Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Em.. sí, otra historia. La tenía medio-escrita desde hace tiempo y al fin me atrevo a subirla. Comentadla, y así veo qué hago con ella... Espero que os guste!

Besos

Chapter 1: ¿Espía yo?

Bella POV

Sí, lo sé. No está bien mirar a los vecinos por la ventana, es cuestión de moral, pero qué queréis… la carne es débil, y si vosotras tuvieseis un vecino como el mío tampoco podríais resistir la tentación de espiarlo.

Un momento, ¿espiarlo? Yo no lo estoy espiando.

Bueno, vale; tal vez lo esté espiando. ¿No es tan malo verdad? Al menos para mí no es nada malo. En fin… Creo que debería explicar la situación exacta en la que me encuentro, si no, no entenderéis nada.

Estoy aquí, yo, Bella Swan, a mis diecisiete años de edad, mirando por la ventana de mi cuarto, medio escondida detrás de la cortina azul traslúcido, por una serie de sucesos.

Todo empezó hace poco menos de un mes, me mudé a un precioso piso, grande, luminoso y perfectamente situado más o menos en el centro de París. París… la ciudad del amor. Bien, la mudanza se debió básicamente al hecho de que mamá, Reneé, se casó con el molesto de Phil. Él, al ser jugador profesional de béisbol, tuvo que mudarse a Jacksonville (Florida); y con Phil, mi madre; y con mi madre, no me quedaba más remedio que mudarnos mi gata Lulú y yo. Pero yo me negué en rotundo a convivir con Phil, (al cual no tenía demasiado aprecio, como podréis adivinar) y decidí que prefería dejar mi vida de Phoenix y mudarme con mi padre, Charlie a París (París, la ciudad del amor…); aunque echaría tremendamente de menos a la loca de Reneé. Al querer yo mudarme con él, Charlie no tuvo otro remedio que comprar una casa nueva, con una habitación para mí y encontró esta preciosidad de piso, que adoro.

Pero dentro de este edificio de ocho pisos, que tiene forma de U, consiguiendo así que si te asomas a la parte este del piso ves con detalle la fachada del vecino, no sólo se encuentra la preciosidad de mi piso, sino la preciosidad de mi vecino: el Señor Cullen.

Tal vez el Señor Cullen no era un nombre apropiado para él, tal vez le quedaría mejor algo así como Señor-Adonis-Estás como un tren-Cásate conmigo Cullen. Y no pretendo exagerar.

Y lo encontré por casualidad en una de las tantas situaciones vergonzosas a las que la vida me sometía. Resultó que una mañana a los pocos días de habernos mudado, mi inoportuna gatita color canela, Lulú, decidió explorar el territorio desconocido y desapareció (aún no tengo muy claro cómo) por la ventana de mi vecino de enfrente, el del 6º Derecha. Me asusté de inmediato, no tanto por la integridad de Lulú, sino más bien por lo que mi caprichosa mascota podría hacer en una casa desconocida.

Por tanto, eché a correr y salí por la puerta sin preocuparme por el hecho de que tan sólo llevase una camisa azul clarita, larga hasta medio muslo puesta, en una vestimenta muy a conjunto con mi coleta alta, despeinada, de andar por casa. Toqué el timbre seguidas veces, preocupada. Entonces oí un maullido, un quejido de hombre y un bufido enfadado de gato. Cerré los ojos y bajé un poco la cabeza, temiéndome lo peor. Apenas cinco segundos después oí como la puerta se abría y oí una musical voz masculina, claramente molesta (por no decir enfadada) acompañada de un nuevo bufido diciendo en un perfecto francés:

-¿He de suponer que esto es tuyo?

Abrí un ojo con precaución y lo primero que vi fue un, un… unos bóxers negros bien marcados y un pronunciado hueso de la cadera, una piel pálida y tersa, un torso esculpido y marcado y un cuello ancho, fuerte. Cuando levanté la cabeza, roja como un tomate por la vergüenza, me encontré con unos preciosos ojos color miel mirándome desaprobatoriamente, y unos labios rosados, fruncidos. Como complemento, sujetándola con una enorme y blanca mano, unida a un brazo fibroso, se encontraba Lulú.

Si yo de normal solía ser bastante patosa (tanto actuando como hablando), cuando hacía el ridículo más (y no pocas veces hacía el ridículo). Y ya si se añadía el haber hecho el ridículo delante de un ¿hombre?, ¿chico?, ¿joven? así de impresionante y que tuviese que contestar en un idioma que no era mi lengua materna, el desastre era colosal.

-Uhm, eh… sí. Quiero decir… er… ¿Lo siento?-dije torpemente. Por suerte, el francés era un idioma que manejaba bastante bien; al menos de algo habían servido todas aquellas horas de optativa de francés en el instituto de Phoenix.

Mi vecino me miró desde arriba, (algo que era completamente lógico, más que nada porque sobrepasaba el metro ochenta y cinco) y dejó caer al animal en mis brazos. Se giró bruscamente e hizo ademán de cerrar la puerta a su espalda, pero se dio la vuelta de nuevo y me miró con el gesto suavizado, tal vez arrepentido.

-Esto… espero que no vuelva a suceder, ¿sí?-dijo de forma educada. Yo bajé de nuevo la mirada, avergonzada y siendo ahora consciente de la pinta tan horrible que tenía y de la imagen que había dado y asentí, como una niña que acababa de ser bronqueada- Eh, bueno. Hasta otra.

Y cerró la puerta.

Evité contarle el incidente a Charlie, más que nada porque si le decía que me había encontrado al vecino sexy (muy, muy sexy), semidesnudo y reprendiéndome no podría prevenir su reacción, no por nada era el jefe de policía Swan.

Y ese fue el primer encuentro. Tardé más bien poco en salir corriendo, bajar los seis pisos a toda prisa y mirar su buzón, con letra pulcra, elegante, se podía leer Sr. Cullen. ¡Señor Cullen! Mi imaginación de adolescente voló. Pero siempre pasa, que cuando esperas encontrarte a alguien desesperadamente nunca lo ves, y sin embargo, cuando no piensas en encontrártelo, lo ves. Y eso sucedió, que en las dos semanas siguientes no lo vi ni una sola vez.

Y empecé el instituto, o como aquí lo llaman el liceo(N/A: si me equivoco, avisadme.). El primer día lo pasé fatal, como todos los primeros días de todo. No conocía a nadie, todo el mundo me miraba raro (probablemente porque parecía un vampiro mal alimentado, con mi piel casi translúcida, aún siendo de Arizona, y mis ojos oscuros color chocolate; o tal vez porque tenía una cara de guiri impresionante) y encima me perdí en el colegio porque era enorme y parecía Hogwarts con tantas escaleras y tantas aulas.

Mientras daba vueltas por los pasillos, sintiéndome estúpida, después de que me hubiesen dado el horario e incluso un mapa, y sin que nadie, absolutamente nadie se preocupase por si estaba perdida, una chica se me acercó.

-¡Hola! ¿Necesitas ayuda?-dijo con voz alegre. Levanté la cabeza del mapa y me encontré con una chica pequeñita, más pequeñita incluso que yo (nunca había sido de las altas…), con ojos verdes y pelo oscuro, los mechones apuntando a todas partes. Me sonreía ampliamente. Yo le devolví la sonrisa avergonzada.

-Tengo pinta de necesitarla, ¿verdad?

Ella rió alegremente.

-Llevas la palabra "nueva" escrita en la cara.

-Lo imaginaba…-reí y después señalé un punto en el mapa- ¿Sabes dónde está esta clase?

-¡Claro que lo sé! ¡Voy a esa clase!-dijo alegremente tras comprobar el mapa.

-Es un alivio saberlo. Al menos no estaré tan sola…

Ella me agarró del brazo y comenzó a andar en la dirección contraria a la que iba.

-Ya verás, este es el principio de una gran amistad. Por cierto, soy Alice Monnier.

-Eh… Bella Swan.-dije algo aturdida.

-¡Bella! Qué nombre más bonito… ¿Es italiano? Aunque el apellido es inglés… -empezó a hablar atropelladamente- te presentaré a Rosalie, ya verás, parece un poco dura pero en realidad es un cielo…

Y creo que no dejó de hablar desde el momento en que dije mi nombre. Es broma, adoraba a Alice. Poco después conocí también a Rosalie Le Meur, y me dio la sensación de que no le caía demasiado bien al principio, una semana después, conocí a Emmett Viennet, el hermano mayor de Alice, y actual novio de Rose. Hacían una pareja en verdad intimidatoria. Rose, tan fría, tan seria, tan alta y tan perfecta, y su novio Emmett, que era como un armario empotrado; la pareja me asustaba, siendo sincera. En realidad, dos días después de conocerlos juntos, comprendí que la apariencia intimidatoria no era más que eso, una apariencia; Emmett era un niño por dentro y Rosalie era simpática y una cabeza-loca, y ambos vivían una relación intensa y apasionada.

Dos semanas después de conocer a mis actuales amigos les invité a que vinieran a mi casa para pasar la tarde, pues acabábamos de comenzar el curso y había que aprovechar que no hubiese deberes o exámenes.

-Hey, chicos, ¿os apetece venir a mi casa esta tarde?-comenté en el almuerzo. Emmett me miró emocionado (había congeniado muy bien con él) y después puso cara de decepción.

-No me digas eso, Bells… no puedo, he quedado con Tyler para comprarle algo a Ben.-dijo con tristeza.

-Bueno, pero nosotras sí vamos ¿verdad Rose?-dijo Alice sonriendo. Rose sonrió también.

Por supuesto, Alice y Rosalie estaban muy al tanto de mi vecino, el Sr. Cullen (más conocido entre nosotras como Sr. Adonis, y eso que no lo habían visto nunca) y estaban deseando verlo por sí mismas.

Así, llegamos a mi portal y sonreímos, emocionadas.

-No esperéis ver nada, hace por lo menos dos semanas que no lo veo yo.

Ellas rodaron los ojos, restándole importancia. Abrí la puerta y llamé al ascensor, entramos y mientras las puertas se cerraban una mano blanca, enorme, apareció e hizo que las puertas se abrieran de nuevo. El Sr. Adonis-Cullen entró, y tras él, agarrada a su mano firmemente, entró una chica alta, rubia rojiza y muy guapa. Yo lo miré a él (demorándome en su cuerpo), después miré a la chica y por último miré a mis amigas con pesar. Ellas, a su vez miraban sucesivamente a mi vecino, y a la chica.

-Eh… buenas tardes.-dijo él, confundido e incómodo. La chica sonrió.

-Claro, buenas tardes.-dije tartamudeando y con la vista fija en el suelo.

Los viajes en ascensor suelen ser bastante incómodos, pero éste en particular fue mucho peor. Cuando al fin, llegamos al sexto piso y la pareja se perdió tras la puerta. Nos mantuvimos en silencio, abrí la puerta y pregunté:

-¿Charlie?-no hubo respuesta; Charlie estaría trabajando aún- Estamos solas.

Alice y Rosalie se miraron, después me miraron a mí y después a la puerta de entrada. Entonces comenzaron a hablar a la vez y me aturullaron.

-¡Pero Dios mío! ¿Qué era eso? Eso no era un vecino ¡era una obra de arte!-gritó Rosalie.

-¡Mucho más que eso! ¡Era un Dios! ¡Un Adonis! ¡Una maravilla de la creación!

Yo las miré casi asustada.

-Cuando nos lo describiste se te olvidó comentar que era SOBRENATURAL.-comentó Alice.

-Pues imaginaos cuando lo vi en calzoncillos…-dije poniéndome roja. A mis amigas se les desorbitaron los ojos.

-No puedo creerlo. Daría un brazo por verlo en calzoncillos.-dijo Rosalie, pensativa.

-Me temo que tiene novia…-dije algo dolida. No tenía pensado llegar a nada con mi vecino, era algo puramente platónico (aunque lo hubiese visto una sola vez), pero me molestó ver a esa rubia impresionante agarrada a su mano.

-Bueno, tal vez sea sólo un polvo…-dijo Rosalie encogiéndose de hombros.

-Oh, vaya, mucho mejor.-dije desviando la vista.

Estuvimos un rato hablando y al final, sobre las siete, se marcharon a sus casas. Me tumbé en el sofá con el ordenador portátil sobre el regazo y me dediqué a andar en internet, mientras Lulú se acomodaba en mis pies. De pronto, oí un golpe enorme, parecía como si alguien hubiera tirado algo al suelo con fuerza. Lulú saltó asustada, y yo me levanté y me quedé de pie, indecisa y también asustada. ¿Por qué no estaba Charlie cuando se le necesitaba? Un nuevo golpe y alguien chilló.

-¡Imbécil!

Venía de la puerta de entrada. Me acerqué y abrí la puerta a tiempo de ver como una melena rubia desaparecía por las escaleras a toda prisa y a mi vecino, el Sr. Cullen, mirando con cara de bobo y los ojos muy abiertos, como su novia se marchaba. Un minuto después, sin que yo pudiese reaccionar, él me miró y se ruborizó levemente. Yo, avergonzada por haber interrumpido una escena así y por haberme quedado ahí, como una cotilla, baje la mirada.

-Buenas noches.-susurré, y entré rápidamente en mi casa, con la cara como un semáforo.

La segunda vez que me lo encontraba (sin contar el ascensor), y había vuelto a hacer el ridículo.