¡Saludos, amigos! A ver…este fic lo escribí hace muchísimo tiempo, pero jamás lo publiqué. Esta versión es nueva, afinada y mostrada por primera vez al público fanfictionero. Es LeonaxRalf, una pareja de KOF que me gusta bastante, aunque no se note mucho al principio xD. Ya tengo otro fic de ellos pero fue solo un One-shot. Como sea, espero que este humilde fic sea de su agrado.

Dsc: KOF no me pertenece, solo la trama de esta historia.

Una nueva vida

Capítulo 1

Caminos separados

En una tarde tranquila, lejos de la ciudad, en una base militar entrenaban un grupo de soldados al mando del coronel Ralf Jones. El comandante Heidern había salido a una junta muy importante con sus superiores y había dejado al coronel a cargo. Bueno, en general no había mucho cambio; Ralf era quien casi siempre estaba con los soldados, el comandante se ocupaba más de cosas tácticas, papeleo, mantenerse en contacto con los mandos militares, etc.

Así que, podría decirse que era una tarde normal y tranquila.

Entrenaban en campo abierto. Ralf era implacable cuando se trataba de poner a trabajar a sus subordinados, y los castigos para quienes no soportaban el entrenamiento eran fuertes. Si bien Ralf no era un tirano en ningún sentido, y además era poseedor de un muy buen sentido del humor, también era fácil de molestar cuando las cosas no salían como estaba planeado.

Los soldados corrían en un circuito lleno de obstáculos. Llevaban mucho tiempo corriendo y estaban llenos de lodo, sudados y cada vez con más cansancio, pero soportando bastante bien. Ralf les tomaba el tiempo con una gran sonrisa.

-Muy bien, caballeros, terminamos por hoy- dijo, mientras el sol bajaba poco a poco detrás de él- a las regaderas y luego a cenar. Hoy no quiero problemas ni fiestecitas. Tenemos mucho trabajo estos días y los necesito frescos y en sus cinco sentidos.

Los soldados salieron rumbo a las regaderas luego de hacer el saludo de rigor.

Cerca de la puerta, Clark observaba a Ralf mientras este se limpiaba la frente con un pañuelo.

-¿Dónde está Leona?- preguntó el Coronel mientras se acercaba a su amigo.

-Está haciendo papeleo. Ya sabes. Heidern no le confiaría ese trabajo a nadie más- contestó, quitándose la gorra y peinando su cabello con las manos- lleva cerca de cuatro horas metida en esa oficina.

Ralf soltó un soplido de fastidio. Hacía mucho que Heidern había desistido de dejarle ese trabajo a él, pues Ralf era algo desesperado e impulsivo. Ver esa pila de papeles frente al escritorio resultaba para él algo realmente fastidioso, y al final siempre necesitaba ayuda, pues su cabeza terminaba explotando y diciéndole que ya no daba para más.

-Mejor vayamos a cenar- comentó Clark- dejamos muchas cosas pendientes por ir al torneo y hoy debemos descansar.

-Eso fue parecido a lo que le acabo de decir a esos chicos- comentó Ralf.

-Entonces sigue tu propio consejo.-

Fueron a cenar. Durante la cena el ambiente no era muy estricto, los jóvenes soldados platicaban animadamente y Ralf y Clark estaban acostumbrados a estar entre ellos. La única que faltaba era Leona.

-Ese maldito papeleo- comentó Ralf entre dientes, para que solo Clark pudiera oírlo- ¿Porqué no le dijiste que viniera a cenar?

-Claro que lo hice- replicó el teniente, ofendido- Ya sabes cómo es. Dijo que no se iría hasta que terminara.

-Estas pirañas acabarán con todo… ¿Qué se supone que va a cenar?

Clark giró los ojos, ocultos por sus lentes, y suspiró. Ralf comía de mala gana mientras miraba hacia la puerta. Tal como pensó, Leona no apareció en todo lo que duró la cena.

Al terminar, Ralf se metió a la cocina y se las arregló para preparar una taza de café. Entonces se dirigió a las bodegas a buscar a Leona. Ahí había un pequeño cubículo, en el cual debía estar ella. Al entrar se la encontró recargada contra el escritorio, leyendo un fajo de papeles.

Tenía dos columnas de archivos, una a cada lado del escritorio, que de solo verlos le provocaron a Ralf un ligero dolor de cabeza. Los de la derecha, adivinó, debían ser los que había terminado de revisar, pues al terminar el fajo que tenia entre las manos, Leona lo dejó ahí y tomó otro de la columna izquierda.

Ralf tocó la puerta de madera un par de veces, pues Leona no se había percatado de que él estaba allí.

Ella volteó.

-No fuiste a cenar- comentó, mientras ella volvía la vista al archivo. Se acercó y se sentó al otro lado del escritorio, en una pequeña silla de madera que había allí- Pensé que un café te caería bien.

-Gracias- Leona levantó su vista hacia él y lo miró a los ojos mientras tomaba la taza y le daba un pequeño trago- me hacía falta.

Tenía los ojos ligeramente hinchados. La única luz dentro del pequeño cubículo era una lámpara de escritorio, que apenas lograba iluminar suficiente para que ella pudiese leer. Las condiciones del lugar eran deplorables considerando el resto de las modernas instalaciones, pero Leona lo prefería así.

Ralf encendió un cigarrillo, sabiendo que a ella no le molestaría. Le dio una profunda calada, y luego lo extendió hacia ella, ofreciéndole un poco. Ella negó levantando una mano ligeramente y moviéndola hacia los lados.

-Sabía que no querrías- comentó Ralf con una sonrisa- nunca te he visto fumar.

Leona no contestó, pero Ralf sabía muy bien que eso era normal en ella.

Se quedó un buen rato más, durante el cual se acabó unos cinco cigarrillos sin que ella aceptara ni siquiera una mínima calada.

-Por favor, Leona, es tarde- pidió él, viendo su reloj- debes ir a dormir, el trabajo se pondrá pesado esta semana.

-Se pondrá más pesado si no termino esto ahora, coronel- replicó ella en las primeras palabras que dijo desde que agradeciera el café.

-Se acabó, Leona- insistió él, quitándole de las manos el último fajo de papel que había tomado- terminarás esto mañana. Vamos, te acompaño.

Ralf acompañó a Leona para asegurarse de que se iría a dormir.

La dejó en la puerta de su cuarto, al que ella entró luego de darle las gracias. Ralf se quedó en la puerta unos diez minutos, y luego se fue a dormir también.

Aunque Leona se había ido a acostar, no podía alejar de su mente la sensación que la albergaba cada vez que un torneo terminaba. Una extraña sensación de aburrimiento y depresión, que aunque trataba no era capaz de alejar con nada.

Al día siguiente, Heidern había regresado con nuevas órdenes, que prometió detallarles a Ralf, Clark y Leona en cuanto fuera oportuno. Leona lucia pálida y decaída, y al comandante no se le pasó por alto.

Sin embargo lo dejaron pasar. Leona, por más enferma que se sintiera, no solía quejarse y siempre seguía haciendo su trabajo con profesionalismo. Tal como predijo Ralf, tenían mucho trabajo por hacer, y tenerla siempre presente y cumpliendo su trabajo era un gran alivio. No sabían que harían sin ella.

Al día siguiente, Ralf se percató de que Leona no había salido de su cuarto, y le pidió a Clark que fuera a buscarla. No pasó mucho rato, cuando él regresó agitado.

-Ralf, tenemos que llamar a un doctor.

-¿Qué ocurrió?- preguntó Ralf, mientras empezaba a correr hacia el cuarto de Leona.

-La encontré en el suelo, desmayada.

Llegaron al cuarto, Clark le explicó en el camino que la había puesto sobre la cama y que por más que había intentado no la había podido hacer despertar. Desde ahí pidieron a un doctor y llamaron a Heidern mientras trataban de despertarla.

El doctor no tardó en llegar y junto con él, Heidern. Éste, junto con Ralf y Clark, se quedaron fuera de la habitación mientras el doctor revisaba a Leona.

Ralf tamborileaba los dedos contra la pared. Heidern permanecía de pie con las manos en la espalda, y Clark permanecía en cuclillas, mirando hacia el suelo.

De pronto el doctor salió, y pidió hablar a solas con Heidern.

-¿Podemos entrar a verla?

-Pude hacerla reaccionar- contestó el doctor a Ralf- pero se volvió a dormir. Está fuera de peligro, sólo necesita descansar. Si quieren entrar, sólo no hagan ruido.

El doctor se quedó en el pasillo con Heidern.

-Verá comandante, hablé con esa mujer. El diagnóstico es muy simple: depresión. Se está dejando morir. Me dijo que no tiene nada en el estómago desde hace más de tres días salvo una taza de café. Considerando la exigencia tan fuerte de su trabajo, esta situación no podía seguir. Tienen que hacerla comer algo, y tiene que ver a un psicólogo. Ya que no es mi área, no hay mucho que pueda hacer salvo darle unos vitamínicos y recomendarle una nueva dieta.

Heidern se sujetaba la barbilla, pensativo.

-Tiene razón. No la he visto comer nada, y últimamente la he visto algo desmejorada. Pero no sé si el psicólogo sea una buena opción. Ella no gusta de hablar con la gente. Sería muy difícil que un simple psicólogo comprendiera la complicada historia de Leona sin considerar mandarla al manicomio.

El disturbio de la sangre era difícil de explicar, y sobre todo sería, seguramente, difícil de comprender como un estado místico, más que como una enfermedad mental. Esta maldición era la que condicionaba el estado anímico de Leona, aunque había disminuido la probabilidad de que lo sufriera, ella aún combatía contra su pasado una y otra vez.

-Creo que tengo una alternativa- comentó Heidern, y acto seguido, le contó al doctor lo que pensaba hacer.

Finalmente, luego de un par de horas, Leona despertó y de alguna manera, Clark la obligó a comer un poco de sopa, aunque fuera.

Mientras tanto, Ralf se daba topes contra una pared tratando de figurarse porqué, otra vez, Leona trataba de acabar con su vida. La exasperación era increíble, estaba muy molesto. No podía comprenderlo, simplemente. ¿Acaso Leona de verdad deseaba tanto morir? ¿Acaso no valoraba lo que los demás hacían por ella? ¿No los apreciaba? ¿No entendía lo necesaria que era?

Pensó que quizás le serviría alejarse de ella, para no sentirse tan mal si volvía a ocurrir. Pero no podía dejarla. Su apoyo era incondicional y simplemente no podía debilitarse en un momento como ese.

Terminó resignándose a que la psicología de Leona era complicada y que la vida debía seguir. Esta era la segunda vez que pasaba y sospechaba que no sería la única.

El resto del día todo siguió dentro de un margen de normalidad en el cual se sentía la presión. El asunto de Leona había corrido como pólvora y los soldados sabían que Ralf y Clark no estaban de humor para nada. El ambiente se sentía denso, y todos se sintieron más aliviados cuando tuvieron un pequeño descanso.

Ralf había sido llamado a la oficina de Heidern, así como Clark.

Antes de entrar fueron avisados de que Leona estaba allí, hablando con Heidern. Salió en pocos minutos de allí y saludó con respeto a sus compañeros. Ni siquiera estaba uniformada. Traía unos jeans y una camiseta negra. Les dijo que podían pasar, y ella se quedó afuera.

Ellos entraron y se sentaron frente al escritorio de Heidern. Éste respiró profundamente antes de empezar a hablar.

-Voy a ir directo al grano, señores. Leona será enviada a comandar un nuevo escuadrón cuya base de operaciones está en la zona este del país. Es temporal, pero por temporal quiero decir varios meses, quizás un par de años.

-Pero, ¿Cómo?- preguntó Ralf poniéndose de pie- ¿Cómo ha ocurrido esto?

-Siéntese, Jones. Leona necesita un cambio. Este lugar la deprime. Quizás el ambiente sea parecido, pero mientras no esté cerca de nosotros, y de esta ciudad…cualquier cosa es mejor que nada. Me pidieron a alguien de confianza. Se trata de un grupo pequeño, la mayoría son muy jóvenes y, como dije, sólo es temporal. Pronto ellos serán asignados a diferentes áreas del ejército pero mientras esto ocurre necesitan a alguien que tome el mando.

-¡Pero si Leona apenas puede mandar sobre sí misma!

-¡Suficiente, Coronel!- exclamó Heidern, molesto. Era la primera vez que Ralf le levantaba la voz así- ¡Cállese si no quiere ser degradado!

Ambos tuvieron que recobrar la compostura, ante la mirada paciente de Clark, que procesaba todo en silencio.

-Leona necesita que estemos a su lado. Si algo malo pasa ¿Qué podemos esperar de sus nuevos compañeros? Solo nosotros sabemos cómo es y cómo tratar con ella.

-Eso no está en nuestras manos ya, Coronel. Leona decidirá por sí misma.

En ese momento alguien tocó la puerta.

-Pase, teniente- adivinó Heidern- no tardó mucho en decidir.

Leona entró en silencio.

-Comandante- respiró profundamente mientras permanecía de pie ante el escritorio- acepto la propuesta.

Heidern respiró profundamente.

-Muy bien, hija. Ahora solo tienes que firmar- dijo sacando un papel de su escritorio.

Ralf observaba impotente cómo Leona firmaba. Estaba tranquila y repuesta.

….

En la noche, Leona había estado en las bodegas terminando aquel papeleo que se había quedado pendiente dos días antes. Terminó algo tarde, y al salir, recargado contra una caja, logró distinguir a Ralf. Lo identificó por el brillo de su cigarro cuando lo aspiraba.

-Así que… ¿Debería llamarte ahora Comandante Leona?

Leona se quedó de pie frente a él, con las manos a los lados.

-Contéstame. Con que, ¿Somos malos para ti, eh? ¿Te deprimimos?

Leona no contestó.

-Fue tan fácil para ti- siguió- nosotros nos preocupamos día con día porque seas feliz, y para ti es tan fácil alejarte.

-Ha estado tomando, Coronel- observó ella, Ralf tenía varias botellas vacías a su alrededor.

-¿Y qué me dices tú, eh? Cada dos por tres decides que tu vida no vale nada y tratas de suicidarte ¿Y allá quien va a revivirte, Leona? ¿Quién se preocupará por ti?

Leona apretó los puños imperceptiblemente.

-Inicio una nueva vida, coronel- dijo, luego de varios segundos de silencio- Debo dejar todo atrás. Todo, incluyéndolos a ustedes. Quizás usted deba hacer lo mismo.

Dicho esto, se fue de ahí, dejando a Ralf rabiando entre las botellas vacías y sus cigarros.

Al día siguiente la partida de Leona estaba lista, incluyendo un helicóptero que la llevaría a la zona este. Ya tenía preparadas sus cosas, incluyendo una foto con su equipo.

Salió de su cuarto y Clark le ayudó con la maleta. En el hangar, todos sus compañeros estaban en fila para despedirse de ella. Al final estaban Ralf y Heidern.

La despedida fue bastante informal.

-Espero noticias tuyas pronto, hija- dijo el Comandante, sonriendo- hazme sentir orgulloso.

La abrazó. Luego ella avanzó hacia Ralf, quien tenía una profunda resaca.

-Coronel…

-Teniente.

Se dieron la mano y nada más. Ralf sintió que Leona dejaba algo en su mano pero decidió no ver hasta que ella se fuera.

Clark la ayudó a subir el equipaje al helicóptero. Le deseó suerte y le dio un beso en la mejilla.

Posteriormente, le dio la mano para que subiera sin problemas.

Leona mantenía esa mirada estoica que la caracterizaba, y su rostro siempre en neutral armonía se volvió hacia sus compañeros mientras se despedía con una mano.

Cuando el helicóptero se perdió de vista, Ralf tuvo el valor de ver su mano. Lo sospechaba, así que no se sorprendió.

-Así que…Dejar todo atrás, ¿no Leona? Así será- en su mano, el paliacate que alguna vez le había regalado era apretado por su puño. Lo observó y se lo guardó en el bolsillo.

No quería saber de ella ni pensar en ella.

Ese mismo día, más tarde, Leona vio el hangar de su nuevo hogar, y el posible comienzo de una nueva vida.

Continuará…

Espero que les haya gustado el comienzo. No dejaré de publicar de K' y Kula pero necesitaba variar en mis historias.

Dudas, comentarios, consejos, etc, no duden en hacérmelos saber.

¡Saludos!

Atte. Yereri Ashra