuando el ojiazul intentó separarse para tomar algo de aire, la lengua de Sasuke irrumpió en su interior sin permiso.
Naruto lo golpeó en el pecho en un intento de librarse de él.

—¡C–casi me ahogas! —exclamó en el mismo momento en el que un enfurruñado Uchiha lo liberaba.

—Oh, venga. Solo me he dejado llevar, ¿qué hay de malo en eso?

—Pues que no me gusta. —Sasuke se encogió de hombros.

—Pues acostúmbrate.

Y lo decía en serio…
Finalmente, tomados de la mano, retomaron su camino hacia Konoha.


En la aldea... otra vez

Ahora que Gaara había logrado librarse de esos, uh... monstruos, podía pasear libremente por la feria sin el constante temor de ser asaltado por uno de los dos. Bueno, eso al menos en parte. Él creía que había dejado bastante claro que no quería que nadie se le acercase.

Intentó relajarse. Dentro de nada tendría que volver a su aldea, por lo que tendría que aprovechar todo lo que pudiese.

Y mientras tanto, espiando desde la parte superior de una de las paradas más cercanas al pelirrojo, se encontraba cierto ambu controlando todos y cada uno de sus movimientos, esperando el momento adecuado para acercarse a él sin ser recibido por un golpe o un grito.
Evidentemente, podía dar por hecho que su plan no había salido como él deseaba. Primero, se suponía que empezaría a verlo de una manera diferente a cómo se mira a un guardaespaldas gracias al tiempo que pasasen espiando al monstruo de las coletas. Y después, aprovechando la magia del amor del festival, se le declararía. ¡Perfecto! Perfecto…
El pelinegro se detuvo a pensar.

¿Acaso había salido mal?
Se había acercado a él, sí. Y si se había terminado yendo, fue por culpa… ¡fue por culpa de la rubia psicópata! –chica a la que tenía mucho respeto–. Con una disculpa por estropearle la tarde –y su visita a Konoha, en general–, el pelirrojo lo perdonaría, y así, él se vería con más fuerzas para declararse; conseguir explicarle algo que sabía que solo él había conseguido hacerle sentir.


¡Qué cursi se estaba poniendo!
Pero no podía ser de otra manera… estaba enamorado.

—¿Sai?

De pronto, la voz del kazekage lo sobresaltó. ¡¿Cómo lo había visto? ¡Él era un ninja, no podía distraerse de semejante manera!
Se encogió de hombros.

—Hola —murmuró resignado, bajando de un salto junto al pelirrojo. Decidió ir al grano—. Lo siento… mucho. —Tras esto, Gaara lo perdonaría, se le declararía y quizás, se irían al hotel más cercano.

—Eres idiota —O quizás no…

—Lo sé.

—No te aguanto. —continuó, cruzándose de brazos.
El ambu supuso que iba para largo… Gaara necesitaba desahogarse.

—Lo suponía…

—Y para colmo te llevas mal con mi hermana.

—No es mi intención, realmente…

—¡Y me acosas! —exclamó, ceñudo.

—Bueno, también se puede decir así…

—Y eres un pervertido.

—Eso mismo me dijo el otro día…

—Maldita sea. Eres de lo peor… —musitó, llevándose la palma de la mano a la frente. Sai quiso sentirse ofendido, pero no pudo. Quizás porque todo lo que estaba soltándole el pelirrojo era completamente cierto—. ¿Entonces por qué…?
No terminó la frase. Sai lo miró indeciso, esperando algún otro insulto.

—¿Por qué… qué?

La expresión pensativa del kazekage se transformó en segundos en la seria que intentaba mantener siempre.
—Nada.

¿Indagar o no indagar?
Sai se decantó por la segunda opción.

—Esa cara no me decía precisamente que no pasase nada.

—¿Qué manera de contestarme es esa? —replicó indignado. Sai suspiró.

—No me cambies de tema Gaa–chan… Soy de lo peor, sin embargo… —El pelirrojo tragó saliva. Sai se aventuró a preguntar. Sabía perfectamente que la respuesta sería una dolorosa –literalmente– negativa. Pero, aun así, lo dijo—. ¿Te gusto? —Y al instante se cubrió con ambos brazos, temeroso al golpe que el pelirrojo le pensase soltar. ¡Si es que se lo había buscado!

Pasaron los segundos, pero a su cabeza –estómago, entrepierna y/o espinilla– no llegó dolor alguno. El ambu alzó la mirada, temeroso a lo que se pudiese encontrar. Quizás el pelirrojo no había recurrido a ningún acto de violencia porque simplemente estaba pensando en alguna tortura mejor… Una tortura psicológica.
Pero lo que se encontraron los ojos de Sai no fue una expresión cabreada. Ni malvada, ni psicópata… ni siquiera la seria a la que tan acostumbrado estaba.
No.

Gaara estaba… ¿cuál era la expresión? Indefenso. Desarmado. Vulnerable… ¿Vulnerable? No, tampoco es eso…
Sus mejillas habían tomado repentinamente el color de su pelo.
Su mirada fría había dejado de ser fría para pasar a una más inquieta, clavada en el suelo.
Y por último, se mordía el labio inferior. ¡Se mordía el labio inferior! ¡Sai quería una cámara de fotos! ¡La necesitaba!
No…
No, ahora no era el momento. Más tarde, quizás.

En cualquier caso, el Sai antiguo se habría quedado mirando al kazakage como si nada extraño pasase.
Pero él no era el Sai antiguo. Había leído libros, y sabía qué pasaba.

—Te gusto —declaró, seguro de sus palabras. Gaara abrió la boca para –probablemente– negarlo, pero nada salió de ella. El pelinegro continuó—. Es eso. Lo he leído —declaró, tal y como si con solo estas palabras pudiese demostrar lo acertado que estaba—. Tu cara, tu expresión… Está claro, yo te gusto, ¿verdad? —Sin embargo, nunca había logrado entender del todo esos capítulos en los que explicaban cómo tratar con la gente con estados de ánimo inestables.
Y esta vez sí, el dolor llegó.

Gaara se fue, y Sai cayó al suelo adolorido.
Lo había estropeado todo.
Quizás, solo quizás, se había equivocado y realmente Gaara no lo quería. ¿Cómo tenía que sentirse entonces? ¿Destrozado? ¿Aliviado? ¿Triste?
No pasó más de medio minuto y alguien se acercó a él.
—Eres idiota.

Sai intentó adivinar de quién se trataba. Una voz femenina, un insulto… Estaba claro.
—Menuda novedad, Temari–san… —se levantó lentamente y encaró a la chica—. ¿Por qué es esta vez?

Ella lo miró ceñuda.
—¡¿Y encima preguntas? ¡Ni siquiera tendría que decírtelo!

Sai se encogió de hombros sin decir palabra, esperando a que continuase. Temari intentó contenerse.
—¿Cómo osas burlarte de mi hermano?

Esta afirmación tomó desprevenido al ambu. ¿Burlarse? Es decir… Burlarse: Acción o palabras con las que se ridiculiza a la gente.
¿Realmente él había ridiculizado a Gaara? Su respuesta no tardó en salir de sus labios.

—¡Claro que no! ¡Yo nunca me burlaría de mí… de mí…! ¡De mí Gaa–chan! —declaró, cerrando fuertemente los puños. No mentía. ¿Por qué la chica lo miraba como si mintiese?

Temari volvió a fruncir el ceño.
—Tú a mí no me engañas. Ambos sabemos perfectamente qué le pasa a mi otôto. Y aunque eso ya es algo que me cuesta aceptar… ¡por nada del mundo permitiré que trates sus sentimientos como si no valiesen nada! —declaró, alzando el puño delante de su cara –lo que es en plan amenaza–. Sai estaba confuso. Confuso y asustado, pero sobretodo confuso.

—¿Sentimientos? ¿Entonces sí que le gusto?

—Oh, por favor. Cállate. ¿Acaso eres idiota? No respondas. ¡Pues claro que sí! Ay, madre… Pobre Gaara… ¿Por qué a él? Sai, imbécil. Ugh…

A la chica se le habían cruzado los cables. No había otra.
Estuvo a punto de decir "me voy". Pero si hubiese hecho eso, la rubia se habría enterado de que se iba. Él quería ir a hablar con el pelirrojo, y con ella siguiéndole no podría.

Una vez más, desapareció.
Y Temari continuó hablando sola.


Escribiendo este capítulo, me he dado cuenta de algo: me aburre escribir escenas románticas, y no se diga ya las empalagosas… A ver, no es que no me guste, es simplemente que en comparación con escenas de humor, pues esas son un rollo.

Bueno, puesto que la historia de Sasuke y Naruto ya está terminada, en el siguiente me centraré en los otros dos. Y claro, en el final en conjunto (¡Sí! Ese que todavía no tengo pensado. Exacto…). No puedo dar una fecha exacta de cuándo lo subiré. Evidentemente, ya lo tengo empezado, pero hasta que no tenga un golpe de inspiración, pues nada. Si voy lenta me decepcionaré, y si voy rápida el final será decepcionante. Mejor voy a mi ritmo…

Ok, yo diría que eso es todo… Pues nada, muchas gracias por leer. Y también por comentar. Gracias a tods^^ Hasta el siguiente. Ja nee~