Disclaimer: Durarara! y todos sus personajes son propiedad intelectual de Ryohgo Narita.

Extensión: 596 palabras.

Advertencias: Ninguna~

Resumen: Cuando te la pasas peleando, no notas el transcurrir del tiempo.


Te has vuelto lento

Han pasado los años y ninguno de sus objetivos se han cumplido. Ikebukuro ha cambiado un poco, pero no lo suficiente para que, al comparar una foto del pasado con una actual, pudiese desconocerse a la ciudad.

Durante todo ese tiempo, Shizuo ha lamentado el no haber matado a Izaya cuando tuvo la oportunidad. Parecía que ese bastardo poseía más vidas que un gato. Por su parte, Izaya se arrepentía de lo mismo: no es que eliminar a Shizu-chan fuese su prioridad pero, aún así, llevaba años y años intentando hacerlo desaparecer del mapa, por medios cada vez más rebuscados e increíbles. El mismo hecho de que Heiwajima continuase con vida, provocaba en él una estupefacción que pocas cosas realmente lograban avivar en su persona.

Los días se suceden, uno tras otro, en Ikebukuro y nada parece cambiar. La ciudad luce igual y las mismas personas, impertérritas, continúan la misma rutina, interrumpidas por unos cambios leves que, al pasar las semanas, se hacen predecibles en su totalidad.

Uno de esos tantos días, Orihara se encuentra con Heiwajima y comienzan a pelear. Siempre es lo mismo y esa ocasión no es la excepción. Unas cuantas señales éticas vuelan, rozando el cabello de Izaya cada vez que este las esquiva, con dejos burlescos y casi felinos.

— ¡Izaaayaaa!— exclama su némesis, furioso, tratando de levantar una máquina expendedora, que se encontraba fuera de una tienda de víveres y poniendo, mediante este acto, a Izaya en alerta: las máquinas expendedoras son más difíciles de sortear que una simple señal de tránsito.

Orihara aguarda el proyectil con paciencia, con la vista clavada en él.

Sin embargo, el ataque esperado nunca llega. Shizuo, lamentando su lumbago, deposita la máquina en el suelo, consternado—más que nada consigo mismo— por no habérsela lanzado a Orihara para terminar así con esa lucha casi eterna y que, a estas alturas, ya no tiene sentido. El informante nota, sólo ahora, el cabello encanecido de su rival y esos lentes violetas, pasados de moda, que adornan su rostro. El traje de cantinero se ha engruesado un poco y podría jurar que Shizuo ha perdido un poco de estatura. Se ha puesto viejo.

Casi entre el espanto y la resignación, se percata que él también parece un viejo senil: las arrugas surcan su frente, su cabello se ha comenzado a caer, dejando un espacio desnudo, del tamaño de una moneda, en el centro de su cráneo. Su cuerpo destila un aroma a decrepitud.

¿Cómo no se había dado cuenta del tiempo transcurrido?

Exhibiendo una sonrisa, copia grotesca de las de su juventud, guarda su navaja y tratando de burlarse de su eterno rival, le hace notar con sorna:

— Te has vuelto lento, Shizu-chan.

— ¡Cállate!— le espeta el otro, tratando de erguirse y olvidarse, por el momento, del dolor de sus huesos—. Si te vuelvo a ver rondando por las calles de Ikebukuro, ¡te mataré!

Izaya sabe que esa amenaza nunca se verá concretada pero, suspicaz, decide seguirle el juego, burlándose del hombre que, en su días de juventud, había sido el más fuerte de Ikebukuro.

El juego entre el perro y el gato debe continuar porque, la oportunidad en la que uno de los dos hubiese podido salir victorioso, ya pasó. Ahora ya no significaría nada triunfar: el que lo hiciera cavaría, inconscientemente, su tumba junto a perdedor, pues los medios— al final— se habían convertido en el fin de esa eterna batalla.

Izaya y Shizuo lo saben. Por la misma razón, como el perro y el gato, continúan con esa farsa, aunque ya no tenga sentido.

Fin drabble: Te has vuelto lento

Por: Nana Walker


N/A: Muchísimas gracias por leer. Comentarios, críticas constructivas y sugerencias son bien recibidas.

Bye bye y cuídense miles ;D