Hola mis queridas Serenitas (si les estoy hablando a ustedes dos niñas, Anita y Patty), pues bien, aquí les tengo a las dos su regalito, aunque sé que para el cumpleaños de ambas falta… para el de Anita 8 días y para el de Patty dos meses, pero bueno… La fecha del regalo no importa… ¿Verdad?

Después de 17 horas de viaje, finalmente el avión aterriza en la majestuosa ciudad de Nueva York en donde la felicidad y el amor me esperan. Se que no es justo lo que le he hecho a mis queridos padres que deben estar preocupados por mí, pero sé que jamás comprenderían lo que por amor se puede llegar a hacer.

¿Por qué estoy aquí?... Bueno, eso es sencillo, nunca fue de mis más grandes anhelos viajar a los Estados Unidos, pero si algo es cierto es que el amor mueve montañas y te puede hacer cambiar de pacer en cuanto a lo que llegas a pensar que podrías o no hacer.

¿Cuándo decidí esto?... Justo hace un par de meses, para ser exacta, desde hace 8 meses, el 1 de marzo, el día blanco en mi país, un día común en el cual tras ponerme en un momento de ocio frente a mi computadora portátil, deprimida por ser la fecha en que los novios le regalan cosas a sus novias como muestra de amor, me conecte a una de mis páginas de redes sociales para pasar el tiempo.

Fue ahí donde lo conocí a él, a mi querido Motoki, en esa noche en que me sentía pésima por no tener un novio a mi lado que me consciente.

"¿Acaso es mucho pedirle a la vida un novio que me ame?" Solía preguntarme en secreto. Sintiéndome a veces sola y vacía, y porque no decirlo, sentir un poco de envidia cuando miraba a mis dos mejores amiga de la mano de sus novios que las adoran y las cuidan cual caballero en armadura cuida y protege de su damisela.

Pero entonces lo encontré a él, encontré a mi querido Motoki, que con sus pláticas nocturnas, con su dulzura y su manera de tratar a una dama logró derribar las barreras que había en mi corazón y logro enamorarme. Debo decir que al principio cuando me agregó en la página de redes sociales donde lo conocí, me deje llevar por el atractivo físico que pude percibir en sus fotografías: un apuesto joven rubio, alto, con un torso perfecto, de hermosos ojos azules como el hermoso cielo nublado que cuando niña creí tocar si subía una escalera arriba del techo. Después de agregarlo me pregunte como podríamos mantener una charla, pues yo poco se dé inglés y supuse que el nada sabría de japonés, pero me equivoque, tenía un japonés perfecto, pues me confeso su madre es japonesa aunque en su genética se haya manifestado la herencia de su madre como el gen recesivo, predominando en el los rasgos de su familia paterna que lo hacen ver cual atractivo adonis, cual adonis occidental, cual príncipe azul sacado del más hermoso de los cuentos para estar ante mí vida y llenar mis días de felicidad.

Me siento en una de las sillas de la sala de espera y sacó un pequeño espejo, tratando de cerciorarme de que mi maquillaje tenue luzca perfecto, mirando mis ojos azules que a pesar de 17 horas de poco dormir denotan la ilusión de una mujer enamorada y acomodando un poco mi cabello rubio que esta peinado en dos coletas.

Miró el reloj en mi celular, dándome cuenta de que han pasado ya 20 minutos desde que llegue a Nueva York y mi querido Andrew no aparece. Me pongo de pie y comienzo a caminar de un lado a otro, acomodando de vez en cuando mi vestido morado sujeto en dos tirantes pequeños. No es que me de miedo viajar sola, no, muchas veces he viajado de Tokio a Kioto, o de Tokio a Osaka o a cualquier otro lugar dentro de Japón, pero en esta ocasión comienzo a sentir que el corazón golpea mi pecho.

¿Sera que debí hacerle caso a mamá cuando me dijo que era una locura eso de viajar a Estados Unidos sola, a encontrarme con un desconocido en un país cuyo idioma oficial no hablo?

No Serena, me digo a mi misma, no tienes que pensar mal, Motoki aparecerá en cualquier momento desde cualquier punto del aeropuerto y te levantara en sus vigorosos brazos, llenándote de besos y palabras dulces, no debes temer, Motoki jamás te abandonaría, jamás te dejaría sola en un lugar que no conoces.

Sí, eso es, así debo de pensar. Sé que seguramente mamá y papá ahora estarán preocupados por mí, por haberme ido de casa en medio de la noche, sin avisar y dejando solo un recado en la cama en el cual les decía iba en búsqueda del amor, pero hay un dicho muy cierto y es verdad: El que no arriesga no gana y yo no me quise quedar pensando en lo que podría haber pasado si por cobarde me hubiera quedado en Japón esperando a que fuera el quien diera el primer paso, así que me siento nuevamente y espero tratando de relajarme.

30 minutos más han pasado, gente sale y entra del aeropuerto y Motoki sigue sin aparecer… ¡Son ya 50 minutos de espera y en verdad ahora ya comienzo a desesperarme!... Volteo de un lado a otro, gente entra y sale, aviones llegan a la majestuosa ciudad de Nueva York y aviones van llevando pasajeros que felices van hacia su nuevo destino, pero Andrew no aparece.

¿Sera que su casa está demasiado lejos?... ¿Sera que habrá mucho tráfico en esta noche?... ¿Sera que le habrá sucedido algo?... ¡No,no!

De nuevo trató de calmar mis ansias y saco mi computadora portátil, la cual enseguida registra la red de Internet del Aeropuerto, me conecto, pero él no está. Tampoco mis amigas en Japón están conectadas, pues a estas horas deben de estar en la Universidad.

Siento las lágrimas mezcla de miedo y ansiedad que queman mis mejillas amenazando con salir, pero no quiero llorar… ¿Podría pedir ayuda?... ¿Cómo pedirla si ni siquiera soy capaz de formular una oración en inglés para pedir auxilio?

Las lágrimas comienzan ahora si a salir de mis ojos cayendo por mis mejillas, caminó hacia el teléfono público y marcó al número celular de Motoki, pero la operadora me contesta diciéndome algo que no logro entender… ¿Por qué demonios no me aplique en las clases de inglés en su debido momento?

Camino de nuevo jalando mi maleta hacia la sala de espera, pero entonces visualizo entrando al aeropuerto a un hombre rubio el cual sostiene una pancarta en el cual puedo leer mi nombre en grandes letras: Serena Tsukino.

Las lágrimas y el miedo que al principio invadieron mi corazón, entonces son reemplazadas por una sonrisa nerviosa. ¡Tantas veces soñé con tenerlo de frente, con estrecharlo en mis brazos, sentirme entre los suyos y decirle cuanto lo amo! Lo veo bajar el cartelón y caminó hacia él, dándome cuenta de que el camino en dirección mía, pero entonces al acercarme notó algo: él no es mi Motoki, cierto, es un hombre rubio de ojos azules, con su misma complexión, pero no es mi Motoki.

-Yōkoso Sere-chan.- Lo escuchó dirigirse a mí en japonés, regalándome una sonrisa amable, pero no es el.

-¿Hablas japonés?- Pregunto sintiendo una mezcla de miedo y desconcierto, sé que él no es Motoki, podrá parecérsele, pero no es.

-Claro que si querida shimai.- Lo escuchó responderme de nuevo en japonés.- Soy Jedite, hermano de Motoki. No creo que el cabeza dura de Motoki no te haya hablado antes de mí. Lamento que sea yo quien haya venido por ti y no el cabezota de Motoki pero…- Veo que la sonrisa en el rostro de Jedite se desdibuja y eso me preocupa.- Motoki estaba adornando el techo… tu sabes, aquí en Estados Unidos solemos celebrar el 31 de octubre el Halloween, pero se acostumbra adornar las casas con mucho tiempo de anticipación. Motoki estaba arriba del techo acomodando las luces, pero dio un mal paso cuando iba bajando las escaleras y se cayó.

Siento un hueco en mi corazón al escuchar las palabras de Jedite y la preocupación por mi amado Motoki… ¿Sera la vida tan injusta de quitármelo cuando apenas íbamos a estar juntos?

-¿Qué le sucedió?- Pregunto ansiosa.

Jedite me toca la cabeza en un gesto cariñoso y me sonríe.

-No esta grave, no te preocupes.- Lo escucho decir.- De hecho está en casa pero se fracturo una pierna y no se puede levantar. El médico le ha dado reposo absoluto al menos por un mes.

-¡Llévame con él!- Pido ansiosa.- Tengo que estar a su lado, con él.

-Claro.- Dice Jedite.- Pero tranquilízate Sere-chan… no es bueno que te pongas nerviosa… ¿Quieres algún café?

-No.- Responde ansiosa.- Solo llévame con Motoki.

-Desde luego.- Me dice tomando mi maleta para jalarla, comportándose como todo un caballero. No cabía duda, Motoki tenía razón, Jedite era un buen hermano aunque del todo no se llevaran bien.

Salimos caminado en medio de la noche, el aire está fresco y cruzo mis brazos tratando de cubrirme, para mi infortunio deje mis abrigos dentro de la maleta, pero no la abriría en medio de la calle para sacar un abrigo, ya estaría pronto arriba del auto de mi cuñado y en poco tiempo junto a mi querido Motoki, diciéndole cuanto lo amaba y llenándolo de besos.

-No había estacionamiento.- Dice Jedite.- Así que estacione el auto a dos cuadras de aquí. Tal parece que esta noche el aeropuerto está muy lleno.

-No me lo parece.- Respondo.

Llegamos al auto y el abro la cajuela, subiendo en ella mi maleta, después voltea y me mira con una mirada que me hace sentir un escalofrió. ¿Acaso es un dejo de lascivia lo que noto en su mirada?... No lo sé, pero me limito a esbozar una sonrisa para demostrar que estoy tranquila.

-Con que esta es la japonesa Jedite.- Escucho una voz ronca tras de mi hablando en inglés, de lo cual lo único que entendí es "japonesa" y "Jedite", pero sea como sea esto me está asustando.

-Así es Neflyte, esta es mi querida Shimai.- Responde mi cuñado, pudiendo distinguir únicamente cuando dice "shimai". Lo veo posar sus ojos en mí y sonreírme.- Bienvenida a Nueva York Sere-chan.- Me dice en japonés mirándome lascivamente, acariciando mi brazo en un gesto que me parece repulsivo.- Tu y yo nos vamos a divertir mucho esta noche y mucho más querida shimai.

Sin siquiera pensarlo ni formular preguntas, como me lo dicta mi instinto de supervivencia me echo a correr en dirección contraria hacia donde Jedite y su amigo están. En mi mente no está Motoki en ese momento, solo el hecho de huir, correr lejos y salvar mi vida. Muevo mis piernas tan rápido como me es posible, pero me parece que estuviera perdiendo el movimiento, pues siento cada vez más los pasos de Jedite y su acompañante cerca de mí, dejando escapar sus risas burlonas, palabras en inglés que no entiendo y algunas palabras obscenas en japonés por parte de Jedite, mientras las lágrimas de horror comienzan a salir de mis ojos.

Tropiezo entonces, no sé con qué, y siento que caigo, Jedite se hinca ante mí, pero no sé de donde saco la fuerza necesaria para patearlo en las entrepiernas, tal como me enseñó una amiga las técnicas básicas de defensa, me levanto dispuesta a salir corriendo, pero entonces la bolsa cae de mi brazo, mi bolsa en la cual traigo no solo mi dinero, sino también mi pasaporte japonés, mis identificaciones… ¡Son importantes!... Pero el horror de que pueda lastimarme me hace echarme a correr tan rápido como me lo permiten mis piernas sin detenerme a pensar en documento alguno, sin saber cómo pedir auxilio en un país que no conozco.

Las horas pasan, no sé cuántas, solo sé que después de alejarme y sentir que me he perdido de la vista de Jedite, aun así no dejo de correr mientras las lágrimas salen de mis ojos y queman mis mejillas, mientras mi corazón se agolpa en mi pecho ante la sensación de sentirme sola y desprotegida en un lugar que desconozco.

Sintiendo que las fuerzas me faltan, me siento a las afueras de una farmacia que a esas horas está cerrada, los pies me duelen y sollozo como nunca antes lo he hecho. Mi única esperanza es llegar a la embajada japonesa… ¿Pero cómo llegaría ahí?... Si tan solo pudiera pedir ayuda… ¿Pero cómo demonios pedir ayuda cuando a mi paso esta todo solo y no puedo formular palabra alguna en inglés?

Escucho el sonido de un motor que pone en alerta mis sentidos y al voltear miro con horror el automóvil negro de Jedite que viene hacia mí. Me levanto y me echó a correr sin rumbo fijo, doblando en una esquina, cruzando calles sin mirar a donde ir, tal pareciera como si esos dos disfrutaran el acecho a su presa antes de llegar a mí y atraparme. Cruzo una calle y otra, sin mirar semáforos o señales de alto, pero entonces en mi huida visualizo un auto en color azul platinado dirigiéndose hacia mí, no tengo tiempo de gritar o correr, pues pronto escucho el ruido de los frenos de aquel auto que su conductor en vano muy seguramente trata de frenar, pues siento un fuerte golpe en uno de mis costados que me hace gritar de dolor y siento que caigo a varios metros de ese lugar sintiendo que todo a mi alrededor da vueltas, la vista nublada, después todo negro y después. Después nada.

Inocente Ilusión.

Cap 1 . Nueva York.

Serena Tsukino sentía como si un manto de oscuridad cubriera su alrededor, impidiéndole abrir los ojos y como si miles de agujas se encajaran alrededor de su cuerpo, pero más que el dolor físico estaba la angustia de saberse perdida sin saber en dónde. Lo único que tenía claro era que no podía abrir los ojos, que todo a su alrededor era obscuridad, que estaba lejos de su familia, en un país extranjero, con personas que la seguían, en un lugar cuyo idioma no hablaba y lo peor de todo, estaba sin él, sin su amado Motoki.

Lo único que tenía claro era que estaba recostada, no sabía dónde, solo sentía su cuerpo en un colchón blanco. Podía escuchar las voces masculinas hablar en el idioma ingles que para ella no era entendible y se llenó de pánico… ¿Acaso Jedite la había secuestrado?... ¿Qué era lo que querían de ella?... ¿Por qué hacerle ese daño a ella que lo único que quería era estar con Motoki?

Sus ojos se fueron abriendo lentamente, primero con dificultad, la luz lastimaba sus ojos, hasta que finalmente su vista se fue aclarando poco a poco, dándose cuenta de que estaba en un cuarto de blancas paredes, el cual tenía unas persianas en lo que parecía ser una ventana por la cual se filtraba un poco de luz solar. Se dio cuenta de que estaba recostada en una camilla de hospital, de blando colchón y blancas sabanas, con un suero en su mano izquierda y dos hombres que hablaban entre ellos en el idioma que para ella parecía poco comprensible: uno sin duda el médico, lo cual supo por la bata blanca impecable que llevaba puesta sobre la ropa el hombre de mediana estatura, calvo y regordete y el otro, un apuesto joven, de cabello platinado, de gran altura y cuerpo atlético, vestido con unos vaqueros de mezclilla y una camiseta negra tipo polo que se ceñía a su cuerpo.

Notó como el medico clavaba sus ojos color avellana en ella y se acercó a la camilla.

-¿Cómo se siente?- Escuchó que le preguntaba en inglés, mas sin embargo ella no pudo comprender el significado de la pregunta.

-No ingles.- Dijo ella con cierto temor en su voz, dudando si la oración que había intentado decir en ingles había sido entendida por el médico.

Notó como el doctor clavaba sus ojos en el joven platinado e intercambiaban algunas palabras. Después miró al apuesto joven clavar sus ojos en ella, sus ojos que eran de un azul profundo, dándose cuenta en los rasgos varoniles que el joven era un hombre que en su genética probablemente llevara algo de sangre asiática, pues tenía ciertos rasgos de un hombre oriental entremezclándose con su genética anglosajona; mas sin embargo se sintió estúpida de estar pensando y tratando de descifrar la nacionalidad des apuesto joven… ¿Cómo podía estar tratando de descifrar su nacionalidad cuando había cosas más importantes en que pensar?

Lo vio dirigirse junto a ella, al borde de la cama, mirándola con esos ojos azules de mirada penetrante que reflejaban preocupación.

-¿Cómo te sientes?- Lo escuchó dirigirse a ella en japonés.- ¿Eres japonesa?

Ella se quedó en silencio por unos instantes, sin saber que decir. Naturalmente tenía la respuesta en la punta de su lengua, pero no podía creer tener tanta suerte de encontrarse a alguien que hablara su idioma.

-Creo que no lo eres.

-Soy japonesa.- Respondió ella en el mismo idioma.- Tu… ¿Quién eres?

Lo miró arquear una de sus cejas y apretar los labios.

-Mi nombre es Diamante Black.- Siguió el hablándole en japonés.- Hace algunas horas, para ser preciso, en medio de la madrugada te cruzaste un semáforo en rojo y te atropelle. De cierta manera tengo la culpa por confiarme, pero en parte también es tuya por no tener cuidado al cruzar. Pero eso ya no importa, lo que me alegra es saber que estas bien, no pretendía querer pasar mis días en prisión.

Serena agachó la cabeza sintiéndose apenas… ¿Acaso aquel hombre la estaba regañando por haberse cruzado en su camino?

-Yo… lo siento.

Pareciera como si el hombre se hubiera dado cuenta de que ella se sentía sola, asustada y desprotegida, pues notó en el rostro masculino algo que parecía ser una media sonrisa. Una sonrisa enigmática.

-No te preocupes.- Dijo el.- Lo que importa es que no te lastimaste. Ahora que veo que no hablas ingles debo preguntarte… ¿Estás aquí de turista?... ¿O vives aquí en Estados Unidos?... Seguro tu familia estará preguntándose por ti a estas horas del día.

-Pues…

-¿Si?- Preguntó el.- No dudes en decírmelo, inmediatamente nos comunicaremos con ellos o te llevo directamente hasta tu casa. Creo que después del incidente es lo menos que puedo hacer… ¿Cuál es el número telefónico de tu familia?

-A decir verdad, aquí en Japón solo tengo a mi novio, a Motoki. Me gustaría que me lleve con el pero…-Serena se quedó pensativa.- ¿La cuenta del hospital?

-No te preocupes eso lo cubre mi aseguranza.- Dijo el.- Te llevo entonces con tu novio… ¿Dónde vive el?

-El problema es que no sé dónde vive.- Respondió ella sintiéndose asustada y apenada… ¿Cómo era posible que no supiera el domicilio de Motoki?.

Miró como el joven fruncía el ceño, mirándola con desconcierto, como si en ella mirara a una loca, un bicho raro.

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Serena, quien iba sentada en el asiento de copiloto del auto negro que era conducido por Diamante Black, miraba cual niña mira con una mezcla de miedo al haberse soltado de la mano de su madre las majestuosas calles de Nueva York adornadas por sus grandes edificios.

Aun recordaba la cara mezcla de molestia y desconcierto que había puesto Diamante Black cuando ella le había dicho no saber el domicilio de su novio y como con un dejo de risa contenida le había preguntado:

"¿Cómo es posible que no sepas el domicilio de tu novio?"

Sentía como si su sola mirada profunda la hubiera hecho sentirse pequeña y tonta, demasiado tonta, así era como la había hecho sentir Diamante Black con su mirada. Serena rápidamente había contado en breve que había conocido a Motoki por Internet y que no había estado nunca en Nueva York, pero le había mentido diciéndole que Motoki ya había viajado anteriormente a Japón a verla. Recordaba como el esbozó una sonrisa que le pareció burlona, después de todo… ¿A quién no le parecía de tontos mantener un amor a distancia?... Eso era algo que muchos siempre juzgarían y de lo que muchos se burlarían, pero ella estaba dispuesta a encontrar a Motoki, porque si de algo estaba segura, era de que Motoki no podía hacerle eso, él no podía estar detrás del intento de secuestro, no podía ser así.

-¿Tienes hambre?- Preguntó el rompiendo el silencio sepulcral en el que iban dentro del auto que la hizo sobresaltarse.

-¿Perdón?

-¿Te tengo que hablar en japonés pausadamente también?

Ella sintió ruborizarse ante el comentario de Diamante. Sentía como si él estuviera de pronto molesto con ella, pero cuando al salir del hospital él le había ofrecido llevarla a su casa, ella no se había negado.

¿Qué era lo peor que le podía suceder?... Cierto no lo conocía, pero al atropellarla había tenido el valor de quedarse y auxiliarla, aunque un poco serio e irónico al menos algo dentro de sí le decía que podía confiar en él, que no la lastimaría, no por algo la había llevado al hospital. Además siempre era preferible estar con un hombre sarcástico que a pesar de su carácter mal humorado la había auxiliado que rondar sola y sin dinero por las calles de Nueva York.

-Supongo debes tener hambre.- Dijo el.- Han pasado algunas horas desde que te atropelle y desde que llegaste a Nueva York aún muchas más. En vista de que no sabes donde vive tu novio con exactitud y ni siquiera sabes su teléfono y perdiste tus documentos te llevare a comer, después te prestare el teléfono para que te comuniques a Japón. Supongo tendrás familiares que podrán mandarte dinero para que a la mayor brevedad posible tomes un vuelo y regreses a Japón.

-Gracias.- Se limitó a responder ella.

Algunos minutos más en los que Diamante condujo el auto en total silencio, sin volver a dirigirle la palabra, llegaron a un elegante restaurante cuya arquitectura le daba un aire japonés, pues la entrada simulaba la entrada a uno de los templos sintoístas a los que muchas veces Serena había acudido, teniendo a las afueras hermosos arboles de cerezos de Sakura y unas estatuillas de dragón a cada lado.

Serena al mirar que Diamante abría la puerta para bajar, no espero a que el diera la vuelta para abrirle y rápidamente ella bajo, sintiéndose como si en ese momento fuera una extraña pieza de rompecabezas que no encaja en ningún lugar.

-¿Piensas quedarte ahí parada?- Le preguntó el.- Vamos adentro.

Serena avanzó temerosa hasta llegar al lado de Diamante y cuando ambos llegaron a la puerta de vidrio una hermosa chica de ojos grisáceos y cabello rubio que llevaba el cabello recogido en una coleta, ataviada con un Kimono azul les abrió la puerta.

-Buenos días, bienvenidos a Sakura´s Garden.- Escuchó Serena que la chica hablaba en inglés, sin entender absolutamente nada de lo que había dicho.- Diamante tu madre te espera en tu casa.

-Gracias Kimberly.- Agradeció Diamante a la hermosa muchacha de rasgos anglosajones en el mismo idioma.- Vamos Tsukino, sígueme. Iremos al privado, toda mi familia debe estar reunida ahí esperando a mi regreso.

Serena siguió a Diamante, ambos entraron en la cocina del restaurante donde él se limitó a saludar a cada uno de los empleados en el idioma inglés, hasta que salieron por la puerta trasera de la cocina, cruzando un hermoso jardín decorado al estilo japonesa, con hermosos cerezos de Sakura y hermosos rosales y flores de distintas especias hasta llegar a una casa que aunque construida al estilo americano.

-¿Quién vive aquí?- Preguntó Serena temerosa, pues no pretendía estar sola con un hombre desconocido.

-Esta es mi casa.- Dijo Diamante.- Aquí vivo con mi familia.

Diamante tocó el timbre no una, sino dos, tres, cuatro veces y a Serena no le pasó desapercibida la facilidad que el peliplateado tenía para ponerse ansioso.

Pronto la puerta se abrió y entonces Serena visualizó a una hermosa jovencita que tendría más o menos la edad de ella, la cual al igual que Diamante dejaba a notar en sus rasgos la mezcla de la raza anglosajona y oriental, pues a pesar de tener ciertos rasgos de japonesa, la joven era alta tenía los ojos de un hermoso color verde claro, piel blanquísima y su cabello sujeto en una alta coleta era color castaño y ligeramente ondulado.

-¡Diamante querido!- La escuchó decirse a él en japonés pero con acento extranjero, propio del descendiente de japoneses que ha crecido en el extranjero.- Si estás aquí es porque la chica que atropellaste ya está fuera de peligro… ¿Verdad?... Me da tanto gusto que…- Serena miró como la joven se callaba y posaba sus ojos en ella, regalándole después una sonrisa cálida.- ¿Quién es ella Diamante?

-Ella es…

La chica no dejó hablar a Diamante, pues tan escandalosa como un remolino, bajo las tres escaleritas que había bajo la puerta y se acercó a Serena.

-Mucho gusto, mi nombre es Lita Black.- Dijo ella.- ¿Tu cómo te llamas?... ¿Eres la nueva novia de Diamante?- Preguntaba la chica sin siquiera dejarla hablar, lanzándole una mirada a Diamante.- Mira, pero que escondidito te lo tenías hermano y yo que…

-Lita, deja de hablar.- Dijo el.- Ella es la chica que atropelle. Su nombre es Tsukino Serena, al parecer vino a Nueva York a buscar a visitar a su novio que vive aquí pero al llegar unos maleantes la asaltaron. Lo demás ya te lo sabes así que la traje aquí para que le llame a su familia o a quien sea para que le manden dinero y pronto regrese a Japón o encuentre la solución a su problema.

Lita le lanzó una mirada "matadora" a Diamante.

-¿Podrías ser menos gruñón y más amable?- Preguntó Lita.- Si al llegar a Nueva York la asaltan, luego tú la atropellas, pierde sus documentos y no sabe done esta su novio yo creo que lo que menos necesita es que le hablen en ese tonito de ironía.

Lita después volteó hacia donde estaba Serena y la tomó de las manos.

-Mi hermano no es mala persona, solo que es un poco gruñón y mal humorado.- Dijo ella.- Entra a casa, Oka-san y yo estamos preparado un delicioso curry de camarones con salsa de mango y piña acompañado de delicioso arroz dulce, el arroz es una receta que he inventado agregándole condimentos propios de la comida japonesa mezclándolos con un poco de condimentos utilizados en la comida americana. Me gusta jugar con los ingredientes para crear nuevos sabores. Después si gustas podrás darte un baño y hablarle a tu familia o a tu novio, no te preocupes, Diamante es la oveja negra de la familia pero Oka-san, Otou-San y Sapphire mi hermano mayor son un amor, el único amargado es Diamante.

Serena esbozó una sonrisa. Desde que había llegado a Nueva York era la primera vez que sonreía. Desde que había bajado del avión que la había traído desde Tokio nada parecía ir bien, al principio le habían querido hacer daño, le habían robado todo, la habían atropellado y por si fuera poco Diamante Black era todo lo que se podía imaginar menos amable, la única sonrisa que le había logrado ver era la sonrisa irónica en el hospital cuando le había confesado no saber dónde vivía Motoki. Esperaba que Diamante discutiera con su hermana cuando esta lo llamó como "la oveja negra de la familia" pero este sin hacer caso entró dentro de la casa adelantándosele a Lita y a Serena.

-¿Vamos?- Habló Lita.- No seas tímida. Siéntete en confianza, después de todo si yo me perdiera en un lugar donde nunca he estado querría que alguien me ayudara. Además eres japonesa como nosotros.

Serena entró dentro de la casa, donde al poner un pie dentro se dio cuenta de que a pesar de que la casa estuviera construida por fuera y por dentro al más puro estilo neoyorquino, dentro de ella había cosas que delataban la ascendencia japonesa de los miembros de la familia Black, pues una de las costumbres al entrar dentro de la casa era quitarse los zapatos y dejarlos en un pequeño están a la entrada para ser sustituidos por unas sandalias exclusivas para andar dentro de casa; así como ciertos adornos y muebles que delataban el lugar de origen de la familia: fotografías de la familia donde todos vestían de Kimono las mujeres y los hombres de Yukata, cuadros que adornaban las paredes con algunos kanjis significativos así como hermosas pinturas de jardines japoneses, así como una figurilla de buda en una de las cómodas.

-¿Son budistas ustedes?- Preguntó Serena.

Lita ladeó la cabeza como si buscara la respuesta apropiada.

-Pues se podría decir que si.- Dijo Lita.- Digamos que la familia de papá es católica, pero en la familia de mamá siempre han sido budistas-sintoístas. Yo la verdad no sigo ningún credo religioso. Digamos que mis creencias son un poco complejas y así los de toda la familia.

-¿Ella es la chica?- Escuchó Serena una voz femenina hablar en japonés y al voltear a una de las puertas que daba hacia un pasadizo miró a una hermosa mujer de edad madura, de cabellos castaños y ojos color miel, la cual parecía como si fuera una hermosa replica de edad madura de Lita.

-Oka-san.- Se dirigió Lita a la mujer.- Ella es Serena Tsukino.

-Mucho gusto.- Se acercó la mujer.- Siempre es bueno tener a algún compatriota en casa. No temas pequeña, que todos aquí te ayudaremos.

Sin decir más, Serena fue conducida al comedor, el cual era al más puro estilo oriental: una mesa baja en fina madera de color negro la cual en vez de sillas estaba conformada por cojines donde los comensales se sentaban.

Serena para su suerte fue bien recibida por los miembros de la familia: Demian Black, un hombre de cabello platinado tan parecido a Diamante y grandes ojos color zafiro, de rasgos anglosajones, Sonomi, la hermosa mujer tan parecida a Lita y madre de los jóvenes, así como el hermano mayor, Sapphire Black, un apuesto de cabello azulado, piel blanca y grandes ojos color zafiro, quien a diferencia de sus hermanos menores: Lita y Demian en sus rasgos no se veía ni un poco de la ascendencia oriental entremezclada.

-No te preocupes Serena.- Escuchó la voz del jefe de familia que se dirigió a ella una vez que le hubiera dado un tragó al vaso de té de limón que tenía a un lado.- Después de que te tomes un baño le llamas de nuevo a tu familia y despreocúpate que los chicos te pueden prestar sus computadoras para que te conectes a Internet.

-Claro Serena.- Dijo Zafiro, quien a diferencia de su hermano era más amable y generoso.- Si gustas puedo cederte mi cuarto esta noche para que duermas cómodamente y tengas tu espacio, yo puedo dormir en el cuarto de Diamante.

-Yo no te quiero en mi habitación haciéndote compañía.- Habló Diamante quien hasta entonces había estado en silencio, como si la sola presencia de Serena le molestara.- Sabes que me gusta tener mi privacidad.- Dijo clavando sus ojos en Serena.- Ella puede dormir en la habitación de Lita.

-Diamante.- Lo llamó su madre, lanzándole una mirada "asesina".- Discúlpalo Serena.

-Entiendo que mi presencia no le sea muy grata.- Dijo Serena.- Por atravesarme en su camino él tuvo que pasar la noche en vela y me imagino que eso no es muy grato. Además seguro le robe parte de su valioso tiempo y de sus pensamientos

Diamante se le quedó mirando un momento, como examinándola y después se puso de pie.

-Efectivamente me quitaste parte de mi tiempo.- Dijo Diamante.- Ahora voy a dormir, porque naturalmente estoy exhausto. He llamado ya a la oficina para reportarme enfermo.

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Después de entrar dentro de su habitación, Diamate se dejó caer pesadamente en la cama amplia de colcha negra. Se recostó bocabajo y con sus puños apretados golpeó la cama.

Había en Serena Tsukino algo que le molestaba. No era el hecho de haberla atropellado y haber estado en vela toda la noche preocupado por haberla matado. Mas sin embargo, cuando se había recuperado, cuando había abierto sus grandes ojos azules en los que reflejaba inocencia e ingenuidad había sido como si le encajaran una daga directo al corazón.

Así había era la mirada que reflejaban los ojos de Minako Aino: pureza, inocencia, dulzura e ingenuidad. Era así como lo había conquistado aquella rubia de ojos azules; mas sin embargo, bajo aquel rostro angelical, Minako Aino solo se había burlado de su amor, utilizándolo solo como un trofeo al que presumir a sus amigas, para al final darle una puñalada por la espalda engañándolo con Tamahome, el que se decía llamar "el mejor amigo de Diamante".

Se levantó molesto de la cama y sacó una fotografía de una de las cómodas a un lado de su cajón, en donde aparecían él y una hermosa rubia de largo cabello adornado con un moño rojo y grandes ojos azules.

"Tan parecida a Serena Tsukino" Pensó para sí mismo.- "Todas son iguales, pero esta mujercita pronto se largara que de eso me encargo yo"…

Glosario:

Shimai = cuñada.

Oka-san = mamá

Otou-san= papá

Yōkoso = bienvenido/a

N/A: Patita y Anita, espero les haya gustado el regalo wiii y ahora como no creo publicar capitulo el día del cumpleaños de Ani entonces cantemos las mañanitas para Ani (tú también Patty, en tu cumpleaños también las corearemos wii)

Feliz cumpleaños Ani,

Feliz cumpleaños Aku zen-tenshi,

Feliz cumpleaños malvadilla,

Feliz cumpleaños a ti… wiii…

¡Mordida, mordida!... A, jaja, pues sí no hay pastel, entonces no sé porque gritar mordida. En fin Anita, espero tengas tu pastel y una buena mordida hahaha.

Y por cierto me alegra mucho que se hayan conocido, las quiero.

Atte:

Mademoiselle Rousseau.