Kimi Shimeru Me
Por UchihaKuroime

(en colaboración con Mamitane)

1. Arrepentirse.

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"La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer. Pero una nación jamás puede ser reconstruida, y una vida no puede volver a nacer."

Sun Tzu, el Arte de la Guerra.

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Anochecía. Ante ellos un mundo de tierra mojada y encharcada por las lluvias de la noche anterior. Los ejércitos de ninjas del País del Fuego formaban en perfecta sincronía ante el linde del bosque que separaba el país de la lluvia del país del viento. El aire estaba impregnado con el olor de la guerra.

El pequeño de los Uchiha, Sasuke, agudizaba la vista intentando distinguir algo que mereciese la pena observar en las filas enemigas, que se acercaban pesadamente entre el barro. Cualquiera les hubiese atacado intentando aprovechar el terreno, pero eso no era prudente con la gente de la arena. Que fuese arena mojada no significaba que fuese arena inutilizable.

Su hermano le dio un golpe en la armadura, llamando su atención.

-Relájate un poco, si sigues así de tenso el Katon te va a salir por el otro lado – dijo intentando contener la risa.

-¡Estúpido! No es momento para bromas – se quejo el menor de los Uchiha frunciendo el ceño y aumentando su tensión - ¿Ves a Gaara?

-No, no esta aquí – aseguro su hermano endureciendo el rostro – Supongo que sus espías habrán averiguado que la Roca pretende atacarles desde el este y se habrá quedado en Sunagakure.

Sasuke soltó un gruñido de exasperación y se ajusto las musleras de la característica armadura ninja de los Uchiha.

-¿Te has fijado? – pregunto Itachi de nuevo tras echar un vistazo a su alrededor.

-¿En que? – pregunto entre susurros Sasuke, mirando también al resto de ninjas que les rodeaban.

-Que los Uchihas somos los únicos idiotas que no llevamos protección en la cabeza – dijo volviendo a intentar contenerse la risa. Sasuke le fulmino con la mirada.

-Tal vez sea porque no nos hace falta.

-No, es porque somos muy guapos como para tapar nuestros preciosos rostros – dijo dándole con el codo.

-Es porque sois tan cabezones que no hay quien os haga un maldito casco – aseguro un Nara que esperaba tras ellos.

Sasuke volvió a mirar las filas por enésima vez, pasando por alto la ofensa. En los flancos la Hokage había ordenado colocar a los Akimichi y a los Inuzuka, fuerza destructora y resistente por excelencia en aquel tipo de conflictos. En el centro, entre ambos clanes, se colocaban de izquierda a derecha los Uchiha, los ninjas ofensivos sin clan y los Hyuuga; y tras estos se colocaban los ofensivos y defensivos de largo alcance: Nara, Yamanaka, Aburame y otros. El segundo general, Hatake Kakashi, caminaba distraído ante sus tropas.

-Ya queda poco – aseguro Itachi observando la mirada de impaciencia de su hermano pequeño.

Una suave brisa recorría la desértica y embarrada meseta, refrescando a los combatientes que empezaban a agitarse.

-Sharingan activado – ordeno Kakashi acercándose a Itachi, que repitió la orden a los Uchihas.

-Activad el Sharingan – Sasuke, al igual que el resto, obedeció las órdenes de su hermano - ¿Por algún motivo en especial? – interrogó el heredero de los Uchiha a Hatake.

-Los Hyuuga detectan corrientes de chakra en el suelo, nos atacaran con arena esté mojada o no. Estad atentos.

Itachi asintió con serenidad a su superior y le dio un apretón en el brazo a su hermano.

-Nos vemos luego.

-Por supuesto – contesto Sasuke comenzando la carrera hacia sus oponentes, poniéndose a la cabeza del ejército del Fuego que se dispuso a atacar.

La arena no espero ni un segundo. Columnas de barro se levantaban aquí y allá, entorpeciendo el paso de los ninjas o incluso lanzándolos por los aires. Algunas de las columnas terminaban en manos o bocas que engullían a sus enemigos.

Sasuke, con la gracia de la anticipación que le otorgaban sus fantásticos ojos, esquivaba con elegancia los ataques de arena. Fue el primero en colisionar con el enemigo, impactando contra la primera fila de un chidorazo que acabo con sus tres primeros oponentes instantáneamente. Mientras el resto de ninjas del fuego iban llegando a las filas enemigas, el no perdía el tiempo.

-¡Katon! ¡Gokakyo no Jutsu! – rugió apuntando a los ninjas de la arena que se abalanzaban hacia él haciéndoles arder entre las llamas.

-¡Sasuke, ataca el flanco izquierdo! – giro la cabeza para comprobar que la orden provenía de Kakashi y hecho un vistazo al lado izquierdo: a los Inuzuka no les estaba yendo nada bien contra el barro y las marionetas. Agachándose tanto como pudo se lanzo a la carrera hacia allí. Mientras corría saco un Fuuma Shuriken de su espalda que lanzo hacia delante para abrirse paso. Las nubes de tormenta volvían a amenazar en el cielo. Sonrió. Le encantaban las tormentas.

-¡Alejaos! – advirtió a los ninjas de la Hoja que se encontraban en el flanco izquierdo. Concentrándose tanto como pudo en aquella situación, grito - ¡KIRIN!

Apuntando hacia el grupo de marionetistas que se concentraba en aquel punto, concentrando el chakra de la naturaleza que provenía de las nubes de tormenta y haciendo descargar un enorme y destructivo rayo sobre sus enemigos. Algunos ninjas de la Hoja vitorearon su impresionante actuación.

Se tomo unos minutos para reposar mientras los Inuzuka aprovechaban la brecha abierta para destrozar lo que quedaba del flanco izquierdo.

Casi no pudo ver la increíble embestida de aquel enorme abanico que amenazaba estrellarse contra él. Saltando en una molesta postura, logro esquivar el descomunal abanico que, para su estupor, al acabar su recorrido provoco un enorme tornado que por suerte no hirió a nadie al estar ya despejada aquella zona.

Sasuke se volvió a observar a su oponente. Una chica. Alzo una ceja.

-Me deja usted impresionado, señorita – dijo con guasa, observando a la chica rubia que tenia ante él. Parecía ser más o menos de su edad. Vestía un sugerente kimono de color violeta, un atuendo nada seguro para una guerra- Tu debes ser Sabaku no Temari.

-Cierra el pico y lucha, Uchiha – dijo la rubia apuntillando sus palabras con un movimiento de abanico que lanzo una potente y afilada ráfaga de viento hacia el Uchiha que la esquivo con elegancia.

-"Viento gana a rayo" – pensó el muchacho chasqueando la lengua.

Pero ella no parecía dispuesta a darle tiempo para pensar. Desplazándose hasta el costado lazo un nuevo y potente ataque de su abanico. Sasuke opto por un cuerpo a tierra, dejándose caer sobre el suelo y así esquivando el ataque que paso sobre su cabeza. El Uchiha sopeso sus posibilidades. Las técnicas de fuego requerían mucho chakra y el ya había ejecutado un espectacular Kirin y utilizado el Sharingan durante bastante tiempo. Cuanto antes acabase, mejor.

-¡Katon! ¡Hosenka no jutsu! – exclamo lanzándole continuas y rápidas balas de fuego. Cuando ya sonreía pensando que había logrado alcanzar a su oponente, esta agito su arma golpeando con una corriente de aire los ardientes disparos. Y todos sabemos que le pasa al fuego cuando le das más oxigeno. Sasuke intento esquivar su propio ataque que ahora se volvía contra él potenciado por el de la rubia, logrando evitar las llamas pero no el viento que le produjo cortes en el rostro y arañazos en la armadura.

Le quedaban pocos recursos. Obviamente, no lograría acercarse lo suficiente a ella como para entablar un combate de taijutsu. Se dio cuenta de que la chica no hacia nada por atacarle, y eso que el ya llevaba unos minutos reflexionando. Su mano estaba crispada, como si intentase hacer un esfuerzo descomunal por intentar abrir el abanico. Se fijo entonces en que la sombra de la chica llegaba hasta los pies de Nara Shikamaru. El moreno parecía estar utilizando toda su concentración en mantener inmóvil a la muchacha. Le hizo un gesto al Uchiha con la cabeza en señal de que no aguantaría mucho más.

-Kusari Hebi no jutsu – susurro el Uchiha haciendo aparecer serpientes del suelo que se enroscaron en el cuerpo de la rubia de la arena inmovilizándola. Sasuke se acerco a ella, al igual que Shikamaru. Ambos se colocaron a una distancia prudencial de ella. Sasuke sacó un kunai.

-No deberíamos matarla – aconsejo el Nara – Es una "princesa" de la arena, esto empeoraría nuestras relaciones con ellos.

-Nunca debimos aceptar entrar en esto – aseguro el Uchiha – Tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos en Konohagakure como para perder el tiempo aquí.

-Estoy contigo. Deberíamos llevarla al campamento base y que Kakashi sama decida que hacer con ella.

Sasuke observo la pelea. Los ninjas de la arena se defendían tras muros de barro, impidiendo el avance de la hoja. Aunque los defensores eran los más dañados, los ninjas del país del fuego parecían exhaustos.

-Llévala tu – pidio el Uchiha – yo voy a ver si puedo hacer algo en el frente.

-Como quieras – el Uchiha le dio un golpe seco en la nuca a la muchacha y el Nara se la cargo a la espalda.

Avanzo sin demasiadas prisas hacia el grueso del ejército que se agazapaba en el suelo, probablemente intentando idear un plan para asaltar las recién creadas defensas del enemigo.

Se situó junto a su hermano, que se vendaba el antebrazo.

-¿Qué vamos a hacer? – pregunto el Uchiha menor.

-Los Hyuuga quieren ordenar retirada y Kakashi parece estar de acuerdo. Están pensando en la mejor forma de marcharnos sin tener más bajas -el Uchiha menor se fijo en el terreno que tenían a sus espaldas, cubierto de cadáveres de ambos bandos- Ese ataque tuyo con el rayito, ha sido alucinante – dijo dándole una palmada en la espalda.

-Lo se.

-Itachi – Kakashi se acerco a ellos sin perder de vista el frente enemigo – Ordena a los Uchiha retirarse por el oeste, nos encontraremos en el campamento base en una hora. Que no os sigan.

-Por supuesto.

-Kakashi sama – llamo Sasuke a su superior – Nara Shikamaru y yo hemos capturado a Sabaku no Temari.

Kakashi mostro su asombro alzando las cejas, pero sin perturbar ni un ápice más de su rostro.

-¿Y que habéis hecho con ella, Sasuke san?

-Nara la lleva al campamento. Es un importante rehén. Nos servirá para negociar la paz.

Hatake dejo que se viese marcada bajo su mascara una sonrisa y suavizo su mirada.

-Parece que no soy el único arrepentido de haber aceptado participar en esto.

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"Su voz aleja el silencio
su mirada
trae la luz."

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La joven Sakura caminaba por las calles del hanamachi de Konohagakure, de regreso a su okiya. Venia de la peluquería de donde, como siempre, había salido descontenta con el resultado de su peinado. Suspiro resignada. No había nada que hacer para lograr disimular su enorme frente.

Sakura trabajaba como geisha bajo la protección de la Hokage. Era huérfana y solo había escapado de la vida en la calle por la generosidad de Tsunade. La mujer la había acogido en su casa e intentando encontrar un buen futuro para ella. Las puertas de la academia ninja estaban prohibidas a las mujeres, solo grandes autodidactas como la Hokage, que sobresalían muy por encima de la mayoría de los hombres, habían logrado abrirse paso en el mundo de los ninjas. Era por eso que, aunque había sido instruida en medicina ninja, Tsunade la había llevado a una okiya del hanamachi para que la niña recibiese clases de danza, música, interpretación, entre otras muchas disciplinas.

Y ha ella le gustaba su trabajo. Le gustaba que la llamasen a las casas de te para entretener con elocuentes palabras a los caballeros, bailar para ellos y observar como la miraban como si de una diosa se tratase, ver el rostro feliz y relajado de sus clientes tras descargar sus problemas en reconfortantes conversaciones con ella.

Porque ella no era una de esas fulanas que se pintaban el rostro de blanco y se hacían llamar geishas. Ella era una dama educada con un trabajo de lo más honrado y noble.

-¡Frentona! – escucho como una voz la llamaba. Miro a su rubia amiga con una sonrisa cómplice.

-¿Qué ocurre Ino chan, has vuelto a estrellarte con la puerta al intentar salir de casa? Mira que te dije que te quitases el pelo de la cara.

-¡No seas boba! Tengo mucho que contarte – dijo tomándola de las manos – Te acompaño hasta la okiya.

Ino Yamanaka era el claro ejemplo de hija de un gran clan ninja a la que se le habían cerrado las puertas de la academia por el hecho de ser mujer. Se pasaba el dia practicando ikebana, cotilleando, volviendo a cotillear y si le quedaba algo de tiempo seguía cotilleando.

-Bueno, ¿que ha pasado para exaltarte de ese modo?

-Vuelven los ninjas del frente.

-¿Todos? – dijo la pelirosa intentando no mostrar demasiado nerviosismo.

-¡Si! Según mi padre van a plantearse la guerra de otro modo porque ha habido muchas bajas – dijo ahora con tono preocupado – Pero lo que importa es que Sasuke kun e Itachi kun vuelven de una pieza – dijo con una mirada picarona.

-Menos mal – suspiro aliviada.

-Sasuke kun ha vuelto a ser el hombre del momento. Él y Nara Shikamaru capturaron a la perra de Sabaku no Terenoseque, la hija del Kazekage – dijo la rubia sin darle mayor importancia – El caso es que van a darle a ambos una medalla por tan valiente hazaña y después Fugaku sama organizara una fiesta privada en su casa – dijo dando palmadas.

-No se porque te ilusionas tanto, los hombres estarán en una habitación y tu en otra bien lejos de los hermanos Uchiha.

-¡Pero tu no lo estarás, Sakura chan! – Dijo dándole un codazo y riendo suavemente - ¡Que envidia! Tu estarás sentada entre ellos sirviéndoles sake y pidiéndoles que te cuenten sus aventuras en la batalla mientras observas sus preciosos rostros – dijo con los ojos iluminados solo de pensarlo – Yo debía de haber sido geisha – aseguro con resignación.

-¿Qué te hace pensar que van a contratarme? Hay muchas geishas en el hanamachi.

-Pero ninguna baila como tú, ¡tonta! Fugaku sama querrá mostrar esplendor ante sus invitados, no va a renunciar a la mejor bailarina de Konohagakure por no pagar un poco más – aseguro la rubia – Y yo estaré escuchando las batallitas de mi madre y de sus amigas mientras tu serás el centro de atención de todos esos apuestos hombres – volvió a suspirar.

Sakura sabía que su amiga probablemente tenía razón, pero no quería hacerse ilusiones hasta que llegase a la okiya y Shizune le dijese que tenía trabajo para esa noche.

-Bueno, si puedo intentaré buscarte esta noche durante la fiesta, ¿te tomaras un descansito para contarle todo lo que pasa hay dentro a tu mejor amiga, verdad? – dijo con un bromista tono amenazante.

-Cuando estoy de servicio cobro cien yenes por hora de conversación, así que tu sabrás si puedes pagar mis honorarios – se rio la pelirosa guiñándole el ojo a su amiga antes de despedirse.

En la okiya las geishas corrían de un lado a otro cargando cajas con kimonos o estuches de maquillaje.

-¿Qué ocurre, Shizune san? – pregunto al ver a la encargada de la okiya pasar cargada de papeles de cuentas.

-¡Ah! Sakura san, por fin llegas – busco entre un montón de papeles y paso rápidamente los ojos entre las líneas escritas – Tienes que estar a las ocho en la casa de Uchiha Fugaku para una cena formal. Se te pagaran dos mil yenes por baile más doscientos por hora que pases entreteniendo a los invitados.

-¿Yo sola? – preguntó con intención de averiguar que otras geishas habían sido contratadas.

-Si han contratado más, no son de esta okiya. El señor Fugaku es un poco tacaño, he intentado conseguir que te pagase 3000 por baile y 350 por hora pero se ha negado en rotundo.

-No te preocupes por eso, agradece que al menos tengamos trabajo – dijo sonriendo, subiendo las escaleras hacia el almacén de kimonos.

Así que iba a trabajar para los Uchiha, una vez más.

Aunque esta vez era la primera que iría a su casa. Sakura solía trabajar en las casas de te más prestigiosas del hanamachi y esto le había brindado la oportunidad de servir a muchos miembros del clan Uchiha. En especial al joven Uchiha Sasuke.

Era un cliente especial. El joven Uchiha prefería escucharla hablar y disfrutaba con el simple hecho de tomar el té mientras Sakura ejecutaba un ensayado monologo sobre algún tema de interés general. Sasuke no le pedía que bailase, o que tocase algún instrumento para él, prefería mirar con atención como ella realizaba la ceremonia del té, sin decir palabra. Cuando ella lo veía sentado con otros comensales mientras bailaba no podía evitar la necesidad de, en cuanto acababa, acercarse a él a toda prisa, aunque sabía que no debía mostrar esa clase de favoritismos con ningún cliente.

Otras veces le había atendido en el hospital. Cuando ocurrían batallas y los servicios médicos se desbordaban, Tsunade solía llamarla para que ayudase. Ella había sido la afortunada en tratar al Uchiha tras su épica batalla con el temible Sannin Orochimaru. Ella había curado sus heridas y hecho desaparecer sus cicatrices.

Sacudió la cabeza intentando hacer desaparecer de su mente la imagen del atractivo torso desnudo del Uchiha tendido indefenso en el hospital.

En la okiya trabajaban seis geishas en aquel momento. Todo el dinero que ganaban era para la okiya, a menos que ahorrasen secretamente una parte para intentar independizarse. Pero para una geisha era muy difícil lograr separarse de su okiya, especialmente por los kimonos.

No era nada elegante que una geisha repitiese kimono muy a menudo y, teniendo en cuenta que un kimono podía bien valer el sueldo de varios años de una sola geisha, la única manera de conseguir una buena colección era estando en una okiya, donde se llevaban coleccionando kimonos durante generaciones. Eso o tener un danna, o lo que es lo mismo, un cliente preferencial que se ocupase de tus gastos.

Sakura abrió la puerta del almacén de los kimonos. Como el resto de la casa, era de madera y, por miedo al fuego y a perder los valiosísimos kimonos, el suelo y las paredes eran humedecidos diariamente. Los kimonos se mantenían en estanterías lejos tanto del suelo como de la pared para que no cogiesen humedad. Cada kimono era guardado en una caja con una etiqueta en la que se escribía el nombre del kimono, el artista que lo había hecho, su precio y año de compra.

Sakura busco entre las cajas el nombre Hi-toki katsu kawa, "Cuando el fuego gana al rio", un hermoso kimono de color rojo vino y mate, con un nagajuban – kimono simple interior – en color negro al igual que el obi. El nagajuban es fundamental en un kimono, pues siempre ha de ir a juego con el obi para que cuando los filos del nagajuban se vean en los puños de las mangas y en el final del kimono, sean totalmente armónicos. Los kimonos suelen representar historias y el Hi-toki katsu kawa tenia unos hermosos dibujos de olas de fuego que se enfrentaban a olas de agua. Aquel kimono le parecía apropiado para la ocasión especialmente por los colores. Era como ir vestida de sharingan.

Los kimonos simples, aunque no se puede decir que fuese tare fácil, podían ser colocados por una única persona. Pero el kimono de una geisha, con aquel enorme e impresionante obi, era imposible que se lo pudiese colocar ella misma. Pero aun era temprano para arreglarse.

Dejando el kimono en su cuarto, bajo al comedor a comer algo, a sabiendas de que no volvería a probar bocado hasta la mañana siguiente.

-Sakura san – se arrodillo una de las muchachas que trabajaban para la okiya – Shizune sama me pidió que le informase de las nuevas sobre la batalla, dijo que le seria útil para la noche -Sakura no contesto, simplemente asintió, con la boca llena de comida – Bueno, como ya sabe, la Roca pidió a la Hoja que atacase el lado este de la Arena para así poder pasar ellos tranquilamente hasta su villa oculta. Al parecer Tsunade sama esta muy arrepentida de haber aceptado, hemos perdido muchos hombres en el conflicto – dijo la muchacha verdaderamente conmovida.

-¿Algún nombre importante?

-No, ningún nombre destacable, pero no dejan de ser perdidas – dijo en tono recriminador.

La pelirosa se apresuro a mover las manos en señal de negación.

-Lo se, lo se, no pienses que no me importan. Es por si tengo que dar el pésame a alguien esta noche.

-Bueno, lo más destacable a sido la captura de la hija del kazegake, Sabaku no Temari, que ahora mismo se encuentra bajo la custodia de los Nara en la prisión de alta seguridad. Tsunade sama espera poder llegar a un acuerdo gracias a su captura.

-Pues menuda tontería – se quejo tomando algo más de comida con los palillos – Si alguien capturara a mi hija pactaría lo que hubiese que pactar para recuperarla y luego me pasaría el pacto por el…

-¡No seáis ordinaria, Sakura san!

-…y atacaría a quien hubiese osado secuestrarla. Estoy segura que la arena no va a acceder a pactar con nosotros tan tranquilamente. Y menos si la Roca los ha atacado gracias a nosotros.

-Aun no se sabe si el otro ataque tuvo éxito. El gran ausente en la batalla fue Sabaku no Gaara, por lo que la ciudad estaba bien protegida.

Tras escuchar algún que otro cotilleo más, Sakura se despidió de la muchacha y se dirigió a su dormitorio. Era hora de maquillarse y aquello le tomaría tiempo.

Se coloco el nagajuban y se sentó ante su tocador, lleno de productos de cosmética. Miro sus rasgos en el espejo, paseando sus dedos por las mejillas. Por suerte ya era muy blanca sin necesidad de demasiado maquillaje. El blanco era el color de piel de moda porque significaba que eras una persona acomodada, que no tenías un trabajo cualquiera como agricultor o cosas así. Significaba que tenías una vida aristocrática lejos del dañino sol.

Cogió el tarro de suave cera, bintsuke-abura, y con una de las brochas de maquillaje comenzó a extendérselo por todo el rostro, el cuello, y el escote. Aquello permitiría que el maquillaje permaneciera intacto toda la noche. Tomo un cuenco, echando dentro una considerable cantidad de polvos blancos que luego mezclo con agua. Con una brocha algo más pequeña comenzó a aplicarse la mezcla por el rostro, teniendo cuidado de no aportar mucha cantidad para que pareciese natural.

Teniendo en cuenta que los kimonos no solían dejar mucho a la vista, la parte más erótica de una geisha era el comienzo del cuello y la espalda. El cuello del kimono en la parte trasera se colgaba holgadamente de los hombros, dejando ver una seductora parte de piel. Era esta parte, entre el cuello y la espalda, donde las geishas dejaban una parte de su piel sin pintar formando una "W" o una "V". Con mucha imaginación se podía ver que era un símbolo muy erótico y provocador. Tomando una suave esponja retiro el exceso de maquillaje de algunas zonas y lo unificó en otras, siempre buscando la máxima naturalidad.

Una de las partes de su cuerpo que no le gustaba, a parte de la frente, era su boca, demasiado grande para su gusto. Le encantaba el grosor de sus labios, pero no su extensión, por lo que también se los había pintado de blanco. Con un pequeño pincel tomo el carmín y se pinto unos pequeños y sensuales labios, con total precisión tras años maquillándose ella misma. Después, añadiendo azúcar cristalizado a la mezcla de pintalabios, volvió a pintarlos, para darle esta vez más brillo. Solo quedaba el contorno de los ojos, que pinto con carboncillo, intentando hacerlos parecer más redondo y resaltando su hermoso color jade. Normalmente el resto de geishas pintaban también de blanco sus cejas y las sustituian por unas pintadas. Pero ella adoraba sus cejitas rosas, por lo que las dejaba al natural. Sobre el pelo bien peinado de peluquería coloco una hermosa horquilla que el propio Uchiha Fugaku le había regalado el dia de su estreno como bailarina en el teatro de Konohagakure.

-¡Shizune san! – grito desde la puerta, esperando que se encontrase cerca.

-¡Ya voy! – respondió esta desde el piso de abajo.

La mujer subió corriendo las escaleras y entro en la habitación mientras Sakura sacaba con cuidado el kimono de su caja. ¡Pesaba muchísimo!

-No entiendo cómo puedes bailar con esto – comentó Shizune. Sakura no respondió, simplemente levanto los brazos para que ella pudiese colocarle el kimono sobre los hombros, ajustándolo a la cintura. Lo peor era anudar el obi.

-¿Qué nudo quieres?

-Un coral atrás – dijo estirándose y apretando el vientre, observándose en el espejo mientras Shizune colocaba, no sin esfuerzo, el obi alrededor de su cintura – Apriétalo más.

-Te vas a asfixiar – dijo tirando con fuerza de la tela. Dio dos vueltas con la tela a la cintura de Sakura y después, no sin antes pasarse la mano por la frente y jadear un poco, comenzó la complicada tarea de colocar la tela restante de manera que quedase fija pero ornamentada. Con unas horquillas estratégicamente dispuestas para no ser vistas termino de asegurar la tela, que debía aguantar toda la noche en su lugar.

-¿Te gusta así? – preguntó mientras Sakura se giraba levemente para mirarse en el espejo.

-Es perfecto, gracias – dijo sonriendo, aunque era difícil adivinar la sonrisa en su labios pintados.

Volvió a mirarse. Quería estar perfecta. Intentado obviar la anchura de su frente, revisó su cabello rosado. No se le había movido ni un solo pelo, como debía ser. La horquilla del señor Uchiha seguia en su sitio, el largo del kimono era el suficiente para que arrastrara ligeramente por el suelo cuando estuviese bailando, pero que no tocase el suelo cuando se calzara los geta de madera, y así no ensuciarse en la calle. El nudo del obi era simplemente precioso.

-¡Deja de mirarte! Estas esplendida, resplandeciente, preciosa. Y tu palanquín ya debe estar en la puerta esperando para llevarte a la casa de los Uchiha.

Sakura asintió con la cabeza y ambas bajaron al primer piso, pendientes de que todas las partes del kimono se mantuviesen en su lugar. En la entrada, mientras ella se colocaba los zuecos de laca, Shizune busco dos abanicos que hiciesen juego con el kimono. Se los tendió a Sakura, que guardo uno en el obi y otro en la manga izquierda, sujetado por un lazo al brazo.

Como Shizune había imaginado, el palanquín con ruedas esperaba en la puerta. El muchacho que tiraba de él se esforzó por no mirar aquello que no podía pagar mientras Sakura se sentaba dentro.

-Recuerda que Uchiha es un tacaño, no te va a pagar más de cuatro horas. Así que te quiero pronto de vuelta, si quiere más que lo pague.

-Así no se hacen amigos, Shizune – dijo la pelirosa mientras el muchacho comenzaba a tirar del palanquín.

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La casa de los Uchiha estaba en el barrio del clan, en una zona apartada de Konohagakure, lejos del hanamachi. Las calles estaban prácticamente vacías, todo el mundo debía estar cenando. Y en cuanto acabase la cena en casa de los Uchiha, comenzaría su trabajo.

La casa era, sin duda, la más grande de la calle. Rodeada por un muro de dos metros de piedra oscura, constaba de tres edificios principales rodeados de estancias menores y de dos grandes jardines. La entrada estaba presidida por un arco hecho con dos almendros a los que se le había dado forma de manera que las ramas se entremezclaban y unían formando curiosas figuras. Desde el arco, un camino de piedra serpenteaba por el jardín principal, corría junto a un pozo de la fortuna y llegaba hasta la puerta principal de la casa, escondida bajo un bajo tejado de madera oscura y ornamentada. Sabía que ella no debía entrar por esa puerta. Junto al arco de almendros había dos guardas armados que la ayudaron a bajar del palanquín en cuanto este paro junto a la entrada.

-Buenas noches – saludó ella, con una breve reverencia y dejando caer sus ojos verdes de forma seductora, haciendo enrojecer a uno de ellos.

-Sakura san, la esperan en la puerta del otro salón – le indicó uno de ellos, que la acompaño hasta allí. Podía escucharse el ruido de los comensales en el interior de la casa, pero no provenían del salón principal. Además había dos ruidos distintos y separados: el cacareo de las mujeres en un lado, el de los hombres en otro. La cena ya había terminado, y ella llegaba tarde. Acelero sin poder evitarlo el paso.

-¡Ah! Por fin llegáis – exclamo un hombrecillo visiblemente nervioso que se balanceaba junto a la puerta que daba al salón donde se oía a los hombres.

-Siento el retraso.

-No os preocupéis, no os preocupéis. Acaban de pasar al salón – la tranquilizo mientras la guiaba al interior de la casa.

El salón era estrecho, pero largo. Había dos mesas enfrentadas la una a la otra, muy bajas y largas, de madera oscura y de calidad. Sentados a ellas, dejando el pasillo entre ambas mesas libre, había dos filas de comensales sentados en tupidos cojines, bebiendo, fumando y conversando. En un extremo de la sala habían colocado una tarima de madera que hacía las veces de escenario, y habían engalanado las paredes de su alrededor con telas de con distintos motivos y dibujos. Toda la decoración de la sala era roja. Sonrió levemente, pues había acertado con la elección del kimono. La luz de las escasas velas era tenue y daba un aire muy íntimo a la larga estancia.

Paseó la vista sobre los comensales, buscando caras conocidas. Había miembros de todos los clanes importantes de la ciudad, incluso algún general. Reconoció al señor Fugaku sentado casi en el borde de una de las mesas, cerca de donde estaba ella, a Itachi dos asientos más a su derecha. Pero Sasuke no estaba.

Apenas escucho como el sirviente la presentaba ante los invitados y estos le aplaudían levemente. Estaba demasiado ocupada buscando los ojos negros de Sasuke. Por suerte, se sabía tan bien su papel que inconscientemente sonreía y se inclinaba ante su público. Se acerco al pequeño escenario, donde un señor mayor, sentado en el suelo, afinaba un shamisen. Ella le miro y asintió con la cabeza y el anciano comenzó a tocar.

Había bailado muchas veces aquella canción, por lo que no necesito concentrarse demasiado. Bailar para ella era tan simple como respirar. En el comienzo de la segunda estrofa de la canción saco los abanicos de un movimiento seco y rápido, arrancado un aplauso de los comensales, que se asombraron ante su rapidez.

¿Y qué más daban todos aquellos aplausos, que importaban todas aquellas miradas cargadas de admiración si ninguna era la de Sasuke?

Un, dos, tres, cambio de pie, un, dos tres, la cabeza hacia atrás, un, dos, tres, juego de abanicos en el aire, un, dos, tres…

El silbido de la puerta al abrirse llamo su atención. Nadie interrumpía una actuación a medias. Nadie excepto Sasuke. Contuvo una sonrisa de satisfacción e intento evitar mirarle. La habían contratado para entretener a medio centenar de hombres, no al joven Uchiha.

Aun así no pudo evitar ponerle más empeño a su actuación, acentuando más los movimientos, acelerando el ritmo, impresionándoles a todos con sus gráciles giros, con las formas que tomaban los abanicos entre sus manos amoldándose a las notas del shamisen.

El ritmo de la danza se volvió extasiante, anunciando la llegada del rápido y silencioso final. La sala rompió en aplausos. Volvió a guardar los abanicos en un rápido movimiento y se inclino para agradecer la ovación. En seguida todos volvieron a las conversaciones que habían dejado a medias al comienzo de la actuación, sumiendo la habitación en un alegre murmullo. Con las manos juntas en el regazo se dirigió hacia las mesas, sentándose sin aparente interés junto al anfitrión, el señor Fugaku.

-Sakura, has estado formidable, como siempre.

-Humildemente le doy las gracias, Fugaku-sama – dijo con una leve reverencia.

-Por aquí estamos servidos – dijo observando sin mucho interés su vaso de sake. Al señor Fugaku no le gustaba beber, lo hacía por pura cortesía- Ve a atender a nuestros sedientos muchachos – dijo indicando con la cabeza la parte de la mesa en la que se habían sentando los jóvenes soldados. Sakura sonrió con dulzura y se levanto con un elegante movimiento que hizo bailar el kimono tras de ella.

Apenas posó los ojos sobre los comensales, Itachi le hizo señas con la mano. Sasuke se había sentando frente a él y mantenía el rostro serio, casi compungido. Se dirigió hacia el Uchiha mayor, que le sonrió y le indico que se sentase a su lado. Sakura acertó a darse la vuelta en el momento en que pasaba uno de los camareros con la bandeja, tomo una botella de aspecto caro, y obedeció al Uchiha, sentándose en el cojín junto a él.

-Estaba preguntándole a Sasuke cómo es posible que una sola persona albergue tanta belleza.

-¡Itachi san! No deberíais empezar a beber tan pronto – dijo con una suave sonrisa, bajando la vista hacia la mesa y sirviéndole el contenido de la botella. El Uchiha sonrió satisfecho: le gustaba que le tratasen con complicidad. Con el rabillo del ojo alcanzo a ver como Sasuke hacia un mohín con la boca.

-Sasuke-sama, ¿os sirvo? –dijo sosteniendo con elegancia la botella, manteniendo las manos prácticamente ocultas en las mangas del kimono.

-No – dijo en un ronco susurro.

-¡Oh! ¡Vamos, Sasuke! Es nuestra fiesta, alegra esa cara. Además – dijo mirando de reojo a Sakura – Estoy seguro de que Sakura san querrá ayudarnos después con eso que ya te he dicho.

-No digas estupideces – le increpo verdaderamente molesto el Uchiha menor, mirando a los lados con recelo.

-Si me disculpan, tengo que atender al resto de comensales, estaré de vuelta antes de que hayáis terminado de discutir – aseguró la pelirosa con una nueva media sonrisa, e Itachi soltó una suave y contenida carcajada.

Se levanto de nuevo y se dedico a ir de cojín en cojín por toda la sala, por los distintos grupos que se habían formado. Servía a los comensales, opinaba brevemente sobre la conversación, arrancaba unas cuantas sonrisas y algún que otro destello de ojos y volvía a levantarse para ir al siguiente grupo. Pero no perdía de vista a los dos Uchihas. En cuanto se había levantado Sasuke se había echado sobre la mesa y parecía gritarle enfurecido y en voz baja a Itachi. Nadie parecía mirarles, no era raro que discutieran. El único momento en el que parecían ponerse de acuerdo era durante la batalla. Cuando ya casi había terminado de dar la vuelta a las dos mesas, Sasuke se dejo caer pesadamente sobre el cojín, resoplando, haciendo que sus azulados cabellos negros se agitasen sobre su frente. Esta vez se sentó junto a él.

-Sasuke sama parece disgustado, ¿tenéis alguna herida que os moleste? – dijo con cara preocupada mirando al menor de los Uchiha, que evito sus ojos.

-Está perfectamente, apenas le han tocado durante la batalla, al muy puerco – comento Itachi - ¡Y mírame a mí! – Dijo descolgándose un poco el kimono por el hombro, dejando ver el comienzo de un enorme cardenal amarillento – Me machacaron a base de bien todo el lado derecho del cuerpo.

-Sírveme – ordeno Sasuke moviendo su vaso justo cuando la pelirosa comenzaba a preparar su más compungido discurso sobre el estado de salud de Itachi.

-Así me gusta – dijo el mayor sonriendo con satisfacción.

Sakura le lleno el vaso, no del todo, a sabiendas de que Sasuke, al igual que su padre, detestaba la bebida. Su curiosidad crecía por momentos, ¿qué demonios le ocurría a Sasuke? No solía ser tan frio con ella, es más, siempre había pensado que tenía una gran facilidad para ayudarle a relajarse. Pero estaba tan tenso, serio, enfadado y triste. No sabía cómo actuar, algo que una geisha jamás podía permitirse.

-Sakura – la llamo Itachi, en un susurro, atrayendo su atención – En unos minutos llegaran unas geishas. Cuando lo hagan, ¿podrías salir por aquella puerta? – dijo señalando una puerta de madera oscura – Si le dices a algún camarero que vas al servicio, te la señalaran.

-¿Puedo preguntar qué es lo que queréis que haga?

-Hablaremos de ello en su momento – dijo mirando juguetón a su alrededor - ¿Cuántas horas te han pagado?

-Solo el baile.

-Perfecto – sonrió.

Sintió como Sasuke se tensaba a su lado. Le miro, con curiosidad. Estaba sudando y el kimono se le pegaba a la blanca piel del cuello.

-Sasuke sama, ¿de verdad os encontráis bien?

-Estoy perfectamente – dijo mirándola a la cara por primera vez en toda la noche.

Como Itachi había dicho, pronto entraron cuatro geishas que, tras presentar sus respetos al señor de la casa, se dispersaron entre las mesas e inundaron el ambiente con sus risas y sus melodiosas voces. Sakura se levanto y se acerco hasta uno de los camareros que había junto a la puerta negra.

-El escusado, por favor- pregunto en un susurro. El camarero le miro extrañado: uno de los motivos por los que las geishas no solían comer ni beber nada durante las fiestas era por lo difícil que era ir al baño con sus enormes kimono. Aun así señalo la puerta.

-Todo el pasillo recto a la derecha.

Se introdujo por el pasillo, acompañada del silbido del kimono sobre la brillante madera oscura del suelo. Podía escuchar al otro lado de la pared las voces de las mujeres y a su izquierda podía ver entre los dibujos de madera de la fachada el precioso jardín interior. Al final del pasillo le esperaba Itachi y Sasuke. ¿Cómo la habían adelantado?

-Sakura san, gracias por venir, pensé que tal vez no os gustase…

-Confió en vos, Itachi sama. Sé que sois un hombre honorable – dijo con gesto solemne, haciendo enrojecer al mayor de los Uchiha.

-Tal vez no sea para tanto…-susurro tendiéndole la mano. Sakura miro a Sasuke que se mantenía entre las sombras. Después giro de nuevo sus ojos verdes hasta la mano que Itachi le tendía. Una geisha no debía tocar nunca a un cliente. Aun así la curiosidad pudo más que su recato. Itachi sonrió y apretó la mano contra la de ella, invitándola a colocarse entre ambos hermanos. Comenzaron a andar por el pasillo, alejándose de los comedores.

-Vereis Sakura san, tal vez hayáis oído que han capturado a la hija del Kazekage.

-Sasuke sama y Shikamaru sama, si son ciertos los rumores –asintió mirando a Sasuke que mantenía la vista perdida en la pared del final del pasillo, totalmente ausente.

-Bien, pues nuestro amado padre en cuanto se enteró de la noticia mando mensaje al Kazekage, mientras nosotros volvíamos del campo de batalla, dándole una propuesta – se mordió ligeramente el labio y miro a su hermano, para luego volver sus ojos negros al inmaculado rostro de Sakura- Sasuke se desposará pronto con Sabaku no Temari.

Estuvo a punto de tropezarse con el bajo del kimono. No es que el hecho de que Sasuke se casase le impidiese seguir sirviéndole como geisha pero…

-¿Casarse con el enemigo?

-Si bueno, ese no es nuestro mayor problema. Lo que ocurre es que Sasuke…aun no…- miro a su hermano intentando ocultar la diversión que le embargaba el rostro -…aun no conoce mujer.

Sakura se soltó de la mano de Itachi de un hábil movimiento de muñeca y se dio la vuelta inmediatamente, andando rápidamente de vuelta hacia los salones.

-Espera, Sakura san, déjame terminar.

Sakura se paró un segundo para mirarlo fijamente, con los labios apretados.

-No soy una prostituta, Itachi sama – dijo volviendo a retomar la huida.

-Te dije que no se atrevería – esta vez era la voz de Sasuke, cansada y monótona. No pudo evitar volver a pararse para mirar su rostro, suavemente iluminado por la luz de la luna que se filtraba entre los ornamentados dibujos de la pared de madera. Miro sus profundos ojos negros que la observaban con algo parecido a decepción.

No volverían a contratarla nunca más. Tendría que olvidarse de él para siempre.

Se mordió el labio.

-¿Por qué yo? – susurro sin mirar a ninguno de los dos hermanos.

-Eres la geisha más hermosa del hanamachi, la pregunta es ¿quién si no?- Apretó los dientes. Sentía como el corazón le palpitaba a toda velocidad contra el pecho -Te juro por mi honor que nunca nadie se enterara de esto.

Estaba paralizada, su corazón le decía que si y, por desgracia, su cabeza comenzaba a deshacerse de la determinación suficiente para marcharse de allí. Sasuke se acerco con paso firme hasta ella y le cogió la mano con cuidado.

-Vamos – susurro tirando de ella con suavidad. Se dejo llevar tras él. Itachi sonrió una última vez y se marcho en dirección a los salones.

Sentía el ardiente rubor de sus mejillas, probablemente oculto tras el maquillaje. La mano de Sasuke la sujetaba con firmeza, aunque su expresión seguía siendo tensa. Anduvieron dos pasillos más hasta llegar a una puerta corredera que daba a los aposentos del menor de los Uchiha. Se paró en la salita de entrada, sin saber muy bien lo que hacer.

-Lo mejor será ir a mi dormitorio – susurro él, algo avergonzado. Ella asintió y le siguió a través de otra puerta hasta una habitación no muy amplia, ocupada casi por completo por una tarima de madera maciza y oscura, no muy alta, sobre la que descansaba un mullido y gordo futon blanco rodeado de almohadas estampadas. Ambos se quedaron de pie ante el lecho, observándolo como si fuese lo más interesante del mundo.

-Encenderé algunas velas – propuso Sakura mientras se arrodillaba junto a una mesa baja cargada de velas de colores, probablemente de distintos olores. Cogió la caja de cerillas que había junto a ellas y comenzó a encenderlas.

-Con luz…

-Estas cosas, Sasuke sama, se hacen mejor con luz – dijo ella sin poder evitar sonrojarse – Es importante ver – sobre todo si eres un novato, pensó. Jamás hubiera creído que Sasuke aun no se hubiese estrenado. Le conocía desde niño, al menos de vista, y llevaba muchos años sirviéndole como geisha. Siempre había tenido admiradoras, mujeres que hubiesen aceptado sin rechistar encargarse de la tarea que ahora debía ocupar ella. Realmente no era la primera vez que hacia aquello por un cliente especial, pero por lo general cobraba una cuantiosa suma de dinero por ello. Ahora lo único que conseguiría seria la posible fidelidad de Sasuke a la hora de contratarla. O eso esperaba.

Terminó de colocar las velas y una barra de incienso. Sasuke se había sentado con las piernas cruzadas sobre el futon, totalmente vestido. Tenía la espalda totalmente rígida y agarrotada: no se estaba divirtiendo con la situación, en absoluto.

-¿Puedo haceros una pregunta indecorosa, Sasuke sama?

-No te garantizo que obtengas respuesta.

-¿Por qué hacéis esto?

-Porque es necesario – dijo sin más, con voz autoritaria y con cierto deje militar. Sakura asintió, dejando caer sus ojos hasta el suelo de tatami. No sabía si debía coquetear o no con él. Después de todos ambos sabían para que estaban sentados en aquella habitación, hubiese sido estúpido.

-Sakura san – llamó él a media voz.

-¿Si, Sasuke sama?

-Gracias por…ayudarme. Sé que no debes hacer este tipo de cosas…

Dejó de hablar de repente y se levanto prácticamente como si fuese un muelle. Sakura se giro hacia la puerta: podia una gran algarabía proveniente del salón. Estaban en guerra, así que a ambos se les paso lo peor por la mente.

-Quédate aquí, iré a ver qué ocurre – dijo él lanzándose hacia la puerta, cerrándola tras de sí con un golpe seco.

Sakura miro la habitación, en busca de una salida que no fuese aquella puerta. Si no hubiese llevado todo el maquillaje encima, probablemente una gota de sudor frio le habría recorrido la nuca. Estaba sola en la habitación de un caballero que no era ni su prometido ni su esposo, que no había pedido permiso para tenerla allí y que no pretendía hacer nada inocente con ella. Si no lograba salir de la casa sin que nadie la viera, sería el final de su reputación como geisha.

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Aqui os dejo el primer capitulo de mi primer FF en , espero que os haya gustado y que me deis vuestra opinión.

Intentaré actualizarlo como minimo una vez por semana, a ser posible dos, tambíen quiero que los capitulos sean más o menos asi de largos siempre asi que entendedme si no lo consigo.

¡Sin reviews y sin cerveza, Kuroime pierde la cabeza!

Escribidme algo :P

Y no dejeis de visitar mi nuevo foro: Naruto Rol http(:)/forum(.)fanfiction(.)net/forum/Naruto_Rol/91961/ (quitad los parentesis XD)
Esta nuevecito asi que estan todos (o casi todos) los personajes libres, animate y rolea con nosotros :P

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